Encuentro con Don Manuel

Una tarde al salir del colegio me encuentro con Don Manuel, antiguo conocido acepto su invitación de acompañarlo a su casa, a partir de entonces inicio un tórrido romance con el hombre maduro.

Encuentro con Don Manuel

El timbre de la escuela marcaba el fin del día, las actividades de hoy habían terminado, mis compañeros se apresuraron a salir del salón, con parsimonia guardé mi material de estudio, al salí del colegió con mis libros al hombro, el sol se inclinaba hacía el occidente, me pegaba sobre la cara. Caminé rumbo a la parada del autobús, al llegar al jardín, Redi el perro de Don Manuel, se paró delante de mí, moviendo la cola como un reconocimiento; saqué una galleta de mí bolsa que y se la lancé al aire la cual atrapó, la devorándola de una mordida.

A unos veinte metros en sentido contrario, se cercaba su amo con paso resuelto y una sonrisa para encontrarse conmigo. Padre de Leonel con quien fui amigo, ahora Leonel vivía con su madre en los Estados Unidos. A pesar de la diferencia de edades nos entendíamos muy bien.

  • Hola muchacho que milagro que nos encontramos.

  • Si Don Manuel, es cierto, rara vez coincidimos.

  • Cuando Leonel vivía conmigo no salías de casa. Ahora que no está ya no me visitas.

A Leonel lo conocí en el bolerama de la esquina, de él recibí mis primeras lecciones sobre la forma de tirar la bola. Con 4 años mayor nos entendimos muy bien. Hacía un año al terminar sus estudios, decidió ir a vivir con su madre en los Estados Unidos.

  • Buenas tardes, Don Manuel, es cierto, en la primera oportunidad lo visito. Desde que mi amigo se fue no voy a su casa.

  • Juanito, siempre serás bienvenido a casa, no necesitas invitación.

  • Gracias Don Manuel, va usted a ver que iré a saludarlo lo más pronto que se imagina.

Nos sentamos a charlar en un banco cercano a la sombra de un frondoso árbol, Don Manuel muy animoso me platicó lo bien que le iba a Leonel en las actividades de su nuevo empleo. Redi parado frente a nosotros, esperando le obsequiara con otra galleta, saqué una más se la lancé al aire, la que fue atrapada con una mordida.

  • ¿Qué has sido de tu vida muchacho? platícame, ¿cómo vas en tu escuela? ¿Qué es de padre?

  • Lo mismo de siempre Don Manuel, mi padre en Viesca, su trabajo lo mantiene toda la semana allá, En la escuela todo bien, yo me encargo de arreglar la casa, ya sabe, alguien debe mantener la casa aseada, me la llevo muy bien, no me quejo.

  • Te ves muy bien muchacho, muy crecido.

  • Gracias Don Manuel.

  • Te repito. ¡Qué bien te ves! muy desenvuelto, alegre, me sorprende lo bien que te llevaste siempre con Leonel a pesar de la diferencia de edades, él tiene ahora 22 años, es mayor que tú.

La última vez que estuve en su casa había salido huyendo, Don Manuel había llegado antes de tiempo de su trabajo, yo estaba en una posición muy comprometida, Leonel detrás de mi penetrándome. ¡Par de cochinos! ¡homosexuales! gritó, ¡Qué vergüenza Leonel! Me vestí apresuradamente, y Sali, verdaderamente apenado.

es admirable como se entendían, no sé qué tanto hacían, como pasaban tanto tiempo juntos.

No lo ignoraba, lo sabía, Es cierto, pasábamos mucho tiempo en juegos de mesa, o veíamos alguna película en la televisión, la mayoría de las veces solos, ya que Don Manuel pasaba mucho tiempo fuera de casa; a Leonel le gustaba que siempre vistiera con short que resaltaban mi figura, siempre fui alegre, a mi edad con una estatura de 1.55 metros, 45 kilos de peso. En contraste, Leonel tenía cuerpo muy bien formado, alto, espaldas anchas, manos grandes, piernas fuertes, muy parecido a su padre.

  • Lo extrañas, ¿verdad? ¿Extrañas a Leonel?

  • Si Don Manuel, le extraño mucho, solo tengo compañeros en la escuela, que muchas veces no me entienden o será que yo soy el que no los comprendo.

  • ¿Qué es lo que más extrañas de Leonel? ¿Qué te gustaba de él cuando estaban juntos? los veía entusiasmados, ambos tirados sobre la alfombra, leyendo o jugando con sus cosas. Mi hijo parecía un jovencito de tu edad. Por cierto, la última ocasión saliste tan rápido que dejaste olvidada tu ropa interior, te la tengo guardada.

No contesté, volví la vista hasta donde estaba posado un pajarillo de pecho rojo, lo contemplé, pensé en todas esas cosas que no podía platicar a nadie, lo que era un secreto entre Leonel y yo, en esas cosas hermosas, en el cariño que nos profesábamos, además de compañero de juegos, éramos algo más. Sus caricias, la forma posesiva que ejercía sobre mí.

  • Te quedaste callado, ¿Qué piensas? ¿Qué te agradaba de Leonel? ¿Qué extrañas de él?

  • Eso señor Manuel, verlo jugar, platicar con él, lo extraño porque es mi único amigo, porque me trató muy bien, platicábamos, leíamos, escuchábamos música.

Una vez más guardé silencio, evadí su mirada, intuía un secreto entre nosotros. Conocía de la preferencia de su hijo, más de una vez recibió la queja del prefecto de la escuela sobre la conducta de él. Si, Don Manuel sabía de nosotros. ¡Nos había sorprendido! Me levanté para correr tras Redi, y evadir la mirada del hombre, me agaché para recoger la pelota y lanzarla para que Redi fuera tras ella, volví la vista, Don Manuel veía directamente mi trasero, la forma de mis nalgas se habían acentuado en mi ajustado pantalón.

  • Uffff, Hace mucho calor muchacho, te invito un helado o un agua de fruta, Lo que te apetezca, No sé tú, yo me muero de sed

  • Si, Don Manuel, también estoy agobiado, acepto su invitación, un agua fresca me caería muy bien, me gusta mucho la de mango, es riquísima.

  • Anda pues, pon la correa a Redi y vamos por esa rica agua, igual me gusta mucho la de mango.

Caminamos por el sendero que conducía hacía la avenida, luego nos dirigimos al puesto de aguas frescas, pedí lo que me apetecía, Don Manuel también ordenó un agua y regresamos caminando, a casa.

  • En casa tengo paletas y nieve, me gusta preparar mi agua que mantengo en el refrigerador son un deleite para mí.   Vamos te invito, y te entrego tu prenda íntima. ¿Aceptas?
  • Sí Don Manuel, vamos.

No pude negarme, El hombre inspiraba confianza, deseaba borrar aquel desagradable episodio entre Leonel y yo, que mejor momento que esté que el hombre me ofrecía. Caminamos unas cuadras, hasta llegar a su departamento, estaba casi, igual como la última vez que estuve ahí.

  • Pasa hijo, estás en tu casa, con toda confianza.
  • Si Don Manuel, gracias. Es usted muy amable.

Me cedió el paso, traspuse el marco de la puerta, antes había quitado la correa a Remi, al sentirse libre brinco, jugueteó y metió su hocico entre mis nalgas.

  • No Remi, no, que malas mañas tienes, me disculpo por él Juanito.
  • No tenga cuidado Don Manuel, Remi es muy juguetón.

Me ofreció asiento y se apresuró a buscar unas copas y una bebida para invitarme.

  • Un trago de esta bebida nos caerá bien, amaína las tensiones, fortalece al cuerpo.
  • Si Don Manuel, se lo agradezco. Es sabrosa esa bebida.

El hombre se paró frente a donde estaba sentado, su entrepierna se notaba abultada. Una gran protuberancia se dibujaba bajo su pantalón.

  • Siéntete en confianza, ésta es tu casa, cuantas veces desees visitarme te recibo con mucho gusto.
  • Gracias Don Manuel, acepto su invitación, con el mismo gusto que me la ofrece.
  • Antes debo disculparme por lo grosero que fui aquella vez que te encontré con mi hijo. Fui demasiado bruto. Ustedes los jóvenes tienen sus deseos, y no debí comportarme como lo hice.
  • No hay problema, fuimos muy descuidados. Yo también lo siento mucho.

Ocupó un lugar junto a donde estaba sentado. Puso su mano sobre mi rodilla, me miró a los ojos y me dijo…

  • Me gustas, mucho Juanito, desde siempre, cuando te veía tirado sobre la alfombra al lado de Leonel con tus nalgas paradas.

Su mirada era de lujuria, sus manos acariciaban mis piernas, cerré mis ojos, sentía su caricia, poco a poco fue subiendo hasta posarse sobre mis genitales.

  • me gustas mucho, tú sabes, un hombre de mi edad no tiene mucha oportunidad de cumplir con sus necesidades sexuales, me es muy difícil sin mujer. Y bueno, mi comportamiento en aquella ocasión fue por celos.

Ahora estaba ahí, sentado a un lado de un hombre cercano a los cincuenta años, Don Manuel, de complexión grande, con unos brazos fuertes, muy cuidadoso de su persona, se había separado de su esposa algunos años.

  • ¡Estás hermoso Juanito¡¡qué bárbaro! Bendita juventud, que color de piel tan lindo tiene tu lindo cuerpo. Solo te pido me ayudes a liberar mis necesidades sexuales.

No contesté, me limité a acercarme a él, le ofrecí mi boca, Don Manuel la aceptó, su lengua penetró en ella, sus manos se posaron sobre mi cuello, fue un beso ardiente, muy largo. Un Beso que de verdad disfrutaba, viniendo de ese hombre tan varonil, tan seguro de si mismo.

  • ¡Oh Juanito, tanto tiempo pensando en ti! ¡Tanto tiempo deseando tenerte a mi lado, solo para mí!

  • ¿De verdad Don Manuel? ¿Me quiere solo para usted?

  • Claro tonto, desde que te veía tendido sobre la alfombra con tus nalgas paradas. Desde hace mucho tiempo. ¡Oh, un viejo como soy, deseando un lindo joven como lo eres tú!

Sus manos recorrieron mi cuerpo. De mi espalda, bajó a mis nalgas, jugó con ella sobre mi short escolar, alargue una de mis manos para posarla sobre su entrepierna. Su pene estaba erecto, firme, grande. Se encargó de quitarme mi short, aproveché para bajar el ziper de su pantalón, su pene apareció amenazante, hermoso. No esperé, me hinqué entre sus piernas, y terminé de despojarlo de su pantalón. Mi mano descubrió su prepucio, mi lengua jugó con él, finalmente abrí mi boca y recibí poco a poco su pene-

  • ¡Oh! ¡Si! Que sabroso Juanito, lo haces muy bien. Sigue. Sigue. ¿Te gusta?

  • Uju, uju -No podía contestar con la boca llena.

  • ¡Qué rico mamas Juanito!

Puso su mano sobre mi cabeza, obligándome a meterla más y más; sentí como se alojaba en mi garganta, me ahogaba, mis lagrimas brotaron y mojaron mis mejillas. Hasta que por fin me permitió respirar. Continue mamando, Yo de rodillas, él con sus piernas abiertas, con una tremenda erección, una y otra vez me la ponía en la garganta. Luego de un buen rato, me dijo.

  • En la cama estaremos más cómodos Juanito.

Asentí con mi cabeza y con un leve sí, que apenas salió de mi boca. Me tomó de la mano, me guio hasta su recamara, me senté al borde de la cama. Se agachó para ofrecerme su boca, abrí la mía, acepté su caricia, sus manos exploraban mi cuerpo. Ahora parado frente a mí, me ofreció su verga bien erecta, me la pasa en mi cara, en mis labios cerrados, repasé su glande con mi lengua, ahora me tiende sobre su cama, se acuesta mí lado, siento su cuerpo caliente, nos besamos, acaricia mis nalgas. Me lame mi pecho.

  • Me tienes bien caliente, estoy deseando poseerte Juanito.

  • Yo estoy igual Manuel. -Por primera vez le hablaba con confianza- Te la voy a mamar Manuel, quiero tenerla en mi boca.

Me puse entre sus piernas, hincado frente a él, tomé su verga con mi boca, y comencé a hacerle una felación, yo mismo me la metí hasta la garganta, estuve mamando, chupando, lamía sus testículos, lamía su entrepierna, y volvía a mamar, una y otra vez. Me puso en cuatro, él tras de mí, acomodó su miembro a la entrada de mi ano, y se metió dentro de mi cuerpo, dándome con mucha fuerza, sus manos se mantenían en mis caderas, entraba y salía con fuerza, me penetraba hasta el fondo, permanecía un momento y volvía a darme una y otra vez.

  • Sabía que te gusta la verga Juanito, lo sabía.

  • Si Manuel, me gusta mucho, te siento muy sabroso, eres todo un hombre Manuel. Hazme tuyo, cógeme, méteme la verga.

Yo estaba desatado, Su pene entraba y salía, dejaba a la entrada solo su glande, para volver a penetrarme hasta el fondo y volver a entrar y salir con mucha fuerza.

  • Ponte boca arriba Manuel, te voy a montar.

Así lo hizo, con su enorme pene, me puse a horcajadas, yo mismo me lo acomodé a la entrada, y comencé a dejarme caer, Manuel se afianzó de mis caderas y me jaló, para quedar completamente ensartado. Un momento permanecí así, para luego comenzar a moverme, arriba, abajo, una y otra vez.

  • Me voy a correr Juanito, voy a ponerte mi leche dentro de ti.
  • Venté, córrete, vente en mi Manuel.

Me tendió de lado, y continuó moviéndose, me penetró hasta el fondo, ahí se mantuvo por un momento, su pene palpitaba, vomitaba leche en lo más profundo de mi ser, me abrazó, besó mi cuello, continuó moviéndose lentamente hasta que su pene salió por sí solo, se tendió boca arriba me situé entre sus piernas y se la mamé lentamente dando mi más delicada felación. Nos quedamos tendidos, uno a lado del otro, Manuel estaba jadeando, yo estaba cansado. Permanecimos en silencio, sus manos no estaban tranquilas, me acariciaban. Volví mi vista directamente a su cara.

  • Deja reponerme, para cogerte otra vez Juanito.

  • No Manuel, ya me voy, para alcanzar el autobús.

  • Quédate a dormir conmigo, en casa no te esperan.

  • No Manuel, mi padre puede llegar, no quiero tener problemas con él.

Me levanté, me limpié, y comencé a vestirme, Manuel me abrazó, y me besó. Correspondí a su beso, y le dije.

  • Otro día nos vemos para ser felices los dos.

Me despidió en la puerta con un beso y me dirigí a la parada de mi autobús.

Cuando llegué a casa vi la camioneta de mi padre, esperaba lo peor.

  • Aquí me tienes como pendejo esperándote me dijo Gabriel (mi tío).
  • Oh, perdón Tío, me quedé en casa de un compañero haciendo un trabajo.
  • Qué casualidad. No me trago ese cuento. Y me dio dos, tres nalgadas.

Espero les haya agradado mi relato, cualquier opinión lo espero en mi correó lilianados@hotmail.com