Encuentro con admirador de Todo Relatos
Se concreta un viaje a la ciudad de un lector y damos rienda suelta a todo lo que quisimos hacer...hmmmm
A través de los relatos anteriores, pude contactar a Rayo Mc Stone que en realidad es la misma Erika Saraí de Laguna, radica en el norte de México. Tiene cuenta de Facebook del mismo nombre y un perfil en xvideos con fotos sensuales de su cuerpazo y videos de sus experiencias como travesti de closet ocasional pasivo.
Si le escribes te contesta y por que no, si se da la química quizás puedas ser tu el protagonista junto con ella de su siguiente aventura.
Ella viajo a la ciudad en donde radico en el centro del país por motivos laborales y aprovechamos la tarde que tenía libre. Regresaría por la noche a su ciudad.
Entro en la habitación del hotel, te veo sentada en la cama con la faldita a cuadros ligeramente por encima de tus rodillas, cruzas la pierna y puedo apreciar la redondez de tus muslos.
Eres Erika Saraí de Laguna, toda una milf imponente, alta con tus 1.76 pero que con tus coquetas zapatillas se van a 1.82. Las fotos que me habían deleitado en tu perfil de Facebook y de xvideos no hacen del todo honor a verte en vivo y a todo color frente a mí.
En tus ojos hay fuego de deseo, de lujuria, el ligero temblor de tus femeninas manitas que nerviosa mueves en tu acinturado talle revelan que estas ansiosa de recibir la cogidita de campeonato que te vas a llevar en unos instantes más.
Te pones de pie como si despertará una leona dormida, lento, sabiendo que te deseo, que te quiero hacer hembra mía por completo. La altura no hace más que embellecer tu escultural cuerpo de hembra arrecha, el perfil de tu trasero a tono con tu cinturita me enervan, me hierve la sangre y ya tengo una erección durísima, fuerte, lista para el empalamiento.
Me sonríes y te ayudo cuando ya levantada de la cama, te acercas a mí. Te digo que te ves divina así. No pierdo tiempo, y te tomo de la cintura, me paro detrás de ti luego te pido que te des una vuelta, me encanta tu conjunto, ahora te acaricio las nalgas por encima de la pequeña falda. Uffff…tienes unas nalgas bellas, blancas, de suave piel, firmes, que invitan al pecado continuo
Seguido de eso, me acerco hacia ti, te pregunto si confías en mí, me dices que sí con una vocecita llena de lujuria y ganas. Te bajo la tanga mientras tu acaricias mis genitales. Deslizo lentamente la tanga hasta los tobillos, para recrearme en tus largas piernotas de mujer, sacas tus piecitos de ella, y mientras que yo de pie frente a ti, huelo tu tanguita. Te levanto la falda por detrás y me solazo en contemplar tu maravilloso trasero, pleno, rotundo, anhelante, deseoso de mi verga, te planto una buena nalgada en cada cachete que suena en la habitación dejando las huellas en tus rosadas sentaderas. Me pongo detrás de ti, para ponerte mi fuerte y grande virilidad erecta, tu te arremolinas y gimes como putona, te fajo por detrás pasándote el garrote por toda la división de esas nalgas que siento encajadas en mis ingles, siento riquísimo, la suavidad y esas mullidas nalgotas de tu carne y el sentir hasta como palpita tu ojete hacen más firme mi dureza.
Después te giras y desabrochas coquetamente , con destreza mi cinturón para bajar pantalón y boxer para tomar mi pene, te arrodillas sumisa frente a mí, sabiendo lo que debes hacer como la zorra complaciente que eres y lo empiezas a chupar. Te encanta sentir mi vello facial contra tus labios pintados de rojo, labios de mujer, de hembra mamadora. Me lo mamas, mientras te vas inclinando en un ángulo tal para que yo mientras con mis manos te abro las nalgas y te acaricio el ano. Yo comienzo a gemir de placer, nunca había recibido un oral así, y menos de una chica como tú. Estamos un buen rato así, en donde varias veces te pones en cuclillas, otras te arrodillas, y otras más te pones en posición para que tu culo también reciba mis manoseos con mis manos. Soy un pulpo que abarca toda tu feminidad, también te pongo unas buenas zurras….ayyy papiiii gimes….papiiiii…chiquittoooo….papacittoooo susurras como si se te fuera la vida en ello.
-que rico gimes- me dices. -
Te pido que te sientes en la cama y me comienzo a desnudar.
—¿Tienes lubricante?.
Busque en tu cajón de noche, y sacas una botellita pequeña.
Yo estoy totalmente desnudo, me acerco a ti y te beso. Mientras te beso, me inclino hacia atrás hasta que quedamos recostados. Nos acomodamos bien en la cama, y nos besamos unos momentos. Tú me abrazas del cuello, y yo te acaricio las piernas, las nalgas, tus genitales chiquitos, todo. No pasa mucho tiempo antes de que te levantes, tomas un condón y me lo pones. Después tomo la botellita de lubricante, me pongo un poco en el pene, te levanto las piernas, y te unto en el ano, metiendo un poco mis dedos mientras lo hago.
La emoción corría dentro de ti, habías esperado ese momento tantos días, desde la primera vez que te escribí. Te tomo de los tobillos, pongo una almohada bajo tu cadera, y te empiezo a frotar el pene por el ano. No tardó mucho en penetrarte. Te lo meto casi todo de golpe, gritas ligeramente cuando sientes como te abro el culo en menos de un segundo, cuando sientes toda la extensión de mi verga dentro de tu culito. Dejo mi pene ahí, y solo te digo:
-tranquila mamita linda, aguántalo tantito y ahorita te va a gustar.
Tu sigues excitada, aunque te duele bastante por la primera embestida.
Con mis manos en tus tobillos, me ves en el espejo, te excita mucho ver la imagen, ver a un hombre maduro, con tus piernas en sus manos. Ver tus torneadas piernitas enfundadas en las medias, con taconcitos que te hacen lucir tan femenina. Te hago sentir mujer en ese momento. Pasa el dolor de la primer embestida, y empiezas a experimentar el enorme placer de que te hagan el amor.
Me muevo rápidamente, choco contra tus nalgas en cada metida, incluso sientes el aire en tu ano cuando lo saco totalmente solo para volver a meterlo todo, sin contemplaciones, perforando tus nalgas.
Empiezo a sudar y a gemir, o mejor dicho a gruñir, como macho en celo, y te doy caña cada vez más rápido. Tu mueves el culo hacia mí cada que vez me acerco para encajarte mi verga por completo. De pronto te la saco y te pongo sentadita en la cama. Te sientas en la orilla y comienzo a masturbarme frente a ti. Tu te acercas a mis huevos y me los empiezas a besar y a lamer mientras me la jalo con fuerza. Hueles el sudor a hombre y eso te hace entrar en un delirio que nunca habías experimentado, un frenesí de lujuria desbordada. Pongo mi mano sobre tu cabeza y apunto el ojo de mi verga hacia tu cara. Abres la boca y un trallazo de leche empieza a inundarte la boca y luego a resbalar por tu garganta. La sientes calientita, deliciosa, la paladeas. Algunos chorros caen en tus mejillas y te las relames como buena perrita que eres.
Después de la venida, me paro al baño. Tú te quedas solita, y te entretienes sorbiendo todas las gotas de semen que aun te quedan en la cara y en el pecho. Mientras saboreas mi leche sientes como te palpita el ano, está húmedo y todavía bien abierto, como deseando más ración de verga.
—¡Ay! ¡Ojalá me vuelva a coger! ¡Quiero más verga!, dices en voz baja, como gimiendo.
Yo alcanzo a escucharte, salgo del baño y te ordenó que te pongas de pie y te mires en un gran espejo que está en la pared. Tu obedeces y te acercas a ver como luce tu maquillaje y te acomodas el pelo.
—Así no tontita, mírate las nalgas.
—¿Así papi?, dices mientras paras las pompitas frente al espejo.
—Ábrete los cachetes de las nalgas, te digo dominante. —Mírate el culo, ¿lo ves? Está pidiendo verga a gritos.
¡Estás bien rica mamacita! Que ganas de tenerte bien ensartada con el culo bien levantadito.
Te voy a culear de pie por atrás frente al espejo, casi te grito…tu obediente te preparas jalando una silla para que te apoyes con tus manos y te pongas en una pose donde paras tu nalgatorio lo más que puedes.
Te llego por atrás, ya estoy encuerado del todo, bajo mis manos por tus piernas, y llegando a tus muslos, los separado y empujo hacia ti. Hasta que queda tu hoyito negro casi a la altura de mi pene. Tu culito se levanta en ese momento, y sin más te la dejo ir de un empellón para empezar a cogerte así. Empiezas a sentir que te entra más, es delicioso. Ya sientes calientito mi miembro dentro de ti, y casi no me separo de tu cuerpo al cogerte. Te lo dejo casi todo adentro. Te empiezo a serruchar, que hasta te levanto de la fuerza que imprimo, tu extasiada gimes y con tu cadera sigues manteniendo mi empuje demostrando que sabes coger muy bien.
—Estas más rica de lo que imagine corazón,- te digo entre gemidos.
Tu solo gimes más fuerte, con tus manos tratas de tomar mi cadera para jalarla hacia ti. En la posición en la que estas, comienzas a sentir que estimulo tu punto “g” (próstata) con mi pene. Piensas que te vas a venir así pero te lo saco de pronto. Te veo el culo, está muy dilatado tomo el celular, y te meto el pene en esa posición, lo saco y te tomo una foto del ano. Te enseño la foto, y ves tu ano rojo de la cogida, y bastante abierto. Nunca habías visto tu propio ano después de ser penetrado, te excita verlo tan dilatado y que soy yo el que te lo ha abierto de esa manera.
—Gracias papi, me dices, dame más amor, soy tuya.
Después de la foto, y para no perder ritmo, te pongo en cuatro, ahí en el suelo, en la alfombra, ya que el espejo abarca desde abajo hasta muy arriba, así te sigues viendo en él y veo como volteas a ver como en cuatro, como una perra, tu misma sigues mi ritmo. Te penetro y te cojo más fuerte aún. Ya es un buen de tiempo que te tengo haciéndote mi hembra. Me pides, me imploras cambiar de pose, ya que tus rodillas empiezan a resentir el estar en el suelo, aunque sea una alfombra.
Me jalas de la verga y nos vamos para la cama, ahí te pones en cuatro en la orilla para con sabiduría de puta experta ponerte a la altura exacta para que te dé desde atrás, estando de pie. No pierdo el tiempo y te la vuelvo a dejar ir.
Estoy de pie a la orilla de la cama y tu empinadita dándome tus ricas nalgas, moviéndote hacia atrás como buscando más y más verga. Mientras te cojo te doy nalgadas bien fuertes, y te aprieto con ambas manos esos cachetes plenos de lujuria. Volteas hacia el espejo de la habitación, y te ves en cuatro siendo cogida. Te excita demasiado, te sientes como actriz porno. Ves como tus nalguitas brincan cada que choco contra ti, contra tu culito bien empinadito. Esto apenas empieza, te digo que todavía tengo parque, al ser el segundo palo que te estoy poniendo después de mi anterior venida….tu extasiada….musitas….graciaaassss te las dareeee cada que quierasss mi reyyyy…hummmm…papiiiiiii
—¡Sí papi! por favor, dame más pito. Estoy muy caliente todavía.
—Súbete a la cama y ponte en cuatro putita, te voy a dar verga como nunca te han dado.
Así lo haces, yo me acomodo entre tus piernas y te pido que te separes las nalgas con ambas manos. De esta manera tu cabeza descansa sobre la cama y la posición te obliga a empinarte más. La sensación de entrega es muy fuerte, casi ondeas la cola moviéndola de un lado a otro buscando el ariete que va a penetrarte, invitándolo a embestirte con fuerza.
Pongo la punta de mi verga en la entrada de tu caliente hoyito.
—Métela papá, suplicas.
—Tranquila, te contesto, —vas a gozar como nunca.
Ahora te pido que cierres y abras tu anillo con la punta de mi pito empujando un poco.
—¡Ay papito, que rico, yo solita me lo estoy comiendo!
La verga poco a poco va entrando. Tu sientes como cada vez que abres avanza un poco. La sientes deslizarse en las paredes de tu recto colmándote de placer a cada tramo que avanza. Ya no quieres ir de prisa. Has entendido el juego. Se trata de saborear cada milímetro de penetración. Te vas empinando cada vez más como si fuera la boca de un pozo en el que me voy hundiendo con infinito y dilatado placer.
—¡Amor!, me dices. ¡Que rico coges papacito!
En efecto, estamos cogiendo pero también haciendo el amor. El acople es prefecto cuando por fin te meto toda la verga. Mis pelvis topa con tus hermosas nalgas me recuesto sobre tu espalda, te pido que mojes de saliva mis dedos y comienzo a acariciar tus pequeños pezones, dándoles pequeños pellizcos. Después bajo la mano y tomo tu clí, le acaricio la cabecita, le doy vueltas con el pulgar y el índice, después lo cojo con más firmeza y subo y bajo el pellejo.
—¡Ay! exclamas, o más bien gritas.
Volteas la cabeza y tus labios se prenden de los míos. Y de esa manera prendidos los dos uno del otro bebemos nuestra lujuria. Es entonces que me empiezo a mover, primero despacio, haciéndote sentir cada milímetro de mi miembro. El roce te enloquece y comienzas a mover tu nalgatorio en círculos. La punta de mi pene a punto de salirse toca la entrada de tu recto empujando hacia abajo, hacia el frente de tu pelvis, la zona es demasiado sensible y las oleadas del orgasmo comienzan a invadirte.
Estallamos los dos en un formidable orgasmo. Me miras con ternura y agradecimiento. Al poco rato te quedas dormida recostada tu cabeza sobre mi pecho, el pecho de tu macho. Yo también me quedo dormido. Un par de horas más tarde me despierto sintiendo tus nalgas encajadas en la punta de mi pito. Estamos en la posición de cucharita, mis manos buscan tus pezones y comienzo a pellizcarlos haciendo girar mis dedos sobre la puntita de cada pezón hasta excitarlos totalmente cuando los sientes ya bien duros un hondo gemido se escapa de tu garganta. Siento entonces que tus nalgas se encajan aún más en mi verga, con tus manos vas separando los cachetes de tus nalgas. Acomodo la punta en la entrada de tu culo y voy poco a poco penetrando tu colita. Esta vez el acto amoroso transcurre en un tiempo lento, mórbido. De pronto me quedo quieto y eres la que lleva el vaivén del coito.
En un momento dado llevas tu manita a mi trasero y picoteas un poco mi agujerito. Eso me excita enormemente y comienzo a moverme también. El acople es total, nos movemos juntos llevando un ritmo que poco a poco se va volviendo frenético. Esta vez el orgasmo dura una eternidad.
Ya no cambiamos de posición, siento tus redondeces al máximo, el acople es enorme, el sonido de empalme a tus nalgotas hace un delicioso plap, plap, plap, plap….gimes como perra, musitas quedito…pappiiii, papiitoooo, ricooo, yo gruño como animal en celo. Estallo dentro de ti…tu te arremolinas aún más sobre mi daga.
Cuando acabamos nos vamos a la regadera y nos enjabonamos uno al otro repasando todos los rincones de nuestros cuerpos. Entonces pasa algo sorpresivo. Tu pequeño clítoris se va elevando como buscando pelea, me lo pones entre mis nalgas y sin preguntar me lo clavas en la cola. ¡Ay mamita! Mi mente se queda en blanco y solo me queda entregarme totalmente a esta nueva y apasionante experiencia. Te mueves deliciosamente en círculos y en cierto momento tocas mi próstata, no puedo aguantar y eyaculo soltando un gran chorro de leche, tú te vienes en mi culo clavando tu clí con fuerza en mi cola, demostrando que eres sabio para encular también.
Ufff que gran encuentro, quedamos de repetir en cuanto se pueda, lastima vivir en ciudades diferentes. Tal vez la próxima, sea en la ciudad de Rayo Mc Stone o Erika Sarai…según le quieras decir, se adapta a ambos nombres.