Encuentro Accidental 9
...¿quién no es feliz con tanto dinero?...yo sí tengo razón de sentirme sola, ella no, tiene todo lo que quiere...
Capítulo 9 – Aceptación
Era una muchacha de cabello castaño, ojos verdes, piel rosada clara y altura mediana, no era muy alta; más bien era pequeña para su edad. Claire Diane Hunt vivía en Alemania y era una chica no del todo normal, con la mente siempre perdida en pensamientos confusos, en recuerdos y tristezas verdaderas y presentes en su forma de vivir. En su clase, siempre calificada como la más linda de todas las chicas, pero no la más dulce y menos buena persona.
Tenía una especie de fama mortal entre los chicos, era como “el ritual de iniciación” es decir, era la primera novia de cada chico de la escuela; pero sin llegar a mayores. Aun así, se metía en muchos problemas fuera de lo académico y en muchos dentro de este aspecto.
No era que se diga, una alumna estrella, era más bien todo lo contrario, no le gustaba estudiar ni hacer los trabajos y tareas asignadas. Se la pasaba de vaga en su casa, siempre preocupada por su fama social, siempre preocupada por el novio que había conseguido ese día y con el siguiente con el que estaría al próximo día. Diferente novio todos los días, regalos de estos todos los días, golosinas y chocolates; era todo lo que habían conseguido sus ojos verdes.
Incluso, gracias a ellos, convenció a su pervertido profesor de matemáticas el regalarle nota para poder pasar de año en octavo de primaria. Sí, a los trece años, había aprendido muchas cosas, más que todo bajo la influencia de sus adelantadas amigas de cursos mayores que incluso ya pensaban en ir a discotecas, fumar y tomar alcohol a los once años, ella había acabado mucho más adelantada y experimentada que cualquiera de ellas. A esa edad, ya había probado la marihuana, tomaba vodka puro sin sentir la quemazón habitual en la garganta y había logrado infiltrarse a unas dos o tres discotecas gracias a su baja estatura. Ahí había conocido a quienes le hicieron probar las drogas por primera vez, un grupo de chicos y chicas mayores, de al menos 19 años; que luego la llevaban en las noches a que les acompañase a dibujar graffitis en las paredes de las casas y robar algunos supermercados.
Era casi un caso perdido, no le importaba para nada el hacer todas esas cosas con sus amigotes seis años mayores que ella. Sólo por suerte no eran de esos enfermos mentales que veían pornografía o algo así, eran “sólo” drogadictos y alcohólicos, que poco a poco la arrastraban a ella también. Pero sinceramente, Claire prefería dedicarse a eso y escapar de la realidad, pues cuando llegaba a su casa debía enfrentar al monstruo de su padre.
Su madre era de uno de aquellos países de América y su padre era alemán, de esos que te hacen recordar a Hittler por la mirada dura y deseos de controlar cualquier cosa viviente y que se mueva y de quien había heredado el color de ojos.
Hasta los nueve años, había vivido en el país natal de su madre; sin embargo, en toda esa época, su padre le enseñó a hablar alemán a fuerza de golpes e insultos que poco a poco se convertían en una costumbre, no pasaba una semana sin recibir una horrible paliza por motivos insignificantes: no ordenó su cuarto, no puede pronunciar “ich” de manera correcta, no entiende ejercicios de matemáticas, olvidó lavar su ropa, etc.
A pesar de ser europeo, su padre no disponía de mucho dinero y menos su madre. Su familia era de clase media baja, de esas que apenas pueden durar con el dinero hasta fin de mes y eso que sólo eran tres. Desde que se mudaron a Alemania, la vida se les hizo mucho más complicada: su madre debía trabajar doble turno y aún así no le alcanzaba para darle todo lo necesario a su hija para que estudiase. Su padre empezó a ganar un buen sueldo, del que casi el noventa por ciento se iba en cerveza y fiestas con sus amigotes.
Desde pequeña, había vivido en ese incómodo ambiente. Todos los días, discusiones de sus padres, golpes de él a su madre. Todas las semanas, por lo menos una vez, las palizas de él por estupideces. Finalmente, a los once años, cuando tuvieron que cambiarle de escuela por motivos económicos, conoció a unas cuantas amigas que le influenciaron para hacer cosas ilegales y antisociales. Al principio se negó; pero al recibir una paliza que nunca olvidaría por derramar agua en la mesa, decidió que le daría a su padre verdaderos motivos por los que golpearla como lo hacía. Sus notas cayeron en picada y comenzó a recibir todo lo que todos le ofrecían.
Lo único que lamentó por un tiempo era el hecho de que no correspondía al esfuerzo que hacía su mamá por ella. Un día, a los doce años en séptimo de primaria, había llegado a su casa del colegio y se encontró a su mamá radiante de felicidad por primera vez.
-Hijita – le dijo en castellano, pues cuando estaba a solas con ella, le hablaba en su idioma natal – mira – sacó de su cartera una cantidad de dinero – ahorré dinero para que asistas a clases de artes marciales, para que nadie más te haga daño…
Entonces decidió internamente que en eso sí sería la mejor, sólo por su madre. Decidió entrenar aikido, pues la descripción ponía “arte de la paz y la no violencia”. Hasta los trece años, utilizaba todo lo que había aprendido en esos entrenamientos para buscar más y más peleas en la escuela. A pesar de tener a su madre con ella y DE su lado, se sentía sola y desolada, la cantidad de novios que tenía, la cantidad de gente que era su amiga para drogarla no era suficiente y poco a poco sentía que el crack que fumaba ya no le satisfacía.
Entonces comenzó a participar de peleas callejeras de la pandilla de 10 tipos y tipas a la que pertenecía, por allí por los barrios bajos. Y fue uno de esos días, el día que cambió su vida.
-¡Vengan! ¡Ahora mismo! ¿O es que tienen miedo? – gritaba la muchacha sosteniendo una pistola en la mano, firmemente.
-Claro, con un arma te crees la reina del mundo ¿verdad? – Le respondió uno de los pandilleros del otro bando, tenía una cicatriz en la mejilla – no creas que una chiquilla me va a intimidar.
-Chiquilla no, ¿eh? – Hablaba la chica en plena etapa de pubertad – ten más respeto, zoquete.
Estaban en una zona muy oscura de la ciudad, era de noche y las dos pandillas enemigas iban a enfrentarse, traían navajas, palos y llaves de tuercas; pero nadie había considerado que aquella “chiquilla” había conseguido robarle su arma al guardia de seguridad de su zona.
-Ahora, ¿qué harán? – Decía el líder de la pandilla de Claire, llevaba una llave de tuercas muy grande y peligrosa – nuestra “chiquilla” tiene una pistola y puede matar a cualquiera de ustedes.
-Jaja – se burló el de la cicatriz en la mejilla – ni siquiera sabe utilizarla.
-¿Ah no? – se enojó la muchacha, alzó la pistola y disparó al cielo.
Se oyó el terrible sonido de la pólvora de la bala ahora perdida, todos, hasta la chica, se agacharon; asustados por el fuerte sonido del arma al disparar.
-¿Y bien? – dijo arrogante.
-Eres una…
De repente, se oyó la sirena del auto de algún policía que se aproximaba seguramente por el sonido del disparo. “Maldición”, se oyó de varios de los pandilleros, “vámonos de aquí”. “¡Esto no se va a quedar así! ¡Está pendiente!”, gritaba el líder de la segunda pandilla de ocho integrantes; un chico de dieciséis años que tenía trapos negros en vez de ropa, cicatrices en el cuello y en los brazos. Tenía el pelo rasurado, ojos marrones y piel trigueña.
Todos corrieron por todas partes, dividiéndose en pequeños grupos, hasta quedar uno a uno, huyendo de la patrulla que venía por ellos. La chica guardó la pistola en la bolsa de la escuela y continuó con su huída. Llegó a su casa y abrió la puerta, entró como bólido mientras echaba un portazo y corría a su habitación a botar la mochila donde estaba el arma.
-¿Hija? – escuchó la voz de su madre, se le heló el alma y volteó lentamente, viendo a su madre entrar por la puerta de su cuarto.
-Hola mamá – saludó lo más normalmente posible.
-¿Dónde fuiste esta vez? – preguntó preocupada la madre – ya te dije que es muy peligroso que andes por ahí sola a estas horas.
-No estaba sola, “El Hierro” me cuidaba – explicó la muchacha.
-¿”El Hierro”? – preguntaba la señora, indignada – Hija no me digas que estás andando con esa pandilla otra vez, eres muy chica aún.
-No, ya tengo trece años – replicó su hija con el ceño fruncido.
Aquella noche, su mamá no tuvo más opción que ya no decirle absolutamente nada, pues era inútil. Al día siguiente, luego de que Claire volviera de la escuela, le sirvió el almuerzo a su y se sentó a su lado a observarle. La chica estaba con la chompa verde y el guardapolvo de la escuela, muy sucios. Vio una extraña coloración rojiza en sus ojos.
-Hija – le dijo, intentando mantener la calma - ¿Qué has estado haciendo?
-¿Eh? – volteó y le miró neutral – nada, con mis amigos.
-Mira, no sé por qué caminos estás yendo – comenzó amenazante la mujer, decidiéndose de una vez ponerle orden a la casa y ponerle un alto al comportamiento de su hija.
-Ay mamá – resopló Claire dejando la comida a un lado – si mis ojos están colorados es porque lloré mucho el día de hoy – mintió.
-Nunca supiste mentir…
Pero la conversación fue interrumpida, pues de repente la puerta se abrió de un tirón, dando lugar a su padre, que entraba muy enojado. No saludó y se arrojó en una de las sillas de la mesa del comedor: “Sírveme la comida”, le ordenó toscamente a su esposa. Miró a Claire, quien ya le miraba, “¿Y tú qué me miras?”, le espetó enojado. La muchacha se encogió de hombros y continuó con su comida. Volvió la madre con el plato de comida y le sirvió al hombre, quien recibió enojado y miró el plato con molestia, otra vez, la misma comida del día anterior. Se levantó enojado y una vez más caminó a zancadas hacia la cocina para sujetar de los cabellos a su esposa, mientras comenzaba a gritarle.
-¡¿Qué no sabes hacer nada más, idiota?! – le gritó.
-Lo lamento, lo lamento – rogaba la mujer.
Comenzaron a escucharse horribles ruidos fuertes de golpes, además de terribles gritos desesperados. Claire miró hacia la cocina y aún oía cómo ese sujeto que decía ser su padre, golpeaba a su madre. Frunció el ceño mientras se llenaba de ira, pues con todo ese ambiente, se había visto obligada a “crecer” mentalmente mucho más rápido que otras chicas de su edad.
Se levantó de la mesa y corrió hacia la bolsa de la escuela que estaba en su habitación, la abrió y encontró la pistola que le había robado al guardia de seguridad de la zona, una noche, mientras éste dormía. Salió como bólido y se paró en la puerta de la cocina donde el tipo le daba una horrible pateadura a su madre. Levantó el arma y le apuntó al agresor, directamente a la cabeza.
-¡¡DÉJALA!! – gritó, su mano temblaba y el hombre levantó la vista hacia ella, riendo; pero la risa se esfumó cuando vio el arma, dejó de patear a la mujer – Deja a mi madre, o sino te mato.
La señora levantó la vista y miró a su hija con susto, intentando murmurar un “Hija, ¿qué haces? ¿De dónde sacaste eso? Baja esa pistola hija…”; pero nada salía de sus labios y sólo podía quedarse ahí, impotente ante el terrible acto que la muchacha estaba a punto de cometer.
-No voy a permitir que nos sigas lastimando – dijo, el hombre levantó la mano, ya con algo de miedo, pues su hija podría disparar en cualquier momento - ¡No te muevas! – le gritó.
-Escucha, esto podemos arreglarlo… - comenzó el tipo – baja esa arma, hijita…
-¡¡CÁLLATE!!
Con ese último “hijita…” hipócrita que soltó ese sujeto que decía ser su padre, no aguantó más y con una expresión llena de rabia, de odio, de desprecio y todo, apretó el gatillo, habiendo decidido de una vez, aunque sea ir a la correccional; pero ya no recibir ni ver nunca más todo el dolor que ese hombre le causaba a ella y a su madre… pero nada pasó. Volvió a apretar el gatillo y varias veces más, mientras comenzaba a desesperarse: la bala no salía, al parecer la última munición la había gastado demostrándole a aquella pandilla que sabía utilizar la condenada pistola, ahora inútil.
El tipo comenzó a reír y Claire solamente le vio venir, quitarle la pistola con fuerza y darle un culatazo en la cabeza. Cayó al suelo y ya no sintió el resto, pues la vista se le nubló y ya no recordó qué pasó después.
Despertó en el hospital, con el cuerpo todo adolorido y lleno de vendas. Tenía una venda cubriendo las puntadas que le habían hecho a la herida resultado del culatazo de la pistola. Miró a su alrededor, era el clásico cuarto de paredes blancas de hospital; al fondo había un televisor y a su lado estaban otras dos camas ocupadas por unos niños que ahora dormían.
Entró el médico, la enfermera y su madre tras de él.
-¿Cómo le pasó todo esto? – preguntaba – Mire, tenía indicios de haber consumido drogas por vía nasal horas antes del incidente – decía, preocupado.
-Ella… - su madre se tapó la boca, angustiada – fue a pelearse con una pandilla.
-¿Habla en serio señora? – preguntó dubitativo el médico, sin creerse la mentira por completo – ¿Y qué le pasó a usted?
“¿Por qué defiende a ese hombre?”, se preguntaba Claire sin mover un dedo y sintiendo una horrible decepción al oír cómo su madre mentía para proteger al sujeto. “Sufrí un accidente”, decía la mujer, sabiendo que estas razones no convencían al profesional.
-Dime Claire – habló el médico con la muchacha cuando su madre y la enfermera ya hubieron salido - ¿Tú te drogas?
-A veces – asintió ella con normalidad.
-¿Por qué te peleaste con esa pandilla? – preguntó pacientemente.
-Al final no peleamos – explicó la chica – apareció la policía, cuando llegué a mi casa, llegó mi padre y él nos hizo esto a mi y a mi mamá.
El doctor se quedó perturbado y desconcertado. No dijo absolutamente nada, al salir dijo un callado “hablaré con tu madre” y no volvió hasta la noche.
Era junio 2005, pasó una semana más en el hospital, mientras para pasar el tiempo iba al pequeño café internet de éste. Veía noticias, videos y más videos sobre técnicas de aikido. En uno de esos videos encontró un comentario “yo entreno aikido desde los 10 años y ese movimiento sí que es complicado”, “¿desde los 10 años?”, se preguntó a sí misma, sorprendida, entonces copió la dirección del correo de aquella persona, con quien habló recién al día siguiente.
Provenía de la ciudad natal de su madre. Era una chica que acababa de cumplir 14 años, muy amigable y parecía vivir una vida muy diferente a ella, pues según lo que le contaba; vivía en una mansión grandísima, sus padres tenían muchísimo dinero, se la pasaban viajando y trabajando, ella era la mejor alumna de su curso, ni si quiera pensaba en tener novios, ni siquiera sabía lo que era crack, incluso podía jurar que no sabía lo que era “alcohol” y eso que era mayor que ella, aunque sea por pocos meses.
Claire soñaba con la vida que tendría esa amiga y no podía entender por qué se sentía triste teniendo tanto dinero. Según lo que ella le decía, era porque parecía que sus papás ni siquiera sabían que existía o que también respiraba el mismo aire que ellos.
¿Cómo puede estar triste por eso?, pensaba Claire, yo viviría feliz si mi papá pensase que no existo, sería mejor a aguantar sus gritos y golpes, esa chica sí que está loca… ¿quién no es feliz con tanto dinero? Mira si hasta parece que tiene su propia computadora, yo tengo que estar yendo de aquí para allá buscando el cyber que cobre más barato la hora… y yo sí tengo razón de sentirme sola, ella no, tiene todo lo que quiere…
A pesar de que pensaba de esa manera, continuaba hablando con esa chica aún después de haber sido dada de alta del hospital, pues era muy amable y sencilla. A veces demasiado inocente para su gusto; pero entendía rápido y se quedaba como a “escuchar” todo lo que tenía que contarle. Al principio, era sólo una persona más de la lista de conocidos que poseía, nada importante y mientras, volvió a hacer todo lo que siempre había hecho: fumar, embriagarse, drogarse y pintarrajear paredes con sus amigos mucho mayores que ella. Sin embargo, poco a poco, las horas de navegación en internet fueron aumentando y el poco dinero que tenía a la semana comenzaba a esfumarse en eso, mientras que ya no le alcanzaba lo suficiente para su alcohol y etc.
Su colegio terminaba a la una de la tarde, sus clases de aikido comenzaban a las dos y terminaban a las tres y media. A partir de ahí, se perdía todo el día hasta las ocho de la noche en los cyber a los que iba. Esto ocurrió más o menos a mediados del mes de agosto de ese año. Ya no se concentraba en nada, en lo único en que pensaba era en hablar con esa amiga que tenía, pues se divertía bastante y sentía que era la única que alguna vez entendió su forma de ser y no la juzgaba por haber hecho las cosas que HACÍA; pues desde que la conoció, comenzó a cambiar.
Esta persona le decía muchas veces cosas como “no deberías hacer todas esas cosas, te haces daño”, y ella respondía “¿y qué? ¿Dejar que me golpeen las pandillas de delincuentes en el colegio?”. Aunque Claire tenía la cabeza dura, terminaba siguiendo los consejos de esa amiga. Y sin darse cuenta, por el simple hecho de enorgullecer a esa amiga, dejó de fumar y tomar por completo, ya no se drogaba y hasta recibía felicitaciones de sus profesores por haber mejorado con su rendimiento académico.
Comenzaba septiembre, época en la que era una chiquilla completamente cambiada y algo así como “rehabilitada”. Recibió una carta de aquella amiga, venía con una foto incluida; le dio un extraño retorcijón en el estómago al ver lo linda que era: ojos grises, cabello negro, un suave contorno del rostro bien definido y delicado, nariz respingada, boca ilógicamente perfecta para ella. Nunca había visto a nadie tan linda como ella…
Tenía una forma de mirar y sonreír tan inocente que le hacía sentir como si ella fuera un ogro malvado que cometía actos vandálicos.
Recordó que, luego de ver la foto, decidió ahorrar dinero para sacarse una foto en un estudio fotográfico y poder enviarla a ese país.
Recibió la peor paliza de su vida, justo ese día, en que volvía feliz de la vida al tener la foto lista para poder enviar al día siguiente por la oficina de correos. Su mamá no estaba, pues se había ido a trabajar. Sacó uno de sus cuadernos del colegio y comenzó a escribir una carta en una de las hojas. Como no tenía tanto dinero, debía ahorrar en papel para luego poder comprar un sobre.
Estaba en su pequeña habitación, sentada en su cama, escribiendo la carta con la letra más linda que podía, fue difícil pues su caligrafía no era nada legible. Escuchó que su padre llegaba a la casa todo borracho hablando groserías en alemán que para su mala suerte Claire entendía, pues era así cómo la insultaba cuando aún no podía aprender este idioma que al final le resultó odioso. El hombre entró al cuarto tambaleándose y miró a su hija sentada en la cama.
-¿Qué haces? – con un tono autoritario y gruñón (se lo preguntó en alemán).
- Escribo unos párrafos… - respondió la de ojos verdes, concentrada en lo que estaba escribiendo.
- Sírveme comida – ordenó el hombre elevando la voz de manera innecesaria.
- Un momento papá… quiero acabar con esto… - respondió su hija, notando que pronto se avecinaba algo malo.
- ¡¿Acaso no oíste?! – rugió,
-¡¡Espera!!
- ¡¡¿Cuántas veces debo repetirte que en esta casa no se habla español?!! – las cosas a las que los borrachos le dan importancia…
El tipo se acercó y la jaló de los cabellos, luego la lanzó contra la pared, se le rompió una ceja en el impacto y por poco se desmayaba, mientras sentía los cinturonazos en el cuerpo y lágrimas independientes saliendo por sus ojos, además de sangre mezclada con sudor frío. No recordaba más de esa noche, lo único que sabía era que despertó en su propia cama con el cuerpo todo amoratado y casi sin poder moverse, su madre ya no le había llevado al hospital pues el doctor sabría lo que había ocurrido esta vez también.
Al final no envió la carta; pero días después, su amiga le respondió agradeciendo por la foto y las palabras que le había dirigido, qué extraño, tal vez su madre le había hecho el favor de enviar la foto y aquella carta incompleta y a medio pensar; pero era demasiado raro…
Aquel incidente, lo comentó con su amiga, quien se indignaba de una manera muy graciosa, tanto que le hacía reír. Gracias a ella no se sentía sola, se sentía protegida a pesar de todo y podía decir que por lo menos una persona en el mundo le entendía. Pero no se daba cuenta que observaba su foto todas las noches antes de dormir, sin falta. No se le pasaba por la cabeza la idea de que esas cosquillas en el estómago no eran hambre.
Un día, luego de hablar con ella, llegó a su casa y sonreía como atontada cuando la pensaba; era cierto, hace casi un mes que no había aceptado la declaración de ningún chico de su escuela, ya no sentía la misma “emoción” cuando alguno se le declaraba, le daba totalmente igual y hasta le parecía tedioso. Sus pensamientos siempre se concentraban en “la chica de la foto”, no vivía sin imaginarse lo que le diría en diferentes situaciones. Les había tomado muy poco tiempo el llevarse perfectamente bien.
Poco a poco entraban a octubre y Claire sentía cada vez más necesidad de hablar con ella; pero no tanto como una necesidad, el lío era que se sentía demasiado feliz cuando le hablaba, era un sentimiento que no podía explicar. Así se pasó el mes, en eso, en intentar averiguar qué era lo que le ocurría porque no lo entendía, era tan nuevo. Era una experta conocedora de todos los vicios; pero se había olvidado del más importante.
Fue en noviembre cuando una de sus amigas finalmente le abrió los ojos. Claire se hizo la loca al preguntar.
-Hey, tengo una duda.
-¿Sí?
-Digamos que conozco a una persona… - comenzó – y me llevo bien con esa persona y todo, en menos de dos o tres meses. Siento que es la única persona que me entiende en esta vida y que me hace sentir felicidad y que no estoy sola. Siento que no puedo dejar de pensar en esa persona, siento como cosquillas en el estómago y me manda su foto y no puedo dormir sin antes mirarla… Su sólo recuerdo me hace sonreír… ¿qué es? Porque yo no lo entiendo… es una necesidad increíble el hablar con esa persona, siempre me imagino que está a mi lado…
-Un momento – interrumpió su amiga - ¿Por quién sientes eso?
-Pues, es para una amiga… ya sabes… - la otra rió sin creerse la excusa pero luego dijo.
- Entonces dile a “tu amiga”, que está enamorada hasta donde no hay…
- E-e—Enamorada???? Naaaa eso no puede ser – murmuró Claire mientras sentía un vértigo de…
“Ya me arruiné”
Fin del capítulo :3
Ese fue el capítulo, ya aquí explico todo desde el punto de vista de Claire más que todo para que se sepa que rayitos pasaba por su historia O.O...
Respondo a sus comentarios ^^
macarena20 (jajaja creeme que yo tambien me habria tirado a un pozo de lo utilizada que andaba Leila, espero este capítulo ye haya agradado), gigita (si, les hicieron la jugada a las pobres chicas que ves que siempre se quisieron ;) deben estar juntas O.O), lokii (eeee sin cartas documento... asi podre seguir publicando de manera segura O.O... cuidado con las convulsiones eh... O.O), Nahomy (si, ya va siendo hora que Claire y Leila las dos dejen su orgullo), blue (bueno, creo que eso es lo malo de tener demasiado dinero, todo el mundo te busca solo por eso x.x jaja), Condesa de Rostau (espero este capitulo haya sido de tu agrado, luego de terminar con esta parte, continuare con la historia presente ^^), Hombre FX (gracias! se sigue mejorando para ustedes!), Shantyy (pues esperemos que todo eso le de resultado a nuestra protagonista jaja ^^ luego ya veremos en los sigtes capitulos ;) ), absa (gracias por tu comentario! pronto dejare el siguiente capítulo), angeles2875 (gracias ^^! ahora tengo la intencion de mostrar el nudo anterior pero mucho mas pequeño ^^), alanna (si, Vanessa es de lo p... con esa intencion la hice asi,,, que la odien O.O.. jaja... gracias!!), inspiradah (gracias por comentarme, aqui ando trabajando en los detalles para que la historia sea más interesante), yulizaaa (gracias por tu comentario, me animan a seguir escribiendo ^^), karina (gracias por comentar karina, no te preocupes, espero que ya ande bien la luz por alla ^^ espero te haya gustado este capítulo), lulu (jajaja si, hasta a mi, que yo lo cree al tipo, hasta a mi me cae gordo Mauricio, lo quemaremos en uno de los capitulos jaja)
Muchas gracias a todos los lectores, pronto dejare el siguiente capitulo y espero les guste esta parte de la historia que considero si es importante. Ahi anda la realidad de Claire... gracias por leerme! ATTE: Wind