Encuentro Accidental 7

...Mira ese cabello rizado y rubio… ¿por qué no podía ser liso y castaño? Mira esos ojos marrones… ¿por qué no podían ser verdes? ¿Por qué Vanessa no puede ser Claire?...

Capítulo 7 – Demasiado amor

-Mejor vete, no quiero verte, ¿crees que siento algo por ti? Estás equivocado, porque a diferencia de ti, yo sí sé olvidar.

Leila frunció el ceño, se dio media vuelta y salió del departamento, botando la puerta con toda la fuerza que pudo, haciendo que ésta rebotara en el marco; pues cuando la volteó, había destruido el cerrojo. Fue hacia el ascensor y bajó los siete pisos que había subido en vano. Cuando salió, llevaba una expresión terrible; cosa que Mark notó y ya ni siquiera preguntó pues no le daba ganas de recibir toda la descarga de furia.

Así, fueron pasando los días, fueron pasando las semanas. La relación con Claire en la universidad empeoró demasiado, cuando les tocaba hacer trabajos en el mismo grupo, se la pasaban peleando al no opinar lo mismo. Por un tiempo, fue Claire la que provocaba a Leila; hasta que ésta llegó a enojarse y comenzó a ser ella la que provocaba a la castaña, pues comenzó a sentir repulsión hacia ella, a pesar de que en su interior moría de ganas por decirle lo que había recordado.

Por otro lado, Vanessa se mudó al departamento de la chica de ojos grises, quien tuvo que comprar otra cama para dormir tranquila, la puso en un cuarto contiguo y pequeño que usaba como estudio. Era algo incómodo pues su departamento estaba diseñado únicamente para una sola persona, y al parecer iban a haber tres.

Todos los días, Leila salía por las mañanas y a veces en las tardes para ir a la universidad. Se levantaba mucho más temprano que de costumbre para preparar el desayuno y el almuerzo para Vanessa, tenía menos tiempo para hacer los trabajos y todo lo que debía. Tenía menos tiempo para todo. Y a medida que pasaban los meses, Vanessa necesitaba más y más cosas, más y más antojos, más y más visitas a su control prenatal, al que insistía en no ir sola. La de pelo negro apenas dividía el tiempo y no le gustaba el hecho de tener que cuidar de Vanessa, claro que la rubia no se daba cuenta, pues siempre quería estar al lado de ella y siempre controlaba lo que hacía, como si de verdad tuvieran una relación. Para Leila, esto era simplemente una forma de ayudarle para no dejarla en la calle sin techo y sin comida; pero para Vanessa, era como si la muchacha fuera la segunda madre de su hijo.

Un día cuando ya se cumplieron ocho meses de embarazo, Leila, vestida con un jean negro y una playera del mismo color con un dibujo de un gato en el centro; llegaba de la universidad muy cansada, llevando un pastel de chocolate que se le había antojado a Vanessa. Había recibido su llamada casi a media clase de Sociología.

Entró como siempre hacia la sala y la rubia estaba sentada en el sillón mirando en la televisión una película de romance, usaba la clásica ropa holgada prenatal color verde agua con lila. Cuando oyó entrar a Leila, volteó.

-¿Dónde estabas? – le preguntó algo autoritaria.

-En la universidad – respondió la muchacha sin dar lugar a la típica discusión de todos los días.

-¿Por qué tardaste tanto? – recriminó.

-Fui a comprar tu pastel de chocolate – sonrió Leila lo más pacientemente posible, mientras apoyaba su mochila en la mesa y sacaba la caja del pastel.

-No, tú no fuiste solo a eso – insistió Vanessa – dime, ¿con quién estabas?

-Fui con Mark a comprar el pastel – intentó mantener la calma mientras sacaba la masa de su empaque con cuidado y la depositaba sobre un plato.

-No, no fuiste sólo con Mark… estuviste con Claire, ¿verdad? – Recriminó de nuevo – así me dejas abandonada.

Leila insistió en que eso no era cierto y que ya no hablaba BIEN con Claire desde hace muchos meses, más de medio año para ser más exactos. Trataba de comprender el estado de embarazo de Vanessa, pues las mujeres son más irritables cuando están con un bebé en camino; pero había momentos en que esa chica rubia llegaba a los extremos con tal de hacer pelea, con tal de dominar por completo a la muchacha con quien ni siquiera tenía una relación.

Sirvió un pedazo de aquella masa, sacó una cuchara y se acercó a Vanessa para dárselo; pero ella no lo recibió en absoluto, simplemente miró hacia otro lado.

-¿Con quién estabas? – preguntó de nuevo muy fríamente.

-Estás imaginando cosas – y era cierto, pues ella no hacía nada más que ocuparse de ella y su hijo – vamos – le ofreció de nuevo el pastel – ten…

La chica de cabellos rubios le gritó un terrible “¡¡No quiero!!” y golpeó con violencia el plato que la de ojos grises agarraba, tirándolo abruptamente directamente a la alfombra del piso, donde se rompió el delicado cristal. Debía haberlo sabido y servir en un plato de plástico.

-¡Oh no! ¡Se ensució la alfombra! – se agachó y comenzó a recoger los pedazos y el pastel como pudo.

-¡Claro, hasta una alfombra es más importante que yo!

Esto último fue la gota que derramó el vaso y Leila se levantó enojadísima, dejando de lado la suciedad de la alfombra.

-¡¿Qué rayos pasa contigo?! – Le gritó - ¡¿Cómo puedes reclamarme de esa manera?! ¡¡Siempre me ocupo de ti!! ¡¡Siempre ando pensando en lo que necesitas!! ¡¡Siempre te compro todo lo que se te antoja!! ¡¡Siempre hago todo lo que me pides!! ¡¡DAME UN RESPIRO Y DEJA DE SER TAN PARANOICA!!

-¡¿Paranoica?! ¡¡Cómo si no me dieras motivos para pensar cualquier cosa!!

-¡¡Y no te los doy!! – Replicó Leila - ¡¡Ni siquiera tenemos nada y me la paso aquí todo el tiempo!! ¡¡ Ya no tengo vida por ocuparme de ti!! ¡¡Ya no puedo estudiar tranquila en la universidad!! ¡También tengo futuro!

-Ah… - suavizó Vanessa; pero comenzó a sollozar – si me consideras una carga… - comenzó a llorar – eres una egoísta, sólo piensas en ti… ¿para qué me conseguiste un donante de sangre? Hubiera sido mejor que me muera…

Leila se arrepintió de lo que dijo y se acercó a pedir perdón casi de rodillas. Ni siquiera sabía por qué pedía perdón, lo único que sabía era que ya era habitual: todos días en la noche, Vanessa comenzaba la pelea por algo minúsculo y él acababa disculpándose. Se sentía patético, su vida era patética y ya no tenía sentido.

Fue a la cocina, sacó una esponja y un vaso con agua para echar ahí los trozos del plato de vidrio. Cuando volvió, se dio cuenta de que la muchacha se servía otro pedazo de pastel en otro plato, se sentaba en el sillón y miraba la televisión como si nada hubiera pasado; pero Leila se daba cuenta cuando ella le miraba de reojo de manera despectiva.

En uno de esos momentos, cuando estaba agachada recogiendo un pedazo grande de vidrio roto y filoso, Vanessa le empujó fuertemente con el pie, haciendo que se tambaleara a un lado. Se cortó la mano por apoyarse y evitar la caída. Se quejó fuertemente, soltó el vidrio y se miró la palma que sangraba irremediablemente.

Por primera vez en todos esos meses, levantó los ojos hacia Vanessa y la miró desde abajo, llena de odio; pero sin decir nada. Se levantó y fue corriendo a la cocina para lavarse la sangre, se quejó fuertemente cuando el agua tocó los tejidos debajo de la piel. Buscó el botiquín y se cubrió esa extremidad con una venda blanca que se extendía hasta su muñeca y se sujetaba en ella.

Una vez más, volvió a la sala y se agachó para terminar de recoger los restos de cristal que quedaban en la alfombra, alejada lo más posible de la muchacha; mientras sentía el ardor y la palpitación de su dolorida mano izquierda. Se mantenía en completo silencio y una hora después por fin terminaba con la limpieza, exprimía en la cocina el trapo que había utilizado. Cuando de repente, oyó la voz de Vanessa llamándole.

-Oye – decía, la joven salió a paso tranquilo; pero su expresión era fría y algo molesta.

-¿Necesitas algo? – preguntó mientras como tantas veces, se sentía una esclava.

-¿Qué nombre te gusta para niño? – preguntó la muchacha, mirándole.

-Eh… - Leila lo pensó un momento – Samuel, tal vez… creo

-¿Y para niña?

-Eh… - por poco y mencionaba el nombre de Claire o Diane, que eran los dos nombres de la muchacha de cabello castaño e igualmente le gustaban – Denisse, no estaría mal, creo – frunció el ceño - ¿Para qué?

-No pensé en el nombre de mi bebé…

La muchacha sólo levantó las cejas cuando ella hubo volteado. Entró nuevamente a la cocina y se sentó en una silla, resoplando y llevando las manos a la cabeza, estaba más que estresada, cansada de vivir de esa manera tan idiota y sin sentido. Ella mismo se daba cuenta de cómo se humillaba y se degradaba a sí misma en una falta de autoestima total. Habían sido siete meses, siete meses de un infierno terrenal que se encendía todos los martes y viernes en la noche. Apenas había logrado vencer el primer año de Comunicación Social y ya iba en segundo intentando mantener el ritmo sin desfallecer. Era dos de abril, en dos meses sería su cumpleaños y su vida, para su gusto, era un completo fiasco.

-¡¡LEILA!! – Escuchó un desesperado grito de Vanessa, cuando salió le vio con una expresión de horror infinito – se me rompió la fuente…

Se quedó inmóvil, impresionada, viendo cómo aquel líquido ensuciaba aún peor la pobre alfombra. A decir verdad, se dio cuenta de que Vanessa tenía algo de razón, pues le interesaba más la alfombra que ella en sí. La muchacha se dio cuenta de su parálisis y le gritó “¡No te quedes ahí parada! ¡Llévame al hospital!”. “A la orden, mi ama”, pensaba Leila sarcásticamente mientras le ayudaba a correr por el pasillo hacia el ascensor y así bajar al garaje e ir al hospital.

Eran las 9:30 PM y ya entraban al hospital muy apuradas. Los doctores se llevaron a Vanessa en una camilla, Leila corría a su lado pues la rubia no soltaba su mano..

Pasó mucho rato, llegó el ginecólogo de Vanessa y atendió el doloroso parto. El tiempo transcurrió lentamente, hasta que se escuchó el llanto de un bebé y a emoción lejana de todos los doctores.

-¡FELICIDADES! – Exclamaba emocionado el doctor – es una hermosa bebita…

Después de haberle hecho los tratados y limpiados necesarios se la dieron con mucho cuidado a Vanessa, quien miró a su hija con todo el cariño del mundo.

-Por Dios… - murmuró casi llorando de felicidad – es una hermosa nenita…

La pequeña bebé tenía el cabello negro rizado; pero aún no podía verse el color de sus ojos.

-¿Ya pensaste en un nombre? – le preguntó el doctor con una sonrisa de oreja a oreja.

-Sí… - asintió la muchacha mientras miraba a Leila con los ojos brillando de felicidad – se llamará Denisse…

-Fuf… - resopló la de ojos grises con la ceja levantada.

Pasaron alrededor de dos semanas y Vanessa ya había sido dada de alta junto con su pequeña hija Denisse. Leila las llevó de vuelta a su departamento en su coche.

-De no ser por ti – le hablaba Vanessa a la de ojos gris mientras cargaba a su pequeña con cariño y suavidad – mi pequeña nunca hubiera nacido.

-No me lo agradezcas – replicó ella intentando sonreír lo más que podía pues en su interior pensaba “no me lo agradezcas, POR FAVOR”. Una vez estacionado el auto en el garaje, Leila miró a la bebé, tenía el mismo color de ojos que Vanessa y el cabello rizado; pero negro, ¿quién habrá sido el padre? Prefería ya no pensar en ello.

Subieron a su domicilio, días antes la muchacha había comprado una cuna con unos cuantos pequeños juguetes de bebé. Un bebé recién nacido no podía dormir en una cama ¿o sí?

-¿No crees que deberíamos comprar un departamento más grande? – preguntó la rubia cuando entraban al lugar y caminaban hacia la habitación de Leila que ahora era de la de ojos marrón.

La joven no respondió nada, se desconcertó por un momento y negó con la cabeza sin que ella se dé cuenta “¿ acaso quiere convivir para siempre? Además ya comprobamos que ni siquiera nos llevamos bien… ¿hasta dónde va a llevar esta mentira? Quisiera decirle la verdad; creo que ya no me importa que vuelva a intentar un suicidio”. “¿Qué dices Leila?” , insistía Vanessa mientras recostaba con cuidado a Denisse en la cuna y le tapaba con el cobertor de ositos que Leila había comprado.

-No lo sé – mientras salían del cuarto – no estoy segura…

-¿No estás segura? ¿Cómo es eso? – preguntó preocupada la muchacha; pero se notaba en su tono que comenzaba a enfadarse. Sí, siempre era así, no sólo cuando estaba embarazada.

-No tengo mucho dinero – mintió Leila, caminaba delante de Vanessa, quien le sujetó del brazo y le volteó a la fuerza para que la mirase - ¿Qué? – preguntó, tenía una expresión de neutralidad e indiferencia que no se había dado cuenta que había adoptado.

-No soy tonta, sé que tienes dinero – encaró la rubia - ¿por qué no estás segura? Te conseguiste otra, ¿verdad? ¡Lo sabía lo sabía!

-¿Por qué siempre tienes tanto miedo de que te engañe? – Con esa misma expresión y tono neutros – además no tendrías por qué reclamarme nada, no somos nada – resopló – y aun así nunca le he engañado a nadie – “pero sí a Claire”, pensaba con remordimiento.

-Más te vale – le soltó y caminó hacia la sala. Leila, al escuchar esto, no aguantó más.

-¡¿CÓMO QUE MÁS ME VALE?! ¡¡DEJA TUS ESTÚPIDOS CELOS Y GANAS DE CONTROLAR TODO LO QUE HAGO!! ¡¡NO SOY DE TU PROPIEDAD!! ¡¡Y TE DIJE QUE NO SOMOS NADA!!

Vanessa se dio la vuelta y le miró con la ceja levantada.

-¿No eres de mi propiedad? Claro que no. Y no controlo lo que haces, sólo cuido que no me engañen – dijo con una frialdad que daba ganas de golpearla.

La chica de ojos grises frunció el ceño y resoplando con desesperación entró a la cocina y se sentó encima del mesón rogando por calma, con las manos en la cabeza, apenas podía aguantar, cada vez que recordaba todo lo que Vanessa le respondía le daba una rabia, desesperación e impotencia que no podía controlar. Golpeó la pared con el puño izquierdo, lastimándose la cortadura que se había hecho por culpa de esa chica. Apretó los dientes y se quejó del dolor.

Unos dos minutos después entró Vanessa con lentitud por la puerta, Leila estaba de espaldas a ella.

-¿Leila? – le llamó con suavidad, ésta cerró los ojos como implorando paciencia y se dio la vuelta.

-¿Qué sucede?

-Lo siento… - la rubia veía a la muchacha con una expresión de extremo arrepentimiento, cosa que le sorprendió sobremanera.

-¿Qué? – aún no daba crédito a sus oídos.

-Lo siento – se acercó a ella y se paró a su frente – tienes razón, soy una egoísta que no confía en ti…

-…

-¿Perdóname quieres? Lamento mi comportamiento… perdona… te amo tanto

De alguna manera, Leila se había vuelto algo así como una máquina sin sentimientos e inmune a ese tipo de recriminaciones de “¿ qué pasa? ¿No me quieres? Si yo te amo tanto…”. De alguna manera, su expresión había cambiado totalmente, era neutra y fría; pero no dura, simplemente: inexpresiva. Antes, era una muchacha normal que reía de cosas normales y celebraba al igual que cualquier joven universitaria de su edad; pero ahora era simplemente una chica sarcástica y despreocupada de los sentimientos de los demás que normalmente vivía en su propio mundo y hablaba consigo misma, pues era la única forma de librarse de toda la pena y la rabia que día a día se acumulaba y se llenaba más en su corazón. Vanessa comenzó a hablarle; pero ella ni la oía, sólo pensaba y pensaba y veía esa expresión angustiada y “sin hogar” de la chica.

¿Sin hogar?, pensó, sin hogar mis calzones,  ella me quitó mi hogar y transformó lo mío en suyo… claro, ni siquiera me dejó tomar una maldita decisión, ¿qué creía? ¿Que iba a correr a sus brazos en cuanto me dijera que me amaba? Y claro, asumió el ilógico dicho de “el silencio otorga”… maldita la hora en que se me ocurrió volver al hospital para pedir explicaciones… Ahora encima tengo que cargar con esa su cría que ni siquiera es mía y tampoco considero mía… creo que eso saqué de mis padres… me daban todo lo material pero les interesaba lo que hacía… yo hago eso con esa bebé, le di nombre, techo, cuna, juguetitos y un millón de menudencias pero ni me interesa. Ahora Vanessa está ahí hablando frente a mí… ¿cuánto durará su discurso? ¿Una? ¿Dos horas? Ni me interesa lo que diga, jaj… como si me fuera a conmover, con lo mal que me trata debería echarla de mi departamento… ella no es nadie para venir a jugar conmigo y encima pisotear mi dignidad

Ya me cansé…

-Leila… mírame – le hablaba la rubia - ¿crees que no te amo? Eres la persona más importante para mí…

-Debería serlo tu hija – replicó la de ojos gris como si fuera obvio.

-No, eres tú…

-Eso se llama obsesión…

¿Obsesión? Mira esa cara de chica mandona… ¿por qué no podía ser una cara de chica dulce? Mira esa estatura… demasiado alta… ¿por qué no podía ser de mi tamaño? Mira ese cabello rizado y rubio… ¿por qué no podía ser liso y castaño? Mira esos ojos marrones… ¿por qué no podían ser verdes? ¿Por qué Vanessa no puede ser Claire?

Pero eso en sí era imposible y ella lo sabía, ahora todo estaba perdido pues Claire la odiaba hasta más no poder, con que desde casi un año se la habían pasado peleando por estupideces, peleas que cualquiera de ellas comenzaba en cualquier momento y circunstancia. No cumplían ningún patrón numérico. El único patrón que obedecían era el de pelear por las mismas pequeñeces.

Ya ni le interesaba el hecho de que era su “mujer soñada” porque de todas formas si la de ojos verdes no recordaba la desesperación con la que la había amado hace tantos años, le daba igual. Comenzó a preguntarse si ella también había comenzado a odiarla. No sólo por el hecho de que vivía pensando en ella y muchas veces convertía a Vanessa en el vago espejismo de su imagen. En un momento, llegó a pensar pueses lógico que me trate así… si fuera Claire también lo haría, porque me odia… “PORQUE ME ODIA” se convirtió en una frase tan necesaria como la comida, pues eso es lo que debía decirse a sí misma para dejar de pensar en ella y dejar de transformar a la primera chica que pasaba por su lado.

Cuando aún era una chica común y corriente y casi feliz de la vida, no andaba observando a detalle a cada mujer que se le pasara por en frente o por su lado; pero ahora sí. Vivía pensando que la perfección se encontraba en la figura de Claire y cuando observaba en la calle iba haciéndole cambios en su imaginación a cada chica cercana. Estaba empezando a pensar que de alguna manera, no lograría llegar a fin de año con la mente en sus cabales, pues poco a poco se sentía más asquerosa y patética por la forma en como había comenzado a obsesionarse con ella.

Lo de patética ella misma se lo explicaba y cualquier persona entendería el por qué. Lo de asquerosa, se había definido como tal ante el hecho de transformar a todas las mujeres en algo de Claire; pero eso no era para tanto llamarse así. Lo que sí la alarmaba cuando se ponía a pensar seriamente, era el hecho de que soñaba todos o casi todos los días con ella y casi siempre el mismo sueño o parecido… o con el mismo tema. Nunca hablaría de esos sueños con nadie pues eran la parte “reciente” de sí misma que la avergonzaba sobremanera a pesar de que le excitaba recordarlos con lujo de detalles y muchas veces le dieron ganas de acariciarse para sentir más placer ante el recuerdo de ese sueño mojado producto de su reciente y enfermiza imaginación.

Planeaba algún día ir a un psiquiatra; pero no podría hacerlo con Vanessa ahí perjudicando su existencia, su vida…y su imaginación. Claro que, se había acostumbrado tanto a evadirla que ahora mismo le resultaba muy fácil pensar en cualquier cosa mientras le hablaba y respondía de manera tan automática que no creía posible tanta neutralidad y frialdad. Así era como terminó aguantándola hasta ahora, todos los días. Cada vez que le iba a hablar o reclamar alguna cosa, como siempre sus malos tratos en una casa que ni era suya, se iba a su propio mundo de pensamientos confusos.

-¿Qué vas a decir, Leila? – preguntó Vanessa con el ceño fruncido, Leila reconoció esa expresión, seguramente durante todo su discurso, logró volcar las cosas para parecer ella la víctima y la otra la malvada que no la comprendía – Dime.

-Fuera de aquí – murmuró por fin la de ojos grises sin mirarla; pero con tanta seguridad que daba miedo.

-¿Cómo dijiste? – Vanessa no se lo podía creer, finalmente “la ovejita” había estallado.

-Que te vayas, que te largues – la empujó y saltó del mesón, la miró a los ojos, hablaba de una manera y con un tono que ella nunca se creyó capaz de tener y su volumen iba en aumento – que te desaparezcas, que ya no me perjudiques… ¡¡¡¡¡¡¡¡¡QUE TE DEJES DE NIÑADAS Y ME DEJES DE PODRIRLA EXISTENCIA!!!!!!!!! –

-¡¿Qué pasa contigo?!

-Fuera… lárgate – ya no se iba a retractar, estaba cansada, aburrida de tanta comedia teatral ridícula.

-No… - al parecer la rubia comenzaba a tomar conciencia de lo fuerte de las palabras de Leila – no puedes estar hablando en serio—

-Claro que sí, ve a alistar tus cosas y llévate a tu hija…

-Pero, ¿qué haré?

-Te compraré un departamento y pagaré todos los gastos si quieres – continuó la de pelo negro – con tal de que te alejes de una vez de mi vida y dejes de arruinármela…

-No puedes hacerme esto

-Ya lo estoy haciendo

-Tienes…

-Ya conozco ese cuento barato, no tengo ninguna responsabilidad contigo – caminó a paso rápido hacia su ex-habitación y sacó un maletín muy grande que había llevado Vanessa al mudarse y sacó de los cajones la ropa de la rubia, quien intentaba detenerla.

-Tú me prometiste…

-Yo no te prometí nada – mientras continuaba guardando todo como sea – tú lo prometiste por mí.

Llamó un taxi y sacó la maleta del departamento. Al volver al cuarto, parecía que Vanessa aún no acababa de creerse lo que estaba pasando y esperaba a que alguien le dijera “Cámara escondida” o alguna de esas cosas.

-Alza a tu hija y váyanse de aquí – ordenó Leila. Su nueva y enfermiza forma de ser, le había dado una nueva forma de autoridad. Si hubiera sido la antigua Leila, no hubiera estado haciendo eso en ese momento y al final hubiera acabado suicidándose por su infelicidad. A la antigua, le preocupaba el hecho de un intento de suicidio; pero a la nueva le traía sin cuidado.

Así en media hora se deshizo de la rubia y su pequeñita. Sintió algo de pena por la bebé ya que no era su culpa que su madre sea una abusiva de lo peor o tal vez sí; pero no era su culpa el haber sido concebida.

Cuando cerró la puerta finalmente, sintió como una especie de retorcijón en el corazón que era más parecido a una cosquilla a un dolor. Comenzó a reír como si de veras estuviera loca y se arrojó en el sillón todavía riendo como desquiciada. En su mente, lo único que pasaba era el pensamiento inminente de “por fin soy libre” y a su vez el vacío de “ahora soy una rata solitaria”. Es cierto, iba a la universidad; pero todo había dejado de tener sentido y lo sabía. Era una idiota ilógicamente masoquista que se torturaba a sí misma sin parar, ¿cuál era su pensamiento de todos los días? “Oh, seguro veré a Claire el día de hoy”, “mejor voy a la universidad, sino no podré ver a Claire”. Le había agarrado un extraño afecto a la palabra “Claro” o “Clases” o cualquier cosa que comience con “CLA”. Aunque la pronunciación no era la misma de todas formas esas palabras le recordaban a la castaña.

No quería aceptarlo; pero fuera del amor que alguna vez sintió, ahora mismo llevaba el horrible monstruo de la obsesión en su interior. No recordó haber pasado algo así antes, todo había sido mucho más fácil… uno: porque ella era una cría y dos: porque Claire no estaba ahí presente todos los días. Porque no tenía la oportunidad de sacarle fotos cuando la veía distraída y porque no había llenado la memoria de su celular de sus imágenes. Ahora era completamente lo contrario: era una persona medio madura a la que cualquier cosa se le plantaba más profundamente bajo el firme nombre falso de “convicción”; y segundo, la tenía ahí en frente de ella todos los días, esperando que en algún momento se dé la vuelta y le dijera: “ ya no estoy enojada contigo” como si hubiera hecho algo para lograrlo.

Ahora mismo no tenía idea de por qué diablos estaba riendo, era sólo una niña a la que le habían cumplido el caprichito de dejarla sola otra vez. ¿Qué haría ahora? ¿Buscar a Claire? ¿Arrastrarse como insecto? Eso era algo que se le pasó tantas veces por la cabeza para acabar de una vez con su maldita obsesión o como ella prefería llamarle “demasiado amor”; pero al menos tenía el orgullo suficiente para engañarse: también tengo orgullo. Aunque ni ella misma se lo creía.

Los últimos quince minutos de la media hora que había pasado, paró de reír por completo y se quedó estática botada en el sillón con la cabeza en otro lado. Cuando salió de su pseudo-autismo decidió salir a caminar por la calle y tal vez encontrar a alguien que le cure las heridas. Hasta ella misma se sentía cursi pensando de esa manera. Se puso un jean azul y una playera color negro entero sin decoración. Se amarró a la cintura el canguro del mismo color. Sacó dinero suficiente como para ir a tomar unos veinte helados a la heladería más cara de la ciudad mientras sonreía para sí pensando en Claire.

Maldita la hora en la que se le ocurrió salir para “pasear”. Caminó por todos los lugares que pudo comprando dulces, helados y todo lo que encontraba a su paso. Compró unos dulces de chocolate en una pequeña tienda. Al pagar, una de las monedas se le cayó y rodó un metro y medio más o menos. Leila se asustó y rápidamente fue a recoger la maldita moneda riendo por su falta de cuidado; pero lo que vio frente, subiendo por la misma calle, le borró completamente la sonrisa y un maldito retorcijón doloroso que le hizo temblar las piernas y todo el cuerpo se hizo presente no sólo en el corazón, sino en el estómago, el hígado, el páncreas; tal vez todo el aparato digestivo, circulatorio, respiratorio y el sistema nervioso.

Entró en un colapso tan horrible que le dieron náuseas.

Llegó la hora de decir la causa de esta asquerosa y horrible sensación. Venía Claire feliz de la vida, riendo y dándole besos a un fulano que Leila no conocía y que la tenía envuelta en un abrazo por la cintura.

Le era imposible tragar el nudo que tenía en la garganta; pero tampoco salieron lágrimas. El único impulso que vino fue de salir corriendo; pero ni sus piernas se movían, las manos temblaban, la voz desapareció por completo y un extraño sonido parecido al de las máquinas marcadoras del pulso “Tiiiii” cuando la persona muere, se presentó en su mente. Un único deseo apareció: salir corriendo y desaparecer para que no le vieran la cara de idiota que traía; pero por más que les gritaba mentalmente a sus piernas para que se movieran, ni caso le hacían: seguían paradas temblando y hasta le daba la sensación de que si daba un paso se iba a caer y eso sería peor.

Pasó lo inevitable, Claire la vio y tuvo una extraña reacción: se quedó parada como estatua y una expresión de horror evidente se dibujó en su rostro, mientras empujaba rápidamente al chico para que dejara de abrazarla. Él se quedó confundido y aún no se dio cuenta de lo que pasaba, simplemente la miró extrañado.

-¿Qué pasa? – preguntó preocupado.

Claire no dijo nada y se quedó mirando a Leila, no se sabía cuál de las dos traía la expresión más evidente, claro que en ese momento ninguna se paró a analizar la mirada de la otra. El muchacho miró a la castaña y siguió la dirección de sus ojos, observó a Leila con detenimiento y después de dos segundos preguntó con curiosidad:

-¿Ella no es la amiga de la que siempre hablas? – esa pregunta fue algo parecido a una bendición y maldición a la vez: amiga de la que siempre hablas, amiga de la que siempre hablas, de la que siempre hablas,de la que SIEMPRE hablas… SIEMPRE. Claire lo miró a él aún más horrorizada como rogándole con eso que se callara - ¿Cómo se llamaba? ¿Leila? ¿Ella es Leila? – miró a la de ojos grises y sonrió amistosamente – Hola, soy Mauricio, un gusto – se acercó a darle la mano… Tenía cabello negro, ojos color gris, tez del mismo color de la de ella, una mirada parecida en muchos aspectos; de no ser por la nariz aguileña podría haber jurado que era su hermano mellizo perdido.

-Hola – una imitación de voz salió por fin mientras intentaba recuperarse aunque era imposible, le dio la mano de manera ausente. Mientras Claire se quedaba muda como si un ratón se hubiera comido su lengua, no podía salir de la impresión.

-Claire me ha hablado mucho de ti, no sabes cuánto – explicó el chico sonriendo amablemente – tiene miles de fotos tuyas en su celular, por eso te reconocí rápido cómo crees que le iba a hablar a alguien así de la nada…

-Ah… ¿en serio? – comenzó a volver a la realidad y un dejo de esperanza se le apareció.

-Dice que nos parecemos en casi todo, no para de hablar de ti – rió – tan linda mi Claire – la abrazó por los hombros y le dio un beso a la castaña en la mejilla, exactamente la misma reacción que tenía Leila cuando todavía eran amigas y la de ojos verdes hacía algún tipo de comentario fuera de lugar. “Tan linda mi Claire”, y luego ese pretexto para poder darle un beso aunque sea en la mejilla.

-Ah… ¿en serio? – volvió un poco de la seguridad que había perdido y se atrevió a bromear – hasta podrías ser mi hermano mellizo perdido – rió. Claire estaba más roja que el ketchup, muerta de vergüenza evitando la mirada de Leila. Cuando por fin se cruzaron las miradas, no vio en sus ojos ni un poco del rencor con el que siempre le miraba, hasta parecía feliz de verla; pero Leila simplemente devolvió una mirada angustiada.

Pero ni se le pasaba por la mente que ella no era la única “obsesionada” como ella le llamaba: “con demasiado amor”…

Fin del capítulo :3

Bueno fuf!!! este capítulo salió más largo!! x.x!! espero les haya gustado! pronto dejaré la siguiente entrega! como siempre respondere a quienes me comentaron en el anterior capítulo! ;) alanna (jaja espero que te haya gustado este capítulo, con esto creo que la historia ya va avanzando un poco más y más rápido jeje), aurora la diosa (mmm tienes razón, últimamente tooodos mis personajes sufren ataques hormonales jaja), angeles2875 (hey jaja me comentaste dos veces jaja... mmm se nota que te dejó pensando la historia.. espero este capítulo te haya gustado ^^ ya ves que no sólo se altera con Claire jaja), Shantyy (gracias por la buena vibra; pero bueno ya ves que Leila tiene casi todo perdido... ¿qué mas puede esperar? Bueno al menos Vanessa ya no está ahi jaja), Hombre FX (muchas gracias por tu comentario! a esperar al siguiente capítulo porque se pondra más interesante), lokii (:S espero la continuación haya sido lo suficientemente pronta O.O... sino... no tengo dinero para abogado :S jaja xP), blue (gracias por tu comentario!! es bueno saber que la historia es envolvente ;)  ), karina (si, en eso tienes razón, la clave es no lastimar;pero bueno, creo que eso Leila va aprendiendo con el tiempo verdad, gracias, seguiré publicando mis historias ^^b), absa (sii a mi me pasa algo parecido T^T se como se siente eso, por eso pude describirlo asi ;) jaja ), Zoe (a esperar el sigte capítulo verdad? jaja... si, ya se aclararon las cosas, y como puedes ver, ^^ el nudo se desenredó un poco con la salida de Vanessa jaja), Condesa de Rostau (guau los 6 capitulos de una O.O! jaja muchas gracias por comentar!! y leerme! espero que te haya gustado este capítulo =) la historia ya ira mas rapido), cotescsc (graaacias!! pondre mas de mi esfuerzo para que quede mejor la historia!), ALEXMVU (bueno creo que lo unico que le queda a Leila es la amistad verdad... ya viste al fulano de Claire ¬¬ entrometido.. jaja) ,vicky015 (hey! gracias por leerme! es bueno saber que la historia agrada! y bueno subire mis continuaciones lo mas rapido posible ^^)

Muchas gracias por leerme! y comentarme! y valorarme! ^^! eso anima mucho a seguir escribiendo y mejorando. Se los quieeereeee muuucho! Espero sus comentarios para saber como lo estoy haciendo ^^ . Atte: Wind