Encuentro Accidental 3

me gustas mucho… le dijo en un susurro al oído, rozándolo con sus labios, por poco y se desmayaba… era una sensación indescriptible...

Capítulo 3 – El inicio

Leila miraba a Claire de rato en rato mientras caminaban por el pasillo, sentía algo muy raro en su interior, algo indescriptible que ni siquiera había sentido con Vanessa. Al ver los verdes ojos de la muchacha, se decía a sí misma sin darse cuenta que no faltaría nunca más a la universidad… sólo por volver a ver esos ojos.

-Oye – le habló la muchacha con un tono muy dulce, Leila volvió la vista hacia ella y ésta la miraba sonriendo… lo hacía de una manera tan encantadora que podría haberse quedado horas observándola; pero se aclaró la garganta y habló en su tono hecho al fuerte.

-¿Si?

-Tienes bonito cabello – comentó desviando la vista de sus ojos – deberías soltártelo…

-Oh – Leila se sonrojó y volteó la mirada – hoy hace calor… p-por eso… decidí sujetarlo…

-Ese tatuaje de tu cuello… ¿qué significa? – le preguntó Claire posando la mirada en el tatuaje – no es de alguna banda de delincuentes… ¿o sí?

-¿Banda de delincuentes? – Leila rió – con el nivel de confianza que tenemos ahora mismo… ¿crees que te lo diría? – Volvió a reír – pero no… no soy una delincuente, y significa “viento”.

-Genial…

-¿Tú crees?

-Sí… te queda sexy…

Leila sintió un balde de H 2 O fría caerle encima y se quedó parada en el lugar, sin poder evitar ponerse nerviosa. Nunca nadie le había dicho que se veía “sexy” con ese tatuaje… sus padres que lo vieron una vez, le dijeron que parecía una delincuente; Mark le regañó después de haber leído unos boletines informativos de las enfermedades que podrían darse por los tatuajes; su maestro de aikido le insinuó que se había tomado demasiado en serio eso de las artes marciales.

-Dijiste que… - Leila la miró y Claire estaba un paso delante de ella, de espaldas, ocultando su sonrojo al haberse atrevido a decirle eso.

-¿No te parece que el pasillo está un poco vacío? – desvió la conversación.

-Es cierto… - murmuró Leila – veré la hora… - su corazón dio un vuelco – 4:10…

-Ay no!!! La clase comenzó hace diez minutos!!!!!!! – exclamó horrorizada Claire llevando sus manos a la cabeza por la preocupación.

-¡¿Qué haces ahí parada?! – le gritó Leila jalándola del brazo y haciéndole correr por el pasillo.

Llegaron atrasadas; y el catedrático no les dejó pasar.

-¡Fuf! – se lamentó Leila cuando estaban afuera en la placita, ella se sentó en el piso apoyada en el borde de la fuente, mientras que Claire se sentó en el mismo borde. La observaba atentamente, todos sus movimientos, todas sus expresiones… sentía que ya la conocía de mucho tiempo y se sentía como nunca a su lado – ¡Qué carrera que le echamos y ni siquiera nos dejó entrar!

-Sí, es cierto – comentó Claire llevando la vista hacia los jardines – de veras que fuimos muy rápido… lo que no entiendo – rió – es cómo pudiste subir las gradas de tres en tres sin cansarte…

-Pues… - Leila también rió – la adrenalina… - la miró… era raro, aún sentía el conocerla de algún otro lado - ¿cómo dijiste que te llamabas?

-Claire… - murmuró, mirándole profundamente durante un rato; pero luego la miró con el ceño fruncido – si te lo dije hace unos minutos… ¿cómo puedes haberlo olvidado tan rápido?

-Soy mala para los nombres, no me exijas memoria – replicó Leila sonriendo de manera traviesa.

-Leila…

-¿Eh? – se quedó embobada al oír su propio nombre de esa manera, era tan encantadoramente linda la voz de Claire, le hacía sentir que su nombre era el más bello de todos (aunque no le gustaba) y agradecía a sus padres por haberle llamado así. La chica de ojos verdes volvió la vista hacia ella y se sonrojó al ver que la de ojos grises ya la miraba de una manera tan penetrante y llena de sentimiento; pero, ¿sentimiento de qué?

Se miraron por lo que parecieron ser horas, de alguna manera, ambas comenzaron a escudriñar los ojos de la otra para encontrar qué era lo que les llamaba la atención.

-Yo… - Leila habló y se dio cuenta de que había perdido la voz, se aclaró la garganta y prosiguió – quieres… ir a… ¿pasear? Aunque perderemos las siguientes clases…

-No me importa – respondió de manera apresurada Claire; pero al darse cuenta, se enderezó y levantó saliendo de su ensueño – es decir… está bien, sólo porque no hay examen esta tarde, según lo que sé…

-No, no hay examen – la de cabello negro se paró junto a la castaña y le sonrió – después de ti – le ofreció pasar por delante para ir hacia la salida de la universidad.

Fueron por todo el centro caminando y mirando cosas… Leila olvidó completamente a Vanessa, por lo menos durante esa tarde…

Leila iba en coche así que llevó a Claire a su casa, no lo podía creer, hace apenas unas cuantas horas había hecho una tontería y esa chica de ojos verdes ni le había querido hablar; pero luego de un momento hasta “salieron” y la llevaba a su casa. Todo era demasiado bueno y le mantenía así “=D” de felicidad, haciéndole olvidar parcialmente a Vanessa.

Cuando llegaron al edificio donde vivía Claire con su madre, se despidieron normalmente, con el clásico beso de mejilla. Pero Leila, cuando estaban por chocar sus mejillas, giró un poco la vista y le dio un beso en pleno… y se sonrojó por la cosa que había tenido el valor de hacer. La chica de ojos verdes le miró y ella sólo sonrió como si fuera normal para ella despedirse de esa manera. Sin embargo, en el camino a su hogar recordaba a cada segundo el momento en que sus labios tocaban la piel de Claire. ¿Se estaba ilusionando demasiado rápido? No quiso pensar en la posibilidad de que su subconsciente quiera distraerse de pensar en Vanessa con el pretexto de pensar en Claire.

Por fin llegó a su departamento, al abrir la puerta piso las cartas del correo y se resbaló.

-¡Demonios! – con una graciosa maniobra se sujetó de la manija de la puerta para evitar caerse. Miró las cartas y las levantó en seguida poniéndolas sobre su escritorio, comenzó a mirar facturas… más facturas y dos importantes cartas. Una de su padre y una postal de su madre. La carta de su padre decía lo siguiente:

Hija:

¿Cómo has estado? La anterior semana estuve haciendo negocios con uno de los del bufete de abogados y su hijo; les mostré una foto tuya y me pidieron que te presentase ante ellos. Esta podría ser una oportunidad única hija, mis negocios irían mil veces mejor y tú por fin tendrás un novio, este seguro te gusta… no entiendo por qué te empeñas en no aceptar a ninguno de estos exitosos abogados. De todas maneras, espero tu respuesta. Adjunto, te mando el dinero de la luz, agua, e internet.

Tu papá.

“Las cartas, como siempre, sin sentido… “ pensó Leila, quien no entendía por qué su padre continuaba mandando dinero si ella ya tenía una cuenta en el banco. Simplemente arrancó una hoja de uno de sus cuadernos y escribió la respuesta:

Papá:

Estoy bien; pero no pienso hacerme novia de alguien sólo por tus intereses; gracias por el dinero, lo ahorraré en mi cuenta.

Tu hija.

Vio una tarjeta que una vez un chico le entregó y le sacó el sobre para utilizarlo en esa carta, total, no tenía nada escrito. Vio la postal de su mamá, era de Italia. “otras largas vacaciones… ni siquiera viene a visitarme”, pensó Leila botando la postal a una caja donde estaban todas las cartas de sus padres y sus postales, pues ninguna decía nada importante.

El correo de ese día le hizo poner de mal humor, como siempre… recibir esas noticias de sus padres, le hacía enojar a pesar de ya estar acostumbrada a que no se ocupen de ella.

Se echó de nuevo en su cama y al recordar a Claire, sonrió para sí, al día siguiente la vería de nuevo en la universidad; el solo hecho de pensarlo, la hizo desear que llegara rápido el día siguiente…

Fueron pasando los días, sorprendentemente, Leila se estaba volviendo muy responsable: presentaba excelentes trabajos y estudiaba mucho para dar buenos exámenes, no quería quedar como una idiota frente a Claire. Así pasó casi un mes, un mes algo agitado debido a las constantes visitas de Vanessa para obligar a Leila a ayudarlas con el campeonato de aikido. La castaña continuaba yendo a esas clases, pues en su antigua ciudad también practicaba este arte, Leila la ayudaba a mejorar muchos movimientos. Ya le había invitado a su departamento y ahí practicaban.

Un domingo por la tarde a eso de las 4:30, el sol no había salido, al ser ocultado por muchas nubes, Leila había ordenado su departamento de maravilla, como sólo lo hacía cuando Claire iba de visita. Ahora mismo se encontraba impaciente esperando su llegada, llevaba puesto un buso cómodo color plomo y una polera color azul oscuro a su medida con un dibujo pequeño del Pato Lucas en el centro. Llevaba sus tennis azul con blanco.

La relación con Claire había mejorado bastante, se llevaban muy bien, no pasaban un segundo una lejos de la otra; se sentaban juntas en el asiento donde siempre estuvo Leila; esperaban juntas a que comenzaran las clases, almorzaban juntas, Leila llevaba a su casa a Claire. Pero sólo eran amigas, debido al hecho de que había momentos en que Leila no podía evitar volver a pensar en Vanessa… no había terminado de superar eso aún a pesar de tener a la castaña a su lado. Claire era una chica muy sensible y dulce, aunque no pareció serlo al inicio debido a la mala idea de hacerle caer. Pero era muy sencilla en todo sentido, incluso en la manera de vestir. Aún con todo ello, la muchacha de ojos grises aún creía que había visto antes a Claire; pero lo hacía dejado eso de lado para no “obsesionarse” con la idea.

Sonó el timbre y Leila se levantó rápidamente de donde estaba y fue a abrir la puerta de entrada, se encontró con los dulces ojos verdes de Claire.

-Hola – le saludó, dándole campo para que pasara.

-¿Cómo estás? – preguntó la muchacha entrando con una sonrisa.

-Pues bien, ahora que llegaste… - sonrió de una manera que sólo guardaba para ella.

-Me alegra – rió Claire saludándole con el clásico “choque de mejillas”; pero Leila se estremeció al sentir los labios de la muchacha de lleno su mejilla.

-Gracias por aceptar venir aquí a visitarme… siento nunca ir a tu casa… - dijo nerviosa.

-Pues no es necesario – sonrió Claire mientras la de cabello negro cerraba la puerta tras ella – en mi departamento está mi mamá y creo que no sería muy cómodo practicar con ella por allí verdad…

-Sí... es cierto – asintió Leila – quieres… iré por algo de tomar o comer o algo – la chica se sentía un poco nerviosa, últimamente la presencia de la otra muchacha le hacía poner muy ansiosa y algo torpe. Se dio vuelta, apenas inició el camino a la cocina, cuando con un estremecimiento sintió la mano de Claire sosteniendo la suya, deteniéndole.

-Espera, practiquemos primero – le dijo suave y amablemente.

Leila disfrutaba demasiado aquellas prácticas de aikido que tenía con Claire. Pues podía tomarse la libertad de tocar su cintura, su espalda… guiar sus manos… sus brazos, enseñándole los movimientos correctos. Le gustaba tanto ser tumbada por ella, tumbarle. Ver sus ojos… verla allí debajo de ella. Veía un extraño brillo en esos ojos esmeralda, un brillo que le encantaba, que le atraía demasiado, no podía quitar la vista de ella… tenía algo… ¿qué era? La deseaba…

Luego de unas dos horas, ya se encontraba muy cansada y a pesar de que quería continuar, su cuerpo pedía descanso.

-Claire… – rió apenada – me cansé un poco… descansemos un momento, ¿sí? Como he dejado de practicar todos los días… como que he perdido resistencia – se arrojó sobre uno de los sillones de la sala, abriendo los brazos en el espaldar, resoplando divertida. La muchacha castaña se sentó a su lado, sonriendo, clavando sus verdes ojos en los grisáceos ojos de Leila, quien le devolvió la sonrisa; manteniendo la mirada durante lo que parecieron ser horas. Sintiendo cómo la sangre comenzaba a subirse a su rostro – eh… eh… - empezó a tartamudear – v-voy – se levantó rápidamente – voy por… - apenas iba a dar un paso hacia la cocina cuando de nuevo, con un estremecimiento sintió la mano de Claire detenerle.

-Espera Leila… - le dijo; pero su tono había cambiado, era suave, dulce.

Con un estremecimiento mucho más fuerte, la chica de ojos grises sintió cómo Claire, con la mano con la que le había detenido, subía lentamente acariciando su brazo. Tembló al sentir la mejilla de la muchacha recorriendo su espalda desde la mitad de ella, subiendo lentamente hasta apoyarse entre su cuello y su hombro mientras sus dos manos le abrazaron por la cintura

-¿Q-qué haces? – soltó de una manera un tanto brusca que no pudo controlar.

-¿No puedo abrazarte? – Claire se apretó más a ella, quien levantó la vista aún más nerviosa al sentir los pechos de la muchacha presionando su espalda.

-S-sí… puedes… - recuperó un poco la compostura – no dejes de hacerlo…

-¿En verdad? – le preguntó con una voz muy seductora, comenzó a acariciarle el abdomen con las manos que rodeaban su cintura.

-…

-Me gustas Leila… me gustas mucho… - le dijo en un susurro al oído, rozándolo con sus labios, Leila casi se desmaya… era una sensación indescriptible.

-T-tú… t-también – dijo intentando no sonar nerviosa, posó sus manos en las que estaban en su abdomen y pudo notar que Claire también temblaba, entonces ella no era la única nerviosa. Recuperó la confianza y dejó de temblar, aunque seguía algo nerviosa – Me gustas…

No lo aguantó, sobre el abrazo de la castaña se dio la vuelta. Le miró profundamente, así como sentía los ojos de la muchacha escudriñar los suyos. Lentamente comenzó a acercarse a ella, quien cerró los ojos y entre-abrió los labios, dándole permiso para besarla. Leila unió lentamente sus labios con los de ella, primero el superior, luego el inferior… suavemente su lengua inició el ingreso a la boca de la muchacha. Sintió las suaves caricias de la lengua de Claire a la suya. Era… indescriptible… comenzó a salir de sí... pronto sus manos cobraron vida y sin rodeos ni caminos apoyó fuertemente ambas manos en los glúteos de la chica, ocasionando que sus caderas se junten. La muchacha castaña se soltó del tierno beso para suspirar hondo soltando un pequeño gemido.

A continuación Leila sintió que ella misma comenzaba a excitarse, más aún con el suspiro y el pequeño gemido de Claire. No tuvo más miramientos y volvió a besarla; pero esta vez con pasión, siendo correspondida de la misma manera. La chica de ojos verdes se quitó ella misma la playera que traía. Ante esto Leila la empujó al sofá, se quitó la playera y bajó rápida y fuertemente el pantalón de Claire hasta la mitad de su muslo, acción con la que ella rió tímidamente. La muchacha de ojos grises también se bajó el pantalón hasta la mitad del muslo y deliciosamente juntó su entrepierna con la de la otra, quien con sólo el contacto, gimió apretando los ojos. Comenzaron a moverse a un solo ritmo.

Leila comenzó a besar su cuello, perdiéndose en aquel mar de pasión, aquel aroma tan delicioso que le hacía perder la razón… que por alguna razón le recordaba a alguien en particular. Sin despegarse de Claire musitó…

-Vanessa…