Encuentro Accidental 1
...Se miraron directo a los ojos por lo que parecieron ser horas, sintió un balde de agua fría, una punzada al estómago y su corazón fruncirse; pero a la vez su mente le decía Es hermosa...
Capítulo 1 – Miradas acusadoras
Era uno de esos días en los que le daba flojera tan sólo el pensar en que tendría que levantarse e ir a la universidad. Leila era ante todo una chica común y corriente con una personalidad lo suficientemente despreocupada como para saltar todas las clases de ese día, cuando eran las diez de la mañana y su clase de Teoría Política sería a las once, debía entregar su incompleta práctica que no alcanzó a acabar por haberse dedicado a escuchar música a todo volumen, quedarse vagueando botada en la cama, salir a la calle a pasear por allí muy despreocupada. Había momentos en que ya no sabía ni por qué iba a la universidad, los días en que iba.
Sus padres, eran muy adinerados y le habían rentado el departamento universitario en el que vivía. En realidad ellos andaban tan ocupados que ni siquiera preguntaban por el rendimiento académico de su hija, ni si quiera sabían que era la segunda vez que Leila, su adorable consentida, repetía el primer año debido a su falta de asistencia a clases y exámenes. La falta de responsabilidad de la chica en cuestión se debía a una falta total de autoridad y buena educación. Tenía todo tipo de lujos electrónicos, ropas de marca, muebles carísimos y un auto convertible último modelo color plateado que descansaba en el garaje. Tenía todo lo que quisiera.
¿Cómo era esta muchacha? Tenía el cabello negro y liso hasta unos pocos centímetros más abajo de los hombros, ojos grisáceos muy hermosos, expresivos y penetrantes; la nariz respingada, tez color piel. Sin embargo, lo que más le distinguía era su forma de vestir; siempre se ponía pantalones de jean muy cómodos que no le apretaban para nada las piernas, pescadores o simplemente pantalones desmontables de esos con muchos bolsillos. Para el tronco siempre llevaba unas playeras que iban más a su medida; pero con dibujos extraños sin forma y los cómodos canguros, que tenían a letras como decoración principal. A veces incluso se ponía una gorra, hacia atrás o adelante. Tenía un símbolo chino tatuado en la parte derecha de atrás de su cuello que significaba “viento”, un piercing en el ombligo que nadie nunca vio y varios tipos de pulseras adornando sus muñecas.
En personalidad, era despreocupada y ausente del mundo, era amigable, sencilla y con buen sentido del humor; sin embargo, vista desde lejos no parecía ser así pues siempre llevaba una clásica expresión de “no quiero que me hablen”; que había adoptado desde pequeña. Pero era una buena persona, a pesar de ser distraída, a veces torpe y entrar a etapas transitorias y circunstanciales en las que no le encontraba sentido a su vida.
Los chicos cercanos a ella se le declaraban a montones y ella nunca aceptaba. No había planeado ser novia de ningún hombre en su vida, ya que… le gustaban las chicas. Pero no andaba mirando muchachas por las calles, no era su costumbre y le parecía una pérdida de tiempo, si le tendría que llegar alguien, llegaría por sí sola. Así pasó sus últimas cuatro primaveras, de las 19 ya cumplidas.
Esa mañana, decidió levantarse, hacer el desayuno con cereal y lavar su pijama celeste de ositos… lo hizo muy rápido, pues tenía urgencia de ir a la universidad son saber por qué, tal vez su subconsciente le decía que un poco de vida social no le haría daño. Se vistió rápidamente con la ropa interior necesaria, un pantalón desmontable color verde y una playera color blanco con el dibujo del gato Félix en el centro, sólo se pondría eso por ahora ya que había salido el sol y prometía ser un día con temperatura estable y agradable. Se puso los zapatos deportivos blanco con verde. Se lavó la cara, se hizo una cola en el pelo, alzó su mochila y el trabajo práctico en el que extrañamente había estado trabajando la noche anterior, luego salió de su departamento, cerrando la puerta con llave.
Caminó por las calles, este día decidió no sacar su auto, pues prefería sentir la suave brisa veraniega en su rostro.
Llegó por fin a la universidad a las 10:45 y su mejor amigo, Mark, le vio y le saludó alegremente.
-¡Leila! – le dijo – ¡es un milagro verte por aquí! ¡Pensé que volverías a dejar el año!
-No – respondió ésta, tenía una voz muy dulce que inspiraba confianza – hoy quise asistir… además… hice el trabajo…
-Incompleto supongo – comentó Mark, conociendo a su amiga mientras buscaba su propio trabajo en la mochila y se lo daba – anda, copia y termina.
-Oh! – dijo asombrada Leila en tono de broma – muchas gracias… - luego lo miró con los ojos entrecerrados – pensaba entregarlo incompleto.
-Naaa…. No te servirá de nada, mira que estás a punto de perder el año otra vez – indicó el muchacho como si fuera una especie de consejero o algo así.
-No vengas con eso – se quejó la muchacha – me da pereza completarlo…
-Vamos! Aprende a ser responsable por una vez en tu vida! – insistió su amigo pasándole bolígrafos y todo.
-Aj… - Leila comenzó a escribir a regañadientes; pero en fin, terminó cinco minutos antes de que comenzara la clase… en realidad no le faltaba casi nada, ¿tan vaga se había vuelto como para no acabar una hojita más de resumen? Aún recordaba las bellas épocas en la escuela cuando era la mejor alumna del curso y la más inteligente, sus padres nunca reconocieron else miraron directo a los ojos por lo que parecieron ser horas, Leila sintió un balde de agua fría, una punzada al estómago y su corazón fruncirse; pero a la vez su mente le decía “Es hermosa”…lo por estar ocupados… tal vez por eso dejó de estudiar cuando ingresó a la universidad a estudiar Comunicación Social.
Mark, era su mejor amigo, se conocían desde un año antes de acabar el colegio al haber sido transferido ese año a un curso inferior. Siempre le exigía a Leila ser más responsable con sus estudios, como antes. Por lo menos él impedía que la muchacha se dé a las drogas y al alcohol por vagancia, algo que ella le agradecía; ya que dos veces, estuvo a punto de hacer algo de lo que se arrepentiría toda su vida. Él era un muchacho alto, de cabello castaño y ojos cafés, moreno. Tenía una cara de la que cualquier chica se enamoraría, menos Leila porque además de lo ya sabido, lo veía como a su hermano.
Por fin comenzó la clase y todos los estudiantes fueron a sus respectivos asientos, Leila se sentó junto a Mark como siempre a la mitad del costado izquierdo al lado de la ventana, era vital para ella sentarse en un lugar que la distrajese de las aburridas clases; pero ahora mismo sin querer, al intentar ver al catedrático, se topó con el rostro de una muchacha castaña de ojos esmeralda, tenía el pelo agarrado en una media cola con una piraña y observaba al orientador, quien justo pasaba al asiento donde se sentaba la de ojos grisáceos para pedir su trabajo y el de Mark. Durante dos segundos, la chica poso su mirada en ella, quien ya la miraba,
-Emerson – escuchó una voz gruesa a lo lejos - ¡Emerson! – la muchacha se sobresaltó y miró al catedrático.
-Disculpe… - se excusó urgentemente.
-¿Tiene el trabajo?
-No… - murmuró la muchacha aún algo distraída, cuando se dio cuenta que tenía el trabajo en la mano además de ver la cara molesta del catedrático, rectificó apresurada y nerviosamente – es decir! Sí! Aquí está – le dio el trabajo con cara de disculpa.
-Mire Emerson – se agachó el catedrático de manera personal – si no entregaba este trabajo, ya tenía perdido el año, más le vale no faltarse a las clases de ahora en adelante si quiere recuperarse.
-No… no me faltaré – respondió Leila con una seguridad nunca antes vista, sabía que desde ese momento, sólo iría a clases para ver a esa extraña pero hermosa muchacha de ojos verdes que le había causado tantas reacciones al mismo tiempo. El orientador asintió con la cabeza y continuó recogiendo trabajos, Leila miró a su amigo – Oye Mark…
-¿Si? – respondió éste mirándola atentamente.
-Esa chica… la del asiento de adelante… ¿es nueva? – el muchacho rió.
-No puedo creerlo – dijo entre risas – ¡tú que siempre decías que no te interesaban esas cosas!
-¿Qué? ¿Qué cosas? – replicó Leila con enojo sin poder ocultar su sonrojo - ¿de qué hablas? Es que… - inventó una excusa – nunca la había visto por aquí…
-Nunca has visto a la mayoría y no preguntas por ellos – replicó Mark.
-Ay mira sabes que…! – comenzó a enojarse la muchacha; pero en realidad estaba muy avergonzada de haber sido descubierta… ¿a quién se le ocurrió preguntarle?
-Bueno… llegó hace dos días, en los cuales no estabas – agregó Mark para ya no molestar a su amiga – fue transferida desde otro país a esta universidad… debido a que sus padres decidieron separarse…
-¿Y cómo sabes que sus padres se separaron?
-La escuché contárselo a la chica que se sienta a su lado…
-Oh… la chica que se sienta a su lado… - Mark la miró y al momento reconoció esa mirada.
-¿Qué? ¿Quieres sentarte a su lado?
-Naaa… - respondió Leila con indiferencia mirando a otro lado mientras cruzaba los brazos en la nuca y se echaba en el asiento – está sentada muy cerca de la pizarra, y sabes que no soy de esas…
-Bueno, puedes decirle que venga aquí, el día que llegó, quiso sentarse aquí pero pues… yo no le dejé porque pensé que vendrías – replicó su amigo.
-Es buena idea pero… no puedo ir y decirle así de repente – imitó un sarcasmo – hola, me llamo Leila, ¿quieres sentarte conmigo?
-Eso es precisamente lo que debes hacer…
-Pareceré loca desesperada por amigos o algo parecido… - se puso la mano en la mejilla – debemos idear un plan para que la pueda conocer – Mark se echó a reír - ¿Ahora qué pasa? – le preguntó extrañada y con el ceño fruncido.
-Jaja, ¿viste? Te descubrí! Con la conversación de plano te quemaste sola! Es obvio que esa chica te gustó!! – lo dijo tan fuerte que varios curiosos se dieron la vuelta a mirar.
-Shh! Estás gritando! Habla más bajo! – le regañó Leila.
-Bueno pero – dijo el joven en un susurro – yo te puedo ayudar, sólo dime qué debo hacer y listo…
-Ayúdame a organizar un plan para acercarme a ella! – le dijo en otro susurro la de ojos grises.
En vez de atender, los dos se quedaron pasándose hojas escritas, organizando todo y dándose ideas. Había de todo, incluso incoherencias increíbles, la más lógica de todas era: hacerse presentar con una amiga! Sin embargo, a Leila la conocían tanto como a la viejita de la esquina, es decir, nada; no tenía más amigos además de Mark y otros dos que estaban en su antiguo curso que dejó al tener que repetir. Llegaron a una sola idea muy al estilo de una telenovela: Leila la empujaría “accidentalmente” haciéndola caer, luego pediría disculpas y le ayudaría a levantarse, en eso comenzaría la plática de “¿cómo te llamas?” o “eres nueva, nunca te había visto por aquí”.
La de ojos color gris no estaba muy animada respecto a este plan, ya que de alguna manera, viéndolo desde otro ángulo sonaba demasiado…cliché; pero total, era mejor que presentarse de la nada de manera directa.
Mientras pasaba la clase, lograba mirar poco de la muchacha, pues estaba delante y por lo tanto sólo veía su espalda; sin embargo, a momentos podía ver su perfil cuando hablaba con la de su lado y pudo observar que tenía una amigable expresión y al parecer muy dulce, cosa que por alguna razón atraía a Leila.
Llegada la tarde, el operativo se puso en movimiento, Mark hizo lo acordado y se llevó a la amiga de la chica fuera del curso con el pretexto de que le prestara sus apuntes de una clase a la que no había podido asistir. El curso se iba vaciando y Leila notó que el objetivo guardaba muy lentamente sus cosas, haciéndole a ella misma desacelerar el paso. Era ya la 1:30 PM y el sol todavía brillaba, el curso estaba ya sólo con las últimas dos personas además de Leila y la castaña de ojos verdes, quien se levantó tranquilamente: era mediana, llevaba una playera roja de manga tres cuartos, un jean azul mucho más pegado que los que usaba Leila, zapatos estilo chapulín blanco con rojo, Leila notó que usaba un reloj en la muñeca izquierda y unas dos o tres pulseras en la muñeca derecha. La de ojos grises respiró hondo al ver que la muchacha iniciaba el camino hacia la puerta. Caminó rápidamente como apurada, la empujó justo cerca del marco de la puerta, muy suavemente; pero puso su pie delante del de la chica … como si estuviera haciendo una técnica de algún arte marcial. Pero lo demás pasó como en cámara rápida.
-Ah! Lo siento! – Actuó Leila simulando angustia y arrepentimiento mientras se agachaba para ayudarla – es que andaba apurada… - la de cabello castaño la miró directamente a los ojos, era extraño, volvió a sentir la misma punzada en el estómago, su corazón volvió a fruncirse y por alguna razón Leila sintió que la había visto en algún lugar más antes de la universidad… pero… ¿dónde? La duda la comió por dentro y a cualquier sentimiento de atracción, frunció el ceño y continuó queriendo ayudarla pero ya sin interés en lo que en verdad quería; debía averiguar dónde demonios la había visto. Claro que, mientras pensaba todo esto, la escena seguía en curso:
-¿Por qué me hiciste eso? – reclamó la chica de ojos verdes mirándola con el ceño fruncido, su voz era suave; pero ahora mismo se oía algo agresiva y con una seguridad impecable.
-Perdona – se disculpó Leila haciéndose la desentendida – fue accidental…
-No, no lo fue – replicó la muchacha levantándose por sí sola rápidamente, Leila también se enderezó mientras se sentía la idiota más idiota del mundo y deseaba que el piso se la tragara de una vez – reconocí de inmediato tus movimientos de artes marciales!! Esos que aprendimos en la clase de aikido!
-Eh… ¿qué clase?
-¡No te hagas la tonta! ¡Ni siquiera me conoces y vienes a molestarme! ¡¿Qué pasa contigo?!¡Creía que sólo en la escuela se molestaba así a las personas!
-Eh… no sé de qué hablas – Leila ya no tenía más salida que decir la verdad… por lo menos tendría ese poco de honor, cuando su plan había resultado un desastre. Se encogió de hombros y puso las manos en los bolsillos de su pantalón girando su cabeza a un lado y dirigiendo sus ojos hacia ella, era muy coqueta de manera natural, ni siquiera estaba fingiendo – ok, ok está bien, sí, sí fue intencional… lo usé como una manera de poder conocerte y hablarte… porque pues no tengo muchos amigos y no soy buena con la gente nueva, mira nada más lo que te hice así que… disculpa, ¿si?
-Vaya – la miró sorprendida la de ojos verdes – al menos eres honesta – se reacomodó la mochila – ando apurada… nos vemos después…
-Ah pero y… - intentó Leila pero la chica salía apresuradamente - ¿cómo te llamas? – murmuró para sí.
Se sentó en la grada de la tarima de la pizarra, apoyó sus codos en las rodillas y se puso a pensar “fui una idiota”, se dijo; pero de inmediato recordó las palabras de la chica: “reconocí de inmediato tus movimientos de artes marciales!! Esos que aprendimos en la clase de aikido!”
-Clase de aikido… - se dijo a sí misma - ¿acaso ella también lo practicó?… pero dijo…la clase… como si asistiera a la misma escuela de aikido que yo… Qué extraño – intentó hacer memoria… recordó todo lo que había sucedido en las clases; pero no la recordaba, sólo un recuerdo vano y doloroso se asomó por su mente.
Solía tener una “novia” que resultó estar con ella sólo por una apuesta y rompió la relación diciéndole: “esto sólo era una apuesta, a mi me gustan los hombres, no soy una pervertida desnaturalizada como tú…sólo que las muchachas querían comprobar si de verdad eras así, jajaja” Vanessa, la chica de la que había estado enamorada desde hace mucho y con la que por tuvo una relación de dos semanas, le resultó una embustera de lo más cruel.
Pasaba clases de aikido en la misma escuela que ella, siendo era una de las mejores. Sin embargo, ese día, le dijo casi gritando todo lo ya mencionado para que todas las chicas del club escucharan, todas la miraban o con asco, o con pena. Pero casi todas comenzaron a cantar en coro “eres rara!” mientras se burlaban de ella. Todas la miraban como si fuera un bicho raro… menos una… una chica de cabello castaño y ojos verdes…
-Rayos! – se sobresaltó y se paró al instante poniendo sus manos al rostro – es ella!! No puede ser! Entonces escuchó todo lo que Vanessa me dijo… escuchó todo!!! Debió darse cuenta de mis verdaderas intenciones!! – se desplomó de nuevo en el sitio – trágame tierra…