Encuentro

A través de la ventanilla del autobús que me llevaba no sé muy hacia donde...

ENCUENTRO

A través de la ventanilla del autobús que me llevaba no sé muy bien hacia dónde, podía observar a la gente que iba caminando por las calles, miraba sus rostros sin nombre que pasaban fugaces ante mi mirada un tanto perdida.

De vez en cuando, mientras el autobús permanecía parado en algún semáforo, fijaba mi atención en alguna persona en particular.

El asiento en el que yo viajaba estaba vacío, no había mucha gente en el autobús, llegamos a la siguiente parada. Observé a la gente que empezaba a subir al bus y algo llamó mi atención, un hombre de mediana edad, no debía tener más de40 años, de estatura más bien tirando a alto, vestía con estilo, muy personal, traje de chaqueta en color gris humo, camisa de un azul plomizo y una corbata con dibujos en distintos tonos que iban desde el rojo intenso hasta el naranja y que le daba un toque de color a su indumentaria, zapatos italianos de piel en negro y unas gafas de sol de una firma de prestigio. Lo primero que pensé fue" ¿Qué hace un hombre cómo éste, viajando en un autobús urbano?", porque la verdad, su aspecto era el de alguien que podía permitirse el lujo de tener chofer o cuando menos, disponer de un gran coche. Pero ahí estaba, cogiendo el ticket de ese bus.

Me di cuenta de que no había dejado de mirarlo todo ese tiempo, mientras observaba como pagaba el billete, como deslizaba su mano en el bolsillo interior de su chaqueta, sus gestos seguros, calmados... me hacían pensar en lo atractivo que resultaba.

El hombre, con el ticket entre sus dedos, se dirigió hacia el fondo del autobús, se quitó sus gafas de sol y echó un vistazo rápido para elegir un asiento libre. Fue en ese momento, en el que desee que se pusiera cerca de mí, me daba igual si era en el asiento de delante, en el de atrás, en el de enfrente... o a mi lado, por alguna razón que no alcanzaba a entender, su presencia me turbaba como hacía tiempo que nadie lo conseguía y así, mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho... sus ojos se cruzaron con los míos, sentí un calor intenso recorriéndome de arriba abajo, fue fugaz el encuentro de nuestras miradas, pero sacudió los cimientos de mi seguridad.

Se sentó frente a mí por fin y di las gracias a quien hubiera hecho posible que así lo decidiera. Su cercanía me aceleraba los sentidos, ya no podía centrar mi atención en las personas de la calle, ya no podía pensar en otra cosa que no fuera en su presencia, y en su olor... su exquisito perfume, tan sutil como provocador. Y me dije para mi misma: "nena... contrólate, porque como sigas pensando en ese tío... se va a dar cuenta", y sin poder evitarlo, una sonrisa se dibujó en mis labios. Cuál no fue mi sorpresa, al ver que Él, me estaba mirando, me dio la impresión de que podía leer mi mente calenturienta, que sabía lo que estaba provocando en mí y le miré, sí, directamente a esos ojos pardos, descubriendo que una mirada puede llevarte casi hasta el éxtasis más exquisito. En ese momento decidí jugar peligrosamente, segura de poder manejar la situación, así que desplegué mis armas de mujer, las más perversas.

Retiré mi mirada de la suya, suavemente... mientras con un gesto de mi mano, apartaba un mechón de mi cabello, volví a mirar por la ventana de ese autobús, sabiendo que él era consciente de que mis gestos, mi actitud, demandaban su atención, me sentía invadida por un deseo incontrolable de seducirle, sin palabra alguna, sólo con el lenguaje de mi cuerpo, enviando delicados mensajes subliminales.

Me erguí en mi asiento, tomando una actitud un tanto altiva, y volví a mirarle, ésta vez, dejando ver una incipiente sonrisa en mi rostro, sus ojos se clavaron en mis labios, que humedecí sin prisa alguna con un gesto de mi lengua al mismo tiempo que yo clavé mis ojos en los suyos brevemente. Él, sonrió, casi con un cierto pudor me atrevería a decir y aproveché para que mis piernas, que hasta ese momento habían permanecido cruzadas, se descruzaran ante él, nada podía ver, mi falda por debajo de la rodilla y mis botas altas de tacón, no dejaban mucho al descubierto pero sabía que eso, ese gesto... iba a incrementar su interés. El trayecto seguía, y yo cada vez más encendida por todo lo que de él emanaba. Poco a poco, el autobús se fue llenando de gente, no iba a permitir que nadie se interpusiera entre él y yo, así que con un gesto altruista, me levanté de mi asiento y se lo cedí a un anciano de equilibrio inestable y sujeto a cualquier empujón de los pasajeros.

Vi su mirada de sorpresa, por lo inesperado de mi acto y como queriendo tranquilizarle, me puse justo a su lado, de pie, y fue entonces cuando rocé su pierna con la mía, me sujetaba a la barra del ventanal lateral con una mano y apreté fuerte... su contacto, ese leve calor que sentí al tocarle, disparó aun más mi necesidad de él. No podía permanecer impasible, estaba tan cerca que un simple frenazo, me hubiera llevado a chocarme con sus piernas y como adivinando mis deseos, se levantó, se puso justo detrás de mí, ya no veía las calles, ya no me importaba nada de lo que sucedía a mi alrededor, sólo notaba su imponente presencia, su calor me turbaba, su cercanía me excitaba... la gente seguía subiendo, el espacio se reducía más y más... sabía que tenía sus ojos clavados en mí, lo sentía, me giré hacia él y allí estaba, su brazo extendido para alcanzar con su mano la barandilla donde yo me aferraba, pocos centímetros nos separaban , las miradas eran intensas, descaradas, sin pudor alguno, mi pecho se agitaba cada vez más, sólo tenía un pensamiento en mi mente, deseaba devorarle su boca, esos labios tan lascivos, no pude resistirme a recorrerle , de arriba abajo, él, viendo como me deleitaba metió la mano que tenía libre en el bolsillo de su pantalón, y allí posé mis ojos encendidos, su masculinidad a pocos centímetros de mí... Lo extraño de todo esto, es que parecía absolutamente complacido, gustoso e impaciente por ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.

Y llevada por la locura más deliciosa, posé mi mano sobre la suya, la próxima parada estaba cerca, me acerqué más a él y le dije:"Ven...", él, obediente me siguió, bajamos del autobús, seguía sin ver a la gente, ya no era yo, esa mujer de mente fantasiosa y de vida un tanto rutinaria, era la que siempre quise ser, la que siempre fui en realidad, me daba igual todo, sólo deseaba tener a ese hombre para mí, no sabía nada de él, ni él de mí, sólo era consciente de que le deseaba como ninguna mujer ha deseado jamás a ningún hombre. Nos metimos en un soportal, con mi pasión desbocada, lo empujé contra la pared lateral y pegando mi cuerpo al suyo... le dije:" ¿me vas a follar?", él sujetándome por los hombros, mirándome como un felino a punto de saltar sobre su presa me dijo..."siempre lo he hecho, aunque no lo sepas, te vengo observando desde hace días, desde aquélla tarde que entraste con una amiga en ese bar, con tu vestido de tirantes, que no dejaban de deslizarse y que tú ponías una y otra vez en su sitio con un gesto lleno de sensualidad o cuando encendías un cigarrillo, o cuando acercabas la botella de esa cerveza que tomabas a tus labios, te observaba desde el otro lado del bar, tú ajena al deseo que estabas despertando, te vi aparecer, caminando con seguridad, tus movimientos mientras charlabas con tu amiga, los estudiaba, los hacía míos, cuando se te cayó la pitillera al suelo, te agachaste a recogerla, sin perder ni un ápice de tu sensualidad, te miraba sin que me vieras, hasta que te fuiste, pero me propuse no perderte, tu amiga se quedó esperando a otra persona y entablé conversación con ella, porque me di cuenta de que vio lo que estaba pasando, ¿no te dijo nada?, sí, algo te dijo, lo sé, ¿recuerdas a uno que se te acercó y dijo..."por favor, sujeta los tirantes de tu vestido, porque estás alterando al personal del bar con tus gestos..."?, lo recuerdas, tu amiga te advirtió de que había un grupo de hombres pendientes de ti, pero no le diste importancia, ella y yo estuvimos charlando durante varias horas, de hecho, hoy mismo, me dijo que pensabas salir y.... me encontraste aun sin tú saberlo, pero no temas, nada debes temer, habla con tu amiga, toma, está esperando que la llames.

Creo estuve sin respirar durante todo el tiempo que me estuvo contando la enrevesada historia, no daba crédito a lo que acababa de oír, comencé a intentar recordar esa tarde de la que hablaba, en la que me conoció, y... poco a poco, empecé a ver sentido a todo.

Mi amiga, me contó que había conocido a un hombre poco después de irme yo y que enseguida pudo sentir que había feeling, que habían seguido viéndose y que hablaban casi a diario por teléfono, que le preguntaba por mí, porque nos había visto juntas y que le dijo que una noche, podríamos quedar los tres para tomar unas copas.

Pero no le di importancia, la muy perra, tenía todo bien organizado a mis espaldas, ella y él... tomé el teléfono que me ofrecía para llamar a mi amiga, él ya había marcado el número y hablé con ella, sin duda la conversación más surrealista de toda mi vida, mientras ella me contaba todo tal y como él lo había hecho, me dijo también que ese hombre, ese que tenía frente a mí, tan seguro, tan sensual, tan arrebatadoramente atractivo, estaba loco por tenerme desde el instante en que me vio aparecer en ese bar.

Después de unos breves instantes para asimilar todo aquello, levanté mis ojos hacia él, que con un aire un tanto serio, observaba el temblor de mis manos que aun sujetaban su móvil, lo miré largamente, escudriñando en sus ojos cualquier atisbo de falsedad y lo único que fui capaz de ver, fue lo mismo que él debió de ver en los míos, deseo puro y duro y una excitación sin medida.

Sin decir nada más, me tomó de la mano, paró un taxi y fuimos a su casa y aunque me embargaba un cierto atisbo de temor, podía más mi deseo. En el taxi... mientras indicaba la dirección, posó una de sus manos sobre mi muslo, de un modo instintivo apreté las rodillas y sus dedos presionaron suavemente pero con firmeza mi pierna. Así llegamos hasta su casa, un ático en un edificio elegante, en el centro de la ciudad.

Abrió la puerta del portal para que entrara y me abandoné desde ese mismo instante a sus deseos. El ascensor estaba allí, entramos, pulsó el botón correspondiente a su piso y comenzó a subir mientras me abrazaba por detrás, rodeándome con sus brazos, nunca sentí nada igual, nunca, su perfume... me envolvía y el calor de sus labios posándose en mi cuello, rozando mi piel, aspirando mi aroma, mi cabeza reposaba sobre él, echada hacia atrás y con los ojos cerrados sintiendo como cada poro de mi piel gritaba de deseo.

Al llegar a ese ático, entré en otro universo, donde sólo existía la pasión, el placer, el sexo... y él...