ENCUENTRO 2 (Parte final)

La segunda parte y final de la historia del encuentro de dos amantes en Valparaiso.

Cada vez que eyaculo me sucede aquello en las yemas de los dedos y es que no puedo ni siquiera sostener un lápiz, se me agarrotan los dedos, quedan sin fuerzas y como electrificados, no sé a qué se deba, es decir, si sé, estoy cierto de que se ha de tratar de un efecto en algunas terminales nerviosas que completan el circuito glande-cerebro-yemas de los dedos y que se activa en el evento de mucha excitación y al estallar el clímax sexual, mas ignoro si será algo normal, lo he consultado con amigos y a nadie le pasa lo que a mí.

Claudia dirigió el salpicón blanco de "leche" a sus ubres e hizo lo que ya me había comentado innumerables veces que deseaba hacer o que le hicieran: ser eyaculada en la cara y en los pechos para luego lamerse ella misma. Esa era una fantasía suya inspirada en el porno; a mí me daba igual a fuerza de tantas veces verlo en las películas XXX, era aburrido pero, sin duda, ella pensó que satisfacía también una fantasía mía habida cuenta de mi obsesión fetichista por los pechos enormes; las mujeres tienden a pensar que todos los hombres somos iguales como fabricados en serie (y tú eres un error de fábrica, Cristián), ¡escoba¡ me respondería Claudia.

Yo la veía conforme y satisfecha en su rol, eso me gustaba, pero me había frustrado en cierta manera. Aún no deseaba correrme, es más, había fantaseado con no hacerlo nunca aquella noche; sabía que, si me concentraba, podía lograrlo, pero había ocurrido. Por supuesto nada dije y mientras ella tragaba el esperma la besé en la boca. Sentí el sabor de mi propio semen: mi semen salado, su saliva, mi saliva, su lengua, mi lengua, la espumita, baba chorreando como un yo-yo, dos caracolitos voluptuosos y cochinones, dos niños con la boca sucia de mermelada.

Ella estaba transpirando, mojada entera. Miré mi pecho y yo también estaba húmedo de sudor al igual que en mi cuello y axilas. Era como si hubiera despertado de un trance y volviera en mí. Me extrañé de estar tan mojado sin haber reparado en ello antes. Se notaba que Claudia quería más y lo quería ahora YA ¡AQUÍ Y AHORA¡ pero yo no quería, algo me había pasado, algo se había desinflado más allá de mi orgasmo, me sentí frustrado y desganado. Por supuesto no se lo dije. En un pequeño instante se me había ocurrido confesárselo pero desistí. No es que no me haya satisfizo, pero el juego que tenía planeado se había venido abajo con la felación de Claudia como un castillo de naipes. Pensé confesárselo porque en nuestra relación, en nuestra "seudo-relación sadomasoquista" habíamos llegado a la tesis de que siempre debíamos desnudarnos de manera descarnada frente al otro, exhibiendo nuestros más recónditos temores y pudores, lo más insoportablemente inconfesable debíamos decirnos, incluso lo inconfesable ante nosotros mismos, lo que nos doliera y aunque nos doliera, lo más morboso y sucio; nuestra relación sería un lago para vomitar en él todo lo que teníamos que vomitar así fuera algo muy vergonzoso o doloroso o desviado; sería un área de libertad para mostrarnos sin máscaras, ni mecanismos de defensa, ni censuras; he ahí nuestra utopía. Pero algo me decía que no debía mover esa pieza, que algo se destruiría si lo hacía.

La cagaste Claudia, todavía no podías felarme, lo arruinaste todo. No, no podía decirle eso, no podía mostrar todas las cartas; nuestra utopía era utopía al fin.

Otra vez al baño con ella, rápido, a punta de nalgadas. Los brazos en alto y las manos contra la pared, las piernas separadas como en una inspección policial. Le metí la mano en el culo hasta llegar al pubis, sobajeo clásico de tetas, mi pene a media asta y bajando. Preparé la varilla. SLAP, el primer varillazo calculádamente doloroso pero no insoportable, sus nalgas temblaron; SLAP otro más, ella cerró los ojos haciendo un zzzzzzzh de dolor que me dejaba frío; SLAP, ese cayó un algo más abajo de sus pompis y se movió un poco. La cosa me aburría, tal vez sólo fuera que debía reposar para que los testículos volvieran a producir algo más; descansar para calmarme, pero si estaba calmado ¡demasiado calmado¡. SLAAP ¡AAY¡ dijo, pero no le creía. No, así no. Dejé la varilla de herr profesor y le até las muñecas por detrás con la cinta para embalar; hice igual con sus tobillos, muy juntitos y apretados. La metí en la tina de baño, acostada y antes de salir le pegué otra cinta en la boca a modo de mordaza. Me fui al living y prendí la tele. Apenas encendida y aparece otra vez en la pantalla QUEEN con su video de "friends wil be friend" ¿acaso estaban transmitiendo todo el día ese video? me quedé hasta que terminara para comprobarlo. Siguió otro video de Led Zeppelin en concierto y luego más música de los 60 y 70. Con el control remoto rebusqué en los canales, había cientos de ellos, se veía entretenido, nunca había visto la tele del cable.

Como se anunciaba que me quedaría viendo tele decidí ir por una frazada y tapar con ella el cuerpo desnudo de Claudia en el baño. No quería que se resfriara. Al entrar yo me vio hacia arriba con cara de perrita humilde y con la mirada me preguntaba ¿me vas a dejar aquí sola?. Antes de salir le mandé un varillazo en un muslo provocándole un retorcimiento que casi me levanta de nuevo el alicaído falo.

Descubrí un canal de películas de cine arte. Me vi una entera, "el huevo de la serpiente" creo que se llamaba y trabajaba David Carradine, extraño verlo actuar en una película así. Me topé con un filme Chino de artes marciales, antiguo, de los años 70. Aparecía un joven atado a un árbol mientras era golpeado por un viejo, precisamente con una varilla; los golpes parecían ser feroces y el chinito chillaba como condenado. Tenía mi varilla a mano y quise hacer una pequeña prueba. Me golpeé en el muslo lo más fuerte que pude; estrellas y relámpagos vi. Uf ¡que duro¡ pobre Claudia, pensé, un castigo así era insufrible. La verdad, los cuatro golpes que le había dado no habían sido demasiado y, sin duda, ella había actuado un poco su dolor a fin de animar el cuadro. Me puse de pie y me propiné otro golpe con todas mis fuerzas en mis glúteos; el dolor fue peor que el anterior y casi grito. Me imaginé castigando de ese modo a Claudia; veinte varillazos en todo su cuerpo desnudo, treinta más y ella aullando desesperada; pensé que aquello estaba más allá de su umbral tolerable de dolor y más allá de lo que yo podía soportar como castigador; el peso de la culpa se vislumbraba como abrumador para mí. Alguna vez, Claudia, ante mi afirmación de que me gustaba babear de placer me había respondido que a ella le gustaba babear de dolor. Sus palabras me impresionaron y le dije que era una exagerada, entonces ella, muy picada, me dijo que su fantasía era ser azotada de manera salvaje de tal forma que se le obligara a rogar piedad entre lágrimas, pero que sus ruegos no fueran atendidos y, por el contrario, fueran la señal para que la azotaína recrudeciera hasta ella desfallecer y cagarse de fatiga y dolor.

-¿Y qué tiene eso de placentero?, ¿cuál es el momento de tu placer? ¿viene después de los golpes o deben hacerse caricias y folladas intermedias entre azotaína y azotaína?- le pregunté.

-mi placer no es después, sino más bien antes, al pensar, al imaginarme yo, colgando desmayada y derrotada y que me estés mirando en mi derrota, que te compadezcas en mi victimización, que te excites con verme empelotas y desfalleciente, que me ames en ése instante por mi entrega total a ti, aunque sea un segundo nada más; que digas, mi pobrecita Claudia, mi niña delicada y sufriente. Y si sucediera que no me amas en esa entrega total o te ríes, o te da lo mismo y me dejas, luego de azotarme, abandonada en mi soledad de víctima, será más excitante todavía imaginarme eso porque se me ocurre que mi entrega fue absoluta, me desvanecí sin que te importara nada más que para tu placer inmediato y fugaz y habré sido sólo un instrumento, un juguete para ti y si soy un juguete entonces me sé una contigo, una prolongación de ti, parte de ti, un órgano tuyo, sin existir mi yo sino tú, tu yo tan sólo, yo fundida en ti, yo hecha nada, yo viviendo a través de ti.

-Huevona, morbosa- había contestado yo, pero sus palabras recargadas y barrocas me habían calentado y me estaban calentando al recordarlas. Me imaginé a mí mismo viviendo las palabras de Claudia, yo recibiendo una lluvia de varillazos en mi cuerpo desnudo como el chino de la película, gritando y llorando como un niño, pidiendo piedad y sintiéndome una mierda, humillado, avergonzado, tratando inútilmente de cubrirme las "legumbres" para protegérmelas de los huascazos. Me dio miedo pensar eso, me daba terror descubrirme pensando en semejante tortura sobre mí, en la posibilidad de vivir una entrega de esas, de esa desnudez total (porque esa es la verdadera desnudez) despojado de todo, incluso de mi dignidad para quedar tan sólo un estropajo cobarde y sin coraje para soportar aquel martirio. Me daba miedo, pero el pene se fue elevando de a poquito.

Cambié de canal y llegué a uno de erotismo. Eran esas típicas películas "Play-boy" de un porno o erotismo suave con minas rubias tipo modelo top, todas parecidas entre sí, onda Pamela Anderson o Ann Nicole Smtih ¡trillado, repetido¡. Seguí el camino y me topé con otro canal de sexo; luego caí en la cuenta de que había decenas de ellos y ahí me quedé pegado más de una hora aburriéndome. El porno era una mierda, ¿qué estaba buscando en realidad en esos canales?. Más que una película, buscaba la imagen de una mujer o alguna escena en particular que me calentara, pero siempre era lo mismo, siempre igual, la repetición de lo que se suponía debía excitar a los machos, las mismas tomas una y otra vez en todas las películas desde que había visto la primera de ellas durante mi adolescencia ¿estos directores porno no innovaban acaso, no tenían imaginación?, ¿no creaban algo mejor?. Es que no somos artistas ni pretendemos serlo, sólo queremos ganar dinero y darle al público lo que desea ver. ¡Puta la huevá¡ ¿acaso el público no quería ver cosas nuevas?, ¿acaso yo no era público?, ¿es que algo bien hecho, algo más artístico, no era más excitante, más estimulante y por ende más lucrativo?, ¿es que el sexo estaba reñido con algo más de argumento, con lo nuevo?. Sencillamente no lo podía comprender. En realidad estaba buscando una película "sado" o donde apareciera alguna mujer de tetas gigantes, eso era ciertamente. Hasta que apareció una. Era una negraza entradita en carnes, con las típicas ubres alargadas africanas, muy abultadas, de areola enorme, con muchas curvas a pesar de su tejido adiposo, una hermosa mujer de broncínea piel de ébano, altiva y orgullosa de sus formas. Pero la escena era corta, es decir, la negraza se iba y dejaba lugar a otra negra que creo el director suponía más atractiva para el espectador y que era del tipo modelo, algo así como Naomí Cambell; era una bonita chica, pero cambié el canal. Entonces me llevé una sorpresa, al parecer entraba en el territorio de los pechos ya que la pantalla fue llenada de repente por la figura de una mujer de tetas realmente gigantes, las más grandes que había visto, siliconada claro está a un nivel ridículo por lo notoriamente falso. La mina aparecía follando con un huevón que terminaba eyaculando en su rostro y busto. ¡No, no podía ser¡ la escena me hizo picar y acordarme de mi frustración al eyacular encima de las tetas de Claudia, pero me descubrí endiabladamente excitado.

Cuando entré al baño, Claudia estaba con los ojos cerrados, pero no dormía. La destapé y me quedé contemplándola en su pose de bondage-girl, atadita y amordazada, con su rollizo cuerpo desnudo. Se me quedó mirando interrogante y esperando. Le libré los labios de la mordaza y la ayudé a salir de la tina, la hice arrodillarse para luego restregar mi miembro tieso por su rostro, pero sin dejar que su legua tocara el glande; finalmente, tomándola del cuello por detrás, hice que bajara hasta tocar su frente en el suelo.

-Quédate así, quietita y por nada del mundo te muevas o cambies de posición, ni menos levantes la cabeza porque será peor.

Al pegarle el primer varillazo en la espalda lanzó un AAY muy agudo lo que era de suponer ya que pretendía usar todas mis fuerzas en la golpiza; automáticamente levantó la cabeza, pero al instante volvió a bajarla chocando su frente en el suelo, entonces fui por una almohada y la puse debajo de tal manera que apoyara en ella la frente. Comencé el suplicio dejando caer una verdadera tormenta de varillazos sobre su espalda y trasero alternativamente; no los contaba y no paraba un instante, se los daba con furor. Al principio ella ahogaba los gritos en la misma almohada apretando su boca contra ella y reprimiéndolos con bastante estoicismo, pero hubo de darse por vencida y comenzar a sollozar. Sus gorduras y glúteos vibraban con cada golpe lo que alimentaba mi excitación que me pedía más y más y cada vez más fuerte. Luego de los primeros segundos paré un rato y anuncié que empezaría la verdadera azotaína, le daría 20 varillazos, tal vez ya le había dado esos veinte pero no sabría decirlo con certeza.

Al golpe número 5 y debido a que sólo caían en su espalda y nalgas, el dolor la hizo moverse tratando de esquivar los golpes, o más bien procurando que no siguieran castigando las mismas partes las que, por cierto, estaban enrojecidas. Se botó de lado tratando de ponerse boca arriba pero sin éxito ya que sus manos atadas por detrás se lo impedían; quedó así tendida. Le dije que por haber cambiado de postura el castigo subiría a treinta azotes. Comencé a darle donde cayera la varilla, pero por su posición caían preferentemente en sus brazos, hombros, muslos, piernas. Claudia se retorcía como una boa gigante haciendo temblar su abdomen y tetas alocadamente. Movía su cabeza a uno y otro lado tratando de escapar del suplicio, haciendo cientos de muecas inútiles, a veces hilarantes e increíbles, abría y cerraba la boca y cerraba sus ojos apretados. Dirigí los varillazos a sus pechos lo que le hizo abrir los ojos como expresando su sorpresa de recibir los golpes allí. Sus lágrimas se volvieron ríos y sus sollozos se transformaron en carcajadas de llanto.

-PERDÓN, PIEDAD, YA NO MÁS, MI SEÑOR, PERDÓN.

Detuve el castigo sorprendido por esas palabras que me parecieron extrañas, ¿perdón? ¿perdón por qué?. Le lancé más golpes furiosos y ella de nuevo,

-AYYY, NOOO, PIEDAD, PERDÓN, MI SEÑOR, PERDÓNAME.

-¿de qué estás hablando?

-perdóname, mi señor.

-¿de qué quieres que te perdone?

-tú lo sabes, Cristián.

-no, no lo sé.

-sí, sí lo sabes.

-no, no lo sé, dímelo.

-lo sabes.

Le lancé otro golpe en las tetas y su AAAY quedó en mi mente con la imagen de su boca abierta, su boca pozo oscuro en medio del temblor corporal. Le di otro más para ver de nuevo esa boca de mártir, de mi santa en el suplicio.

-DÍMELO, CLAUDIA.

Seguía llorando sin decir nada. Le retorcí un pezón con mis dedos pero no lo dijo. Agarré una mata de sus pendejos púbicos y comencé a tirarlos, arranqué mucho matorral hasta que lo confesó.

-Perdón, mi señor, perdón por manipularte.

-¿queeé, manipularme? ¿de qué hablas?

-he estado manipulándote para que hagas lo que yo quiera.

Extraño lo que me decía, no me sentía manipulado para nada.

-No, no es cierto, no me siento manipulado.

-claro, esa es la idea de manipular, hacer que el otro haga lo que una quiera sin que se de cuenta y convencido de que actúa por su propia voluntad.

-pero si he actuado por mi propia voluntad.

-no, por eso estás enojado conmigo, porque te he obligado a degradarme, a que me castigues de forma salvaje, porque te sientes sometido a mí, porque ya sabes que nadie más te excitará como yo lo hago y te enojas por eso.

-No, no me enojo, estás jugando conmigo, no te creo nada.

-sí, he estado jugando contigo. Al principio me dijiste que no serías mi amo, que sólo te gustaba esto como un juego sádico, pero que amo no eras de nadie y que preferías las relaciones de camaradas, igualitarias, sin jerarquías ¿te acuerdas?

-Sí, por supuesto yo dije eso y lo sostengo hasta ahora y no niego que soy sádico y me gusta torturarte.

-Pues yo te he manipulado para que te transformes en mi amo, en mi señor de verdad, sin juego, sin performance, para que sólo sea una muñeca tuya, algo de tu propiedad, para que no te importe si estoy caliente o no, para que te de lo mismo mi placer y sólo te importe el tuyo.

-eso no es cierto, me importa tu placer, desde un principio te lo dije y lo puse en claro y así lo quiero, sólo acepto este juego en la medida que los dos gocemos.

Metí un dedo dentro de su vagina y comprobé que estaba como embadurnada en miel, viscosa, luego chupé mi dedo y le dije,

-mmm, que rico, a pesar de que no me importa tu placer veo que te he dado mucho y que estás muy recaliente.

-sí, sí estoy caliente, no te lo niego, pero has hecho todo lo que yo quería.

-entonces coincidimos porque yo también quería todo esto.

-pero estás furioso conmigo, ¿no?

-¿yooo? no es así.

  • sí lo es, estás enojado, reconócelo, reconoce que lo estás porque te he dominado.

-jajaja, ahora te contradices ya que me habías dicho que me estaba transformando en tu señor absoluto, pero veo que tú misma lo desmientes al decirme que me has dominado, luego, tú eres la señora y yo el esclavo.

Claudia se quedó un momento estupefacta, sin decir nada y luego dijo,

-te obligué a derramar sobre mis tetas, las tetas de vaca que te hacen babear y eso te hace enojar y te enojas porque ya eres mi amo y no toleras que yo te domine, un amo es el que no tolera esas insubordinaciones, un amo es el que se enoja porque su puta lo tiene tomado de las pelotas. Tus pelotas son mías, Cristián.

-¿Crees que me ofendes en mi dignidad de macho o algo así? eso no va conmigo, Claudia. Reconozco que babeo por tus pechos, reconozco que me doblegaste con ese juego de la paja rusa, pero eso no me ofende, siempre he reconocido mis debilidades, mi fetichismo, mis neurosis, no tengo problema con eso. No estoy enojado y como no lo estoy dejemos el castigo hasta acá, no te seguiré castigando y no te voy a perdonar porque no hay nada que perdonar, te voy a desatar y mejor acostémonos que ya es demasiado tarde, debes descansar y yo también. Voy a buscar un cuchillo para cortarte las ataduras.

Di media vuelta y salí del baño.

-NOOOOO.

Me volteé y vi a Claudia que trataba de seguirme, arrastrándose por el suelo, cual gusano, encogiendo y alargando su humanidad rolliza transformada en Claudia la lombriz gigante. Me hizo gracia verla y el nuevo teatro que se le había ocurrido a su mente de orate fantasiosa.

-Nooo, mi señor, no hagas eso.

-ya, Claudia, córtala.

Ella se arrastró más hasta quedar a mis pies y los empezó a lamer y a chupar diciéndome,

-Mi señor, mi señor. Soy tu putita, has conmigo lo que quieras, no me dejes.

-¿no eres tú mi ama? ¿no eres tú la que me domina? entonces tú dime qué debo hacer, siempre decides tú.

-Nooo, mi señor, nunca más me sublevaré, nunca más seré rebelde. Clávame en una cruz si lo deseas, si ya no me quieres más en tu vida, clávame y luego préndeme fuego y olvídame si así lo quieres, yo moriré feliz si tu estás feliz de que te deje en paz. Seré humilde; si quieres humíllame, perdona a esta pobre mujer sola y desdichada, a esta neurótica e infeliz.

  • ya te dije, Claudia, córtala.

Puse mi pie sobre su cabeza; se quedó quieta en el suelo. Traté de pensar qué debía hacer. Nuevamente la metí en la tina y estuve jalándole los pechos desde los pezones, sacudiéndoselos muy brusco.

-¿te gusta ser ordeñada, vaca?

Ella sólo me respondía con chillidos y los quejidos ahogados que tanto me gustaban. Y ya que se suponía estaba ordeñando a la vaca aproveché de tomar su leche así que me puse a chuparle la ubre a ese animal tan loco y sustancioso.

De pronto me vinieron unas ganas de orinar así que me detuve y salí de la tina, me acerqué al water para desaguar y en cuanto comenzó a salir el chorro amarillo, la vaca, poniéndose de rodillas con mucho esfuerzo (ya que estaba atada de pies y manos), me miró y abrió la boca muy grande sacando la lengua a su máximo. Al principio no entendí, y ella se dio cuenta por lo que me dijo;

-dirije la meada para acá, mi señor, soy tu orinatorio. Méame, méame mi señor, mea aquí dentro.

y abría la boca nuevamente con la lengua fuera.

-mea a esta pobre esclava; con tu pichí me basta, con tu pichí soy feliz, con que me humilles me haces dichosa.

Me quedé pasmado, la verdad nunca había pensado aquello. Allí estaba yo, con el pico en la mano, meando y sin saber qué pensar, sorprendido, impresionado de todo lo que había pasado y estaba por suceder.

Al terminar de orinar, me metí en la tina y le mandé una bofetada en la cara.

-Vaca inmunda, cochina y sucia.

Tomé otra vez la varilla y le dí tres golpes en las piernas al nivel de los muslos, luego tomando su cabello, volví a abofetearla en el rostro. Le puse una mordaza y la tapé con la frazada. Me miraba con ojos ansiosos comprendiendo que yo había terminado mi labor. Le puse la almohada debajo de su cabeza y la dejé allí para que pasara lo que restaba de la noche. Yo me volví al living empelotas, con el pene erecto aún y con muy poco sueño. Encendí el televisor y eché mano de un vodka que había pedido Claudia, lo mezclé con coca-cola y me senté a mirar. No soy muy bueno para los tragos así que pronto me dormí allí sentado. Al despertar ya estaba claro, el sol había salido hacía horas; el estómago lo sentía vacío y me pedía alimento. Me puse de pie y me dirigí al baño. Claudia me miró y creí descubrir en su expresión un dejo de protesta por no haberla desatado aún.

-Buenos días, esclava.

Le retorcí un pecho y le dije,

-¿No saludas?.

Antes de comenzar a preparar mi baño le quité la mordaza. Estábamos los dos en la tina, yo de pie y ella acostada en el suelo.

-Buenos días, Cristián. Me duele el cuerpo, ya no doy más con estas ataduras.

Puse el tapón al desagüe y abrí la llave de la ducha.

Mientras me iba jabonando el cuerpo, la tina se llenaba de agua. Claudia estaba acostada en el suelo sin posibilidad de ponerse de pie. El agua fue subiendo rápido de nivel hasta casi tapar su cara. Ella hacía esfuerzos por respirar estirando su nariz y boca fuera de la superficie, pero cada vez le era más dificultoso hacerlo. Puse un pie en su frente y le hundí la cara bajo el agua. El glu glu glu fue acompañado de frenéticos movimientos desesperados de su cuerpo; la tuve así unos instantes hasta que lo consideré suficiente. Destapé la tina y el agua se fue. Claudia quedó respirando presurosa, subiendo y bajando el abdomen y el tórax y tosiendo por el agua tragada. Entonces me bajó la tentación de hacer lo que ella misma me había pedido. Comencé a acariciar su cara y tetas con los dedos de mis pies. Al pasar por sus labios ella chupaba mi dedo gordo mirándome hacia arriba con ojos de deseo, brillantes y provocadores y, a la vez, como si fuera una niñita que hace una "gracia" para llamar la atención de sus mayores. Mi sexo estaba erguido así que cuando salió el chorro de orina, hube de apuntar hacia abajo dirigiéndolo con la mano. La meada cayó sobre la cara y ella abrió la boca al mismo tiempo que sacaba la lengua muy afuera. Realmente trataba de atrapar la orina para tragársela. Regué el resto de su cuerpo hasta que expulsé todo el líquido. La ayudé a ponerse de rodillas y cuando tuvo su rostro al nivel de mi sexo, volvió a abrir la boca muy grande y me decía,

-Mi señor, quiero más, más, más, déme más.

-Vaca sucia, inmunda.

Contesté y le mandé un fuerte cachetazo en la mejilla. Ella volvió su cabeza por el golpe y le volví a mandar otro en la otra mejilla. La tomé del cabello y la puse debajo de la lluvia mientras seguía con mis cachetadas y tirones en los pechos.

-¡Aaay¡ ay, me duele, me duele, tengo super delicado.

-eso te gusta, ¿no?

Por supuesto que tenía el cuerpo muy adolorido por los varillazos que le había dado en la noche, por eso estaba seguro de que los quejidos eran auténticos y nada de teatrales.

-Vaca sucia, te vamos a lavar.

Comencé a jabonarla bruscamente con la esponja: la cara, el cuello, las tetas, el abdomen, el sexo, el culo, todo, todo el cuerpo como si fuera una niña pequeña; a la primera muestra de molestia o quejido le daba un palmazo en las nalgas o muslos. Me di cuenta de que había una escobilla y empecé a usarla; como supuse le causó mucho dolor ya que su piel estaba maltratada e irritada por los varillazos.

-Quedarás muy limpiecita-

dije y dando vuelta la escobilla, embadurné su mango con jabón; se lo introduje en la concha con gran brusquedad como si la estuviera lavando por dentro. Luego hice lo mismo con su culo, pero esta vez chilló bastante, en respuesta mis movimientos recrudecieron y cuando terminé le di un par de golpes en los glúteos con la misma escobilla. Era todo un espectáculo ver ese cuerpo mojado, brillante y estremeciéndose por los escobillazos. A continuación le puse shampoo en el cabello y los ojos le comenzaron a lagrimear por la espuma que le caía allí. Al pasar por sus axilas reparé en que ya se asomaban los vellos así que desatándola de sus tobillos y muñecas la reacomodé para ponerla en postura a fin de afeitarla. Le até las manos a la barra que sostenía la cortina de baño de modo que quedó con los brazos en alto, muy estirada. Llené sus sobacos con espuma de jabón y comencé la afeitada. Al principio, ella se mostró incómoda e insegura pero luego se quedó muy quieta. La rasurada fue perfecta y, modestia aparte, hice un buen trabajo. La desaté y salimos de la bañera. La fui secando con la toalla, siempre brusco y pesado y pasándola por sus partes. Llené el cepillo con dentífrico y apretando sus mejillas la obligué a abrir la boca. Cepillé fuerte no sólo en sus dientes sino también en sus encías y lengua. Estaba muy desagradada y creo que también cansada, así que no me demoré demasiado en el aseo bucal. Ya terminado la mandé a que se vistiera.

Por mi parte, una vez vestido, me dispuse a preparar el desayuno. Estaba con un hambre de perro y ella debía estar mucho peor, así que llené la mesa con todo lo que el día antes nos habíamos proveído. Claudia se había puesto su clásico vestido jipón que le llegaba hasta los tobillos, era muy escotado y dejaba los brazos descubiertos; pensándolo bien, más que jipón era un vestido similar al de las gitanas. Su busto se veía espléndido y se me imaginaba altiva y orgullosa por tener aquellas ubérrimas prominencias. Olía bien, muy perfumada, estaba muy linda, una hembra hermosa frente a mis ojos. Su cara expresaba cansancio. Mientras hervía el agua para tomarnos el café, le hablé de mi pesadilla, de aquella que se había motivado por las ilustraciones del libro bíblico. Le conté todo lo que había soñado, incluida las palabras que ella me había dicho en el sueño: humíllame, y otras más.

-Estabas desnuda, colgada y clavada de un poste como el Jesús del libro con los brazos en alto.

Apenas dije aquello, ella se puso de pie de un salto mirándome directo a los ojos; se rasgó el vestido, liberando sus tetazas y alzó sus brazos, diciéndome,

-¿así, Cristián? ¿así estaba colgando, clavada al tronco?.

Yo no atiné a contestar nada y quedé con la boca abierta como un retrasado mental. Me lancé sobre ella y empecé con lametones furiosos en sus sobacos recién afeitados y perfumados ¡que suaves estaban¡ la besaba en el cuello, en su cara, la boca y volvía a bajar a sus axilas, pasando por sus ubres de vaca, mi vaca, mi tetona loca. Claudia no bajaba los brazos y se había puesto las manos sobre la nuca, tenía los ojos cerrados con cara de soñadora y se dejaba a hacer. Yo le terminé de rasgar el resto del vestido y bajé con mi lengua hasta su sexo peludo y oloroso, allí me quedé un buen rato, lamiendo y chupando, arrobado y sin reparar en lo que había a mi alrededor. Me tomó de la cara y subió mi rostro hasta ponerme frente a su mirada. Me desabrochó los pantalones y me los bajó. Comenzó con una caricia delicada en mi escroto, pero, de improviso, agarró todo el racimo de mis testículos con una mano y me dijo,

-Estas son mis pelotas, te tengo de los cocos, huevón.

Yo me quedé inmóvil y temeroso.

-Quítate la polera- me ordenó. Yo le hice caso y quedé con el torso desnudo. Ella no me soltaba de las legumbres. Comenzó a acariciar mi pecho y a pasar la lengua por él, luego dejó los testículos y comenzó a menearme el pene. Respiré aliviado después de eso, pero aún así me sentí controlado por ella. Me tendió en el suelo alfombrado, boca arriba y se montó sobre mí, introduciéndose mi sexo en el suyo. La jinete cabalgó, primero lento para luego volverse frenética y siempre con las manos en la nuca, exhibiéndome sus axilas y dejando saltar libres sus pechos; aullaba y yo me uní al concierto de gemidos vuelto loco por ese festival de tetas locas y gigantes. A veces se inclinaba para que yo estirara la boca y la lengua tratando de alcanzar sus pezones, lo que dado el tamaño de los volúmenes siempre ocurría. La verdad yo estaba como tetera hirviendo, pero tenía la sensación de que podría haber estado toda la tarde con la Claudia retozando sobre mí; no sé si era el cansancio o el hecho de estar ella sobre mí lo que me hacía tener más resistencia, el orgasmo se veía lejano. Pensé que si hubiera estado yo sobre ella me habría corrido luego, así que estaba feliz de tenerla sobre mi cuerpo. Perdí la noción del tiempo, tal vez fueron cuatro minutos o quince o media hora, qué sé yo. Claudia se movía y hacía sonidos guturales como una posesa, diciendo palabras sueltas y aparentemente inconexas y absurdas como: agua, dolor, muerte, soledad, Cristián, crucificada, clávame, tu verga, tus bolas, agárrame, tu vaca, soy tu vaca puta, guacho rico, culéame, dame tu moco hueón, culea, culéameee, etc etc etc. De pronto, abrió los ojos y me miró con la fijeza de una orate, lagrimeando.

-Me voy, voy a irme cortada, voy a correermee, estrújame las tetas, ESTRÚJAMELAAAAS.

Contagiado por la demencial calentura le agarré los pechos y apreté, ella gritó poniendo los ojos en blanco con la saliva corriendo por la comisura de sus labios y haciendo realidad el sueño de toda masoquista, lograba unir el mayor placer con el dolor que le provocaba la estrujada. Se convulsionó varios minutos como si estuviera en los últimos reflejos y temblores epilépticos de un agónico, hasta que cayó sobre mi pecho como desfallecida. Tenía los ojos cerrados y ambos respirábamos aún agitados casi al mismo ritmo. Estuvimos abrazados un buen rato sin decirnos nada y con mi verga dentro de ella hasta que Claudia, la Claudia, Claudia alias la dolorosa me dijo,

-Me debías la follada, fue un buen encuentro- luego agregó -yo también tuve el sueño de la crucificada, Cristián, yo también lo tuve y me dio miedo y me gustó.

FIN.