Encuentro 1
Primera sesión
Encuentro (1)
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Título original: The Encounter 1
Autor: Hot Doggie gamma_assassin@hotmail.com
Traducido por GGG, septiembre 2004
Esto es para las señoras... Escribí esto para alguien con quien me escribía pero uno de mis amigos me convenció para publicarlo. Poned vuestras respuestas si queréis más de lo mismo (pero más largo) (N. del T.: esto también está traducido).
Guardo el copyright para mí.
Te has vestido como te pedí, con una camisa de vestir de hombre y una falda enrollada, pero sin medias ni zapatos. La primera cosa que haremos es vendarte los ojos. La oscuridad y la falta de sentidos primarios puede ser bastante desconcertante. Te verás forzada a escuchar mis movimientos mientras intentas anticipar lo que venga. Me moveré lenta y silenciosamente a tu alrededor mientras estás en el centro de la habitación. Te desabotonaré la camisa, un botón cada vez, pero habrá una pausa entre cada botón. Para cuando lo haya hecho estarás temblando ligeramente, expectante.
Te quitaré la camisa, dejándote en sostén. Te pedí que no te pusieras ninguno, de modo que está claro que necesitarás ser castigada. A continuación te pondré las esposas. Son de cuero y se cierran con un cierre de acero inoxidable. Te pondré uno en cada muñeca y echaré el cierre. Encontrarás que son bastante seguros pero no terriblemente incómodos. Luego te pongo las esposas de los tobillos.
Te dirijo lentamente a la puerta de tu dormitorio y engancho juntos las esposas de tus muñecas en un gancho de acero inoxidable. Después sujeto la cuerda al gancho, deslizaré el extremo por la bisagra superior de la puerta. Eres bastante alta de modo que tus brazos no se extenderán por completo cuando tire de ellos por encima de tu cabeza.
A continuación engancho la barra separadora entre las esposas de tus tobillos. Esto mantiene tus piernas separadas como unos dos pies y medio (unos 75 cm). La sensación de no poder cerrar las piernas te provocará un poco de temor y, al mismo tiempo, alegría.
Luego te quito el sostén. Uso un par de tijeras para cortar las tiras para quitártelo rodeando tus ligaduras. Tus pezones están erectos ahora de turbación - ¿qué haré con ellos? Me arrodillo delante de ti y te desato la falda. Cuando cae al suelo veo tensarse los músculos de tu estómago. De nuevo utilizo las tijeras con tu ropa interior y quedas desnuda ante mí. Me gusta que el vello púbico de las mujeres esté afeitado. Si el tuyo no lo está, eso supone más castigo.
Te paso las puntas de los dedos lentamente, arriba y abajo, por las costillas, cerca de tus pechos. La sensación hace que se te corte la respiración y los pezones se ponen más tiesos. Te diré que cualquier ruido que hagas te proporcionará una severa azotaina. Continuo el trabajo sobre las costillas, moviéndome lentamente hasta los pechos pero manteniéndome alejado de los pezones. Cuando me acerco a uno de ellos se te corta la respiración mientras lo toco.
No digo nada pero lo agarro entre los dedos y lo pellizco. Cuando se te vuelve a cortar la respiración lo giro ligeramente. Te agarro del codo y lo uso para girarte de cara a la puerta. Mientras te tambaleas a causa de la barra separadora, te palmeo el culo y te digo que te des prisa.
Una vez que estás de cara a la puerta empiezo a pasarte las puntas de los dedos arriba y abajo por las nalgas. Te toco tan levemente que apenas puedes notarlo. Me muevo desde el pliegue horizontal bajo cada nalga, subiendo ligeramente por el pliegue vertical, pero sin llegar a meterme entre las nalgas.
¡PLAS! Bajo mi mano abierta sobre tu nalga. Deja una marca rosada sobre la piel.
Continúo suavemente mis caricias. ¡PLAS! Golpeo la otra nalga.
Esto sigue varios golpes más. Luego traslado mis caricias a tu coño. Deslizo la mano entre tus piernas desde atrás y acaricio ligeramente los labios de atrás a adelante. Mi contacto es muy suave y, de nuevo, apenas puedes notarlo.
¡PLAS! Otra vez te palmeo el culo. ¡PLAS! Las suaves caricias en tus labios continúan mientras te azoto el culo. Sigo hasta que tus nalgas están enrojecidas y noto en mis dedos el calor que desprenden. He empezado a mover el dedo entre tus labios. Tu lubrificación hace que la piel esté manchada y mi dedo se desliza atrás y adelante.
Te hago dar la vuelta de nuevo, apretando tu culo enrojecido contra la fría puerta. Sigo acariciándote la vulva pero tengo cuidado de permanecer alejado del clítoris. Mientras sigo con las suaves caricias, tomo tu pezón derecho entre los dedos y lo pellizco ligeramente. Incremento la presión y lo retuerzo levemente hasta que empiezas a arquear la espalda. Libero la presión y me traslado al otro. Continuo el ejercicio moviéndome atrás y delante de pezón en pezón.
Mientras continúo me aproximo gradualmente al clítoris. Para cuando he pellizcado cada pezón seis veces estoy tocando levemente, siempre así de levemente, la cabeza del clítoris. A veces mantengo el dedo cerca de él pero sin tocarlo, de modo que si lo haces palpitar puedes hacer contacto.
Ceso en mis atenciones a tu coño y saco una caja. No puedes decir lo que es, pero suenan como a cadenas. Arrastro los delgados y fríos eslabones hasta tu estómago. Después te pellizco el pezón izquierdo, lo suelto. Luego me notas trabajar en él y, de repente, sientes la presión de un fuerte pellizco. ¡Te he enganchado una pinza! Mientras te retuerces sientes su peso tirando del pezón. Pongo la pinza en el otro pezón y gimes ante la sensación erótica. La ligera cadena que las conecta rebota levemente en tu estómago.
Regreso a tu coño. Dos hilos delgados de lubrificación, como de mercurio, cuelgan de tus labios. Te separo cuidadosamente los labios para darme acceso al clítoris. Empiezas a sentir una extraña sensación que te recorre el coño de arriba abajo, dentro de los labios. Te digo que estoy usando una pluma para excitarte pero que no te dejaré que te corras hasta que lo supliques.
Utilizo una pluma rígida, como la que se compra para las manualidades. Explico que la pluma tipo 'boa' no proporciona suficientes 'sensaciones'. Paso la pluma alrededor del clítoris, con gran cuidado de evitar tocar su cabeza. La paso por la entrada de la vagina, cosquilleando justo en la abertura. La punta de la pluma es áspera, y la uso para arañar ligeramente la sensible piel. Vuelvo al clítoris, pero evitando de nuevo tocar la cabeza.
En este punto arqueas la espalda y giras las caderas, intentando conseguir mayores sensaciones. Puedo mantener esto durante mucho tiempo y finalmente te vienes abajo y suplicas.
Separando cuidadosamente los labios para dejar al descubierto el clítoris, chasqueo ligeramente la punta de la pluma, cruzando la cabeza. La sensación te lleva más allá de la cima en una explosión pulsante de placer. Mientras gimes con respiración entrecortada en los espasmos del orgasmo, te digo que otra vez estás haciendo ruido y obviamente tenemos que empezar de nuevo...