Encontré a mi mujer en la cama con... OTRA!!!

Tenía que salir de viaje de negocios, inprevistamente regresé al departamento y ante mí se presentó un cuadro impensable ´"mi mujer me estaba engañando".

Descubrí a mi mujer en la cama con… otra.

Sonó el timbre, pero como Sandra -mi segunda esposa- se estaba bañando, maldiciendo por lo que ya estaba muy retrasado, concurrí prontamente a ver de quién se trataba.

Abrí la puerta del departamento para ver que era Liliana –la inseparable y mejor amiga de mi mujer, según sus expresiones-, le franqueé la entrada y la salude con un rápido beso diciéndole "tengo que viajar… siéntate y ponte cómoda, Sandra se está duchando y saldrá en unos minutos", sin más regresé a la habitación y finalicé de armar mi bolso.

Mi mujer aún continuaba bañándose, así que abrí la puerta del baño y después la de la ducha -lo primero que miré fue su hermoso trasero que siempre he deseado y nunca me dejó ni siquiera lamerle y menos introducirle un dedo-, le dije un corto "me voy", ella giró y me dio un beso apasionado, luego me interrogó "regresas mañana a las…", "a la noche" respondí y salí presuroso, pasando por el living y saludando casi descortésmente a Liliana que hojeaba una revista sentada en un sillón.

Cargué el bolso en el auto, revisé que estuvieran todos los papeles para poder visitar a los clientes, encendí el auto y partí raudamente.

Una fina llovizna comenzó a precipitarse haciendo dificultoso el manejo, lo que me obligaba a estar muy concentrado. Dejé atrás las últimas casas de las afueras de la ciudad y tomé la ruta. No habrían transcurrido unos cinco minutos que una fuerte explosión me sorprendió de manera inusitada.

Estacioné el vehículo al costado de la ruta, descendí y miré los cuatro neumáticos –pensando que había estallado alguno de ellos- pero no, todo estaba correcto. Me dirigí a levantar la tapa del motor –la fria llovizna comenzaba a penetrar el poco abrigo que tenía puesto-. Tiré del seguro y la tapa se levantó, tomé una linterna que siempre llevo y caminé maldiciendo hacia la parte delantera del automóvil. Terminé de levantar la tapa y la aseguré, iluminé con la linterna y solo veía grandes bocanadas de vapor. Esperé unos minutos para que se disipara, apagué el cigarrillo y me encaminé nuevamente hacia el motor.

Ahora libre de las emanaciones de vapor, pude distinguir que el radiador había estallado, "menos mal que me detuve rápidamente… porque podría haber fundido el motor", me dije a mí mismo e interrumpido por la voz de un conductor -que piadosamente había estacionado su auto detrás del mío- que me decía amablemente "lo ayudo", "creo que no va ser posible, reventó el radiador, gracias de todos modos" contesté, "quiere que lo acerque hasta alguna estación de servicio" –se ofreció- "le voy a agradecer, así no podré continuar y menos visitar a mis clientes", respondí.

Tomé el bolso y mi portafolio y subí a su auto, el giro 180 grados y retornó nuevamente a la ciudad.

"Tiene auxilio mecánico" –me pregunto-, "si, es un mecánico amigo y está a un par de kilómetros de aquí, si usted es tan amable…", él me interrumpió diciéndome "tranquilo yo lo voy a acercar". Continuamos el viaje hablando de trivialidades, hasta que me dejó en la puerta del auxilio, descendí agradeciéndole y me despedí.

Entré y le comenté lo sucedido al mecánico, él llamo un taxi para mí y me dijo "usted no se preocupe, yo me encargo de todo, venga mañana y vaya a su casa que está todo empapado". Pasaron unos minutos y llegó el taxi.

Después de veinte minutos llegué al edificio, le pagué al taxista y saque el bolso y el portafolio del auto, presuroso y tiritando del frío, subí de dos en dos los escalones. Como era muy tarde, para no despertar a Sandra metí sigilosamente la llave en la puerta y sin hacer ruido me introduje en el tibio ambiente del departamento.

Deje el bolso y el portafolio al lado de la puerta de entrada y me dirigí al baño para quitarme la ropa empapada. Antes de llegar al sanitario sentí música y unos gemidos que provenían de la habitación, haciendo caso omiso entre en baño y me desvestí, mientras colocaba la ropa en el canasto nuevos gemidos llamaron mi atención, "seguro que está viendo el canal porno, a Sandra le encanta…" traté de convencerme, pero al hacer silencio unos segundos, para mi sorpresa me dije "esos gemidos… yo los conozco", los malos pensamientos pudieron más que el amor, "esta hija de puta me está engañando… y trajo el macho a nuestra propia casa… y en nuestra cama".

Como un felino al acecho de una presa, me deslicé hasta la puerta del dormitorio. Grande fue mi sorpresa al ver el cuadro que se me presentaba. Atravesadas en la cama, mi mujer se encontraba encima de su amiga Liliana, propinándose ambas un perfecto "69", absorto me apoyé en el marco de la puerta, sin llegar a comprender cabalmente que es lo que sucedía, parecía estar viendo una de esas películas que tanto nos gusta ver juntos a Sandra y a mí.

Liliana, que tenía su cabeza para el lado de la puerta, dejo de lamer el sexo de mi mujer, tomó un pomo de lubricante íntimo, extrajo un par de centímetros de aquella crema y con extrema suavidad comenzó a untárselo, con un dedo, describiendo círculos alrededor del apretado ano de mi mujer, yo no podía creer lo que ella había logrado, a mí nunca me lo permitió, debo confesar que con lo que estaba a mi vista me excité sobremanera.

La amiga comenzó a reducir los círculos, hasta que su delgado dedo se posó suavemente a las puertas de esa cuevita tan deseada y nunca alcanzada por mí. Lentamente comenzó a introducirlo hasta que llegó hasta los nudillos, esto extrajo un largo suspiro de mi mujer, lo retiró tan suave como lo había introducido, pero solo para juntarlo con otro más y comenzar ese lento recorrido nuevamente.

Un nuevo suspiro de placer emanó de Sandra cuando le introdujo los dos dedos, los cuales al llegar hasta los nudillos, volvió a retirar, pero solo para atacar nuevamente con tres dedos ese culo virgen.

Sandra –que estaba de espaldas a mí- arqueó su espalda y tiró su cabeza hacia atrás con la nueva intrusión. Liliana retiró los dedos, mi mujer hundió su rostro en la entrepierna de su amiga, aparentemente, con experta maestría dado que ahora era Liliana la que tiraba su cabeza hacia atrás, emitiendo un profundo gemido. Al hacerlo, dado que estaba muy al borde de la cama, su cabeza se extendía hacia atrás, y cuando abrió sus ojos me vio parado en la puerta.

No sé por que razón, lleve uno de mis dedos a los labios en señal de "silencio" e instándola a que continúe, ella esbozó una sonrisa, miró mi erecto miembro y extendiendo uno de los dedos de su mano, me hizo señas para que me acercara.

Sigilosamente así lo hice. Liliana con una mano tomo mi miembro -que por lo que había estado observando yo, había adquirido un tamaño más grande de lo acostumbrado-, le aplicó abundante crema íntima. Lentamente comenzó a efectuar círculos cerca del ano de mi esposa, y Sandra comenzó a gemir nuevamente. Liliana redujo entonces el tamaño de los círculos, hasta depositar la cabeza de mi miembro –extremadamente hinchada por la excitación- en la puerta del culito de mi mujer, con la otra mano comenzó a estimular el clítoris de Sandra.

Ella exclamó entonces "introdúceme los dedos… por favor…", Liliana, obediente, comenzó a empujar lentamente mi verga dentro de ese apretado orificio. Debido a que Sandra estaba fuera de sí, hacía ella misma el esfuerzo para que la penetraran. Lentamente la mitad de la cabeza de la verga fue entrando. Casi suplicante mi mujer dijo "me duele un poco… pero seguí, Liliana, por favor seguí", a lo que Liliana le contestó "te voy a desvirgar Sandra…", "si por favor, abrime el culo…".

La situación me desbordó. Mis manos que hasta ahora habían permanecido quietas tomaron firmemente esas rosadas nalgas. La excitación ya nublaba mi vista. Como un animal le ensarté toda la verga de un empujón. El grito se debe haber escuchado en todo el edificio. Solo quedaron afuera mis testículos que golpeaban rítmicamente. Sandra jadeando de placer, giró su cara y recién ahí comprendió que esta sucediendo. Liliana seguía estimulándola con los dedos en su húmedo sexo. Mi mujer resignada, bajó la cabeza y retomó su tarea de satisfacer a su amiga.

Liliana gimiendo por la labor de Sandra, desde abajo tenía el mejor de los espectáculos, mi verga entrando y saliendo del culo de su amiga. Sus manos buscaron una almohada, la colocó debajo de su cabeza, dejando de esa manera su boca a la altura de mi culo, comenzó a lamerlo tímidamente al principio, para luego tomar más coraje e introducir su lengua dentro de mí.

Eso me enloqueció, ella notó esto y buscó nuevamente el pomo de crema íntima, lubricó abundantemente toda su mano y al igual que hiciera con Sandra, comenzó a describir círculos alrededor de mi culo, suavemente introdujo uno de sus dedos, lo retiró solo a los efectos de que este regrese acompañado por otro, para luego retirarlos nuevamente, y retornar, pero en esta ocasión la malvada trató de introducirme los cinco –cual la punta de una lanza se tratara-, yo ignorante de que pretendía, le facilité la tarea inclinándome sobre la espalda de Sandra. Sin piedad los introdujo, pensé que se detendría al poco de introducírmelos, pero no, siguió y siguió empujando. Cuando solo quedaron afuera los nudillos de su fina mano –menos mal- se detuvo, pero tan solo por un instante, los comenzó a sacar y meter ferozmente como un pistón.

Ato esto, Sandra ya había logrado su segundo orgasmo, cuando comencé a gritar que me estaba por acabar. Liliana retiró por fin la mano, solo para poder tomar bien fuerte y retirar mi miembro de dentro del culo de Sandra, justo en el momento cuando comenzaba manar una profusa cantidad de leche. El primer y segundo chorros espesos de semen, saltaron directo al ahora destrozado culo de mi esposa, orificio que intentaba, sin lograrlo, cerrarse y retornar a su estado natural –un día después, Sandra me comentaría que todavía no se le había cerrado del todo-.

Debido a la gravedad, el semen comenzó un rápido camino desde el agujero del florecido ano, para llegar a los labios hinchados del sexo de mi mujer, allí Liliana tomó cartas en el asunto… comenzó a lamer toda la leche, logrando con esto que mi mujer tuviera su último orgasmo. De mi verga seguía saliendo semen, la amiga advirtió esto porque las gruesas gotas caían en su rostro, dejo entonces el sexo de mi mujer para emprenderla con mi verga. No dejó un solo vestigio del blanquecino y viscoso líquido.

Para no cansar en la segunda parte continuaré con mis experiencias personales.

Estimadas amigas lectoras de todorelatos, apreciaré sobre manera su opinión de este relato verídico. Desde ya gracias.

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