Encontrándote

Él hizo una pausa desde el marco de su puerta para repasar con su mirada el vestido rojo ceñido que lucía la joven. Se lo había comprado hacía unas tardes, cuándo habían quedado para dar un paseo por el centro comercial de la ciudad. Tenía instrucciones claras de vestirlo con unas medias negras.

Puso sus frías manos sobre su cuello, haciéndola estremecer y cerrar los ojos bajo su opresión. No apretó fuerte, simplemente se regodeó con rodearlo con sus falanges, haciéndole sentir que estaba bajo su control sutilmente.

  • Liah – Él hizo una pausa desde el marco de su puerta para repasar con su mirada el vestido rojo ceñido que lucía la joven. Se lo había comprado hacía unas tardes, cuándo habían quedado para dar un paseo por el centro comercial de la ciudad. Tenía instrucciones claras de vestirlo con unas medias negras transparentes y cualquier tipo de tacón. - Estás preciosa. Entra.
  • Con permiso – Dijo mientras cruzaba los centímetros de su libertad.

Y allí estaban, en casa de su también joven compañero de trabajo. La música de Phoenix se expandía desde el comedor por el resto del piso. Ella avanzaba delante de él, que había cerrado la puerta y la seguía con una media sonrisa.

  • ¿Lizstomenia? Me encant.. - Antes de que pudiese continuar diciendo nada más él se abalanzó sobre sus labios, mordiéndolos con suavidad. Sus dientes rozaban sus pequeños sentidos haciéndole perder algo el equilibrio.
  • Liah – Dijo separándose mientras ella tomaba aire – Quítate los tacones y las medias

Pareció dudar un momento, pero los ojos verdes de su amo, el cual se había sentado en el sofá, la amedrantaron. Volvió hacía bajo su mirada dispuesta a deshacerse de sus zapatos.

  • Ponte en mi perspectiva y mírame mientras lo haces.
  • Como quieras – Continuó quitándoselos mientras la tensión se sostenía en sus miradas. Él estaba serio, impasible, mientras que ella echa un manojo de nervios se bajaba por último sus medias, por lo cuál su vestido se subió un poco.
  • Lo has hecho bien. Ven aquí.

Ella se acercó y él se levantó hasta su altura. Situó el cuerpo de la chica mirando hacía la mesa y se situó detrás. Bajó sus manos debajo de la falda y se encontró con unas bragas de encaje que le entorpecían para sus planes.

  • Te dije que no llevases ropa interior al trabajo– Replicó algo molesto.
  • Me las quito ya, perdón – Atinó a decir la joven tartamudeando.
  • Ni se te ocurra moverte un centímetro.

Notó como un pequeño dedo se colaba en su intimidad que ya estaba húmeda con solo escuchar su voz ordenando. Su cuerpo pedía abrir sus piernas para notar más esa sensación, pero la orden había sido clara, que no se moviese ni un centímetro. Los minutos continuaban y ese pequeño dedo salía y entraba de su intimidad cuando quería, sin ningún tipo de ritmo y haciendo que se desesperase por poder volver a sentirlo cada vez que desaparecía.

Al poco tiempo, sus bragas estaban completamente empapadas, ya que él no las había apartado apenas para la penetración de las falanges. De repente, el ritmo contra sus paredes aumentó y sus ojos se cerraron buscando lo que era la sensación de un orgasmo cercano. Abrió un poco sus piernas, desobedeciendo, lo que detuvo el placer.

  • Dejame correrme, por favor.

  • Quítate las bragas y pontelas en la boca.

Ella negó como primera reacción, no sabía si podía ir tan lejos con esa humillación.

  • Si quieres correrte Liah, haz lo que te digo. Métete tus bragas en la boca. Así aprenderás la próxima vez.

Decidió dejar de pensar por un momento, pero su orgullo le presionaba con que esto no era una buena opción. Aún así, su coño palpitante le hacía desear más que nada ese prometido orgasmo, por lo que dejó de pensar con la razón.

Dándose la vuelta hacía él, se desvistió de su húmeda prenda y se la llevó con cierto pudor a la boca.

  • Bien hecho – Rió algo divertido – Siéntate sobre la mesa y tienes permiso para correrte, de momento hasta que no seas más obediente no te voy a premiar haciéndolo yo mismo. Cuándo acabes, vuelve a vestirte y sube a la terraza.

Continuará...