Encontrando a mi esclava

Historia real. Este es el primer relato que le ordeno escribir a mi sumisa mechi para aceptarla plenamente como esclava. En el cuenta nuestro primer encuentro. Quiero recibir comentarios, ideas, propuestas, todas para que ella las lea y se sienta mas sometida y puta.

Voy a empezar a escribir algo que estuve retrasando un par de días, mas por la vergüenza que por otra cosa. Es el relato de cómo conocí a mi amo.

Por casualidad nos cruzamos en tinder. Hace un tiempo me lo bajaron mis amigas y al principio me lo usaban ellas, soy un poco tímida y esas cosas me cuestan. Más adelante le perdí el miedo y empecé a usarlo yo. Me parecía divertido calentar tipos por chat, pero nunca me los encontraba, como ya dije soy tímida y básicamente una nena bien… hasta que me cruce con Ale.

Parecía ser un tipo muy bueno, muy pacífico, y no me salió hacerme la puta con él, simplemente chateábamos. Lo hicimos por un par de semanas hasta que quedamos en encontrarnos. Fuimos al parque, tomamos unos mates, todo muy normal. Después de un par de horas,  por alguna razón y no me acuerdo cual, el me conto que le gustaba jugar con esposas. Tenía esposas en su casa.

En ese momento, y lo sé porque me lo dijo, me cambio la cara. Siempre había querido jugar con algo así. Muchas veces me toque pensando en que me cogían atada, sin poder moverme y loca de placer. Ale no solo tenía esposas, sino más juguetes, bolitas, plugs,  vibradores a control remoto...

Lo primero que se me vino a la mente cuando me conto sobre eso es lo divertido que sería salir a la calle con el vibrador puesto, que la gente mire y yo vibrando por dentro, toda mojada, tratando de disimular la vergüenza y la calentura.

Se fue haciendo la noche y nos dimos unos besos, yo ya estaba muy caliente después de que él me contara de sus juguetes, y sinceramente necesitaba más que besos. En el parque mucho no podíamos hacer, pero que la gente estuviera mirando me generaba una mezcla entre calentura y vergüenza que no podía controlar y hacia que me moje más y más. Eran simplemente unos besos, pero termine encima de él, muerta de vergüenza y excitada. Creo que gran parte de la calentura venia de darme cuenta de que a él le gustaba mi vergüenza, le causaba risa, y eso me calentaba y me ponía peor.

Ese día no paso nada, pero yo llegue a mi casa muy mojada. Esa noche me toque pensando en el, en su mano rozándome la concha por encima de la calza, en sus caricias que me hacían temblar.  Acabé con mis manos imaginándome esposada y cogida por su pija mientras  me metía y sacaba el vibrador de la cola. Estuve todo el día siguiente pensando en esa imagen y en las ganas que tenía de chupársela.

Pensé que iba a aguantar más sin verlo, lo que me había contado de sus juguetes me daba un poco de miedo, pero la calentura me pudo y al otro día lo vi. Fui a la casa de él decidida a cogérmelo y a pedirle que me esposara. Lo increíble es que pasó algo más que eso.

Empezamos a besarnos y me empecé a mojar, yo me moría por chuparle la pija. Me arrodille, le saque todo y empecé a chuparla. Mientras me la metía despacito en la boca lo miraba a los ojos, haciéndome la puta, sin saber lo que me esperaba.  A medida que me la metía entera en la boca lo miraba, y se le iba poniendo cada vez más dura. No sé en qué momento me saque la ropa, ya no me acuerdo. Nos acostamos y yo seguía chupando, jugando con la punta y volviéndomela a tragar toda. El empieza a tocarme la concha muy despacio hasta que me mete los dedos de golpe y yo estallo, no podía contenerme más, le acabe toda la mano. Lo miro fijo y me dice “ te dije que podías parar de chuparla? Seguí”.

No lo podía creer, no podía más de lo caliente y recién había tenido un orgasmo descomunal, pero lo que me acababa de decir me puso mucho más caliente que antes. Se la chupe como una loca mientras él me tocaba. Termine acabando de vuelta con su pija dura en mi boca sin poder gritar del placer.

Me mira fijo y me acaricia despacito. Lo mire con un poco de miedo, ya sabía que era lo que me esperaba, después de lo que me acababa de decir no había más dudas. Se levanta y va a buscar sus juguetes, los trae tapados, yo me moría por ver que tenía ahí y  la calentura me sacaba el miedo a lo que venía.

Saca sus esposas y me ata, me empieza a tocar despacito las tetas jugando un poco con mis pezones. Yo estaba muy caliente, esas caricias no me faltaban,  necesitaba que apriete y que me los muerda. Cuando se lo pido me sonríe y empieza a morder y a tirar. A pesar de ya haber acabado muchas veces seguía mojada y que me tocara así me ponía peor. Mis pezones estaban muy paraditos y apretados y sentir los dientes de él apretando me hacían temblar de placer. Después de un rato, cuando yo ya no daba más de dolor y de la calentura me empieza a tocar la concha muy despacito y saca, de donde yo no podía ver, otro de sus juguetes. Era un vibrador verde en forma de pija con un montón de anillos, yo temblé con tan solo verlo. Me lo hace sentir un poco cerca de la concha, y me lo mete encendido.

La sensación que tuve fue increíble, acabe con todo el cuerpo, me hizo temblar tanto que no podía quedarme quieta, y él seguía metiendo y sacando y yo apretándome cada vez más. No podía parar de acabar.

“te gusta morocha?” me pregunta, su voz me puso más loca, estaba muy mojada y acabé dos veces más dejando todo el juguete lleno de mis jugos. Necesitaba chupársela, así que con esposas y todo me metí toda su pija adentro de mi boca y empecé a chuparla toda. Con toda adentro, podía sentir lo dura que la tenia, y más caliente me ponía.

Cuando me doy cuenta veo que había sacado algo más de sus juguetes… tenía un látigo. Yo me había olvidado por completo de eso. Lo miro con miedo a los ojos, era imposible sacarme la cara de caliente, me daba miedo, pero quería ya que lo usara.

Primero me roza despacito, yo me moría de ganas de que me pegara fuerte, pero no dije nada y esperé. El me vio la cara y empezó a usarlo cada vez más fuerte. Yo no podía más de la calentura, toda mojada, y con la cola roja y ardiendo de dolor. Con cada golpe yo me tragaba el grito de placer, me daba vergüenza hacer mucho ruido. Cuando más me pegaba más me mojaba y más gritaba. Cuando estaba a punto de acabar me deja, yo no podía creerlo, no me había dejado acabar, realmente estaba haciendo lo que quería conmigo.

Me da vuelta y me tira en la cama, yo sabía que tenía un juguete más. En ese momento yo estaba esposada, con la cola hacia arriba, y con el atrás… me sentía muy entregada. “Abrí las piernas “me dijo. Yo abro con un poco de miedo, y él me agarra de las piernas abriéndome bien. Me empieza a chupar de a poquito, yo siento su lengua cada vez más adentro de mi cola, haciendo que se vaya relajando cada vez más. Mi cuerpo no podía más, temblaba como nunca,  lo que hacía que cierre las piernas. “abrilas” me decía, hasta que me dijo seca y más fuerte, “abri!”... Fue una orden. Yo no me resistí más y le hice caso, me deje hacer lo que quiso. Me chupo y me toco tanto que yo no quería otra cosa más que me metiera su pija en la cola mientras yo estaba entregada a él con las manos esposadas. Acabe otra vez y trajo uno de los juguetes que me daba más miedo y no sé por qué: unas bolitas. Mientras  me miraba me las iba metiendo de a una, muy de a poquito en la cola. Yo no hacía más que temblar, en la cuarta me dijo “metete esta vos”. Era nuevamente ese tono, me lo estaba ordenando. Obedecí inmediatamente, cada vez que me hablaba así yo no podía hacer otra cosa que hacerle caso. Me hizo meterme todas las bolitas enteras yo sola, me lo había ordenado, no podía hacer otra cosa que cumplir.

Cuando me doy vuelta veo que la tenia durísima, yo quería su pija adentro mío, no la quería chupar mas, quería que me cogiera fuerte y que me acabara toda. Me mira, me da vuelta y  me la mete hasta el fondo. Yo tenía las bolitas adentro de mi cola todavía y hacia que todo se sintiera muy apretado. Acabe al segundo que sentí su pija dura cogiéndome. Me dejo temblando, pero él me seguía cogiendo con fuerza.  Lo mire y me dice “desde ahora vas a hacer todo lo que yo te pida, vas a ser complaciente, vas a hacerme caso, vas a ser mi perrita”. Yo estalle, mi cuerpo no paraba de mojarse, y no lo podía creer. “Me escuchaste? Vas a ser mi esclava, y desde ahora yo voy a ser tu amo, y quiero que hagas lo que yo diga. Vos no vas a acabar más sin mi permiso y cada vez que lo hagas me lo vas a agradecer, me entendiste? Decime, me entendiste?”

Mirándolo a los ojos le dije que si , “yo no quiero un sí, quiero que me respondas bien” lo mire de vuelta y muerta de vergüenza le respondo “si amo, voy a hacer lo que me pidas, quiero que me uses como un juguete, voy a dejar que me hagas todo lo que quieras”. Yo sentía que todo el cuerpo me temblaba y cuanto más me cogía peor era.

No daba más de calentura, y cuando estuve a punto de acabar me mira y me dice “mira que no podes acabar, yo no te dije que acabaras”. Le tuve que rogar que me dejara, mi cuerpo no podía más, tenía la concha muy mojada, y las bolitas de la cola me apretaban cada vez más. Necesitaba acabar.

En un momento empiezo a sentir en su pija que me iba llenar de leche… lo sentí llegar y me moría por meterme su pija la en la boca y tragarme todo. Con esa idea termine acabando sin su permiso, y no le gusto. “ponete en cuatro, es una orden”. Yo no podía ni mirarlo, le hice caso. “ahora vas a contar los diez latigazos y me vas a agradecer por cada uno de ellos”…y empecé:

Uno, gracias amo.

Dos, gracias amo.

Tres, gracias amo.

Cada vez lo hacía más fuerte y yo me calentaba más.

Cuatro, gracias amo.

Cinco, gracias amo.

Empezó a pasarme el mango del látigo por la concha, yo la tenía muy mojada y que hiciera eso me excitaba más.

Seis, gracias amo.

Ya casi no podía ni hablar de la calentura y él seguía pegándome en la cola y pasándome el látigo por la concha.

Siete, gracias amo.

Ocho, gracias amo.

Yo rogaba porque termine y al mismo tiempo me volvía loca sentirme así, sumisa.

Nueve, gracias amo.

Diez, gracias amo.

Cuando terminó yo no me puedo acordar si acabe o no. Lo que si me acuerdo es que tenía la cola ardiendo, y que ya sabía cómo iba a ser todo de ahí en adelante. Yo iba a ser su esclava, yo le iba a hacer caso en todo lo que me pidiera. No hacerlo implica un castigo, un castigo digno de una sumisa como yo.

Ahora estoy escribiendo esto en mi casa, en mi cuarto de nena bien, con mi familia en la cocina, y con un vibrador metido en la concha, acabando cada dos párrafos, tal como él me dijo que haga.

Me ordenó que escribiera todo lo que paso, y que lo subiera a algún lado. Quiere ver los comentarios, quiere ver como la gente se calientan con lo que escribo. Obviamente le hice caso, él me ordeno que lo haga, y yo obedezco. Si no cumplo no voy a poder ser su esclava, y yo necesito que me dominen, necesito que me usen, es la única manera de apaciguar la calentura constante en la que me tiene.