Encerrona con Negros
En aquellos tiempos empezaba a manejar las redes sociales y a conocer mucha gente a través de ese medio; y pronto contacté con un señor muy agradable con el que pronto llegamos a ser muy buenos amigos, aunque nunca nos habíamos visto. Un día, este señor, me propuso quedar para tomar un café y conocernos un poco mejor, sin ninguna pretensión.
Esta experiencia la tuve hace ya algunos años atrás. Yo aun vivía en Madrid, y en aquellos tiempos yo empezaba a manejar las redes sociales y a conocer mucha gente a través de ese medio; y pronto contacté con un señor muy agradable con el que pronto llegamos a ser muy buenos amigos, aunque nunca nos habíamos visto. Un día, este señor, me propuso quedar para tomar un café y conocernos un poco mejor, sin ninguna pretensión. Estuvimos intercambiando mensajes algunos días más hasta que llegó el día en que nos encontraríamos.
Era un Jueves y quedamos a las ocho de la tarde, que ya el calor no era tan intenso; aunque tengo que decir que aquel día sí que hizo mucho calor y a esa hora seguía haciendo bastante calor. Habíamos quedado en la Puerta del Sol, como mucha gente hace para quedar donde la estatua del oso y del madroño. Cuando llegué al lugar en el que habíamos quedado él ya estaba allí. Era un señor agradable, bien vestido, elegante, alto y de complexión atlética, tendría unos cincuenta años aproximadamente, pelo con bastantes canas, pero bien cuidado, llevaba barba. Nunca había estado con nadie que tuviera barba hasta entonces. Nos saludamos al vernos con dos besos y me dijo que tenía que hacer algunas gestiones y si yo quería acompañarle no había ningún problema ya que podría esperarle en el coche y no tardaría más de diez minutos.
Yo me había vestido para la ocasión con una faldita por encima de la rodilla, de esas que se cruzan por delante como si fuera un pareo, y una camiseta de tirantes de color blanco. En esta ocasión si llevaba ropa interior, porque no puedo negar que habíamos tenido algunas confidencias y compartido deseos entre este señor y yo, pero como era nuestra primera cita no quería que me tomara por una mujer fácil que pudiera hacer conmigo cualquier cosa en la primera cita.
Fuimos hasta su coche que lo tenía aparcado en un parking subterráneo y nos dirigimos hacia la zona de Serrano, llegamos a un hotel y me dijo que me quedara en el coche, que solo iba a recoger unas cosas y volvería enseguida. Efectivamente tardó unos diez minutos y venía con una bolsa de viaje, la puso en el maletero del coche y continuamos. Después fuimos por la carretera del aeropuerto hasta que llegamos a un restaurante muy grande con terraza, el sitio era muy agradable. Pedimos nuestras bebidas y estuvimos charlando de nuestras cosas en una conversación muy amena. Yo me sentía tan cómoda con este señor que me tomé varías cervezas, después de la segunda cerveza tuve que ir al baño y cuando regresé ya tenía una caña más ahí en la mesa para mí. Me sentía un poco mareada, no sé si por la excitación del momento, o porque yo no suelo beber mucho, pero la tercera cerveza se me subió realmente a la cabeza. Poco a poco empecé a sentirme como mareada pero estaba muy agradable y lo más sorprendente es que estaba empapada, estaba mojadísima sin haberme siquiera tocado.
Empezaba a caer la tarde y le dije al señor que quería irme a casa. Él me dijo que con mucho gusto me acercaría hasta mi casa o hasta el Metro o autobús más cercano, como yo prefiriera. En las condiciones en que me encontraba no podía ir en Metro o autobús, iba chorreando y un tanto chispada, así que le dije que me acercara a casa si no era mucha molestia para él, a lo que accedió encantado. De vuelta hacia el centro, yo vivía por la zona de Embajadores, me dijo que tendría que desviarse un poco, si a mí no me importaba, para darle un recado a un amigo suyo, era algo que llevaba en la bolsa de viaje que había recogido del hotel, según me dijo. Yo no puse ninguna objeción evidentemente. Se desvió hasta la Plaza España y después se metió con el coche por el Parque del Oeste. Yo ya estaba que no podía más, creo que mis jugos vaginales habían traspasado mis braguitas, mi fina falda y estaba mojando el asiento del coche de este señor, para colmo me habían entrado una ganas enormes de hacer pis. Además estaba como en una nube y no me atrevía a decirle nada. Al entrar al Parque del Oeste, hizo una exclamación y dijo, ¡ahí está Pedro! Su amigo. Yo pensé que ya pronto estaría en mi casa y se me pasaría la vergüenza que estaba pasando. Paró el coche a su lado y el señor le dijo a Pedro que subiera en el coche. Pedro se subió en la parte de atrás. Nada más subirse Pedro al coche, Juan, que es como se llamaba este señor, puso el coche en marcha y nos fuimos de allí.
Nada más arrancar el coche, el señor que iba detrás, Pedro, un señor barrigudo y calvo, seboso y feo, y que luego resultó ser un maleducado, empezó a hablar con Juan de mí como si yo no estuviera delante y diciendo cosas como, “esta es la putita que te has estado trabajando en el Facebook”, “pues está bien buena la cabrona”, y otras lindezas por el estilo. Yo estaba que no me podía creer lo que estaba oyendo y lo peor de todo es que estaba como si no me pudiera ni mover, ni reaccionaba ni nada, solo sentía la calentura que me subía por entre las piernas. El señor de atrás empezó a tocarme las tetas mientras le decía a Juan que enfilara para la Ciudad Universitaria para darme un repaso, a la vez que seguía diciendo que estaba bien buena, que las tetas que tenía estaban bien ricas y le decía a Juan que si no le importaba me iba a ir metiendo mano mientras él conducía. Yo miraba a Juan y me dejaba hacer sin saber que decir, incluso me saco las tetas del sujetador y en voz severa me dijo que me quitara el sujetador, cosa que hice sin remedio. Juan que iba conduciendo y yo a su lado no quiso quedarse atrás y empezó a meterme mano entre las piernas mientras le decía a su amigo cosas como “la tía está empapada”, “me va a poner el coche perdido esta zorra”, yo ya no podía más, me aferré a su brazo y le dije que por favor parara el coche que tenía que hacer pis. No sé qué fue tan gracioso lo que dije porque los dos se reían a carcajadas y Juan empezó a tocarme el clítoris de una manera muy fuerte que unido a los sobeteos que me estaba dando el seboso de atrás, Pedro, consiguieron que me corriera o me meara o las dos cosas a la vez, porque me salió un chorro y me puse a gritar de placer y a dar sacudidas adelante y atrás como si me estuvieran follando dos burros. “Fíjate como se pone la zorra esta”, le decía Pedro a su amigo Juan, “lo vamos a pasar en grande esta noche”, “esta mujer es un volcán”. Yo estaba empapada y el coche lo manché todo con mis jugos y mi orina. Me sentía realmente muy sucia, pero ellos siguieron sin parar hasta que llegamos a la Ciudad Universitaria.
Pedro, el señor seboso que iba detrás en el coche debía de conocer bastante bien la zona, pues le estuvo dirigiendo a Juan hasta que llegamos a un sitio entre pinos, muy alejado y escondido. Juan paró el coche y me hicieron salir fuera, me obligaron a quitarme las bragas y la falda; el sujetador estaba en el coche tirado. Así que allí me encontraba con dos hombres que no conocía de nada, en pelotas en mitad del campo, completamente mojada y cachonda perdida. Es fácilmente imaginable cómo abusaron de mí entre los dos. Me follaron por todos lados y solo me dejaron descansar cuando ya se habían corrido más de tres veces. Pedro, el señor gordo, no paraba de restregarse la polla por mi culo, por mi vientre, me hacía ponerme de rodillas y me restregaba la polla por toda la cara y hasta los cojones le tenía que chupar y restregarlos en mi cara. Cuando ya estaban cansados de abusar de mí como quisieron, yo estaba tumbada en el suelo con las piernas abiertas y llena de corridas por todo mi cuerpo. Pero ahí no terminó la cosa, porque Pedro, una vez más, propuso una nueva cosa diciendo, “vamos donde los negros”. Qué es eso, pensé. Al rato iba a saber que significaba ir donde los negros. Pero antes descubrí el contenido de la bolsa de viaje que Juan había recogido en el hotel. Sacó la bolsa del maletero del coche y al abrirla empezó a sacar cosas, primero unas cuerdas, también un huevo vibrador, bolas anales, lubricantes, tenía mordazas, consoladores en forma de polla enormes de color negro y de color carne con vibración, y más cosas que no alcancé a ver. Sacando estas cosas de la bolsa discutían sobre qué sería lo mejor para mí y hablaban entre ellos como si yo no estuviera delante. Finalmente acordaron entre ellos, y sin pedirme ningún permiso, como es obvio, me metieron primero el huevo vibrador en mi vagina. Lo untaron con una crema lubricante y me lo introdujeron dentro. Pedro me inspeccionó para ver si estaba mojada comprobando que estaba como un torrente, no sé qué me pasaba pero sin poder remediarlo estaba excitadísima y empapada por todos lados. Al meterme la mano entre las piernas, Pedro exclamo: “está empapada la tía”, “méteselo directamente” le respondió Juan. Me metió el huevo dentro, lo cual hizo sin ningún esfuerzo, yo no dejaba de correrme una y otra vez. Y estos dos volvieron a excitarse de verme tan cachona que me follaron la boca por turnos hasta correrse en mi garganta, me atragantaba pero me obligaron a tragármelo todo. Después de meterme el huevo dentro de mi vagina me ataron las piernas, una contra otra para que no pudiera separarlas; decían que era para que no se saliera el huevo que llevaba dentro, y me ataron de tal manera que me dejaron con el agujero del culo expuesto completamente y en esa posición empezaron a meterme unas pequeñas bolas anales que decían que eran por el ojete. No sé cuántas bolas me metieron por el culo, por lo menos media docena. Aunque lo peor era cuando las sacaba el Señor Pedro de mi ojete, las sacaba y las volvía a meter, y así se estuvo entreteniendo un buen rato escuchando los gemidos que yo daba sin poder remediarlo. Cuando el Sr Pedro se cansó de jugar con las bolas en mi ojete, me dio una buena azotaina en las nalgas, para decirme lo que íbamos a hacer a continuación y que como buena perra y zorra que era iba a realizar sin rechistar, aunque eso no fue nada comparado con los correazos que me dio Juan con su cinturón, me dejaron el culo que no me podía sentar, por lo que tuve que ir todo el camino con el culo en pompa en el coche, en el asiento de atrás me pusieron como a una perra, atada y sin poder separar las piernas pusieron en funcionamiento el huevo vibrador y ahí creía que me iba a dar algo, era una sensación entre gusto y ganas de gritar, pero de vez en cuando Pedro me miraba y me recordaba que estuviera calladita con unos buenos bofetones y amenazándome con ponerme una mordaza en la boca. También aprovechaba para sacarme las bolas del ojete y volverlas a meter, cosa que me excitaba aun más. Así me llevaron en el coche hasta la Cuesta de la Vega, medio desnuda, solo llevaba puesta la camisetita de tirantes y las sandalias, sin sujetador, sin bragas, sin falda, empapada y cachonda como una perra.
Se metieron por detrás de los coches que había aparcados allí y llegamos como a un camino escondido y rodeado de árboles y con las luces del coche pude ver que había como bultos en el suelo y como salía gente corriendo. Juan dijo que los negros pensaban que éramos de la policía. Así que apagó los faros del coche y le dijo a Pedro que saliera del coche y hablara con uno de ellos, un tal Babu que parecía que conocían. Yo no podía hacer nada y solo podía pensar en qué sitio me habían traído estos dos señores y cómo es que conocían a estas personas que parecían sin techo, inmigrantes y negros. El Sr Juan estaba en el coche mientras que su amigo Pedro estaba hablando con algunos de aquellos chicos y le hacían señas como indicándole algo.
Mientras tanto yo estaba prácticamente desnuda en el asiento de atrás del coche del Sr Juan, con un huevo vibrador en mi vagina y unas bolas anales metidas en el ojete; y una calentura que a pesar de las circunstancias en las que me encontraba, en lugar de menguar, iban en aumento cada vez más. A pesar de todo yo le pedía por favor, le suplicaba al Sr Juan que me sacara de allí y me llevara a mi casa; a lo que él me responde que me estuviera calladita porque todavía no había terminado conmigo y que si me iba a sacar pero del coche. En esas estábamos cuando me doy cuenta que unos cuantos negros se estaban acercando al coche y empezaban a mirar en el interior y le preguntaban al Sr Juan lo que hacíamos ahí y qué llevaba en el asiento de atrás; yo quería esconderme y que no me vieran pero no había dónde y no tardaron en estar todos viendo a través de las ventanillas mientras me miraban un grupo de chicos jóvenes y fuertes que se estaban relamiendo por lo que estaban viendo en el asiento de atrás de aquel coche. ¿Qué traes ahí? Le decían al Sr Juan. Una zorra hambrienta de polla, les dijo. Por favor, por favor Sr Juan, vámonos de aquí, hago lo que ustedes quieran Sr Juan a usted y a su amigo pero por favor vámonos de aquí, le suplicaba yo al Sr Juan. Por supuesto que vas a hacer lo que queramos y va a ser aquí mismo, vas a ser la “merienda” de estos negros, es la respuesta que obtuve del Sr Juan.
Abre la puerta y saca a la zorra, decían los negros alrededor del coche. Si, un momento decía el Sr Juan y yo me puse a sollozar aunque mi calentura seguía ahí martirizándome. Al poco aparece el gordo y seboso Sr Pedro que venía con un negro más mayor que los que había alrededor del coche y por la pose que traía parece que tenía alguna especie de autoridad en aquel entorno, ya que todos se apartaron con bastante respeto. Mira lo que te traemos Babu, le decía el Sr Pedro, abriendo la puerta de atrás y tirando de mí y sacándome fuera del coche. Yo no podía resistirme a nada y lo mejor que podía hacer era colaborar con ellos y que no me hicieran algo peor que lo que ya me esperaba me iban a hacer. Y allí estaba con mi camisetita y mis sandalias de tacón cubriendo mi cuerpo en medio de todos aquellos hombres. Muchos negros se habían sacado la polla y se estaban masturbando mientras me miraban con una cara de vicio que me asustaban. Mira Babu, decía el Sr Pedro, tócala, ya verás lo mojada que está. El negro me empieza a meter mano entre las piernas tocándome sin ningún pudor y metiendo sus dedazos dentro de mi vagina encharcada de mis jugos. La cara de satisfacción que se le puso al tal Babu era digna de observar. Mira esto, sigue diciendo el Sr Pedro, y me obliga a inclinarme hacia adelante para mostrarle mi culo al negro Babu y a todos los demás y empieza a sacarme las bolas anales del ojete, me las sacaba y las volvía a meter y yo daba grititos entre el gusto y la vergüenza mientras varios negros se agolpaban detrás de mi y unos me tocaban el culo y otros me daban azotes y yo me corría del gusto, no sabía porqué pero aquella situación me tenía salida como una perra.
Una vez pasados los preliminares y hechas las presentaciones a los negros de la zorra como me llamaban los dos señores que me habían llevado hasta allí, empezaron a usarme como les venía en gana, estaba en medio de un montón de negros, no podía contar cuántos podía haber, solo sabía que eran muchos y me estaban follando, penetrando, abusando usando y corriéndose encima y dentro de mi como mejor les parecía sin que yo pudiera negarme a nada; creo que pasaron por los agujeros de mi cuerpo todo aquel poblado de negros y algunos de ellos varias veces. Cuando se cansaron me dejaron allí tirada en el suelo, tiraron mi ropa y mis cosas encima de mí y me dijeron que me marchara rápido, que no querían tener problemas y que mis “amigos” me estaban esperando en el coche. Me levanté como pude, ya que tenía todo el cuerpo dolorido además de pringoso y lleno de lefa de negro por todo el cuerpo; cuando me alejé de allí no quería encontrarme a los dos señores que me habían puesto en aquella situación pero estaban esperándome en el coche y en cuanto me vieron me hicieron entrar en el coche. Yo no quería nada más que irme a mi casa, limpiarme y descansar pero aquellos dos me dijeron que me llevarían a mi casa ya que por aquel día estaban satisfechos, pero que cuando les apeteciera vendrían a buscarme para divertirse conmigo, que sabían dónde vivía y que tenían muchas cosas que ir preparando para que yo hiciera y pasarlo todos bien, yo incluida.