Encerrado con mis primas — Capítulo 7

Fabio afrontar varias situaciones. Por un lado, la situación después de haberse corrido en las piernas de su prima Vero, y por otro, la reacción de su prima Maya a la incursión a su cuarto y al hurto de pruebas.

Capítulo 7: De momento, sigues siendo virgen

Debo disculparme, pero… ¿Cómo? ¿Alego locura transitoria? ¿Qué excusa creíble puedo darle a Vero para justificar mis actos? ¿El calor? Ella también lo sufría… ¡Joder! Es que básicamente me he aprovechado de la situación para cumplir mis fantasías sin que pueda rechazarme… ¡Incluso la he hecho verse obligada a besarme para acallar mis jadeos! ¡¿En qué estaba pensando?! Acabo de fastidiar mi relación con la única de mis primas con la que me llevo bien… Si me arrastro y me arrodillo disculpándome, ¿me perdonará?

—    ¿Sí? —digo cuando alguien golpea mi puerta.

Aterrado de que Maya haya descubierto tan pronto mi operación de destrucción de pruebas, mi miedo se incrementa cuando la que entra es Vero, la cual se ha duchado y cambiado de ropa, añadiendo un pantalón minúsculo de pijama a su vestimenta. Viéndola mirarme con cierta confusión, cierra la puerta antes de sentarse a mi lado en la cama, donde llevo refugiado las últimas dos horas desde mi incursión.

Quedándome en un avergonzado silencio mientras sus ojos me observan sin decir palabra, finalmente se mueve para rebuscar en su bolsillo, sacando la bolsita transparente donde está guardada el tanga de Maya. Con tranquilidad, lo deposita en medio de los dos, dejándome congelado mientras pienso en que me va a amenazar o chantajear…

—    ¿Y bien? —pregunta viendo mi pasividad—. ¿Vas a contármelo o no?

—    ¿Cómo? —respondo, confuso.

—    Has dicho que me explicarías porque Maya tiene guardado un tanga con tu semen. —contesta frunciendo el ceño.

—    Sí, pero… —murmuro observando su rostro, que me mira con cierta diversión—. ¿No estás enfadada?

—    ¿Enfadada? ¿Por qué? —pregunta sin comprender.

—    Por lo del armario. —contesto bajando algo el tono.

—    Es normal que tuvieses una erección. —replica con una sonrisa amable—. Es más, si no te la hubiese provocado en esa situación, me hubiera sentido insultada.

—    Pero… —murmuro, contrariado, sin atreverme a decir lo que pienso.

—    ¿Pero qué? —insiste Vero, confusa.

Mirandola mientras me muerdo el labio, me debato entre si se está haciendo la tonta para no afrontar la situación o realmente no tiene ni idea de lo que estoy intentando decir. ¿Debería seguirle el juego? ¿O para evitar que nuestra amistad se manche debo solucionar el problema?

—    Fabio. —dice Vero con un suspiro después de varios segundos de silencio, poniendo una mueca comprensiva.

—    ¿S-Sí?

—    No estarás pensando que me he enfadado por lo otro que ha ocurrido, ¿verdad? —contesta con una sonrisa que sólo consigue dejarme más intranquilo.

—    Bueno, sí. —confieso haciéndola reír.

—    Ya te he dicho que es normal excitarse en esa situación. —murmura con una mirada cariñosa.

—    Pero… —respondo con una mueca—. No debería, somos familia.

—    No es como si fuésemos hermanos, somos primos. —contesta Vero quitándole importancia con un gesto—. Además, no es para tanto, ya sabes que para mí los besos son un gesto de cariño.

—    Ya, pero yo me refería más a… —murmuro quedándome callado, sintiendo que se está burlando de mí a propósito.

—    ¿A tocarme el culo? —replica con un rostro de diversión—. No es para tanto, otro gesto cariñoso.

—    Qué me corra en tus piernas, ¿también es un gesto cariñoso? —pregunto con un cierto tono mordaz, molesto por su actitud.

—    No, eso es de cabrones. —replica enarcando una ceja con rostro serio, sustituyendo mi molestia por, nuevamente, miedo.

—    Lo siento. —me disculpo con mala cara.

—    Te había dicho que me avisases para poder evitarlo, ¿sabes lo incómodo que es caminar con las piernas goteando? —murmura con diversión en sus ojos—. La próxima vez que te encuentres en una situación parecida, piensa un poco en la otra persona.

—    ¿Puedes dejar de burlarte? Te estoy hablando en serio. —protesto viendo sus intentos de burlarse.

—    Yo también, primito. —contesta con un suspiro, volviendo su rostro más serio—. Deja de darle vueltas, que tampoco es para tanto lo que hemos hecho.

—    Pero…

—    Estábamos en una situación comprometida, nos hemos excitado, y nos hemos dejado llevar un poco. —responde con una sonrisa burlona—. No pasa nada, esto no cuenta como sexo, de momento, sigues siendo virgen.

—    ¿Nos hemos? —cuestiono ignorando su dardo a mi orgullo.

—    Fabio, por mucho que no hayas tenido novia, creo que es de conocimiento popular que una mujer se moja cuando está excitada. —dice mi prima—. Y si realmente hubiese querido, te hubiese detenido.

Quedándome en silencio mientras intento procesar sus palabras, un cierto nerviosismo crece en mi estómago al comprenderlas, con todo lo que esto conlleva. Si realmente me hubiese detenido de no haberlo querido… ¿Significa que ella también quería seguir? ¿Hasta qué punto le gustaba hacer eso con su primo? ¿Me hubiese dejado meterla de haberlo intentado? ¿Me habría permitido cruzar la barrera de lo indebido al incesto? ¿Qué hubiera pasado en otra situación y si no fuésemos familia?

—    No lo pienses tanto. —murmura Vero, sonriendo con un suspiro.

—    Pero…

—    En fin, ¿me vas a contar esto o no? —pregunta mi prima, cambiando de tema mientras alza de nuevo el tanga de Maya.

—    Es que… No sé. —replico aún aturdido por sus palabras.

—    Después de todo lo que hemos pasado, ¿acaso no confías en mí? —murmura con cara de lástima.

—    No es eso. —rechazo poniendo una mueca.

—    Entonces, cuéntamelo. —exige Vero agarrando el tanga y amagando con levantarse—. O tendré que ir a Maya a preguntarle.

—    Está bien. —cedo finalmente bajando la cabeza inconscientemente mientras pienso en que palabras utilizar.

—    Muy bien. —dice mi prima sonriendo por su victoria—. ¿Por qué tiene esto Maya?

—    Porque me estaba chantajeando con él. —murmuro con mala cara.

—    ¿Cómo es eso? —pregunta frunciendo el ceño con curiosidad.

—    Hace unos días, cuando comenzó el confinamiento, me tocó poner la lavadora, y cuando estaba en ello me… —respondo quedándome a medias por la vergüenza de ver en el rostro de Vero que sabe por dónde voy.

—    Te excitaste y te masturbaste como un fetichista. —acusa Vero con un rostro que no expresa nada.

—    Sí. —admito sintiéndome horriblemente mal de no ver emociones en su cara—. ¡No sé qué me pasó! El olor de ese tanga era muy intenso, me atrajo y yo…

—    Las feromonas. —dice finalmente con un suspiro.

—    ¿Qué? —pregunto a su interrupción.

—    Te sucedió que tu libido se disparó a causa de las feromonas que te llegaron del tanga. —responde hundiéndose de hombros—. No es para tanto.

—    Me calenté con el tanga usado de mi prima hasta el punto de masturbarme con él, ¡¿cómo que no es para tanto?!

—    Es natural, primito. —dice sonriendo afablemente mientras me da una pequeña caricia cariñosa en la mejilla.

—    Es de todo, menos natural. —contesto frunciendo el ceño—. Es mi prima.

—    Creía que ya lo habíamos hablado. —replica con una sonrisa—. Tu cuerpo no entiende de relaciones sanguíneas, sólo notó el aroma que relaciona con la procreación y te disparo las ganas de aliviarte sexualmente, es normal.

—    Pero…

—    A ver, sí que es reprochable que lo hayas hecho sin pedir permiso. —dice levantando una ceja acusadora—. Pero también es algo lógico si ponemos a un chico joven, y virgen, a toquetear la ropa interior usada de cuatro chicas jóvenes.

—    ¿Pedir permiso? ¿Estás loca? —replico abriendo los ojos ante su locura—. Le digo a Maya que me quiero hacer una paja con su tanga, y me tira por la ventana.

—    También es verdad. —admite, riendo—. Pues la próxima vez, avísame y te ayudo.

—    ¿Q-Qué me ayudas? —contesto casi atragantándome con mi saliva.

—    Tengo muchos tangas, no me importa darte uno. —replica hundiéndose de hombros.

—    Estás loca, ¿por qué harías eso? —murmuro viéndola reír de nuevo.

—    Digamos que puedo entender tu situación. —responde Vero.

—    ¿Cómo vas a entender que me caliente el olor de las bragas de mi prima mientras hago la colada? —pregunto frunciendo el ceño.

—    No lo veo tan raro, a decir verdad, yo… En fin, también tengo cierto fetiche con el tema de los olores. —confiesa con una sonrisa nerviosa.

—    ¿Cómo? —murmuro con cierta sorpresa e intriga.

—    ¿Qué pasa? ¿Acaso no puedo tener fetiches? —dice enarcando una ceja entre divertida y avergonzada.

—    Claro que puedes. —respondo hundiéndome de hombros—. Pero me sorprende…

—    En fin, quizá sea algún tipo de consecuencia de pasarme la vida practicando deporte, el cual mi mente relaciona con el placer, y estar acostumbrada a rodearme de personas sudadas. —confiesa Vero con cierto nerviosismo—. Pero ese olor que me llega cuando paso al lado de ciertos compañeros… Me excita muchísimo.

—    Vaya. —murmuro sin saber qué responder a su confesión.

—    Estarás pensando que estoy loca… —suspira Vero avergonzada.

—    Tranquila, eso lo llevo pensando desde hace años. —respondo provocando que alce su mirada con un paródico gesto de ultraje.

Quedándonos en silencio, unos segundos, antes de comenzar a reírnos descontroladamente sobre el colchón, la confesión y la carcajada de mi prima consiguen hacerme sentir mejor. Si mi prima también tiene un fetiche con los olores, tampoco soy tan raro, ¿no?

—    Por eso que te hayas calentado con el olor de un tanga usado, no me parece tan importante. —dice Vero cuando nuestra risa se tranquiliza.

—    Puede que tengas razón. —admito con un cabeceo.

—    Y tienes suerte de que estemos encerrados. —contesta con una sonrisa burlona—. Si llegas a oler mi ropa después de correr o de cuando voy al gimnasio y me cruzo con ciertos hombres…

—    ¿Con ciertos hombres? —pregunto con curiosidad.

—    Claro, no me caliento con cualquiera que sude. —responde como si fuera obvio—. Ni yo sé por qué, pero hay determinadas personas que cuando huelo su sudor de cerca, consiguen empapar mi ropa.

—    Vaya. —murmuro intentando no imaginar las bragas de mi prima mojadas de excitación.

—    En fin, retomando la historia. —dice con un animado movimiento, cambiando el tema—. ¿Cómo te cazó? ¿Te masturbaste en el cuarto de la colada?

—    No, en mi cuarto. —confieso algo más tranquilo—. Entro en mi habitación de golpe, y me vio justo después de haber… terminado.

—    Oh. —murmura Vero con una fugaz sonrisa—. Eso sí que es pillar con las manos en la masa.

—    Sí.

—    Si fue a inicios del confinamiento, ¿por qué has tardado tanto en recuperarlo? —pregunta mi prima con curiosidad.

—    Porque tenía algo más con lo que chantajearme, y debía averiguar ciertas cosas antes. —responde con sinceridad, llevado por la burbuja de confianza en la que estamos inmersos.

—    ¿Qué más tenía? —insiste mi prima.

—    Pues… Un video mío, masturbándome. —confieso haciendo que abra los ojos con un gesto de sorpresa.

—    ¿Y cómo lo ha conseguido? —pregunta, intrigada.

—    En fin, después de la cazada se fue y volvió al rato. —murmuro agachando inconscientemente la cabeza—. Me obligó a entregarle el tanga y…

—    ¿Y por qué accediste a eso? —interrumpe observándome como si fuera obvio—. Haberle dicho una mentira, que lo habías puesto a lavar o lo habías tirado por la ventana.

—    ¡Yo que sé, Vero! Estaba muerto de miedo y vergüenza después de que me hubiera pillado, no pensaba con claridad. —respondo frunciendo el ceño.

—    Está bien, pero la próxima vez, sé un poco más inteligente. —contesta con un suspiro y una nueva caricia en mi mejilla—. ¿Y cómo consiguió el video? ¿Lo tenías grabado y te lo robó del teléfono?

—    ¿Por qué iba a tener un video mío pajeándome? —pregunto frunciendo el ceño.

—    No me parecería tan raro. —dice Vero, hundiéndose de hombros—. Yo me he grabado alguna vez, por curiosidad o para… En fin, otras cosas.

—    ¿Qué otras cosas? —pregunto sintiendo mi libido crecer ante las posibilidades que imagina mi mente.

—    Cosas que no te contaré hoy. —replica con una sonrisa avergonzada—. No cambies de tema, ¿cómo consiguió el video?

—    Pues… Después de pedirme el tanga, me chantajeo para que me hiciese una paja delante suyo mientras me grababa. —contesto con un nuevo suspiro—. Pero ya conseguí su contraseña y lo he borrado de su teléfono.

—    ¿Cómo? —murmura Vero abriendo de nuevos los ojos sorprendida.

—    Sí, ya sé que debería haber sido más listo, pero ya te he dicho que no pensaba con claridad, estaba demasiado asustado y…

—    No es eso. —rechaza con un gesto rápido—. ¿Te pidió que te pajearas delante de ella?

—    Sí. —asiento viendo una asombrada mirada de Vero—. Dijo que como yo había violado su intimidad masturbándome con su ropa interior, era para compensar.

—    Me llamas rara a mí por decir que no me parece tan raro darte un beso, entre otras cosas, ¿y ves normal hacerte una paja delante de Maya? —contesta Vero enarcando una ceja.

—    Bueno… Quizá tengas razón. —admito después de pensarlo fríamente.

—    Me parece muy raro lo de que quisiera devolverte el golpe por “violar su intimidad” obligándote a pajearte delante de ella, hubiese servido también una simple foto. A menos que q…

—    ¿A menos qué? —pregunto viéndola quedarse pensativa y callada a mitad de su explicación, terminando por murmurar algo que no consigo oír y sonreír.

—    Me tengo que ir. —dice de golpe Vero, haciendo un ademán de irse a levantar, provocando que agarre su muñeca para evitarlo.

—    Espera, ¿qué ibas a decir? —pregunto viendo cómo se queda arrodillada en el colchón—. No puedes dejar una conversación a medias.

—    Ya te lo contaré. —contesta agarrándome la cara para plantarme un fugaz beso—. Me voy que tengo cosas que hacer, luego nos vemos.

—    Pero… —comienzo a murmurar una protesta, viendo como aprovecha el beso para escapar de mi agarre y ponerse en pie, yéndose hacia la puerta, frenándose a medio camino para rebuscar en el interior de su bolsillo.

—    ¡Ah! Y lava esto también cuando te deshagas de las pruebas. —dice Vero, lanzándome una especie de trapo que agarro al vuelo.

—    Pero esto son… —balbuceo viendo sus bragas empapadas en mis manos, golpeando mis fosas nasales.

—    Iba a llevarlas después de hablar contigo, ya que Anna sigue lavando los platos, pero después de la conversación, creo que les sacarás más provecho. —murmura con una sonrisa traviesa.

—    Pero…

—    Asegúrate de lavarlas bien después. —dice riendo mientras sale por la puerta, dejándome con cara de tonto y sus bragas impregnadas de fluidos en mis manos.

Nunca admitiré la paja que me hice con las bragas de Vero, pero desde luego que fue una de las mejores que me he hecho en mi vida. Definitivamente soy un fetichista de los olores como mi prima… ¿Se puede caer más bajo?


Ya ha pasado un dia, y durante la cena no percibí nada extraño de parte de Maya, la cual posiblemente aún no se ha dado cuenta de que he borrado las pruebas. ¿Debería decírselo la próxima vez que intente obligarme a hacer algo? ¿O debería dejar que lo descubra ella misma?

Y, por otro lado, está Vero. Durante la cena de ayer actuó como siempre, como si no le hubiera confesado mis actos con el tanga de Maya, como si no la hubiera besado con lengua, y como si no hubiera usado sus muslos para correrme encima de sus piernas… Pero, ¿qué otra cosa debía esperar? Como ella misma dijo, todas esas cosas las ve de manera natural. Además, me sigue quedando una duda después de la conversación con ella: ¿hasta dónde podríamos haber llegado? Ella admitió que se había excitado, ¿hasta qué punto de excitada podría estar ella? ¿Hasta haberme permitido p…?

—    ¡A comer! —dice la voz de Inés a través del pasillo, haciendo que baje la pantalla de mi portátil tranquilamente.

Saliendo al pasillo y siguiendo la lenta comitiva de mis primas rumbo al salón, mantengo un paso lento para no adelantar a Anna, la cual va a ritmo de zombi por delante de mí mientras chatea con su teléfono. Aprovechando mi ubicación al final para observar su espléndido cuerpo, apenas cubierto por una lencería sexy, tengo que desviar forzosamente la mirada hacia otro lado cuando se gira, casi cazándome en mi escrutinio. Llevando mis ojos a los suyos como si no hubiera estado desnudándola con la mirada, veo su eterno ceño fruncido, pero increíblemente no dice nada antes de retomar su camino a la mesa.

Escuchando las noticias en la televisión mientras ocupo mi habitual asiento, rápidamente empezamos todos a comer, intercambiando algún pequeño comentario de vez en cuando, normalmente referido a algo de las noticias.

—    Por cierto, antes me ha llamado mamá. —dice Inés, atrayendo los ojos de todos los comensales.

—    ¿Y qué quería? —pregunta Vero.

—    Me ha dicho que la cosa en el Comité se ha alargado y que tardará unos días más en venir. —anuncia la hermana mayor.

—    Vaya. —murmura Anna con cierto aburrimiento.

—    Y Fabio. —dice Inés desviando la mirada hacia mí, consiguiendo que me tense ligeramente en la silla.

—    ¿Sí? —pregunto con cierto temor.

—    Mañana tendrás que venir conmigo para ayudarme con la compra. —dictamina mi prima, relajándome un poco.

—    Claro. —asiento regresando la vista al plato.

—    ¿Puedo ir yo? —pregunta Vero, animándose.

—    No, tú ya fuiste la última vez. —rechaza Inés, ganándose que la otra frunza el ceño.

—    ¡Por favor! Necesito oler aire fresco. —suplica mi prima.

—    No, iré yo. —replica Inés con contundencia—. Si quieres aire fresco, sal al balcón.

—    Ya que no puedo salir a correr, déjame al menos esto. —contesta Vero, mirándome como si yo pudiera interceder de alguna manera—. Al final me voy a volver loca.

—    Lamento informarte que ya estás loca. —suelta Maya llevándose una mala mirada de su hermana mayor.

—    No, iré yo y Fabio. Punto. —sentencia Inés con un tono que no deja lugar a réplica.

Viendo a Vero mirarme con rostro apenado, la escucho suspirar antes de regresar a su plato, prosiguiendo con la comida en completo silencio. ¿Por qué Vero me ha mirado? Yo no tengo la capacidad de hacer que Inés cambie de opinión… Aunque me hubiera gustado más ir con ella, ya que por lo menos tengo relación cercana.

Terminando de comer poco después, rápidamente desaparezco en las profundidades de mi zulo llamado cuarto, quitándome la camiseta y tumbándome agotado sobre la cama para deleitarme con el fresco aire del ventilador golpeando mi sudada piel. Sin darme tiempo a exhalar un suspiro, el sonido de mi teléfono provoca que me estire sobre la cama, agarrándolo para ver con curiosidad el nombre de mamá en la pantalla.

—    ¿Mamá? —preguntó respondiendo con sorpresa y curiosidad—. ¿Pasa algo?

—    No, llamaba para ver cómo estás, cielo. —contesta mi progenitora haciéndome fruncir el ceño.

—    Yo estoy bien, con calor, pero bien. —murmuro sin poder evitar alzar las cejas de sorpresa—. ¿Y tú? ¿Y papá?

—    Bien, aunque estresados. —responde mi madre con un suspiro.

—    ¿Y eso? —pregunto frunciendo el ceño—. ¿Tan mal estáis pasando el confinamiento? Ya sabes que papá es un poco molesto cuando le quitan sus cervezas en el bar con los amigos, pero n…

—    No es eso, con tu padre estoy de maravilla. —interrumpe mi madre—. El problema es la frutería.

—    ¿Qué pasa con la frutería? —contesto, pensando—. ¿No va nadie?

—    ¿Nadie? Al revés, no damos abasto. —suspira nuevamente mi progenitora—. Con todo esto del confinamiento, al ser unas de las pocas tiendas del pueblo que vende comida, nos está yendo como nunca.

—    ¿Y cuál es el problema? —pregunto incorporándome ligeramente para apoyarme en el cabecero de la cama.

—    Estamos desbordados, y a tu padre le está comenzando a volver a doler la espalda del esfuerzo de levantar cajas todo el tiempo. —responde mi madre haciéndome poner una mueca—. Así que habíamos pensado que podrías volver para ayudarnos.

—    Ya. —murmuro con un suspiro.

¡Serán cabrones! Primero me repudian del pueblo, y ahora que me necesitan, sí que quieren que vaya… ¡Tendrán cara! ¿Debería ir? ¿O mejor me quedo en la comodidad de esta casa? Debería dejarlos tirados tal y como han hecho conmigo, ni siquiera me han llamado en todas estas semanas de confinamiento… Pero sería un pésimo hijo si no fuese. ¿Qué debo hacer?

No me llevo bien con Maya, ni que decir con Anna, y para Inés soy como la mascota que esquivas en el pasillo… Pero me dolería dejar a Vero, últimamente siento que estamos alcanzando otro nivel de amistad. Además, dejar la comodidad de este apartamento, para irme al cuchitril de mi habitación en el pueblo, y encima trabajar…

—    Hijo, ¿me oyes? —pregunta mi madre—. ¿Estás ahí?

—    Sí, estoy aquí. —contesto mordiéndome la cara interna del labio.

—    ¿Entonces? ¿Puedes venir? —dice mi progenitora, haciéndome suspirar.

—    No creo. —respondo, finalmente.

—    ¿Por? —pregunta mi progenitora con cierto tono molesto.

¿Qué hago? ¿Qué excusa le puedo poner para quedarme aquí de manera lógica, obviando sus problemas? Mi madre es capaz de llamar a mi tía Laura para que me eche de aquí y tenga que volver al pueblo. ¿Qué razones puedo tener para no volver? ¡Piensa, Fabio! ¿Qué cosa consideran más importante que ayudar en la frutería? ¿Cuál sería una razón respetable para no…? Ya sé. Los estudios.

—    Porque según nos han dicho, vamos a tener que hacer las clases online, a través de videollamada. —murmuro con un suspiro.

—    ¿Y qué pasa? —pregunta mi madre, sin comprender—. ¿No puedes hacerlas aquí?

—    No, porque no tenemos una conexión de internet estable con fibra 5G, con un router modern device de banda ancha Dual Band 6G, ni una webcam FullHD con estabilizador de imagen y sonido Dolby Surround. —replico empezando a decir al azar palabras técnicas y en inglés, conocedor del nulo dominio de mi madre en ambos temas.

—    Oh. —contesta mi madre quedándose unos segundos en silencio—. ¿Y no podemos poner todo esto del Doby FullHD aquí?

—    No llega hasta el pueblo. —murmuro escuchando a mi madre chaquear la lengua y suspirar.

—    Vaya. —responde mi madre, incapaz de hacerme dejar los estudios que tanto han costado para volver al pueblo—. ¿Qué haremos ahora tu padre y yo?

—    ¿Y si contratáis a alguien? —propongo intentando dar alguna solución.

—    ¿Tal y como está la cosa? Imposible, no podríamos hacerle contrato. —replica con un nuevo suspiro—. Además, no me fio de meter a desconocidos aquí dentro, ¿y si nos roba? Ya sabes que la frutería está conectada con la casa.

—    ¿Y algún conocido de confianza? —murmuro hundiéndome de hombros—. Tal y como está todo, seguro que hay alguno que está deseando salir de casa para hacer algo y no le importe cobrar en metálico.

—    No sé, ya lo pensaremos. —responde mi madre—. Si hay alguna novedad con lo del Surround ese, avísame.

—    Sí, mamá. —contesto acordándome de algo al ver mi escritorio—. Por cierto, mamá…

—    ¿Qué pasa?

—    Ya que hablamos del tema, últimamente mi ordenador no está funcionando bien. —murmuro imaginando ya el rostro serio de mi progenitora—. Necesito uno nuevo.

—    ¿Otro? Si el tuyo estaba nuevo cuando te fuiste del pueblo. —responde mi madre, sacando su vena tacaña.

—    Mamá… Me lo distéis hace 4 años, y era de segunda mano. —replico con un suspiro.

—    ¿Y? Estaba perfecto. —contesta con ese tono que tanto detesto—. Tu tio Tomás lo usó durante 8 años, y no le dio ni un problema.

—    Pero no es lo mismo que el tio lo usase para leer el periódico, a tener que hacer trabajos en él. —murmuro frunciendo el ceño—. El portátil ya está muy viejo, me cuesta usarlo y no sé si podrá soportar el tener que hacer las clases online.

—    Ya le preguntaré a tu tio a ver si tiene pensado cambiar de ordenador. —suspira mi madre después de varios segundos.

—    ¿Y no podemos comprar uno? —replico con mala cara.

—    No tenemos dinero. —contesta de manera automática mi madre.

—    ¿Pero no decías que la frutería va muy bien? —respondo exhalando un suspiro derrotado. Aunque viviesen en una mansión, tacaños hasta la muerte.

—    Sí, pero… —murmura mi madre, sabedora que está en un callejón sin salida—. Ya veremos que hacemos.

—    Pero…

—    Me voy que tengo que volver a la frutería. —dice mi progenitora, haciéndome poner los ojos en blanco.

—    Está bien. —suspiro negando con la cabeza.

—    Hasta luego, hijo. Cuídate. —se despide brevemente—. Y avísanos si cambia algo sobre lo del online.

—    Sí. —replico frotándome el rostro con una mano—. Hasta luego.

Colgando para, seguidamente, lanzar mi teléfono a los pies de mi cama, apenas me da tiempo a descansar mentalmente antes de escuchar unos pasos rápidos por el pasillo, deteniéndose en mi puerta y abriéndola bruscamente. Viendo la cara iracunda de Maya, su enfado no me afecta al encontrarme aún más cabreado con mi madre, haciendo que me levante tranquilamente de la cama para encarar sus protestas, viéndola vacilar.

—    ¡Has entrado en mi cuarto sin permiso! —dice cerrando la puerta y alzando su índice de manera amenazante.

—    ¿Y qué esperabas? —respondo alzando mis hombros—. ¿Qué me quedase de brazos cruzados mientras me chantajeabas?

—    ¡¿Cómo te atreves a entrar en mi habitación cuando no estoy yo?! —contesta ignorándome, acercándose para empujarme ligeramente hacia atrás, manteniendo su agresiva mirada aun cuando le saco casi una cabeza—. Te vas a arrepentir.

—    ¿Arrepentir? —murmuro alzando una ceja—. Ya no tienes nada contra mí.

—    ¿Cómo qué no? —contesta sacando pecho—. ¿No recuerdas el video?

—    Parece que aún no has revisado tu móvil. —replico intentando mantenerme fuerte ante su intimidante mirada.

—    ¿Cómo? —murmura perdiendo de golpe la agresividad.

Quedándose en un completo silencio, y mirándome con cierto terror que no comprendo, saca rápidamente su teléfono del bolsillo trasero, desbloqueándolo para comenzar a trastear en él. Seguramente revisando su galería y la nube de manera reiterada, finalmente la veo alzar su rostro, el cual ha perdido todo el color y la agresividad.

—    ¿H-Has entrado en mi teléfono? —vacila mi prima, haciéndose más pequeña ante mí.

—    ¿Cómo habría borrado los videos si no fuese así? —respondo con seguridad, recordando las interesantes miniaturas de videos, y las imágenes, que he visto al revisarlo, dándole algo de sentido a su miedo. ¿Habrá algo más que quiera ocultar?

—    Tú… —murmura pálida.

—    Tenías cosas muy interesantes en tu móvil. —contesto lanzándome un triple—. Me he enviado una copia a mi nube de algunas.

Viendo a mi prima aterrada a niveles que no comprendo, su mirada está al borde del llanto, provocando que me comience a sentir mal por ella y esté a punto de confesar que no tengo nada… Pero la curiosidad me puede más. ¿A qué tanto le teme? Lo único que he visto son algunas fotos y miniaturas de video de ella delante del espejo, y alguna en ropa interior… Nada tan extraño.

—    ¿Qué es lo que quieres? —pregunta finalmente—. ¿Dinero? Te daré todo lo que tengo.

—    No quiero dinero. —respondo algo sorprendido por su reacción.

—    ¿Entonces qué quieres a cambio de no decir nada? —contesta mirándome con súplica.

Manteniéndome en silencio al no saber que decir, mis ojos confusos se enzarzan con los suyos, los cuales muestran más tristeza, y miedo, que enojo. Viendo cómo se muerde el labio, finalmente exhala un suspiro y agacha la cabeza, arrodillándose ante mí, provocando que frunza el ceño.

—    Esto es lo que quieres, ¿verdad? —dice mirándome con algo de indignación, llevando sus manos al borde de mis pantalones—. Maldito pervertido.

Incapaz de contestar ante el shock mental que me produce su ofrecimiento, mi mente se debate entre rechazarla y contarle la verdad, o callar y dejarla hacer. Pero antes de que pueda decidir, sus manos se aferran a mis pantalones y mi ropa interior para tirar de ella, frenándose cuando la puerta de mi cuarto se abre de golpe, haciendo que sus ojos, al igual que los míos, se vayan con cierto miedo a la puerta.

—    Primito, ¿quier…? —comienza a decir Verónica, callándose de golpe al ver nuestra controvertida posición—. ¿Qué demonios…?

Quedándonos en un silencio incómodo, en el que ninguno de los tres sabe que decir o hacer, finalmente Maya separa sus dedos del borde de mi pantalón, donde se habían quedado congelados. Sin levantar la cabeza a ninguno de los dos, ni dirigirnos la palabra, mi prima se levanta apresuradamente, yéndose casi a la carrera después de esquivar a su hermana. Viendo la cara incrédula de Vero volverse hacia mí, después de ver a la otra desaparecer, tarda unos segundos en recomponerse, alzando las cejas con incomprensión antes de cerrar la puerta.

—    Fabio, ¿qué estaba pasando aquí? —pregunta con una mirada dubitativa.

—    Y-Yo… —balbuceo, nerviosamente—. Nada.

—    ¿Nada? —replica alzando una ceja.

Sellando mis labios, mi mente se debate entre las consecuencias de callar o de hablar, mientras Vero espera en silencio una respuesta. Quedándonos casi un minuto en silencio y en la misma postura, queda claro que mi prima no se irá hasta que le responda, haciendo exhalar un suspiro profundo. Por mucho que Vero y yo nos llevemos bien, ¿qué pasaría si sospechase que hago cosas pervertidas con su hermana? Pero es que decirle la verdad…

—    A ver, no conozco mucho la relación de mi hermana contigo, pero siempre me ha parecido que os ignorabais bastante. —murmura Vero, mirándome—. Sin embargo, en apenas unos días, descubro que te hiciste una paja delante de ella, y que Maya guardaba un tanga con tu semen en su cuarto y un video porno tuyo en su móvil.

—    ¡Con el que me chantajeaba! —replico mordiéndome el labio ante su escrutinio.

—    Ya, en teoría. —contesta sin mucho convencimiento Vero—. Y, ahora, descubro a Maya arrodillada delante de ti y con sus manos en tus pantalones, como si fuera a hacerte una mamada.

—    No es… —comienzo a decir, callando al no saber cómo seguir. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué no ha visto lo que ha visto?

—    Dime la verdad, primito. —responde mi prima con un suspiro, acercándose un poco más—. Mi hermana y tú… ¿estáis en algo?

—    ¿En algo? —pregunto con confusión.

—    En algo, ya me entiendes. —dice con un gesto de obviedad—. Estamos encerrados, aburridos, con un calor sofocante y eres el único hombre de la casa.

—    No estarás insinuando…

—    Tranquilo, entiendo que todos tenemos nuestras necesidades. —contesta alzando las manos en señal de inocencia.

—    Vero, creo que te estás confundiendo. —replico tragando saliva, intentando no desviar mis ojos a su semidesnudez—. No he hecho, ni tengo intención, de hacer nada con Maya.

—    En serio, Fabio. —insiste mi prima, mostrándose un rostro tranquilo—. No me va a enfadar que hagas algunas cosas con mi hermana… Lo comprendo.

—    Que no, Vero. —respondo negando enérgicamente con la cabeza, sorprendido por su declaración—. Maya ha venido enojada porque ha descubierto que he recuperado el tanga, le he dicho que también he borrado el video y se ha asustado. Me he cabreado por su tono, y para hacerle pagar por el chantaje, me he tirado el farol de que había cotilleado el teléfono, lo que la ha asustado más y me ha ofrecido dinero por no contar nada. Pero como le he dicho que no quería dinero, creo que lo ha malentendido y se ha arrodillado de golpe, justo cuando has entrado.

Alzando las cejas con algo de sorpresa, sus ojos me analizan exhaustivamente durante varios segundos de silencio, decidiendo si creer lo que le estoy diciendo o seguir con su loca idea del incesto. ¿En serio puede llegar a pensar que tengo algo con su hermana? ¡Mi prima! Está como una puta cabra…

—    Está bien, te creo. —dice finalmente Vero con un suspiro, lanzándome una última mirada de duda—. ¿Entonces no has hecho nada con ella?

—    Obviamente, no. —respondo con rotundidad, viendo aparecer una ligera sonrisa de mofa en su rostro.

—    Ya me parecía raro, la verdad. —replica con un gesto pensativo—. Sería raro que no os hubiese descubierto antes, no eres capaz de ocultarme nada.

—    ¿Y eso es lo raro? —protesto, incrédulo—. ¿No que hayas pensado que me acostaba con mi prima? ¿O que ella se haya ofrecido a tales cosas por guardarle el secreto de lo que hay en su teléfono?

—    Bueno, lo primero no es tan raro, no sería la primera vez que ocurre en la historia. —dice restándole importancia—. Y sé ciertas cosas de mi hermana, por lo que, si lo que tiene en su teléfono es algo relacionado con lo que vi en su PC, no me parece tan descabellada su desesperación por comprar tu silencio.

—    ¿Y qué es lo que tiene en el PC? —pregunto con curiosidad, obviando su primera respuesta.

—    No te lo voy a decir, no es algo que te incumba. —suelta en un tono serio, negando con la cabeza.

Volviendo a quedar en un tenso silencio por la rotundidad de su frase, los ojos de mi prima se relajan mientras exhala un suspiro, dedicándome una sonrisa antes de alejarse para sentarse en mi cama, permitiéndome admirar su trasero antes de indicarme que ocupe el asiento de su lado.

—    Tengo una pregunta para ti, Fabio, y quiero que seas completamente sincero. —dice Vero mientras me siento a su lado, poniéndome algo incómodo por su cercanía. No mires hacia su cuerpo…

—    ¿Cuál? —respondo viendo una mirada comprensiva en su rostro.

—    Has dicho que mi hermana se ha agachado al malentender tu rechazo a su dinero. —murmura Vero.

—    Sí. —afirmo tragando saliva cuando se inclina ligeramente hacia mí, pegando demasiado su cuerpo.

—    Mi pregunta es… ¿Le hubieras dejado? —pregunta mi prima, enarcando una ceja.

—    ¿Cómo? —contesto algo confuso.

—    Que si le hubieras dejado a mi prima hacerlo o la habrías detenido. —repite Vero.

—    Vero. Es mi prima. —replico mordiéndome el labio.

—    Eso no responde a la pregunta que te he hecho. —dice la castaña con rostro serio.

—    Pues debería, somos familia, sería incesto. —murmuro viéndola sonreír y suspirar.

—    ¿Y en qué punto sería incesto hacer algo con tu prima? ¿Penetración? —pregunta con cierta diversión que no comprendo.

—    Cuando se hacen cosas sexuales. —respondo con cierto nerviosismo.

—    Entonces, según tu descripción, tú y yo hemos practicado el incesto cuando te corriste usando mis muslos. —replica mi prima, dejándome sin respuesta.

—    Bueno, eso…

—    ¿Sabes? Siempre he pensado que es raro. —murmura mi prima, atenta a mis reacciones—. Obviamente, el sexo reproductivo es algo censurable entre la familia ante el problema que acarrean los genes, y por eso se ha cancelado tanto durante la historia.

—    Ya…

—    Pero hoy en dia, el sexo es algo más lúdico o recreativo que reproductivo, la gente folla por diversión y placer, no para tener hijos. —prosigue mi prima haciéndome fruncir el ceño—. Y, gracias a los avances, dos personas pueden hacerlo sin riesgo de embarazo.

—    ¿Y qué quieres decir con eso? —contesto con nerviosismo.

—    Pues que me parece raro que se censure tanto en la actualidad. —replica Vero hundiéndose de hombros—. Si no es reproductivo, y es por placer, ¿por qué es más raro hacerlo con alguien de confianza, como alguien de tu familia, que con un desconocido en una discoteca?

—    Pues… —murmuro ante su alocada idea—. No sé.

—    Y teniendo en cuenta esto, ¿qué me dices de las cosas que no son penetración? —contesta poniéndome más nervioso—. ¿Por qué estaría mal que una prima te hiciese un oral o que tú se lo hicieses a ella? Por pura diversión, sin ningún riesgo.

—    Pues no lo sé. —repito empezando a verle cierta lógica.

—    Muy bien, entonces ya que pareces comprenderlo, te voy a volver a hacer la pregunta. —dice Vero con una fugaz sonrisa—. ¿Hubieras dejado a Maya hacerlo?

Quedándome en completo silencio, sus ojos se fijan en mi rostro acalorado. ¿Qué debo hacer? ¿Le digo la verdad o no? ¿Le habría dejado? Obviamente sí, no lo puedo negar. Soy un virgen al cual una joven guapa le intenta hacer una oral… Me hubiese dado igual que fuese mi prima y que la estuviera engañando sobre conocer su secreto. Pero esto no lo puedo decir… ¿Cómo podría decirle que iba a dejar a Maya chupármela?

—    Supongo que debo entender tu silencio como un sí. —dice finalmente Vero, lanzando un suspiro y levantándose de la cama, ofreciéndome un primer plano de su culazo en bragas.

—    Yo no… —balbuceo viendo una mueca en el rostro de mi prima, la cual me da una pequeña caricia en la mejilla.

—    Primito, entiendo que estás deseoso de experimentar y te pueden las hormonas. —murmura Vero—. Pero no intentes conseguirlo con algo tan ruin como chantajear y mentir, porque en un futuro te arrepentirás.

—    Yo…

—    Y si realmente un dia estás tan desesperado para hacer algo así, dímelo. —dice dándome una nueva caricia en la mejilla—. Yo te ayudaré en lo que pueda.

Quedándome atónito ante sus palabras, veo a Vero irse de nuevo hacia la puerta, largándose sin decir nada más ni ofrecerme una última mirada. Escuchando sus pasos alejarse por el pasillo, tardo varios segundos más en terminar de procesar su mensaje. Son cosas mías, ¿o se acaba de ofrecer a…?


¿Debería disculparme con Maya y contarle la verdad? Creo que sí, sería lo más correcto. No sé lo que tiene en su teléfono ni porque está tan desesperada por protegerlo, pero jugar así con ella es cruel. Puede que me gane su odio eterno, como Anna, pero creo que debo contarle la verdad.

Saliendo de mi cuarto con un suspiro, me dirijo hacia el cuarto de Maya, ignorando los ruidos que me llegan del salón, donde seguramente Inés está preparando la mesa para cenar. Plantándome delante de la puerta, tengo que inspirar profundamente antes de golpear con mis nudillos la madera, sobresaltándome cuando la voz de Maya me llega desde otro lado que no es el interior de su habitación.

—    ¿Qué haces aquí? —pregunta Maya, haciendo que mire hacia el final del pasillo, por donde se acerca.

—    Yo… —respondo algo intimidado por su presencia—. Quería hablar contigo.

—    ¿De qué? —contesta frunciendo el ceño, viendo su rostro observarme con cierta precaución y duda.

—    En fin… —murmuro desviando la mirada, incapaz de mirarla—. De lo que ha pasado esta tarde.

Quedándose en silencio, sus ojos se desvían para mirar hacia el pasillo, seguramente revisando de que no haya nadie a nuestro alrededor. Volviendo a centrar su atención en mí, la veo morderse el labio una décima de segundo antes de abrir la boca, siendo interrumpida por una voz que llega desde el salón.

—    ¡A cenar! —grita Inés, haciendo que ambos miremos hacia el final del pasillo, mientras escuchamos ruido de movimiento en las habitaciones.

—    Ven luego a mi cuarto. —dictamina Maya, girándose—. De noche, que no te vean.

—    Entendido. —contesto viéndola irse hacia el salón.

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¡Gracias por leer!

Como siempre, gracias a todos los que apoyáis mis historias con comentarios, valoraciones y correos, se agradece infinitamente. Gracias tambien a los mecenas que me apoyan en Patreon, y más ahora, después del traslado que he tenido que hacer de esta historia a causa de las normativas de uso.

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Siguiente capítulo.

"Capítulo 8: ¿Me llenaría la boquita?

—    Madre mía. —suspira alzando brevemente su mirada—. Y pensar que esa cosita que veía cuando de niño te bañabas en el lago desnudo se convertiría en esta maravilla…

—    Vero. —respondo tragando saliva, disfrutando de las caricias que retoma la mano de mi prima.

—    Nunca había tenido una tan grande en mis manos. —susurra mi prima, acelerándome más el pulso cuando su otra mano apresa mis huevos, empezando un masaje—. Y que dura…

—    Yo…

—    Tendrías que depilarte. —dice Vero, alzando su mirada a mis ojos para volver a relamerse mientras sus caricias se transforman en una paja en toda regla—. Te quedará más bonita y apetecible.

—    S-Suelo recortarlo. —contesto viendo una divertida sonrisa en mi prima.

—    Mejor completamente depilada. —murmura con su lobuna dentadura perfecta—. Cuando no hay pelos de por medio, apetece más chuparla."