Encerrado con mis primas Capítulo 6
Decidido a acabar con los chantajes de Maya, Fabio se embarca en una misión para recuperar el tanga y borrar el video, terminando de una manera que no podría imaginarse jamás.
Capítulo 6: Esto es… ¿Semen?
Estoy hasta los mismismos huevos de mi prima Maya. Desde que grabó el maldito video pajeándome, se había mantenido en un inquietante silencio, el cual había logrado que me olvidase algo del tema, y creyese que todo había sido una horrible pesadilla… Pero no. Ya hace un par de días desde que la gran discusión que tuvieron Maya y Anna sobre como ir vestidas por casa, de la cual salió vencedora la rubia. Y, para desagrado de mi otra prima, no sólo Anna y Vero se han apuntado a ir más “ligeras”, sino que, para mi sorpresa, Inés ha decidido ir en bikini, debido a la insufrible temperatura que hace en casa, a causa de estar en el punto más álgido de la ola de calor que nos está arrasando en el país.
Y aunque incluso yo he decidido ir únicamente en pantalón corto por la casa, Maya sigue empeñada en ir completamente vestida cuando sale de su habitación. Y, aunque viste con sus eternas amplias camisetas y sus pantalones de pijama cortos, el calor que hace provoca que esa escasa ropa sea una sauna. Pero como dijo ayer mi prima Vero: “esa se muere de calor antes que admitir la derrota”.
¿Y qué ha provocado todo esto? Dos cosas. La primera, que voy todo el puto día caliente. Que si culazo de Vero por aquí, que si los pechos enormes de Inés por allá, el cuerpazo delictivo de Anna… Cada vez que salgo de mi cuarto, me paso todo el tiempo encorvado o sentado, con los brazos en mi regazo. Y lo segundo, es que Maya está todo el día de mal humor, fusilándome con la mirada cada vez que mis ojos escapan a los cuerpos de sus hermanas. ¿Y qué hace para paliar su calor y hacerme pagar su derrota y mal genio? Mandarme mil tareas asquerosas, amenazándome con el video que grabó.
Ya llevo un par de noches dándole vueltas al asunto, y he decidido recuperar el tanga y borrar su video… Pero es complicado, ya que debo conseguir las dos cosas a la misma vez. Y ya no es sólo el hecho de que Maya apenas sale de su habitación, sino que, aunque he logrado averiguar su pin después de observarla varias veces de reojo, como buena joven de la generación Z, no se separa de su teléfono.
Sólo me quedan dos opciones. O entro cuando está durmiendo, lo cual veo demasiado arriesgado. O lo hago cuando se esté duchando, lo cual es más factible, pero deberé ser rápido y no sé exactamente donde puede haber guardado el tanga… Creo que lo mejor sería hacer dos incursiones. Ya que las duchas frías exprés están siendo frecuentes entre todos los integrantes de la casa, debería averiguar primero la ubicación del tanga, y luego ir a por el teléfono. Pero no me la quiero jugar, primero cronometraré el tiempo medio que tarda en ducharse Maya, y estudiaré cuál es su rutina para escoger la mejor hora.
Entreabriendo mi puerta muy ligeramente para asomar un ojo al pasillo, la vuelvo a cerrar con velocidad después de confirmar la identidad de la persona que se estaba duchando, comprobando la hora para marcar en las notas del teléfono la duración de la ducha de Maya. Si alguien me viese… Sé que parece algo turbio, pero es cuestión de vida o muerte. ¿Debería poner algún tipo de trampa en la puerta del baño que me avise cuando salga? No, me delataría. Además, si sale del baño, no tendría tiempo de salir de su cuarto sin que me viese… Tengo que salir antes de que termine su ducha. ¿Y si…?
— ¿Sí? —digo sobresaltándome ligeramente cuando mi teléfono empieza a sonar, acelerándome el pulso del susto antes de que lo descuelgue y lo lleve a mi oído.
— ¿Por qué susurras? —pregunta Héctor.
— No sé. —contesto alejándome de la puerta con nerviosismo, yendo hacia mi cama—. ¿Qué es lo que quieres?
— ¿Y ese tono tan agresivo? —dice mi mejor amigo—. ¿Te he pillado en medio de la paja o qué?
— Lo siento, estoy algo ocupado y cansado por el calor. —respondo ignorando su comentario con un suspiro—. ¿Qué sucede?
— En fin, verás… —murmura Héctor con un tono indeciso—. Estoy en problemas.
— ¿Problemas? ¿De qué clase? —pregunto enarcando una ceja, aunque él no lo puede ver.
— Es largo de contar, pero para empezar… —suspira con cansancio—. Tenías razón.
— ¿Sobre qué?
— Sobre lo de la amiga que se está quedando en el piso. —responde con cierto reproche en la voz—. Me está utilizando para quedarse.
— ¿Al fin te has dado cuenta? —contesto acomodándome en la cama.
— Sí, lo estuve pensando y, después de varios detalles, me ha quedado claro. —dice Héctor con un resoplido.
— ¿Y qué harás? —pregunto con curiosidad.
— Qué he hecho, querrás decir. —responde con voz apagada—. He ido de frente y la he acusado de utilizarme. Le he dicho que si quería quedarse me tenía que dar algo a cambio.
— ¿Qué cosa? —murmuro, algo confuso—. ¿Dinero?
— ¡¿Qué cosa va a ser, bro?! ¡Su cuerpo! —replica mi amigo, haciéndome poner los ojos en blanco antes de suspirar.
— Héctor…
— No me vengas de moralista que tu hubieses hecho lo mismo. —contesta con seguridad.
— Ya te digo yo que no. —respondo con una mueca—. Bro, empiezas a preocuparme…
— ¡Vete a la mierda! —replica Héctor.
— ¿Y qué ha pasado cuando se lo has dicho? —pregunto cambiando de tema, para evitar discutir.
— Pues que la muy perra se lo ha contado a mi compañera de piso y su novio, les ha dicho que he intentado sobrepasarme con ella o algo así. —contesta Héctor con un tono enojado—. ¡Si ni me ha dejado tocarle las tetas!
— Héctor… —vuelvo a suspirar, pasando una de mis manos por la cara. ¿Qué clase de amigos tengo?
— Me he tenido que refugiar en mi cuarto y cerrarme con llave, el gorila me estaba amenazando desde el otro lado. —prosigue Héctor, ignorándome—. Me ha dicho que, como no me vaya antes de que acabe el dia, tumbará mi puerta y me partirá la cara por degenerado.
— No puedo decir que no te lo merezcas… —murmuro con un gesto de comprensión.
— ¡Oye! ¡Que soy tu mejor amigo! —protesta Héctor.
— Por eso mismo, creo que deberías hacerle caso. —respondo escuchando un chasquido al otro lado de la línea—. Diles a tus padres que ha habido un problema en el piso, y que no tienes más remedio que volver con ellos, conociéndolos, quizá te paguen el alquiler de otro piso para evitar que vuelvas.
— Si ya lo había pensado, y más sabiendo lo poco que quieren que regrese. —admite mi mejor amigo, ajeno al dolor de esa verdad—. Pero el gorila me ha dicho que, como no siga pagando el alquiler, ¡me buscará y me partirá las piernas!
— Oh.
— ¿Oh? ¿Qué clase de respuesta es esa? —replica Héctor—. ¿Qué se supone que tengo que hacer?
— Pues no sé qué decirte, la verdad. —contesto con sinceridad.
— Pues podrías buscarle un hueco en tu casa a un amigo. —responde Héctor.
— Sabes que no puedo. —digo escuchando un nuevo chasquido al otro lado de la línea.
— Pues nada, ya veré como me las apaño. —murmura mi mejor amigo en tono apagado—. Te dejo que creo que les estoy oyendo follar, y quizá me dé tiempo a ir a buscar comida rápidamente.
— Está bien. —suspiro con una mueca—. Hasta luego.
— Hasta luego.
Colgando el teléfono y dejándolo sobre la cama, apenas tengo tiempo de asimilar la conversación antes de que el sonido de una puerta abriéndose me llegue desde el pasillo. Alzándome con velocidad y asomándome, cual voyeur, pongo una mueca cuando veo a Anna ir hacia el baño, sorprendiéndome cuando se gira de golpe sin darme tiempo a cerrar la puerta, pillándome en mi reconocimiento.
— ¿Qué demonios estás haciendo, pajillero? —pregunta frunciendo el ceño, observándome con mala cara.
— N-Nada. —respondo nervioso, abriendo un poco más la puerta para que se me vea completamente—. Iba a ir al baño, pero como he oído a alguien salir de su cuarto, quería comprobar si se me habían adelantado.
— ¿Y te quedas observando, como un acosador, con un ojo por una rendija de la puerta? —replica mirándome con cierto asco.
— Bueno… —balbuceo sin saber que responder.
— Eso da muy mal rollo, idiota. —contesta entrando al baño después de lanzarme una nueva mirada de oído.
Exhalando un suspiro antes de volver a resguardarme en mi cuarto, mi estrategia de observación se puede dar por terminada, ante el miedo de que Anna me vuelva a pillar mirando desde mi puerta como un pervertido. ¡Para una vez que mis intenciones son puras! Bueno, todo lo puras que pueden ser estudiar a tus primas para intentar entrar en uno de sus cuartos…
Por lo menos ya tengo cierta idea de la duración de las duchas de Maya: una media de 13 minutos. Eso me da un tiempo real de 10, ya que prefiero ir sobre seguro y entrar cuando el agua ya esté cayendo sobre ella, además de salir un minuto o dos antes de que termine. En ese tiempo, primero debo localizar el tanga, y luego borrar el maldito video, asegurándome de que no haya subido una copia a la nube…
— Me voy a mi cuarto. —anuncio a Inés cuando termino la comida.
— ¿No quieres postre? —pregunta enarcando una ceja—. Aún quedan algunas natillas.
— No, estoy bien. —respondo llevando mi plato a la cocina para dejarlo en el fregadero.
— Últimamente pareces Maya, todo el día en tu cuarto. —murmura Verónica desde el sofá observándome con una sonrisa maliciosa—. ¿Qué tipo de entretenimiento tendrás ahí dentro?
— Cállate. —protesto provocando un coro de risas, mientras mis ojos se van a Maya, viendo que ignora la situación, terminando de comer al mismo tiempo que juguetea con su teléfono.
Desapareciendo rápidamente por el pasillo, siento mi corazón acelerarse sabedor de lo que se avecina, entrando en mi cuarto para quedarme sentado frente a la puerta, con una oreja puesta al otro lado.
Ha llegado el momento. Maya suele ducharse después de comer, para luego encerrarse en su cuarto hasta bien entrada la tarde, cuando vuelve a ducharse antes de ir a cenar. Este es mi momento, tengo que localizar primero el tanga… ¿Dónde lo puede tener guardado? Ni yo mismo tendría una ropa interior impregnada de semen al aire libre, por lo cual debe estar en un cajón o en el armario, probablemente envuelto en un plástico o algo que evite el contacto con lo que le rodea. ¿Quizá debajo de su cama? ¿O debajo de la mesita de noche? No creo, per…
Deteniendo mis pensamientos cuando escucho pasos en el pasillo, me asomo fugazmente para ver a Maya entrando a su cuarto, provocando que me ponga en pie y me mantenga alerta a su posible salida. Si mis investigaciones van como debería, en unos instantes saldrá con la ropa limpia y una toalla bajo el brazo… ¡Bingo!
Viendo a mi prima internarse dentro del baño con tranquilidad, salgo rápidamente de mi cuarto caminando de puntillas por el pasillo mientras mi oído está a la espera de escuchar el agua de la ducha caer. Manteniéndome a dos o tres pasos de su puerta, espero pacientemente con los ojos cerrados, intentando agudizar mi oído hasta que finalmente escucho el pistoletazo de salida en forma de torrente de agua. Observando fugazmente mi reloj para comprobar la hora, entro veloz y sigilosamente en el cuarto de Maya, cerrando tras de mi con toda la rapidez que puedo. Sintiendo mi corazón bombear como loco y retumbar en mis tímpanos, me quedo estático y en silencio, alegrándome de no escuchar gritos ni quejas. Sintiendo el nerviosismo en mi estómago, rápidamente me tumbo en el suelo, comenzando a observar por debajo de la cama y de los muebles, intentando encontrar algún tipo de tela o de envoltorio de plástico que, obviamente, no encuentro. Pero era mejor asegurarse.
— ¿Qué demonios haces? —pregunta una voz en mi espalda cuando me levanto, congelándome la sangre y haciéndome sentir el verdadero terror.
Demasiado asustado para reconocer la voz, me giro aterrado y con la cara pálida, quedándome algo confundido cuando veo a Verónica en el umbral de la puerta, observándome tranquilamente con curiosidad, con su atuendo habitual de, únicamente, ropa interior.
— Yo… —balbuceo sin saber que responder—. ¿Qué haces aquí?
— Me ha parecido verte entrar. —contesta Verónica mi burdo intento de cambiar de tema, entrando al cuarto y cerrando tras de sí—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
¡Mierda! No había calculado que haría si una de mis otras primas me pillase… ¿Qué hago ahora? ¿Confieso la verdad? No, no puedo decirle lo que estoy buscando, ni que quiero borrar un video del teléfono de Maya… Haría preguntas, y tendría que dar respuestas que no quiero dar… Pero si no le digo nada, ¿me delatará? Es Vero, nos llevamos muy bien… ¿Pero lo suficiente para que no me delate ante su hermana? Y si se lo digo, ¿con qué cara me miraría si supiese lo que hice? Aunque, claro, ella es bastante liberal en estos temas…
— ¿Y bien? —insiste enarcando una ceja, haciendo tragar saliva mientras intento buscar una solución.
— Estoy… Buscando algo. —respondo en un susurro.
— ¿El qué? —contesta con más curiosidad.
— Es una larga historia. —murmuro intentando ganar tiempo—. ¿Podrías mantenerme el secreto? Luego te lo cuento.
— Dímelo ahora, y te ayudo a buscar. —replica Vero alzando sus hombros.
— No puedo. —contesto frunciendo el ceño contrariado, viendo su ceño también fruncirse.
— Si no me lo cuentas tú, esperaré a que venga mi hermana para preguntárselo. —amenaza Vero sin piedad.
— ¡Joder, Vero! —respondo con mala cara, optando por una ruta más emocional—. ¿Le harías eso a tu primo favorito?
— Sabes que te adoro. —dice con una leve sonrisa—. Pero me puede la curiosidad…
— ¡Maldita sea! —protesto en voz baja.
— Venga, va. —contesta acercándose a mí con un rostro afable—. Cuéntame que buscas, te ayudo, y no le digo nada a Maya.
Mirando su rostro lleno de curiosidad, me debato mentalmente sobre contarle la verdad, cediendo finalmente con un suspiro al ver que no me queda otra salida. O pierdo el cariño de mi prima, o el de toda la familia cuando Maya revele el secreto…
— ¿Me juras que no dirás ni una palabra? —murmuro bajando la cabeza.
— Te lo juro. —asiente con una fugaz seriedad.
— Está bien. —contesto pensando cómo decirlo suavemente, pero no encontrando las palabras—. Estoy buscando… Un tanga.
— ¿Un tanga? —pregunta enarcando una ceja.
— Sí. —asiento sintiendo mi cara algo roja.
— Fabio, ¿es alguna clase de fetiche? —contesta mirándome con cierta duda—. Si es así, preferiría no ayudarte a que te pajees con la ropa interior de mi hermana, si tanto quieres uno, puedo darte uno mio, pero…
— No es eso. —replico intentando no pensar en su ofrecimiento—. Estoy buscando uno en concreto.
— ¿Uno en concreto? —pregunta con más curiosidad.
— Por favor, Vero, no hagas más preguntas. —respondo con cara de súplica—. Que se me acaba el tiempo.
— Está bien, luego hablaremos. —cede con un suspiro mi prima—. Pero al menos dime como es, para que pueda ayudarte.
— Es negro, y seguramente estará envuelto en plástico o enrollado. —digo lanzándome a revisar los cajones con velocidad.
Escuchando a mi prima hacer lo mismo, echo una fugaz mirada a mi reloj, viendo que he perdido casi la mitad del tiempo que tenía. Lamentándome mentalmente mientras rebusco entre las pertenencias de Maya, una pequeña idea cruza mi cabeza, girándome para comprobar que Verónica sigue concentrada en su búsqueda.
Mi intención era encargarme de las dos cosas a la vez, pero con la aparición de mi prima me parece que puedo olvidarme de hacer dos incursiones, ya que estará más atenta. El tanga pierde algo de peso sin el vídeo, que es lo más dañino, pero mi prima querrá verlo si agarro el teléfono y le digo que quiero borrar una grabación. ¿Sería más rápido que ella? Podría borrarlo rápidamente sin darle tiempo a hacer nada, y en caso de que me preguntase por el contenido, podría mentirle. ¿Me delataría si no me cree? En fin, no me queda otra opción.
Continuando con la búsqueda más fugazmente, me voy hacia la mesita de noche mirando de reojo a Verónica, comenzando a buscar en el pequeño cajón. Viendo los ojos de mi prima observarme un segundo para ver lo que estoy haciendo, regresa a la búsqueda al instante, haciendo que rápidamente agarre el teléfono que está cargando y tape con mi cuerpo la visión de Vero. Moviendo una mano dentro del cajón para generar algún tipo de ruido, con la otra introduzco el pin de seguridad de Maya, sonriendo cuando consigo acceder. Yendo rápidamente para la galería de vídeos, mi corazón se acelera al ver rápidamente una miniatura de mi verga y mi mano, provocando que lo borré con velocidad.
Sin detenerme a cotillear en la galería, donde algunas miniaturas llaman mi atención, apenas reviso que no haya ninguna fotografía mía antes de ir hacia la app de la nube. Dándole gracias a todos los Dioses existidos y por haber, puedo acceder al interior sin ningún tipo de contraseña, yendo rápidamente a las subidas recientes para ver si ha hecho una copia de seguridad. Abriendo los ojos de sorpresa ante lo que encuentro ahí, topo de nuevo ante mi vídeo, volviendo a borrarlo mientras mi mirada no puede despegarse de las miniaturas de los videos e imágenes que veo… ¿Qué demonios?
— ¡Creo que lo tengo! —exclama en un susurro Verónica, haciendo que, por el susto, salga de la aplicación y apague la pantalla del teléfono.
— ¿El qué? —pregunto con el corazón desbocado, dejando el móvil de nuevo en la mesita.
— ¿Qué va a ser? El tanga que buscab… —responde Vero quedándose callada a mitad de frase, haciendo que me gire con cierto temor.
Girándome para encontrarme a Vero con una pequeña bolsita de plástico trasparente en la mano, lo observa confusa con el ceño fruncido, terminando el estudio para mirarme con una mirada entre confusa y sorprendida, haciendo que me quede congelado de miedo.
— Esto es… ¿Semen? —pregunta mirando la prenda con cierto asco antes de regresar su mirada a mí—. ¿Por qué demonios tiene Maya un tanga con regueros secos de semen en su armario? ¿Y por qué lo buscas tú?
— Y-Yo… —tartamudeo acercándome a ella para intentar recuperarlo.
— Si lo estás buscando y sabes de su existencia… —murmura Vero pensativa, atando cabos—. ¿Es…tuyo?
— Es una larga historia. —replico con un nudo en el estómago.
— Vas a tener que explicarme muchas cosas. —contesta mi prima con una mirada seria—. ¿Por qué demonios tiene Maya un tanga con tu semen guardado en su cuarto?
Quedándome en silencio ante la voz que nos llega desde el pasillo, la mirada de Vero también se vuelve pálida al escuchar a su hermana conversar con Inés sobre sus tareas al salir de la ducha, provocando que ambos miremos a nuestro alrededor algún lugar para escondernos. Siguiendo a Vero cuando abre el armario, y se esconde en el hueco que no está repleto, nos apretujamos para ocultarnos en su interior, cerrando las puertas al mismo tiempo que la del cuarto se abre.
Aguantando incluso la respiración, tanto yo como Vero nos quedamos completamente estáticos, escuchando un suspiro de Maya y sus pasos dentro de la habitación. Rezando para que no abra el armario por ningún motivo, oigo el sonido de la silla de su escritorio rodar por la moqueta que cubre esa zona, empezando a escuchar el sonido de su teclado tranquilamente.
Siendo consciente ahora de la situación, miro hacia mi prima Vero en la casi completa oscuridad, sintiendo su rostro tan pegado al mio que podrían rozarse si me muevo un milímetro, mientras con mi cuerpo la tengo empotrada contra la pared del armario, dejándome sentir sus formas y su calidez. Notando a Vero inclinarse hacia un lado muy levemente, veo como nuestro refugio se ilumina un poco más cuando abre imperceptiblemente la puerta del armario, asomándose sutilmente antes de volver a cerrar, dejando el lugar de nuevo en penumbra. Sintiendo la respiración pausada de mi prima en mis labios, y la sensación de calor que me produce tener su cuerpo pegado, la excitación comienza a crecer en mi interior, provocando que luche por evitar la tragedia de tener una erección, algo que Vero notaría al instante. Teniendo que mantenerme en silencio cuando mi prima, por sorpresa, me rodea con sus brazos para abrazarme, su barbilla se apoya en mi hombro, terminando de despertar a la bestia cuando sus labios se acercan a mi oído para susurrar en él, y su aroma inunda mis fosas nasales.
— Está escribiendo. —anuncia Vero, mientras intento vanamente recular para que no sienta el ariete que se está formando entre mis piernas—. Habrá que esperar a que vaya al baño o a por algo de comer.
— No podemos estar aquí tanto tiempo. —respondo encorvándome para no rozarla—. Nos dará un golpe de calor.
— Hay que aguantar. —replica atrayéndome hacia ella—. Además, conociéndola, seguramente en breve se pondrá a ver series con los auriculares, por lo que podríamos arriesgarnos a salir y rezar para que no se gire.
— Pero… —murmuro intentando retroceder en el angosto espacio.
— Es lo que nos qued… ¿Te quieres estar quieto? —contesta volviendo a atraerme hacia ella—. Al final nos va a escu…
Quedándose en completo silencio, doy gracias a la oscuridad por ocultar mi rostro rojo y avergonzado, después de que sus brazos me hayan atraído hacia ella y mi erección se haya clavado contra la zona baja de su vientre.
— Lo siento. —murmuro en su oído después de unos segundos de silencio.
— Tranquilo. —responde con un tono que me hace sospechar que está… ¿Sonriendo?
— Es que vas en ropa interior, y el calor, y tu olor… —empiezo a decir, sintiendo las manos de mi prima acariciar mi espalda.
— Tranquilo, no pasa nada. —repite con voz suave.
Volviéndonos a quedar en silencio, Vero y yo nos quedamos en silencio durante largos minutos, abrazados con el sudor impregnando mi camiseta y su escueta vestimenta. Aunque el calor sea sofocante y la situación sea comprometida, mi erección se niega a bajar, respaldada por el dulce aroma que emite mi prima y la agradable sensación de su suave cuerpo contra el mio.
Sintiendo a Vero removerse, seguramente intentando huir de mi estaca apuñalándola, un suspiro de alivio se escapa de los labios de mi prima cuando, en uno de sus difíciles movimientos, mi erección se acomoda entre sus piernas, provocando que los dos nos quedemos estáticos. Notando mi verga ganar dureza al sentir el calor del sexo de mi prima, tras las pocas capas de ropa que nos separan, haciéndome tragar saliva y visualizar mil imágenes excitantes en mi cabeza. Después de unos segundos, Vero se remueve nuevamente, intentando sacar mi erección de entre sus muslos, fracasando ante las dimensiones que ocupa mi sexo en su máximo apogeo, provocando que exhale un débil suspiro antes de volver a abrazarse a mí con fuerza, hablándome al oído nuevamente.
— Primito, ¿crees que tardará mucho en bajarse? —murmura en un susurro que sólo sirve como aliciente para conseguir lo contrario.
— Creo que sí. —admito entre avergonzado y excitado.
— Madre mía… —suspira quedándose unos segundos callada—. El problema es que tu ropa hace que se mantenga en esa posición.
— Sí. —digo frunciendo el ceño con cierta confusión. ¿La ropa? Ya te digo, prima, que no es precisamente eso.
— Bájala. —responde Vero.
— Ya lo estoy intentando, pero no es fácil. —murmuro con tono de disculpa.
— No es eso. —rechaza con unos segundos de pausa—. La ropa, bájatela.
— ¿Cómo? —contesto sin comprender su solicitud.
— Bájate la ropa para que podamos estar más cómodos.
— No sé si debería… —empiezo a decir.
— Primito, estamos a oscuras, no te la veré, si es lo que te preocupa. —susurra con una breve risa.
— No es eso. —contesto, contrariado.
— ¿No puedes bajártela? —cuestiona Vero—. Ya lo hago yo.
Bajando sus manos de mi espalda antes de que pueda replicar algo, sus finos dedos se cuelan por mi cintura, agarrando mis pantalones y la ropa interior para tirar de ella hacia abajo, llegando con cierta dificultad, por el diminuto espacio, hasta un poco por encima de mis rodillas, liberando mi erección de su prisión. Alzándose como un resorte, mi verga vuelve a instalarse entre sus muslos golpeando su sexo en el movimiento, provocando un suave gemido de Vero en mi oído, que me pone la piel de gallina y amenaza con hacerme terminar. Sintiendo su respiración en mi cuello y el calor de su intimidad contra la mía, el mayor sofoco de mi vida me arrasa mientras mis únicos pensamientos son los de esquivar ese trozo de tela y enterrarme dentro de Vero, lo cual consigue únicamente mantener mi arma en ristre.
Gozando cada mínimo movimiento de nuestros cuerpos, ese pequeño roce, junto a la excitante situación, amenaza con hacerme terminar a cada segundo, provocando que la lujuria vaya ganando terreno en mi mente, haciendo que deje de pensar, muy peligrosamente, en las consecuencias de mis acciones. No debería…
Notando ya una exagerada humedad impregnando mi tronco, guardo silencio ante las evidentes muestras de excitación del cuerpo de mi prima, la cual obviamente no puede controlar ante el constante roce.
— Vaya, desde luego estás muy sano. —murmura Vero, con un tono entre nervioso y bromista, al cabo de unos segundos.
— Sí. —susurro acomodando mis codos, los cuales siguen apoyados en la pared del armario.
— Primito, noto tu cabecita babeando. —dice Vero, haciendo que vuelva a tragar saliva.
— Tú también estás muy mojada. —suelto llevado por mi lujuria, la cual está a un solo roce de perder la cordura.
— ¿Y qué esperas si estoy encerrada con un hombre apuntalando su tremenda verga entre mis piernas? —protesta con una nueva risa nerviosa, intentando inútilmente mantener un tono de voz tranquilo y maduro—. Soy una chica joven muy sana.
— ¿Tremenda verga? —contesto con cierto tono engreído, poseído por mi excitación.
— Primito, no es momento para presumir. —replica contra mi oído, agitándose un poco y haciendo que mi erección roce contra las empapadas bragas que cubren su sexo.
Bajando finalmente mis agotados brazos para agarrar su cintura, siento su cuerpo temblar ligeramente, volviendo a extasiarme cuando el roce de nuestros cuerpos provoca un leve suspiro en Vero, terminando de romper mi mente.
— Vero, no aguanto más. —susurro contra su oído, empezando a mover mis caderas para rozar mi sexo y el suyo.
— ¿Qué haces? —responde Vero, sin mucho énfasis—. Quédate quieto o nos oirá.
Ignorando sus palabras, prosigo rozando nuestros sexos, disfrutando de sus tersos y suaves muslos, los cuales ya comienzan a acumular fluidos de ambos. Viendo a Vero asomarse de nuevo para comprobar que hace su hermana, la visión momentánea de su acalorado rostro consigue excitarme más.
— Sé que no es sano para un hombre estar tanto tiempo con una erección. —murmura Vero, sorprendiéndome—. Hazlo en silencio, y avísame cuando vayas a… Bueno, ya sabes.
Casi enajenado ante el beneplácito de mi prima, bajo mis manos a su culo acariciando su sudada piel, apretando sus trabajadas y duras nalgas entre mis dedos para disfrutar de su suave tacto, provocando un leve gemido en Vero que incentiva a mis caderas a aumentar el pequeño movimiento de roce de nuestros sexos.
— ¿Quién te ha dado permiso para tocarme el culo? —protesta suavemente Vero, con un tono que no parece una queja.
— Así seré más rápido. —respondo enterrando mi cara en su cuello, aspirando el aroma que tanto me está nublando el juicio.
No escuchando ninguna protesta más, me sigo aferrando a su tremenda retaguardia mientras sigo rozando nuestros sexos sin pausas, agarrando un poco de velocidad cuando sus fluidos empiezan a deslizarse entre sus piernas sin control. Sintiendo sus manos aferrarse a mi espalda con más fuerza, hasta casi arañarme, nuestro roce consigue que ambos estemos jadeantes en el pequeño armario en apenas unos segundos. Joder… El roce es maravilloso, pero necesito más.
— Nos va a oír. —dice Vero, siendo consciente de la situación.
Ignorándola de nuevo, llevo mis manos a sus piernas para obligarla a juntar un poco más sus muslos, volviendo a aferrarme a su culo cuando empiezo a sentir como nace un orgasmo en mi interior. Comenzando a sentir la explosión prepararse en mi cuerpo, apenas me sorprendo cuando Vero lleva sus manos a mi rostro y, sin más preámbulos, me besa. Acallándome con el movimiento de su lengua, mi mente extasiada alcanza el clímax en cuestión de segundos, provocando que empiece a correrme contra el sexo de mi prima, la cual deja de besarme. Quedándome quieto cuando los chorros de semen empiezan a acumularse entre sus piernas, la incredulidad me embarga cuando siento el cuerpo de Vero prolongando el roce de nuestros sexos con rápidos movimientos de cintura, ordeñándome completamente en mi orgasmo.
Volviendo a besarla llevado por el éxtasis, su lengua me responde antes de que los dos nos quedemos petrificados con el sonido de la silla de Maya arrastrándose por la moqueta. Perdiendo la alegría cuando creo que nos ha pillado por el ruido, un ligero placer nuevamente me recorre cuando escucho la puerta de su cuarto abrirse y sus pasos alejarse por el pasillo. Viendo a Vero salir del armario a toda prisa, y sin decir ni una palabra, sigo sus pasos teniendo que frenarme para cerrar las puertas de nuevo, provocando que lo único que vea de mi prima al salir del cuarto de Maya sea la morbosa, e incestuosa, imagen de sus piernas bañadas en mi semen, antes de que se refugie en su cuarto. Corriendo al interior de mi habitación, mi pulso acelerado por fin se tranquiliza después de varias horas, mientras un ligero sentimiento de culpa comienza a crecer en mi interior al recordar lo que he vivido.
¿Qué he hecho? Acabo de correrme en las piernas de mi prima Vero…
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¡Gracias por leer!
Como ya he dicho en anteriores ocasiones, pero no me cansaré de repetir, gracias por todas las muestras de apoyo que recibo en las historias y correos, y a mis mecenas que me ayudan a poder dedicarle más tiempo a escribir :D
Ya avisé que, con el capítulo 5, terminaría la introducción, por lo que a partir de ahora la historia se irá acelerando, aunque no tan de golpe como algunas personas esperarán. Como mencioné anteriormente, mi primera intención era que la historia durase entre 20 - 25 capítulos, pero despues de hacer una pequeña guía, es probable que me dure bastante más. Y, como también anuncié en capítulos anteriores, a partir de ahora pondré un extracto del siguiente capítulo en caso de tenerlo escrito, lo que normalmente será así con esta historia, ya que los mecenas de oro y plata leen dos semanas antes y "Encerrado con mis primas" la considero mi historia "principal", por lo que la actualizo cada dos semanas más o menos.
Siguiente capítulo: "Capítulo 7: De momento, sigues siendo virgen"
"Viendo a mi prima aterrada a niveles que no comprendo, su mirada está al borde del llanto, provocando que me comience a sentir mal por ella y esté a punto de confesar que no tengo nada… Pero la curiosidad me puede más. ¿A qué tanto le teme? Lo único que he visto son algunas fotos y miniaturas de video de ella delante del espejo, y alguna en ropa interior… Nada tan extraño.
— ¿Qué es lo que quieres? —pregunta finalmente—. ¿Dinero? Te daré todo lo que tengo.
— No quiero dinero. —respondo algo sorprendido por su reacción.
— ¿Entonces qué quieres a cambio de no decir nada? —contesta mirándome con súplica.
Manteniéndome en silencio al no saber que decir, mis ojos confusos se enzarzan con los suyos, los cuales muestran más tristeza, y miedo, que enojo. Viendo cómo se muerde el labio, finalmente exhala un suspiro y agacha la cabeza, arrodillándose ante mí, provocando que frunza el ceño.
— Esto es lo que quieres, ¿verdad? —dice mirándome con algo de indignación, llevando sus manos al borde de mis pantalones—. Maldito pervertido.
Incapaz de contestar ante el shock mental que me produce su ofrecimiento, mi mente se debate entre rechazarla y contarle la verdad, o callar y dejarla hacer. Pero antes de que pueda decidir, sus manos se aferran a mis pantalones y mi ropa interior para tirar de ella..."