Encerrado con mis primas — Capítulo 4

Fabio, a la espera de alguna reacción por parte de Anna, se enfrenta a nuevo problema en la casa: el sofocante calor. A raíz de este, el afortunado joven tendrá una visión más nítida de sus primas, al mismo tiempo que debido a un nuevo accidente, comenzará a descubrir cosas de su pasado.

Capítulo 4: Un culo es un culo

Dos días. Dos días han pasado desde la cazada de mi prima Anna. Dos días en el que no me ha dirigido ni una mirada, ni si quiera cuando hemos coincidido en las comidas. Dos días libres de sus malas miradas y sus comentarios hirientes… ¿Por qué? ¿A qué está esperando para echármelo en cara? ¿Cómo es que no le ha dicho nada a las otras? Y más sabiendo las ganas que tiene de avergonzarme siempre… ¿Y si es esa su estrategia? ¿Y si es lo suficientemente retorcida como para dejar que me autoinflija una tortura psicológica antes de atacar? No, mi prima no es tan inteligente… Pero, entonces, ¿por qué no dice nada? ¿Por qué no me dirige ni una mirada? ¿Por qué no me falta al respeto como hace habitualmente?

— Fabio, ¿qué pasa? —pregunta de golpe Inés, haciendo que levante la mirada—. Llevas un par de días muy disperso, ¿estás bien?

— Sí, es sólo que estoy muy pensativo. —miento a medias, acelerando para terminarme el postre—. Supongo que el confinamiento me está pasando factura.

— A mí lo que me está pasando factura es el terrible calor que hace. —murmura Verónica, recostada en el sofá—. ¿Qué pasa al final con el aire? Antes lo he intentado encender en mi cuarto, y no funcionaba.

— Ya, es algo general de la casa. —suspira Inés, acomodándose en la silla—. Se debe haber estropeado.

— Pues llama para que lo arreglen. —responde Maya, regresando de la cocina, donde le ha tocado fregar y poner el lavavajillas, para dejarse caer en una de las sillas de la mesa.

— Lo he hecho, me he pasado la mañana llamando a todos los números que he encontrado en internet, pero ninguno se atreve a venir. —replica Inés, agarrando una revista para empezar a abanicarse—. Unos por miedo al virus, y otros por miedo a una multa.

— ¡¿No van a venir?! —dice Verónica exaltada, observándonos como una loca.

— ¿Multa de qué? —añade Maya, igual de alterada.

— Por desgracia, arreglar el aire acondicionado no entra dentro de los trabajos mínimos imprescindibles. —responde Inés con otro suspiro agotado—. Incluso les he ofrecido más dinero, pero nadie ha aceptado.

— ¡¿Cómo no va a ser imprescindible?! ¿Quieren que muramos de calor? —protesta Anna desde el otro sofá, haciendo que mis ojos viajen a ella.

— ¿Y qué vamos a hacer? —pregunta Verónica, observando a todos los presentes en busca de una solución.

— Tranquilas, ya he tomado medidas. —replica Inés con voz cansada—. He comprado varios ventiladores y aires portátiles, deberían llegar mañana o pasado.

— ¿Esas son tus medidas? —protesta Anna con el ceño fruncido.

— Algo es algo, por lo menos para ir tirando hasta que encontremos a alguien que pueda arreglar el aire. —contesta Inés mirando mal a su hermana menor—. Aunque si no lo quieres…

— Un par de noches más con este insufrible calor, y lo único que encontraréis de mí es un trozo de carne seca encima de mi colchón. —murmura Anna, provocando una carcajada general en la sala, menos en mí.

Quedando en silencio, escuchando únicamente las noticias en la televisión, el sonido de una maleta arrastrarse por el pasillo hace girar todas las cabezas, viendo aparecer a mi tía Laura finalmente, vestida con su típico y serio traje, acompañada por una austera pequeña maleta negra.

— En fin, ya me voy. —anuncia mi tía, observándonos con un suspiro—. Volveré en un par de semanas, tenéis la tarjeta, y podéis llamarme si pasa algo. Inés se queda al cargo.

— Sí. —asiente la mayor de las hermanas.

— Tened cuidado cuando salgáis a la calle. —finaliza la mujer, mirándolas una a una, llegando incluso a mí—. Os quiero.

Recibiendo palabras parecidas de vuelta, mi tía se dirige hacia la puerta de salida sin esperar más, colocándose una mascarilla antes de salir con paso apresurado, dejando en otro leve silencio la casa con el sonido de la puerta al cerrarse.


Tumbado en mi cama, sin ganas de vivir por el calor, mi mente no es capaz de pensar en otra cosa que no sea en ese bochorno que me ahoga. Descartando todas las ideas de entretenerme que cruzan mi cabeza, ante la pereza que me da tener que levantarme para ejecutarlas, un suspiro nace en mí cuando el teléfono comienza a vibrar en mi mesita, obligando a estirarme para responder la llamada.

— ¿Sí? —pregunto volviendo a dejar caer mi cabeza en mi almohada, empapada de sudor.

— Soy yo. —responde Héctor con una voz irritantemente alegre.

— ¿Qué pasa? —contesto con algo de mal humor, cerrando los ojos.

— Nada, te llamaba para ver que es de ti. —se defiende mi mejor amigo—. ¿Qué te pasa? ¿A qué viene ese tono?

— Perdón. —me disculpo con una mueca, sabiendo que él no tiene culpa de nada—. Es que el aire acondicionado está estropeado y me estoy muriendo…

— ¡Uf! ¿En plena ola de calor?

— Sí, hijo, sí. —contesto con un tono agotado—. Estoy sin camiseta, a oscuras en mi cuarto, y aún hace un bochorno irrespirable.

— Pues cómprate un ventilador o algo. —responde Héctor.

— Ya lo hemos hecho, pero debido a la alta demanda se ha retrasado. —replico explicando lo mismo que nos ha contado Inés—. Aún tardará un par de días más.

— Te compadezco. —dice mi amigo.

— En fin, ¿y tú qué? —pregunto para hacer que hable él, sin ganas de seguir gastando saliva—. ¿Qué te cuentas?

— Pues nada, aquí, feliz. —responde haciéndome enarcar una ceja.

— ¿Y tus problemas con tu compañera y su novio? —contesto con curiosidad.

— Arreglados. —dice con tono alegre—. Uno de mis otros compañeros se ha vuelto con sus padres, y me he cambiado a su habitación, que está más lejos.

— Vaya.

— Y, además, con el calor han bajado su ritmo de conejos. —comenta tranquilamente.

— Bien por ti. —murmuro sin comprender su alegría—. ¿Y no sigues molesto por apenas salir de tu cuarto?

— Que va, ahora es al revés. —dice Héctor con una sonrisa que puedo notar—. Como el aire del salón no funciona muy bien, se quedan casi todo el dia en su cuarto. Soy libre.

— ¿Héctor es un elfo libre? —pregunto escuchando una breve carcajada al otro lado de la línea.

— Y no sólo libre, sino que está a punto de pasar a ser un hombre de verdad. —comenta mi amigo, casi eufórico—. Lo siento por ti, compañero, pero creo que me ha llegado la hora de perder la maldita virginidad.

— ¿Qué dices? —murmuro frunciendo el ceño confuso, bajando varios tonos mi voz—. Pero Héctor, tus otros compañeros de piso… ¿No son hombres?

— ¿Eh? ¡¿Qué insinúas?! ¡No es eso, imbécil! —se apresura a decir mi amigo, robándome una ligera sonrisa—. Tengo una nueva compañera.

— ¿Una nueva compañera en pleno confinamiento por la pandemia? —pregunto enarcando una ceja que él no puede ver.

— A ver, no es compañera al uso, es una amiga de la otra y su novio. —contesta con un tono que intenta restarle importancia.

— ¿Ha metido a otra persona sin preguntar? —cuestiono, sorprendido.

— A ver, sí, pero la pobre ya no aguantaba más en el piso que tenía alquilado con unas amigas, por lo visto había muy mal rollo. —admite Héctor—. Deberías ver cómo de derrotada estaba mientras me lo explicaba, no podía dejarla en la calle.

— Ya. —murmuro previendo por dónde van los tiros.

— Deberías verla, está buenísima. —explica emocionado.

— Ya. —repito con una mueca.

— Me escucha cuando le hablo, e incluso se ríe con mis chistes…

— ¿En serio? —digo oliéndome lo peor—. ¿Y has intentado algo con ella?

— Ayer lo intenté en el sofá, después de hacerle la cena mientras veíamos su programa favorito en la tele, pero me rechazó. —afirma Héctor—. Me dijo que aún no estaba preparada, que está emocionalmente destrozada por la traición de sus amigas. ¿Sabes qué quiere decir eso? Que, si espero un poco y sigo trabajándomela, se recuperará y podré…

— Y una pregunta. —interrumpo, con una leve sospecha—. ¿Colabora en los gastos o…?

— A ver… No. —dice Héctor después de un breve silencio, confirmando mis peores presagios—. Pero la pobre está destrozada y…

— Héctor. —murmuro exhalando un suspiro—. Te está haciendo el lio.

— ¿Cómo?

— Se va de un piso con sus amigas porque está “destrozada” emocionalmente. —argumento hablando lentamente, para que lo comprenda—. ¿Y se mete en el piso de otra amiga, rodeada de desconocidos? ¿Estando teóricamente tan devastada? Lo normal sería regresar con sus padres.

— No creo que…

— Y casualmente te sigue el juego, pero está “destrozada” por la traición de unas amigas, ¿y por eso no puede hacer nada contigo? ¿Qué tendrá que ver una cosa con la

otra? —prosigo ante su súbito silencio—. A mí me parece que te da esperanzas para poder vivir de gratis en vuestro piso.

— ¿Tú crees? —pregunta Héctor, en apenas un murmullo.

— Y, es más, ¿qué tendrá que ver su estado anímico con colaborar o no en los gastos? —digo teniendo que subir el volumen de mi voz ante el ruido que proviene de fuera de mi cuarto.

— Hombre…

— Haciéndose la víctima y siguiéndote el juego, consigue vivir gratis en vuestro piso, que le hagas cualquier cosa que te pida, y encima sólo tiene que hacer ver que te escucha y fingir estar emocionalmente devastada para evitar hacer nada contigo. —resumo en pocas palabras, frunciendo el ceño ante el creciente ruido del pasillo. ¿Qué está pasando fuera?

— Sinceramente, no lo creo. —rechaza mi amigo, haciéndome poner los ojos en blanco—. Ella no es así, no la conoces.

— Ya. —suspiro incorporándome, con pesadez, en la cama—. En fin, ya me contarás tus avances otro dia. Te dejo que quiero ir a buscar algo de beber.

— Sí. —contesta con simpleza, con un tono pensativo.

— Hasta luego. —me despido colgando sin esperar respuesta.

Dejando el teléfono de nuevo en su lugar, el tono alto de las voces en el pasillo hace que me levante, abriendo la puerta de mi cuarto para asomarme con curiosidad, encontrándome a Maya con los brazos cruzados, encarándose a Anna… La cual va en ropa interior.

— ¡Me da igual! Hace demasiado calor como para ir con ropa. —protesta Anna lanzándome una veloz mirada antes de seguir fusilando con ella a Maya, la cual también me observa fugazmente antes de proseguir.

— ¡Pues te aguantas, como todos! —responde Maya en igual tono.

— ¿No ves? ¿Por qué él va a poder ir sin camiseta y yo no? —contesta Anna, señalándome con una mano—. ¡Estoy en mi maldita casa!

— Pero no es lo mismo. —replica la otra.

— ¡Eh! ¿Otra vez? —dice Inés, saliendo de su cuarto para observar la escena como yo—. ¿Qué está pasando?

— Esta mojigata, que le molesta que vaya en ropa interior por la casa. —espeta Anna, señalando a su hermana.

— ¿Tú lo ves normal? —pregunta Maya, observando a su hermana mayor con el mismo ceño fruncido mientras el cuarto de Verónica se abre también, viendo a su

propietaria asomarse con curiosidad.

— ¡Lo que no es normal es que me vengas recriminando algo que llevo haciendo toda la vida! —protesta Anna, alzando los brazos antes de volver a cruzarlos bajo su bonito sujetador.

— ¡Pero ahora convivimos con Fabio! —replica Maya, haciendo que varias miradas se dirijan a mí.

— ¿Y qué? ¡Él también puede ir sin ropa! —contesta la rubia, alzando sus hombros con indiferencia—. E ir en ropa interior no es muy diferente a ir en bikini.

— ¡No es lo mismo! —protesta Maya, buscando apoyo con la mirada en su hermana mayor.

— A ver, calmaos. —dice Inés con un suspiro, quedándose varios segundos callada, observando a las dos implicadas y, por último, a mí.

— No sé, yo no veo tan raro que vaya en ropa interior. —comenta de golpe Verónica, rompiendo el silencio—. Yo estaba pensando en hacerlo también.

— ¡La otra pervertida! —protesta Maya, volviendo a buscar a Inés con la mirada.

— A ver, realmente no creo que esté mal, Maya. —dice finalmente la hermana mayor, desencajando la cara de la menor.

— ¿Cómo qué no? —responde señalándome acusatoriamente—. Estamos conviviendo con un hombre.

— Sí, que es de la familia. —argumenta Inés con un suspiro.

— Y, como ha dicho Anna, ir en ropa interior no es muy diferente a ir en bikini. —comenta Verónica—. Además, todas hemos ido en bragas por la casa en alguna ocasión, incluida tú.

— Pero eso era antes de que viniera Fabio. —replica Maya, con menos ímpetu.

— ¿Y vas a cambiar tus hábitos por ello? ¿Te molesta que pueda llegar a mirarte alguien de la familia? —contesta Verónica mirándola como si estuviese loca—. Si es así, ponte ropa si quieres con este calor, pero no intentes forzar tu pensamiento a otros.

— Esta es mi casa antes que la de él. —añade Anna para rematar, girándose para irse hacia el salón, deleitándome con su trasero—. Si me apetece ir en bragas, iré en bragas. Si me apetece ir vestida como un esquimal, iré. Y, si me apetece ir en pelotas, ¡iré en pelotas!

— ¿Tú te estás oyendo? —dice Maya, mirándonos a todos como si nos hubiéramos vuelto locos.

— Mira, que cada una vaya como le dé la gana, pero dejad de discutir, que suficiente tenemos con el calor. —sentencia Inés con un suspiro cansado, regresando al interior de su cuarto.

— Pues eso. —dice Verónica llevándose, sin más, las manos al borde de la ancha camiseta para quitársela del tirón, mostrándome su espectacular cuerpo, apenas cubierto por unas sexys braguitas y un sujetador deportivo.

Deleitándonos a mí y a Maya con una lenta vuelta, enseñándonos su vestimenta, nos regala una sonrisa antes de cerrar la puerta, dejando a su hermana con la cara aún más desencajada, la cual termina mirándome con odio.

— ¡Estáis todas locas! —espeta antes de encerrarse en su cuarto de un portazo, dejándome sólo en el pasillo.

No sé si acabo de presenciar el nacimiento de la mejor de las ideas, o la peor.


¡Dios! ¡Qué aburrimiento! Después de dos semanas encerrado, ya no se me ocurre que hacer. No me apetece ver más series. No me apetece ver las mismas cansinas noticias. No me apetece jugar más a los simples juegos de mi ordenador… ¡Y con este calor no me apetece ni vivir! Debería haberme traído la consola… ¿Le pido a mis padres que me la envíen? Mi madre me prohibió traerla para que me centrase en los estudios, pero con este indefinido encierro, creo que es necesario.

¿Qué puedo hacer? ¿Qué harán las otras personas para pasar el rato? ¿Qué harán mis primas en sus cuartos? Las veo siempre en el teléfono o en el ordenador, pero hasta yo me canso de siempre lo mismo: series, noticias, porno… ¿Y si me hago una paja? Pero no una paja cualquiera, una señora paja. Eso me entretendría una horita fácil. Pero últimamente le tengo un pánico a que abran la puerta y me pillen… ¿Por qué demonios no tienen seguro las puertas en esta casa? En fin, acabamos de comer, mis primas deben estar vagueando. No creo que me busquen para nada ya que hoy no tengo tareas. ¿Me hago la paja? Venga, va. Pero por si acaso me pondré en la silla, para ver si alguien entra.

Levantándome de la cama con esfuerzo, me voy hasta el asiento del escritorio, el cual está ubicado tras la puerta, por lo que tendría unos instantes para cerrar el porno y vestirme. Encendiendo de nuevo mi viejo portátil, tengo que esperar casi medio minuto para poder acceder a él, abriendo rápidamente una pestaña de incógnito y buscando mi página porno favorita, dispuesto a perderme entre los miles de videos antes de proceder a sacar el arma.

Hay gente que no valora bien estos momentos. Yo suelo estar más tiempo buscando vídeos, que pajeándome con ellos. Para un virgen como yo, la paja es mi religión, y hay que saber venerarla como se merece… Joder, qué patético sueno (o pienso).

Comenzando a ojear los últimos proyectos de mis actrices favoritas, empiezo a abrir varias pestañas de posibles vídeos interesantes, silenciándolos (por si acaso) antes de proseguir con mi búsqueda.

— Puto ordenador. —murmuro desesperado cuando tarda casi medio minuto en cargar una nueva página.

¡Qué asco! Últimamente va peor que de costumbre, debe ser por todo el tiempo que lo estoy utilizando con el maldito confinamiento… ¿Y si le pasa algo? Me tiro por la ventana, ya sólo me faltaba que encima me quede sin ordenador.

Ojeando la nueva página, finalmente encuentro un video que llama lo suficiente mi atención y la de mi bulto en el pantalón, viendo en la miniatura a un hombre bien dotado perforando analmente a una de mis actrices favoritas, de la cual no recuerdo haber visto nunca un anal. ¿Será el primero? Reproduciendo el vídeo, el cual comienza directamente en la acción, lo silencio antes de que suene ningún ruido, rebuscando igual de veloz mis auriculares entre todas las cosas que tengo encima del desordenado escritorio. Alzando la cabeza con miedo cuando escucho unos pasos por el pasillo, me quedo estático hasta que unos golpes suenan en mi puerta, provocando que aceleradamente intente cerrar el navegador, helándoseme la sangre cuando salta un maldito error que lo impide, quedándose bloqueado, pero con el video reproduciéndose mientras spameo sin parar el botón de cierre. ¡No me jodas! ¡Ahora no! ¡No te mueras ahora traidor!

Mirando con pánico hacia la persona que ya se ha asomado tras la puerta, mi primera intención es tapar la pantalla o bajarla, pero en cuanto veo la cara de sorpresa de Verónica, sé que no es necesario. Esto es peor que una historia cutre de internet. Me han vuelto a pillar, por tercera vez…

— Vaya. —murmura alzando las cejas con sorpresa.

— Yo… Esto… No es…—balbuceo, intentando encontrar algo que decir.

— ¿No es lo que parece? ¿En serio? —dice Verónica, observándome con cierta diversión—. Me encantaría que me lo expliques entonces, porque a mí me parece que estabas viendo un video porno para pajearte.

Mirándole completamente blanco, busco inútilmente alguna excusa creíble que me lleve a estar viendo esta clase de video, pero no la encuentro. Exhalando un suspiro y bajando la cabeza, admitiendo mi derrota, observo a mi prima sonreírme con ternura, cerrando la puerta de mi cuarto.

— Vaya, primito, te entretienes bien. —comenta Verónica sonriente, acercándose hasta detrás de mi silla e inclinándose para ver de cerca la pantalla—. Así que estos son tus gustos.

— Yo… —murmuro algo avergonzado, dejando el inútil ratón para apoyar mis brazos en el regazo, intentando ocultar mi erección.

— No la has metido nunca, ¿y ya estás fantaseando con hacerlo por detrás? —dice Verónica con un tono burlón, lanzándome una fugaz mirada hacia los pantalones antes de seguir observando la pantalla—. Aunque supongo que es lo normal, todos los hombres quieren hacerlo.

— Habrá alguno que no. —digo con tono derrotado, por desviar la atención de mi cuerpo.

— Por lo menos, todos los hombres que yo he conocido. —replica mi prima, haciendo que me recorra un escalofrío cuando pasa sus brazos por mi cuello, abrazándome desde atrás de la silla para dejar su cara apoyada casi contra mi mejilla—. ¿Tú conoces alguno que no?

— No voy preguntándolo, la verdad. —contesto, nervioso por su cercanía.

— Pues ya te digo que, por lo menos, todos mis novios me lo han pedido. —murmura casi en mi oído, amenazando con darme un paro cardiaco—. ¿Tú qué opinas?

— Yo no debería opinar. —respondo tragando saliva al notar su aliento en mi mejilla.

— ¿Por qué no? Somos familia, hay confianza. —replica con una sonrisa, volviendo a mirar la pantalla—. ¿Eres de esos que cree que el sexo tiene que ser un tabú familiar? Yo creo que es algo natural hablarlo con las personas en las que más confías.

— No es eso, pero…

— Si no es eso, entonces podemos hablar tranquilamente. —susurra mientras ambos vemos la pantalla de mi portátil, donde el hombre cambia de postura para taladrar el culo de la mujer en cuatro—. Dime, primo, ¿por qué todos me piden hacerlo por detrás?

— En fin… Yo… Bien… Tú… Tienes un… En fin… —balbuceo incapaz de decir lo que pienso, escuchando en mi oreja la burlona risa de mi prima.

— Tranquilo, primito, me estoy quedando contigo. —dice Verónica girando su rostro para mirarme de refilón sonriente—. ¿Te crees que no sé lo que tengo? Aparte de que me gusta hacer deporte, y algo por buena genética, he entrenado mis glúteos para tener el culo que tengo, ya que de pecho no voy sobrada.

— Ya… —murmuro con incomodidad.

— ¿Ya? —contesta mi prima, enarcando una ceja con seriedad—. ¿Insinúas que no tengo buen culo? ¿O que es verdad que no voy sobrada de pecho?

— Yo no he dicho eso. —me defiendo—. Claro que tienes buen culo.

— Vaya, ¿entonces quieres decir que vas mirándome el culo? —dice con un rostro ofendido que termina por aterrarme—. ¿A mí? ¿A tu prima?

— Yo... No… —balbuceo como un idiota, viendo a mi prima cambiar el rostro progresivamente, intentando reprimirse otra carcajada.

— Qué inocente eres. —se burla Verónica, dándome un beso en la mejilla, que me acelera más el corazón—. Me encanta.

— Deja de jugar conmigo. —protesto frunciendo ligeramente el ceño, intentando parecer enojado.

— Es que eres muy divertido. —contesta Verónica volviendo a reír.

— Pues a mí no me parece divertido, pensaba que te habías enfadado de verdad.

— ¿Por qué? ¿Por qué me mires el trasero? —dice regresando la atención a mi rostro—. Un culo es un culo, es natural que lo mires, es instintivo.

— Pero…

— Además, me mira el culo todo el mundo, desde el panadero hasta mis hermanas. —argumenta con un tono suave—. ¿Por qué debería ofenderme que lo mires tú si no lo hace que me lo mire un extraño por la calle?

— No sé. —digo sin saber que responder, demasiado atontado por su cercanía.

— Es como ahora. —susurra Verónica en mi oído con una sonrisa, erizándome el bello de la nuca—. Mi subconsciente quiere mirar tu pantalón, para ver el bulto que intentas

esconderme.

— Yo… —comento notando mis orejas encenderse—. Lo siento.

— ¿Por qué? ¿Por tener una erección viendo porno? —murmura haciéndome sentir sus ojos clavados en mi paquete—. Lo raro sería que no la tuvieses.

— Pero no es algo que deberías estar viendo. —me disculpo viendo, de refilón, su sonrisa aparecer de nuevo en su rostro.

— Tranquilo, no es que no haya visto cosas así antes. —dice Verónica inclinándose más hacia adelante y alejando su rostro para que le pueda ver bien la cara—. Además, es agradable y, hasta cierto punto, me llena de orgullo, ver que tengo un primo tan bien… Dotado.

— Yo…

— En cuanto vayas a la universidad, y te acuestes con la primera, te aseguro que tu “fama” hará que se te abran muchas piernas. —dice obscenamente, haciéndome tragar saliva—. Si quieres podría presentarte a algunas amigas para que te estrenes, con sólo ver lo que estoy viendo, se te lanzarían al cuello con el coño haciendo palmas...

— Maldita sea, Vero, no seas bruta. —murmuro sintiendo mi verga palpitar ante sus obscenas palabras, provocando una nueva carcajada en mi prima.

— Es que sigo sin entender como eres virgen. —suspira Verónica, ignorándome—. Por muy introvertido que seas, con tu cara y… Eso, deberías tenerlas haciendo fila.

— Verónica. Ya. —digo con tono de advertencia, sintiendo que está jugando conmigo.

— Si te estoy elogiando, tonto. —responde riendo, dándome un nuevo beso en la mejilla—. Eres guapo y tienes un buen paquete, deberías estar orgulloso.

Quedándome en silencio, avergonzado a la par que incómodo, ambos nos fijamos en la pantalla sin decir nada, observando como el actor porno se separa velozmente de la actriz, la cual se arrodilla ante él para recibir, en un par de sacudidas, grueso chorros de esperma en su rostro.

— Qué me dices, primo. —murmura con tono distraído mi prima—. ¿También te gustaría correrte en la cara de alguna chica?

— Para eso, tengo bastantes objetivos que alcanzar antes. —suelto sin vergüenza, algo cabreado al saber que sigue jugando conmigo.

— Como besarte con lengua con una chica de fuera de la familia. —contesta Verónica con tono de burla, haciéndome fruncir el ceño con confusión.

— ¿De fuera de la familia? —pregunto sin entender—. ¿Qué quieres decir?

— Pues lo que he dicho. —responde mi prima hundiéndose de hombros antes de observarme realmente sorprendida—. ¿Eh? ¿No lo recuerdas? ¿No recuerdas con quién te diste tu primer beso? ¿O el primero con lengua?

— Obviamente, me acordaría si lo hubiese dado. —digo frunciendo el ceño.

— Pues no es tan obvio, primito. —contesta observándome atentamente, como si no se lo creyese—. ¿Realmente no lo recuerdas? Tenías 11 años, no es que fueses tan pequeño como para olvidarlo.

— ¿Qué tengo que recordar? —pregunto viéndola separar sus brazos para ponerse en pie, haciendo que alce la mirada.

— Tu primer beso con lengua te lo diste con una de nosotras, primo. —suelta riendo por mi cara de sorpresa—. Al igual que tu primer beso.

— Imposible. —niego confuso de ver su rostro sin rastro de broma.

— Te aseguro que sí. —afirma mi prima con rotundidad.

— Pero… Si somos familia. —contesto con cien pensamientos diferentes bombardeando mi cerebro.

— Éramos muy jóvenes, típicos juegos que haces en verano con las hormonas dando fiestas. —responde Verónica con un gesto de mano, restándole importancia—.

Además, fueron unos simples besos, y no somos ni los primeros ni los últimos primos que han hecho algo parecido.

— Pero… —replico dándole algo de razón—. ¿Con quién fue?

— ¿Tu primer beso o el primero con lengua?

— Ambos. —contesto con curiosidad.

— Tu primer beso con lengua fue con Anna. —dice Verónica riendo por mi rostro de incredulidad—. Y hasta donde sé, también era su primera vez.

— Imposible. —niego con rotundidad—. Me odia.

— Fue poco antes de que comenzase a llevarse mal contigo. —responde mi prima, poniendo cara pensativa—. ¿Será por eso que te odia?

— ¿Y por qué no soy capaz de recordarlo? —pregunto confuso, intentando forzar mi mente y enviarla a esos eternos veranos de mi infancia.

— Yo que sé, no soy psicóloga. —replica mi prima hundiéndose de hombros—. En fin, te dejo tranquilo para que lo pienses.

— Espera. —digo viendo su intención de irse hacia la puerta—. ¿Y con quién fue mi primer beso?

Mirándome con diversión, me observa durante unos segundos en silencio antes de regresar sobre sus pasos, posicionándose a mi lado e inclinándose para quedar demasiado cerca de mí. Bloqueándome antes su cercanía, su mano toma mi barbilla antes de que, fugazmente, junte sus blanditos y húmedos labios con los míos, sonriendo al separarse y ver la cara de idiota que se me habrá quedado.

— Conmigo, Fabio. —responde finalmente con diversión, riéndose de mí y acariciando mi barbilla en un gesto cariñoso antes de erguirse y dirigirse a la puerta—. Hala, hasta luego, primito.

Quedándome sin saber que hacer, en un estado casi catatónico, mi enturbiada mente intenta asimilar sus palabras y su beso. Girando la cabeza para ver el porno aun reproduciéndose en mi portátil, fuerzo el apagado quitándole la batería y bajo la pantalla antes de irme hacia la cama, tumbándome para mirar el techo conmocionado y excitado.

Acabo de ver porno junto a mi prima. Hemos hablado de sexo, de su culo, y de si me gustaría o no correrme en la cara de una chica. Me he enterado de que mi primer beso con lengua fue con mi prima Anna, la cual ahora me odia, y mi primer beso fue con Verónica… Y soy incapaz de recordar nada de eso. Y, por si fuera poco, mi prima me acaba de besar.

Creo que la vida me ha superado.

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¡Gracias por leer!

Primeramente, tal y como hice en mi otra historia activa, quiero agradecer todos los comentarios y mensajes de apoyo que estoy recibiendo en la página y por correo . Aunque no me dé tiempo a responderlos, quiero que sepáis que los leo y aprecio todos, por lo que me encantaría seguir leyendoos. Y en especial, agradecer a mis mecenas por apoyar mi trabajo, gracias a vuestra aportacion puedo dedicarle más tiempo a escribir :D

Lo segundo que quiero decir, nuevamente, es calma con la historia . Unos cuantos (una pequeña minoría) me habéis hecho llegar vuestra... ¿inquietud? Por el ritmo lento de la historia (y apenas estamos en el capítulo 4). Como ya dije, me gusta estructurar mis historias y seguir un hoja de ruta, porque me gusta dar contexto y trasfondo a mis relatos eroticos de manera natural . Si en el tercer capitulo Fabio, un virgen, besa a su prima, ¿esperais que en cuarto se la folle? ¿Qué pasaria en el quinto entonces? ¿Una orgía? ¿Y en el sexto? Entiendo vuestra "necesidad" de esas partes, pero os aseguro que se disfruta más una historia de este tipo teniendo un trasfondo y reconociendo la manera de ser de los personajes, que no teniéndolo. Y no pienso cambiar mi manera de hacer las cosas, porque soy nuevo en esta plataforma, pero llevo más de 10 años escribiendo en otras web's. Mi idea para esta historia es que dure entre 20-25 capítulos, y el primer arco de 5 capitulos es puramente introducción a algunos personajes, con poco roce. Si que el nivel de roce hasta ahora es light, pero no es algo negativo a mi manera de ver, sois libres de leer otras historias si buscais puro sexo directo, sin historia y sin emociones. Al resto, tranquilos, que mis historias son "exponenciales", una vez se sueltan, van muy rápido. Y ya aviso que queda nada para el primer "roce".

Y tercero, y último, para los que me preguntastéis porque no actualicé la semana pasada, quiero avisar que publico cada Viernes-Sábado aquí (lo envio el Viernes por la mañana, pero TR no tiene un horario fijo de publicación), menos una vez al mes, cuando la historia exclusiva de Patreon coincide con las dos semanas que dejo de margen de las dos semanas anticipadas que tienen algunos mecenas. Si queréis saber mis fechas de publicación, podéis mirar en mi Twitter o en mi Patreon, donde tengo publicado el cronograma del mes . También aviso que estoy pensando en publicar alguna de mis historias ya escritas, para daros contenido esa semana del mes. Aun tengo que pensarlo.

Siento toda esta parrafada y gracias de nuevo por leer. Un abrazo.