Encerrado con mis primas Capítulo 3
Comienzan las complicaciones en la casa. Fabio tiene que tratar con las consecuencias de la fotografía con su explosiva prima, mientras otra de sus primas se interesa más por su vida.
Capítulo 3: ¿Te la follaste?
— ¡A comer! —anuncia Inés desde el pasillo, provocando que deje de mirar el
insta
con un suspiro.
Desde que ayer Verónica publicó la foto, mencionando mi usuario bajo el título de
“Aquí, con el chico de la casa, ¿no es guapo
?”, he recibido miles de peticiones de seguirme, además de constantes mensajes preguntándome la relación entre ella y yo, amenazándome, insultándome e, incluso, ofreciéndome dinero por pasar “contenido extra” de mi prima.
Aunque no todo ha sido malo. Entre los miles de peticiones, muchas eran de chicas que, incluso, me conocen del pueblo, las cuales tengo la sensación de que buscan algo, dándole me gusta a todas mis cutres fotos, y comentando en ellas. No sé si es mi virginal y fantasiosa mente, pero siento que mi popularidad ha incrementado al mismo nivel que mis seguidores. ¿Tanto puede provocar salir al lado de alguien famoso y deseable? ¿Quizá he despertado la curiosidad al estar junto a mi explosiva prima?
Exhalando un suspiro antes de salir del cuarto, rápidamente voy hacia el salón, donde soy el último en llegar. Ocupando mi habitual asiento en silencio, empiezo a comer cuando el resto lo hace, escuchando el resto de las conversaciones de fondo.
— Una cosa. —dice Anna atrayendo mi curiosa mirada—. Tenía calor, y he intentado encender el aire acondicionado de mi cuarto, pero no va. ¿Hay que accionar algo?
— ¿Qué vas a tener que accionar? —responde Inés, frunciendo el ceño con confusión.
— No sé, pero le doy al mando, suena un pitido, y no sale nada de aire. —contesta Anna, hundiéndose de hombros—. Pensaba que quizá haya que desbloquear el aire desde algún panel o algo así.
— No hay nada así. —dice Inés con un suspiro—. Luego lo revisamos, quizá se ha estropeado.
— No fastidies. —replica Anna frunciendo el ceño—. Si ya apenas se puede respirar del bochorno.
— Pues he visto por internet que se acerca una ola de calor. —comenta Verónica, tranquilamente.
— Lo que faltaba. —contesta Anna.
— Luego lo miramos. —repite Inés tranquilamente—. Si tiene algún problema, ya avisaremos a alguien para que lo repare.
— Haz que revisen todos, incluido el de mi despacho. —dice mi tía Laura mirando de reojo su teléfono—. Por cierto, mañana me iré de viaje un par de semanas, os quedaréis solas.
— ¿De viaje? ¿A dónde? Si estamos confinados. —pregunta Anna, atrayendo los ojos de su madre.
— El Gobierno me ha invitado a un comité de emergencia legal, supongo que para estudiar como enfocar todos los procesos legales interrumpidos durante el confinamiento. —comenta mi tía con tranquilidad, agarrando su teléfono para responder fugazmente un mensaje—. Me iré a la capital un par de semanas.
— Qué envidia, poder salir de casa… —murmura Anna.
— Hija, cuando no esté en el comité, estaré encerrada en el hotel. —contesta mi tía Laura—. Es lo mismo.
Con sus conversaciones como música de ambiente, voy terminando de comer en silencio, teniendo que esperar a que alguna más acabe para no ser el primero en levantarse de la mesa, siguiendo a Maya hacia la cocina.
Pasándole un agua rápida a mi plato antes de dejarlo en el lavavajillas, me aparto con velocidad para dejarle paso a mi prima, intentando desaparecer de allí, pero siendo frenado por un comentario de Maya.
— Luego, en media hora, ven a mi cuarto. —anuncia mi prima, lanzándome una mirada criptica antes de irse.
¿Su cuarto? Nunca he pisado su cuarto. ¿Qué es lo que quiere? ¿Me va a chantajear de alguna manera? Lo más seguro… ¿Debería negarme? Imposible, tiene un video mio comprometido y un tanga con signos del delito, tengo que conseguir que lo borre y deshacerme de las pruebas. Sólo tengo dos maneras, o le robo el teléfono y el tanga sin que se dé cuenta, con todo el riesgo que ello implica, o consigo algo suyo igual de comprometido, algo realmente complicado…
Agachando la cabeza, derrotado, regreso a mi cuarto con un suspiro, lanzándome rápidamente a la cama para intentar fundirme con el colchón y desaparecer… O al menos hasta que una llamada en mi teléfono me hace estirar el brazo para agarrarlo de la mesita de noche, llevándomelo al oído sin mirar quien es.
— ¿Sí? —pregunto con voz cansada, sentándome sobre la cama para hablar más cómodamente.
— ¿Te la follaste? —responde la voz de Héctor, directamente.
— ¿Qué dices? —contesto frunciendo el ceño sin entender. ¿Qué le pasa ahora a este pervertido?
— La foto. —murmura simplemente, haciendo que comprenda a que se refiere—. ¿Te la follaste?
— Que es mi prima, enfermo. —replico, negando con la cabeza.
— Te la follaste… —sentencia Héctor, ignorándome—. Eres un hijo de la gran puta con suerte.
— ¡Qué no hemos hecho nada!
— Mis cojones, poco más y le agarras el culo en la foto. —responde Héctor, en un tono de queja.
— Fue ella la que puso mi mano ahí. —argumento escuchando, como mínimo, un conjuro satánico al otro lado de la línea.
— Vamos, que estaba cachonda, quería tema, y te la follaste. —insiste mi mejor amigo, exasperándome.
— ¡Qué no hemos follado, pesado! —digo teniendo que controlar mi voz para que no me escuchen el resto de integrantes de la casa.
— Venga va, somos amigos de toda la vida, admítelo, te la follaste. —responde Héctor sacándome de quicio—. Sólo una cosa, ¿cómo es ese tremendo culo sin ropa? ¿Es m…?
— Como sigas, te cuelgo y te bloqueo. —amenazo interrumpiéndole.
— Está bien, perdona. —contesta quedándose callado apenas unos instantes—. Entonces, ¿no…?
— No. —sentencio con rotundidad.
— Vaya. —responde Héctor con un falso tono triste, notándosele la alegría en la voz—. Oye, ¿y cómo es tener ese cuerpazo encima? ¿No era incómodo? Yo, si hubiera estado en tu posición, le estaría clavando mi erección entre las nalgas.
— Pero tú estás enfermo. —replico intentando no pensar en que realmente ocurrió—. Además, no creo que lo notase en tu caso…
— ¡Oye! No la tendré como tú, pero voy bien equipado y lo sabes. —protesta Héctor, haciéndome reír—. Y, es más, las mujeres prefieren algo más normalito que eso que llevas tú.
— Ya, ya…
— Es verdad. —dice mi amigo, haciendo que ponga los ojos en blanco—. ¿Recuerdas las duchas con el equipo después de los partidos de fútbol? Era uno de los que mejor p…
— Yo no me dedicaba a mirarle las vergüenzas a los otros, que quieres que te diga.
— Era por curiosidad, es anatomía. Yo no juego para ese lado, y lo sabes. —comenta con un tono de preocupación que me hace reír.
— En fin, te dejo que tengo que ir a hablar con mi prima. —murmuro mirando el reloj.
— ¿Hablar? —dice quedando la línea en silencio unos segundos—. Vas a follártela, hijo de p…
— Te voy a bloquear, ¿sabes? —contesto con un suspiro—. Además, voy a hablar con Maya, no con Verónica.
— ¡¿También te follas a la mudita?! E…
— Hasta luego, Héctor. —interrumpo colgándole, dejando el teléfono de nuevo en su sitio.
Exhalando un último suspiro, me levanto de la cama y salgo de mi cuarto, sabiendo que ya está todo el mundo en su habitación al no escuchar ruido desde el salón. Acercándome con nervios, y algo de miedo, a la puerta de mi prima, inspiro profundamente antes de golpear con los nudillos brevemente la madera, oyendo al instante el permiso para entrar.
Viendo a mi prima sentada en su escritorio, de espaldas a la puerta, espero pacientemente a que termine de escribir, observando con curiosidad su cuarto, el cual está decorado de manera muy pobre. Fijándome en el teléfono que carga sobre la cama, la idea de agarrarlo para borrar el video me incita a moverme un paso, teniendo que frenarme cuando Maya se da la vuelta.
— Cierra la puerta. —ordena mi prima, haciendo que regrese sobre mis pasos para obedecer.
— Ya está. —contesto observando su mirada inexpresiva analizándome—. ¿Qué es lo que quieres?
— ¿Qué te hace pensar que quiero algo? —pregunta Maya, enarcando una ceja.
— No creo que me llames para hablar, después de todos estos años sin hacerlo. —argumento viéndola sonreír.
— Quizá quiero crear una buena relación contigo. —comenta con un tono suave—. Ya he visto que con mis hermanas te llevas muy bien.
— ¿Qué quieres decir? —contesto, frunciendo el ceño.
— Nada, ya he visto la foto que ha colgado Vero contigo, y soy la única a la que no sigues en
insta
. —responde señalando fugazmente su ordenador—. ¿También te pajeas con su ropa interior? ¿Has hecho algo más con ella?
— ¿Algo más? —murmuro con confusión—. Es mi prima, somos familia.
— Yo también soy tu prima, y eso no te ha impedido cascártela con mi tanga. —argumenta acertadamente, dejándome sin posible replica—. Sé cómo es mi hermana, asi que no me mientas, ¿habéis hecho algo?
— No. —respondo con algo de sorpresa—. ¿Qué íbamos a hacer?
— Vamos, Fabio. —dice poniendo un segundo los ojos en blanco—. Todas en esta casa sabemos que a Vero le encanta calentar, y ahora que no puede zorrear por ahí, eres su único juguete.
— Yo no…
— Y con lo loca que está, no me sorprendería que cruzase la línea. —añade con una mirada analítica—. ¿Me juras que no habéis hecho nada?
— Segurísimo, somos familia. —contesto poniéndome nervioso, aunque sea la verdad.
— Espero que no me mientas. —advierte con unos ojos que infunden el mismo respeto que su madre.
— Es la verdad. —aseguro, tragando saliva.
— Está bien. —asiente Maya, exhalando un suspiro—. Aun no entiendo como has sido capaz de hacerte una paja con mi ropa interior usada…
— Yo… Lo siento. —murmuro viendo su mirada de reprobación—. No era mi intención…
— ¿Qué no era tu intención? —dice enarcando una ceja—. No parecías muy confuso mientras te la machacabas con mi tanga en la cara.
— Lo siento. —respondo bajando la cabeza—. No sé qué más decir.
— Pues empieza diciéndome cómo se te ocurre hacer eso. —replica Maya, cruzándose de brazos.
— Bueno, yo estaba poniendo la lavadora, y entonces vi tu tanga, que no sabía que era tuyo, y el olor… Me nubló la razón. —contesto intentando sonar arrepentido—. Lo siento.
— ¿El olor? —interroga mi prima sin piedad—. ¿Olía diferente al resto de ropa sucia o qué?
— No sé, me llegó un olor que me alteró. —confieso incapaz de aguantarle la mirada.
— Muy bien, puedo llegar a entender que te calientes. —acepta mi prima haciendo que la observe un segundo—. ¿Pero tenías que cascártela con mi ropa?
— Lo siento. —me limito a repetir.
— ¿No podías ver porno como todo el mundo? ¿O alguna foto de alguna chica que te guste? —prosigue alzando algo el tono—. ¿Tenías que hacerte una paja oliendo las bragas de tu prima? ¡Tu prima!
— Lo siento. —repito como un autómata, bajando la cabeza cual perro al que gritan.
— O si necesitabas algo más real, llamas a alguna amiga especial o alguna ex y te tocas por videollamada. —dice mi prima sin detener su ataque.
— Bueno, yo no…
— ¿Tú no qué? —pregunta frunciendo el ceño con enfado.
— En fin, yo no tengo eso. —murmuro con cierto miedo y vergüenza, sin atreverme a hablar.
— ¿Eso? ¿Te refieres a amiga especial? —contesta volviendo a la carga—. No me sirve como excusa, te la buscas por internet, que ahora hay mucha desesperada.
— Me refería a lo otro, aunque eso también. —musito intentando defenderme, pero aceptando sus palabras.
— ¿Cómo? —dice Maya perdiendo la agresividad, mirándome con confusión.
— En fin, que yo no… No tengo ex. —confieso igual de confundido por sus ojos analíticos.
— ¿Cómo que no tienes ex? —pregunta como si mis palabras estuviesen en otro idioma.
— Pues eso, que no tengo. —admito hundiéndome de hombros.
— ¿Cómo no vas a tener ex? —insiste haciendo que mi cara se encienda.
— No tengo. —repito alzando algo la voz, empezando a perder los nervios.
— Pero… —murmura quedándose callada, observándome como si fuese de otra especie, hilando ideas en su cabeza—. Entonces eres… ¿Virgen?
— Sí. —confirmo con un hilo de voz, completamente avergonzado. ¿Cómo puede ser que, en apenas unos días, dos de mis primas ya sepan mi mayor secreto?
Quedando en un silencio incómodo, mi mirada se pierde en cualquier detalle de la habitación, regresando cada pocos segundos hacia Maya, para encontrar su mismo rostro de completa incomprensión y sorpresa.
— Vaya… —dice en un leve murmullo, que me parece aún más humillante.
— Si ya has acabado de burlarte, ¿me puedo ir? —pregunto con el ceño fruncido.
— Sí. —acepta Maya, sin cambiar un ápice su rostro.
Sin darle tiempo a que se lo repiense, huyo rápidamente del cuarto, teniendo que frenarme de golpe para no chocar contra Verónica, la cual se sorprende tanto como yo de
mi repentina aparición.
— ¿A dónde vas tan rápido? —pregunta Verónica, echando una ojeada tras de mí para ver la puerta de Maya, alzando rápidamente las cejas—. ¿Estabas con Maya?
— Sí, estábamos hablando de algunas cosas. —contesto de manera escueta, esquivándola para regresar a mi cuarto.
— ¿Qué cosas? —responde Verónica con curiosidad, siguiéndome por el pasillo.
— Cosas. —murmuro viendo en sus ojos que no me dejará tranquilo hasta que se lo cuente—. Me ha preguntado por la foto que publicaste ayer, y porqué es a la única a la que no sigo de vosotras.
— Oh. —dice entrando tras de mí en mi cuarto, sin pedir permiso—. ¿Y qué interés tenía en la foto de ayer?
— No sé. —respondo intentando pensar alguna excusa rápidamente, no encontrando nada creíble.
Intentando dar por finalizada la conversación, para no fastidiarla más, me voy hasta el escritorio para sentarme en la silla, encendiendo el ordenador y dándole la espalda. ¿Qué se supone que diga? ¿Qué me ha preguntado los motivos de hacerme una paja con su tanga? ¿Qué me ha preguntado sobre si hemos hecho algo más después de la foto?
— Va, primito. —comenta con tono meloso Verónica, acercándose y abrazándome por detrás de la silla, pegando sus pequeños pechos detrás de mi cabeza—. Cuéntame de que habéis hablado, me pica la curiosidad.
— No es nada, en serio. —murmuro nervioso por su cercanía, alcanzando una nueva cota cuando se inclina para dejar su rostro al lado del mio, observando como inicio sesión.
— Si no es nada, cuéntamelo. Me interesa saber porque, de golpe, te hablas con alguien con quien antes no te relacionabas apenas. —responde con voz suave, alejándose apenas unos milímetros para mirarme, dándome un lento beso en la mejilla que me pone a mil—. ¿No soy tu prima favorita?
— Sí, pero…
Aunque intento evitarlo para que no pueda notar mi creciente erección, Verónica hace rodar mi silla hacia atrás, sentándose sin pedir permiso sobre mi regazo para abrazarme de la misma manera que ayer, observándome con una sonrisa que calienta aún más mi rostro.
Quedándose en silencio sin hacer nada más que mirarme con una bella sonrisa, mi vergüenza crece al mismo ritmo que mi verga entre los pantalones, la cual debe estar notando claramente en su intento de atravesar la tela de nuestra ropa.
— Yo no… —murmuro intentando encontrar algunas palabras que expliquen mi erección, pero no hallándolas.
— Va, Fabio. —contesta mi prima igual de sonriente, acercándose demasiado a mi rostro e ignorando la asta que intenta perforarla desde abajo—. Somos familia, y tú y yo nos hemos llevado bien desde siempre, ¿no tenemos confianza?
— Sí. —admito con un ligero cabeceo.
— Entonces, cuéntame, ¿de qué habéis hablado Maya y tú? —insiste atontando mis neuronas con el roce de su aliento en mis labios.
— De que eres una calientabraguetas. —responde la voz de Maya desde la puerta, haciendo que nos giremos Verónica y yo igual de sorprendidos.
— ¿Perdona? —contesta mi prima enarcando una ceja—. ¿A quién llamas calientabraguetas?
— Sólo hace falta verte calentando a tu propio primo. —replica Maya, señalándonos y cruzándose de brazos.
— Sólo soy cariñosa. —dice Verónica, levantándose de encima para acercarse a su hermana, copiando su gesto de brazos cruzados.
— Ya. —asiente Maya, poniendo los ojos en blanco—. Sabía que la cosa terminaría así desde que he oído tu voz al salir Fabio de mi cuarto. No puedes tolerar que nadie toque tus juguetes sin tu permiso, ¿verdad?
— ¿Qué dices? —contesta Verónica mirándola como si estuviera loca—. A diferencia de ti, yo siempre me he llevado bien con Fabio, y tenía curiosidad de saber porque, de golpe, habláis en tu cuarto sin haberlo hecho nunca.
— ¿Y a ti que te importa? —replica Maya, elevando el tono.
— No es que me importe, pero es raro. —dice Verónica, alzando sus hombros.
— ¿Raro? Sólo hemos hablado. —contesta la otra, subiendo un poco más el tono—. No como tú, que tu sinónimo de conversación es restregar tu culo.
Temiéndome lo peor, mi sensatez me dice que debo frenar la discusión y relajar el ambiente, pero mi maldita erección, que se notará aún más si me levanto, me obliga a quedar sentado y verlo todo como un espectador.
— ¡Reprimida! —responde Verónica acercándose más, encarándose—. Lo que pasa es que me tienes envidia, porque yo no oculto lo que tengo detrás de la ropa.
— No, si desde luego, ocultar no ocultas nada. —contesta con una sonrisa Maya, revisando con lentitud la vestimenta de su hermana.
— ¿Quieres que hablemos de ocultar cosas? —replica Verónica, casi enajenada—. ¿Quieres que hablemos de lo que vi el otro dia en tu ordenador?
— ¿Mi ordenador? —murmura Maya, perdiendo algo de actitud y color en la cara—. ¡¿Has mirado mis cosas sin permiso?!
— ¡¿Me hablas tú a mí sobre ocultar?! —contesta Verónica, ignorando la protesta de su hermana—. Alguien qu…
— ¡EH! ¿Qué está pasando aquí? —dice Inés entrando al cuarto, observando con el ceño confuso toda la situación—. Se os oye discutir desde toda la casa.
Quedándose las dos en completo silencio ante la llegada de su hermana mayor, el odio de sus miradas no se relaja, mientras Inés las observa esperando una respuesta, lanzándome fugazmente una mirada interrogativa.
— Esta pervertida. —dice Maya, bajando varios tonos, pero sin perder agresividad—. Que como no puede salir, se divierte zorreando a Fabio.
— ¿Qué dices de zorrear? Simplemente nos llevamos bien, sólo que una reprimida como tú es incapaz de entenderlo. —responde Verónica de igual manera—. ¿Y tienes los ovarios de llamarme pervertida? ¿Tú a mí?
— ¡Eh! Tranquilizaros. —intermedia Inés con rotundidad, haciendo que ambas relajen un poco sus posturas—. ¿Qué ha pasado?
— Tú sí que eres una pervertida. —murmura Verónica, ignorando ligeramente la advertencia de su hermana mayor.
Volviendo a quedar en un incómodo silencio en mi cuarto, la mirada de Inés pasa de una hermana a otra, esperando a que alguna le explique lo sucedido, terminando por suspirar antes de dirigir sus ojos hacia mí, que observo desde lejos toda la situación.
— ¿Qué ha pasado, Fabio? —pregunta con un tono cansado.
— Yo no… —contesto sin saber que decir—. No sé.
— ¿Cómo que no sabes? —replica Inés, enarcándome una ceja—. ¿Tienes a dos de tus primas discutiendo en tu cuarto y no sabes la razón?
— No… —murmuro de manera débil, asustado por su mirada y las de mis primas, que se giran a verme.
¿Qué se supone que diga? ¿Cuento la historia favoreciendo a Verónica? Con eso sólo consigo cabrear más a Maya, que tiene un video mío comprometido y puede hacer que me echen de aquí… Y si me decanto por ella, cabrearé a Verónica, la única persona con la que me llevo bien en la casa y puedo conversar, y todo en medio de un confinamiento. Diga lo que diga, estoy jodido. ¡Y encima mi maldita verga no se baja!
— En fin, cómo ninguno quiere decir lo que pasa… —contesta Inés después de lanzarme una mirada reprobatoria, sabiendo que estoy ocultando la verdad—. Vais a pasaros el resto del día limpiando a fondo la casa.
— ¡¿Por qué?! —replicamos Verónica, Maya y yo a la vez.
— Porque lo digo yo, y punto. —sentencia Inés con rotundidad—. Así os lo pensaréis antes de poneros a discutir y molestar con vuestros gritos.
— No eres mamá. —contesta Verónica frunciendo el ceño—. No puedes hacernos eso.
— ¿Quieres que le preguntemos a quién da la razón? —pregunta Inés con voz tranquila—. Ya sabes que ella me deja a cargo de lo que sucede en casa.
— No es justo. —responde Maya, con cara contrariada.
— Ya sabéis donde están las cosas para limpiar. —sentencia Inés, marchándose de mi cuarto.
Quedando los tres en un sepulcral silencio, escucho chasquear la lengua a Maya antes de marcharse también, echa una furia. Mirando a Verónica, exhala un profundo suspiro antes de dedicarme una suave mueca, siguiendo el camino que han seguidos sus hermanas, dejándome, por fin, solo en mi cuarto.
¿Cómo puede ser que, sin apenas decir nada, haya terminado presenciando una discusión de hermanas y castigado? Soy un desgraciado… Y encima mi maldita erección no se baja y tengo que ir a cumplir mi castigo. Malditas hormonas, presencio una discusión y sigo cachondo. ¿Y si me hago una paja?
Descartando la idea ante el riesgo de que alguien venga a buscarme, intento colocarme la erección de alguna manera que se disimule, terminando por cambiarme la camiseta por una que me va grande, tapando el bulto.
Saliendo de mi cuarto, veo a Maya con varios utensilios de limpieza, lanzándome una mirada mortal antes de entrar al baño, dejando la puerta abierta. Yendo rápido hacia la cocina, me cruzo con la otra castigada, la cual va con las mismas armas que su hermana. Recibiendo una sonrisa amable, se va hacia el pasillo sin decir nada, dándome un suave golpe en el hombro.
Sin apartar la vista de su tremendo culo, tapizado por sus eternos
leggins
, hasta que desaparece, entro a la cocina para conseguir las mismas herramientas que mis primas, encontrándome a Anna en el interior.
— Aquí tienes. —ofrece la rubia con una sincera sonrisa de felicidad, tendiéndome el limpiacristales y un trapo. ¿Cómo se ha enterado del castigo? Bueno, pensándolo bien, con lo que han alzado la voz…
— Gracias. —murmuro agarrándolo rápidamente para desaparecer.
— Que quede todo limpio. —añade Anna antes de que me vaya, casi permitiéndome escuchar una breve carcajada. Maldita zorra…
Dirigiéndome hacia el ventanal del salón, el cual da a la otra terraza de la casa, comienzo con la ardua tarea de dejar brillantes y relucientes los cristales, poniendo rápidamente un canal de música en la televisión para escuchar algo de fondo.
Girándome al oír pasos venir por el pasillo, enarco mi ceja, confuso, al ver a Verónica, no pudiendo evitar fijarme en el bonito movimiento de sus caderas, mostrándome una preciosa y cariñosa sonrisa.
— Me ha dicho que limpie los muebles. —contesta simplemente a mi pregunta no formulada.
Asintiendo mientras trago saliva, mi prima se ubica en la parte más cercana a mí de la pequeña mesa situada delante del sofá, arrodillándose para empezar a sacar brillo a la madera, dejándome una perfecta visión de su trasero sometiendo a presión a la tela de sus leggins, los cuales intentan contener de alguna manera esa poderosa retaguardia.
No pudiendo apartar los ojos de ese culo que tiembla con los movimientos de su dueña, soy incapaz de reaccionar a tiempo cuando Verónica se gira a mirarme, pillándome, sin lugar a equivocación o dudas, contemplando el orgullo de su anatomía. Sintiendo mis orejas encenderse mientras intento pensar en alguna cosa que decir, me dedica una sonrisa amplia antes de seguir limpiando sin decir nada, no haciendo cambio alguno en su posición.
Forzando a darme la vuelta, prosigo en silencio moviendo el trapo sobre el ventanal, escuchando de fondo los movimientos de mi prima y la música de la tele. Teniendo la sensación de que me observan, voy mirando eventualmente hacia atrás, admirando de nuevo el bello panorama que hace palpitar a mi verga dentro de los pantalones.
Tremenda paja me voy a hacer cuando termine de limpiar… ¿Lo está haciendo a propósito para calentarme? ¿O lo hace sin darse cuenta porque me ve como un familiar de confianza? ¿Realmente es cierto lo que ha dicho Maya? ¿Verónica me trata como un juguete al cual se entretiene calentando? Y si es así, ¿qué debería sentir? ¿Debería entristecerme? ¿Enojarme? ¿No darle mayor importancia?
A ver, es obvio que alguna vez ha usado sus “armas” de mujer para ganarse algún favor de mi parte, pero eso lo hacen todas, incluso la propia Maya lo ha hecho en alguna ocasión cuando éramos más jóvenes. Pero de ahí a calentar por calentar como afirma mi prima… No me atrevería a afirmarlo. Sinceramente, creo que es más su manera de ser conmigo, la cual siempre ha sido cariñosa, incluso cuando no tenía ni idea, y seguramente ella tampoco, de lo que era el sexo.
Pero si realmente se entretuviese excitándome, ¿también sería cierto lo otro que ha dicho Maya? ¿La cree capaz de ir más lejos? ¿Cuán lejos llegaría? Y si se diese el caso, y mi prima quisiera cruzar la línea, ¿le dejaría? A ver, ¿a quién intento engañar? Obviamente, sí. Pero seguramente no me atrevería a menos que fuese ella quien d…
¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Por qué estoy pensando en esto? Es mi prima, no debería mirarla como lo hago, y mucho menos pensar en estas cosas. No debería estar fantaseando con esos labios, o ese tremendo culo… ¡Joder! Es que vaya culo… Si le das un azote, ¿se quedará firme o rebotará? ¿Cómo debe ser embestir esa tremenda retaguardia? Debe ser un éxtasis visual sin parangón…
— Fabio. —dice Inés desde la puerta, sobresaltándome y haciendo que la mire avergonzado, sabiendo que me ha pillado deleitándome con el culo de Verónica, la cual sigue limpiando la mesa sin hacernos caso—. ¿Has terminado con el ventanal?
— S-Sí. —contesto agachando la cabeza ante el gesto reprobatorio que me lanza.
— Pues ve a limpiar la mampara de la ducha. —responde Inés, quedándose en el marco de la puerta a esperar a que obedezca.
Agarrando el limpiacristales, me dijo hacia allí sin atreverme a mirarla a los ojos, haciendo que observe fugazmente a Verónica repasar con ahínco la mesa, confundiéndome ante la sonrisa radiante que muestra haciendo la tarea, al borde de soltar una carcajada. ¿Sabe lo que ha pasado sin haberlo visto? ¡Maldita sea! ¡Me pillan todo el maldito rato! ¡¿No se puede fantasear tranquilo en esta casa?!
Entrando al baño con un suspiro para proseguir mi castigo, mis ojos van directos a Maya, la cual continúa en su tarea de hacer brillar el mármol del lavamanos después de lanzarme una mirada de curiosidad.
— Inés me ha dicho que limpie la mampara. —anuncio sin haber recibido pregunta alguna, y tampoco respuesta.
Siento completamente ignorado por mi prima, inicio mi ardua tarea, la cual empieza a empeorar con el paso de los minutos. Comenzando a sudar, con tanto movimiento en un espacio relativamente pequeño, mis ojos van hacia Maya para comprobar que no soy el único con calor, viendo como su camiseta ancha se pega a su cuerpo. Notando como sus dedos intentan separar la tela en un movimiento inconsciente, sus ojos vuelan hacia mí, encontrándose con mi mirada.
— ¿Qué pasa? —pregunta enarcando una ceja.
— Nada, estaba pensando que hace mucho calor. —respondo desviando mi atención a la pequeña ventana para intentar disimular mis pensamientos—. ¿La abrimos?
— Sólo entrará más calor. —contesta mi prima negando con la cabeza, regresando su mirada hacia el lavamanos.
Volviendo a nuestro silencio para continuar con el castigo, me concentro en mi tarea para no ser cazado, por enésima vez en el dia, mirando sitios indebidos. Escuchando suspirar a mi prima al cabo de varios minutos, me giro para verla estirarse, orientándose hacia mí.
— Me voy a hacer el otro baño. —anuncia agarrando sus cosas, yéndose sin más.
— ¡Por fin! —murmuro ante la mirada de Inés, con el cuerpo destrozado y empapado en sudor, después de haber limpiado todos los cristales y ventanas de la casa.
— Dame las cosas y vete a dar una ducha. —comenta mi prima, tendiendo las manos para que le de los utensilios—. En breve, cenaremos.
— Está Maya en el baño. —contesto señalando el que compartimos yo, Maya y Anna.
— Usa el otro, por esta vez. —dice Inés, yéndose hacia la cocina.
Volando velozmente hacia mi cuarto, deseoso de darme una fresca ducha, saco ropa limpia de mi armario antes de regresar al pasillo, plantándome ante la puerta del otro baño. Yendo a golpear la puerta al verla cerrada, no llega a darme tiempo antes de que se abra hacia adentro, encontrando a mi prima Verónica que se sobresalta al igual que yo. Viendo su piel húmeda y reluciente, su cuerpo va únicamente cubierto por la toalla que lleva enrollada, la cual apenas le llega por debajo de su prominente trasero.
— Fabio. —murmura sorprendida, sin inmutarse por mi completo análisis—. ¿Qué haces aquí?
— Yo… Ahora iba a llamar. —contesto intentando centrarme—. Inés me ha dado permiso para ducharme aquí, Maya está en el otro.
— Oh, vale. —responde apartándose—. Pasa.
— Gracias. —musito entrando, viendo su sonrisa al irse.
Viendo ese diabólico ángel marcharse tranquilamente hacia su cuarto, la imagen de su cuerpo y los recuerdos de la tarde que comienzan a asaltar mi mente, hacen que mi interior empiece a burbujear de excitación, sintiendo como mi verga empieza a dar signos de vida. Creo que va a caer la paja que llevo queriendo hacerme todo el dia…
Entrando al lugar que me he pasado limpiando varias horas esta tarde, cierro la puerta mirando de reojo el cesto con la ropa sucia de Verónica, provocando que rechace la idea de usarla para mi paja, aún traumado de las consecuencias de la última vez.
Abriendo la puerta de cristal, que tanto esfuerzo me ha costado dejar impecable y sin marcas de agua, espero fuera de la ducha con cuidado de no resbalar con el agua que ha salpicado fuera del plato. Tocando el torrente fugazmente para comprobar la temperatura, me deshago de mi ropa, liberando a mi verga deseosa de atención.
Mirándome con curiosidad en el espejo, para avivar mi ego al ver mi erección, me doy un par de sacudidas con una mano, intentando ver desde otro ángulo la imagen de mi verga en todo su esplendor. ¿Qué pensarán las mujeres cuando me vean desnudo? ¿Se asustarán? A ver, la tengo más grande de lo normal, pero creo que eso es algo a favor…
Sobresaltándome cuando escucho un ruido a mi lado, me giro a mirar la puerta cual suricata en el desierto, encontrándome el rostro confuso de Anna antes de que sus ojos bajen por mi cuerpo hasta el mástil que se ha formado entre mis piernas. Quedándome bloqueado, sus ojos, sorprendidos de mi presencia ahí, repasan completamente mi cuerpo y mi sexo antes de que mi cerebro me haga intentar taparme con las manos, balbuceando algún tipo de queja.
— Yo… No sabía… —balbucea mientras me encojo intentando ocultar mejor mi erección, sintiendo sus ojos volver a revisar esa zona—. Lo siento.
Saliendo apresuradamente del baño, me quedo mirando el mismo punto donde segundos antes estaba Anna, sintiendo una vergüenza y miedo comenzar a invadirme, arrasando toda mi mente y consiguiendo matar mi excitación, provocando que mi miembro pierda su dureza a una velocidad de vértigo entre mis manos.
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¡Gracias por leer! Espero que os haya gustado y sigáis queriendo más, poco a poco la historia va a ir acelerando, así que paciencia. Muchas gracias también a mis mecenas, por apoyar mi trabajo. Un abrazo y nos vemos el viernes-sábado que viene :D