Encerradas en el Centro Comercial
Lo que parecía ser una tarde relajada se convirtió en una noche excitante.
-No, hoy no puedo quedar- dije por teléfono. Ya te lo dije Jessica, tengo que ir al centro comercial a devolver los altavoces, supongo que ya que estoy allí miraré algo.- Y parecía que no se enteraba, porque seguía insistiendo.- Voy a ir tarde que ahora me pillas limpiando, así que sino te importa te llamaré mañana cuando salga de currar, ¿ok? Un besito, adioooós.
Había veces en que por mucho que lo intentaras tus amigos no te dejan sola, y parecía que aquel era un día de esos pues el mensaje que me mandaba Adrián no podía dejarlo más claro.
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-En serio- empecé a hablar en voz alta-, yo solo quiero irme sola a dar una vuelta.
Contesté ese maldito mensaje que parecía decido a sacarme de casa y apagué el móvil, para sentirme de una vez libre.
Terminé de limpiar y después de ponerme unos vaqueros sencillos y una camiseta de tirante, cogí el metro para ir hasta el centro comercial, el coche aún tenía que esperar, en el trabajo que estaba no me dejaba mucha libertad económica.
Lo que menos me gustaba de ir tarde de compras es que hay muchísima gente, y aquel día no era una excepción. Casi a empujones llegué al mostrador de devoluciones.
-Perdona, me compré estos altavoces aquí y no me funciona, quería cambiarlos.
Me hicieron un vale por el mismo precio de los altavoces, y me introduje en el mundo del consumismo para lo de siempre, consumir. Me puse el mp3, ese día tocaba Nightwish, solo la voz de una diva me levantaba el ánimo. Poco a poco la gente se iba yendo, pero yo seguía viendo cosas que me gustaban, unas que necesitaba y otras que no. La verdad es que la parte de la electrónica era la que más me entretenía. Podía estar días enteros mirando cosas para el ordenador, por no nombrar los reproductores de música y los videojuegos.
Con la música me mantenía en mi mundo olvidándome de los problemas del mundo real, por lo menos mientras duraba "Century Child". Aún quedaba más de media hora para que cerraran. Aquel era uno de esos días en los que me tomaba todo con calma y con calma fui a los servicios. Era un poco extraño que todo estuviera desierto, pero aún me extrañó más el hecho de que apagaran las luces de los servicios.
-¿Oiga? ¿Hay alguien?
Nadie contestaba. Tanteé en mi bolso para sacar el móvil, con el que alumbré la puerta. Salí del servicio y todo estaba sumido en la misma penumbra.
-¡Vaya! Creo que me he quedado sola. ¡Holaaaa!
Era imposible que estuviera yo sola, debía haber alguien de seguridad o algo.
-Tsst, tú.
Me giré bruscamente al oír la voz, pero debido a la oscuridad no pude ver nada. De detrás de los carros de la compra salió una chica de la que solo podía ver su silueta.
-Te has quedado encerrada
-No se supone que queda media hora para que cierren.
-Jejeje, ¿no te has enterado? Han cambiado el horario de invierno por el de verano.
-Y cierran media hora antes, ¿no? Bueno, entonces dime donde puedo salir, quiero irme a casa.
-Verás, hay un pequeño problema, te explico. La puerta está cerrada y solo se puede abrir con una llave que tiene el de seguridad, hasta aquí la cosa es normal, lo que pasa es que llevo una semana colándome en el centro comercial por la noche y están como locos buscándome. Las cámaras las manipulé para que dejen de funcionar cuando cierran y por eso no saben dónde me escondo. Si vas a hablar con ellos creerán que eres yo y te detendrán.
-Me da igual, yo quiero salir de aquí.- Le dije sin creerme la historia que me acaba de contar.
-¡Ven conmigo!
Me cogió del brazo y me llevo lejos del rayo de la luz fruto de una linterna que se acercaba peligrosamente.
-Vale, empecemos de nuevo. Me llamo Claudia.
-Mara -dije tendiéndole la mano para presentarme.
-Bien Mara, quédate conmigo esta noche y te prometo que jamás la olvidarás.
-De acuerdo, pero tengo hambre
Claudia me llevó a la sección de comida donde nos llenamos comiendo de todo un poco, y de postre un buen helado. Aquella chica era muy misteriosa, con su pelo pelirrojo cayéndole por la espalda y algo menuda. Tenía unos ojos muy bonitos, y los rasgos de su cara no la convertían en una súper belleza, pero todo el conjunto la hacía muy guapa.
Había sido una buena cena, me reí mucho con ella y cada vez que veíamos el rayo incansable nos poníamos en tensión esperando a que nos cazara, pero nunca nos descubría.
-Ahora vamos a divertirnos más.
-¿Qué vamos a hacer?
-Ya verás, no te vas a arrepentir.
Fuimos a por dos pistolas de bolas y nos dividimos, Claudia se colocó a un lado del pasillo y yo en el otro extremo. Cuando la linterna enfocaba hacía mí, Claudia disparaba al de seguridad, sin darle por supuesto, no queríamos hacerle daño, solo divertirnos. Cuando la linterna se giraba para enfocarla entonces disparaba yo. Llevábamos cuatro disparos cada una cuando gritó de rabia, cogí una lata y la lancé lejos para despistarlo y emprender la retirada.
Nos juntamos en los carros, donde había empezado todo aquella aventura. Apenas podíamos para de reír, estábamos haciendo mucho escándalo y si no nos callábamos nos descubriría. La luz acusadora se acercó pronto. Nos agazapamos las dos detrás de unas cajas en las que casi no podíamos ocultarnos. Tuvimos que contener la respiración para no ser descubiertas y mientras el guardia se alejaba me giré para ver como estaba Claudia. La adrenalina golpeaba nuestros corazones a un ritmo vertiginoso. Quién besase a quién fue lo de menos, simplemente nos fundimos en un largo y apasionado beso.
-Mejor veámonos de aquí que pueden descubrirnos en cualquier momento.- Me dijo Claudia separándose de mí.
-¿Y dónde vamos?
-Sígueme.
Me llevó hasta la sección de acampada y pusimos dos colchones hinchables en una tienda de campaña que estaba ya montada. Di una vuelta para asegurarme que el guardia no estaba cerca y tener mucho cuidado de no ser descubiertas.
Estaba de espaldas a mi, la abracé y la besé en el cuello retirándole el pelo tan bonito que tenía. Intentó darse la vuelta pero no la dejé, aún no había acabado con ella. Quería que disfrutara de mí, por haberme hecho disfrutar como nunca. La apreté más y la besé con más pasión. En un pequeño descuido mío se dio la vuelta y atrapó mis labios con los suyos. Me acarició con la lengua mis labios, los besó, los saboreó hasta quedar saciada. Entonces me besó en el cuello. Yo intenté reprimir el gemido que se escapó de mi boca, pero el intento fue en vano. Acaba de tocar mi zona más sensible y la miré con cara de preocupación.
-¿Nos habrá oído?
-Mejor metámonos a la tienda y esperemos un poco.
Nos tumbamos en los colchones que habíamos dispuesto dentro. Mi mano, como tonta, recorría todo el cuerpo de Claudia. La luz se acercó y contuvimos la respiración, pero mi mano no cesaba. Notaba como ella se excitaba más y verla así sin poder expresarse me arrancaba una sonrisa. Cuando se fue la luz me golpeó con rabia, dando a entender que aquello no le había gustado, aunque daño lo que es daño no me hizo.
-¡Eres mala!
-Jejeje, ¿no me digas que no te ha gustado?
-¡No!
-Entonces déjame comprobarlo.
Le di un beso y el arranqué de pasión que le dio a los pocos segundos me demostró que su cuerpo no estaba de acuerdo con sus palabras.
Se puso encima de mí al tiempo que se quitaba la camiseta. Puse una mano en su pecho que se me ofrecían tan bien perfilados, aprisionados por un sujetador negro muy sensual. Los besos se sucedían de mi cuello a mi boca, atrapé sus labios en un pequeño mordisco que le supo delicioso. Sus manos deslizaron mi camiseta fuera de mí y con la misma soltura me deshice yo de su sujetador.
Nuestras respiraciones se hacían más fuertes, peligrando nuestro escondite. Poco podíamos hacer por controlar nuestros sentimientos. Bajó para besarme más, el cuello, la garganta, los senos. Me estaba volviendo loca no poder dar rienda suelta a mi pasión, reprimir eso que quería gritar aumentaba el placer que crecía en mí. Me tuve que llevar las a la boca cuando bajó hasta mi monte Venus, después de haberme desnudado por completo y donde mi vello enmarañado se confundía con sus labios; de saber que pasaría aquello me habría depilado. Su lengua se posó en mi clítoris, jugando con él, lo besaba, lo aprisionaba, lo acariciaba y yo me retorcía de placer. Apreté mis manos contra mi boca, evitando ese gran gemido que acompañaba a mi cuerpo retorciéndose, acabando de una manera deliciosa en la que Claudia se puso a mi lado besándome en la boca, acariciándome el pelo, calmándome.
Pero la cosa no se iba a quedar ahí, yo también quería ser participe en esa tortura. La terminé de desnudar y me puse encima de ella, atrapándola con mis piernas.
-Ahora te toca disfrutar a ti.
Antes de que pudiera contestar la besé atrapando sus palabras con mis labios. También atrapé sus manos para que solo yo pudiera controlarla. Cuando se relajó un poco más empecé a besarla por todo el cuerpo, solté sus manos y liberé su cuerpo de mis piernas. Bajé mis labios a sus senos y mano continuó su camino por su vientre hasta sus muslos. Mientras besaba sus pechos y los acariciaba con la punta de mi lengua, mi mano llegó a la entrepierna. Claudia empezaba a gemir y yo aceleraba las caricias. Un gemido audible se le escapó cuando introduje un dedo en su vagina. Aquello me animó a seguir más y le sumé otro dedo con el que los gemidos se habían convertido en pequeños gritos y ella se retorcía para recibir todo el placer que podía. Con la lucha interna de lo que ya eran tres dedos, Claudia llegó a un delicioso orgasmo, vaciándose en mí mano. Me cogió la cara y me inundó de besos.
-Tenemos que salir de aquí, seguro que nos han oído.
-No tranquilas, podéis seguir aquí.
Solo podíamos ver la silueta del guardia medio ocultada por la oscuridad. Mi vista se fijó en su mano que sostenía su miembro, erecto e hinchado. Aquella imagen me repugnó; salté, lo empujé y cogí de la mano a Claudia para salir corriendo. Oíamos como el guardia nos seguía y poco a poco se acercaba. O buscábamos un sitio para escondernos o nos acabaría alcanzando. Probé a hacer una maniobra de despiste, tiré todos los botes de una estantería por el suelo y seguí corriendo. Pensé que podríamos escondernos en algún sitio de los almacenes, el problema era que no sabía donde estaban.
-Sígueme - me gritó Claudia.
Corrimos por varios pasillos más hasta llegar a una puerta grande que podíamos abrir. Entramos en una pequeña nave llena de estanterías repletas de cajas. Nos escondimos entre cajas donde no pudo encontrarnos el segurata. A mitad de noche salimos de allí y nos escondimos en otro sitio donde pudimos coger ropa.
Cuando amaneció pudimos salir por una de tantas puertas traseras, para empezar una nueva vida juntas en la que de vez en cuando hacíamos escapadas a centros comerciales