ENCERRADA EN SAGA FALABELLA (3ra. parte)

Una gran sorpresa

Echada en esa cama tuve un momento para la reflexión. Hace pocas horas yo nunca había salido vestida a la calle. Fui a la tienda sólo para mirar ropa de mujer e imaginar que me probaba la ropa y la compraba. Todo había sucedido tan rápidamente. Hasta ayer todo esto era mi secreto mejor guardado. Ni siquiera había tomado en serio la idea de tener sexo con un hombre. Claro que siempre lo imaginaba. Soñaba que mis compañeros de colegio me obligaban a vestirme en el salón de clases y que me humillaban. Pero era sólo una fantasía que nunca creí que sería posible.

Ahora me doy cuenta que de tanto estar en el Facebook haciendo el papel de nena es fantasía se ha transformado en realidad. Las últimas semanas agregué a varios chicos y tuve unas conversaciones bien calientes. Me sentí tratada como me gusta, a veces como una dama y otras veces como una puta. Los chicos me mostraban sus penes por la webcam y yo en mi locura femenina acercaba mis labios a la pantalla y chupaba esos miembros. Hablaba sólo con chicos que no fuesen de mi ciudad, ya que me aterraba la idea que me descubran. Siempre tuve mucho cuidado, pero una vez hubo un chico con una foto de perfil muy excitante. Tenía el pecho descubierto y lleno de pelo. Pidió mi amistad con un mensaje así: “Me gusta tu femineidad. Eres la más mujer de todas las que he tratado por este medio. Quiero conocerte”. Yo lo acepté sintiéndome más mujer que nunca.

Inmediatamente me pidió webcam. Y yo que nunca me había mostrado vestida en la cámara, no dudé en maquillarme, ponerme una peluca y vestirme como siempre lo hacía. Sólo que aquella vez me iba a inaugurar como una dama exhibiéndome ante alguien que no conocía.

Me dijo que era mexicano. Y en la webcam sólo puso su enorme miembro. No me dejó verle la cara. Reconozco que a pesar de que me encantaba mirar su pene, quería ver sus ojos mirándome con deseo. Quería ver esos labios moviéndose mientras me decía obscenidades. Me levanté el vestido, me bajé el calzón, le mostré mi orificio con la ilusión de que me penetre algún día y le dije las cosas más atrevidas con mi voz más femenina. Era injusto que yo le muestre todo y que él sólo me brinde su pene húmedo, pero no se rindió a mis súplicas y no vi su rostro. Me prometió que estaría al día siguiente conectado a la misma hora y que entonces vería su rostro y luego se fue.

Una hora antes de la hora indicada lo esperé con ansiedad. Y dos horas después todavía él no llegaba. Me plantó. Eso ocurrió hace tres días. Y creo que esa conducta mía con él ha sido lo que me ha llevado a estar así ahora. El guachimán es un desconocido. Sandra también lo es. Y ante ellos es como si estuviera frente al mexicano. Siento que dejo salir mi personalidad femenina sin poner en riesgo mi rol de varoncito ante la sociedad. Claro que en pocos minutos he ido demasiado lejos.  Ahora entiendo que ellos no guardarán mi secreto. Sospecho de Sandra. ¿Por qué se tarda tanto? Yo que estaba dispuesta a que el guachimán me penetre, ahora ya no. Me ha dado miedo. Entonces corro hacia el probador en busca de mi ropa de hombre, pero una vez allí no encuentro nada. Mi ropa había desaparecido.

Entonces el guachimán me alcanza y ante mis reclamos por mi ropa, él sólo me toma con fuerza y me besa. Es inútil que me resista. Es muy fuerte. Entonces le suplico que ya no me someta, que tengo miedo, que estoy asustada.

Me lleva a la parte de las computadoras y me dice que quiere que me deje ver por la webcam en el Facebook, pero que me arregle lo mejor que pueda, que allí hay vestidos muy bonitos y que quiere verme frente a la computadora vestida primorosamente.

Le digo que me parece muy sospechoso que me pida eso, que cómo sabe él que yo uso la webcam por el Facebook. Él me responde que “todas las travestis de closet como tú tienen Facebook y allí se realizan como mujeres. Eso no es ningún secreto”.

“¿Después que haga eso, me devolverás mi ropa?”, le pregunto.

“Sí, te lo prometo, pero compláceme. Me excitará verte inclinada frente a la computadora”.

Le respondo que ya, pero que no tendremos sexo. Y él me dice que sólo quiere masturbarse mientras me ve. Y yo, estúpida, le creo y me dirijo al probador con un cerro de ropa.

Ya vestidita, me vinieron de nuevo mis locuras femeninas. Entro al Facebook con la esperanza de encontrar al mexicano. Y ante mi sorpresa, lo veo allí otra vez. Simulo estar molesta por el plantón de hace días y le reclamo en el chat. Él me pide webcam y allí poco a poco paso de molesta a sumisa. Le cuento lo que me está pasando en la tienda. Entonces el guachimán se acerca por atrás y me toma de la cintura. El mexicano mira eso y me pide que lo haga con el guachimán. Yo aprovecho y le pregunto si esta vez me mostrará su rostro. Él me asegura que si, que lo hará apenas me vea penetrada por el guachimán.

Eso era una tentación muy fuerte. Por un lado el guachimán con toda su enorme verga amenazando acabar con mi virginidad y por el otro el mexicano, que me intrigaba mucho, por su rostro desconocido.

Entonces me bajo el calzón con los movimientos más femeninos de mi vida. Me inclino frente al guachimán y se la chupo pidiéndole que me aplique bastante lubricante en mi orificio.

Unos segundos después, yo estoy retorciéndome de placer con una buena parte de su miembro invadiendo mi territorio anal y poseyéndome de una manera tan loca que me hace gritar con una voz aguda, tremendamente femenina.