Encarnita la enfermera

Tras sufrir un accidente, mi vecina Encarnita le toca hacer de enfermera en mi casa. La contratamos para que me echase una mano, pues no podía valerme por mi mismo. Es una mujer bastante normal pero de muy buen corazón que se vera sometida a peticiones pueden salir de lo común por hacerme un favor.

Hola, mi nombre es Rafa. Soy instructor de ocio y actividades de aire libre, tengo 42 años y mi condición física es bastante buena, o al menos lo era antes de sufrir un accidente practicando recorridos de orientación con plano y brújula por la sierra de Mariola en Alicante.

El caso es que andando por un sendero resbalé y caí por un barranco fracturándome la tibia de la pierna derecha , el radio del brazo derecho tres dedos de la mano izquierda, el pulgar e índice de la mano derecha, así como el hueso escafoides de la mano derecha amén, de las contusiones que sufrí por todo el cuerpo. Vamos, que quede hecho unos zorros.

A raíz de estos hechos, me ha pasado un poco de todo, osea, bueno y malo. Lo malo es que estando de baja mi sueldo se ha visto reducido considerablemente y los dolores que aunque era llevaderos ahí estaban de vez en cuando, lo bueno es lo que ha continuación os voy a relatar.

Como el médico me dijo que tendría para al menos tres meses de baja de los cuales, al menos los dos primeros apenas me podría valer por mi mismo, pues nos vimos obligados mi mujer y yo a plantearnos el contratar una asistenta de hogar, ya que mi mujer trabaja y no podía estar todo el día solo en casa, pero el problema, es que el sueldo apenas nos llegaba para poder pagar a dicha asistenta más los gastos de la casa. Por lo tanto opción descartada.

Barajamos multitud de opciones, las cuales voy a omitir para ir directamente al grano.

Osea, que finalmente, hablamos con una vecina que vive a escasos doscientos metros de mi casa y que por poco dinero se ofreció a echarnos una mano. Esta creo que fue la mejor opción, por que las anteriores, además de lo que nos cobraban, nos pedían dinero por desplazamiento ya que vivimos en una casa de campo y, el pueblo más cercano se encuentra a quince kilómetros.

Pues bien, dicho esto os cuento. Esta mujer se llama se llama Encarnación, aunque nosotros la llamamos Encarnita. Es una mujer de pequeña estatura, más o menos 1.60 metros, 54 años, algo rellenita y poco agraciada en cuanto a su físico pero, con un gran corazón y muy agradable al trato. Ha vivido toda su vida en el campo con sus padres, no se le conoce varón, aunque tiene un hijo de unos veinticuatro años, con el cual viví una historia, que no tiene desperdicio, hace unos seis años. Pero eso ya os lo contaré en otra historia.

Empiezo mi relato:

Al día siguiente de haber salido del hospital, me encontraba en mi casa, lógicamente, en la cama porque no podía ni moverme. Mi mujer se fue a trabajar a eso de las siete y media de la mañana y sobre las nueve y media, oí que abrieron la puerta de la casa.

Era Encarnita que venia a desempeñar su labor de asistenta. Mi mujer, el día anterior le había dado unas llaves de casa y un sin fin de tareas que tenía que realizar, tales como darme los antiinflamatorios, prepararme el desayuno, en definitiva, cuidar de mi, porque como dije antes estaba hecho mistos.

Hasta ahí todo bien. Pues la cosa transcurrió más o menos así:

  • hola Encarnita, como estás?
  • Bien, ¿y tú?
  • Ya ves.., hecho una mierda.
  • Bueno, pues no te preocupes que aquí estoy yo para echarte una mano.

Encarnita se manejaba con soltura, supongo que porque ya había cuidado a otros enfermos en su familia, como su padre, o su hermano cuando tuvo un accidente hace unos años.

Lo primero que me pregunto es que si quería mear. Muy atenta por su parte, porque la verdad es que me estaba meando, pero el que ella me lo preguntase, me facilito mucho las cosas.

Le dije que si, que quería mear, pero en el fondo me daba bastante apuro, porque yo tenía las manos con las prótesis de los dedos y toda la parafernalia, así que sabía que ella tendría que intervenir echándome una mano para sacar mi pene de los pantalones, descapullarlo y hacer puntería en un pequeño orinal, lo cual se me planteaba como una odisea de vergüenza que tendría que aceptar.

Me dijo, “vega, pues vamos...”, y con todo en desparpajo del mundo me dijo “ponte un poco de lado”, y así lo hice. Me bajó el pantalón del pijama por debajo de huevos, cogió mi polla la descapulló y puso el orinal delante. El problema, es que yo no podía mear, porque me daba corte, y así estuvo sosteniéndomela un par de minutos, al tiempo que ella me decía, “venga que se nos va la mañana y tengo que hacerte el desayuno”

Yo le dije, “mira, déjalo, porque con los nervios no me sale. Después si me cogen más ganas te lo digo.”

Dos horas después del desayuno, ya no podía aguantarme más y la llamé. - “ Encarnita, que ahora ya no puedo aguantar más”. Esta vez, yo tenía menos nervios encima y estaba más tranquilo.

Encarnita me bajo de nuevo los pantalones por debajo por debajo de los huevos y dijo. “Joder !!! Rafa, se te ha puesto bien gorda.” y yo dije, “pues si, porque como me estaba meando tanto se me ha puesto a reventar.”

(Como todo el mundo sabe, cuando un hombre se levanta por la mañana y se está meando a tope, tiene la polla empalmada, aunque después de mear todo vuelve a su sitio.)

Esta vez, cuando Encarnita me cogió la polla me pareció que lo hizo de forma diferente, incluso creo que la miraba con cierta devoción, pues he de decir que aunque no soy un superdotado, ésta me mide unos dieciocho centímetros, más bien gruesa, y con un glande bastante gordo.

Al sentir como su mano me cogía la polla, me estremecí y esta se puso a palpitar de un modo que yo no podía controlar, aun más si cabe, cuando se puso a descapullarla para que saliese un chorro limpio y sin salpicaduras. Me hacia un poco de daño, porque como digo, al tener un capullo muy gordo la piel se estiraba demasiado y sentía algo de dolor que al mismo tiempo me excitaba.

Por fin, y tras poner todo mi empeño pude mear. Creeros si os digo que sentí un gran alivio.

Tras haber terminado de mear, me la sacudió para que no quedase la gotita que siempre te moja el pijama. Esto, junto con que mi polla seguía bastante empalmada y la sensación de que me la estaba cogiendo una mano femenina y sobretodo ajena, que nunca pensé que me tocaría semejante parte, me puso de un caliente que hizo que se me estremecieran los huevos.

En ese momento, lo que más me apetecía es que me hiciera una paja, pero claro, como iba a plantearle semejante petición.

Transcurrieron unos siete días más o menos con esa misma monotonía, aunque ya teníamos mayor grado de confianza y no volví a estar empalmado a causa de aguantarme el no mear. El problema ahora era otro, pues yo llevaba una calentura de siete días que mi mujer no me aliviaba, pues cuando volvía del trabajo tenía que ordenar la casa, hacerse la cena, hablar un rato con mi hija que volvía por la tarde del instituto etc..., y cuando se acostaba, me decía que estaba cansada y por otro lado, la mayoría de las veces yo ya me había quedado dormido.

Llegado el octavo día, Encarnita llegó como todos los días, pero ese día yo tenía una necesidad imperiosa de asearme sobretodo mis partes íntimas. Así que le dije, “mira Encarnita, llevo siete días en la cama, por la mañana me lavas la cara, pero necesito asearme más en profundidad. Supongo que me entiendes lo que quiero decir.”

Si claro, respondió ella, precisamente estuve pensando es esto ayer.

De modo, que nos fuimos al cuarto de baño, me sentó en el vidét y lo lleno de agua templada y jabón. La polla de me estaba poniendo morcillona nada más de pensar que me iba a frotar el culo, los huevos y toda la polla. La verdad es que cuando me senté en el videt y ella empezó a tocarme los huevos y el culo con la mano llena de champú tuve una erección monumental, pero eso no fue nada comparado con el momento en que me empezó a lavar la polla llenándomela de jabón.

Ella me dijo, “Rafa, tranquilo que la tienes que parece que te va a reventar” , a lo que yo contesté, “por favor Encarnita, hazme una paja que hace más de una semana que no me corro.”

En ese momento, se quedó algo parada y se ruborizó, al tiempo que me decía que eso no estaría bien. Yo seguí insistiendo, aunque ya de algún modo no sé si inconscientemente, me estaba masturbando poco a poco. Apoyé mi espalda contra la pared y empecé a disfrutar de el tremendo pajorro que me estaba dando Encarnita. Ninguno de los dos hablábamos, solo yo le decía “más rápido”, y ella aceleraba el ritmo.

Yo por mi parte suponía que ella debía de estar bastante caliente, porque como dije al principio no tiene relación que se conozca con ningún hombre, así que en mi mente rondaba la idea de pedirle que me enseñase las tetas, el coño, el agujero del culo..., todo, quería verla desnuda, que se desnudase para mi.

Yo continuaba con los ojos cerrados disfrutando de la paja que me estaba haciendo, cuando me incorporé y abrí los ojos, me llevé una sorpresa monumental, tenía su mano libre por debajo de los pantalones del chándal que llevaba y supongo que por debajo de sus bragas.

No lo dudé más, tenía que decírselo y se lo dije.

“Por favor, Encarnita, dejame que te vea las tetas y, enséñame un poco el coño, que bastante tengo en estar como estoy” esto último lo dije en un intento de que se apiadase por mi lamentable estado.

No mostró demasiados reparos, estaba tan caliente como yo y, de inmediato se bajó los pantalones y las bragas dejando al descubierto una buena mata de pelo castaño oscuro que formaban unos rizos amplios, por la parte de la vagina el pelo era menos abundante, y se podía distinguir perfectamente una raja amplia con un clítoris grueso y descapullado, estaba seguro que tras aquél guardián palpitante y excitado por la masturbación que se había hecho bajo las bragas, se escondía una formidable caverna vaginal.

En ese momento, ella estaba de píe frente a mi, por lo que pude ver con todo detalle aquel coño que parecía estar apunto de chorrear una buena cantidad de flujo vaginal. Mi polla palpitaba como si del corazón de un corredor de maratón se tratase. Las venas de mi falo se marcaban al ritmo de mis palpitaciones.

Acto seguido, se quitó la camiseta y el sujetador dejando ver dos buenas tetas de una talla que calculo como una noventa y cinco grande. Sus pezones eran gruesos y de un color rosa fuerte. La estampa que tenía ante mí hacía que me polla estuviese apunto de reventar, me dolían hasta los huevos por la excitación cuando sin previo aviso, se puso de rodillas delante de mí y se introdujo toda mi polla en su boca. Me estaba pegando una mamada monumental que duró unos tres o cuatro minutos porque le dije que parase, que no quería correrme aun, quería ver el agujero de su culo, y así se lo dije, de modo que se puso de píe se dio la vuelta ofreciéndome la espalda y agachando su torso al tiempo que con las manos se abría los cachetes del culo, me dejó contemplar un agujero del ano donde se adivinaba que en alguna ocasión este fue abierto por una buena polla.

Como pude me puse en píe y con mi polla apunto de reventar, se la arrime a aquel magnífico coño que como yo suponía tenía un gran agujero para poder follarlo. Ahora, la visón era realmente inmejorable, con esas tetas colgando y un pedazo de coño como pocos había visto, que me pedía a voces que lo follase. Así que, entre tanto roce al rededor de semejante manjar, de una envestida se la metí hasta los huevos. Ella pego un respingo al notar como mi grueso capullo se abría paso hasta lo las hondo de coño que estaba chorreando un flujo tan resbaladizo como una pastilla de jabón mojada.

Ella, solo acertaba a decir, “me vas a partir el coño, pero sigue, reviéntame con ese pedazo de polla, fóllame más fuerte”, con cada palabra que me decía mis envestidas eran más fuertes hasta que ya no pude más y me corrí de un modo brutal, tenía los huevos llenos de leche y los vacié de golpe. Tal fue la corrida en abundancia y presión con que me salió toda esta cantidad de semen que me salpicaba los huevos con cada una de mis envestidas.

Después de esto, ella se incorporó y siguió masturbándose de una manera brutal, parecía que se iba a arrancar el clítoris que lo tenía tan excitado que había alcanzado el tamaño de un garbanzo. Cuando finalmente termino, se introdujo mi polla en la boca y relamió todo el semen que aun me goteaba.

Y de esta manera pude pasar mas o menos unos dos meses que es lo que duró mi penuria por el accidente y, que fue el tiempo que estuvo viniendo a mi casa a echarme una mano.

Actualmente, nos visita de vez en cuando, pero no hemos vuelto a follar. Esos si, de vez en cuando me echa una mirada picarona en la que se puede adivinar lo bien pelo pasamos follando durante esas semanas.

Y colorín colorado, mi recuperación a terminado. Un saludo a todos y comentad lo que os parezca.

Fdo. Rafa.