Encarcelada y vejada

Una chica despierta, sin saber el porqué, en un calabozo y allí pasa varios días siendo violada por el carcelero y por otro hombre desagradable.

Se despertó con un fuerte dolor de cabeza. No recordaba nada. Estaba tumbada sobre un colchón envuelta en un sudor frío en una habitación oscura y húmeda. Al fondo vio una mesita y una silla y en un rincón un cubo metálico que se imaginó que sería el retrete. En una de las paredes mugrientas había una pequeña ventana con un rejado de hierro. Debía ser de noche ya que no se veía nada de luz. Tras la puerta se oyó un ruido metálico, como si alguien metiera una llave en la cerradura, y tras un chirrido, la puerta se abrió penetrando una luz amarillenta en la habitación. Un tipo grande entró y cerró la puerta a su paso. Era un hombre barbudo y grasiento con un uniforme oscuro y gastado que dirigiéndose a la chica le gritó que se levantara y se pusiera junto a la mesa.

-¡Quítate la ropa! – le dijo mientras se la miraba con ojos lascivos.

Ella intentó protestar pero él la convenció con un amago de bofetada.

Se quitó la blusa poco a poco y se bajó la falda dejando las prendas sobre la mesa bien dobladas. Estaba en ropa interior y comenzó a notar frío. Su cuerpo blanco se convirtió en piel de gallina. Se detuvo tiritando y pensando que ya estaba bien así.

-¡Te he dicho que te desnudaras si no quieres que te arranque yo la ropa!

Bajó la vista y mientras veía el oscuro suelo de la habitación se quitó el sujetador y las braguitas

dejando todo su cuerpo a la vista de su carcelero. Tenía unas bonitas de un tamaño que permitía ser cogidas con una mano. El hombre se relamió mientras en su mano derecha se ponía un guante de látex.

-Tengo que comprobar que no lleves nada en ningún orificio. Separa las piernas.

Puso su dedo índice sobre el ombligo y fue bajando hasta alcanzar el inicio de la rajita. Estuvo unos segundos y lo deslizó dentro del coño poco a poco como queriendo palpar sus recovecos. La chica cerró los ojos e hizo lo mismo con su coño. Fue un error pues comenzó a notar un fuerte dolor ya que cuando el carcelero notó resistencia introdujo su dedo con más fuerza. Intentó relajarse casi al tiempo que él sacó el dedo de su vagina. Cuando la chica pensó que toda había terminado, cogiéndola de la cintura le dio la vuelta. Se humedeció el dedo con saliva y haciendo que se apoyara sobre la mesita, le puso el dedo en el ano. La muchacha dio un respingo cuando notó la penetración. Se mordió el labio para no gritar y él separándole las piernas introdujo todo su dedo, hasta el fondo. Lo metía y sacaba con movimientos rítmicos y fue tal su excitación que notó como su polla cobraba vida. No podía desaprovechar una ocasión como esa. Se sacó la gruesa polla y se la metió por el culo al mismo momento que sacaba el dedo. La chica estaba tan confundida y asqueada que no notó el cambio. Mientras se la follaba comenzó a sobarle sus tetitas y a meterle los dedos en el coño. La niña dio un pequeño grito de dolor y él se corrió dentro dejando su húmeda y pringosa leche que cuando sacó la polla comenzó a chorrear por las piernas de la infortunada. Entonces se dio cuenta de que la habían violado y llorando se lanzó sobre la cama tapándose los ojos de rubor. El carcelero le lanzó una bata sobre la cabeza y le dijo que ya se podía vestir. Cogió la ropa de la chica, la metió en un saco y se la llevó. El estruendo de la puerta al cerrarse martilleó sobre la frente de la chica que seguía llorando desconsoladamente. Estaba cansada y dolorida, pero no podía dormir. De repente notó una picada en el pie y un poco más tarde otra en el muslo. Eran picadas muy dolorosas que no se pasaban aunque se rascaba con ganas. Malditos chinches!!!

Habían pasado varias horas desde la vista del carcelero y comenzó a notar hambre. No recordaba la última vez que había comido algo. La habitación seguía a oscuras.

Oyó como se habría la puerta. Pensó que le traían algo para comer...

-¿Tienes hambre? – le dijo el carcelero. Ella asintió.

-Si quieres comer tienes que ganártelo. Se bajó los pantalones y sacándose la polla le dijo que se la chupara.

Ella se apartó con cara de asco.

-No quieres, pues no comerás.

Cerró la puerta y se marchó.

Pasaron las horas y cada vez estaba más cansada. Tenía tanta hambre que se comería cualquier cosa.

Volvió a entrar el carcelero. Se lo volvió a ofrecer y en esta ocasión ella aceptó.

Se metió la gruesa polla del hombre en la boca y comenzó a lamérsela. Contra antes se corriera antes podría comer. Mientras se la chupaba le masajeaba los huevos y de tanta excitación el hombre se corrió en la boca de la muchacha. Se tragó toda su leche. Aún se relamía cuando le trajo una bandeja con la comida y una botella de agua.

Acabó de comer y se tumbó sobre el colchón. No le costó nada dormirse de lo cansada que estaba. Se despertó al sentir el estruendo de la puerta. Había perdido la noción del tiempo y al mirar la ventana comprobó que ya había amanecido. Era de nuevo el tipo que se había aprovechado de ella. Tenía la infeliz idea de que todo hubiera sido un sueño, pero esa imagen la llevó de nuevo a la realidad.

-Te traigo el desayuno, pero ya sabes que tienes que hacer antes, pero en esta ocasión no bastará con que me la chupes.- una sonrisa maléfica salió de los labios del hombretón.

La muchacha se puso pálida cuando él se quitó los pantalones y se le acercó. La cogió del cuello y la besó en la boca. Su lengua la llenó de babas por toda la cara. Le quitó la bata, le sobó las tetas y comenzó a lamerle los pezones dejando hilillos de baba por todas partes. Mientras su mano derecha le palpaba el vientre en busca de su conejo. Cuando dio con él le metió un dedo sin ningún miramiento. Ella cerró los ojos sin pensar en nada. Quería que aquello pasara lo más rápido posible. De un golpe la echó sobre la cama y se tiró sobre ella. Notó la polla sobre su cuerpo en busca de la hendidura. Cuando alcanzó la raja se la metió de una envestida. La polla era tan grande que sintió dolor. Separó todo lo que pudo las piernas para que entrara mejor y no le hiciera tanto daño. Mientras se la follaba le continuaba sobando las tetas y una de las ocasiones le hizo tanto daño que la chica dio un grito de dolor que hizo que el se excitara más y la follara con más ímpetu. Al cabo de unos minutos que a ella le parecieron interminables, él se corrió dejando la leche caliente dentro de su vagina. Se levantó, se puso los pantalones y salió de la habitación volviendo al cabo de unos minutos con una bandeja que dejó sobre la mesa. Todo pasó tan rápido que no se dio cuenta de que ella estaba sobre el colchón llorando. Aquello sería un infierno si duraba mucho más, pensó la chica. Llevaba dos días en ese antro inmundo y se sintió sucia. Se notaba llena del semen del hombre y su cuerpo estaba cubierto de una mezcla de sudor, babas y mugre del colchón. Por eso cuando el hombre volvió le pidió si podía lavarse. El carcelero dando un grito, asintió y al cabo de un rato vino con un cubo de agua y una pastilla de jabón. Lo puso sobre la mesa y, señalando con la mano le dijo que hay lo tenía. La chica cogió la pastilla de jabón, un jabón áspero que con el contacto con el agua sacaba una espesa espuma. Se enjabonó las manos, los brazos, el vientre, las tetas… el hombre seguía allí, mirando, excitado, como la chica se restregaba el cuerpo. Después se pasó las manos enjabonadas por los glúteos, las piernas, los pies… le quedaba el sexo. Entonces se giró y dio la espalda al hombre para enjabonárselo. Él gruño cuando la vio girarse.

-Date la vuelta, condenada, quiero ver como te sobas el coño!!!

Ella, bajó la cabeza y se giró. Pasó sus manos por su sexo y se lo enjabonó. Metió un poco los dedos para limpiárselo mejor y sin quererlo se excitó.

El carcelero estaba muy salido y se acercó a la chica para sobarla. Las tetas estaban húmedas y el hombre se las cogió con fuerza, la chica se apartó instintivamente y le dio un guantazo, lo que encabritó al hombre. La cogió por la cintura y la lanzó al catre. Cuando se dio cuenta lo tenía de nuevo encima restregando su polla sobre el coño. Un movimiento certero y la penetró. Al cabo de muy poco tiempo se había corrido. Se levantó y se fue cerrando la puerta. La chica lloraba desconsolada y cuando se abrió la puerta y el hombre le dejó la bandeja con la comida, no tuvo ni ganas de levantarse. Pasaron las horas y el estómago le dolía. Tenía mucha hambre. Se levantó y se comió todo, devorando la comida. Después se sentó en un rincón y se durmió.

Ya era de noche, otra vez. Oyó voces tras la puerta y como el carcelero hablaba con otro hombre.

-Aquí está la mujer que te dije. Si me das cien libras, podrás entrar y hacer lo que quieras con ella.

-Bueno, eso no es lo que habíamos quedado. Cien libras son mucho dinero…

-Sí, pero cuando la veas sabrás que los vale.

-Bueno, está bien. Abre la puerta.

La chica estaba en el rincón, tumbada sobre el catre y al abrirse la puerta vio al carcelero y a otro hombre que iba con él. El carcelero fue hacia ella y le arrancó la ropa. Sonriendo se la enseñó al otro hombre.

-Aquí la tienes, a que es preciosa…

-Realmente, sí que lo es. Está bien buena y es jovencita.

-Acércate y bésale las tetas. Verás lo dulce que están.

A la chica se le pusieron los ojos como platos y dio un grito de rabia y asco.

El carcelero se le acercó y le dio una bofetada que la calmó. Después el otro hombre se le acercó y empezó a sobarle las tetas, el culo, el coño. Parecía un pulpo con cientos de manos. Se quitó el pantalón y le enseñó su polla, grande, gorda y muy oscura. Le dijo que se la metiera en la boca y se la chupara con ganas. No quería sorpresas. La chica bajando la mirada, la cogió con su mano derecha y se la metió en la boca. Olía mal y al acercársela a la boca tuvo una arcada. Lo volovió a intentar, pero no fue hasta la tercera vez que no pudo metérsela en la boca. Chupó y chupó y cada vez crecía más dentro. Era una polla inmensa que cuando se instalara en su coño le haría daño, seguro… Cuando el hombre la tuvo bien dura se la sacó bruscamente y separándole las piernas se la metió de golpe. ¡Cómo dolía esa condenada polla! Sin miramiento se la fue metiendo y sacando y la chica tuvo que cerrar la boca para aguantar el dolor inmenso que le reportaba esa penetración. El hombre se corrió, afortunadamente, muy rápido. Pero aquí no acabó el sufrimiento de la chica. La cogió de la cintura y dándole la vuelta la puso de rodillas, de espaldas a él y con el culo en pompa. Le escupió en el culo e introdujo un dedo por su ano hincándoselo hasta el fondo. Después le metió el segundo. Si la follada por su coño le dolió, eso era todavía más desagradable. Al segundo dedo le siguió un tercero y después, sin darse cuenta, fue la polla la que entró en su culo ya muy abierto. Se la metía con dureza mientras jadeaba e increpaba a la pobre chica:

-Siente mi polla, zorra!!! Así me gusta, este culito solo para mí… ahhh!! Que gozada!!!

Al cabo de un rato, que a la chica le pareció una eternidad, el hombre se corrió y lanzó todo su semen dentro de su culo. Se levantó, se puso los pantalones y llamó al carcelero. Cuando se abrió la puerta el hombre le preguntó al carcelero cuál era el motivo de la retención de la muchacha y el carcelero le dijo que no lo sabía, solo sabía que la jefa de policía se la había entregado y le había dicho que hiciera todo lo posible para su estancia en el calabozo le fuera lo más desagradable posible.

La chica al escuchar esas palabras se había quedado muy sorprendida. ¿Por qué la jefa de policía quería tan de mal para ella? No había hecho nada malo. Era buena estudiante, todos sus profesores se lo habían dicho. Tenía buenas notas y una relación muy especial con el profesor de historia… Se quedó con los ojos fijos en la ventana, y entonces se le encendió la lucecita. Mala puta!!! Recordó que el profesor de historia estaba casado con… la jefa de policía. La muy cabrona se habría enterado y ahora la estaba puteando por culpa de sus celos… Tendría que hacer algo, pero qué…

Al cabo de un rato el carcelero abrió la puerta con la cena en sus manos. En esta ocasión se fue sin pedirle nada a cambio, pero la chica se dirigió al hombre y cogiéndole del brazo le dijo:

-Perdona, ¿cómo te llamas? –el hombre dudó, pero respondió

-Pedro, ¿por qué me lo preguntas?

-Pedro, quiero pedirte un favor. Dime porqué estoy aquí.

-No me líes, yo no sé nada. Yo solo me ocupo de tener a los presos controlados y traerles la comida, nada más.

-Tienes que saberlo, yo no he cometido ningún delito. Quiero hablar con el juez. Estoy en mi derecho. Y tengo derecho a una llamada.

-Cállate niña, si sigues insistiendo lo pasarás mal. -La chica se puso a llorar. Le caían lagrimones por las mejillas y el carcelero se mantuvo impasible. -No me causes problemas, ahora come y duerme. Mañana tendrás que tener fuerzas para el interrogatorio.

A la chica se le abrió el cielo cuando oyó esas palabras. La puerta se cerró tras el carcelero. La chica comió y se durmió con la esperanza de que al día siguiente todo se aclarase.

La luz del nuevo día empezó a entrar por la ventana y la muchacha se despertó algo más alegre. Tenía la esperanza de que fueran las últimas horas de esa pesadilla.

La puerta se abrió y apareció el carcelero con el desayuno. Un vaso de agua fría y un mendrugo de pan. Muy simbólico, pensó la muchacha.

-Niña, me parece que hoy será tu último día aquí y quiero que lo pases muy bien, quiero que tengas un buen recuerdo… -se rió mientras se quitaba los pantalones y le mostraba su gran polla.- Desnúdate y siéntate sobre la mesa.

La muchacha abrió la boca sorprendida. Hasta el último día tendría que joderse. Buena más bien, tendría que dejarse joder. Se quitó la ropa y se sentó sobre la mesa. El carcelero se sentó en la silla frente a la chica y puso sus manos en los muslos de la chica, se los separó y metió la cara entre las piernas. Le chupó el coño y empezó a llenárselo de babas. Introdujo la lengua por la rajita y se lo estuvo lamiendo, lamió y lamió hasta que la chica no pudo aguantar más y se corrió. El carcelero sonrió satisfecho. Se levantó y puso su polla sobre la rajita y dando una envestida le metió la polla hasta el fondo. Folló, folló, sin pausa durante unos minutos, hasta que se corrió inundando el coño de la muchacha. Cuando le sacó la polla, el semen chorreó por la raja cayendo sobre la mesa. El carcelero le pidió que le limpiara la polla con su boca y la dejara impoluta. Después se vistió y salió de la celda. Al cabo de unos minutos volvió con unas prendas que la chica reconoció. Era la ropa que llevaba el día que empezó esa pesadilla. El carcelero le dijo que se vistiera. Él se quedó allí, mirando como se vestía. Se puso las braguitas, una pequeña prenda rosa de encaje transparente sobre su sexo, el sujetador a juego que realzaba sus tetas y se las levantaba. Después la falda de tubo, muy ajustada y que le dejaba al descubierto las rodillas y la camisa blanca de manga corta. Con su ropa ya se sentía más segura. Había recobrado su dignidad. Entonces el hombre le dijo que se girara y le puso una venda negra tapándole los ojos. La cogió de la mano y la fue guiando por los pasillos. Subieron unas escaleras que le parecieron interminables y cuando oyó el chirriar de una puerta le llegó una bocanada de aire fresco que la reconfortó. Dieron varios pasos y oyó como se abría la puerta de un coche. El hombre le dijo que se girara y se sentara. Notó el asiento y se colocó. Se cerró la puerta y al cabo de unos segundos el vehículo salió disparado. Seguía con los ojos cerrados y a su lado había alguien que no era el hombre que la había violentado esos días. Se olía a colonia. Una voz le dijo que estuviera tranquila, que pronto llegarían al destino. Después de un tiempo que le pareció una hora, más o menos, el vehículo se detuvo. Se abrió la puerta del conductor y después la suya. Una mano le cogió de la suya y la levantó poniéndole la otra mano en la cabeza. Unos pasos más allá y la voz le dijo que se sentara en un banco que tenía justo delante. Cuando estuvo sentada, la voz le dijo que contara hasta quinientos y después y solo después se quitara la venda. Si no era obediente volvería al calabozo con todas sus consecuencias. Estuvo contando cómo le habían dicho y cuando llegó a quinientos se quitó la venda y descubrió que estaba en un parque de algún lugar que no sabía reconocer. Era muy temprano y el lugar estaba desierto. Cuando al cabo de unas horas empezó a llegar gente, preguntó a una persona que le dijo que estaba en Oxford. El último recuerdo que tenía era el de una discoteca de Londres.

Por la cabeza de la chica solo pasaba una idea, la manera de vengarse de la persona que la había vejado...