Encaprichada - Parte 2

Deseosa y obsesiva. Menos ansiosa. Más BDSM

Parte 1.

Les estaba contando el comienzo de mis fantasías con el amigo de mi novio. Llegué hasta el momento en que me penetra mientras le chupo la verga a mi novio. Pero no quiero seguir con esa historia, me doy cuenta que aunque estoy muy dispuesta a someterme a él, no puedo permitirmelo tan rápido. Quiero hacerlo desear. Quiero que se entregue a mis caprichos sexuales completamente. Alguna noche quizás me invite a su casa. Me vestiría con un jean ajustado que me resalte el culo enorme que tengo, abajo una tanga de encaje negra, que contraste con lo pálido de mi piel. Sin corpiño, con una musculosa de lencería casi transparente, mi campera de cuero y los borcegos. Armaría la mochila con todo el arsenal: mi látigo, las sogas, esposas para manos y pies, mordaza y la cinturonga.

Cuando llegue a tu casa pondré cara de inocente y no voy a dejarme dominar por la ansiedad. Voy a dejar que me seduzcas. Me gusta cómo me desafiás con la mirada. Al fin me darías un beso, intentaré ser suave primero y después me sentaría arriba tuyo, mirándote a los ojos. Tu pene duro me roza con la ropa de por medio.

Qué dolor no tenerte más cerca, y qué placer

. Dejo de besarte abruptamente "

juguemos

" te pido. Me preguntás a qué quiero jugar, sonriendo de una forma tan traviesa.

"

Quiero jugar a al dominio y la sumisión. Primero dejame hacer a mí. Después me convierto en tu esclava sexual."

Se sorprende, como siempre, de mi atrevimiento. Sé que le gustan las sorpresas, es de las personas que en el fondo ansía perder el control. Por eso me gusta a mí, quiero hacerlo perder el control. Me pregunta si realmente deseo ser su esclava sexual, le respondo que estoy segura "

no importa por dónde me cojas, voy a encontrar placer

" y aclaro "

por las dudas tratá de abarcar todos los lugares"

. Nos reímos, nos disponemos a empezar el juego.

Te ordeno que te desvistas, lo hacés sin dejar de mirarme. El aire flota denso y caliente, entre nosotros fluye una tensión de guerra. Ya desnudo te pido que te acuestes en tu cama, te amordazo mientras te digo que si algo no te gusta podés levantar la mano, o intentar hablar pero puede que no te entienda. Te inmovilizo pies y manos con las esposas, pienso que si no quisieras sería imposible ya que medís casi el doble de mi tamaño y sos mucho más fuerte. Sin embargo te tengo así, desnudo bajo mi poder.

"Ponete boca abajo"

y cumplís mi orden torpemente arrastrándote con los hombros y rodillas. Si nos sacaran una foto podríamos representar una escena de comedia que no pierde elegancia. Soy chiquita pero poderosa, pienso, y alzo el látigo. Respiro hondo, momento de éxtasis, emoción como niña que sube por primera vez a una montaña rusa y descubre en esa experiencia el sabor de la adrenalina. Dejo de temblar en un instante de desicion y ZAS! Primer latigazo en tu culo. No fue tan fuerte, un ardor fugaz y se pasó el dolor. Contraés los músculos, cerrás los puños. Te dió miedo, no lo quisieras reconocer, pero te estás preguntando cómo terminaste acá, indefenso frente a mí. Te preguntás si estaré loca, si seré de confiar. Pero te quedás, aunque sabes que si estuvieras en tu sano juicio deberías escapar del dolor, algo en vos se resiste a frenar. Aceptaste la apuesta, yo también, y a los dos nos excita ganar.

ZAS! ZAS! ZAS! Flamea el látigo y nos conecta con su fuerza. Tenés la cola roja. Pobrecito, pienso. Te lamo lentamente desde la base de la espalda hasta los pliegues que se forman dónde termina tu culo adolorido y empiezan tus piernas. No voy a mostrar debilidad tan rápido, todavía no. Te muerdo despacio, te muerdo más fuerte. Las marcas de mis incisivos van a quedar en vos algunos días.

Te desato los pies, te abro las piernas al máximo de tu flexibilidad. Sigo sin poder ver tu ano, tenés un culo frondoso. Lo tengo que abrir con las dos manos. Te escupo y empiezo a lenguetearte de arriba abajo, por toda la raya hasta las bolas. Empezaste a gemir, me encanta.

Me alejo en silencio. No sabes qué pasa, te preguntás por qué paré. Yo espero, hasta que como imaginé, me pedís que siga. Acostada arriba tuyo, con la cara en tu cuello, mi aliento en tu oreja, te vuelvo a preguntar qué querés, mientras te saco la mordaza. "

Cogeme

." ¿Por la cola querés? te pregunto.

"Si".

Pero no se diga más entonces!

Igual te pego tres cachetadas que golpean seco contra tu culo, para que sepas quién manda. Quién decide lo que se hace.

Eso no hace más que aumentar tu excitación hasta hacerse casi desesperada, llevás una hora con el pito duro y sin saciarte.

Me calzo la cinturonga, la lleno de lubricante y lentamente pero con seguridad y firmeza, voy introduciendo el pito de goma en tu ano. Es una imagen gloriosa: simétrica, tu culo es el centro de mi atención, sigue tu enorme espalda, la pose te da algo de femenino que le da sensibilidad a la ruedeza de tu figura. Quisiera morderte mientras las nalgas mientras te cojo,  pero no sé puede hacer todo a la vez.

Ya entraste en ese punto dónde el placer es mayor al dolor y a  la sensación de estar cagandote. Subís la cola afirmandote en tus rodillas, tu cuerpo entero pide más. Enseguida me encuentro chocando mi pelvis con tu carne, tu culo se tragó todo el consolador. Cuando lo saco, justo antes de volver a metértelo con fuerza, por unos segundos puedo ver tus huevos brillosos por el lubricante que chorrea como un río hasta ellos. Me dan ganas de chuparlos, quiero terminar esto para poder hacerte otras cosas, me muevo en círculos, y luego para adelante y para atrás frenéticamente. Gritás de placer. Me habías dicho que no habías tenido sexo anal antes. Te dejé temblando. Tenés esa cara mezcla de sobreviviente y descubridor.

Me saco la cinturonga y me dispongo a seguir con el siguiente impulso.