Encantada de conocerme

Ese verano, Lorena pudo descubrir por primera vez el gran placer que podia proporcionarse a si misma...

Lorena era una adolescente educada en el seno de una familia bien acomodada.

Sus padres habían decidido que su educación fuera guiada por un convento de monjas muy prestigioso de la ciudad.

Ella no podía salir de el, ni tan si quiera los fines de semana. Únicamente durante las vacaciones sus padres le otorgaban el permiso de disfrutar durante unas semanas de un poco de libertad… Esa libertad constaba en estar en casa y procurar cumplir con los protocolos marcados por sus padres ya que, de nos ser así, no tardaría en volver al convento.

Lorena era muy distinta a sus compañeras. Su personalidad era más introvertida. Se caracterizaba por no ser muy habladora, se distraía fácilmente, no le gustaba acudir a las comidas festivas que se realizaban cuando una compañera del convento cumplía años… Pero destacaba por ser una de las jóvenes más atractivas de su edad.

Todas sus compañeras, al regresar de sus vacaciones, contaban entusiasmadas las anécdotas vividas con amores veraniegos que les habían trastocado el bienestar de su día a día estival.

Ella no entendía como podía ser posible que sus semejantes pudieran fijar sus ojos en esos niños que a ella para nada le resultaban agradables.

Uno de los motivos por los cuales Lorena se mantenía tan recelosa con el tema del amor era por tener que soportar los sollozos y gemidos de sus padres en cada estancia estival en casa ya que sus padres eran demasiado activos sexualmente.

Ella odiaba la mirada pervertida de su padre hacia cualquier mujer, incluso hacia a ella misma, ¡su propia hija!

Detestaba el tener que volver a casa por tener que soportar semejante situación. Recordaba que ya de niña tuvo que aguantar demasiadas noches esa situación y que ello le repugnaba, que ella nunca seria capaz de estar con un hombre. Le asqueaba la sola idea de imaginarlo.

El verano de su 18 cumpleaños se acercaba. Los temores por volver a casa la acechaban cada noche. Se despertaba entre sudores fríos al soñar que algún día un hombre tan pervertido como su padre seria capaz de tocarla, hacerle esas asquerosidades que el hacia con su madre. Ojalá ese año no tuviera que volver a casa

Las cartas anunciando el destino de cada alumna al llegar el fin del curso llegaron a manos de la directora la cual, le hizo entrega a cada una de ellas de su gran noticia.

Lorena no podía abrirla, los nervios conseguían que sus manos sudorosas no dejaran de temblar. ¿Tendría ese año que volver a casa o podría quedarse en el convento y descansar de su gran temor?

Pero recibió malas noticias: ese año volvía a casa… pero había algo diferente: Era el primer año en que saldrían de casa para disfrutar de unas verdaderas vacaciones en familia. ¡Sus padres la llevarían a la costa!

Lorena no había conocido nunca el mar. Estaba ansiosa por la idea de viajar a un pueblecito alejado con una gran playa, sol, arena, nuevas compras para esas vacaciones

Su madre la acompañó a comprar todo lo necesario para el viaje. ¡Ella estaba ansiosa por mirar un traje de baño! Pero su madre la obligó a elegir el bañador mas horripilante de toda la tienda, un feo sombrero para cubrir su cabello y una toalla totalmente infantil.

Al fin llegó el esperado día del viaje. Con todo preparado y ya en el coche, Lorena soñaba con sus agradables días en la costa. Imaginaba en como seria la playa, en cuantas amigas podría conocer allí

A su llegada, una gran casa situada sobre la misma playa les esperaba. Lorena no creía posible que todo pudiera ser tan maravilloso. Hasta su dormitorio estaba en una planta diferente al dormitorio de sus padres.

Ese mismo día, la familia al completo, decidió bajar a tomar un poco de sol y aliviar el sofocante calor con el agua cristalina de esa hermosa playa.

Mientras Lorena se perdía en sus pensamientos bajo la sombrilla que los protegía del sol, unas risas la apartaron de su mundo de fantasías.

Era un grupo de jóvenes que jugaban divertidos. Entre ellos se encontraba un chico de cabello rubio. Le caían algunos rizos dorados sobre unos profundos ojos grises. Su cuerpo parecía esculpido por dioses. Su sonrisa era perfecta. Lorena no podía dejar de mirarlo embelesada.

Cada día que bajaba a la playa, ese atractivo muchacho se encontraba allí. Su bronceada piel se hacia tan deseable cuando por su torso resbalaban las gotas de agua que Lorena era incapaz de controlar su excitación. Notaba como su sexo se humedecía y su clítoris se endurecía. Necesitaba apretar sus muslos fuertemente para notar un poco de alivio ante tanto calor en su zona más íntima... pero, a su vez, no quería sentir eso. Sabía que no estaba bien.

Sus padres nunca la dejaban a solas, con lo que era imposible poder entablar cualquier tipo de conversación con ese muchacho al que tanto deseaba. Y lo peor de todo es que él también le correspondía con la mirada y con esa notable excitación que su bañador quería esconder pero que era más que evidente.

Ella no podía dejar de imaginar como sería su pene. Aparentaba ser grande y grueso, y esa idea le hacia la boca agua.

Ahora comenzaba a entender las historias que sus compañeras contaban.

Ella lo deseaba tanto, pero no podía permitirse ese sentimiento tan sucio, no debía.

Se acercaba el fin de sus vacaciones.

El día antes de marchar, su madre decidió que no iban a bajar a la playa, pues no se encontraba muy bien. Tanto sol le había causado un dolor de cabeza muy fuerte y marcharían al día siguiente de buena mañana.

Lorena se sentía tan frustrada. No lo podría volver a ver, era su último día allí, el último día en que podría bajar a la playa para disfrutar de ese cuerpo que la enloquecía y no podía bajar a verlo.

Decidió encerrarse en su dormitorio, enfadada.

Pensativa se acerco a la ventana. En ese momento descubrió que desde allí podía ver a ese muchacho. Estaba en el mismo lugar de siempre, con su mejor sonrisa.

Jugaba divertido en el agua, esa piel dorada era tan deseable…irresistible.

Lorena se excitaba cada vez más con esa visión. Sus braguitas se humedecían, notaba como sus pezones se endurecían y su clítoris palpitaba deseoso de caricias.

No podía aguantar más. Sus manos comenzaron a acariciar su cuello y a bajar hasta sus pechos para acariciarlos y pellizcar suavemente sus pezones endurecidos.

Ese placer que se estaba provocando, la enloquecía. No podía dejar de acariciarse.

De pronto, sus manos bajaban por su vientre para perderse entre sus braguitas y así comenzar a rozar suavemente su clítoris. Ella no pensaba que fuera posible sentir tanto placer.

Necesitaba morder sus labios para acallar sus gemidos. Todo su sexo se encontraba empapado de sus jugos más íntimos y eso la ponía más cachonda todavía.

Tocando su clítoris tan mojado, noto como sus dedos se desviaban hacia dentro de su vagina y decidió introducir un dedo… Ese placer la hacia sollozar, ya no podía callar mas.

Introdujo un segundo dedo mientras con su otra mano seguía acariciando su clítoris.

Notaba como el placer aumentaba, no podía más. Ante la ventana, sus piernas comenzaban a perder estabilidad, su orgasmo estaba cerca.

De repente, un escalofrío recorrió su cuerpo para avisarle del gran placer que se avenía y ya no pudo más...

-oooaaahhhh

Tuvo que sacar rápidamente una de sus manos para sostenerse sobre la ventana porque las piernas no podían sostenerla más.

Sus manos estaban húmedas, empapadas. Sus piernas no dejaban de temblar. Su mirada picara no podía apartarse de ese cuerpo que tanto deseaba.

Había descubierto al fin el placer que su cuerpo le podía proporcionar. Estaba exhausta, encantada de conocerse.

Al día siguiente, ella tuvo que volver al convento. Al salir de esa gran casa, el muchacho estaba allí, tan atractivo como siempre. Lorena le dedicó una simpática mirada y una gran sonrisa como despedida que el joven correspondió.

Ojalá el siguiente verano volvieran a veranear en esa fabulosa playa

De momento, le quedaba un gran viaje por delante hasta llegar al convento para escuchar las mil historias de sus amigas… Este año, ella también tenía algo que contar, pero prefería guardar esa anécdota para ella misma y todas esas noches solitarias que le quedaban por delante hasta que llegara el próximo verano