Encadenada al placer (Capítulo 1)

Una sexy joven se encuentra en una biblioteca cuando entra un chico que la convertirá en su sumisa, no sin ponerla a prueba antes.

Era sábado por la noche y el metro estaba casi vacío, me desplazaba otra vez al pueblo vecino, pues era donde único se abría la biblioteca por la noche y además a estas horas no había nadie y podía dedicarme a la lectura sin que nadie me juzgase.

Entré, como era de noche no me había molestado en arreglarme, llevaba una coleta enmarañada, acompañada de unos vaqueros y una sudadera, por no hablar de las playeras desgastadas.

El guardia de seguridad me saludó con una sonrisa y me adentré en la sección de adultos, cogí el mismo que la semana anterior “Amos y sumisos” y seguí leyendo, me entusiasmaba como el autor narraba cada detalle, como el amo se mostraba indiferente en un principio y luego la sometía a su poder, la manera en que contaba cómo le desgarraba la ropa y la azotaba…

Pero, para mi sorpresa, algo interrumpió mi lectura, más bien, alguien… Era un chico que aparentaba ser algo más mayor que yo, tenía el pelo largo, vestía una chaqueta, con una camiseta gris, y unos vaqueros…

Se puso nervioso al verme e intentó saludarme, yo en cambio seguí leyendo sin levantar la mirada, me percaté de que se fijaba en el título de mi libro, pero intenté no darle importancia…

Ya habían pasado varias horas y tenía que volver a casa si no quería perder el metro, el joven parecía haberse ido, así que me levanté a devolver el libro a su lugar, lo coloqué y me di la vuelta, y me lo encontré allí, parecía que se había parado a mirarme, indignada le levanté una ceja y me di la vuelta cuando susurró “Pensé que jamás devolverías este libro, me intrigó su título” – Si, suerte, te recomiendo el capítulo 14. -¿El capítulo 14, qué pasa es la parte romántica? –Compruébalo tú mismo.

Regresé a mi casa a descansar, y mi cabeza estuvo invadida por las palabras del libro “Amos y sumisos” unos sueños realmente sugerentes llegaron a mi cabeza, el joven de la biblioteca, su voz ronca y su tono burlón mientras me preguntaba si quería ser su sumisa…

El domingo por la noche regresé a la biblioteca, y para mi sorpresa él estaba allí, se levantó nada más verme y me siguió por los pasillos, para recitarme “Entonces él le arrancó la ropa, y seguidamente la ató a la cama, inmovilizando su cuerpo, comenzó a azotarla salvajemente, dejando sus nalgas incandescentes, luego cogió unos cubos de hielo y los pasó por sus pezones, haciendo que se erizasen y le quemasen a la misma vez”

Le miré con una sonrisa burlona y le dije: “Veo que las partes románticas son tus favo…” No me dejó terminar la frase, y me empotró contra la estantería mientras mordía mi labio; le empujé hacia atrás “¿Te crees que por recitar unas frases ya caeré rendida a tus pies? ¡Iluso!

Cogí “Amos y sumisos” de la estantería y me lo llevé a mi asiento, en el inicio del capítulo 14 habían escrito una dirección escrita y una hora, era un café próximo a la biblioteca.

Allí me encontraba, sentada en una mesa, llevaba un vestido negro ceñido y unas botas negras, el pelo me  caía húmedo sobre los hombros debido a la lluvia, y se resaltaban mis pezones.

Llegó él y se sentó a mi lado. Veo que la idea no te desagrada ¿no?

Llegó la camarera

  • Yo tomaré un café y ella no tomará nada.

  • Pensaba tomarme un batido.

  • Ahora ya no.

Me agarró de la mano y me dijo, ven ahora mismo al baño.

Le seguí, y me preguntó “¿Te has puesto esto para provocarme verdad?” Me tapó la boca con la mano sin dejarme contestar, con la otra empezó a levantarme el vestido, su mano estaba fría comparado con el calor de mis piernas,  agarró mi muslo haciéndome gemir, y sus dientes se clavaron en mi cuello, su mano siguió subiendo por mi muslo, hasta meterla en el interior de mi tanga, comenzó a meterme los dedos, sin dejar de morder mi cuello,… intenté apartarle, y sus manos pasaron a agarrar las mías, se abalanzó sobre mí y me tiró del pelo “Estate quieta” Me dio la vuelta y me apoyó sobre el muro y comenzó a azotarme “¿Esta era tu parte favorita del libro no?” Me azotó más fuerte y me dijo “¿Sabes qué eres un facilona?” Volvió a azotarme, “Y no me gustan las facilonas”. Se bajó los pantalones y comenzó a masturbarse “¿Qué te gusta ver cómo me masturbo? Pues disfruta, será la primera y última vez que lo veas” Y eyaculó sobre mi vestido, acto seguido se levantó los pantalones y se marchó por la puerta del baño.

Intenté limpiarme el vestido como pude y salí del baño esperando encontrarle en la mesa, allí solo había una nota y algo de dinero para su café, en la nota ponía: “Te dije que no me gustaban las facilonas”

(...Continuará)