Enamorarse, declararse
Es una mirada, una sensación, unos ojos que generan toda emoción.
ENAMORARSE, DECLARARSE Es un segundo, un momento, un instante fugaz, Que convierte en mudo al más locuaz. Es contemplar una imagen, es ver a esa persona especial, Y saber que tu mundo nunca volverá a ser igual. Es una mirada, una sensación, Unos ojos que generan toda emoción. Un espíritu afín lleno de bondad y nobleza, Es un alma cien por cien belleza. El corazón nos delata y traiciona, No importa lo mucho que tratemos de impedirlo, Pues todo desearemos sentirlo, Con esa persona. Y entonces, sencillamente, estamos perdidos: El corazón de nuestro pecho se ha ido. Ya nada puede evitar lo que ha pasado: Nos hemos enamorado. ¿Qué puede importar su sexo, credo o condición?, ¿Acaso no hay libertad de opción?, Esa persona se convierte en nuestro objeto de deseo, Y el centro de nuestro universo, tal como yo lo veo. Se convierte en quien más queremos hacer feliz, Quien perdona cualquier posible desliz, Quien al cielo puede con un gesto llevarnos, O quien, con el mismo gesto, al infierno puede condenarnos. El amor es pena y dolor, es sufrimiento, Pero también es alegría y gozo, sentimiento, Lo que da a la vida su esencia, Es conocer ese estado de gracia. Porqué aquel que jamás ha amado, Nunca ha vivido. Porqué de quien no se han enamorado, No sabe lo que es sentirse querido. Y entonces, en esa nube de felicidad radiante, Surge un problema acuciante: ¿Cómo compartir todo ese amor ahogado?. ¿Cómo darlo a ese ser amado?. Es en ese instante que algo entra en acción, La parte más dura de enamorarse: Confesar a la otra persona esa devoción. En una palabra: declararse. Pero ¡ay!, entonces sobrevienen los temores, Las dudas, los miedos más aterradores: ¿Y si no me corresponde?, ¿y si rechaza mi corazón?. ¿Cómo podría soportar el vivir sin su amor?. Y la gente, de tanto pensar en las complicaciones, Se llega a olvidar de las bendiciones, Y deja de valorar el estar profundamente enamorado, Para pasar a vivir en unas amargas penurias, desdichado. Es increíble como funciona a veces la gente, Hombres y mujeres que poseen una brillante mente, Que pueden crear edificios y escalar grandes montañas, Y aún así se ven incapaces de confesarse a la persona amada. Pueden correr un riesgo mortal, Sufrir toda clase de peligros, la peor tortura, Y aún así, con todo ese espíritu tan vital, Callar su amor hasta el borde de la locura. El miedo, el acobardamiento, la timidez, Todo eso genera una gran dejadez, La misma que les impide la felicidad, Y les provoca una terrible soledad. Siempre hay alguna razón, Para no dar salida a los deseos del corazón. Siempre hay alguna cosa, Para impedir vivir esa sensación tan hermosa. Solo el que arriesga puede ganar, Es el único modo, Y aquel que jamás quiso arriesgar, Siempre se quedará solo. Pero eso no se debe permitirse, El amor se hizo para vivirse, Y tan importante como es enamorarse, Lo es también el saber declararse. Lo más triste e irónico de esa situación, Es que solo pide una condición: Total y absoluta sinceridad. En tres palabras: decir la verdad. Llevar en la mano el corazón, Con el alma al descubierto, Al anunciar todo ese sentimiento, Deseando recibir la gran bendición: Saberse amado, Sentirse deseado, Un sentimiento compartido, Finalmente entregado, y recibido. Si la desgracia toca y eso no pudo pasar, Ya habrá otra ocasión de volverlo a intentar, Y aunque el corazón quede dañado y abajo pueda venirse, Él tiene siempre la capacidad de reconstruirse. Y en caso de ocurrir todo lo opuesto, ¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES! Pues tras vencer todas las adversidades, Ya solo resta disfrutar de ese premio tan suculento. De sentirlo, de reírlo y vivirlo, De llorarlo, a los cuatro vientos gritarlo, LO HE CONSEGUIDO, ME DECLARÉ, Y HE SIDO CORRESPONDIDO: QUE FELIZ SERÉ. Y como en toda guerra que se precie de serla, Por esa persona se ha luchar, se ha de merecerla, Enamorar a ese hombre, a esa mujer, Y seducir cada parte de su ser. Halagar de ella toda cualidad, Aprender a valorar virtudes y defectos, Pues tanto aquellos rasgos como estos, Son los que crean su personalidad. Lujuria, deseo, pasión, Y así con muchas más cosas, Que emergen con tanta devoción, Como en primavera un jardín de rosas. El querer abrazarla, A todas horas mimarla. El placer de besarla, El desear sentirla. Es esa persona que inspira cada ilusión, Que da vida a la fantasía, Que crea la magia y aumenta la alegría, Y que nos brinda un éxtasis sin parangón. Un éxtasis de dos cuerpos entrelazados, Dos espíritus afines fusionados, Dos almas unidas, En una reconvertidas. El sexo pierde su condición, Se transforma en algo mucho más puro, En un acto lleno de cariño y amor, a buen seguro, Cargado también de ternura y devoción. Es como morir, como fallecer, Como si de una sola vez se llegase al cielo, Para luego a la tierra volver, Volviendo a poner los pies en el suelo. Y tras ese acto de pura vida, Sin duda de todo es lo mejor, Poder repetirlo sin medida, Y disfrutarlo con total ardor. Nada hay más importante en esta ancha tierra, Que encontrar a esa persona especial a quien amar. Nada más crucial, Por mucho tiempo que lleve la espera. Matad la timidez, Aplastad la dejadez, Alzaos en armas dispuestos a luchar, Pues no hay mejor causa por la que pelear. El amor debe ser, La fuerza que a este mundo haga mover. La razón para seguir viviendo, Y la motivación de continuar existiendo. Así finalizo mi relato, Y concluido todo mi alegato, Solo tengo una última pregunta que formular, Para que todos se la piensen sin parar: ¿Hay algo mejor que enamorarse, Y ser correspondido tras declararse? Dedicado a la dueña de estos ojos