Enamorarse de un amigo hetero. El error.

Historia de sexo suave primero, y algo más duro después. Atracción, amor, sueños. Cualquier parecido con la realidad es mentira, pero aquí está relatada. Por morbo.

Era muy delgado. “Skinny” como dicen hoy en día. De piel suave, o eso me parecía, nunca le toqué. Heterosexual, o eso se suponía. Eso me destrozaba. Éramos amigos hacía años, y me encantaba, a todos los niveles. Sin casi vello corporal. Muy moreno de piel. Media altura. Espalda un poco ancha, cintura muy estrecha. Piernas largas y delgadas. Pies grandes y cuidados. Ojos negros grandes y brillantes. Pelo negro, melena recogida en una coleta muy arriba, en la coronilla, como se llevan ahora. Sonrisa luminosa y contagiosa. Hasta las manos las tenía bonitas. Finas y delicadas, como de pianista. Un ángel. Como persona también. Le gustaba a todo el mundo. Creo que a mi algo más. Se llamaba Mauro.

¿Cómo empezó todo? Un café, en una noche lluviosa de un sábado, con otro amigo. Daniel.

Daniel. “Claudio, nunca te va a corresponder. Es hetero, y estás obsesionado”.

Claudio. “Lo sé... pero ¿no dicen las tazas de Mr Wonderful que no eliges de quien te enamoras? jaja”

Daniel. “Las tazas de Mr Wonderful provocan suicidios, deberían prohibirlas. La vida es aceptar lo que tienes y ser feliz”.

Claudio. “¿Eso no se parece a la depresión?”.

Daniel. “No, la depresión es no aceptarlo”.

Claudio. “¿Me trasplanto el cerebro?

Daniel. “O que te regalen uno”.

Claudio - “Muy gracioso”.

Daniel. “La única manera de que un hetero tan guapo como ese se líe contigo es pagándole, y ahora el gobierno lo quiere prohibir. La prostitución digo.”.

Claudio. “¿Y qué hacemos los feos?”

Daniel. “Joderos”.

Claudio. “Además tiene un buen sueldo. No puedo pagarle un millón de euros como en las películas”.

Daniel. “Exacto, porque además de feo eres pobre, como lo somos todos, pobre digo jajaja. Claudio, te compensa ir al psicólogo para que te quite a esa persona de la cabeza. Te saldrá más barato y es más realista”.

Claudio. “Cobran bastante los psicólogos. Podría hacerme psicólogo, así podría ahorrar y pagarle a Mauro por hacerle el amor”.

Daniel. “El amor dice... qué romántico”.

Me quedé en silencio. Removiendo el café. Viendo el café girar bajo la cucharilla. Intentando dejar la mente en blanco para no pensar. Daniel me hizo reír. Me vino bien. Un rato. Al volver a casa estaba muy deprimido para quedarme encerrado en casa. Llamé a Yolanda, una buena amiga. Que si me sacaba de casa. A emborracharnos. Me dijo que bajara en media hora. Planes rápidos cuando uno los necesita. Respiré.

Volví a casa cinco horas después. Muy borracho. De camino por la calle Mauro volvió a mi mente. En aquel momento hice el imbécil. Es lo que sucede cuando uno bebe mucho y reprime cosas, que estas salen como el agua cuando abres una presa llena. Sale toda de golpe y arrasa casas y árboles. Le escribí un WhatsApp preguntándole qué tal la noche. Por desgracia me contestó. Casi nunca lo hace, pero esa noche sabía que también había salido. Me dijo que bien, o algo así. Entonces metí el acelerador.

Claudio. “Oye, tengo una discusión con un amigo. Me dice que es imposible que un heterosexual se acostara conmigo por dinero, ¿tu serías capaz?”.

Reconozco que cuando le di a enviar mensaje todavía me reía. Fue diez segundos después cuando la sangre me bajó de la cara. Me quedé paralizado en la calle. Qué cojones acababa de hacer. La pantalla del móvil, al estar bloqueado, estaba apagada. Me daba miedo mirar. La luz del led todavía no parpadeaba. Tardé en reaccionar. Pensé, si ahora le añado la fórmula universal de los tres ‘jas’, “jajaja”, seguido de un “era broma”, podría salvar la situación. Pero cuando levanté el móvil vi el led parpadeando. Un escalofrío me recorrió la nuca.

Fuera lo que fuera, quería saber qué escribió. Encendí la pantalla, pulsé el icono verde y miré. Lo que vi me dejó paralizado, aunque no de la forma en la que esperaba.

Mauro. “Mmm… no lo tengo claro jaja”.

Como que no lo tengo claro. No era un “estás loco”. No era un “ni de coña”. No era un “eres un degenerado”. Era un “no lo tengo claro”.

Qué hago. ¿Le contesto? Está viendo que estoy conectado. Yo también lo veo a él. Nos estamos mirando a través de esa pantalla verde. Veo que vuelve a escribir. Me va a mandar a la mierda.

Mauro: “Depende de la pasta jajaja”

Como que depende de la pasta. Llevaba casi un cuarto de hora de pie en mitad de una avenida. Muerto de frio. No lo notaba. Rápido. Piensa. Qué le pongo. O cuanto le pongo. Hice cálculos. No le pagaría un coche nuevo. Pero quizás…

Claudio: “No sé... jajaja… ¿3.000 euros?”.

De cabeza a la piscina. Ahora veremos si había agua o no. Casi nunca la hay.

Mauro: “Es bastante pasta...”. Silencio. Vuelve a escribir. “Jaja… Mañana te escribo”.

No sé qué quiso decir con esto. Nada. Supongo. Se lo tomó a broma. Eso espero. Total, qué mierda me va a decir. Tiene dinero, novia, es heterosexual. ¿Por qué se va a meter en líos? Que sea lo que tenga que ser. Me fui directo a casa. Bebí medio litro de agua y fui directo a la cama.

Al despertar, sin pensarlo agarré el móvil de la mesilla de noche, lo encendí y revisé mensajes. El corazón me iba a mil. Ahí estaba.

Mauro. “¿Te apetece quedar?, puedo ir por tu zona, hoy estoy solo”.

La aclaración innecesaria de que estaba solo me puso más nervioso.

Claudio: “Por mi genial. Si quieres vente a media tarde, te invito a mi casa”.

No quería saber qué iba a suceder. Lo mejor para no desilusionarse es no ilusionarse por nada. Eso lo aprendí hace tiempo. Dejé mi mente en blanco y seguí la rutina del día como si no pasara nada extraño.

Al llegar la tarde Mauro timbró en mi casa, le abrí y le hice pasar a mi sala de estar.

Llevaba un pantalón vaquero corto todo roto, como se llevan ahora. Dejaba poco a la imaginación. Sus piernas finas y marcadas se le veían estupendas. Se le veía algo el boxer, de colores, ceñido. Se le marcaba bien su culo fino y redondo. Una camiseta corta y calzado deportivo. Aunque tenía algo de pelo en las piernas, negro, estaba bien repartido y no era excesivo. Era de ese tipo de piel que sabías que iba a ser suave. Era bonito incluso solo para observar. Aunque no tanto como sus ojos. Ese tipo de ojos color café, tan cálidos como el propio café; brillantes, grandes, alegres, en los que podrías perderte horas.

Aunque la conversación empezó siendo trivial, y se agradecía, teníamos que terminar hablando de los mensajes del día antes. Yo lo necesitaba, y logré que todo terminara ahí. Empezamos a hablar de dinero.

Mauro: “Bueno, mis problemas de pasta no serían tanto si me pagas 3.000 euros jajaja”.

Tragué saliva.

Claudio: “Ah… ya. El sábado había bebido mucho”.

Mauro: “¿Entonces no hay 3.000 pavos?, normal, es mucho… jaja”.

Bien. A jugar.

Claudio: “Tener los tengo, pero igual te doy mucho asco jaja”.

Mauro: “Bueno… con 3000 pavos no hay asco”.

Vuelvo a tragar saliva.

Claudio: “Pues si quieres te los doy”.

Trago saliva muy fuerte. Mauro me mira fijo y habla muy suave.

Mauro: “Pero... ¿qué quieres hacer?”.

Claudio: “Pues… ¿alguna vez has besado a un chico?”.

Mauro: “Pues no jajaja…”.

Dijo esto sin mirarme a la cara. Miraba al suelo. Estaba nervioso. Podía haber muchas razones, pero llegado ese punto me daba igual. No podía más.

Me acerqué lento a su cara. Él sonreía tímido. No se alejó.

No besé sus labios. Sería más correcto decir que acaricié sus labios con los míos. Cerré los ojos. Era incluso mejor que en mis sueños. Sus labios eran finos, suaves y cálidos. Poco a poco, fueron resbalando sobre los míos. Entre los míos. Dentro de los míos. Dios, era lo más delicioso que había tenido en mi boca nunca. No sé cómo lo supe, pero sabía que él también tenía sus ojos cerrados. Notaba su respiración relajada. El tiempo se había parado. No se movía el aire. Solo existía su suave respiración y sus labios abrazándose a los míos.

Puede que la memoria me engañe, pero creo que su boca sabía al mejor café, a su sabor. No lo se. Me sabía a gloria. Estuvimos mucho así. Pero me alejé un momento. Mauro me miró y sonrió.

Mauro: “Bueno... ¿y ahora qué?”

Claudio: “Vamos viendo ... jaja”.

Mi boca volvió a acariciar la suya otro poco. Me alejé de nuevo, cogí una de sus manos, y le dije ven. Nos fuimos a mi cama. Le volví a besar, de pie, pero esta vez mi mano acarició su cara, su mejilla, suave. Un gesto de ternura. No lo impidió. Estaba soñando.

Me fui tumbando y fui tirando de él. No sé si se lo dije, pero le pedí tumbarse. Me acerqué a sus pies, y le descalcé con mimo. Me sonrió divertido. No sabía qué quería hacer. Tenía unos pies bonitos, cuidados, uñas perfectas. Siempre me gustaron. Me acerqué y se los fui besando. Centímetro a centímetro. Seguí lamiéndole las plantas de los pies. Pasé la lengua entre sus dedos, y claro, seguí chupándole los dedos, uno a uno. Como si fuera el helado más delicioso que hubiera probado nunca. Le miré de reojo. Seguía sonriendo, relajado, mirando fijo lo que yo hacía. Me encantó que no solo no le disgustara, sino que incluso pareciera que lo disfrutaba. Sonreí mientras le chupaba el dedo gordo, y me concentré en ello. Rodeándolo con mi lengua y chupándolo con suavidad.

Seguí besándole las piernas. Pasando mis manos también, sobre ellas. Joder, sí que eran suaves. Que delicia. Centímetro a centímetro. Mis besos fueron dejar pasar mi lengua entre mis labios. Quería saber a qué sabía. Era delicioso. Seguí subiendo. Le empecé a acariciar el paquete con la nariz. Como un perrito buscando jugar.

Mauro: “¿Qué buscas ahí?” dijo sonriendo.

Claudio: “Jugar … jaja”.

Le abrí lento el pantalón. Ayudé a bajárselo un poco. Al hacerlo le agarré del culo para ayudar a levantar la cintura y que así bajara el pantalón. Dios. Un culo duro y fino. Creo que yo llevaba un buen rato empalmado. Quería probar con mi cara si él también. Empecé a acariciar su paquete, sobre el boxer, con mi cara. De normal, solo te parece agradable el olor de tu propio cuerpo. Su paquete olía a hombre joven, algo ácido, pero increíble. Creo que me olía mejor que el mío.

No sé si tenía la polla totalmente empalmada, pero notarla en mi cara era increíble. Aunque fuera a través del boxer. Era larga, más bien fina, y creo que sí estaba algo inflada. Abrí la boca y la recorrí todo a lo largo, mirando a Mauro de reojo. Debía tener cara de querer devorarla, porque así era. No aguanté más, y le fui bajando el boxer tirando de la goma. Allí apareció. La había visto más veces de cuando Mauro y yo íbamos a la piscina, pero verla tan cerca, olerla, medio inflada, preciosa, era increíble. Algo venosa, oscura, larga... daban ganar de chuparla toda la eternidad. Puse mi lengua lento sobre la base y empecé a lamerla a lo largo. Captando cada matiz de sabor. Centímetro a centímetro. Miré de reojo a Mauro sonriendo.

Claudio: “¿Te gusta?”

Mauro: “Está bien…” dijo sonriendo.

Claudio: “¿Te la chupo?”. Solo volvió a sonreír.

Metí la cabeza de su polla en mi boca. La lamí dentro de mi boca. Fui dejando resbalar mis labios por su polla hasta la base. Sintiendo el calor de su polla hasta mi garganta. Palpitando. Que delicia. Bajé hasta que mi nariz se topó con su pelvis. Pelo recortadito, pero con olor a hombre joven. Olí su aroma, y quise mantener toda su polla dentro de mi boca y garganta. Quería darle todo el placer del mundo. Hacerle feliz. Aguanté mucho. Daba medias vueltas con mi cabeza con toda su polla dentro, para que sintiera todo mi interior, húmedo y caliente. Era un sueño.

Le miré de reojo y sonreía con un gesto de placer y relax, con los ojos semicerrados y la boca abierta. Notar que le estaba gustando me llenó de felicidad. Empecé a bajar y subir sorbiendo suave su polla, acompañando mis labios con mi lengua, con medios giros de cabeza, generando un movimiento espiral con el que quería darle el máximo placer. Al llegar a la punta chupaba con fuerza, y luego aligeraba y bajaba lento. Estaba dispuesto a estar así el tiempo que quisiera él. Pasé a lamerle los huevos, preguntándole con la mirada si le gustaba. Solo abrió un poco los ojos, y sonrió todavía más. Yo le devolví la sonrisa y le lamí con cariño los huevos, sin dejarme ningún rincón sin relamer.

Volví varias veces a su polla. Sabía deliciosa. Me empezaban a escocer los labios, pero me daba igual. Había algo que quería probar. No todos los chicos les gustaba, y menos si son heterosexuales, pero se que a muchos sí. A muchas chicas les gustaba chuparles el culo a sus chicos, pero no todas lo reconocían.

Claudio: “¿Te mola que te chupen el culete?

Mauro: “Mmm… a veces sí, ¿quieres chuparme el culo?” Sonrió riéndose.

Claudio: “BFF… me encantaría”.

Mauro se terminó de bajar el boxer y se dio la vuelta. Tenía un culo delgado y duro, delicioso. Tenía mucho pelito en el ojete, pero muy bien repartido, negro y finito. Le acaricié las nalgas. Se las besé, cada centímetro, con adoración. Le abrí las nalgas con ternura y miré con deleite su ojete. Puse mi lengua entre los huevos y el ojete, entre sus muslos, y fui subiendo lento, saboreando el sabor de su ojete con detenimiento. Que delicia. Sabía increíble.

Pasé de usar solo la lengua a usar toda la boca, chupando todo su agujero. Pasando mis labios arriba y abajo. Luego metiendo la punta de la lengua por su ojete e intentando dar pequeños giros dentro mientras chupaba su ojete. Lo hacía con pasión, casi con rabia. Tenía tanta hambre de ese agujero que no me podía contener. Escuché dos pequeños gemidos de Mauro. Eso me calentó todavía más. Abrí sus nalgas con las manos. Chupe con más fuerza. Metí la lengua con más fuerza. Casi quería fusionar mi cara con su ano. Ser una extensión de su culo. Me volvía loco como sabía por dentro. Escuché un gemido más fuerte de Mauro. Parecía un sueño.

Quería subir un poco el culo de Mauro, pero no quería despegar mi boca de su ojete. Pasé lento mis manos por debajo de él, por su entre pierna, las saqué por sus caderas, y haciendo avanzar mis brazos conseguí elevar algo sus caderas. La visión de su ojete, ya cubierto de mis babas, era increíble. Miré por encima de sus nalgas a su cara, y me miraba de lado, con los ojos entrecerrados, con gesto de placer y una sonrisa pícara. Yo le devolví la sonrisa y hundí con fuerza mi cara entre sus nalgas, lamiendo, chupando, metiendo mi lengua con fuerza. Vi como puso sus manos contra la cama, y enderezándose dobló sus piernas y apoyándose en sus rodillas, se puso a cuatro patas, poniendo el culo en pompa, facilitando mi trabajo chupándole el culo. Mirando hacia atrás, con una cara de vicio que no le conocía, siguió gimiendo, y puso su mano en mi cabeza, apretándola contra su culo.

Mauro: “Uff… así joder, chupa…”

Aprovechó lo cachondo que estaba para masturbarse, con su polla todavía untada en mis babas, mientras, de pie sobre sus rodillas, apretaba mi cabeza contra su culo. Cerraba los ojos y se dedicaba a gozar con las sensaciones. Yo tenía la polla como una piedra, y podría haber estado horas chupando y lamiendo su culo. Pero quería probar más cosas, al menos antes de que él se corriera. Me enderecé y me saqué polla. La tenía muy inflada, casi me dolía. Acaricié sus nalgas, y pasé mis dedos por su ojete, acariciándolo en círculos, todo babado y algo dilatado por mi lengua. Puse mi polla a su lado y le susurré.

Claudio: “Agárrala... jeje”

Mauro sonrió, ya sofocado, colorado por la excitación, agarró mi polla suave. Mientras yo le acariciaba el ojete, en círculos y metiendo un poco la punta de los dedos, él, sin decirle nada, empezó a masturbarme suave con su mano derecha, mientras que con la izquierda masturbaba la suya. Me acerqué a su cuello y empecé a besarlo y a lamerlo. Pasaba mi boca por su suave piel, mientras la lamía. Le miré de reojo y vi que miraba alternativamente su polla y también bastante la mía, masturbándome lento.

Claudio: “¿Te gusta?”

Mauro: “Mmm... un poco sí jaja”.

Claudio: “¿Quieres que te la meta?”

Me eché algo de saliva en mi mano y embadurné un poco mi polla. Él volvió a masturbarme. Joder, sí que tenía las manos suaves. Sus dedos, finos y delicados, resbalaban por la superficie de mi polla, siguiendo la rugosidad de las venas, deslizándose por la suavidad de sus manos y mi saliva. La sensación era increíble. Era como si me acariciara la polla una sábana de seda caliente.

Mauro: “Mmm... no sé…”

Claudio: “Lo haré despacito ... ”

Mauro: “Venga... va…”

Le agarré la carita de la mejilla y la acerqué a mi cara, y le besé con ternura. Acariciando nuestros labios, haciendo rodar mi lengua sobre la suya. Mientras le seguía acariciando el ano con los dedos untados en saliva, y él me seguía masturbando. Creo que estábamos los dos muy cachondos.

Claudio: “Túmbate boca arriba”

Se tumbó. Agarré sus finas y suaves piernas, por los muslos, y las elevé hasta doblarlas. No pude evitar volver a meter mi lengua en su ano, y chuparlo con fuerza. Le volví a mirar por encima de su polla, y me encantó verlo gimiendo suave, con la boca abierta y los ojos cerrados. Centrándose en su placer.

Me enderecé e inclinándome hacia mi cartera, cogí un condón. Me lo puse mientras me sonreía, entre excitado y tímido. Volví a acariciar su ojete con suavidad, mientras me incliné hacia él. Fui poniendo sus piernas lento sobre mis hombros, y le volví a besar con pasión. Mientras nuestras lenguas giraban la una contra la otra, y mi boca ya sabía más a su saliva que a la suya, fui buscando su ano con la punta de mi polla. Cuando lo localicé, fui apretando poquito a poco. Noté como se ponía en tensión. Las venas de su cuello. Su respiración entrecortada. Empecé a lamer su suave y delicado cuello, mientras notaba como sus gemidos se entremezclaban con quejidos.

Claudio: “Relaja el culete... sss… relájalo… “

Noté que sonreía, pero seguía con los ojos cerrados. Muy lento, la polla fue avanzando. Dios, que húmedo y caliente estaba su culo por dentro. Además, apretaba. Estaba tenso, pero disfrutaba. Empezó a masturbarse más rápido.

Mauro: “Aaah… joder… “

Claudio: “¿Te gusta?... ooooh…”

Mauro: “Aaah….” gemía tenso mientras acariciaba mi espalda.

Al cabo de un rato creo que había entrado toda, y volví a besarle con fuerza. Mi lengua giraba con la suya, nuestros labios volaban, nuestras bocas ardían, yo acariciaba su suave culo ya penetrado hasta el fondo, mientras con la otra mano acariciaba su cara. Seguía agarrando su propia polla, pero ya no se masturbaba, mientras con la otra rodeaba mi espalda. Cuando pude, empecé a moverme hacia atrás, muy lento, y después volví a avanzar con cuidado.

Mauro: “Uff … jooder… aaaaaah…”

Claudio: “¿Te gusta? Oooh…tu culo me está volviendo loco …OOOHH…”

Mauro: “Aaaah.. siiii…”

Aquello era un sueño. Su culo era increíble. Caliente y duro. Notaba todo su interior mientras mi polla resbalaba por las paredes de su ano. Acariciaba sus nalgas, sus muslos, suaves. Conectados por nuestras bocas, y con mi polla y su ano. Como dos piezas de una máquina de amor y placer con una conexión superior y otra inferior. Un engranaje perfecto de sensaciones. Me flipaba sentir sus resoplidos por la nariz y sus gemidos por su boca a través de la mía. Acariciar su piel de seda, mientras su ano expuesto del todo era recorrido por mi polla. Encajados a la perfección.

Mauro volvió a masturbarse más rápido, mientras yo sentía su culo todo abierto y acariciaba mi cabeza y mi espalda. Solo gemía y cerraba los ojos con fuerza. Tenía la boca dolorida de besarle, pero me daba igual. Yo estaba muy concentrado en fundirme con él, a través de su ano, de su boca, de su piel, pero al mirar hacia abajo vi su frenética masturbación, y temí que fuera a correrse demasiado pronto. Me separé un momento.

Claudio: “¿Quiere follarme tu?... mmm…”

Mauro: “Aaaahh... bueno... si quieres …”

Claudio: “Por mí sí, ¿te apetece?”

Mauro: “Venga... dale…” dijo mientras me empezó a acariciar el culo.

Le di otro pequeño beso, y sonriéndole, empecé a sacar poco a poco mi polla de su ano. Al salir del todo, Mauro soltó un pequeño gemido, y debió notar un vacío importante en interior. Bajé hasta su polla, y mientras volvía a acariciar su agujero con los dedos, empecé a chuparle la polla con suavidad. Mis dedos en su ojete se cruzaron con los suyos, él también se estaba acariciando el ano, y entrecruzamos nuestros dedos compitiendo por ver quien era el que más acariciaba su agujero.

Chupé su polla un rato, humedeciéndola, y disfrutando de tu fuerza. La tenía como una piedra.

Claudio: “Como quieres que me ponga? …”

Mauro: “Ponte a cuatro patas”.

Rápido le obedecí, y poniéndome a su lado, me quité del todo la ropa interior, y me puse a cuatro patas, con el culo bien en pompa.

Mauro recogió parte de mis bajas de su propia polla, y las usó para acariciar mi ojete, y lubricarlo. Parece que no le apetecía mucho chuparme el culo a mí. Intentó meter un poco del dedo índice, bien babado, y vio que no le fue difícil. Sonrió con satisfacción. Me cogió uno de mis condones, y se lo puso. Se inclinó sobre mi y mientras notaba su torso sudado sobre mi espalda, fui notando como la punta de su polla hacia fuerza sobre mi agujero. Se le notaba algo bruto en sus movimientos, pero me gustaba.

Mauro: “Ahí te va… mm”

Claudio: “Si... métemela .. venga…”

Mauro fue haciendo fuerza, lento, pero sin parar hasta el final. Aunque me escoció en un primer momento, mordí las sábanas y aguanté. Él vio como mordía las sábanas, pero no paró.

Mauro: “Así.. sssss... aguanta…” susurró.

Claudio: “Así…... oooh... dale, fuerte.…”

Mauro sonrió, y se apoyó en mi espalda, mientras ponía sus manos contra el colchón. Sentir su suave y sudado torso sobre mi espalda fue increíble, y su polla completamente dentro mía, un sueño hecho realidad. Cuando noté sus pelitos cortos, de la base de su pene, pegados en mis nalgas, creo que podría haber estado así toda mi vida. Ensartado y sintiéndome lleno de él, mientras sentía su aliento en mi nuca.

Mauro: “Ponte al borde de la cama”, ordenó.

Seguimos unidos, pero me fui moviendo al borde de la cama. Él se enderezó y se puso de pie. Me agarró de la cintura, la fue sacando lento y luego me la volvió a meter, mucho más fuerte. Parece que le gustaba dar caña, se estaba poniendo muy bruto. Me encantaba. Le miré de reojo hacia atrás, y tenía gesto de furia, penetrándome muy fuerte, mordiendo los dientes, ceño fruncido, empezando a sudar. Era todo un sueño.

Claudio: “Joder…. OOOH…así… dame fuerte… rómpeme por favor… oooooh… joder”

Al penetrar tan fuerte, a Mauro se le notaban los abdominales marcados. Su coleta no se le había deshecho y le bailaba hacia delante y hacia atrás, como la cola de un potro. Gotas de sudor le caían lento por el torso, mientras me percutía el culo con furia. Tanto era así, que probó a darme un azote. Algo suave, quizás para probar. Volví a mirar hacia atrás y le sonreí con aprobación mientras no paraba de gemir.

Claudio: “Ooh... sí… dame todo lo fuerte que quieras... mi culo es tuyo jaja... aaaah…”

Mauro: “Uff… ¿te gusta? Jeje...eres una guarra”

Claudio: “Aaaah... claro … soy tu guarra… hazme lo que quieras… ooooh…”

Volvió a darme varios azotes muy fuertes, y a agarrarme las nalgas con fuerza, como amasándolas y abriéndolas, para que su polla llegara más fondo. No gemía, pero resoplaba. Todo mientras no paraba de follarme con fuerza. Me encantó porque me parecía que le encantaba mi culo, y quería que hiciera con el lo que le diera la gana. Su polla era perfecta, entraba como si mi ano fuera una funda diseñada para darle cabida.

Creo que empezó a cansarse, redujo la velocidad y se apoyó en mí. Me agarro de la nuca y me empujó, hasta que mi cara termino pegada a la cama.

Mauro: “¡Ahí, abajo… cerda!”.

Claudio: “Ooooh… sí, destroza a tu puta joder…”

Mauro: “¿Eres una buena puta?... ufff”

Claudio: “Toda tuya… párteme por favor... ooooh”

Mauro: “Como tiene que ser cerda…”

Para agarrarse de otra manera, se inclinó hacia delante, y me metió los dedos de las manos por la boca, y tiró hacia atrás. Como los agarres de las riendas en la boca de los caballos. Al tirar hacia atrás así, a lo bruto, de las comisuras de mi boca, me levantó la cabeza muy fuerte. Me obligó, además así a doblar mi espalda más, exponiendo más mi culo. Me encantó que me tratara como a un caballo domado por su jinete. Como su yegua. Volvió a reducir su velocidad y se inclinó para susurrarme al oído.

Mauro: “Me queda poco para correrme… ufff”

Claudio: “Córrete… venga, lléname el culo de leche…”

Mauro: “¿Quieres que te preñe, eh, zorra?... jeje”

Claudio: “Claro que quiero, para eso estoy…preña a tu zorra… por favor… oooh”

Mauro se volvió a enderezar y volvió a penetrarme muy fuerte, con ganas de vaciar sus huevos. Lanzó un pequeño gemido, mirando al techo, con la boca abierta, y empezó a correrse agarrándome de las caderas con fuerza, contra él. Como queriendo que no se perdiera ni una gota de su lefa. Como queriendo preñarme. Yo ayudé cuando noté el calor de su leche, aunque fuera dentro del condón, apretando mi culo contra él.

Estuvo un buen rato apretándose contra mí, pero pensando quizás que tenía un condón puesto, la ilusión del preñe se había difuminado. Me fue quitando la polla poco a poco, dejando un vacío terrible en mí. Sonriendo, me dio un azote cariñoso en el culo, y se retiró para sentarse un momento en la cama.

No lo recordaba bien, pero cuando miré creo que se estaba poniendo el boxer, diciéndome algo que no entendía. Sus frases eran confusas. Tenía imágenes entrecortadas de él todavía desnudo acariciándome el culo, otras con él vestido yéndose por la puerta, e incluso una despidiéndose con un beso.

Me dolía la cabeza, y todavía tenía los ojos cerrados. ¿Dónde estaba? Abrí los ojos. Era mi habitación. ¿Me había quedado dormido desde que Mauro se fue? No entendía nada. Encendí la luz de la mesita y miré el despertador. Me quedé congelado un minuto. Las 9 de la mañana. Pero… no era posible. Mauro vino al día siguiente. ¿Eran las 9 de la mañana del lunes? Encendí el teléfono móvil.

No, eran las 9 de la mañana del domingo. El dolor de cabeza era de resaca. Solo llevaba 4 horas durmiendo. En el WhatsApp, mi propuesta a Mauro solo estaba respondida por una frase escueta: “Estás loco”. Abracé la almohada. Me quedé mirando a la oscuridad. Una lágrima empezó a recorrer mi cara.

No parecía un sueño. Lo había sido.