Enamorando a mi madre

El amor que le tengo a mi madre pasó a ser pasión carnal y amor filial.

Me llamo Ramón, tengo veinticinco años y quisiera compartir con ustedes mi historia. Mi madre y yo vivimos solos desde siempre, mi padre la dejó en cuanto se enteró que estaba embarazada. Cuando hablamos del tema ella se pone triste, pero se alegra de que todo haya pasado ya.

Me tuvo con dieciocho años y luchó para sacarme adelante con la ayuda de mis abuelos. A los pocos años consiguió un buen trabajo y todo fue mejor. La verdad es que nunca me ha faltado de nada, es algo que le agradeceré por siempre.

Pero en este relato os quiero narrar cómo el amor por mi madre se convirtió en una relación sexual que a ambos nos satisface y cómo acabamos por compartir todo.

No soy bueno describiendo, así que os diré lo que más me excitaba de mi madre. Tenía treinta y seis años cuando ocurrió todo, una mujer madura con un cuerpo apetecible, no era gorda ni excesivamente delgada, tenía unas caderas anchas y un buen culo, era alta de pelo moreno y rizado, sus pechos eran grandes, su cara era preciosa.

Yo había cumplido los dieciocho hacía unos meses y ya hacía algún tiempo que mis hormonas me pedían relaciones con mujeres. Siempre he sido tímido y entrar en contacto con el sexo contrario me suponía un gran esfuerzo. Sin saber bien por qué me empecé a fijar en mi madre y poco a poco se despertaba un deseo cada vez más grande de poseerla.

Desde siempre hemos tenido mucha confianza para hablar de cualquier tema, pero últimamente me sentía cohibido al hablar con ella. Lo notaba y muchas veces dejaba de hablarme. Era extraño pues cada vez me daba más vergüenza que me viera desnudo y cuando ella, con toda naturalidad, iba por la casa en ropa interior me ruborizaba y me excitaba al verla.

Pero cuando caí en la cuenta de lo que pasaba fue el día que me dijo que saldría con un compañero del trabajo a dar una vuelta, se había separado de su mujer y era muy buen amigo, quería hablar con él por si necesitaba ayuda. Entonces fue cuando noté que me enfurecía que mi madre fuera con otro hombre.

Ella salió sobre las diez de la noche y volvió sobre las cuatro de la madrugada. No os podéis imaginar los pensamientos que llegué a tener durante el tiempo que ella estuvo fuera. La imaginaba liada con aquel tipo en el coche en cualquier escampado como una vulgar prostituta. Cada momento que pasaba hacía que me enfadara más con ella. ¿Cómo podía abandonar a su hijo para irse a follar con cualquiera?

Cuando llegó yo ya estaba dormido, pero a la mañana siguiente me levanté siendo bastante desagradable con ella. Estaba tontamente enfadado con ella y cualquier cosa se la echaba en cara, por tonta que fuera. Ella estaba perpleja y yo necesitaba saber si había follado con el otro, no sé la razón, pero tenía que saberlo. Tras una discusión tonta le dije de la forma más desagradable posible.

-Claro, tú te vas a liarte con cualquiera y me dejas aquí solo… - Ella se quedó de piedra y en ese momento comprendí lo que pasaba. – Perdona… - le supliqué abrazándome a ella.

Durante unos segundos ella no sabía que decir y yo sólo permanecí en silencio abrazado a ella, sintiendo la calidez de su cuerpo y su olor, ese olor que siempre tenía y que en aquel momento me embriagaba y comprendí que me había enamorado de mi madre.

-¿Qué te pasa cariño? – me preguntó.

-No lo sé… - le contesté abrazado a ella. – siento celos de que salgas con otros hombres

-No tienes que preocuparte, tu madre siempre te querrá más que a nadie… - dijo esto y tenía la preocupación de que me hubiera enamorado de ella.

Ahí quedó la conversación, mi preocupación no había desaparecido pero no sabía como averiguar si tuvo relaciones con el compañero. Todas mis dudas desaparecieron cuando dos días después hablando me contó que aquella noche estuvo hablando con su compañero y lo convenció para que volviera con la mujer. Mi preocupación desapareció, pero descubrí algo peor, me había enamorado de mi madre, y no es que simplemente no quisiera que saliera con otro, no, es que desde ese momento quería estar con ella y tenerla todas las noches en mi cama.

Cuando reconocí el problema y lo acepté, tenía que buscar una solución. Una sería pasar de mi madre, convertirme en un hijo desagradable y egoísta para que ella no me hiciera ningún caso y no me diera cariños. Lo intenté un día y no pude durar más de dos segundos, cuando me preguntó que "qué me pasaba" mirándome con esos dos ojos verdes y dulces, no pude contestar otra cosa que "que era tonto" y la abracé y la besé en la mejilla.

Noté que en aquellos días ella, al igual que yo, tenía más vergüenza por mostrarse desnuda ante mí. En este sentido los dos parecíamos adolescentes, bueno yo lo era, pero ella volvía a serlo. Ya cuando se duchaba salía vestida del baño o bien muy tapada. Cuando sin querer nos pillábamos vistiéndonos, nos ruborizábamos. Ese cambio de actitud hizo que mi corazón albergara esperanzas.

Yo cada vez salía menos con mis amigos e intentaba ayudarla en todo lo posible. Lo que más gracia le hacía era el impulso de "macho alfa" que me brotó. Cada vez que ella me hablaba de algún hombre me producía una subida de testosterona y casi me ponía a orinar por las esquinas cual perro que marca su terreno. Eso a ella le hacía gracia y después me confesó que a veces lo hacía queriendo para verme hecho todo un "machito".

A mí me gustaba salir a comprar e ir con ella agarrada de mi brazo. Se notaba que ella era mayor que yo, pero en realidad ella no aparentaba su verdadera edad, con lo que algunos imaginarían que era mi novia y se morirían de envidia. Creo que a ella también le gustaba salir conmigo, la veía orgullosa cuando íbamos caminando. Yo estaba bastante desarrollado con esa edad, además iba a un gimnasio y era musculoso, con lo que formábamos, en nuestras mentes, una buena pareja.

Un viernes por la tarde me decidí a invitarla a salir. Fue como si se lo pidiera a una extraña. Pasé todo el día pensando que decirle. Dos o tres veces lo intenté, pero me eché atrás por vergüenza. Creo que ella lo estaba notando y pensándolo después, creo que ella jugaba conmigo.

-¿Salimos esta noche? – le dije en un momento que no venía a cuento.

-¡Por fin te decidiste! – fue su contestación. – ¡Claro cariño! Daremos una vuelta, nunca hemos salido de noche juntos

Estaba nervioso pensando donde llevarla para que lo pasara bien. En las discotecas se podía bailar, pero quería hablar con ella. Si la llevaba a un lugar demasiado romántico se asustaría. La verdad es que no sabía que hacer.

A las diez de la noche nos vestimos para salir. Cuando la vi me enamoré más de ella. Estaba preciosa con sus ropas y su maquillaje. No solía maquillarse, pero cuando lo hacía aumentaba su belleza, además sólo se maquillaba en ocasiones especiales, con lo que me llenó de orgullo verla. Su vestido ajustado le aumentaba la hermosura de su cuerpo.

Salimos y ella decidió ir a cenar a un restaurante. Durante la comida hablábamos de todo un poco y me sentía muy a gusto con ella. Después me llevó a un pub de música clásica. Nunca me gustó mucho este tipo de música, pero si la mujer que te gusta te lo pide, la verdad es que no importa la música que suene mientras hablas con ella.

Tomamos varias copas y seguíamos hablando de cosas sin importancia. Entonces me pidió que la llevara alguna discoteca para bailar un poco. Media hora después entramos en una y tras pedir una copa, nos fuimos a bailar a la pista. Aquella noche mi madre estaba preciosa, pero cuando empezó a bailar ya no pude más. Ver su maravilloso cuerpo moviéndose de forma sensual al ritmo de la música me estaba volviendo loco. Disfrutábamos ajenos a la gente que nos rodeaban.

Nos sentamos a descansar en una mesa y fui a pedir más copas. No me había fijado en la expectación que mi madre había levantado en la pista, pero en la barra me encontré a mi amigo Juan que me preguntó.

-¿Qué pasa Ramón? ¿Quién es la tía buena que te has ligado?

-¿Te gusta? – le dije.

-¡Jo tío! ¡Esta para mojar pan! – se había puesto caliente con mi madre. – ¡Esa quiere que te la folles! ¡Ya me contarás mañana! – se marchó con el grupo de amigos que estaba.

Mientras esperaba que me pusieran las copas, miré como Juan se reunía con los demás y después todos mis amigos se volvieron para levantar las copas y brindar por la tía que me había ligado, incluso alguno hizo gestos de follar indicándome que le diera duro.

Pensé en las palabras de Juan "¡Esa quiere que te la folles!" En otro momento me hubiera enfadado con él, pero no sabía que era mi madre y su observación alentó más mis ganas de estar con ella. ¿Sería posible que ella también se sintiera atraída por mí, por su hijo? No sabía que pensar, pero estaba disfrutando de su hermosa compañía y no quería que acabara.

Cuando cogí las copas y me dirigía a la mesa, vi que mi madre estaba hablando con un tipo. Por la actitud de mi madre, que estaba a la defensiva, imaginé que la estaba incordiando.

-¿Qué pasa? – dije dejando las copas en la mesa.

-Nada, me ha pedido fuego y ya se va. – dijo mi madre.

-Le he pedido a tu fulana que baile conmigo… ordénaselo tú. – estaba algo bebido y muy agresivo.

No me dio tiempo a decir nada, sin previo aviso lanzó su mano derecha y me golpeó en el pecho. No sé si fue mi musculatura que estaba en tensión o la cantidad de adrenalina que circulaba por mi cuerpo en aquel momento que no sentí ningún dolor. Amortigüe el golpe y mi puño derecho salió como un rayo para impactar sobre su mentón. El tipo cayó de espaldas sobre el suelo y antes que tocara el suelo uno de seguridad lo cogió por los pelos y doblándole un brazo se lo llevó en volandas para sacarlo.

Toda la discoteca se fijaba en nosotros. Yo permanecía de pie en tensión y mi madre me abrazó y me pidió que me tranquilizara. Un momento después, el responsable de la discoteca nos pidió disculpas y nos comunicó que lo habían puesto en manos de la policía. Un agente habló con nosotros por si queríamos poner una denuncia, pero después de hablar decidimos no hacer nada y marcharnos.

Todo el viaje de vuelta a casa me estuvo preguntando si me llevaba a urgencias para que me vieran el golpe. Yo le insistía en que no y la verdad es que no me dolía nada, es más estaba orgulloso de recibir el golpe por defender a mi amada madre. Entramos en casa y nos sentamos en el salón a hablar.

-Yo que esperaba bailar una canción lenta contigo. – me dijo.

-Eso esta hecho… - contesté y me levanté para poner música.

Bajó la intensidad de la luz y disfruté de su visión cuando se acercaba a mí con sus brazos por delante para abrazarme y bailar. Los sentí pasar por ambos lados de mi cabeza y rodearme por los hombros. Puse mis manos en su cintura y disfruté de cada contacto con su cuerpo. Muchas veces antes habíamos bailado en fiestas e incluso alguna vez solos en casa, pero aquella vez era más maravillosa y más excitante. Pegó su cuerpo al mío y puso su cabeza sobre mi pecho, donde había recibido el golpe y me dio las gracias por defenderla.

La abracé y nos movimos al ritmo de la música, dejé caer un poco mis manos y acariciaba levemente su culo, a cada momento me excitaba más y mi amor por aquella mujer aumentaba como aumentó el tamaño de mi pene. Seguimos moviéndonos al ritmo de la música hasta que acabó la canción. Nos separamos un poco y ella me miró a los ojos. Yo deseaba besarla, pero como reaccionaría ella… sentí miedo de que me rechazara y en ese momento de duda, ella se separó de mí.

-Vamos a ver que tienes en el pecho. – me dijo agarrándome de la mano y llevándome por el pasillo hasta mi habitación.

Me quitó la camisa y lanzó insultos al ver el moratón que me había provocado el golpe. Me giró hacia la luz para verme mejor y acariciándome el pecho parecía que estaba hipnotizada. Su mano recorría todo mi pecho, no sólo el lugar del golpe, pasaba de un pectoral a otro como admirando mi joven cuerpo. Pasé una de mis manos por su cintura y acaricié su espalda y fui bajando para sentir la redondez de su culo.

Me miró a los ojos y de golpe me soltó. De forma precipitada se dirigió a su habitación y cerrando la puerta se tumbó en la cama. Entré con cuidado y la vi toda hermosa sobre su cama. Me senté en el filo y le mostré mis sentimientos a ella.

-Mamá… - dudaba en hablar. – desde hace algún tiempo me siento atraído por ti. No quiero que te enfades conmigo, pero no sé por qué no puedo controlar este sentimiento… sé que eres mi madre y no está bien, pero no puedo evitarlo.

-Eso es lo malo… - me dijo volviéndose para mi con los ojos humedecidos por las lágrimas. – hace dos semanas que también me siento atraída por ti.

Me tumbé junto a ella y los dos nos mirábamos y hablábamos sin tocarnos. Sus preciosos y húmedos ojos verdes me miraban. Su hermoso cuerpo descansaba sobre la cama y su dulce aroma a perfume hacía que aunque mi mente dijera que aquello no era posible, la deseara aún más.

-Cristina… te quiero. – era la primera vez que la llamaba por su nombre y era para declararle mi amor. – Te deseo… necesito amarte. – seguí diciendo y me acerque para besarla.

-Ramón esto es una locura… - me dijo en tono triste y nuestros labios se unieron en un leve y dulce beso.

Mi cuerpo temblaba por la sensación de besar a mi madre. Me aproximé más y ella se puso boca arriba. Acaricié su pelo negro y aparté algunos mechones de su cara en un gesto de cariño. Pasé mi mano por su mejilla para quitar las lágrimas y bajé mi boca para besarla de nuevo. Di un beso en sus labios que encontraron respuesta y seguí dando pequeños besos a los que ella correspondió.

No pude más, con mi mano rodeé su cintura y mis labios dieron un beso más largo e intenso que de nuevo era correspondido por los suyos a la vez que me rodeaba con sus brazos. Abrí la boca un poco y mi lengua buscó la suya. Mientras nuestras salivas se mezclaban mi mano acariciaba su cuerpo.

-Te amo Cristina.

-Y yo a ti.

Nos estuvimos besando durante un buen rato. Ella me acariciaba y yo a ella. Dejé su boca y mordisqueé su cuello. Ella gruñía al contacto de mis labios y su cuerpo se retorcía bajo el mío.

-¡Para, por favor! – me pidió.

-No puedo, te amo y quiero que seas mía.

-No corras cariño… esto es difícil para mí.

-Lo imagino, pero sólo deseo tenerte en mis brazos… no sé el por qué, pero es mi único deseo.

-Me voy a duchar y después nos acostamos. – me dijo y después de darme un beso en la boca se metió en el cuarto de baño.

Entré en mi habitación y cogí unos calzoncillos que imaginé le gustaría a mi madre y me duché. Salí solamente con un pantalón de pijama, unas zapatillas y los calzoncillos, como era primavera y no hacía frío no me puse nada arriba para provocar a mi madre.

-Ya has acabado. – me dijo al entrar en mi habitación.

-Sí. – le dije y la agarré por la cintura y le di un cariñoso beso en los labios.

Me agarró de la mano y me llevó por el pasillo hasta su habitación. Me acostó en medio de la cama boca arriba y me ordenó "mírame". La obedecí y me moría por tener aquella mujer madura en mis brazos cuando se quitó la bata que llevaba puesta. Su cuerpo lo cubría con un salto de cama rosa y transparente en el que se marcaba los oscuros pezones pues no tenía puesto sujetador. Su sexo estaba cubierto por unas braguitas rosas y se notaba el negro de los pelos.

No hay que decir que mi pene se disparó con aquella visión. Ella se subió en la cama hasta colocarse a mi lado. Los dos estábamos deseosos de tener sexo y ya habíamos dejado de lado los perjuicios de ser madre e hijo.

Me dio un profundo beso en el que nuestras lenguas jugaban y entre risas ella retenía mis manos para que no pudiera tocarla. Bajó por mi cuello besándome y dando pequeños mordiscos que me ponían cardiaco.

-Hace más de dieciocho años que no hago el amor con un hombre, - dijo mi madre con el tono más lascivo e incitante que nunca escuche. – y si es mi hijo el que me ha de amar, quiero disfrutarlo al máximo.

Siguió besando y lamiendo mis pechos y mi pene se marcaba aún más en el pijama. Me soltó los brazos y una mano la puse sobre su cabeza para acariciar su pelo, la otra acariciaba su cuerpo e intentaba llegar a su culo.

Bajó por mi barriga y jugó con mi ombligo. La veía y ella me miraba con sus hermosos ojos y con el deseo dibujado en su cara. Agarró mi pantalón y me los quitó. Quedé en calzoncillos expuesto a las caricias de aquella lujuriosa mujer que era mi madre.

No tengo un miembro de película porno, pero esa noche por la excitación se marcaba un hermoso pene en los calzoncillos. Mi madre lo besaba por encima de la tela y pasaba su mano acariciándolo levemente. Sentí algo de vergüenza en el momento que de mi pene salió mi semen mojando la tela.

-Lo siento mamá. – le pedí disculpas.

-No te preocupes cariño, yo me he tenido que masturbar en la ducha por lo caliente que me puse antes cuando me besaste. – me besó en la boca y me quitó los calzoncillos. – Buen tamaño… - dijo al vérmelo.

Fuimos al baño y en el lavabo me lavó los genitales. La veía reflejada en el espejo, con mi pene en una mano y limpiando con la otra, con aquellas ropas que me volvían loco. Entre la visión de su cuerpo y las caricias que me daba al lavarme, mi pene volvió a crecer y ponerse duro.

-Ya estás listo de nuevo. – me dijo mirándome en el reflejo del espejo. – Demasiado rápido, estás muy excitado, te desfogaré para que me dures más al hacerme el amor.

Se acuclilló delante de mí y acarició mi pene que empezó a alcanzar su máxima dureza. Echó el pellejo que cubría mi glande hacia atrás y con su lengua lo lamió jugando alrededor de él. Nunca había sentido tal placer. Mi madre hacía mucho tiempo que no lo hacía con ningún hombre, pero seguro que ha visto muchas películas en la soledad de su habitación para hacerme el trabajo que me hacía.

Sentí como el calor de su boca rodeaba mi pene y se lo introducía todo lo que podía dentro. Con movimientos rítmicos me la chupaba y yo me sentía en la gloria. Puse mis manos en su cabeza y la acariciaba en señal de agradecimiento. A veces acompañaba su movimiento y otras yo le marcaba la velocidad. Como fuera no tardé más de diez minutos de sus succiones en sentir que me iba a correr.

-Ya viene… - puede decir.

Ella se levantó y nos pusimos mirando al espejo. Me masturbó con la mano y yo acariciaba su culo totalmente excitado y con ganas de soltar mi semen. Estaba totalmente tenso cuando salió el primer chorro que dio contra el espejo. Mi madre aceleró el ritmo excitada al ver la corrida y un nuevo chorro salió con menos fuerza. Le indiqué que aflojara el ritmo y mis piernas temblaban mientras salían las últimas gotas de semen.

Lo más rápido que pudo me volvió a limpiar el pene y me ayudó a ir a la cama. Me tumbó y se acostó a mi lado. La miré y nos abrazamos para besarnos. La besaba y acariciaba todo su cuerpo. Estaba en la gloria al cumplir mi deseo, tenía a mi madre en mis brazos y cuando me repusiera la follaría. Ella me besaba y acaricié su coño. Estaba totalmente mojado.

-¿Quieres que te devuelva el favor? – le dije.

-¡Por favor, lo deseo!

Se puso de rodillas en la cama y se desnudó por completo. Ahora podía ver perfectamente sus dos tetas con sus duros y erectos pezones. Sus aureolas pequeñas y oscuras me volvían loco. Ella se inclinó y me las ofreció. Besé sus pezones y la tumbe boca arriba.

Su hermoso y blanco cuerpo lo tenía para mí entero. Con una mano acariciaba su barriga sintiendo su suave piel y la besé. Ella me acariciaba y se entregaba a mí. Bajé por su cuello que besé levemente. Bajé la mano y comencé a tocar los pelos de su pubis.

Mi lengua jugaba con unos de sus erectos pezones cuando las piernas de ella se abrieron para ofrecerme su sexo. Con mi mano separé los pelos y busqué la entrada.

Mi lengua rodeaba su pezón y después pasaba al otro. Ella acariciaba mi cabeza con una mano y mi espalda con la otra. Conseguí separar los labios de su sexo e introduje un dedo para explorar aquella húmeda cueva mientras mi boca chupaba con ganas uno de los pezones.

Me indicó como debía tocarla para no hacerle daño y poco a poco la fui haciendo gozar. Me levanté y me coloqué boca abajo entre sus piernas. Ella se abrió los labios y yo metí mi lengua. Sentí por primera vez el sabor de mi madre y mi cabeza daba vueltas por la excitación y no poder creerme lo que me estaba pasando. Pasé mi lengua por toda su entrada y encontré su bultito. Me dediqué de pleno a lamer y jugar con él. Me pidió que le metiera a la vez un dedo en su vagina y así lo hice. Se retorcía de placer al sentir como mi lengua daba un masaje a su clítoris mientras mi dedo la follaba.

-Se que me voy arrepentir de esto, pero necesito que me hagas el amor. – me dijo y no pude negarme a tal invitación.

Mi pene estaba totalmente erecto de nuevo así que me puse entre sus piernas y ella me dirigió un poco para que la penetrara. Sentí como su mano me lo agarraba y lo dirigía a su vagina. Sentí el calor de los flujos que salían cuando mi glande empezó a separar los labios e introducirse poco a poco en su interior, envolviendo todo mi miembro cuando entro en toda su longitud.

Ni en mi mejores fantasías imaginé la sensación y la excitación que me producía aquel húmedo sexo que pertenecía a mi madre, que me besaba y mordía por la excitación que le producía mis penetraciones, arañándome la espalda con un abrazo desesperado por sentirme más dentro de ella. Yo mordía su cuello a la vez que movía mis caderas para que mi duro ariete le diera todo el placer posible.

Ella levantó las piernas y me rodeo la cintura para que su hermoso sexo quedara expuesto a mis envestidas. Bajé mis manos y agarré su redondo y prieto culo para que mi ritmo fuera más rápido. Aceleré mi ritmo al máximo cuando sentí como mi madre gemía al tener su primer orgasmo y no paré hasta que su cuerpo se aflojó y quedó rendida de placer. Se la saqué de inmediato pues casi eyaculo por el placer de poseerla.

Quedamos los dos tumbados y sin aliento en la cama, sólo tuvimos fuerza para agarrar nuestras manos y mirarnos. Podía ver el placer que reflejaba la cara de mi madre. Hacía mucho tiempo que no la penetraba nadie y con la excitación de ser penetrada y por su propio hijo, le arrancó el orgasmo rápidamente.

Dos minutos después volvíamos a estar abrazados y besándonos. Sus olores, sus sabores, todo en mi madre me excitaba y, ya que no me había corrido con ella, mi pene estaba duro y listo para el trabajo.

-¿Te gusta mi culo? – me preguntó.

-Sí, con locura.

-Pues métemela por detrás.

Se puso a cuatro patas sobre la cama, al filo y me indicó que me pusiera detrás. Me acerqué a ella y su mano volvió a agarrar mi miembro y me dirigió a su vagina. Empujé a una orden de ella y la penetré hasta el fondo de una vez pues estaba totalmente mojada. Veía sus hermosos cachetes y como mi pene se perdía entre ellos, hundiéndose hasta que mis testículos golpeaban su entrada.

Sólo se escuchaban nuestros gruñidos de excitación y los golpes de nuestros cuerpos en un frenético acto sexual. Acariciaba sus cachetes. La agarraba por la cintura a veces para acelerar las penetraciones. Cuando sentía que me iba a correr aflojaba el ritmo. Ella se fue rindiendo al placer que sentía y dejó caer su cuerpo en la cama.

Se colocó bien y la veía boca abajo ofreciéndome su sexo para que siguiera penetrándola. Me coloqué sobre ella y mi pene se introdujo entre sus piernas hasta encontrar su mojada entrada, penetrándola sin ningún problema. Ella levantó un poco el culo para que la penetrara mejor y sus gruñidos se volvieron pequeños gritos cuando comencé a morder su nuca. Había encontrado un pozo de placer que hizo que gimiera y gritara cuando alcanzó el orgasmo con mis penetraciones y mis mordiscos en su nuca. Clavó las uñas en las sábanas y gritó todo lo que pudo cuando llegó al clímax. De nuevo tuve que hacer un esfuerzo para no correrme y ella me pidió que lo hiciera.

-No, - contesté. – quiero que tengas otro orgasmo más.

-Entonces túmbate boca arriba que te voy a montar.

La obedecí y ella se abrió de piernas sobre mí y de nuevo su mano dirigió mi pene hasta que se sentó sobre él y le entró todo. Era la manera que más me gustaba para hacerle el amor. Podía ver su cara de placer al entrar en ella, veía como sus pechos se movían al ritmo de las penetraciones y de vez en cuando agarraba uno para lamer sus pezones, mientras la otra mano acariciaba y agarraba su culo para darle placer.

Ya no podía aguantar mucho así que se lo dije. Agarré su culo con ambas manos y aceleré las penetraciones todo lo posible hasta sentir como ella empezaba a tener otro orgasmo, entonces la empujé todo lo posible contra mí y la penetré hasta lo más hondo, moviéndola adelante y atrás para que se rozara todo lo posible. Entonces su hermosa cara cambió y un grito de placer brotó de su garganta.

Ya no podía aguantar más y sentí que mi semen iba a salir. Empuje a mi madre hacia arriba y saque mi pene justo a tiempo para que descargara fuera. Ella se sentó sobre él y siguió frotando su sexo para que saliera toda mi carga. Mi semen se mezclaba con sus flujos que hacían que mi pene se deslizara sin esfuerzo por su raja. Quedamos abrazados para descansar y nos besábamos.

Desde aquel día somos pareja en la intimidad, teniendo sexo cada vez que tenemos ganas. Cuando estamos en familia seguimos siendo madre e hijo, pero alguna vez hemos hecho el amor a escondidas en vacaciones cuando estamos un mes con el resto de la familia, pero eso ya lo contaré más adelante.