Enamorado del culo de mi tío Eduardo (2)

Segunda y última parte del tío Eduardo. Extenso y sobre todo bastante, bastante morboso. Yo les avisé...

Enamorado del culo de mi tío Eduardo

La situación era imparable. Llevados ambos por la locura y el frenesí, nuestros cuerpos no podían despegarse. Mi tío Eduardo había resuelto por fin dejar que la comida se quemase o lo que fuese, agarrado de la cocina cuidando de no quemarse en las hornallas, se había abierto las piernas y las cachas él mismo. Y yo seguía, sobrinito puto enamorado más puto que nunca, comiéndome todo su culo, los pelos de su culo, el aroma de su culo de macho, ese culo palpitante, duro, de cachas anchas, con un dejo lejano a sabor de mierda de macho, le estaba horadando el culo a mi tío Eduardo con la estaca, con el fusil de mi lengüita ansiosa, emputecida...

Con el calzoncillo blanco a punto de desgarrarse entre sus bellas, espléndidas, peludas gambas de macho, con todo el culo tomado por sorpresa y violado por su sobrinito, mi tío Eduardo estaba más hermoso, más espléndido, más cogible y deseable y emputecido que nunca... su voz que siempre salía a raudales, cordial y afable pero de volumen contundente, susurraba ahora entre quejidos y suspiros:

—Mariano, Marianito, sos un hijo de putaaaa... Ahhhh, sí, hijo de putaaa... Sí, culeame... haceme el orto, puto, haceme el culo con tu lengua, desfondame, rompeme bien el orto y lavame hasta el fondo del ano hijo de putaaa... Cogeme, haceme tu puta que cuando te agarre te parto el ano, Marianito, ahhhh...

Cuanto más me hablaba así, hasta los gritos por momentos, más me agarraba yo de su culo, más se lo cogía con la lengua, más famélico y fanático de mi tío Eduardo me volvía. Me iba a hacer adicto a ese culo. No iba a parar hasta comérmelo todo... El culo estaba ya empapado, latiendo, abierto de par en par, con el fondo oscuro del ano volviéndose cada vez más húmedo y vibrante, calentito...

En algún momento lo escucho advertir a mi tío Eduardo, más bello que nunca, entre sus suspiros y estertores de macho a punto de acabar:

—Salí, salí un rato hijo de putaaa... Salí un cachito, mi amor, ahhhh, por favor, por favor, por faaa... ahhh... hijo de putaaa... me vas a hacer cagar, no puedo más, no puedo más, ahhh...

Se estuviera o no cagando mi tío Eduardo, yo no podía parar. Ni loco iba a parar. Ese culo yo no lo iba a dejar intacto.

—Hijo de putaaa... no puedo más, no puedo más... ahhh... entre que me cago y estoy por acabar... ahhh... hijo de putaaa... la comida se quema la concha de tu madre... pará Mariano pará... me estoy cagando hijo de putaaa... me vas a hacer caer y además si seguís te voy a mandar un cago, hijo de putaaa...

No se cagó del todo mi tío Eduardo, qué va... Solamente se tiró un pedo, y cuando eso pasó por supuesto no lo rechacé, ni loco... Ese pedo humeante, oloroso, aromático de macho, me lo comí, junto con todos los pelos del culo de mi macho tío Eduardo que también me tragué hasta el fondo, loco del placer, loco del amor... De ese culo yo estaba prendido para siempre. Que aprendiera mi tío Eduardo lo que era un sobrinito puto enamorado. Todo lo que era de él yo me lo comía. Sus pedos, su mierda, todo, todo, nada me daba asco, todo lo quería, todo lo de él era para mí manjar, de mi macho, de mi hombre, todo me estaba comiendo, hasta el último de sus pendejos de culo de macho hermoso y fuerte, su guasca toda me iba a tragar apenas yo lograse hacerlo eyacular al hijo de puta hermoso de mi tío Eduardo...

Poco le faltaba. Efectivamente, no pudo más. Cuando se tiró los dos pedos que se tiró y vio que yo muerto de amor y de locura sexual me los comía, se los chupaba y le besaba más tiernito y derretido de amor el fondo del culo, no se preocupó más y siguió disfrutando de que su culo se lo estuviera mancillando su sobrinito trolo... yo ya tenía preparado el movimiento letal para cuando ocurriese. Y estaba ocurriendo. Como mientras tanto yo le sorbía el culo a mi tío Eduardo sin parar tirarle de la goma y acariciarle las pelotas, sus suculentas y peludas pelotas llenas de guasca a punto de ebullición, me di cuenta de que el tío Eduardo no podía más, que efectivamente estaba a punto de eyacular... las primeras gotas me las perdí. Pero solamente las primeras, soy un puto rápido y estaba esperando el trofeo de mi macho...

Brutalmente, velocísisamente, cuando las gotas pesadas, blancas, frescas de su guasca empezaron a salpicar raudas y briosas, deslicé mi cabeza por entre las piernas de mi tío Eduardo para hacerla reemerger entre sus pelotas, todo por debajo de su cuerpo, como un perrito que aparece entre las piernas y debajo de las pelotas de su dueño, su semental adorado... la guasca de mi tío Eduardo, el chorro frenético y fresco de su guasca, vino a aterrizar en mi carita de nenito puto, enchastrándome las mejillas, la nariz, los labios, por los que salía presurosa una lengüita insaciable y perversa ávida de probar el suculento, espeso, burbujeante manjar del semen de su macho...

Mi tío Eduardo suspiraba mientras se dejaba ir. Mientras yo me tragaba las últimas gotas que quedaban entre sus bolas, sobre su pancita, se levantó el calzoncillo y sin decirme una palabra, entrecerró los ojos. Yo mientras tanto paladeaba, saboreaba, entre pícaro y culpable.

Empezaba a sentir miedo. Miedo de que el tío Eduardo se hubiera enojado conmigo por haberlo agarrado así, por sorpresa, de prepo... miedo de que se hubiera enojado mi varón hermoso de que yo, su puto, me lo hubiera cogido así... Al rato, sin dejar de estar yo sentadito en el piso, veo que mi tío Eduardo por fin abre los ojos y me mira con una sonrisa algo triste y melancólica. Y me dice:

—Sos loco, Mariano... Sos degenerado eh? Jeje... Bueno, pero la pasamos bien... ¿no es cierto?

—Tengo algo que decirte, tío...

—A ver, Mariano, qué pasa ahora...

Lo miré casi llorando, yo tenía un nudo en la garganta, me estaba costando muchísimo no largarme a llorar.

—Pasa que sos el único hombre que me importa. Estoy enamorado de vos. Pero muy muy muy enamorado, ¿eh tío? Me quiero casar con vos, tío Eduardo... Yo te amo, te amo, te amooo... buahhh...

El tío Eduardo me miraba algo triste y preocupado: —Está bien, Mariano, ya estás acá... Vamos a vivir juntos... ¿qué te pasa, bebé? ¿Por qué llorás así?

—Es que... es que... buahhh... te amo tanto, tanto, tanto, tío Eduardo, que por momentos me hace doler...

Me agarró entre sus brazos, me dio todo su calor, sentí su cuerpo de osito grandote, velludo y tierno y fuerte abrazándome y dándome calor por todo el cuerpo, sentía por momentos cómo sus bolas grandotas y peludas y generosas volvían a hincharse, cómo de su pene magnánimo se irradiaba un calor exquisito, su pene por momentos volvía a alzar vuelo haciendo hincharse el volumen de su calzoncillo.

Al final tuvimos que pedir un delivery de pizza esa noche. Después nos reíamos, porque casi no la probamos y cuando vino el cadete estábamos tan confundidos, tan al palo, que mi tío Eduardo no se dio cuenta y salió en calzoncillos a atenderlo. Encima, cuando el pibe entra me ve y se debe haber dado cuenta de que mi yorsito estaba muy bajado y mi culito expuesto al aire... Igual no dijo nada, jaja... Pobre. Además del bello espectáculo que se llevaron sus ojos, debe haber estado contento porque el pobre tío Eduardo de confundido y al palo que estaba ni se dio cuenta que le dio un dineral a cambio de la pizza y encima fue tan boludo el pobre que le dijo que se quedara con el vuelto. Pero logramos el cometido. El chico de la pizzería se fue cuanto antes, y nos dejó solos.

Ya les dije, apenas probamos la pizza. Pero lo que más me gustó fue que sin darme cuenta yo empecé el jueguito y mi tío Eduardo se prendió al toque. Quiero decir, no nos agarramos cada uno una porción, sino que yo agarré y mordisqueé una puntita de la porción que se había agarrado él, terminamos comiendo pizza con las manos, haciéndonos un enchastre entre besos y muzzarella, dándonos besos que eran muchísimos más nutritivos, exquisitos y picantes que cualquier pizza...

Cuando ya estábamos muy al palo de nuevo, le dije al tío Eduardo:

—Vamos a tu cuarto, tío... Perdón, a NUESTRO cuarto, jeje... Quiero que me culees, tío, desvirgame... y después nos abrazamos bien agarraditos y nos vamos a hacer noni, vamos tío...

Algo de la respuesta que me dio el tío Eduardo me resultó inmediatamente intrigante. Sobre todo porque tenía que ver con algo que yo creía haber percibido cuando estaba en la cocina chupándole el culo al tío.

—Eh... noooo... por qué, Mariano, para qué vamos a ir al dormitorio ahora que... ehh...

Y mientras titubeaba y balbuceaba, yo veía que mi tío Eduardo hacía rápidos movimientos con la cabeza, como mirando a alguien, como buscando a alguien del otro lado de las ventanas.

—Esteeee... eh... por qué... jaja, bueno, acá están los calzoncillos que todavía no me probaste y la heladera con cerveza aquí nomás a pasos... ehhh... y estamos cómodos no?.. eh... porque... porque...

Si bien yo sospechaba algo, no sabía qué era... y la verdad es que estaba tan caliente, tan alzadito mirándolo a mi bello tío Eduardo, tan machoso y velludo y osote, en calzoncillos, reclinado en el sofá, que no pude con mi genio:

—Porque tengo hambre, tío, jajaja...

—Qué Mariano??? Che, qué pendejo malcriado, acabo de darte de morfar, carajo!

—Esto no me diste, tío... —le dije mientras dócil y traviesamente gateaba hasta su varonil corpachón de cuarentón irresistible... Mientras llegaba a mi tío Eduardo, éste sonreía y mostraba su infalible fusil al palo, sus pelotas generosas y peludas, su pene palpitante, sus 20 cm. de humanidad machaza a punto por fin de hacerme pedazos el culo, de mandar a la mierda mi intacta virginidad de sobrinito puto... Le chupé las bolas, le chupé el palo metiéndomelo hasta el fondo de la garganta, hasta que bruscamente mi tío Eduardo me interrumpió:

—Pará, pará, Mariano... Sabés lo que pasa, bebote... Necesito... eh... necesito que me revises...

Yo no entendía nada. ¿Revisarle qué? No había que revisarle nada, era el macho más hermoso, irresistible del mundo y seguramente el mejor culeador de todos con ese pedazo de arma con la que me estaba apuntando...

¿Sabés lo que pasa, Mariano? Me parece que... mirá, mirá...

Y entonces el tío Eduardo se da vuelta y vuelve a mostrarme, a darme de nuevo su espléndido culazo de hombre infartante: —Me parece que sin querer recién me lastimaste en el culo, sobrino... ¿Podés fijarte por favor?

Impaciente, casi furioso, muerto de deseo por él, sin creerme ni un segundo su estratagema de machito vicioso, el sobrinito Mariano vuelve a meterle, de una, sin el más mínimo milímetro de piedad, la estaca de su lengüita de nene puto en el orto a mi tío Eduardo... cuando empezó a ronronear, a ponerse loquito y a decirme cosas como:

—Hummm... sí, sí Mariano... hummmm... qué rico debe estar el culo de tu tío Eduardo, ¿no?... qué bien huele, huele a culo de macho, ¿no nene?... a ver, a ver hijo de putaaa, ahhh... a ver cómo te cojés a tu tío la puta madre que te parió... ahhh...

Cuando empezó a decirme cosas así yo le decía: —Ahhh, sí, tío... qué buen pedazo de ojete tenés, tío turro... hasta tu mierda se come el puto de tu sobrino de lo loquito de amor que lo tenés, ahhh...

—Ensartame bien el ojete, nene puto...

—¿Así, tío Eduardo? —le dije mientras cada tanto le mordisqueaba las cachas, tomaba aire y volvía a arremeter cada vez con más furia en lo más profundo de su ano caliente y ancho de macho vicioso...

Yo ya estaba resignado a que esa era la práctica sexual favorita de mi tío Eduardo, por lo visto me había salido mal el tiro por la culata... o por el culote de mi tío Eduardo mejor dicho, jajaja... Pero el tema es que yo me estaba enamorando de su culo y su culo de mi lengua, aunque mi culito...

Pero no. Resignado no es la mejor palabra. Porque en el fondo me encantaba. En el fondo del culo de mi tío Eduardo, jajaja...

Estaba haciéndole la bucal predilecta al ano de mi macho el tío Eduardo, casi olvidado de todo, deleitándome con su néctar y su perfume a culo de macho oloroso, cuando ronroneando yo también, siento que el tío Eduardo me agarra de una, y me sienta sobre sí, sobre sus patas, sobre sus pelotas, sobre su pene infartante que estaba a punto de estallar...

—Pero el tío Eduardo ahora se lo quiere culear al nene, jeje... ¿vos te crees que yo soy puto, Marianito, eh?... ¿vos te crees que te voy a dejar manosearme y chuparme el culo todo el día, la puta madre que te parió, pendejo malcriado?... Esta vas a sentir hasta el fondo del orto, putaaaa, esta, sentila, sentí las bolas, Marianito, sentí esta pija, tomá esta verga, tomá, tomá...

—Ahhhhh, ahhhh..... nooooo, tío, así no, tío por favorrr... ahhh

Me estaba matando el hijo de puta.

Sin que yo me hubiera podido resistirme, el grandote de mi tío con toda su fuerza bruta me había sentado sobre sus rodillas y sin la más mímica piedad me estaba taladrando el ano. Ni siquiera me había dilatado un poquito el ano el hijo de puta, ni siquiera me había lubricado... yo estaba llorando y a los alaridos, porque si bien quería que mi tío Eduardo me culeara, me estaba ensartando el ojete con total violencia e impiedad. Muerto de amor por él me había dejado engañar, me estaba violando el tío hijo de puta...

—Ahhh... tío, no, nooooo, me duele, me dueleeee...

—Mejor que te duela, Marianito, mejor... ahhhh... te voy a hacer una concha en ese culo de putito malcriado, te voy a hacer un hijo ahhhh... te voy a dejar el culo hecho mierda, hecho añicos puto... te van a tener que dar putos de sutura de lo que te voy a culear... tomá tomá tomááááá... ahhh...

Yo sentía las pesadas bolas de mi tío Eduardo tintinear cada vez que me agarraba sobre él, me alzaba un poco sin sacarme del todo su mortífera verga y volvía a sentarme el culito en su arma letal, me estaba desgarrando el ano, yo no podía parar de llorar, me sentía tan puta, tan puta violada que... ahhhh... estaba empezando a disfrutar como una puta cogida por su potro semental ahora que el dolor se me iba pasando...

—¿Ves, Marianito, ves puto?.... ¿Te gusta, eh? Te dolió la poronga de tu tío Eduardo pero te la querías comer con el orto, hijo de putaaa eh?... y toma tomá SENTILAAA CARAJOOO...

—Aggggghhhhhhhhhhhhhhhh, tío, me vas a matar, agghhhhhhhhhh....

—Así te amo yo, puto, sobrino, así te quiere ensartar tu tío desde que cumpliste los quince Marianito, así te quería culear, tomá tomááá!!!...

—Ahhhhhhhhhh, tío, sííí, soy tu putaaaa, reventame, haceme mierda, matame con tu poronga tío, te amo, machoooooooo...

—Yo también te amo, Marianito, te amo mucho sobrinito puto, ahhhhh, hace años que te quería ver crecer para culearte así, para desvirgarte sobrino puto hijo de putaaa... ahhh... TOMAAAA CARAJOOOO...

—Aggggggghhhh...

Volvía cada tanto a ese juego de levantarme para volver a sentarme y clavarme cada vez más duro en el ano. Yo no sé qué tan muerto del deseo por ese hombre debía estar yo, no sé cómo no me mató de tantas veces que me apuñaló con su verga fulminante...

—Vas a acabar conmigo, putito, vas a acabar con el tío, bebé... ahhhh... ahhhh Marianito hijo de puta cómo te voy a coger todos los días, andá preparándote, ahhhh...

—Pero no lo saques tío Eduardo por FAVOORRRRR, haceme mierda, cogeme toda la noche, haceme tu perra, haceme un hijo tío, pero no dejes de matarme con esa verga que me vas a matar ahhhhh... no pares tío... Dame más más maaasssssssssssssssss...

—Mierda me estas haciendo la verga puto con ese pedazo de culo que tenés... no tenés fondo Marianito... mirá como te clavo hijo mío, mi amor, mirá bebé... ahhh... hijo de putaaa...

—Ahhhhhhhhhh...

—Sentila puta, sentila cómo te amo, cómo te estoy re cojiendo putito, cómo te estoy haciendo el amor, ahhhhhh, te voy a matar putooooo, te voy a matarrrrrrrrrr... ahhhh... tomááá...

Salió a borbotones su guasca, incontrolable, libre, llena de pecado, de culpa, de amor, burbujeante, espesa, blanca, fresca, hirviente, de macho... Me dejó el culo tan satisfecho que no pude resistirme y le mandé un chupón inmenso en la boca a mi tío Eduardo mientras el hijo de puta degenerado me culeaba y desvirgaba como un animal... Efectivamente yo tampoco pude resistirme, besándolo en la boca, entrelazándose infinitamente nuestras hambrientas lenguas, con su estaca clavada hasta el fondo de mi ano puto, efectivamente yo también acabé tirándole toda mi lechita de nene puto a mi macho, a mi tío Eduardo, a mi hombre...

Así fue la noche que me culeó por primera vez el tío Eduardo, que me rompió el culo con infinita ternura pero con total prepotencia, así me dejó el ano... Dolorido. Contento. Estropeado. Lleno de guasca. Lleno de amor por él. Adicto. Así me dejó el culito mi tío Eduardo.

Cuando los dos, sucios nuestros cuerpos de sudor y de guasca, en calzoncillos él, en un yorsito chiquito y todo estropeado yo, cuando los dos dejamos el living para ir escaleras arriba, a nuestro nidito de amor, a nuestro dormitorio matrimonial de tío macho y sobrinito puto, me di cuenta de que el tío Eduardo ya no hacía esos raros gestos con la cabeza como mirando a ver si alguien espiaba por la ventana.

Igual fuimos haciendo nuestros pequeños, magníficos rituales de pareja insólita, de tío y sobrino viviendo clandestinamente un amor bien de putos en una pequeña ciudad pueblerina llena de gente chusma y un poco bruta, en esa casa un poco alejada que era la de mi tío Eduardo. Y a mí se me fue haciendo costumbre (adorable, exquisita, perversa, terrible costumbre) todo lo que tenía que ver con nuestras rutinas y con nuestro sexo. Me parecía no solo natural, me parecía HERMOSO ese gesto del tío Eduardo que mientras estábamos cojiendo, miraba a todos lados como cerciorándose que no hubiera espías. Como hermoso y macho e irresistible me resultaba todo lo que era de él.

Ya les dije: Mi tío Eduardo era rector de ese colegio de varones, en los turnos de la tarde y la noche. Pero no me puedo quejar. Cojíamos mucho, comíamos bien, estábamos horas en Internet buscando fotos de machos en calzoncillos, me culeaba mucho, nos matábamos a besos y yo cada vez lo amaba más, y él siempre era generoso, alegre, vivaz cuando estaba conmigo. Y hermoso. Terriblemente, fenomenalmente hermoso.

Él me dejó bien en claro cuál debía ser la "historia oficial" en el pueblo. Yo era su sobrino y me había ido a vivir con él porque mis padres eran divorciados, mi mamá vivía en el exterior y mi padre había muerto (ojalá, jeje...) Y también, cariñoso y generoso como era, me dejó en claro que no debía abrirle la puerta a nadie, ni revisar su computadora, ni sus papeles, que tenía que tener mucho cuidado con lo que decía si alguien llamaba por teléfono cuando él no estaba... Pero nunca hubo problemas de ese tipo. Aprendí a cocinar, a limpiar, a lavar, hacía todo lo que tenía que hacer en la casa para que mi macho, mi tío Eduardo, estuviera satisfecho con su sobrinito. Yo no quería ser una carga para él. Y una noche, matándonos a besos, él me confesó que "de alguna manera" él también estaba enamorándose de mí.

Casi relinché como una yegua cuando me dijo eso. Era muchísimo más de lo que yo jamás hubiera podido soñar. Para mí era más que suficiente. Era un sueño hecho realidad. El hombre de mis sueños, mi tío. Qué macho hermoso. Qué macho fenomenal. Qué macho tan macho era mi tío. Qué cuerpo. Qué piernas. Qué pedazo de verga. Y sobre todo, pero sobre todo, qué pedazo de culo el de mi macho el tío Eduardo.

Porque ese en un punto era el ritual más raro de todos. Quiero decir, entre otros rituales: el tío Eduardo aceptaba bonachonamente, como un macho espléndido y hermoso y algo brutal pero siempre generoso, que yo le regalara calzoncillos todo el tiempo, que mamara del cántaro de sus brutas pelotas la leche del macho mientras él paladeaba el café que el sobrinito le había llevado a la cama, para endulzarle el despertar... Y a mí me encantaba complacerlo al tío. Todo lo que él me pidiera para mí era un placer máximo complacérselo. Por eso nunca pedí explicaciones. Jamás se me hubiera ocurrido. Él era el macho, él mandaba. Y yo era su putito que era feliz al satisfacerlo. Pero el ritual más raro era otro. Es que el culo de mi tío Eduardo para mí era hermoso, pero para él era algo muy especial...

Consciente de la soberana belleza de su culo de machazo hermoso, me lo mostraba todo el tiempo. Le encantaba que su sobrinito lo adorase y se pusiese al palo cuando él decidía mostrarse, acomodarse bien cómodo en el sofá y bajarse un poco el calzoncillo para empezar a mostrarme su culo. Y así todo el tiempo. Era como un jueguito secreto entre él y yo. Por ejemplo, que hiciera una pose bien varonil, ligeramente disimulada, dándose vuelta antes de irse al colegio para preguntarme "si el pantalón le caía bien". Tenía un orto que daban ganas de partírselo a mi macho, jeje... Yo siempre era sincero con él. Lo mismo cuando se duchaba. El jueguito era hacer como si él no se enterara de nada, como durante mi niñez cuando él vivía en lo de mis viejos, y mientras se duchaba yo espiaba por el ojo de la cerradura cómo se enjabonaba el culo, se lo abría bien, con sus manazas pesadas abría bien las cachas y exponía bien el fondo de su orto...

Yo no hacía nada para evitar masturbarme mientras el tío se duchaba y se enjabonaba ese exquisito culo de macho... cuántas veces en mis masturbaciones habré fantaseado que yo no era yo sino un jabón, jajaja...

Por eso tampoco me alarmaba cuando a lo mejor el tío Eduardo no me culeaba. Esas veces yo sabía por qué era. Era porque su culo me andaba necesitando. Y ya les dije: Mi felicidad era complacerlo a mi macho.

La primera vez me lo pidió como con miedo, o vergüenza, no sé... Nos habíamos estado franeleando y besándonos mucho en nuestra cama, los dos en calzoncillos, y cuando yo empecé a maniatarle las bolas y el pene por dentro del calzoncillo, él se lo bajó un poco más y me dijo:

—Ahhh... un poco ahí, por favor, Mariano... ahhh... Mirá, mirá qué buen culo tiene tu macho, sobrinito...

Por supuesto que sí. Y yo se lo untaba con mi baba, se lo mojaba bien, lo hacía dilatar por completo, lo penetraba y me lo re cojía al tío con mi lengüita...

Después fueron dedos. Le encantó. Una vez le entraron de una sola vez cuatro dedos mientras mi tío Eduardo, hermoso y machoso y con todo su cuerpo grandote puesto en cuatro sobre la cama, susurraba: —Ahhhh... sí, cogeme, culeame, meteme toda la mano Marianito... ahhhh... haceme mierda el culo que yo cuando te lo agarre te culeo hasta matarte... ahhhh...

Me acuerdo por ejemplo nuestro primer "aniversario". Lo declaramos al mes de vivir yo allí. Yo sé que lo hice muy feliz a mi tío Eduardo, a mi macho, esa noche. Voy a contarles como fue.

Yo había comprado champán. Él como siempre, llegó del cole, cansado, hermoso, satisfecho de llegar por fin a casa, y cuando se pone en calzoncillos para guardar en el ropero sus pilchas de laburo y ponerse algo más cómodo, yo le muestro la botella.

Su sonrisa fue fenomenal, hermosa. Se puso muy contento el tío con mi idea. Será por eso que me dijo: —Bueno, la costumbre manda, a comer con el champán o después... Pero como estoy tan cansado, en calzoncillos, y con un nene hermoso en el dormitorio, mejor festejemos en nuestro dormitorio... Okay, bebé?

Nos matamos a besos, empezamos a franelearnos hermosamente, como siempre, muertos de amor el uno por el otro. Al rato ya había pasado lo del culo de mi tío Eduardo, lo de mis cuatro putitos dedos cogiéndole el culo. Y la botella sin descorchar. Cuando en un momento yo dejo de cogerme con la lengua al tío, éste se da vuelta intrigado y me pregunta: —¿Pasa algo, Mariano?

Y yo señalo la botella: —La botella, tío Eduardo, no la descorchamos todavía...

—Bueno, pero...

—Vos ponete cómodo, tío, mostrame el culo mientras la descorcho que me gusta verte...

—Bueno, pero...

—Daleeee, tío.

El pobre ni se la esperaba. Y la felicidad que le dio, jajaa!

Porque si bien lo tenía muy cerquita, él estaba en cuatro, yo detrás, él no me veía, descorché la botella con sumo cuidado y pericia y... sí... le emboqué... Le dio el corcho bien disparado, fresco y durito en el centro del orto... Brincó como una puta, mi tío Eduardo.

Mi felicidad era hacerlo feliz. Y yo lo lograba, lo sé. Éramos sumamente felices. Así de locos éramos, así de putos, así llenos de amor y locura el uno por el otro. Al tiempo ya teníamos preparado todo un arsenal de juguetes y consoladores anales para el tío. Yo se los elegía y me lo culeaba sin parar mientras él brincaba como una puta. Después, si tenía suerte, él me cojía a mí... ya antes de los juguetes anales para el tío Eduardo, le habíamos preparado el ano al tío con bananas, zanahorias, un salamín, etc... Pero sobre todo mi lengüita de puto. Sé que tengo buena lengua y la enarbolo como un fusil cuando se trata de culearme a mi macho, al tío Eduardo.

Pero la noche que pasó lo que quiero contarles no estábamos haciendo exactamente eso. En realidad, esa noche, en ese momento, cuando pasó lo que pasó, el tío Eduardo me estaba haciendo su putito... Me estaba culeando bien fuerte, zarpado y violento, más hijo de puta que nunca como me estaba rompiendo el culo.

Estaba sentado mi macho en su sofá predilecto, cogiéndose a su puto predilecto, en su pose predilecta: sentado él con la bayoneta erguida, con esa tremenda poronga saliendo a mil por la bragueta de su calzoncillo, rompiéndole el culito a su putito —yo, Marianito— sentado sobre él. Es más, en ese momento, cuando pasó lo que pasó, además de estar rompiéndome el culito, a punto de llenarme el culo de guasca, de "dejarte preñada, hijo de puta, puto reputoooo, sobrinito, ahhh......" —como me lo decía él cuando el torrente de su guasca estaba a punto de desbordarse en mi culo—, me estaba rompiendo la boca de un beso. Yo estaba en pleno frenesí, así que por lo menos por mi lado demoré varios, varios segundos en darme cuenta qué es lo que estaba ocurriendo. Además, fue terrible el golpe en la cabeza que me dieron.

Debía estar yo con los ojos entrecerrados mientras mi tío me culeaba, porque lo único que sentí además de los gritos de los tres hombres (ellos dos y mi tío Eduardo), fue que me caía al piso, que ya no tenía más la pija de mi tío taladrándome el orto, y que me dolía terriblemente la cabeza por el golpe, casi tanto como el culo por los porongazos que me había estado dando el tío Eduardo.

Yo solamente los veo, y veo que mi tío Eduardo los miraba fijo, desafiante, como si por mucho tiempo hubiera estado esperando la situación, el encontronazo... Eran los dos. Esos dos. Esos dos chabones de mala onda que lo habían estado mirando mal a mi tío la tarde que fui a buscarlo al colegio, ¿se acuerdan?

No sé cuánto tiempo habré estado inconsciente, o casi... Cuando confundido y dolorido abro los ojos, los veo a los tres... A mi tío Eduardo sentado en la misma posición, en calzoncillos, mientras los dos chabones le entran a dar manotazos, se ríen, se ríen fuerte y bien boludazos... Parecen como drogados, como si se hubieran estado dando con algo, merca o alcohol, para hacer lo que estaban haciendo. Sobre todo uno, el más pendejo, el más flaquito, que se llama Miguel, estaba empezando a divertirse escupiendo a mi tío Eduardo. Lo escupía en el pecho, en la cara, en las piernas... mi tío Eduardo no hacía nada. Sólo los miraba. Fijo. Tranquilo. Totalmente sosegado, seguro de sí mismo.

—A ver, viejo puto... dale putooo... Parate si sos macho, viejo puto, dale... Mové ese culo, puto... ¿Qué?, ¿no te da asco, viejo puto, cogerte a un pendejo? Encima es tu sobrino, viejo puto...

El otro empezó a hablar: —Qué va a ser el sobrino... Seguro que es un chonguito que se compró en la ciudad. Buena guita debe sacarle el puto ese para dejarse culear por un viejo puto de mierda como éste... Para hacerse el macho, jajaja... Quiere hacerse el macho, el viejo puto... Putooo... Si todo el pueblo sabe que es un puto, un viejo puto... —y empezó a escupirlo él también.

Al rato mi tío Eduardo estaba completamente cubierto por los gargajos espesos y plateados de los pendejos, que seguían vestidos, como excitados, con una risa rara, demasiado nerviosa... como si se estuvieran dando ánimos entre ellos.

Ustedes dirán que yo soy un degenerado, pero les juro que fue un raro despertar para mí y además de toda la mezcla de sensaciones raras que yo tenía, no podía dejar de pensar lo hermoso que estaba mi tío Eduardo sentado entre esos dos chongos reos. Estaba... no sé, cómo decirlo... Serio, callado, adusto, sin temblar ni hablar ni moverse nada... Totalmente señorial, totalmente varonil... Hermoso, simplemente hermoso...

Igual yo ya no podía más. Estaba muerto de la indignación. Ojo, por muy puto que yo sea, de cagón no tengo nada. Sé ser bien machito cuando se trata de defender a mi tío. Al hombre que yo amo.

Me levanté ahí nomás:

—Si tan viejo es, ¿por qué no se meten conmigo?... Dale, puto de mierda, a vos te hablo. Qué, te hacés el machito con mi tío, por qué no te la ves conmigo, pu

No pude seguir hablando. Se me vinieron encima. No se reían nada mientras se aproximaban, al contrario, me miraban con furia. Estaban calientes por lo que yo les había dicho, se les notaba al toque... pero, a la vez, no sé... A mí no me hicieron nada. Mientras me ataban las manos y me amordazaban la boca, incluso uno de ellos, el mayor, José Luis creo que se llama, me decía:

—No es con vos, pibe... Al contrario. Vos vas a mirar todo. Porque vos no sos el culpable, pibe, no es con vos...

Al contrario —dijo el otro.— A vos te respetamos bastante, pibe, la cosa es con tu tío. Es un viejo puto y degenerado, loco, vos porque sos pibe e inocente no te das cuenta...

Mil cosas podría haberle dicho yo, a él y al amigo... pero no pude. En un minuto ya estaba atado de pies y manos... Me habían tirado caballerosamente en un sillón enfrente del sofá de mi tío, que seguía mirándolos inmutable, regio, varonil, sin alarmarse, sin decir una palabra... me parece que mi tío Eduardo estaba tranquilo cuando ratificó que "la cosa" no era conmigo... Por mi parte, yo me sentía muy mal. No por los golpes, que habían sido muy calculados, y casi ya no me dolían... Era por la indignación, la bronca, la prepotencia... No pude más y me puse a llorar. Adoraba a mi tío. Qué mierda podían saber esos dos pelotudos pajueranos. Era amor, loco, qué degeneración ni ocho cuartos... Mi tío era el hombre más hombre, más hermoso, más bueno, no se abusaba de mí, al contrario, nos dábamos amor porque nos amábamos... que mierda podía haber de malo en eso... no aguanté más y me puse a llorar. Yo veía que no tenía modo de hacer nada para salvarlo a mi tío de... de vaya a saber Dios por qué, por Dios, yo me moría si le hacían algo a mi tío Eduardo...

Se me debe haber notado mucho que lloraba, aunque lo hacía silenciosamente, y además estaba amordazado, pero igual... el chaboncito más joven se acercó y me dijo.

—Es necesario, pibe... Además no lo vamos a matar, jejeje...

—Noooo, pibe, le vamos a dar el escarmiento nomás pibe, no llorés...Vos no hagás nada, vos mirá todo para aprender lo viejo puto y degenerado que es tu tío nomás... quedate tranquilo...

—Quedate tranqui, Marianito —me decía el hijo de puta de Miguel mientras yo ya convulso lloraba y temblequeaba todo—... Quedate tranqui, pibe... Mirá, nene, si algo te impresiona vos cerrá los ojitos y listo... eh?

Qué pedazos de brutos que eran, por Dios... no solo por los golpes y las escupidas que le habían dado al tio Eduardo, sino porque los tarados pensaban que me iban a calmar así. Yo a mi tío lo adoraba. Qué mierda iban a hacerle, carajooo, qué??? Cuanto más lo pensaba más lloraba, más destrozados tenía los nervios, me quería morir. Eso. Me quería MORIR.

Hasta el tío Eduardo se debe haber alarmado por mi reacción. Pero entendí su código. Ya hacía tiempo que veníamos conviviendo con el tío. Con ese gesto que hizo de guiñarme un ojo, de hacerme un gesto de calma con las dos manos, entendí que... Bah, no sé qué entendí... Creo que no entendía nada en el fondo. Solamente le hice caso. Mi macho me estaba ordenando que no hiciera tanta alharaca. Como pude, le hice caso. Era mi hombre. Siempre iba a serlo. Mi hombre, mi macho, mi tío Eduardo... Pasara lo que pasara.

Igual pobre tío Eduardo, con lo que dijo... Si a mí mismo, con lo nervioso que estaba, me dio risa cuando lo veo levantarse, espléndido en sus machazos calzoncillos, y decirle a los dos chabones:

—Bueno, señores... No quiero que esta situación se extienda. Así que por favor explíquenme de una vez qué es lo que los ha hecho irrumpir aquí de semejante manera...

Para qué, pobre tío... los dos chabones se olvidaron de toda la onda y caballerosidad que solamente para mí, por lo visto, tenían reservada.

Entraron a cagarse de risa. Lo que dijo mi tío Eduardo, ese habla tan formal de siempre, el verlo así de grandote y corpulento y velludo en sus calzoncillos hablándoles así, eso los hice cagarse de risa mal y entrar a festejarse entre ellos. Se pusieron como locos, estaban exacerbados los dos chabones.

—Juaaaa, miralo al viejo puto...

Entraron a darse puños entre ellos para festejarse las risas y las bromas.

—Se cree que todavía es el director nuestro... No se quiere dar cuenta que lo vinimos a culear, jaaa...

—Uuuuh, viejo putooo, te vamos a re garchar... Te vamos a hacer mierda, puto viejo, puto del carajooo...

—Vas a terminar preñada, dire... jaaa...

En algún momento se cansan de reírse. Sobre todo el mayor, José, se pone subitamente serio y se acerca a mi tío y lo agarra bien bruto de la cara hasta hacérsela casi astillas.

—¿Vas a colaborar, viejo puto?... ¿O la queres por las malas, putito?... Porque eso es lo que sos, profe... Una puta. Eso vas a ser. Nuestra puta. Te vamos a hacer mierda. De esta no te vas a olvidar...

Yo veía que mientras el mayor lo amenazaba al tío Eduardo y le hablaba agarrándole así la cara, el otro iba preparando el escenario. Empezó a tirar cosas y a despejar todo el espacio que había entre el sofá y el sillón donde estaba amordazado yo...

—Y tu sobrinito va a ver todo... Va a ver que no sos lo que parecés ser. Que sos un viejo puto. Una puta. Eso es lo que sos, dire... Una puta, entendés? Y mejor que colaborés, puta vieja, porque si no te amasijamos... tá claro? —terminó diciéndole mientras le disparaba un tremendo gargajo espeso y espumoso en el ojo.

El tío Eduardo no hablaba. No decía una palabra. No se resistía. Lo miraba serio al chongo. Fijo. Serio. Inmutable. Varonil. Hermoso. Más hermoso que nunca, mi tío Eduardo...

Yo mientras tanto observo que el otro hace espacio en la habitación y como si nada, empieza a sacarse la ropa. Se queda prácticamente sin nada. Es bien flaco, tiene buenos pectorales, las costillas marcadas, y cuando se queda únicamente con un slip blanco bien chiquito y berreta veo que está al palo. Tiene la poronga completamente inyectada de lujuria. Y los ojos bien dilatados. Cada tanto mira nerviosamente al tío Eduardo y a su compañero y se masajea las bolas. Además veo que hace gestos raros adentro de la boca, está juntando un proyectil de escupida para dárselo al tío. Lo corroboro porque veo que al rato se le acerca al tío Eduardo, brutalmente le agarra la mano a mi tío y se la mete de prepo adentro del bulto de su slip. Mientras su amigo le sigue sujetando la cara al tío, Miguel, con la mano de mi tío dentro de su calzoncillo de machito reo, se acerca y le tira el gargajo más impresionante que he visto en mi vida... Debe haberle tirado como como dos litros el hijo de puta.

—Che, hermano... No habría que decirle al puto para qué vinimos, che?

Y ahí José se abre la bragueta de su jean, y sale su arma completamente preparada. Al palo. Impactante. Fiera y dura y violenta y morbosa como su cara.. Yo empiezo a resistirme, quiero zafarme, ver si me puedo desatar... Si ese hijo de puta le pone eso en el culo a mi tío Eduardo, al pobre lo mata. No la va a aguantar. Lo mata. Nunca vi semejante pedazo de pene, qué hijo de puta...

—¿A vos te parece? ¿A vos te parece que el viejo puto no sabe ya que lo vamos a culear, que lo vamos a hacer mierda??? ... Que le vamos a hacer mierda el culo hasta que sangre y hasta que le salga un hijo por ese culo de puto viejo de mierdaaaa???

Va alzando la voz a medida que habla, termina casi a los gritos, veo que le agarraron cada uno una mano al tío Eduardo y que el pobre tiene que sujetarles los dos penes, cada uno con una mano, mientras entre los dos lo están matando a escupidas.

—Porque eso es lo que sos, putoooo... Un viejo puto. Una puta. Una putita reprimida que se calienta mirando a los alumnitos en la clase de gimnasia... Viejo puto de mierdaaa!!!

Termina a los gritos José y cuando termina de hablar —además de escupirlo a mi tío Eduardo que sigue mirando fijo, serio, adulto, varonil—, José le agarra el pene a mi tío y se lo retuerce tanto que por el gesto me doy cuenta que le está haciendo doler.

—¿Te duele, putaaa??

Tío Eduardo no responde. Pero pese a que estoy tratando de avisarle y no puedo porque estoy amordazado, mi tío Eduardo no se da cuenta que el otro, el más hijo de puta, el más chico, estuvo preparándole una patada en las pelotas que al pobre tío Eduardo se le crispa la cara y se arrodilla ante ellos, instintivamente...

José le dice a Miguel: —Agarramelo al puto de mierda...

Uno lo agarra por los brazos, otro por los pies... al segundo mi tío Eduardo está con la cara crispada de dolor por el golpe que le dieron en las pelotas, y los otros se mueven desaforadamente...

José le dice a Miguel: —Dale, macho, dale, mostrale... Mostrale al viejo puto por qué viniste, jajaja...

Miguel como un chico excitado se abre las cachas del culo, se sienta apuntándole con su culo flaco y velludo a la cara de mi tío Eduardo, por momentos se lo apoya, por momentos lo tiene a milímetros de la hermosa, varonil cara de mi tío Eduardo...

—¿Sabes por que vine, viejo puto...? ¿Sabes por qué??? Porque me estaba re cagando, puto... Porque me quiero mandar un garco de tres kilos y estaba buscando un buen inodoro para tirarme un cago, juaaaa...

Están como locos los dos, como si bailotearan sobre el cuerpo casi inerte del tío Eduardo. Uno bailotea con su culo, amenaza con cagarse encima del tío, y el otro mientras tanto empieza a reírse bien fuerte también y le ordena:

—Dale, macho... Dale, que el puto se come la mierda de su macho, también... Todo lo que venga de un machito joven al puto viejo le gusta... Explicale bien al profe, hermano, explicale... —Y entra a masajearse las bolas y el palo salvajemente, bajándose el calzoncillo, que es un bóxer amplio, que tenía guardado un pedazo de pene violento y jodido, bien cabezón y totalmente hinchado...— Dale, hermano, mientras vos le mandás al puto ese cago que venís calentando y preparando hace dos horas, yo me voy echando un meo, juaaa...

El más joven ya está como loco: —Chupá, viejo puto de mierdaaa... Chupame bien el culo. Vas a chupar el culo mejor que el sobrinito, juaaa... Y si me echo un garco te lo vas a morfar, viejo putooo...

Mientras mi tío Eduardo abre la boca y saca la lengua para lamerle el culo a Miguel, veo que ya es tarde para avisarle. El otro hijo de puta busco el ángulo para mearle en la cara a mi tío Eduardo sin estorbarle el trabajo al amigo...

No puedo creer lo que estoy viendo. A pesar de que mi tío está amenazado de que le echen un cago en la boca, sigue chupando, eficiente, enérgicamente, el orto de su macho violador. Mientras tanto este se caga de risa. Y el otro, todavía mucho más serio, más adusto, con una cara de jodido total, apunta con su pistola un chorro amarillo y humeante de meo.

—Mirá cómo se lo morfa todo el viejo hijo de puta...

—Uuuuy, viejito puto, creo que me está saliendo un sorete del fondo del ano, juaaa...

Tío Eduardo como si nada. Sigue chupando. Serio. Seguro. Varonil. No se rebela. Está totalmente concentrado en el culo de su macho.

—Qué hembra puta que sos, Profe Eduardo... Con razón dabas clases de lengua, vos... De puro viejo trolo que sos, seguro que aprendiste chupando porongas, juaaa...

Cuando el mayor, José Luis, termina de mear, adusto y con cara de malo como siempre, se tira al piso, se acuesta al lado del tío Eduardo que sigue lamiendo el culo del otro que se caga de risa, acerca su cara a la de mi tío y mirándolo bien fijo a los ojos, una cara pegada a la otra, le dice:

—Sos un trolo puto y viejo pero lindo vos, ¿eh?

Y al piropo le sigue un tremendo escupitajo que le pega cerca de los ojos. Mientras tanto mi tío no se inmuta, sigue chupándole el orto a su machito, que le dice:

—Pero al final no me voy a mandar un cago, profe... juaaaa, te voy a dar otro regalito mejor, juaaa...

Es re bruto el tal Miguel ése. Igual, cuanto más bruto, menos se rebela mi tío Eduardo. Acepta todo con total dignidad y virilidad.

Al final los dos machos violadores se arrodillan uno frente al otro, los dos al lado de mi tío Eduardo que sigue acostado y mirándolos fijo. Empiezan a escupirlo entre los dos mientras se hablan entre ellos sin dirigirse a mi tío.

—¿Quién se lo culea primero al puto?

—Que elija él...

—Que elija las pelotas, carajo... Es un puto. Acá los que mandamos somos nosotros.

—Tenés razón. Puajjj, mirá el hijo de puto cómo se come los gallos, juaaa...

Es cierto. Lo miro al tío Eduardo y los machitos tienen razón. Se ve que mi tío Eduardo ya estaba demasiado empapado de baba y es por eso que, sin perder un ápice de masculinidad, empieza a rejuntarse con la lengua la baba por toda su cara y se la come. No deja de mirarlos. Fijo, serio, varonil. Como siempre. Mi tío Eduardo, masculino como un bellísimo macho hijo de puta, hasta cuando lo están violando, haciendo mierda... Dios mío, cómo lo amo al hijo de puta de mi tío...

José Luis hace una risa sardónica mientras sigue escupiéndole al tío junto con su compañero: —¿Estabas esperando esto, no puto?... que te culeen tus alumnitos, viejo degenerado hijo de putaaaa...

Como siempre, José Luis empieza apenas musitando y cuando termina la oración lo hace casi gritando. Pero ahora es diferente. No solamente grita el hijo de puta.

Mientras iba hablando se paraba y ahí nomás le dio una tremenda patada en el culo al tío. Este apenas se queja. Tampoco lo celebra. Simplemente se aguanta. El otro sí, el menor... ese sí se caga de risa.

—A este me lo culeo primero yo, te voy a dejar el culo del puto lleno de guasca, vas a ver cómo te lo preparo yo el orto del viejo, juaaa... te va a entrar la pija por el culo del puto viejo como por un tubo, juaaa...

José Luis a los gritos le ordena al tío Eduardo: —Te van a culear, viejo puto de mierda. Portate bien o te carneamos al sobrino.

Mientras Miguel va preparando su arma entre las piernas, José Luis sigue escupiéndolo al tío y se saca el calzoncillo. No entiendo qué es lo que hace. Se lleva al calzoncillo a su propio culo. Al rato entiendo. Se raja un tremendo pedo y se pasa su propio calzoncillo por dentro del culo, del que salió recién el pedo. Cuando se lo saca del culo se lo lleva cerca de la boca y lo escupe. Se lo tira al tío Eduardo:

—Tomá, viejo puto de mierda... ahí lo tenés. Tragatelo ahora. Olé. Olé bien cómo huele el culo de un macho. Recién cagado y escupido el solsiyonca, puto.... Disfrutá como una perra mentras mi amigo te hace mierda el culo, viejo trolo...

Lo hacen poner en cuatro y mi tío Eduardo con total dignidad y masculinidad agarra el calzoncillo al vuelo y empieza a olerlo. Ahí ya no puedo creer lo que mis ojos ven.

Mi tío Eduardo saca una sonrisa tan profunda, hermosa, inmensa, satisfecha que no puedo creerlo. Parece más masculino que nunca, pero a la vez me doy cuenta de que está feliz, está empezando a sentirse como una puta. Mientras el hijo de puta más joven lo va escupiendo y le entra a meter manos en el culo, mi tío Eduardo se retuerce como una putita y empieza a oler y a saborear con la lengüita ansiosa el calzoncillo de su macho guaso y violador.

Al rato se lo están clavando. No sé si puedo contarles todo lo que vi, porque yo mismo a veces no puedo creerlo.

Lo agarran, le ponen el calzoncillo en la boca, por momentos juegan cagándose de risa haciéndole creer al tío Eduardo que van a sacarle el calzoncillo de la boca, el tío ahí se enloquece, empieza a ronronear, a quejarse como una putita, a suplicar... Ellos entran a reírse cada vez más jodidos, cada vez más groseros... Al segundo nomás Miguel lo está poniendo a mi tío Eduardo en cuatro, como una perra, y al segundo nomás escucho al tío Eduardo gritar como una perra muy bien culeada apenas siente el primer pijotazo partiéndole el ano.

Mientras tanto José Luis inspecciona pero en ningún momento deja de escupirlo y putearlo: —Te gusta, viejo puto... Yo sabía que te gustaba. Andá a clavarte un pendejo después de esta que te vamos a hacer, profe... vas a aprender a no abusarte de un menor, hijo de putaaa...

A medida que avanza en la oración, va alzando la voz, se pone furioso y termina en un grito. Al grito lo acompaña siempre más y más escupitajos. Cada tanto le manda una patada en algún costado del culo del tío Eduardo, mientras el otro se lo taladra. Tengo miedo. pero a la vez veo que las patadas que le dan me duelen más a mí que al tío.

En algún momento, veo que Miguel está sacudiéndose demasiado, está como frenético, saca más y más fuerzas para penetrarlo a mi tío que sigue chupando el calzoncillo cagado y escupido de José. En algún momento José Luis le dice al tío:

—Me dejaste sin calzoncillo, viejo hijo de remil putas... Tomáaa!!

Y le manda otra patada en el culo. El menor se excita más, le hace lugar para que el otro lo patee en el culo a mi tío Eduardo y cuando vuelve le mete un pijotazo todavía más violento y profundo que lo hace gritar al tío.

—Me vas a tener que chupar bien ahora las zapatillas y las medias, viejo hijo de remil putas... Si no, no te culeo.

Cuando Miguel escucha lo que su amigo dice, parece enloquecer porque entra con bramidos a decir:

—Ahhhhh... qué buen culo tiene el dire, juaaa... ahhhh... hijo de puta, qué orto, qué culo... ahhh... te voy a dejar preñada, profe, te voy a hacer mierdaaa... ahhh...

El chorro de guasca le sale a borbotones y lo deja chorreando al culo de mi tío Eduardo. José Luis sigue hablándole a mi tío, desde arriba, porque está parado y mi tío Eduardo está hecho una perra puta que le están bañando el culo de guasca.

—Pedime... Dale, pedime... Bien putita, eh? Vos sabés lo que quiero decir...

Mi tío Eduardo levanta la cara para mirarlo. Con cara de putita que ni yo puedo reconocerlo, le dice a José:

—Culeame, José Luis... Por favor, por favor haceme tu puta... Por favor, macho, haceme el favor de usar a esta puta que se muere por vos, machito... lavo tus patas, tu calzoncillo cagado, tus medias sudadas, tus zapatillas, tus bolas, lo que vos quieras...

José Luis escucha satisfecho pero no dice una palabra. Lo mira serio. Parece aceptar la súplica emputecida de mi tío Eduardo. Lo único que hace es arrimarle a la cara del tío sus pies. El tío Eduardo acepta la ofrenda como una puta enloquecida. Puedo ver cómo de esa hermosa boca de varón de mi tío Eduardo sale una lengua chorreando de saliva, famélica, muerta de pasión, que a chorros entra a enjuagarle las zapatillas y las medias a su machito violador...

—Hummmm... mi amor, mi macho... qué tufo tan pesado tus patas, mi machito, cuánta mierda pisaron estas zapatillas Josecito... hummm... cuántas horas de chorrear sudor con las medias puestas, mi amorrr.... hummm... Culeame, machito, haceme tu perra. Soy tu puta, preñame, cogeme, reventame. Haceme mierda, José Luis, por favor, por favor... Ahhhh...

En algún momento José Luis hace un gesto de asco. Se aparta con violencia. Retira el pie de la lengua chorreante de mi tío Eduardo. Lo mira con demasiado asco, demasiada violencia. Tengo miedo. Me doy cuenta por la cara que tiene de que está completamente loco ese José Luis. Lo va a hacer mierda al tío Eduardo. Me doy cuenta de que me lo quiere matar. Y yo me muero si...

—Te voy a matar viejo hijo de putaaaaa...

—Síííííí, matame, haceme mierda, reventame... Soy tu puta, soy tu perra...

—Subite YAAA a esa mesa y ponete en cuatro hija de putaaa...

Lo ensarta sobre la mesa, a la que se sube rápidamente de un salto, y nunca vi en mi vida, les juro, un macho tan sacado... Lo agarra por el culo con tanta furia y tanta violencia que creo que lo va a matar a mi tío Eduardo. Al tío esto parece encantarle. Apenas siente el primer pijotazo pega un alarido lleno de dolor, de furia, de amor, de pasión, de desgarro...

—AaaaaHHHHHHHHHHHHH....

El otro machito se esta cagando de risa, los mira, cada tanto le dice al amigo: —Viste, loquito, qué bien te lo preparé al puto, juaaa... me embarró la pija de mierda, hermano. Ahora con tanta mierda y tanta guasca en el culo al puto viejo seguro la tuya le entra de una, jaaa... Matalo, man, hacelo mierda, partilo, juaaa... Que aprenda, viejo putooo!!!

Yo a todo esto no sabía si llorar o qué. Por un lado, porque era una vejación horrible. Pero a la vez lloraba porque era mi hombre, mi tío Eduardo. Y yo lo amaba.

Pero a la vez me calentaba tanto, me enamoraba cada vez más de él, de mi macho, aunque lo estuvieran violando... Me extasiaba ver cómo mi tío Eduardo les siguió el juego. Y es muy difícil de explicarles. Pero aun en los momentos de mayor crueldad, yo vi que mi tío Eduardo jamás perdió la hombría. Ni siquiera cuando el mismo se decía puta. Ni siquiera cuando se entregó. Y estaba hermoso. Más hermoso, más hombre que nunca. Pese a lo que le dijo ese hijo de puta de José Luis cuando le estaba eyaculando en el orto a mi tío Eduardo:

—Con esta vas a pagar todas las que le hiciste al pibe, puto de mierdaaaa.... Nunca más te lo vas a poder garchar después de esta... Mirá... ahhhh... sentila venir perraaa... Ahhhh...

Ja. Qué equivocado estaba José Luis. Qué equivocado.

A la media hora más o menos, todo ya habría terminado. Se fueron corriendo, como con miedo, como delincuentes. Lo dejaron al tío Eduardo tirado así en el piso, con el culo al aire, chorreando guasca... adormecido, humillado, violado, meado...

Tuve que esperar a que el tío Eduardo recobrara la conciencia para que viniera en mi socorro y me desatara.

—¿Cómo estás, sobrino...? Por Dios, mi amor, mi bebé... ¿cómo estás, mi amor, te duele algo, qué te hicieron?

—Noooo, tío... Yo estoy bien. Estoy bien, bien...

Nos dimos cuenta que llorábamos los dos, nos abrazamos, nos matábamos a besos... Nos amamos más que nunca... Yo no sabía qué decir, no quería hacer referencia a nada que le hubieran hecho... Él, él estaba como avergonzado... Solamente nos palpábamos el uno al otro para cerciorarnos de que no estuviéramos demasiado lastimados.

El pobre tío Eduardo terminó de enamorarme cuando me dijo: —Vas a ver que no va a pasar más nada... Esto fue para protegerte, mi amor, a vos no te va a pasar nada. Y conmigo no se van a meter más, ya vas a ver... Vos sos mi amor, mi bichito, mi bebote... Tu tío Eduardo te va a proteger siempre, Marianito...

Casi no podíamos habar entre tantos abrazos, tantos besos, tantas lágrimas.

—Nada me importa, tío... Yo solamente quiero estar con vos. Quiero ser tu sobrinito puto, siempre, tío... porque... porque yo... yo te amo, tío... buahhh... me quiero casar con vos, tío... YO TE AMO TÍO EDUARDO!!!

Yo lloraba pero él también. Nos reconfortábamos como podíamos, el uno al otro, besándonos, hablándonos, besándonos, matándonos a besos... Creo que más que nada así fue como pudimos esa noche declararnos nuestro amor.

Le costó mucho al tío Eduardo subir a su dormitorio. Lo habían golpeado bastante. Tuve que ayudarlo. Y me costó, porque es muy grandote, mucho más que yo, y pesado, muy pesado... Igual lo hice con todo el orgullo del mundo. Es mi hombre. Mi HOMBRE más HOMBRE. Mi tío.

Ahora duerme a mi lado, mientras termino de escribir todo esto. A mi lado. En la cama. En calzoncillos. Velludo, grandote, hermoso, palpitante, con una hermosa sonrisa satisfecha entre sus hermosos, carnosos, varoniles labios.

No fue así antes de dormirse, pobre... él mismo me lo dijo, casi llorando

—Ya nunca más podré ser el hombre de tus sueños, Mariano... Después de lo que viste...

Pero se durmió. Así que todo bien. Él duerme a mi lado. Lo miro. Está en calzoncillos. Está hermoso, radiante, varonil... me pregunto con un hombre así en calzoncillos, a mi lado, en nuestra cama... me pregunto qué mierda será la felicidad si no es esto...

Tengo toda la vida por delante para explicarle que nunca estuvo tan hermoso, tan soberbio, tan regio, tan espléndido y varonil como cuando lo violaron. Nada de él me da vergüenza. Todo lo que es de él sólo me da excitación, calor. Amor. Amor por mi tío. Amor por mi hombre.

Solamente un macho como mi tío Eduardo puede ser tan espléndidamente varonil aun cuando se lo están culeando. ¿Alguna vez podré hacerle entender que hay que ser muy macho para dejarse hacer con entereza y con hombría todo lo que le hicieron a el? ¿Alguna vez me creerá que siento morir de pasión por él cuando lo veo disfrutando tanto por su ano insaciable, vicioso...?

Me importan poco las palabras, igual, a esta altura del partido... Creo que hay cosas que se explican de otra manera... No con palabras.

Apuro mis manos sobre el teclado para terminar de escribir cuanto antes, para empezar a preparar los juguetes del tío, besarle ese culo, ir preparando mi lengüita experta de sobrinito putito enamorado, bajarle esos calzoncillos y...

Marianito

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