Enamorado de mi madre, obsesionado con su cuerpo 3

Por fin obtengo lo que más deseaba en este mundo, a mi madre.

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Enamorado de mi madre, obsesionado con su cuerpo III.

La primera noche de nuestro amor.

Después de aquella relajante ducha y una vez que nuestros amigos también se ducharon, nos pusimos los cuatro a comer. Me sentía raro. A Beatriz y Eduardo los conocía tan sólo de aquel día, me resultaba más chocante que una mujer madura como ella se comportara como una joven amante con él más por la diferencia de edad que por ser madre e hijo, pues esto lo sabía pues los conocía. Pero en mi caso, en pocas horas había pasado de tener una madre cariñosa a tener una madre amante.

Estábamos los cuatro sentados en la mesa cuadrada, mi madre junto a mí y los otros dos juntos. Mi madre hablaba con su amiga, estaba nerviosa, excitada con aquella situación. Estaba más preciosa que nunca. No se había maquillado ni siquiera se había peinado de forma especial. Creo que el amor que la invadía, la lujuria que le provocaba el poder tener sexo después de tanto tiempo, de tenerlo con su propio hijo la volvía extremadamente sensual.

Acabada la cena, recogimos la mesa y nos sentamos para tomar unas copas y seguir charlando. Ya era bastante tarde, serían la una y media, Beatriz había puesto música tranquila para amenizar la noche. Ella y su hijo estaban abrazados en el sofá, medio recostados, se daban caricias y besos.

Yo estaba sentado en uno de los sillones, mi madre volvió de la cocina, se sentó en mi regazo. Pasó un brazo por mis hombros y me besó cariñosamente. El brillo que mostraban sus ojos era especial. Llevaba un pijama compuesto por un pantalón corto y una camiseta de manga corta que marcaba sus bonitos pechos en la fina tela. Pasé mi brazo por su cintura y acaricié su muslo con la otra mano.

-¿Estás contento con nuestro amor? – Me preguntó mi madre.

-Me siento extraño, pero contento de poder amarte abiertamente. – Me abrazó fuertemente y me besó intensamente.

-¿Bailamos esta canción? – Me dijo mientras se levantaba y tiraba de mi mano.

Me levanté y ella me agarró de las dos manos para llevarme al centro de la habitación. Las dirigió hasta su cintura y me abrazó acercándose a mí. Sentí sus curvas, acariciándola hasta que mis manos quedaron en su culo para apreciar su redondez. Nos movimos suavemente al ritmo de la música y levantó la vista para mirarme a los ojos. Nos besamos. Nos mecíamos al ritmo de la música, dándonos besos de cariño, tocándonos con pasión para mostrarnos nuestro amor.

-¡Mira cariño! – Le dijo Beatriz a su hijo. - ¿Te acuerdas cuando hace unos meses empezamos nosotros?

-¡Pues claro mamá! – Le contestó Eduardo besándola. - ¡Levántate y bailemos nosotros!

La otra pareja de enamorados bailaban junto a nosotros, se acariciaban, se besaban. Se notaba pasión en ellos y cada vez estaban más excitados. Beatriz se giró y le dio la espalda a su hijo, llevó atrás sus manos y arqueó su espalda para que su culo se frotara contra el sexo de su hijo. Él puso una mano sobre el vientre de su madre y tiró de ella para sentirla más intensamente. La otra mano acariciaba los enormes pechos de aquella mujer que disfrutaba del amor de su hijo.

Mi madre se giró agarrando mis manos y poniéndolas sobre su barriga para sentirme. Los dos mirábamos a aquellos amantes que empezaban a tener algo más que caricias y besos de cariño, empezaban con los besos, la pasión y la lujuria comenzaba a aflorar en aquella pareja. Yo besaba el cuello de mi madre y ella ronroneaba excitándose con el espectáculo que comenzaban a mostrarnos nuestros amigos.

Beatriz giró la cabeza y ofreció su boca para recibir el apasionado beso de su hijo mientras él amasaba sus pechos con una mano y la otra levantaba la camiseta que vestía para buscar su sexo. Sus dedos acariciaban el sexo de su madre y ella gimoteaba. Mientras yo seguía mordisqueando el cuello de Cristina, acariciando su cuerpo.

Eduardo soltó a su madre y ella se sentó en el sillón, frente a su hijo abriendo las piernas para mostrarle el sexo. Él se colocó delante, nos daba la espalda. Agarró el filo de sus calzonas y se las quitó, dejando su pene al aire, erecto y delante de la cara de su madre. Tenía un buen culo, respingón y bien duro. Una de las manos de ella se colocó abierta sobre uno de sus cachetes, amasándolo. La otra mano agarraba su pene, y aunque no podíamos verla, sus movimientos la delataban, estaba chupando su sexo. Eduardo la agarró por la cabeza con sus manos y los movimientos de sus caderas mostraban que follaba la boca de su madre.

Algunas veces había visto algo de porno, me había excitado y me había llegado a masturbar, pero aquel espectáculo que nos ofrecían, totalmente desinhibidos era más excitante. Era como si nosotros no estuviéramos allí, ellos se dedicaban a soltar su lujuria, sus deseos de sexo sin importarle para nada que estuviéramos presentes.

-Vámonos a nuestra habitación – Me susurró mi madre al oído. – Dejémoslos solos para que puedan hacer lo que quieran tranquilos.

Besé a mi madre y me dejé lleva por ella de la mano. Antes de salir miré hacia los amantes que allí quedaban y pude ver como Beatriz se tragaba por completo la polla de su hijo, perdiéndose por completo en su boca.

Caminaba tras mi madre por el pasillo y veía como su culo se bamboleaba sensualmente a cada paso que daba. Mi pene estaba totalmente endurecido, preparado para dar todo el placer que ella necesitara. Entramos y cerramos a puerta. Allí teníamos dos camas pequeñas, así que caminamos hasta los pies de una de ellas, aquel sería el altar donde mi madre me ofrecería su sexo y yo entregaría mi virginidad a ella a modo de ofrenda.

Me abrazó apasionadamente y me besó con amor. Mis manos acariciaban todo su cuerpo. Sus pezones se marcaban intensamente en la tela de su camiseta.

-¿Quieres que te haga lo que le hacía a Eduardo su madre? – Mi made me susurró al oído con una voz tan sensual que sentí que me iba a correr en ese mismo momento. – Ven aquí

Se sentó en el filo de la cama y me atrajo a ella tirando de mis caderas. Me bajó mis calzonas y quedé en calzoncillos delante de ella. Mi pene se marcaba claramente bajo la tela, estaba totalmente erecto y la punta del glande intentaba asomar por el filo de aquella prenda. Pasó su mano por encima de mi sexo, apreciando su grosor y su dureza. No apartaba la mirada del objeto que empezaba a ser una obsesión y se mordía los labios levemente, deseando tenerlo sobre ellos.

Su mano bajó para acariciar mis testículos y se acercó para pasar sus labios por encima de la tela que cubría mi endurecido sexo. Acaricié su cabeza y ella me miró a los ojos sin apartar su boca. Subió la mano y con un dedo empezó a acariciar la parte del glande que asomaba. Mojó su dedo con parte del líquido que empezaba a brotar y lo llevó a su boca poniéndose derecha y saboreándolo.

-¡Dios, que rico está el líquido preseminal de mi hombre! – Tiró de los calzoncillos para liberal mi pene y quedó botando levemente y apuntando a su cara. - ¡Qué maravilla guarda mi hijo!

-¡Es toda para ti mamá!

Mi madre sonrió y su mano se agitaba recorriendo todo mi pene. Lo agarró firmemente y liberó mi glande. Estaba algo mojado por aquel líquido que había probado anteriormente que tanto le gustaba. Sacó su lengua y con la punta recogió todo lo que pudo para volver a saborearlo. Puso mi pene vertical y pasó su lengua desde mis testículos hasta el agujero de mi glande, con la mirada fija en mis ojos, con una expresión de deseo y lujuria que casi conseguía hacerme llegar al orgasmo. Dejó la lengua fuera y bajó y subió por él acariciándolo suavemente. Podía ver sus hermosos y seductores ojos verdes y sentí que siempre había estado enamorado de aquella mujer que se había transformado de una cariñosa y preocupada madre, en una sensual, excitante y lujuriosa mujer que me ofrecía su cuerpo para darme todo el placer del mundo.

Subió hasta el glande con su lengua y sus labios lo envolvieron. Sentí como su deliciosa boca empezó a succionar, como queriendo recibir el premio de mi semen. Era delicada, leves succiones en principio, pero ahora empezó a meter y sacar mi pene de su boca y las succiones aumentaron de intensidad. Ya me había corrido dos veces aquella noche, pero no podía aguantar tanta excitación, ver a mi madre mamando mi pene y sentirla me provocó un orgasmo incontrolable y la eyaculación se produjo sin que pudiera avisarla.

-¡Uf, uf…! – Fue lo único que pude articular al sentir como mi semen recorría mi pene para salir.

Agarré su cabeza para intentar separarla de mí con las pocas fuerzas que me dejaba aquel orgasmo, pero ella opuso resistencia y esperó que saliera la primera carga de semen con mi glande aún dentro de su boca. Y salió. Mis piernas empezaron a temblar, cerré los ojos por el placer y una nueva carga se disponía a salir. Sentía como ella tragaba el primer semen y comenzaba a succionar de nuevo esperando que todo se vertiera en el interior de su boca. Y así fue, mis eyaculaciones no duraron mucho, pero ella siguió mamando hasta que todo el semen salió y no dejó ningún rastro.

-¡Échate en la cama! – Me dijo cuando liberó por fin mi sexo.

Me tumbé en la cama y no podía creer el placer que me había dado mi madre. Ella se echó junto a mí y me besó la boca mientras su mano acarició mi pene, que empezaba a menguar, de nuevo.

-¿Cómo te sientes cariño?

-¡Mamá, nunca imaginé que se pudiera sentir tanto placer!

-¡Pues aún no te he dado lo mejor! – En sus ojos volvió a brillar la lujuria y su voz sensual volvieron a encenderme. - ¡Esta noche conocerás la gloria con tu madre!

Se puso de pie junto a la cama dándome la espalda. Metió sus pulgares por el filo de las calzonas que llevaba y los movió de un lado a otro, provocándome, haciéndome esperar para ver su cuerpo desnudo. Giró la cabeza para verme sufrir mientras sonreía pícaramente. Me coloqué de costado para verla bien y sentía que las fuerzas volvían a mi pene de nuevo, poco a poco.

Con las dos manos a la vez tiró del pantaloncito y colocó su culo en pompa para irlo descubriendo despacio. Llevaba unas hermosas bragas negras que le cubrían casi todo su hermoso culo. Alargué mi mano e intenté tocarla, pero ella dio un pasito para no dejarse tocar.

-¡Aún no cariño, quiero que me desees mucho!

Siguió bajando los pantaloncitos hasta sus tobillos, sin doblar sus piernas de forma que su culo quedaba totalmente redondo y expuesto a mi lasciva mirada. Levantó un pie y lo sacó de aquella prenda, después levantó el otro para liberarse por completo.

-¡Ya te tengo!

Dije y rápidamente me senté en el filo de la cama y la agarré por sus redondas caderas. Tiré de ella fuertemente y sin que ella se lo esperara, de forma que la hice caer encima de mi pene que rápidamente empezaba a mostrar que había recuperado fuerzas.

-¡Uooo, mi niño ha vuelto a recuperar fuerzas y está listo para darle placer a mamá!

Estaba sentada en mis piernas y mi pene se apoyaba en su culo. Metí mis manos por debajo de su camiseta y busqué sus tetas. Las acaricié y con mis dedos busqué sus pezones erectos que me volvían loco. Abrí una de las manos por completo para abarcar toda una teta, mientras la otra mano empezó a bajar por su cuerpo para buscar su sexo. Ella abrió sus piernas de forma que su sexo estaba dispuesto a recibir mis caricias.

Mi mano comenzó a acariciar su parte más íntima y podía sentir el encaje de sus bragas. Mi pene seguía empujando cada vez más en su culo y ella lo movía levemente para sentir su dureza. Podía sentir bajo la tela la dureza de su clítoris y deseé lamerlo.

-¡Mamá, túmbate en la cama por favor!

Se levantó y yo no dejaba de tocar su adorado culo. Me coloqué de pie junto a ella y su mano rápidamente agarró mi pene para acariciarlo. Tomé su camiseta y se la quité forzándola a soltar mi pene. Sus hermosos pechos quedaron al aire, sus oscuros pezones estaban erectos, sin duda ella estaba excitada y caliente. Me pegué a su costado y pasé un brazo por su cintura mientras la otra mano agarró uno de sus pechos. Moví mi cabeza para llevar mi boca hasta esos sensuales pezones, mis labios y mi lengua comenzaron a jugar con ellos. La mano de mi madre volvió a agarrar mi sexo y a agitarlo levemente, no quería que me corriera de nuevo, sólo quería sentir su dureza. Gimoteaba levemente y podía sentir su entrecortada respiración cuando me besaba en el cuello mientras yo la mamaba como un bebé.

-¡Oh hijo, que placer! – Decía entrecortadamente. - ¡Vas a volver loca a tu madre!

Dejé sus pechos y hundí mi lengua en su boca. La agarré por la cintura para girarla y ella soltó mi sexo y me abrazó respondiendo con pasión al beso que le daba. Nuestras lenguas se agitaban, pasaban de una boca a otra. Mis manos tocaban todo su cuerpo, se deleitaban recorrer cada curva de aquel cuerpo maduro, de aquella mujer sensual que tenía por primera vez sexo con su hijo.

-¡Échate en la cama! – Le pedí.

La ayudé a colocarse en medio de la cama boca arriba, siguiendo con mi cuerpo el suyo, con mi boca a poca distancia de su boca. Ella se dejaba caer en la cama, deseando encontrarla para no poder moverse más y que nuestras bocas se unieran de una vez. Por fin mis labios besaron levemente los suyos, después uno corto y rápido… me separé un poco y la miré con amor a sus verdes ojos. Me lancé sobre ella y la besé desesperadamente, la rodeé con mis brazos y la acariciaba. Ella se retorcía y también me acariciaba. Mi pene se clavaba en su costado.

Bajé por su cuello con mi boca, dándole besos y leves mordiscos que la hacían gruñir y gimotear. Continué mi viaje hasta llegar a sus redondos pechos. Besé sus pezones y mis manos se quedaron acariciándolos mientras continuaba bajando por su cuerpo, lamiendo con mi lengua su vientre, jugando con su ombligo.

La solté y me incorporé a su lado. No tuve que decirle nada, ella sabía lo que yo deseaba y empezó a abrir sus piernas. Me coloqué entre ellas y puse mis labios sobre la tela que cubría la entrada al placer y la locura de mi madre. Apreté con mis labios sobre su endurecido clítoris y sus caderas se movieron acompañando mis bocados. Agarré los filos de las bragas y se las quité.

Allí tenía a mi madre, desnuda, lujuriosa, excitada… Abierta de piernas y ofreciéndome su sexo para que la hiciera gozar, para que juntos conociéramos los placeres del sexo que un hijo y un madre podían llegar a tener.

Tenía las piernas dobladas y puse mis manos en sus rodillas, me incliné mientras mis manos acariciaban sus muslos hasta llegar a su sexo. Ella se abrió los labios que cubrían su vagina y pude ver su rosado y húmedo interior. El aroma de mi madre me penetró de nuevo la mente. Hundí mi boca en su raja y mi lengua comenzó a lamerla.

-¡Oh cariño, qué me gusta!

Mi lengua pasó por toda su raja, de arriba a bajo y sus caderas se movían siguiendo el ritmo de mi lengua. Busqué su clítoris y comencé a jugar con él. Le pasaba la lengua de un lado a otro, después le hacía círculos sobre su erecto punto… y para volverla loca, de vez en cuando mamaba fuertemente sobre su clítoris hasta que chillaba y me pedía que parara.

-¡Dios hijo, me vas a volver loca! – Gritaba y se retorcía mientras castigaba tan sensible punto. - ¡Uo, oooo, méteme un dedo en mi vagina!

Aquello era nuevo. En la ducha le había acariciado su raja, pero no había metido nada dentro de ella. Levanté un poco la vista para ver bien su vagina. La miré y su cara mostraba que estaba a punto de tener otro orgasmo. Con los dedos de una mano separé los labios y empecé a empujar uno de mis dedos contra la rosada carne de su vagina.

-¡Aaah, un poco más abajo cariño!

Deslicé mi dedo sintiendo la suavidad y la humedad de aquella piel y volví a empujar de nuevo. Poco a poco se fue hundiendo en ella.

-¡Mételo y sácalo, cómo si me follaras con él!

Le obedecí y sus caderas se movían ligeramente, la miré a la cara y estaba sintiendo mucho placer. Miré su sexo mientras mi dedo se perdía en su interior y sin previo aviso me lancé sobre su clítoris y lo mamé con mucha fuerza.

-¡Aaaaaaaaaaaaah! – Dio un gran grito de placer. - ¡Me voy a correr, sigue, sigue!

Su cuerpo estaba descontrolado. Sus caderas botaban arriba y abajo y casi no podía masturbarla. Con esfuerzo seguí mamándola y penetrándola con mi dedo. Sus manos agarraron mi cabeza para intentar separarme de ella.

-¡Hijo, me voy a correr como antes en el baño! – Yo hacía fuerza y seguí castigando su sexo. - ¡Por favor, te voy a manchar por completo!

Sus manos dejaron de hacer fuerza sobre mi cabeza y comenzaron a acariciarla. Mi boca siguió chupando su duro clítoris y sentí como las piernas de mi madre empezaban a temblar… Llegaba su orgasmo.

-¡Uuuuuf, meee corrooooo!

La voz de mi madre temblaba y sentí sobre mi boca el gran chorro de flujos que su coño lanzó. Mi boca se inundó de sus flujos y seguí mamando y metiendo mi dedo en ella. Se retorcía, gemía, gritaba… Sus caderas no paraban de moverse por el placer que estaba sintiendo. Sentí como su mano empujó mi cabeza para que me separara de ella.

-¡Clávame tu polla! – Estaba poseída por la lujuria. - ¡Métete en mí, quiero sentirte dentro, muy dentro de mi coño!

Me incorporé y me coloqué entre sus piernas. No sabía bien que tenía que hacer.

-¡Ven aquí, acerca tu polla a mi coño y yo te dirigiré!

Me coloqué sobre ella y sentí su mano que agarraba desesperada mi polla. La movió y sentí el calor de su vagina en la punta. La movió arriba y abajo y pareció encajar en su sexo.

-¡Déjate caer y clávate en mí!

Moví un poco las caderas y sentí como el calor del interior de la vagina de mi madre envolvía mi polla poco a poco. Ella puso sus manos sobre mi culo y me empujó para que se la clavara. Empujé fuerte y entró por completo. Mi madre se retorció de placer al sentirme dentro de ella.

-¡Me vas a matar de placer! ¡Muévete y fóllame con esa polla!

Empecé a mover mis caderas torpemente y sentía como mi polla se deslizaba en su interior. Cada vez mi glande acariciaba el interior húmedo de la vagina de mi madre, un inmenso placer se apoderaba de mí, nunca había sentido un placer tan inmenso. Las manos de mi madre seguían empujando mi culo para que mi polla la llenara por completo.

Me movía y ella gozaba con cada embestida que le daba. Sentí de nuevo como sus piernas volvían a temblar.

-¡Dame más rápido, dame más fuerte!

Me pedía para que la hiciera llegar al orgasmo. Aceleré el ritmo de mis caderas y al momento sentí que entre nuestros cuerpos sus flujos se extendían, su uñas se clavaron en mi espalda, mi polla se hundió por completo dentro de ella y fuertes gritos de placer brotaron de su boca.

-¡Aaaaaah, qué gusto, fóllame, fóllame! – Gritaba cómo una loca. - ¡Quiero más, dame más! – Estaba enloquecida. - ¡Quiero montarte! ¡Ponte debajo!

Me levanté y sentí como mi polla empapada salía del cálido coño de mi madre. Yo no me había corrido y mi erecto miembro aún necesitaba de aquel sexo que me ofrecía mi madre. Me tumbé. Ella abrió las piernas y se sentó sobre mi polla pero no se la clavó en su caliente coño. Empezó a moverse para restregarlo contra mi polla.

-¿Sientes mi clítoris rozar en tu polla?

-¡Sí, te siento tan caliente!

La agarré por las caderas y la acaricié sintiendo el suave vaivén de su cuerpo sobre mí. Ella cogió una de mis manos y la llevo a uno de sus pechos. Lo acaricie, me deleité en sentir la sensualidad que emanaba del cuerpo de mi madre.

La empujé un poco hacia delante para poder llegar con mi boca al pecho que acariciaba. Mi boca empezó a jugar de nuevo con su pezón y ella me acarició la cabeza dando gemidos de placer. No dejaba de lamer sus tetas, pasando de una a otra. Mi madre levantó un poco las caderas y sentí como su mano dirigió mi polla a la entrada de su vagina. Se sentó suavemente y volví a sentir el delicioso calor del interior.

-¡Nunca imaginé que amarte me pudiera dar tanto placer! – Le dije.

-¡Pues eso no es nada para cuando te corras dentro de mí!

Aceleró los movimientos de su culo y mi polla le entraba y salía. En esa posición podía ver perfectamente la cara de mi madre, como se estremecía por la sensación de ser penetrada. Cada vez iba más rápido en sus penetraciones.

-¡Mamá, cómo me gusta follarte!

-¡Mi cuerpo es todo tuyo, fóllame!

Entonces sentí que necesitaba descargar mi semen. Puse mis manos sobre el culo de mi madre y la dejé inmóvil. Empecé a mover las caderas con todas mis fuerzas y la penetré rápidamente. Su cara mostraba que de nuevo iba a correrse. Su gesto se torció y al momento abrió los ojos de par en par.

-¡Aaaaaaaah, que buenoooooo! – Gritó desesperadamente. - ¡Me corro, me corro!

Yo no paraba de penetrarla y ella se retorcía sobre mí. Nuestros sexos estaban empapados por los flujos que el coño de mi madre soltaba. Sentí que me iba a correr.

-¡Yo también me voy a correr mamá!

-¡Dame toda tu leche! ¡Llena mi coño con tu semen!

La empujé contra mi polla para que se clavara lo más profundo en su vagina. Sentí como mi semen empezaba a salir y caía en el interior de la vagina de mi madre. Me estaba corriendo dentro de mi madre. Mi sueño se había hecho realidad. Había follado a mi madre hasta que dejé mi semilla dentro de ella, arrancándole todo el placer que necesitaba después de tantos años de soledad.

Cayó sobre mí exhausta por el cansancio de aquella sesión de sexo que habíamos tenido. Nos besábamos dulcemente mientras mi pene menguaba dentro de su ardiente sexo, dando algunos espasmos por el placer que habíamos sentido. Se tumbó junto a mí boca abajo y yo la abracé por detrás, colocando mi pene en su hermoso culo. La abracé y le besaba el cuello y la espalda. Ella se giró y me miró a los ojos. Llevó una de sus manos a mi cara.

-¡Hijo, te amo! – Me dijo mirándome con esos maravillosos ojos.

-¡Y yo a ti mamá! ¡Siempre seré tu amante!

Nos fundimos en un suave y apasionado beso para después dormirnos abrazados el uno al otro.