Enamorada de un boxeador - Parte 6

Tal vez había sido su propia culpa haberse ilusionado tanto. Tal vez había sido su propia culpa enamorarse.

Hola a todos! Despues de un largo rato de ausencia me reporto con la sexta entrega de esta saga. Lamento muchisimo toda la tardanza, espero me sepan perdonar. La proxima parte ya sera la ultima, espero disfruten de esta, aunque quedo bastante larga. Besos!

Después de aquella prueba de amor a través de la ferocidad del sexo y del maravilloso sentimiento de compartir el placer, ambos terminaron exhaustos, sin fuerzas con las que poder continuar sin antes derribarse juntos para descanzar y para así también poder gozar de sus cuerpos desnudos.

Se dejaron caer sobre la frazada de la cama del muchacho. Juntitos frente a frente se dieron un cálido beso. El rostro de ella, completamente ruborizado por el calor, reflejaba lo contenta que estaba, sus ojos brillaban con una intensidad tan grande que transmitían millares de sentimientos encontrados, y su sonrisa tierna, manifestaba que no había nada en el mundo que pudiera cambiar su felicidad en este momento.

Después del acto allí consumado, ambos se acurrucaron sintiendo el tacto tan discordante que producía el roce de dos cuerpos tan opuestos. Las diferencias de la anatomía del macho y la hembra eran indudablemente lo que más resaltaba en la cama, pues eran tan alejadas las formas y tamaños de sus cuerpos, que juntos formaban el equilibrio perfecto de la naturaleza; lo femenino y lo masculino, lo brusco y lo delicado, lo grande y lo pequeño, lo fuerte y lo débil, lo pasivo y lo dominante.

Sobre las sábanas diferían las tonalidades blancuzcas de ella y la piel bronceada de él, así como contrastaba un cutis suave y terso, que desnudo acariciaba como el pétalo de una rosa el cuerpo áspero y rudo del muchacho.

Ella tenía su cabeza apoyada sobre el ancho y fornido pecho de su hombre y se quedó plácidamente respirando ese contundente olor varonil de él. Por primera vez tenía el gusto de detallar detenidamente todos los tatuajes que Alex llevaba en su piel, a pesar de estar cubierta de vello en el pecho y en los brazos.

Ariana se sentía como si estuviera recreando la escena más romántica de su novela favorita. Cuántas veces no había leído cosas que deseaba con tanta vehemencia que le sucedieran a ella. Y finalmente hoy, aquí estaba, entregándose con ímpetu y disfrutando de la compañía de un buen hombre.

Habían acabado de hacer el amor y estando en sus brazos se sentía dichosa, maravillosa, encantadora, coqueta, cariñosa, sensual, y desde luego, más mujer que nunca.

Esta vez no había ni la más mínima duda de que el amor que sentían ambos era real, no tenía por qué cuestionarse más tiempo que era lo que pasaba entre los dos, porque su corazón respondía contento ante esa pregunta, porque su alma le dictaba que debía abrazarlo más fuerte, para juntar y ligar sus dos espíritus de tal forma que no hubiera manera de separarlos por toda la eternidad.

Tras un buen rato de haber permanecido embriagándose con el aroma viril de Alex, Ariana optó por cambiar de posición para sentir los abrazos de él en su espalda y la respiración de él en su oído.

El boxeador se incorporó a su chica abrazándola por detrás mientras ella le acariciaba aquellos fuertes brazos de luchador. Refundió su nariz en la hermosa y brillante cabellera de la niña, endulzando su olfato con esa exquisita fragancia frutal de shampoo femenino.

Así fue como aquella noche Alex olvidó toda la crueldad del mundo, así como la suya propia. Gran parte de su vida había sido solo pura violencia, viviendo en carne propia la maldad de los hombres, acabando con sus propias manos a muchos miserables al igual que él. Pero esta noche no se sentía más como un triste miserable, sino como el triunfador más afortunado del mundo.

Al lado de Ariana se sentía como si la jovencita pudiera limpiarle todos los males, como si pudiera limpiarle el alma solo con su presencia. Al lado de ella sus manos ya no estaban hechas para lastimar, sino para abrazarla y sentir esa gran tranquilidad que solo ella podía darle.

Entre caricias y besos en el cuello, Alex empezó a arrimar libidinoso su gran sexo contra las nalgas de Ariana. Ella suspiraba complacida, se dejaba tocar y besar, y le encantaba sentir el pene duro de su hombre acariciando su trasero, buscando acogerse nuevamente dentro de ella.

Estuvieron un buen rato acurrucados de esta manera, sin dejar que saliera ni una palabra de sus bocas, pues no hacía falta porque el sonido del bombo de sus corazones hablaba por sí solo. Hasta que, en algún momento en el que Alex se hallaba acariciando el cabello de Ariana, notó algo que lo alarmó completamente.

Un poco más arriba de la ya conocida cicatriz que tenía la niña en el brazo izquierdo, el muchacho observó un extraño moretón que se le marcaba visiblemente en su pálida piel. Perturbado por esta señal, comenzó a detallar con más atención alrededor del golpe.

'Maldito sea el desgraciado que se atreva a poner un solo dedo encima de Ariana', pensó al encontrar más señales de maltrato que se extendían hasta su espalda.

Ariana permanecía complacida con los mimos de Alex, y se extrañó al dejar de sentir de repente aquellas grandes manos tocándola. La respiración del rubio se escuchaba agitada, lo cual la hizo voltear a verlo nerviosa. Se encontró con la mirada más enojada e intimidante que había visto alguna vez en él.

Se sintió muy asustada, como si hubiera hecho algo malo, pues tenía la sensación de que el cambio de humor repentino del muchacho tenía que ver con ella.

Alex sentía como la rabia empezaba a crecer dentro de sí, e inmediatamente recordó aquel día en el que le había visto un moretón en su rostro . Esa vez, sin ninguna duda él supo reconocerlo como un golpe, pero ella le había dicho que solo se había golpeado torpemente con una estantería. Le había mentido.

No estaba enojado con ella por haberle ocultado la verdad, sino que estaba furioso con quien sea que le había provocado tales abusos. No podía soportar la idea de que algún infeliz la estuviera maltratando, simplemente no podía pasar esto por alto. Su preocupación era casi posesiva, casi una combinación de rabia con necesidad. Él mismo no creía que sentirse así fuese demasiado sano, pero poco le importó, decidió dejar correr el sentimiento. Desde esta noche tenía derecho a preocuparse por ella, pues era su chica, ¿no?.

Se refirió a Ariana entonces:

  • ¿Quién te golpeó aquí? — dijo con el tono más serio que su ronca voz podía producir, mientras intentaba tocar muy delicadamente los cardenales en su brazo.

Ariana se quedó de piedra, no sabía qué responder. Debido a la magia que se venía sosteniendo, había olvidado por completo el maltrato de su padre ese mismo día por la mañana. Permaneció callada, pues sabía que no podía salirse por la tangente esta vez.

  • No me vas a decir de nuevo que fue una estantería verdad? — dijo él
  • No es nada — dijo ella volteando la cara, no tenía ganas de hablar de eso, no en este momento.
  • Vamos Ariana, puedes contarmelo.
  • No, no quiero — fue lo único que pudo decir con la voz quebrada, antes de deshacerse en lágrimas.

Aquello le rompió el alma a Alex, no podía soportar escucharla llorar, no podía soportar que se derramaran lágrimas por su rostro. Se sintió completamente estupido por haber usado un tono de voz tan serio. Con un tono más calmado le dijo:

  • Hey, solo dime quién te ha hecho esto, estoy preocupado por ti nena

Ella nunca creyó oír esas palabras saliendo de la boca de Alex. Se sentía muy bonito sentirse protegida, saber que le importaba tanto al hombre del que estaba enamorada. Mas sin embargo, más allá de lo agradable que era escuchar aquello, Ariana no podía contener sus lágrimas, porque recordar ahora mismo el infierno que vivía en su casa era inoportuno, era cruel.

Era demasiado injusto que se destruyera de un momento a otro el romance que se venía estrechando por culpa del desgraciado de su padre. ¿Que acaso nunca iba a dejar de arruinar su vida? ¿Que acaso no iba a dejarla en paz incluso en los momentos más felices, incluso cuando ni siquiera estaba presente?. No cabía duda de que la vida siempre había sido sumamente cruel con ella, y no podía soportarlo más.

  • Fue mi padre — dijo ella en voz baja, tratando de secarse las lágrimas.

La rabia en Alex se había hecho con una puerta entera para salir de adentro de él. ¿Cómo era posible que a una criatura tan bella e inocente se le pudiera poner una mano encima con la intención de lastimarla?. Era completamente inaceptable.

A Alex no le cabía en la cabeza que Hector tuviera el atrevimiento, el descaro de ultrajar a su propia hija, aun sabiendo que era una niña a la que no había absolutamente nada que reprocharle, sino al contrario, que había que elogiarla siempre.

  • ¿¡Qué!?¿¡Cómo es posible!? ¿¡Te ha golpeado más veces!? — le pregunto Alex indignado, furioso.

Ella solo asintió con la cabeza mientras que la sangre le hervía a Alex de solo imaginar al desgraciado del padre de Ariana atreviéndose a levantar una mano encima de ella.

Le vinieron a la mente los escasos recuerdos que tenía de Hector, de cuando solía cuidar a una pequeña Ariana. Recordó que el tipo no quería mucho a su hija, y de hecho, recordó que muchas veces, cuando llegaba para cuidar de ella, la encontraba llorando a causa de los regaños de este, producto de alguna estúpida bronca sin sentido. Recordó que Hector era un maldito bastardo.

En aquel tiempo, él llegaba para animarla, para consolarla y protegerla, siendo así su salvador. Trataba siempre de cesar sus lágrimas invitandola a jugar en su casa algún videojuego o lo que sea que pudiera calmarla. Ella lo único que deseaba era poder abrazarlo, decirle lo mucho que lo quería y agradecerle infinitamente por animarla y protegerla siempre, pero se conformaba simplemente con estar a su lado mientras él le enseñaba pacientemente a disparar en esos videojuegos violentos que a él tanto le gustaban.

Alex ahora mismo quería hacer lo mismo que en esa época; cuidarla, reconfortarla y protegerla con todas sus fuerzas. Era inaceptable que la joven viniera viviendo lo mismo, o incluso peor, desde que era una niñita. Se sentía con el derecho y con la obligación de actuar frente a lo que sea que estuviera ocurriendo, porque era obvio que no había nada que ella, tan joven y tan indefensa, pudiera hacer al respecto.

  • Escúchame, si te sigue maltratando voy a ir a acabar con él, no me importa que sea tu padre. — dijo él con el tono de voz más seguro y más amenazante que ella le hubiese escuchado nunca.

Ariana se quedó callada y permaneció inmóvil. Si bien odiaba demasiado a su padre, no estaba bien desearle algo como eso, porque hacerlo la convertiría en alguien igual de despreciable que él. Ella no era así, ella era noble, ella no era una mala persona.

  • No digas eso Alex...
  • Pero Ariana, no puedo soportar que esté pasando esto contigo — dijo firmemente — No me perdonaría nunca permitir que ese bastardo te siga haciendo daño, antes lo mataría primero y...
  • Basta Alex, por favor… — dijo ella haciendo que Alex callara de repente — Yo tampoco puedo soportar que digas esas cosas.

Alex se quedó desconcertado de un momento a otro, pero entendió que ella no quería seguir hablando de ese tema. Por ahora no diría una palabra más, pero se prometió que después investigaría a fondo lo que ocurría en casa de Ariana para hacer algo al respecto. Estaba completamente seguro de que haría pagar a Hector por lo que le hacía a la joven.

  • Vale, entiendo. — dijo el muchacho en lo que se volvía a acomodar con ella.

Ambos habían quedado con un amargo sabor de boca como es lógico, e intentaron dejar de pensar en ello. Pero fue imposible, ninguno de los dos pudo sentirse igual de bien que antes. Alex quedó con una gran incertidumbre y completamente furioso, lo cual no le gustaba para nada, pues no quería desperdiciar el momento con su chica pensando en otra cosa que no fuera disfrutar de ella.

Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina para llenar nuevamente su vaso con un trago. Ariana lo observó salir de la habitación mostrando su gran cuerpo completamente desnudo. No pudo evitar pensar en lo bien que se veía, así como tampoco pudo evitar pensar en lo mal que se había frustrado su noche con él.

Miró el reloj de pared que tenía el muchacho en su cuarto, se dio cuenta de que ya era bastante tarde. Aunque hubiera querido quedarse un rato más con él, Ariana sabía que no podía, pues preocuparía mucho a su madre si no llegaba a tiempo, y enfurecería demasiado a su padre si se daba cuenta de que no estaba en casa. Las consecuencias serían absolutamente catastróficas para ella.

Después de haberse tomado otro trago, Alex sentía que aún no era suficiente para sentirse bien. Fue entonces cuando recordó que tenía una pequeña dosis de cierto "potenciador" que creyó que podría devolverle el ánimo. Se la había regalado hace tiempo un hombre con apariencia de mafioso como muestra de agradecimiento y admiración por haber ganado una pelea y por haberle hecho ganar mucho dinero gracias a esto.

Ariana estaba buscando su ropa por el piso cuando escuchó al muchacho desde la cocina sorbiendo ruidosamente por la nariz. No le prestó mucha atención sino hasta que Alex entró por la puerta con una actitud extraña, apretando los ojos y sosteniendo con una mano la botella de licor y con la otra un vaso.

A la muchacha le pareció notar que Alex se veía repentinamente lleno de energía. Algo en sus movimientos, que eran más rápidos y acertados lo delataban, aunque ella inocente, no caía en cuenta de lo que en verdad pasaba.

Alex al observar que Ariana se había levantado de la cama y estaba recogiendo su ropa, dijo inmediatamente sin ocultar su descontento:

  • ¿Que haces muñeca?
  • Se me hizo tarde, debo volver a casa. — respondió ella.
  • Pero la estábamos pasando bien. — dijo con una sonrisa y una mirada inusual, casi oscura.
  • Alex, le prometí a mí madre que no tardaría mucho, y mira la hora que ya es. — dijo mientras se ponía su sostén.

Él hizo una mueca de fastidio.

  • Vamos, no pasa nada, ¿la puedes llamar, no? — dijo mirándola fijamente — Dile que te vas a quedar en casa de alguna amiga o algo así. Además no puedo llevarte así.

Alex se molestó debido a que él quería continuar con la diversión ahora que se sentía increíble, pero no contaba con que además de lo tarde que era, ella no se sentía en condiciones de continuar debido a la maraña de pensamientos desfavorables en su cabeza.

  • No puedo, de verdad. Además no me siento ya con ánimos, debo ir a mi casa a descansar.
  • Tomate un trago — dijo él mientras le indicaba la botella. — Te devolverá los ánimos.

La joven negó con la cabeza decididamente y continuó vistiéndose.

  • Quédate — dijo Alex esta vez más seriamente.

La joven lo miró fijamente un tanto extrañada, sentía una vibra inusual alrededor de Alex, algo que no cuadraba. Ariana dio un paso atrás y él arqueó las cejas confundido.

  • ¿Qué pasa? — dijo él dando un paso al frente.
  • Estás raro — dijo ella
  • No me pasa nada — dijo volteando la mirada, sintiendo que ella podría descubrirlo. Trató de recomponerse y le dió a Ariana una sonrisa tratando de parecer normal.

Lejos de hacerlo, a Ariana le pareció demasiado fingida y no le gustó para nada. Tampoco le gustaba la manera en que la estaba mirando en ese momento, como algo que estaba dispuesto a alcanzar, como un cazador observando su presa. Supo que definitivamente algo no estaba bien en él y que tenía que alejarse rápido.

  • Me tengo que ir — dijo ella tragando saliva pasando a un lado de él después de haberse acabado de vestir.

Alex fue detrás de ella y la tomó del brazo para detenerla. Le sintió la piel suave y frágil bajo su mano.

  • Espera… ¿por qué no quieres quedarte? — le preguntó seriamente — ¿Qué no ves que no puedo llevarte así?
  • Ya te dije porque no puedo — respondió ella — Tomaré un taxi.

Alex la miró frunciendo el ceño. ¿Por qué tenía que ser tan terca?.

  • ¿Un taxi? Ariana, no voy a estar tranquilo — dijo él con tono molesto.

Ella empezó a sentirse asustada mirando su brazo donde él la estaba sujetando, sintió que la comenzaba a sostener más fuerte y trató de removerse, pero él no la soltó.

  • Hey... no te vayas, quédate esta noche, nos divertimos otro rato y mañana te llevo a tu casa. — dijo él tratando de sonar más tranquilo, nuevamente con esa expresión tan fingida y tan extraña
  • Alex, me estás lastimando — le dijo ella

El muchacho pareció reaccionar de repente soltandola y dándose cuenta de que lo que menos quería en el mundo era hacerle daño a la joven, pero ya era demasiado tarde, ella estaba muy asustada debido a su comportamiento.

Cuando Ariana se miró el brazo en el que Alex la había sujetado, se dio cuenta de que tenía sus dedos marcados en la piel. Aquello la descompuso totalmente, la transportó directamente a ese lugar de su mente en el que no le gustaba estar.

  • Lo siento… — dijo él arrepentido por haberla sujetado de esa forma.

Sin embargo, dado a que su cuerpo actuaba por sí solo y su mente se había perdido completamente, no quiso entender que era inútil tratar de convencerla más tiempo y decidió insistir una última vez.

  • Animate Ariana, quédate y cogemos un rato más, ¿Qué no es eso lo que quieren las chicas como tú? — dijo Alex con una sonrisa, sin medir las consecuencias de lo que decía.

Las palabras le llegaron a Ariana en una ráfaga de frío que la dejó completamente petrificada. Tragó saliva, y quiso preguntar, aunque sabía muy bien a qué se refería él.

  • ¿Las chicas como yo? — preguntó, pero la voz le salió débil y chillona.

El rubio la miró seriamente, y por más que ella lo intentaba, no veía en aquellos ojos a Alex por ninguna parte.

  • Ya sabes a qué me refiero; las chicas que… Antes no lo eran — dijo él tranquilamente.

La rabia se encendió dentro de ella como un fogonazo. Era suficiente, no iba a soportar eso.

Le dio la espalda y se alejó de él para terminar de recoger sus cosas e irse. Le dolía todo. Se sentía rota, ese había sido un golpe bajo.

  • Ariana, de verdad lo lamento, no debí decir eso… — había comenzado a decir él cuando se dio cuenta de su error.

  • ¡Tú no sabes nada! — dijo ella interrumpiendolo abruptamente — No sabes nada de mí y no sabes nada de las chicas como yo. No somos objetos, Alex, no estamos aquí esperando que algún idiota como tú piense que nos hace un favor cogiendo con nosotras! — le dijo con mucho desprecio.

Ariana estaba completamente cabreada y decepcionada, la voz le salía quebrada y sentía como sus ojos no podían retener más tiempo las lágrimas. No podía creer lo ilusa que había sido de nueva cuenta. Después de haber pasado el mejor momento juntos, Alex la había lastimado de la peor forma.

  • De verdad creí que esta vez era diferente, pero veo que estaba equivocada. No debí ser tan tonta. — dijo ella mirándolo a los ojos esta vez, con un destello de rabia tan amargo que Alex no sabía cómo librarse de esta. — Por lo que veo para ti solo soy una trans necesitada de sexo, y no te das cuenta de que, yo… yo anhelo más que eso... Tú no sabes lo dura que ha sido mi vida para que vengas a decir que lo único que quiero es coger contigo... — El dolor era insoportable, ya no podía siquiera hablar, no podía mantener su voz firme, porque sentía como si fuera a caer inconsciente en cualquier momento — Sabes, creo que fue un terrible error haberme enamorado de ti, Alex. — fue lo último que pudo decir para desahogar su ira y su desilusión.

Alex estaba estático en su lugar. Las palabras lo habían calado por dentro. Lo último que había dicho la niña lo había destrozado por completo, lo había llevado de vuelta a un oscuro rincón en su mente donde alojaba recuerdos que no quería revivir nunca más.

Escuchó resonando en su cabeza palabras similares pronunciadas por Marlee años atrás; "enamorarme de ti fue un error". Era lo mismo que le había dicho Ariana. Su corazón parecía que había dejado de latir, porque aquella frase lo había paralizado y derrumbado amargamente, cientos de miles de veces peor que cualquier golpe recibido en alguna de sus peleas.

Trató de recuperar la postura y supo que lo había echado todo a perder en grande por su maldita estupidez. Era justo que Ariana se hubiera molestado tanto. ¿Acaso podría perdonarlo esta vez?.

  • Lo siento. No quise… — se quedó callado a media oración. La garganta se le cerró e iba a empezar a ahogarse rápidamente.

Ariana lo observó con los ojos cristalizados, mientras lagrimas recorrían sus mejillas. Se dio la vuelta y se alejó corriendo rápidamente en busca de su bolso, para salir del apartamento cerrando la puerta tras de ella con un portazo.

Alex la observó irse y todo se derrumbó dentro de él. Su imbecilidad la había lastimado de la peor manera, la expresión triste y defraudada que llevaba en el rostro no era más que su culpa, y se sintió tan estupido y enojado consigo mismo que lanzó con rabia al suelo la botella que había estado sosteniendo en la mano.

La niña de cabellos castaños huyó corriendo desolada del piso de Alex. El estruendoso sonido de la botella quebrándose puertas adentro la hizo sobresaltar. El vidrio al igual que ellos dos también se había roto abruptamente.

Se detuvo un momento en uno de los pasillos para apoyarse en las resquebrajadas y sordidas paredes y poder respirar en busca de calmarse.

La pobre se sentía más desdichada y patética que nunca. Dejó que sus lágrimas se derramaran inexorablemente por su rostro, y no pudo evitar pensar en que todo lo bonito que había pasado, se había reducido despiadadamente a solo cenizas.

Pues para ella no habia sido solo sexo, no se reducia a solo caricias, no habia sido solamente perder la virginidad. No. Para ella había sido una forma en la que ambos se demostraban que tan grande era lo que sentían como para haber llevado ese acto a cabo. Ella lo veía como una forma en la que él le prometía y demostraba que ya no le importaba si la había conocido antes, que ya no le preocupaba quién era, o quién fue.

Oh pero qué desgarradora y decepcionante es la realidad. Era por estas cosas que nunca se hacía ilusiones. No entendía cómo fue que esta vez se dejó engañar por su mente de esta forma. Seguramente había sido culpa del estupido alcohol. Sabía que no debía haber tomado porque iba a terminar arrepintiéndose. Sabía que no debía haber ido con Alex hasta su casa.

Se sentía como una idiota otra vez, por haber creido que él sentia lo mismo por ella. Se sentía usada, pues Alex se había aprovechado de su inexperiencia, de su amartelamiento y su falta de raciocinio a causa del licor para fornicar frívolamente con ella. Se sentía menospreciada, porque lo que había querido decir Alex es que las mujeres como ella nunca podrían encontrar el amor que anhelan y merecen, y en cambio tienen que conformarse únicamente con acostarse con un hombre, como si se tratara de una especie de caridad.

A lo mejor él tenía razón, y lo único a lo que podían aspirar las chicas como ella era eso. Seguramente tendría que resignarse a pasar su vida de esta manera, y eso era lo que más le dolía.

Aquel miedo que tenía en un principio de que Alex pudiera hacer trizas su corazón, tal vez no había sido una simple premonición, una desconfianza superflua, y lo que había acabado de ocurrir era la prueba de ello.

Ariana determinó que el amor solo es una mera ilusión, una fantasía de cuento de hadas en la que es supremamente difícil que una ínfima posibilidad ilumine benévolamente la vida de alguien con su chispa milagrosa, porque además, la vida de ella parecía que tenía aún menos probabilidades de ser iluminada por esa chispa algún día.

Tal vez había sido su propia culpa haberse ilusionado tanto. Tal vez había sido su propia culpa enamorarse.

Mientras tanto, en otro plano de la realidad, el muchacho estaba totalmente ido entre sus pensamientos. Algo le dolía tan adentro de él, que sentía que su dolor era capaz de hacer ruido, un ruido tan ensordecedor que le estaba reventando los tímpanos.

Se lanzó en su cama hecho un completo desastre. Sabía que todo era su maldita culpa, lo había arruinado una vez más y tenía la sensación de que esta vez era irreparable.

Estaba borracho, drogado y sobre todo enojado consigo mismo como no lo había estado en mucho tiempo. Se había pasado esta vez, maldijo el momento en el que decidió consumir esa porqueria, maldijo el momento en el que se la regalaron y maldijo el haberla recibido y haberla conservado.

La culpa le estaba acabando la cordura que le quedaba. ¿Cómo era posible que fuese tan insensato? ¿Por qué seguía fallando de la misma manera?.

La esencia que había dejado ella en su almohada solo lo hacía arrepentirse más y más. Solo quería poder traerla de vuelta para disculparse y poder abrazarla. Pero ya era inútil, ella estaba muy enojada y decepcionada, y lo que menos quería en estos momentos era verlo a él.

Ahora le importaba muy poco que la hubiese conocido de pequeña, le daba igual, solo quería tenerla en el presente. Quería verla, tocarla, quería estar cerca de ella y… volver a compartir momentos tan agradables como los que habían pasado juntos un instante antes de que lo echara todo a perder.

Maldita sea! Verla salir por esa puerta de la manera en la que había salido solamente confirmaba que pensar en no tenerla cerca nunca más lo estaba destrozando.

¿La habría perdido para siempre?. El solo hecho de imaginar algo como eso lo hacía temblar de miedo.

¿Cuánto poder había adquirido aquella niña sobre él?

Tenía control sobre sus emociones, sobre su comportamiento. Joder, incluso tenía control sobre su cuerpo. Pero este no era el momento para pensar en ello.

La pequeña niña le había arrancado el corazón y se había ido corriendo con él en sus manos, mientras él estaba allí, sangrando, sin saber cómo levantarse esta vez.

Sin embargo, sabía que el corazón se lo había arruinado él mismo, y que tendría que pararse el día siguiente tratando de no acabar también con su alma, o la de alguien más en el intento.


Después de pagar el taxi que la llevó, Ariana llegó a su casa intentando hacer el menor ruido posible. Rogó al cielo que su padre no estuviera o que al menos no la hubiera escuchado. Entró a su habitación y se sentó en su cama con la mente revuelta y el alma resentida. Había dejado su corazón en alguna parte del trayecto, soltandolo poco a poco en pedazos sin darse cuenta.

De alguna manera era estúpido sentirse tan mal por aquello, ella misma habia sido la definición de desconfianza y habia tenido miedo de que Alex pudiera lastimarla. Al final, haber dado ese paso al frente para dejar de temerle al amor había desembocado en una amarga desilusión.

Era nuevamente lo mismo, y no sabía cómo se permitió llegar tan lejos sabiendo cómo se comportaba la vida con ella cuando empezaba a tener ilusiones.

Alex era un completo caso perdido, y después de lo que pasó esa noche, ella perdió todas las intenciones que tenía de ayudarlo a organizarse, porque intentarlo era sacrificarse, y ella ya no podía sacrificarse por nadie más.

Respiró profundamente y se dijo a sí misma que ya no lloraría más. En el fondo ni siquiera sentía ganas de llorar, había llorado demasiado en su vida y Alex no iba a sacarle más dolor, se negaba a permitírselo.

Estaba acomodando la cama para acostarse a dormir y poner en freno al menos por unas horas su acritud, cuando escuchó el sonido de su pequeño móvil vibrando encima de su mesita de noche.

Era él. Tenía que ser él.

Efectivamente Alex la estaba llamando. Se debatió mentalmente unos segundos en si debía contestar. Decidió no hacerlo.

El muchacho lo intentó 3 veces más según lo que ella pudo contar. Se había superado esta vez.

Al cabo de un minuto reconoció el sonido de un mensaje entrante, y lo abrió con prisa tratando de no parecerse a sí misma desesperada.

"Solo quiero saber que estás bien, que llegaste a salvo" decía el mensaje.

A Ariana le sorprendió que Alex siquiera pudiese escribir con lo borracho que estaba.

Suspiró profundamente, tampoco deseaba que él siguiera llamando y molestandole, así que agarró su teléfono y tecleo rápido un pequeño mensaje:

"Estoy bien."

Casi de inmediato recibió una respuesta, sobresaltándose un poco.

"¿Ya llegaste a casa?"

"Si"  Respondió ella rápidamente y apartó su teléfono, no quería hablar más con él.

Estaba segura de que ni siquiera deseaba volver a verlo, porque aunque pensarlo le doliera y aunque lo más difícil sería tratar de olvidar todos los momentos con él, tanto los buenos, como los malos, ella sabía que era lo mejor para ambos.

Alex y ella eran una bomba de tiempo que había terminado estallando directamente en la cara de ambos. Los dos tenían la culpa en la misma medida en que eran inocentes.

Ariana se había mantenido cerca de él porque la hacía sentir bien, era amable y se había convertido en su amigo. Alex sin embargo era un cabezota, parecía que no aprendía de nada y se seguía equivocando de la misma manera y con la misma frecuencia.

Ella estaba saliendo lastimada y no era justo de ninguna forma, no cuando ya tenía otras heridas que reparar.


El día siguiente llegó para la joven como una exhalación. Lo poco que había dormido no era suficiente y estaba segura de que necesitaba descansar al menos un par de años más para poder levantarse a un nuevo día.

Abrió los ojos perezosamente cuando un ruido la sobresaltó un poco, y al voltear la mirada, se encontró con Hector parado al frente de su cama mirándola de manera fija.

Ariana dió un salto y casi le pareció que había dejado de respirar. Confundida, dirigió por instinto su mirada hacia la puerta, pues siempre cerraba con el pequeño seguro que solo podía ser abierto desde adentro.

Su padre sonrió hacia ella.

  • Parece que olvidaste poner el seguro anoche — dijo como si pudiera leerle la mente.

Estaba completamente asustada. El encuentro con su padre el día anterior había terminado muy mal. Tragó saliva fuertemente y miró al hombre enfrente suyo. No dijo nada y su padre sonrió de una manera tan macabra que la muchacha se removió en su lugar.

Lo único que podía pensar era en como salir corriendo en caso de que Hector viniera a terminar lo que le había prometido que estaba pendiente. En eso, el hombre habló haciendo que su voz grave la hiciera inquietarse por dentro:

  • ¿Dónde estabas anoche? — le preguntó seriamente.

Ariana se quedó pálida debido al sentimiento de terror que le recorrió el cuerpo. No sabía qué responder, sólo sabía que cualquier cosa que dijera no la salvaría de lo que su padre podía hacer.

Él la miró alzando las cejas indicandole que respondiera.

  • Estaba con unos amigos — dijo ella con voz chillona.

El hombre respiró exasperado.

  • Te pregunté dónde. — dijo con voz intimidante

  • En una fiesta — respondió ella tratando de sonar tranquila.

Hector soltó una risa falsa.

  • Tu madre dice que mientes muy mal. — dijo acercándose más a donde estaba ella — Tiene bastante razón en eso, balbuceas mucho.

Ariana decidió tentar un poco su suerte, aunque sabía que se arrepentiría muchísimo luego.

  • Lo dices porque tú eres muy bueno en ello ¿no? — dijo ella mirándolo arriesgadamente — Como cuando dices que no gastas el dinero en el casino y en putas.

Estaba esperando la paliza de su padre cuando el hombre la miró fijamente y sonrió con malicia.

  • Ahí está el pequeño bastardo lengua larga. — respondió con desprecio — Y hablando de putas, ya dime la verdad, ¿en donde estabas anoche?

Ariana le devolvió la mirada.

  • ¿Por qué te interesa?

El hombre suspiró sonoramente y caminó un poco más cerca.

  • Ayer te vi colgado del brazo de un vándalo — le habló de manera intimidante.

La joven tragó saliva y miró fijamente a su padre. Aquello sí que no podía ser peor. Se quedó pálida, temblando, al preguntarse si Héctor habría reconocido quién era el hombre con el que había estado.

Su padre continuó hablando al ver que Ariana se había quedado completamente sin palabras, pues seguía esperando el golpe de Hector en cualquier instante.

  • Es la primera vez que voy a apostarle a un bastardo de esos en una pelea, y resulta que me encuentro que andas metido por allá precisamente con el imbécil que me hizo perder mi dinero. — expresó con rabia — Y bueno, he de decir que me sorprendió un poco que cayeras tan rápido. — dijo escupiendo las palabras.

¿Ahora de qué demonios estaba hablando? La muchacha no entendía a qué se refería su padre.

  • ¿Caer? No entiendo — dijo ella evidentemente confundida.

  • Tú andas por ahí presumiendo tener dignidad y otro montón de chorradas. Siempre supe que era pura mierda.

Ariana le dedicó a su padre una mirada de no entender absolutamente nada. El hombre continuó hablando:

  • Yo sabía que tarde o temprano ibas a terminar siendo una puta. Es decir, no veo a qué más podrías dedicarte. Pero hay que ver que no quisiste esperarte ni un poco. ¿Al menos no pudiste aguantarte hasta irte de la casa? — terminó por decir su padre con tanto desprecio que Ariana lo único que deseaba era poder darle un golpe con todas sus fuerzas.

Ahí estaba nuevamente la condena de su padre, nunca iba a dejar de decirle aquello por mucho que ella intentara hacer como si no le importara.

La muchacha simplemente lo miró inexpresiva, no valía la pena decirle absolutamente nada.

  • ¿Es acaso una mentira? — preguntó él.

Ella respondió con tono cansado.

  • Sí, estuve allí. Pero no me estoy vendiendo, querido padre. — le dijo con una sonrisa falsa e irónica.

  • ¿Ah no? ¿Entonces quién era el tipo con el que estabas?

  • Un amigo.

  • No te creo nada — dijo él con desdén.

  • Puedes creer lo que quieras — dijo ella firmemente.

Antes de que se diera cuenta, su padre la agarró del mentón salvajemente, obligándola a mirarlo.

  • ¿Crees que me engañas con tu cara de tonta y esa actitud arrogante? — le escupió las palabras en la cara — Yo sé muy bien lo que eres, y si ese tipo no te pagó para que te acuestes con él, entonces es que te le ofreciste gratis como una puta zorra.

Hector le seguía sosteniendo el rostro de la manera más violenta, ella trató de removerse pero el agarre era demasiado fuerte.

El hombre la miró fijamente hasta que finalmente la soltó con una sonrisa de superioridad grabada en el rostro, sabiendo que ella no podía hacer nada al respecto.

  • Más te vale que no te vuelva a ver con ese tipo — dijo Héctor — O te echaré de la casa, no me importa lo que diga tu madre.

Ariana tenía la cara adolorida y quería salir corriendo hasta un lugar en donde su padre no pudiera encontrarla nunca.

Al menos parecía que el hombre no había reconocido que se trataba de Alex, su antiguo cuidador, quien estuvo con ella en la noche de la pelea.

Héctor caminó lentamente hasta la puerta de su habitación y antes de salir, volteo a verla y le dijo rencorosamente:

  • Por cierto, debido a que ayer no le aposté a tu noviecito, el hijo de puta me hizo perder mucho dinero, así que por su culpa tú tendrás que devolverme hasta el último centavo.

La pobre estaba totalmente paralizada, no creía que pudiera ser en serio lo que él mezquino de su padre reclamaba. ¿Pagarle lo que él apostó?. No sólo era injusto, sino que era despreciable, rastrero, aprovechado.

  • ¿Me oíste, pequeño marica? — gritó Héctor de manera amenazante.
  • Sí — dijo ella nerviosa
  • Bien — dijo él con una mirada de odio antes de salir de su habitación.

La muchacha pudo respirar con normalidad en el momento que se levantó rápidamente y cerró con seguro la puerta tras la salida de su padre.

La situación se estaba volviendo completamente insostenible. Primero Alex, y ahora su padre repitiéndole la misma condena le golpeaba la sien con un ardor inaguantable.

Se levantaba cada día, se demostraba a sí misma y trataba de demostrarle al mundo que su vida no tenía límites establecidos, que podía ser quien ella quisiera. Pero empezaba a creer que iba a morir en el intento de lograrlo.

Ariana ya no sabía cómo construir su propia salida de aquello si sentía que ya no tenía fuerzas para nada más. Estaba cansada de todo, incluso de ella misma.

Tenía que encontrar la manera de romper con esa triste y desalentadora realidad, o por lo menos hallar una manera de escapar de ella fugazmente, porque de lo contrario iba a terminar más destruida de lo que ya estaba.


Los siguientes días fueron pésimos para Alex. No se hallaba con nada, no mantenía ni un segundo con buen humor. No paraba de estar enojado consigo mismo, con su propia estupidez.

Seguía pensando en Ariana. En lo que le había hecho y en lo que le había dicho. Se recordaba a sí mismo y juraría que había sido un hombre completamente diferente esa noche, alguien que no quería ser.

Llevaba casi dos semanas en las que se había dejado arrastrar a un estado de delirio perpetuo del cual creía no se podría volver a recuperar. No había podido saber nada de ella, la muchacha se negaba a contestar sus mensajes o a atender sus llamadas. Había ido varias veces a buscarla a La Fuente, pero ella se negaba rotundamente a verlo, o a atenderlo.

En su lugar, Ariana enviaba a su amiga, quien ni se esforzaba por esconder su expresión de ira en la voz y en el rostro. "¿En qué estabas pensando?”, “¿Por qué la lastimaste así?”, “No la mereces”. Le decía la muchacha molesta y sin pelos en la lengua, reclamandole por haber dejado desconsolada a la pequeña niña.

  • Solo quiero verla, necesito hablar con ella, por favor. — le pedía Alex suplicante uno de los días en los que fue a buscarla al restaurante.

  • Ariana no quiere verte. Será mejor que dejes de venir aquí. — le dijo Jenifer cansada de tener que atenderlo.

Incluso había ido a buscarla a su barrio, ese en el que ella se negó a que pudiera conocer la ubicación de su casa,  pero solo la encontró en la imagen que saturaba su propia y terrible soledad. Le dolía más de lo que podía admitir que Ariana lo estuviera evitando de manera tan ardua. Parecía que se había decidido a dejar de hablar con él definitivamente.

Alex aprendió que Ariana, al igual que las demás mujeres, cuando se enoja contigo te deja una sensación de malestar y culpabilidad que es muy difícil que se vaya hasta que ella te perdone. Muchas veces intentó mentirse a sí mismo diciendose que no le importaba demasiado, pero siempre terminaba buscándola de uno u otro modo.

No recordaba haber sentido algo parecido antes; una mezcla de remordimiento, ansiedad e ira consigo mismo. No tenía a nadie a quién culpar por ello más que a sí mismo y eso lo hacía sentir más frustrado.

Desesperado, había buscado alivio al menos de manera momentanea en el alcohol y en el sexo. Tomaba más de lo habitual y quedó unas cuantas veces con una amiga que solía frecuentar para distraerse un poco de sus problemas. Ambos tenian claro que lo único que buscaban eran las mismas cosas: algo de compañía y sexo.

Sin embargo, nada parecía funcionar para animarlo. La cerveza le sabía horriblemente amarga y parecía que el único cuerpo que podía remediar su malestar era el de la dulce muchachita.

Él solo deseaba ver a la niña de cabellos castaños, saber que estaba bien, decirle que lo sentía y prometerse a sí mismo que jamás volvería a lastimarla.

Era egoísta y él lo sabía. Porque sabía profundamente que lo mejor para ella era no tenerlo cerca.

Pero… ella era su salvación.

¿Y qué pasaba con lo que él sentía? ¿Acaso no importaba? ¿No importaba que él quisiese mejorar?

Al universo le daba igual.

Había dejado de asistir al gimnasio por varios días, hasta que recibió una llamada de su entrenador preocupado, obligándolo a levantarse malhumorado para ir a su entrenamiento, aunque no tuviese ganas algunas de moverse.

Llegó al gimnasio y se colocó a lo que iba, con una de las peores caras que había llevado a ese lugar.

Marco se encontraba al otro lado del gimnasio mirándolo curiosamente. Alex debería estar contento, había ganado una gran pelea, bastante dinero y ni hablar de la joven sonriente con la que estuvo aquella noche.

¿Qué lo tendría de tan mal humor?. Esperaba que no fuera lo que estaba pensando.

Le preguntaría luego, después de todo necesitaba hablar con él. Tenía malas noticias.

Marco esperó a que el muchacho hubiese acabado su entrenamiento para acercarse a hablar con él. Quería sonar tranquilo y no preocupar al joven.

  • Glanton — lo llamó.

El mencionado volteó con mala cara y simplemente se acercó hasta donde estaba su entrenador que le ofrecía una botella de agua. Se sentó a su lado y dio un sorbo grande. Tenía las manos adoloridas y el pecho le seguía doliendo.

  • ¿Qué te tiene tan de malas hoy? — le preguntó el hombre a su lado.

Alex se limitó a levantar los hombros, no era como si pudiera contarle lo que le pasaba.

  • No me pasa nada — dijo cortantemente.

El hombre suspiró, pues sabía bien que no sacaría demasiado de aquel joven.

  • Te tengo una pequeña mala noticia, o bueno, no sé como te lo vayas a tomar — dijo Marco tratando de sonar tranquilo.

Alex rodó los ojos, no podía creer que algo más le pudiese suceder.

  • ¿De qué se trata?

  • Barú parece que no quedó demasiado contento con el resultado de la pelea. Quiere luchar de nuevo. — dijo Marco tomando un tono más serio esta vez.

  • No quiero pelear en este momento Marco, no necesito dinero y no tengo ganas. Dile que no.

  • Ya lo hice. — respondió Marco.

  • ¿Entonces?

  • El tipo no quiere una pelea justa.

  • ¿Qué dices? — preguntó el muchacho confundido.

  • Nos está ofreciendo dinero, de hecho mucho dinero, para que se organice otra pelea, solo que con un resultado diferente.

Alex miró a Marco sorprendido.

  • ¿¡El tipo quiere que le deje ganar!? ¿¡Pero qué clase de imbécil es!?
  • Barú alega que la anterior pelea le afectó mucho a su reputación, y el tipo tiene pasta Glanton, ofreció mucho dinero. — finalizó Marco.

Alex le dirigió una mirada rabiosa.

  • No — fue lo único que dijo.

Por ningún motivo iba a dejar que un imbécil con dinero tratara de comprarle, no era una puta y él peleaba de manera justa siempre.

  • Bien, sabes que respeto tu decisión, pero debes saber que estos tipos no son mucho de fiar.

  • Me da igual, no voy a hacerlo — dijo Alex definitivamente.

  • Muy bien, les diré que no has aceptado entonces. Pero sería bueno que tengas un poco de cuidado en estos días.  — terminó Marco.

El entrenador se iba a levantar del asiento cuando recordó que aún había algo más que quería tratar con el boxeador. Sólo que esta vez no sabía exactamente cómo comenzar. Se rascó un poco la nuca y habló más amable sin el tono serio.

  • Glanton, la muchacha con la que estuviste por aquí el jueves... — dijo atrayendo inmediatamente la mirada del rubio.

  • Había dos mujeres conmigo esa noche — respondió Alex cortantemente.

  • La niña de cabello castaño — dijo Marco

Se trataba de Ariana.

  • ¿Qué pasa con ella? — respondió el muchacho tratando de mostrar desinterés.

  • ¿De dónde se conocen? — preguntó el hombre seriamente.

A Alex le molestó un poco la pregunta, ¿Qué le importaba eso a su entrenador?. Marco nunca hacía preguntas de ese tipo porque sabía que Alex no se las respondería, pero en esta ocasión parecía bastante decidido a obtener una respuesta por parte de él.

  • ¿Por qué te interesa? — preguntó Alex esta vez fastidiado.

Marcó solamente respiró profundamente antes de responder.

  • Es mi sobrina.

El boxeador volteó a mirarlo demasiado sorprendido, eso sí que no se lo había esperado en un millón de años. Sus expresiones lo traicionaron exponiendo notoriamente toda su consternación e incomodidad.

Si era cierto que Marco era el tío de Ariana, eso significaba que sabía respecto a ella. Respecto a su… condición.

Se sonrojó levemente, trató de apartar la mirada y tragó saliva.

  • ¿Tu sobrina? — preguntó Alex con tono más cauteloso.

  • Si, Ariana es mi sobrina. Es la hija de mi hermana — respondió tranquilamente.

  • Ya.

  • La verdad es que me sorprendió verte con ella.

  • Solo somos amigos. — dijo Alex inmediatamente.

  • Pensaba que ustedes estaban saliendo. — dijo su entrenador sorprendido. — Es la primera chica que traes a una de tus peleas y bueno… Franco dijo que te pusiste muy celoso cuando se acercó a ustede…

  • Tú sabes cómo es Franco, es un maldito retrasado, solo dice estupideces. — dijo Alex interrumpiendo a su entrenador.

Alex se sentía demasiado incómodo. Era la primera vez que hablaba sobre Ariana con alguien que de verdad la conocía. Pero lo que más lo hacía sentir extraño y avergonzado era que su entrenador de tantos años resultó siendo el tío de la chica que tanto lo hacía sufrir.

  • Además, yo no estaba… celoso — dijo él. No se lo creía para nada.

El hombre se rió evidentemente divertido por la forma en la que había puesto al muchacho.

  • Nunca te había visto tan nervioso Glanton, pensé que jamás lo haría — le dijo Marco burlándose un poco.

Alex se limitó a mirarlo de mala manera. Marco se quedó callado un momento antes de continuar hablando.

  • Es una buena chica, si me preguntas. Ha tenido muchos problemas. — dijo el hombre soltando un pequeño suspiro.

  • ¿A qué quieres llegar, Marco?

  • Bueno, ¿Tú sabes que ella...? — dijo poniendo voz cautelosa

El rubio supo inmediatamente a qué se quería referir él y respondió sin dudar.

  • Si, lo sé. Y mira, realmente no necesito que me digas nada al respecto, yo mismo he sido todo un lío con el tema y… — Marco lo interrumpió antes de terminar.

  • No me digas que te sientes inseguro, Alex — dijo Marco llamándolo esta vez por su nombre.

El muchacho solamente lo miró con los ojos muy atentos. Marcó suspiró, era obvio que Alex se sentía inseguro respecto a Ariana la mayoría del tiempo, y eso lo molestó en el fondo. Pero sabía que era mejor tratar de ayudarle al joven boxeador a entender algunas cosas.

  • Escúchame muchacho, he visto a esa niña desde que nació. No solo soy su tío, también soy su padrino, y la apoyé rotundamente con su cambio, porque no podía estar más seguro de lo que es ella. — Al articular esto, Marco dirigió su mirada hacia Alex atentamente. — Solo puedo decirte que es una chica en todo el sentido de la palabra, siempre lo supe.

  • ¿Qué estás tratando de decirme? — dijo Alex volteando a verlo también.

Marco suspiró cansado, de verdad que el muchacho era un caso perdido.

  • Intento decirte que si te gusta mi sobrina no eres homosexual.  — dijo más alto intentando hacerlo reaccionar. — No tienes porque sentirte confundido, ni tu masculinidad ni nada cambiará por quererla. Yo sé que la quieres, lo pude ver claramente ese día y lo veo ahora que estamos hablando sobre ella. No puedes esconder tus emociones, Alex.

Aquel hombre sí que podía leerlo muy bien. Alex dio un gran suspiro.

  • Todo esto es un lío. — dijo el muchacho.

  • El único lío es que no quieres aceptar lo que sientes porque estás asustado, Glanton. Pero vamos, nunca has sido un cobarde, o eso es lo que creía yo.

  • No lo soy… pero... — no entendía cómo era que no podía formular oraciones adecuadamente. Su entrenador lo había dejado sin palabras.

Marco se levantó finalmente del asiento dejando a Alex con mil cosas dando vueltas en su mente.

  • Nos vemos Glanton, espero te haya servido un poco lo que hablamos. Cuidate. — dijo el hombre antes de alejarse de él dirigiéndose a su oficina.

Alex sólo pudo asentir con la cabeza mientras se quedó reflexionando ante las palabras de Marco.

Qué caso tenía ocultar algo que era tan cierto como que se sentía extremadamente vivo cada vez que la veía sonreír. Qué caso tenía ocultarle al mundo que estaba profundamente rendido ante aquella muchacha.

Inmediatamente supo que estaba perdiendo el tiempo. Debía ir a recuperarla para no dejarla ir jamás.

Pero supo que necesitaría de la ayuda de alguien más para lograrlo, porque de lo contrario Ariana volvería a evadirlo como venía haciendo.

Guardó todas sus cosas en su mochila y salió de los vestidores apurado para abandonar el gimnasio. Sin embargo, alguien lo detuvo poniéndose abruptamente frente a él en uno de los pasillos. Era Franco.

  • Ey… Glanton! ¿Qué pasa, estás de salida?
  • No tengo tiempo para chorradas — dijo Alex pasando a su lado sin intención de detenerse.
  • ¿Y para qué clase de "chorradas" si tienes tiempo entonces, Glanton? ¿Para acostarte con travestis?

De alguna forma, el moreno había escuchado toda la conversación del boxeador y Marco a través de un rendija en la pared de los vestidores, y no dudó en acercarse al rubio para provocarlo con algo que sabía que iba a irritarlo demasiado.

Alex volteo inmediatamente, con la mirada esparciendo fuego como un lanzallamas. Franco lo miró con una sonrisa irónica en el rostro, intentando molestarlo más.

  • ¿Qué dijiste, hijo de puta? — dijo Alex devolviendose furiosamente.
  • Lo que escuchaste, Glanton. Pero espera te digo una cosa más; te juro que nunca habría sospechado que lo que trajiste aquella noche no era una mujer.

Franco se burló soltando una gran carcajada, haciendo que a Alex le hirviera aún más la sangre y dejara su mochila en el suelo para alistar sus puños.

  • No puedo creerlo, de verdad — seguía diciendo Franco entre risas denigrantes — No sabía que al gran Alex Glanton le gustaban ese tipo de maricones...

Alex no iba a perdonar nunca que Franco hablara así de Ariana. Esta vez no tuvo que pensar demasiado para actuar. Esta vez no estaba la muchacha para detenerlo, aunque estaba seguro de que ella hubiera estado agradecida por tomar represalias.

Estiró el brazo con tanta rabia, que dejó escapar toda su fuerza neta en un solo puñetazo, clavándoselo a Franco directamente en la cara.

El moreno cayó inmediatamente al suelo quedando inconsciente y sin saber ni siquiera en qué momento Alex lo había derrumbado de esa forma.

El muchacho por su parte quedó satisfecho por haberse desquitado con el tipo más irritante del gimnasio, y aunque hubiera querido acabar totalmente con él, aquello logró liberar un poco de la rabia que tenía acumulada en el cuerpo. Además, esperaba que con esto Franco por fin aprendiera a preocuparse por sus propios asuntos.

Salió del gimnasio cansado y dió un suspiro. Buscó su moto en la oscuridad del estacionamiento y miró a la luna, que esta noche era tan blanca como cierta persona que llevaba clavada en la cabeza.

Recordó nuevamente lo que le había dicho Marco, y meditó un poco antes de hacer lo que iba a hacer. Pero cuando lo hizo, supo que era lo correcto y lo más acertado para acabar con su martirio lo más pronto posible.


Marlee se encontraba atareada hasta decir ya no más. Preparar una boda llevaba más trabajo de lo que había imaginado. Invitaciones, comida, personas, vestido, y un sin fin de cosas más por atender.

Estaba ya bastante agotada con todo ello. El problema de casarse con Gabriel era que su padre deseaba que su hijo favorito tuviera la boda del siglo.

A Marlee le resultaba irónicamente trágico que su prometido tuviera tanto y Alex tan poco. No pudo evitar sentir un poco de lástima por el hermano mayor.

Su problema el día de hoy era el vestido. Ya había ido anteriormente a casi todas las tiendas de vestidos en la ciudad, pero no la había convencido ninguno hasta el momento, por lo que tenía pensado ir esta vez a uno de los lugares más exclusivos, donde podría buscar entre muchísimos modelos preciosos y únicos, pero como no podía ser de otra forma, bastante más costosos. No quería gastar tanto dinero sin antes tener una segunda opinión que la respaldara, entonces decidió pedirle a Ariana que la acompañara.

En la noche de la pelea de Alex, Marlee había quedado con la joven en que la iba a llamar en los próximos días para que le ayudara con algunas cuestiones de su boda. Y así fue que ambas quedaron de verse un sábado por la tarde en un centro comercial.

Marlee no quería tener que ir sola a buscar un vestido de novia. Era hija única, básicamente no tenía demasiadas amigas y todas se encontraban ocupadas. Su madre ya la había acompañado varias veces, pero sentía que envés de ayudarla, la mayoría del tiempo solía complicar un poco más las cosas.

Pero confiaba plenamente en que la opinión de la muchacha le iba a ser de mucha utilidad, pues aparte de ser una chica muy agradable, parecía ser alguien con quien puedes pasarte horas hablando sobre moda.

Aquella niña le caía realmente bien, pues siempre se mostraba como alguien sencilla y cordial. Aparte la rubia quería aprovechar para establecer un marco amistoso con ella. Fácil y así averiguaba un poco más sobre ella y su relación con Alex.

Para Ariana, honestamente la petición de la mujer le había resultado bastante inesperada, y teniendo en cuenta que era la novia del hermano de Alex, no sabía muy bien cómo actuar. ¿Acaso debía sospechar algo?.

Pero, por otra parte, estaba muy emocionada por ver vestidos de novia. Era una especie de fantasía por cumplir que seguramente le ayudaría a olvidar al menos por un rato todo lo malo que venía acumulando en las últimas semanas.

Llegada la hora de reunirse con Marlee, Ariana se encontraba en el centro comercial en el que la había citado la rubia. En cuestión de unos cuantos minutos esperando en la entrada, Marlee llegó saludandola y abrazándola alegremente.

  • Estoy muy contenta de que hayas aceptado acompañarme, Ari. — decía Marlee entusiasmada.
  • No hay de qué, en serio. — dijo la joven sonriente.
  • Ay de verdad que eres una ternura!

Las muchachas empezaron a caminar animadamente por el centro comercial, platicando de esto y de aquello. Marlee le contaba de los dolores de cabeza que conllevaba preparar una lujosa boda, y Ariana le contaba un poco sobre sus estudios y su trabajo. Sentía que no había nada más de lo que pudiera hablar que pudiera comprometer su mentira con Alex.

Aunque se preguntó por qué seguía con esta farsa. Ella sabía que alejarse de Alex también significaba confesar que ellos dos nunca tuvieron absolutamente nada más allá de una amistad rota. Seguramente revelar la verdad podía afectar mucho al muchacho, pero ella sentía que era lo menos que se merecía.

  • Ariana, espera! Entremos a esta tienda. — le dijo la rubia sacándola súbitamente de sus pensamientos.

Ariana volteó la vista, pero vió que no era una tienda de vestidos de novia, sino que se trataba de una renombrada tienda de ropa femenina. Allí se encontraba sin lugar a dudas las prendas más finas y más preciosas que alguna vez pudiera llegar a adquirir. No era raro que hubiera una boutique de estas en el centro comercial en el que estaban, pues este era también uno de los más caros a los que se podía ir de compras.

  • Oye mira! Ese conjunto está hermoso! — decía Marlee observando desde el escaparate en el que se exibia ropa de lo más encantadora, entre ella un lindo conjunto negro de top y falda larga con estampado de lunares blancos.
  • Ay sii, y mira este otro que lindo! — decía Ariana señalando un magnífico conjunto de minifalda beige con cinturón de lazo y una delicada blusita blanca de hombros descubiertos y encaje en los bordes.
  • Woow es muy precioso. Estoy segura de que a ti te debe quedar divino.
  • Ay no no, no lo creo — decía la joven castaña riendo apenadamente.
  • Vamos, ¿por qué no entramos y te lo pruebas?
  • Pero pensé que veníamos por tu vestido de novia
  • Tranquila Ari, tenemos mucho tiempo aún. — dijo Marlee haciendo una mueca divertida. — Vamos, entremos!

La joven castaña dudó un poco antes de acceder, la ropa de aquella tienda era demasiado costosa y no quería hacerse demasiadas ilusiones, sobre todo con el conjunto allí exhibido. Finalmente tuvo que limitarse a seguir a Marlee, quien la jalaba del brazo emocionadamente. De todas formas, Ariana tampoco se podía resistir a medirse ropa tan bonita, además de que quizás esta podía ser la única vez en la que podría pisar este prestigioso almacén.

Pronto una dependienta las atendió cálidamente preguntando por la talla de ambas. Al regresar, le entregó a Marlee y a Ariana los conjuntos que les había gustado respectivamente, solo que al de Ariana, le sumó un hermoso y sofisticado par de tacones negros de 12 cm que dejaba al descubierto los pies para lucirlos de la manera más seductora.

  • El conjunto viene con estos zapatos — dijo la dependienta.
  • En serio? Son divinos! — dijo la niña
  • Sii — dijo Marlee mirándolos también.

Con la ropa en sus manos, ambas entraron en los vestidores ansiosas por probarsela toda. Marlee se veía como si fuese la milésima vez que se probaba atuendos allí, mientras que Ariana, parecía no tener muchas esperanzas de lucir al menos la mitad de bien que la voluptuosa rubia.

La castaña empezó a desvestirse mientras miraba su reflejo en el espejo. Probarse ropa siempre le traía recuerdos de su infancia, donde estaba cohibida de ser ella misma, por lo que solo podía usar la ropa, los zapatos y el maquillaje de su madre cuando se quedaba sola en casa.

Afortunadamente hoy en día ya no le hacía falta ocultarse como antes, porque nada ni nadie le iba a impedir ser esa mujer que siempre quiso llegar a ser desde que tenía memoria, porque nadie le iba a decir cómo era que debía comportarse, ni qué ropa podía o no podía ponerse, ni siquiera su propio padre, aquel que siempre la rechazaba y despreciaba tratándola de hacer menos por ser una chica, por ser femenina, por ser simplemente Ariana, con todas y cada una de las letras de la palabra.

Desde muy chiquita le gustaba buscar entre los hermosos vestidos, las suaves y delgadas blusas, las delicadas y tan femeninas faldas, la sedosa y coqueta lencería y el encantador y absolutamente mágico calzado que Jocelyn guardaba en su armario.

Aquello la llenaba muchísimo de felicidad y satisfacción, pero a la vez la acongojaba tanto, pues en ese entonces creía que no había manera de cambiar su destino, de remediar este error fatal que le había tocado con tanta desgracia. Creía que solo podía conformarse con verse al espejo durante un breve momento de la manera en la queria verse siempre. Se lamentaba y lloraba todos los días por no haber nacido niña, sin saber que todas esas lágrimas no serían en vano, pues su sueño se sí se cumpliría gracias a haberlo deseado con tanta avidez.

Su atuendo favorito para andar por toda la casa sintiéndose totalmente libre y femenina, era un hermoso vestido blanco troquelado, con volantes en tela de encaje en los brazos, y un par de tacones rojos de 12 cm de lo más glamurosos que la hacían sentir fantástica con cada paso que daba.

Además, para sentirse más completa y como una auténtica señorita, solía tomar el maquillaje y los esmaltes de su madre, quedándose a veces horas enteras practicando hasta obtener un buen resultado.

Se la pasaba pintándose los labios de carmesí, experimentaba decorandose los ojos con diferentes tonos de sombras, se esmeraba rizandose sus lindas y largas pestañas, y se la llevaba en largas sesiones de manicure y pedicure, usando todos los esmaltes que tenía a su alcance, mientras vestía las ropas con las que se identificaba.

Así era pues como apaciguaba un poco el mal trago que era sentirse atrapada en un género que no correspondía con sus sentimientos, con su mente, con su corazón y con su alma.

Solía hacerlo de manera muy frecuente durante el tiempo en el que la ausencia de sus padres se lo permitía, pero después, cuando Alex empezó a cuidarla, no pudo permitirse usar la ropa de Jocelyn sino hasta más de una o dos veces a la semana, cuando antes era todos los días. Aun así, para ella, más valía vestirse durante una escasa media hora a la semana, que no hacerlo y sentirse infeliz con su ropa de chico durante eternas jornadas.

Sin embargo, con el pasar del tiempo y entre más tiempo compartía con Alex, la pequeña niña había dejado de ver a su cuidador de la misma manera que en un principio. El muchacho rubio había comenzado a despertar su indiscutible atracción y amor por los chicos, y aquello le abrió aún más las puertas para descubrir cosas de las que no tenía constancia hasta el momento sobre sí misma.

Ahora tenía nuevas cosas con las que fantasear y nuevas razones por las que vestirse en la intimidad, por lo que aunque ya no podía hacerlo tan a menudo como antes, cuando llegaba el esperado momento, las ansias eran aún más grandes y se manifestaban en un aumento sustancial de la excitación sexual. Las hormonas empezaban a revolotear dentro de Ariana haciéndola correr impaciente a la habitación de Jocelyn para maquinar miles de historias en la soledad de su casa.

Hubo un día, en el que había creído que Alex no iba a poder cuidar de ella, porque él le había dicho que iba a estar ausente durante toda esa tarde, que porque tenía un viaje de la escuela o algo así.

Así que pensando que estaría sola por 5 horas en las que tendría tiempo de sobra para su ritual de vestirse, maquillarse y todo lo demás, esperó impaciente a que sus padres se fueran a trabajar para permanecer completamente femenina hasta la noche.

Estaba muy contenta, dado que había pasado ya una larga temporada desde que había podido liberar a la mujer que llevaba dentro durante tanto rato. Eran claros los planes que tenía preparados para dejarse llevar sin límites por la compañía de su verdadero yo.

En esta ocasión quiso usar su vestido y tacones favoritos. Al encontrarlos, busco también en los cajones de Jocelyn un par de pantimedias y un hermoso conjunto de braguitas y sostén. Y por si fuera poco, halló en el cofrecito de las joyas de su madre un lindísimo collar y un anillo que hacían juego con el vestido. Considerando que tenía bastante tiempo quiso aprovecharlo al máximo para sentirse lo más femenina posible.

Para estar más cómoda y más animada, puso su música favorita en la vieja computadora que había en casa. Siempre le había gustado el pop, pero en ese tiempo, pocas veces tenía permitido escucharlo, pues en una ocasión en la que su padre la encontró escuchando una canción de su artista favorita, le dijo que era música de maricas y la obligó a apagar inmediatamente el aparato.

Pero hoy podía hacer lo que se le daba en gana. Con la ropa y los accesorios tendidos sobre su cama, contenta se desvistió bailando al ritmo de la canción que sonaba de fondo, primero quitándose el pantalón, descubriendo aquellas piernas lampiñas y hermosas que había heredado de Jocelyn, y que a propósito, eran su parte favorita de su cuerpo.

Seguidamente se retiró los calcetines, desvelando sus uñas pintadas de un coqueto color frambuesa, las cuales ocultaba meticulosamente de sus padres.

Reemplazó su aburrida ropa interior de chico por las delicadas y provocativas braguitas de encaje color lila que había tomado prestadas. El tacto sedoso de la tela recorriendo sus muslos hasta cubrir sus posaderas era de lo más reconfortante para ella, pues se sentía mucho más natural con esta prenda puesta.

Después, recorrió lentamente las medias veladas por sus piernas para no estropearlas, sintiendo aquel característico roce placentero que producían sobre su piel impúber.

Finalmente, al ponerse el sostén, el cual hacía juego con las bragas del mismo color y diseño, y aunque le hubiera gustado tener con qué rellenarlo, se miró en el espejo orgullosa de observar como su delicado cuerpo era estilizado por el encaje de flores y el nylon color canela en sus piernas.

Era increíble lo hermoso, dulce y frágil que era su cuerpo gracias a su condición andrógina. Su trasero en forma de burbujas se veía fantástico y supremamente provocador con aquellas prendas, sus piernas no solo eran femeninas, sino que con las medias eran mil veces más sexys. Sus caderas ya eran anchas y su cintura delgada aún sin haber comenzado a tomar hormonas. Aunque sus pechos no correrían la misma suerte sino hasta que empezara el tratamiento hormonal, donde se le desarrollarían como a cualquier otra muchachita.

Pero no podemos olvidar señalar que lo más dulce y femenino en Ariana era sin duda alguna su rostro. Labios naturalmente rosados y carnosos, nariz respingada, ojos claros, pestañas largas, cutis terso y cabello de ángel eran lo que la caracterizaba como la viva definición de belleza andrógina. Una belleza digna de ser admirada por los hombres y resaltada sutilmente con la ayuda de elementos esenciales para la mujer; como el rimel, el pintalabios, el colorete y las sombras.

Al terminar de vestirse con el precioso vestido blanco y con sus tacones favoritos, era hora de su parte incluso más favorita que la anterior. Maquillarse.

Pasarse horas frente al espejo maquillándose era la mejor terapia para desahogar su feminidad inherente. Además de que con el tiempo ganaría suficiente confianza y destreza para perfeccionar sus habilidades con los cosméticos a base de ensayo y error.

Primero comenzó por cubrir sus labios con un labial rojo, que enseguida le dio una sensación cálida dentro de sí misma al mirarse en el espejo. Tarareaba y bailaba contenta la canción que sonaba de fondo mientras fantaseaba con que era la chica más hermosa y encantadora del vecindario, preparándose para salir con un muchacho muy especial para ella. Vaya, el muchacho del que estaba enamorada pues.

Estaba absolutamente absorta, ida de su realidad, deseando que aquella imagen que veía en el espejo pudiera ser su imagen de siempre. Cuando en eso, el timbre de la casa resonó en un eco casi que aterrador, haciéndola sobresaltar repentinamente. Se preguntó quién podría ser tratando de mantener la calma, pero poco le duró cuando se asomó levemente por la ventana del piso de arriba y observó al muchacho rubio esperando a que le abrieran.

Tan pronto lo vio con su expresión despreocupada de siempre se quedó helada, nunca había sentido tanta ansiedad como en ese momento. Quería que se la tragara la tierra, no sabía si quedarse allí parada y fingir que no había nadie, o si correr a cambiarse para bajar a abrirle.

Al ver que Alex no se iba y en cambio empezaba a timbrar más y a golpear la puerta, se apuró a quitarse el vestido y a bajarse de las zapatillas para quitarse todo lo demás e ir a guardarlo todo de vuelta a la habitación de su madre.

Y para su fortuna, sólo había alcanzado a pintarse la boca, por lo que corrió a quitarse el color rojo de sus labios con una toallita húmeda y seguidamente, bajó angustiosa a abrirle a su cuidador.

  • Resulta que hoy si puedo cuidarte, amiguito. — dijo Alex cuando la pequeña le abrió la puerta.
  • Emm vale — dijo ella aún nerviosa quedándose paralizada en el umbral de la entrada.
  • ¿Qué pasa? ¿No me vas a dejar entrar?
  • Amm lo siento, sigue — dijo reaccionando de inmediato, haciéndose a un lado para que el joven pasara.

Estaba muy asustada por dentro, le preocupaba que Alex notara que sus labios se veían más rojizos de lo habitual. Intentó apartar la cara y se alejó despavorida subiendo a su habitación.

  • Matías! — la llamó el joven al verla subir las escaleras.

Ella sintió que se le bajó todo. Volteó alarmada a verlo esperando que no se tratara de lo que estaba pensando.

  • ¿Por qué tardaste tanto en abrir?
  • Estaba en el baño — alcanzó a decir ella tratando de sonar contundente.
  • Ah, vale — dijo él tranquilamente — Oye, tu madre me dijo que debo cuidarte hasta más tarde.

  • ¿Por qué? — preguntó ella nerviosa.

  • Dijo que vendrá a las 19:00, pero tendrá que volver a salir.
  • Okay — fue lo que dijo la pequeña antes de subir un poco más aliviada a su cuarto.

Llegada la hora que le había dicho Alex, Jocelyn llegó muy apurada buscando algo que ponerse para salir nuevamente. La habían invitado al cumpleaños de una amiga del trabajo y tendría una pequeña cena en un restaurante.

Resolvió usar precisamente el mismo vestido que le gustaba ponerse a su hijo, y se extrañó al encontrar una mancha de lápiz labial en el escote, producto de los afanes del pequeño por quitarse la ropa rápidamente.

Estaba segura de que esa mancha no se la había hecho ella, pues hace tiempo que no usaba ese vestido y recordaba muy bien haberlo lavado en su última puesta.

Pero Jocelyn era consciente de que su hijo no era precisamente un machito, sino que era más bien todo lo contrario, y francamente no le sorprendió mucho que en sus ratos de soledad le gustara sacar a flote y eximir toda su feminidad.

Decidió no castigarlo ni decirle nada al respecto por ahora. Después de todo, el muchacho que lo cuidaba estaba presente y no quería que él supiera nada de esto. Ya hablaría después con su pequeño sobre lo que hacía a escondidas, pues no era la primera vez que encontraba algo que lo delataba, ya sea en la manera en la que encontraba su ropa o porque hace tiempo que venía notando que su maquillaje se acababa más rápido de lo normal.

Lo que Jocelyn no sabía era que años más tarde, ella misma acompañaría orgullosa a su hija a comprar todo tipo de cosas femeninas, desde ropa, calzado, accesorios y maquillaje, hasta productos de belleza, productos de cuidado personal, perfumes, etc. En parte sería como muestra de su apoyo total y de su amor de madre, y también porque no iba a negar que le agradaba mucho más tener una hija, sobre todo tratándose de una tan bonita, una con quien nunca podría cambiar la felicidad de poder pasar el tiempo juntas.

Al terminar de cambiarse, Ariana salió del vestier para mirarse junto a Marlee que tal les quedaban las prendas a ambas.

La rubia ya se hallaba observandose en un gran espejo, el conjunto negro de lunares blancos le sentaba muy bien a decir verdad. Resaltaba sus curvas y la hacía ver más voluptuosa de lo normal.

En eso, mientras modelaba para si misma, miró por el espejo a Ariana salir de los vestieres y acercarse a ella. En seguida Marlee la elogió efusivamente por lo realmente bella que se veía con esa ropa y esos tacones.

  • Te queda precioso, mi Ari! — decía Marlee observando a la joven de pies a cabeza. — Me encanta la falda, y la blusa, y los zapatos, todo!
  • Sii! A mí también! — decía Ariana contenta mirándose en el espejo. — Y tú también estás guapísima Mar, ese conjunto te luce muchísimo!

  • Ay gracias mi Ari, pero enserio que el premio te lo llevas tú. Sí que estás súper preciosa. — la halagó la rubia cálidamente — Es que tu cuerpo es muy bonito, como eres delgadita — dijo Marlee.

  • De verdad? Gracias Marlee — dijo la joven halagada con una sonrisa en el rostro.

Ambas muchachas se dedicaban la alegría y admiración de la una por la otra, cuando la empleada que las había atendido anteriormente, se acercó a ellas abordandolas con la noticia de que ambos conjuntos de ropa tenían un descuento especial por ese día.

  • ¿Qué te parece si lo llevas? — le preguntó la rubia a Ariana.
  • Pero no traje dinero — dijo la niña apenada.
  • No te preocupes, puedo comprartelo — dijo la mujer generosamente
  • Ay no no, cómo crees Mar, no podría aceptarlo — se negó ella mesuradamente.
  • Ariana, créeme, este outfit te queda hermoso y no puedes desaprovechar que está a mitad de precio.
  • No tienes por qué molestarte en serio Mar, me imagino todos los gastos que tienes con la boda y no quiero que…
  • Vamos Ari, acéptalo, es mi forma de mostrarte mi gratitud por acompañarme hoy, y bueno... También es para agradecerte por ayudar a que Gabriel y Alex se reconcilien.

Ariana quedó bastante confundida con esto último, no entendía a qué se refería Marlee, quien al ver su cara de extrañeza continuó hablando.

  • Gabriel me contó que Alex le había dicho que fue gracias a tí que ellos dos están tratando de hacer las paces.

Ariana quedó aún más desconcertada. Francamente nunca procuró entrometerse demasiado en lo que pasara con Alex y Gabriel, aunque le producía algo de intriga eso sí. Sin embargo, no entendía porque Alex diría algo como eso, de verdad que necesitaba dejar de mentirle a su hermano.

  • No entiendo — dijo ella
  • Bueno, según lo que había dicho él, solo fue gracias a ti que ellos dos están hablando más que antes. Es un gran avance.
  • ¿En serio? Y... ¿Cuando dijo eso? — preguntó la joven
  • El día de la pelea. — respondió Marlee — Alex había dicho que tú eres una parte muy importante en todo esto.

Ariana se quedó un momento callada, no sabia que decir en realidad. Cómo sabía si aquellas palabras eran reales o mentira. La mujer a su lado continuó hablando.

  • Supongo que desde que está contigo ha dejado de lado tanto rencor y odio, además se lo ve mucho más contento ahora — dijo la rubia — Y es que cómo no va a estarlo, si tiene a una chica tan linda y tan buena consigo.

La muchacha castaña se sentía en parte halagada por el comentario, pero a la vez, un profundo sentimiento de tristeza la invadió por dentro. Tenía ganas de quebrarse en llanto allí mismo frente a Marlee, porque ante la crueldad de la realidad no había escenario más racional que el del dolor siendo liberado hasta dejarlo salir absolutamente todo, pues no era más que una triste y absurda farsa su relación con Alex, esa que tanto aplaudía ingenuamente la pareja próxima a casarse.

  • De verdad, Ariana, muchisimas gracias, no sabes el peso que me quitas de encima saber que Alex está cambiando gracias a ti.

Sus intenciones de contarle la verdad a Marlee se vieron derrumbadas al escucharla decir esto. Necesitaba desahogarse y decirle que no quería escuchar más nada que tuviera que ver con él, pero supo que no era justo para ella, ya que con tantas preocupaciones sobre la boda no merecía saber lo que en realidad ocurría con su exnovio, pues se llevaría una tremenda decepción.

Con un nudo en la garganta decidió callar y seguirle la corriente a Marlee, que se veía tan feliz y aliviada, como quien no está enterado de nada de lo que ocurre a su alrededor, pero vive mil veces más sereno de esta forma.

  • Yo solo quiero desearles mucha suerte en su relación — decía Marlee mientras Ariana trataba de contener las lágrimas — , porque hacen una muy bonita pareja y… bueno, se nota que se quieren mucho.

La muchacha definitivamente no pudo aguantar más. Sus ojos se llenaron de lágrimas y todo su cuerpo exhaló un lamento lúgubre. Se abalanzó sobre Marlee desconsolada mientras las personas en la tienda las miraban. La rubia supo enseguida que había hablado de más, así que sus palabras de aliento no se hicieron esperar.

  • ¿Qué es lo que pasó? — dijo Marlee consolandola
  • Nos peleamos — dijo ella entre sollozos.
  • Fue muy grave?

Sinceramente no era como si pudiese contarle el motivo de su disgusto, es decir, no iba a contarle lo que le había dicho Alex. “¿No es esto lo que quieren las chicas como tú?”. Aquella frase resonó en su cabeza en ese momento.

  • Ariana, dime, ¿acaso te ha hecho daño?
  • No no, nunca me ha tratado mal. Fue solo una discusión. — dijo Ariana tratando de calmarse para no decir algo fuera de lugar.
  • Pero qué clase de discusión fue?
  • Fue algo….

De pronto no supo muy bien de qué se trataba su enojo con Alex. Sí, la había ofendido y pordebajeando como no tenía idea, pero era verdad que ambos estaban demasiado ebrios esa noche, y conociendo lo torpe que era Alex con las palabras no había una razón lo suficientemente contundente para alejarse completamente de él como había decidido hacerlo. El boxeador le había demostrado que estaba arrepentido de su estupidez yendo todas esas veces a buscarla, aun cuando ella se negaba a hablar con él.

Al parecer no se iba a detener hasta obtener una respuesta por parte de ella, se notaba que estaba desesperado por que lo perdonara. Tal vez haberse distanciado de Alex por todo este tiempo había resultado en una significativa lección para él. Un escarmiento que le enseñaría a no volver a lastimarla así nunca más, por más ebrio que estuviera y por más torpe que fuera.

  • Bueno, supongo que tú también sabes lo imprudente que es Alex con lo que dice en algunas ocasiones… — dijo Ariana

Marlee la quedó mirando como si entendiera perfectamente a lo que se refería Ariana. Claro que recordaba lo idiota que podia llegar a ser Alex muchas veces.

  • Pues, hace unas semanas que estamos distanciados por eso mismo precisamente. — Terminó Ariana sin querer dar más detalles.
  • Lo entiendo muy bien, y espero de corazón que puedan reconciliarse, ustedes son una pareja tan bonita. Sé que las relaciones no siempre pueden ser totalmente perfectas, pero… Yo supe desde el primer día que los vi tomados de la mano, que ustedes están hechos el uno para el otro.
  • Ay muchas gracias Marlee… — dijo Ariana dejando salir nuevamente sus lágrimas y abrazando a Marlee — Yo también espero que nos podamos reconciliar…

Alex estaba sentado esperando aquel día, llevaba casi 15 minutos vigilando que su hermano apareciera. No era normal que Gabriel llegara tarde a ningún lado, esperaba que no hubiese pasado nada. No estaba de humor para soportar algo más, ya había sido suficiente con el imbécil de Franco importunandolo momentos antes en el gimnasio.

Pero definitivamente nada podía ser peor que el sufrimiento que le estaba causando la joven castaña. No sabía qué más hacer y por eso había terminado llamando a su hermano. Hace días que se estaba ahogando por dentro con las palabras que no lograba sacarse de la garganta. La ansiedad lo estaba consumiendo.

Gabriel llegó casi 10 minutos más tarde excusándose con el tráfico. Se habían encontrado en el pequeño bar de sus tiempos de estudiantes. Alex se había tomado dos cervezas para el momento.

Ambos estaban sentados esperando una nueva ronda de bebidas cuando Gabriel habló.

  • Me sorprendió que me llamaras.

  • A mí también — respondió Alex.

Ambos muchachos se quedaron callados un momento.

  • ¿Qué pasa, Alex? — preguntó su hermano. No era para nada normal que el mayor lo llamara con intenciones de simplemente tomar una cerveza. Su cara daba a entender que había algo de lo que quería hablar.

Alex suspiró. ¿Qué qué pasaba?

Pasaba que se sentía más perdido y solo que nunca. Pasaba que se sentía culpable e impotente. Pasaba que no se encontraba en nada, que no deseaba nada, que nada lo motivaba lo suficiente y que esperaba que un día fuera mejor que el anterior, pero para su desgracia, cada día empeoraba. Pasaba que estaba lleno de ansiedad y de miedo. Pasaba que en ocasiones se sentía como un desconocido incluso para sí mismo.

Pasaba que la extrañaba mucho. Para él era como si hubieran pasado meses enteros sin verla.

Alex no se hubiese imaginado nunca llegar a generar tal apego por la pequeña niña, pero fue desde aquella noche en la que estuvo con ella de una manera en la que sólo él había tenido el placer de verla, hasta el día de hoy que ni siquiera podía acercarse a ella, que algo se había desbloqueado dentro de sí, haciéndolo asumir y reiterar rotundamente sus sentimientos, sin miedo alguno esta vez a liberarlos con sinceridad y exuberancia.

Finalmente Alex habló para contarle a su hermano aunque fuese un poco de todo lo que sentía. No tenía con quién más hablarlo, pues estaba demasiado solo y necesitaba de los otros por mucho que eso le molestara.

Le contó a Gabriel que Ariana nunca había sido su novia en realidad, que era una especie de amiga.

El menor se impactó mucho ante ello, jamás se lo hubiese esperado y menos aún después de verlos juntos. Aunque Alex dijera que era una mentira, había más realidad en ello de lo que pensaba. Era evidente que la quería.

  • ¿Por qué hiciste algo como eso? — preguntó Gabriel consternado.

Alex se sobó la cabeza con exasperación.

  • Porque no quería que Marlee y tú pensaran que estaba solo, o que pensaran que aún no la había olvidado a ella. No lo sé, simplemente me hice muchas ideas sobre ti, aún tenía mucha rabia y... Terminé metido en todo esto. — dijo el muchacho soltando un suspiro deprimido.

Gabriel asintió.

  • ¿Ya no tienes rabia contra mí, Alex?

Alex lo miró un momento antes de responder, su hermano movía los ojos con interés.

  • No Gabriel, ya no me importa lo que pasó — dijo tranquilamente esta vez, dando un sorbo a su cerveza.

Su hermano lo miró sorprendido.

  • Jamás pensé que te escucharía decir eso.

  • Yo tampoco. — dijo Alex — Pero es la verdad, supongo que volver a verlos a ambos me hizo entender un par de cosas.

  • ¿Cómo qué? — preguntó Gabriel interesado.

  • Que son felices, y que en efecto son el uno para el otro. Son igual de aburridos — dijo Alex con una sonrisa.

El menor también sonrío.

Nadie dijo nada más por un segundo, luego, Gabriel retomó el tema anterior.

  • ¿Qué sucede entre Ariana y tú entonces? — preguntó curiosamente.

Alex miró su bebida un momento antes de contestar.

  • Hay algo más que debes saber sobre Ariana. — dijo seriamente.

El muchacho iba a compartir con su hermano "la verdad" sobre Ariana, tenía que hacerlo para poder explicarle todo lo que había sucedido entre ambos.

No lo hubiera hecho si no fuese necesario. La supuesta verdad sobre Ariana no era más que un detalle menor, pues ella era tantas cosas más allá de eso, que a Alex ya no le interesaba en absoluto, y quería que al mundo tampoco le interesara.

El mayor continuó hablando:

  • ¿Recuerdas cuando mamá me consiguió ese trabajo para cuidar al crío de los vecinos?

Gabriel se quedó pensativo un momento antes de responder.

  • Claro, si me acuerdo. Recuerdo que decías que era el único crío que te agradaba porque no hacía ruido en absoluto.

Alex rió ante aquello, recordó lo retraída que era Ariana de pequeña.

  • Si, ese — dijo él

Gabriel lo miró confundido un momento.

  • No entiendo qué tiene que ver con Ariana

Alex tomó aire, sabía que su hermano no diría nada incorrecto. Y si lo pensaba era su asunto, pero seguro se lo callaría.

  • Bueno… Ariana es aquel crío — dijo Alex finalmente.

Su hermano abrió los ojos muy sorprendido y casi escupe su cerveza. Se quedó callado un segundo antes de responder cualquier cosa, se sintió como si sin importar lo que dijera podía ofender a su hermano mayor. Gabriel nunca habría imaginado una confesión como esta por parte de Alex, pero lo que más lo había dejado pasmado fue la confesión en sí. Imaginar que aquella chica con la que su hermano parecia tener tanta química alguna vez fue el pequeño Matias no era algo que se pudiera asimilar tan fácilmente.

  • ¿Y cómo lo supiste? ¿Ella te lo dijo? — preguntó finalmente.

  • Lo supe por una cicatriz — dijo Alex tranquilamente recordando aquel bizarro momento.

  • ¿Una cicatriz?

  • Si, una cicatriz que se hizo en el brazo cuando yo la cuidada

Gabriel no dijo nada más por un momento. Luego soltó una pequeña risa.

Alex alzó las cejas reclamandole que le explicara por qué reía.

  • Me parece un poco gracioso que terminarás enamorado precisamente de ella, supongo que eso te enseña una lección — dijo Gabriel.

La palabra "enamorado" le resonó en la cabeza como si pudiera hacer eco dentro de él, la escuchaba incluso cuando no quería.

  • ¿A qué te refieres? — preguntó el rubio con curiosidad.

  • Eras bastante machista y homofóbico Alex, ¿recuerdas cuando golpeaste a ese chico en la escuela? Aquel que te confesó que le gustabas.

Alex torció el gesto avergonzado. Había olvidado completamente eso, pero su hermano tenía bastante razón en lo que decía. Se quedó mirando su vaso mientras oía a su hermano menor.

  • Lo digo porque es evidente que la quieres, puede que realmente no tengas una relación con Ariana, pero sí sientes algo por ella ¿no es así? — dijo Gabriel con un tono de voz sereno.

Gabriel sonaba como su madre, a lo que Alex torció los ojos y asintió. Su hermano ya lo sabía de todos modos.

  • ¿Y qué hiciste ahora? — preguntó Gabriel

  • ¿Qué?

  • Es obvio que hiciste algo, luces culpable.

Alex se rió ante esto último.¿Cómo era que podía conocerlo tan bien incluso después de tanto tiempo?.

El muchacho mayor le relató la razón por la que Ariana se había enojado tanto con él como para no quererlo ni ver.

Gabriel escuchó atentamente el problema. Al terminar deseaba darle un golpe en la cabeza a su hermano. ¿Cómo podía ser tan cabezota?

  • Metiste la pata hasta el fondo

  • ¿Tú crees? — respondió Alex irónicamente.

  • Necesitas hablar con ella, disculparte de alguna manera — dijo su hermano.

  • Lo sé, pero me está evitando. No sé qué hacer, estoy tratando de darle su espacio.

  • Pero la extrañas.

Alex asintió.

El momento se vio interrumpido cuando el teléfono de Gabriel comenzó a sonar. Se apartó un poco para hablar y Alex terminó su cerveza.

Un momento después, Gabriel regresó y dijo:

  • Marlee necesita que la recoja, ¿te molestaría acompañarme? Te invito a cenar a casa.

Alex se lo pensó un momento, realmente no tenía nada que hacer y algo de comida de verdad no le caería mal.

  • Esta bien, te sigo en la moto. — dijo al mismo tiempo que dejaba un billete en la mesa y ambos muchachos se levantaban para irse.

No sabía si era una buena idea la de cenar con su hermano y Marlee, pero lo que sí sabía era que Gabriel sin duda era un gran hermano. Juntos hacían un gran equipo.