Enamorada de un boxeador - Parte 5
Alex la besó cariñosamente, como muestra de que no había nada de qué temer, haciéndole saber que podía confiar en él, porque esta noche él era el encargado de consentirla, de hacerla sentir mujer, su mujer.
Luego de un rato, los muchachos llegaron al apartamento de Alex, y debido a prácticamente un milagro no se estrellaron. Ariana iba rogando en todo el camino para que Alex condujera prudentemente y se sostenía de él con todas las fuerzas que tenía en sus frágiles brazos. Alex se dio cuenta de lo tensionada que iba la muchacha y trató de disminuir la velocidad para no asustarla. Le causaba mucha gracia y ternura a la vez. Como se notaba que no le gustaban para nada las motos.
Cuando llegaron al pequeño edificio en el que vivía el muchacho, Ariana notó como este era un lugar muy descuidado y lucía como si la renta allí fuese bastante barata. Es porque lo era de hecho. Subieron las escaleras hasta el sexto piso, donde caminaron por un pasillo estrecho y de paredes algo deterioradas hasta llegar a la puerta del pequeño hogar de Alex. Al entrar, Alex encendió la luz y Ariana observó todo con curiosidad. Evidentemente nunca había estado en la casa de un hombre, y en realidad nunca había estado en la casa de nadie más que en la suya y en la de su vecina la señora Sullivan.
Francamente se sentía extraña, como si no tuviera porque estar allí, con él. Era una sensación de absoluta incertidumbre. ¿Qué es lo que ocurriria esta noche? Tenía miedo de hacer algo de lo que se pudiera arrepentir después.
Todo en el pequeño lugar hacía más que evidente que Alex no era precisamente un tipo muy ordenado, lo cual a ella no le sorprendió en absoluto a decir verdad. Pero, de alguna manera, esto era un tanto atractivo por más raro que pareciera. Quién sabe por qué, tal vez porque aquello representaba masculinidad. La masculinidad de un hombre que poco le interesan aspectos como el orden, pues es algo que solo una mujer le pondría mucha más atención.
Tal vez a Alex le hacía falta una mujer en su vida, una que le ayudara a poner algo de orden en su precaria manera de vivir.
Ariana dejó su pequeño bolso con sus cosas en una silla que ella identificó como la única del comedor del muchacho y caminó por el apartamento hasta sentarse en un sofá que daba a la ventana de la sala. Mientras tanto, Alex buscaba algo en su angosta cocina. Al encontrarlo, dejó ver una botella más o menos grande de licor. Ariana se removió inmediatamente un poco contrariada mientras el muchacho tomaba un vaso y se servía para sí mismo un amplio trago, el cual se bebió de manera rápida, casi como si fuera agua. La joven arrugó la nariz disgustada cuando lo vio hacer aquel chocante acto y cuando sintió el fuerte olor del alcohol atravesar el aire. El solo hecho de pensar en el sabor amargo que debía tener esa bebida la hacía sentir mareada.
Alex la miraba divertido alzando su vaso hacia ella.
¿Quieres uno? — le preguntó él.
No, gracias — le respondió ella con una sonrisa amable.
Pero el muchacho insistió.
Vamos, solamente un trago, para celebrar — dijo él con voz socarrona.
Pero es que yo no… — había empezado a decir Ariana, pero Alex ya estaba sirviendo un trago para ella y otro para sí mismo.
Se acercó a ella y le colocó el vaso en la mano. Ariana miró la bebida con una mirada vacilante. Antes de que pudiera decir algo nuevamente, Alex habló a su lado.
No pasa nada, solo es un trago
Es que yo no suelo beber y me… — dijo ella, en el momento en que Alex la interrumpió abruptamente.
¿Te da miedo emborracharte? — dijo él divertido.
No, es solo que... — dijo Ariana, callando de repente sin saber cómo continuar.
Un trago, era simplemente un trago. Era para celebrar la victoria de un amigo, esa parecía ser una razón de peso.
Está bien — dijo ella
Esa es mi chica — dijo Alex sonriendo alegremente
Ambos chocaron el vaso del uno con el otro celebrando implícitamente la victoria de aquella noche. Alex se bebió rápido el contenido del vaso, soltando un sonoro gruñido al terminar.
Ariana trató de imitar la acción, encontrándose con el terrible sabor y el ardor que le recorrió desde la garganta hasta el estómago. Se contuvo de escupir el alcohol allí mismo y simplemente tragó con rapidez. Sorprendentemente para ella, la sensación que siguió luego del pequeño malestar fue mucho más reconfortante. Se sintió de repente llena de una energía nueva, como si se hubiese encendido una pequeña luz dentro de ella.
Ambos empezaron a hablar animadamente sobre lo intensa que había sido la noche por la pelea del rubio y sobre lo rudo que había sido su encuentro con Barú. Alex parecía estar muy emocionado aún, hablando sobre lo grande que se había sentido por derrotar a uno de los mejores y más peligrosos boxeadores de la ciudad.
La verdad es que nunca solía hablar mucho sobre sus victorias, ya que lo consideraba algo un poco pedante, pero esta ocasión era diferente; porque aparte de que había acabado con Barú, se sentía con el derecho de estar con la chica que quería, pues él era el triunfador de la noche y ella era su verdadera recompensa.
Así es como lo veía él, desde un punto de vista casi que primitivo y similar al de los animales, en el que el macho tiene que ganarse a la hembra sorprendiendola con sus grandes habilidades, ya que esta solo cae rendida ante el mejor macho, el que sabe que puede cuidar de ella y proporcionarle reproducción, además de ser el más importante y preponderante entre los demás machos de la manada.
Ariana por su parte solo podía reír debido a la manera de comportarse del muchacho, ahora estaba un poco más ebrio y se le notaba en la sorprendente energía que mantenía a pesar de la agotadora pelea que había tenido momentos atrás. Quizá a ella también le estaba haciendo efecto el alcohol y por eso todo le resultaba tan cómico en él.
De repente pasaron a hablar de las reacciones que habían tenido Gabriel y Marlee al presenciar la pelea de Alex. El muchacho le preguntó sobre esto a Ariana debido a que ella había estado con ellos todo el tiempo. Ella simplemente se limitó a contarle que hubo momentos de incertidumbre en los que todos se volteaban a ver asustados, pero que hubo otros, en los que se recuperaba la esperanza y la calma al ver que era Alex quien llevaba la delantera.
El muchacho reía al imaginarse las expresiones aterradas en los rostros de su hermano y de Marlee al verlo luchando. ¿Cuándo habría imaginado que algún día sucedería algo como eso?
A propósito de que estaban hablando sobre Gabriel y Marlee, y aprovechando de que Alex estaba un poco más locuaz debido al alcohol, Ariana pensó que este podía ser el momento de abordar un tema que la tenía inquieta desde el día en que había ido a la cena en casa del hermano de Alex, así que se aventuró a preguntar.
Alex — lo llamó con un tono de voz tranquila
Él bajó la mirada tratando de encontrar los ojos de ella, pero estos le miraban con una curiosidad abrumadora.
La muchacha tragó saliva y habló esta vez con un tono de voz mucho más cauteloso. Sentía que estaba pisando terreno peligroso.
¿Qué fue lo que pasó entre tu hermano y tú?
El muchacho aún tenía una mueca divertida por lo anterior, pero la cambió drásticamente por una expresión un poco más seria y tragó saliva despacio. Sabía que ella le preguntaría al respecto en algún momento, pero no estaba seguro de poder contestarle con la verdad.
Entonces decidió evadir un poco la atención.
¿Qué pasó de qué? — le dijo mientras miraba distraído hacia otra parte.
Ariana suspiró cansada, estaba esperando algo como eso, pero no sería suficiente para detenerla.
Es obvio que ustedes dos tienen problemas — le dijo ella
Esta vez Alex se sorprendió por el tono desinhibido de la muchacha, quien la mayoría del tiempo se mostraba muy cautelosa. Así que le dio lo que ella pedía. Estaba seguro en ese momento que no sería una tonta respuesta lo único que ella esperaba, y que él, tan desorientado como se sentía, se lo daría sin rechistar.
Bien, tú ganas. — dijo dando un gran suspiro — Tuvimos un problema hace algunos años.
Ella lo miró como si esperase que continuara hablando, él le dedicó una mirada seria.
¿Desde cuando preguntas tanto? — le dijo Alex
Ariana no le respondió nada. Se limitó a rodar los ojos y dedicarle una sonrisa suplicante.
Alex suspiró dejando salir una gran cantidad de aire de sus pulmones y continúo hablando.
Bien, el asunto es que nos peleamos por una chica.
La joven se sorprendió bastante, pero se quedó callada un momento observando la expresión pérdida de Alex, pues se daba cuenta de que no era el tema más agradable para él.
Luego de pensar al respecto, una idea le golpeó la cabeza con tanta fuerza que ella casi sintió que se tambaleaba. No pudo quedarse callada.
Esa chica… — Alex volteó a mirarla fijamente en ese instante — ¿Es Marlee, verdad?
Alex no respondió la pregunta. Simplemente se quedó viéndola a los ojos, analizando la curiosidad que mostraban aquellas negras pupilas envueltas en un río de color miel, y la expresión afligida que mostró ella luego. Como si le doliera un pedazo de su corazón. Como si algo le hubiese arrancado la felicidad de un golpe.
Alex simplemente asintió mientras se dirigía a llenar nuevamente su vaso.
Ariana se sintió terriblemente mal, como si hubiera dicho o hecho algo totalmente incorrecto. Se había metido muy lejos y no estaba segura de si era la mejor decisión de esa noche.
La muchacha salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de Alex llamándola.
¿En qué piensas, Ariana?
Ella lo miró fijamente un segundo, y casi sin saber qué decir, respondió con sinceridad.
No estoy segura
¿No lo estás o no quieres decirme? — dijo él
Es que… me imaginaba que era por algo así, pero no pensé que pudiese ser verdad — le dijo ella
Pasó hace mucho tiempo de todos modos, ya no me importa — dijo él tratando de mostrar desinterés.
Pero… ustedes estaban distanciados, tú me lo dijiste una vez
Estamos haciendo las paces. O bueno, Gabriel lo está intentando.
Ariana se quedó callada un momento, luego, de su boca salieron unas palabras que sintió que no debió haber pronunciado jamás, pero que aún así, la necesidad de saber la respuesta de Alex era incontenible.
¿La quieres aún? — dijo ella con la voz pausada
Se arrepintió inmediatamente al ver el destello de rabia en los ojos de él. Alex no se movió, solamente apretó un poco el puño y tragó saliva. Ella tenía miedo de la respuesta a su pregunta.
Alex aún tenía el vaso lleno de licor en una mano, lo levantó para llevarlo a su boca y le dio otro gran sorbo a la bebida. Miró a la muchacha con una expresión de curiosidad mientras pensaba un poco que decir.
¿Que si aún quería a Marlee? Había preguntado Ariana.
¿La quería?
La veía como su primer gran amor, y le guardaba un cariño especial y un resentimiento difícil de explicar. Pero cuando pensaba en los ojos grandes y curiosos de Ariana, se daba cuenta de que el cariño que sentía por Marlee no era tan especial después de todo.
Se dió cuenta de que lo ocurrido con su hermano y ella era simplemente la manera en la que las cosas debían suceder. Marlee había sido siempre una chica increíble, con buenos sentimientos y un corazón que palpitaba con ferocidad. Tenía tanta vida dentro de ella que era imposible permitir que alguien la consumiera. Y en aquel tiempo, eso era exactamente lo que Alex había estado haciendo. La estaba consumiendo lentamente, y no era justo para ella de ninguna manera. Era completamente comprensible que el destino la hubiera juntado con su hermano.
Alex miró su vaso sintiéndose de pronto absurdo. Jamás le había dado tanto espacio en su mente a ese tipo de conclusiones antes. Siempre se había cerrado a pensar que su hermano y su ex-novia eran los culpables de su amargura.
Pero estando allí parado, teniendo a Ariana frente a él, Alex entendió que sus decisiones eran sólo suyas para cargar con ellas. Que las personas a su alrededor no tenían la culpa de que hubiera sido un completo resentido todo este tiempo.
Pensó que era momento de soltar todo aquello y acercarse a las cosas que había perdido, incluido él mismo.
Algo había cambiado. Ahora sentía la necesidad de hacer las cosas de manera correcta. Algo -o mas bien alguien- lo estaba motivando a mejorar. Y ese alguien era la niña de cabellos castaños.
Viéndola frente a él, pensó en lo significativa que se había vuelto en su vida. Tal vez fue gracias al destino que ellos dos habían vuelto a verse los rostros. Era un regalo que la vida le había dado, una segunda oportunidad.
Esta vez no la perdería, estaba decidido a cambiar por ella, pues no quería hacerle ningún daño nunca. Ella no se merecía jamás que le pasara lo mismo que había pasado entre Marlee y él. No volvería a cometer el mismo error por nada en el mundo, y menos aún con aquella jovencita que lo estaba observando en ese mismo instante.
Alex de pronto salió de sus pensamientos y adoptó una expresión más tranquila y divertida incluso, y mirando fijamente a la muchacha dijo jocosamente:
¿Por qué te interesa?
Ella miró hacia otro lado avergonzada. Se suponía que no debía interesarle si Alex aún quería a Marlee, pero no podía evitar pensar en ello. Así que prefirió no decir nada.
Acto seguido se sobresaltó cuando él se puso a su lado y le levantó la barbilla con la mano para que lo mirara.
El toque entre ambos se sentía tan desastroso que contenía una belleza casi natural. Como si estuviese simplemente destinado a ser y nada más.
¿Acaso estás celosa? — le dijo él sonriendo divertido, mientras le sostenía la barbilla y veía cómo la muchacha se removía incomoda.
Ella lo miró fijamente un momento. Él había empezado a bromear otra vez y ella lo tomó como una señal de que no estaba molesto
No seas ridículo — le dijo ella intentando evadir la mirada fija de Alex.
Responde, ¿por qué te interesa?
Ella lo miró desafiante y atrevida.
No me interesa
No te creo — dijo él
No me creas entonces — dijo ella adoptando el mismo tono burlón que había usado él
Alex rió un poco ante la situación, él sabía que ella se sentía celosa, pero quería ver la reacción que tenía. Ella estaba roja como un tomate y eso le divertía mucho a él. Decidió entonces responder finalmente a la pregunta que ella había formulado en un principio.
Puedes estar tranquila — dijo sonriendo — porque ahora Marlee me da menos que igual. — dijo con una seguridad tan grande que Ariana decidió creerle.
Ambos se quedaron callados un momento sin saber qué decir, ni cómo continuar hablando con naturalidad. Hasta que Ariana pudo ver en el rostro del muchacho algunos restos de sangre seca y moretones que comenzaban a formarse. Dijo entonces:
Tienes algunos golpes en la cara y algo de sangre. ¿Me dejas revisarte?
El muchacho rió ante el pequeño gesto, que no le pasó del todo desapercibido.
No es nada, son solo golpes.
La muchacha torció los ojos con molestia.
Pero podrías tener heridas, por favor — dijo ella poniendo esa expresión a la que Alex nunca podía decir que no.
Bien — dijo mientras se acercaba más a ella.
La muchacha sonrió satisfecha.
¿Tienes un botiquín? — le preguntó ella.
No, pero tengo algunas cosas en el baño
Ariana se levantó del sofá y se dirigió al pequeño cuarto de baño por las cosas que requería, encontrando sorprendentemente un antiséptico y algodón junto a varios artículos de aseo personal.
Volvió a la pequeña sala donde Alex se encontraba aún sentado observándola. Se sentó a su lado, poniendo las cosas sobre sus piernas al mismo tiempo que sacaba un poco de algodón para limpiar las heridas. Se acercó a la cara del muchacho y lentamente empezó a limpiar los rastros de sangre seca. Alex la observaba fijamente sin decir nada.
Luego, la joven procedió a desinfectar las pequeñas heridas. Al principio Alex no se quejaba en absoluto, pero luego dió un respingo y asustó a la muchacha.
Auch, lo que sea que me estás haciendo, arde — le dijo poniendo mala cara.
No seas llorón — dijo ella divertida.
Él muchacho le devolvió la expresión.
¿Estás haciendo esto a propósito, verdad?
¿Qué cosa? — respondió ella aún concentrada en su trabajo.
Hacerme sufrir — le dijo Alex quejándose de nuevo, esta vez soltando una palabrota.
Eres un dramático — le dijo ella riendo
La verdad era que a pesar de que estuviese haciendo berrinche, se encontraba fascinado con el pequeño gesto que había tenido Ariana. Y además de eso, le encantaba que ella lo tocara, le resultaba reconfortante y placentero.
Además, comenzaba a sentirse cada vez más acalorado debido al alcohol, y la sensación le pareció maravillosa teniendo a aquella jovencita en frente.
Ariana estaba concentrada terminando de limpiar las heridas del rubio, tratando de ignorar las expresiones de su rostro, y cómo se sentía al tocarlo con tanta paciencia. Se forzó a sí misma a no pensar en lo cerca que estaba nuevamente de su boca y en lo acalorada que se sentía a causa del alcohol.
Pero no lo logró, no pudo contenerse a sí misma pues la situación se le escapaba de las manos, no podía luchar contra sus impulsos y, súbitamente, esta vez fue ella la que empezó a acercar lentamente sus labios con los de él. No pensaba detenerse, cerró los ojos y se dejó llevar por sus instintos, sintió que algo estallaba en su pecho y que un extraño hormigueo le recorría todo el cuerpo.
Era la primera vez que tomaba la iniciativa, y a pesar de su falta de experiencia, no pensaba echarse para atrás, pues el deseo por sentirse suya era más grande que cualquier otro pensamiento.
Alex igualmente iba inclinando su cuerpo hacia ella, acercando su rostro para juntar su boca con los cálidos labios de Ariana. Sintió la respiración agitada de la niña y le devolvió el beso con la misma ansia que ella. Los labios de Ariana acariciaron los suyos con ternura, produciendo dulces sonidos de dos bocas que se han juntado, que se saborean la una a la otra y que han encontrado el máximo placer.
Esta vez era un beso sincero, un beso romántico. Un beso que ambos habían estado esperando y que lo disfrutaron como nunca, sin saber que ese era el verdadero comienzo de todo.
Durante un buen rato estuvieron saboreando sus bocas mutuamente, disfrutando el tacto del uno con el otro. Ariana tenía puestas sus manos en el cuello de Alex, y él la sostenía de la cintura, intentando atraerla más hacia él, hasta que, la joven se separó un poco del muchacho para poder respirar un momento.
Su cara estaba ardiendo, y se sentía tan débil y liviana, que tuvo que apoyarse en el pecho de él para no venirse abajo. Alex la abrazó, sintiendo su suave cabello como la seda bajo su mentón, respirando su dulce fragancia y acariciándola como quien encuentra la mayor paz en todo el universo y no quiere soltarla nunca más.
Ella se sentía tan bien acurrucada en sus brazos y tendida sobre su fornido pecho, percibiendo el característico aroma de Alex; una mezcla de tabaco, colonia masculina y transpiración varonil traspasando su camiseta. Se sentía tan agradable poder abrazarlo, poder estar con un hombre. Era la primera vez que sostenía ese tipo de contacto con Alex estando a solas, sin un público para apreciar su patética actuación. Esta vez se había sentido mejor. Se había sentido real. Pero, ¿Lo era en verdad?
Éste había sido un derecho que se le había negado desde hace mucho tiempo; el de acercarse de esta manera a un hombre. Y ahora que lo tenía, casi no podía creerlo.
Se preguntó si era real lo que estaba viviendo, nuevamente pensamientos de incredulidad vinieron a su mente, destrozandola por completo, como si la hubieran sacado del sueño más profundo, y de la manera más fría y desilusionante posible.
Tristemente Ariana había perdido toda esperanza con los años, creía que el amor era solo una fantasía, que solo era cosa de los libros y de las novelas que solía leer en sus ratos libres en la biblioteca, porque el amor no estaba destinado para las chicas como ella, porque para las chicas como ella la realidad siempre las golpeaba de la manera más dolorosa cuando más ilusionadas estaban.
Lentamente se despegó de su pecho alzando a verlo a los ojos. No era la mirada que él estaba esperando, encontró los ojos de Ariana llorosos, y que de pronto estaban evitando mirarlo. Eso lo hizo sentirse enojado de alguna manera. ¿Por qué esconderse ahora? No había nada que temer realmente. Pero era algo que ella no sabía.
Finalmente la muchacha rompió el silencio y habló con la voz quebradiza y silenciosamente.
Lo siento, yo no debí — dijo ella tratando de apartarse
Alex sintió como se estaba empezando a romper el pequeño cristal que estaba rodeando a ambos mientras estaban abrazados, y entendió que no los protegía del mundo exterior, sino de ellos mismos.
No tienes que disculparte, no has hecho nada malo — dijo él buscando la mirada de ella
Ella respiró profundamente, y las palabras salieron de ella antes de tropezarse a sí misma con sus ideas.
No se supone que hagamos esto si no hay nadie más aquí — dijo ella alzando por fin la mirada.
Alex sintió el peso de sus palabras montandosele sobre la espalda. Ella tenía razón, no se suponía que debía pasar algo entre ellos mientras no estaba su hermano o Marlee para observarlos.
Sin embargo, ya fuese por el alcohol, o porque sintió que en ese momento estaba a punto de explotar, Alex hizó algo completamente diferente.
Se acercó lentamente a ella, mientras la joven intentaba esquivar su mirada. Trató de tomar su cara con delicadeza, y le dio un pequeño beso en la frente. Ella no se apartó, y él decidió que tenerla cerca era lo único que podía aplacarlo en ese momento, que nada más lo iba a retener atado en el mundo sin impedir que se perdiera en el intento por buscar una maldita respuesta, no cuando la tenía enfrente sin ninguna duda.
¿Qué estaba sucediendo en ese momento exactamente? No había una respuesta exacta, todo eran incógnitas y misterios. Pero había una certeza absoluta, una verdad completamente irrefutable. Juntos se sentían extraordinarios.
Supongo que yo tampoco debería haber hecho eso — dijo él.
Ariana alzó la mirada hacia Alex, confundida. No dijo nada.
No necesito que esté mi hermano o Marlee para acercarme a ti, Ariana. — le dijo él viéndola fijamente a los ojos, con toda sinceridad.
Alex no podía soportar el silencio, quería escucharla, necesitaba que dijera cualquier cosa que lo tranquilizara un poco.
Pero no hicieron falta las palabras, Ariana le respondió lanzándose hacia sus brazos, abrazándolo, besándolo nuevamente. De la manera más cariñosa, de la manera más linda y más sincera que el corazón puede responder ante el singular encanto del amor. Era algo que ella nunca había experimentado, era como abrirse a nuevas realidades desconocidas de un momento a otro.
Alex la recibió con el corazón contento, acogiendola en sus brazos, correspondiendo al beso, dichoso, excitado de amor. Era una orgia de acogedoras sensaciones la que sentían ambos en el interior de sus corazones, latiendo con la más viva ferocidad hasta querer salirse de sus cofres.
Ariana se separó de él con las mejillas ruborizadas por el calor y con una sonrisa adornando sus húmedos y brillantes labios. Se paró lentamente del sofá tratando de no perder el equilibrio y se alejó de Alex para dirigirse a la cocina, mientras él la observaba fijamente, como si no quisiera que se separara ni un segundo de él.
Ella caminó con tímidos pasos hasta agarrar la botella de licor que estaba sobre el mesón de la cocina y se sirvió otro trago para sí misma. En ese momento ya no era consciente de lo que hacía, pero agradecía al valor que le habían dado los anteriores tragos. Alex la observaba entre divertido y sorprendido por el acto, nunca se imaginó verla sirviéndose un trago.
Ariana se bebió todo de un solo intento. Sintiendo nuevamente el alcohol quemándole la garganta, pero logrando darle una nueva chispa de energía, de calor y de excitación recorriendo todo su cuerpo. Nunca había sentido los efectos del alcohol en su vida y mucho menos los efectos de tener a un hombre consigo, un hombre como Alex.
Alex, uno de los hombres más violentos que había conocido después de su padre, pero que era a su vez, el hombre del que estuvo profundamente enamorada cuando tenía 9 años, y que ahora, volvía a sentir exactamente lo mismo por él que en aquella época, pero con la diferencia de que ella ahora era una mujer. Ahora las cosas eran diferentes.
El muchacho soltó una risita al verla fruncir el ceño por el amargo trago de licor que había dado.
Bueno, y no que no querías? — le dijo burlesco.
Ella le devolvió la expresión.
Creo que cambié de opinión — dijo con una sonrisa traviesa
Ariana reía como si jamás en su vida hubiese sido feliz. Con su bonita risa contagiosa, Alex la miraba como si jamás en su vida hubiese vivido un milagro.
Aquella noche, después de una victoria y algunos tragos de alcohol, ambos encontraron consuelo el uno en el otro.
Alex tomó su celular y luego de unos minutos de rabiar buscando quién sabe qué, dio con lo que quería. Puso música, relajada, tranquila. Le costó un poco dar con algo que le pareciera ideal para el momento, puesto que este no era el tipo de música que solía escuchar. Sin embargo se sorprendió de lo bien que combinaban los suaves sonidos y la encantadora joven que tenía frente a sus ojos.
Ariana sentía la cabeza a punto de caérsele del cuerpo y el sonido de la música proveniente del teléfono de Alex la mantenía en su lugar. El cuerpo ya no le pesaba, solo sentía la risa calarse un poco dentro de sus entrañas. Ya no recordaba de qué estaba riendo y realmente no importaba. Importaba la sensación y el movimiento. Era una situación irónica a decir verdad, como esas cosas que ella sabía que no tendrían porque estar sucediendo, o al menos no a ella.
Apartó el pensamiento de su mente cuando vio a Alex levantarse del pequeño sofá y acercarse hacia ella tranquilamente. El muchacho se veía tan dichoso y excitado al mismo tiempo. Ninguno dijo nada porque eso hubiese acabado completamente con la magia que se sostenía entre ambos.
Música, licor, Ariana. Todo le parecía tan embriagador aquella noche, demasiado larga y seguramente demasiado corta para todas las cosas que pensaba y anhelaba. Alex no podía negarse más a sí mismo que llevaba a la muchacha de cabellos castaños metida hasta la médula. Le dolía la garganta de retener todas las cosas que quería decir en ese momento.
Ambos se dedicaron una mirada y una sonrisa. Tras los tragos que había tomado, Ariana se sentía más liviana, más libre de expresar todos sus sentimientos con avidez. Se lanzó a sus brazos de repente. Lo abrazó con tanta fuerza que parecía sentir que el muchacho iba a desaparecer en algún momento.
Él no pensaba ir a ninguna parte, porque no deseaba estar en otro lugar más que ese. Allí era perfecto, con ella en sus brazos y deleitándose con sus dulces besos. Solo podía pensar en qué quería tenerla así por el resto de su vida. O al menos por el resto de la noche, sería suficiente por ahora.
Lo único que parecía importante para Alex, era poder apaciguar un poco el fuego que sentía por todas sus venas. Ella era agua fresca en un vasto desierto. Era luz en miles de años de ceguera. Era música para sus peores años de agonía. La calidez que sentía en ese momento se le expandía por el cuerpo como un incendio. Cada parte de su cuerpo, cada célula, había despertado para presenciar aquellas sensaciones. Estaba vivo, y por fin lo sentía.
Ariana se aferró fuertemente a él, sintiendo como los brazos de Alex rodeaban sus caderas. Se recordó a sí misma de pequeña, recordó lo mucho que había querido abrazar a Alex de esa manera. Se sintió como si toda su vida la hubiera devuelto a cuando era una niñita que no sabía cuánto le costaría llegar a ese momento.
La muchacha alzó la vista y, poniéndose de puntitas debido a la altura de él, lo besó tiernamente poniendo sus manos en su cara.
A Alex casi le costaba respirar y su cuerpo respondía rápidamente a los estímulos que Ariana provocaba en él. Comenzaba a sentirse cada vez más excitado, sentía que estaba a punto de estallar y ya no podía controlarlo. Se llenó a sí mismo de una necesidad palpitante de tocarla, de sentir la suavidad de la piel de su cuerpo en sus dedos y poder hacer todas esas cosas que se le pasaban por la mente.
Trato de ser cuidadoso, quería ser bueno para ella sin importarle todo el trabajo que le costara. Tenía sus manos puestas sobre las seductoras curvas de las caderas de ella, de la manera más condescendiente que había tratado jamás a una mujer.
Toda la tensión empezaba a desvanecerse con el beso. Alex no podía resistirse más a sus impulsos masculinos. Sus manos empezaron a recorrer el cuerpo de la joven lenta y delicadamente, hacia la excitante suavidad de su trasero, sintiendo con sus toscos dedos las provocativas curvas que lo animaban a seguir explorando con el sentido del tacto. Se halló sosteniendo las nalgas redonditas y bien paraditas de Ariana, las recorrió con ambas manos, en una exploción de lujuria que llevaba guardada desde hace mucho tiempo.
Lo había querido hacer desde hace tanto, pero se había negado a pensar en ello hasta ahora. Ahora no quería detenerse nunca, quería llegar hasta el final con ella.
Ariana sintió las manos de Alex recorrer su cuerpo como si buscara algo, como si ella escondiese algo que él estaba dispuesto a descubrir a como dé lugar. Sintió como la intensidad y el tinte de la situación aumentaba, así como también incrementaba el calor que se sentía en la habitación, con cada beso y con cada movimiento que las grandes manos de Alex daban sobre ella.
Ariana asimismo cedió ante sus impulsos, dándole paso a las nuevas sensaciones que recorrían su inexplorado cuerpo, y le concedió el placer a Alex de poder tocarla como él quisiera, haciéndole saber que era suya y que ya no pensaba detenerse, que deseaba seguir hasta que pasara lo que inevitablemente tenía que pasar entre ellos dos.
Los deseos más profundos de ambos por fin estaban saliendo a flote. Venían sintiendo lo mismo el uno por el otro desde un principio, pero debido a las inseguridades de cada uno, lo habían intentado reprimir sin mucho éxito. Ahora no había escapatoria, no había excusas, solo estaban presentes las ansias vividas acumuladas.
El beso empezó a ponerse más intenso, las respiraciones de ambos eran cada vez más agitadas, sus corazones latían más fuerte, las caricias de él eran cada vez más ansiosas y el cuerpo de ella respondía los estímulos sin oponerse a ellos.
Hasta que, en un enérgico arrebato, provocado por la impaciencia, Alex la cargó en sus brazos de un movimiento firme pero delicado. La muchacha abrió los ojos muy sorprendida cuando se sintió en el aire, sus mejillas inmediatamente se coloraron, pero estaba disfrutando muchísimo el sentirse apoyada sobre los grandes y musculosos brazos del hombre.
En este punto Alex estaba demasiado excitado y solo podía pensar en una cosa. Caminó con ella en sus brazos hasta su habitación. Se sentó en la cama y la sentó a ella en su propio regazo mientras lo observaba fijamente y sonreía fascinada.
Siguieron besándose acaloradamente, Alex comenzó a desplazar su boca besando sus mejillas, bajando con sus labios hasta su cuello, mientras pasaba las manos por sus piernas y apretaba su cintura. Él estaba loco de pasión y debido a la posición en la que Ariana se encontraba, ella podía sentirlo fácilmente.
Ella se sentía en las nubes, con cada beso recorriendo con lujuria su garganta, el duro miembro del hombre bajo su trasero, más las grandes manos de Alex tocándola por todas partes, era todo una bomba de tiempo. Todo su cuerpo le cosquilleaba mientras sentía como una llamarada empezaba a crecer dentro de sí, incendiando todo su cuerpo.
El muchacho también sentía que estaba ardiendo y que su ropa lo estaba sofocando. Inmediatamente se sacó la camiseta dándole a ella una imagen espectacular de su formidable torso y sus duros pectorales, que por si fuera poco, los trazos sobre la piel hacían ver su cuerpo aún más irresistible.
En seguida se percibió en el aire el palpable aroma a transpiración varonil, dado que el muchacho no había alcanzado a tomar una ducha por toda la emoción después de su pelea.
Alex la cargó rápidamente y la recostó sobre su cama, y continuó desvistiéndose, quitándose los zapatos y los pantalones, quedando únicamente en boxers frente a ella.
Todo en él era tan atractivamente varonil y apasionante, que a medida que se iba quitando la ropa, la vista para Ariana se ponia mejor, pues observaba acalorada el evidente gran paquete que se marcaba en la ropa interior del hombre, llenandola de las mejores expectativas.
Las manos de Alex se dirigieron hacía el cuerpo de ella, rozando suavemente con sus dedos sobre sus prendas y procediendo a deshacer de su blusa los botones que le impedían apreciar la frágil y pálida piel del cuerpo de la jovencita.
Ariana lo observaba fijamente de la manera más enamorada e hipnotizada que había estado nunca, sus ojos brillaban con mucha intensidad, mientras él estaba concentrado desnudandola suavemente, mirándola devuelta con la misma mirada. Ella incluso ya se sentía completamente desnuda solo con los ojos oscuros del muchacho sobre sí.
Al desabrochar el último botón de la delgada prenda de Ariana, Alex identificó el último obstáculo que lo separaba de hallar aquello que estaba ansioso por encontrar. Ella cooperó tímidamente despojándose por completo de aquella blusa y a continuación de su delicado sostén blanco, dejando ahora sí, al aire sus tiernos y virginales pechos de inocente doncella.
Alex soltó un gran suspiro de satisfacción al encontrarse con los más bellos pechos que había tenido el placer de presenciar frente a él. Detalló los pequeños pero bien formaditos senos de Ariana, con sus grandes y rosados pezones, solamente dignos de aquella dulce jovencita. Eran mejor de lo que esperaba, los tocó, los acarició y los apretó gentilmente entre sus manos, sintiendo la blandura y la piel tersa de señorita
Desde su busto, Alex guió sus manos hacia las curvas del cuerpo de Ariana, hacia su cintura y las blancas colinas de sus caderas, recorriendo con su áspero tacto la suave y delicada piel de porcelana de la niña. Casi parecía como si la lastimara con solo tocarla, como si la pudiera romper con el simple contacto, porque vaya que él era bueno haciendo daño. Pero no quería lastimarla, no a ella. Trato de ser lo más delicado posible.
Continuó comiéndosela a besos, besando humedamente todo su cuello, recorriendo con sus labios por su clavícula hasta llegar a sus pechos. Acercó su boca a ellos y los probó. Los beso, los lamió, los chupo. Pasó su lengua en círculos alrededor de sus lindos pezones, que para su sorpresa estaban completamente erectos. Los cubrió de besos, los succionó como intentando sacarles leche, deleitándose con la exquisita esencia femenina de Ariana, mientras la oía gemir fuera de sí misma.
Los jadeos de Ariana eran cada vez más intensos, todos sus sentidos se agudizaron, nunca había sentido algo similar en sus pequeñas mamas, aquellas que estaban atribuidas a su tratamiento hormonal, eran más sensibles de lo que había imaginado. Lo estaba disfrutando como nunca, tenía sus manos sobre los hombros de Alex en tanto gritaba inconscientemente el nombre de dios pidiendo que continuara. Se sorprendió a sí misma de sus propias palabras.
Mmm, ahh, por Dios, mmm, sigue por favor
Mmmmm mmm
Alex la complació, intensificó los movimientos de su lengua y los besos que daba sobre los calidos pechos, escuchandose el erotico sonido de una boca contenta y satisfecha, así como el tan excitante sonido de los suspiros y gemidos de Ariana, creando una atmósfera totalmente placentera para los sentidos, una atmosfera tierna y llena de sexo.
Después de un buen rato, él apartó su boca de los ya totalmente húmedos senos de la niña, dejando sus pezones más hinchados que antes, y bajo con besos por la cálida y suave piel de su abdomen hasta detenerse en su vientre. Allí, dos prendas lo separaban de poder apreciar por completo el cuerpo desnudo de Ariana, y poder llevar a cabo todo aquello que su mente no paraba de maquinar.
Para poder liberarla de su pantalón, primero le quitó sus zapatos, los cuales eran unas lindas ballerinas que ya dejaban ver un poco de la piel de sus pequeños y delicados pies. Después, comenzó a bajar lenta y cuidadosamente su pantalón, revelando poco a poco, centímetro a centímetro, unas hermosas braguitas juveniles, tan inocentes que, de sobremanera, lo hicieron poner más prendido que en toda su vida.
Ella también se sentía muy excitada, y aquella parte de su cuerpo que se ocultaba tras su ropa interior, escasamente lo hacía notar a través de ella. Sin embargo, por otra parte se sentía muy nerviosa debido a lo que estaba a punto de ocurrir.
Era su primera vez, nunca había tenido algún tipo de acercamiento con un hombre y tenía miedo de no ser lo suficientemente buena para complacerlo, o peor aún, que Alex sintiera rechazo por su pequeña singularidad y se echara para atrás.
También estaba sumamente preocupada por su propio placer y satisfacción. No sabía si le dolería o no. Lo más probable era que si, y eso era lo que más le asustaba.
Sin embargo Alex no quería ser brusco con ella, él quería tratarla de la mejor manera posible, cuál delicada flor en manos del más valiente caballero. Ambos deseaban recordar este acontecimiento como la mejor noche de sus vidas. Una noche llena de cariño y pasión debido al amor recíproco que el destino tenía preparado para estas dos almas.
Esta noche era sumamente importante. Esta noche ella perdería su doncellez. Aquella purísima virginidad que estaba a la espera del hombre correcto y del momento indicado. Esta noche pasaría de ser una inocente niña, a una mujer que descubre lo que su cuerpo es capaz de sentir y de recibir, gracias al placer que solamente la compañía de un hombre le puede brindar.
Esta noche él tendría el gran honor, el gran privilegio, la gran dicha, de cortejarla, de desflorarla y de convertirla en su mujer. Esta noche él pasaría a ser el único hombre con el derecho de tocarla, el hombre afortunado al que se le atribuye la conquista de aquella sublime castidad. Esta era la verdadera y más importante victoria de la noche. Esto era por lo que realmente había luchado arduamente.
Al terminar de desnudar las largas y esbeltas piernas de la joven, las bruscas y ásperas manos de Alex recorrieron desde sus muslos voluminosos hasta sus bellos y femeninos pies. Su piel era tan suave y tersa que se sentía como tocar una muñequita de porcelana, de esas que su madre solía coleccionar en casa.
Alex se quedó tocando y acariciando sus piernas y sus pies satisfactoriamente, jugando y masajeando sus frágiles dedos, mientras observaba embobado las tiernas braguitas que llevaba puestas Ariana. Eran unos cacheteros con estampado de gatitos y con un delicado lacito al frente. Era obvio que la muchachita no había elegido sus prendas sabiendo lo que iba a pasar esta noche. Y es que esa imagen de niña inocente que Ariana siempre proyectaba no hacía más que provocar frenéticamente al muchacho.
Alex no aguantaba más, estaba perdiendo la razón, parecía como si su miembro iba a terminar estallando por la espera a la que estaba siendo sometido. Le dió un beso en uno de los pies de la joven y los puso ambos sobre la cama. Sin esperar más tiempo, Alex se quitó sus boxers, saltando a la vista su gran miembro, liberando la virilidad que llevaba horas intentando salir cuanto antes, porque sabía de la presencia de una hembra esta noche. Y no cualquier hembra, sino una que aún era tan pura como la más bella flor del campo, como aquella que está ubicada en el lugar más remoto e inalcanzable, donde nadie nunca había podido acercarse tanto a ella como lo estaba haciendo él en ese preciso momento.
Ariana observaba curiosa y nerviosamente la entrepierna del hombre. Y a pesar de que nunca había visto uno, notó que el pene que poseía Alex era completamente descomunal. Después de todo, no se podía esperar menos de un hombre tan grande y robusto como él.
Ya estaba totalmente erecto, debía medir aproximadamente unos 21 centímetros de largo, era muy grueso y era recto, aunque un poco inclinado hacia la izquierda en la punta. Relucía algunas venas marcandosele en el tronco, bombeando la cantidad de sangre necesaria para esa importante magnitud. La cabeza, de la cual chorreaba un brillante y largo hilo de líquido preseminal, era grande y colorada. Desde la base, en la pelvis, brotaba una cantidad adecuada de vello púbico, entrelazándose todos en una selva de un color más oscuro que el cabello rubio de su cabeza. Sus testículos eran igual de grandes que su falo, aunque eran un poco más morenos, y colgaban como los cojones del toro más semental del establo.
Con esta impactante impresión, lo primero que se le vino a la mente a Ariana fue que le iba a doler. Pero aun así, estaba decidida a tomar el riesgo, lo deseaba y lo anhelaba más que nada en este momento. La calentura que tenía encima superaba los nervios, anhelaba tenerlo dentro suyo.
Desde luego, Alex se sentía muy orgulloso de su miembro, pues sabía de sobra que volvía locas a todas las mujeres, y Ariana no era la excepción claramente. Ella se hallaba observando con una mezcla de lujuria y curiosidad al tener enfrente por primera vez una polla. Obviamente no era como la de ella, pues el de Alex era un pene masculino, el pene de un macho. En cambio el de ella... Bueno, no sabía cómo definirlo, y eso era precisamente lo que la inquietaba.
No obstante, en estos momentos en los que Alex se hallaba tan ebrio, por el Alcohol y por ella, poco le importaba, por no decir que nada, el pequeño bulto que a duras penas se veía a través de la ropa interior de la joven. Comenzó a jalar hacia abajo sus pantys, y de a poco advirtió la pequeña cosita de Ariana asomándose tímidamente.
Para Ariana, dejar a Alex desnudarla de la cintura para arriba ya era bastante, muchísimo a decir verdad, pues se sentía tan expuesta y tan frágil, como un trozo de papel. Pero su penecito era muchisimo mas intimo, muchísimo más chocante y muchísimo más vergonzoso de mostrar, porque sus pechos, aunque también eran muy privados, si eran partes comunes en el cuerpo de una mujer, en cambio sus genitales delanteros, no… Se sentía tan asustada de que Alex mirara sus partes, se preguntaba que pasaba por la mente de él.
El muchacho observó por un momento el pequeño miembro de Ariana, aún no estaba del todo despierto, pues todavía estaba flácido, ocultando con su frágil piel blanca la cabecita rosada, la cual apenas y soltaba una pequeña gota de precum. Los huevitos eran colorados, e igual de pequeños y lampiños que todo su cuerpo. Aunque algunos escasos vellos marrones adornaban tiernamente el lugar de donde nacía su miembro femenil.
Alex sintió ternura por el adorable pene-clitoris que la niña llevaba escondido con pena.
Francamente, Alex había pensado que sería una situación un poco gay encontrarse con un pene, pero había decidido que iba a tratar de no prestarle atención. Al final resultó que ni se sintió gay ni pudo pasar por alto el pequeño miembro, ya que éste era tan femenino que parecía como algo de lo más normal del mundo.
La miró de vuelta a ella, quien se hallaba ruborizada y con los ojos asustados. Le dedicó una sonrisa, dejándole saber que podía estar tranquila, ya que no estaba descontento ni nada por el estilo.
Lo que si, es que no estaba seguro de qué hacer. Es decir, era la primera vez que no hallaba una vulva bajo las bragas de una mujer. ¿Cómo debía proceder ahora?. Ella lo observaba expectante a su siguiente movimiento, con una mirada que no merecía ser decepcionada. Juntos habían llegado hasta el punto más álgido de la noche, estando al borde de vivir una nueva experiencia cada uno. Sería verdaderamente ridículo no seguir adelante ahora, además, ¿No era lo que ambos estaban esperando desde hacía tanto tiempo?.
Alex decidió que esta noche era para celebrar, para disfrutar de la encantadora compañía femenina de Ariana, para dejar de lado cualquier otro pensamiento, para salvarse aunque sea por un efímero momento de todos sus problemas, para hacer el amor con ella, de la manera más romántica, de la manera más atenta y tierna, pero al mismo tiempo, de la manera más exquisita, excitante y sensual que ambos iban a tener el placer de vivir alguna vez en sus vidas.
La abrió de piernas poniendo los pies de Ariana a ambos lados de si mismo, quedando ambos listos para hacerlo en la preciosa posición de misionero, idónea para desvirgar gentilmente a una mujer.
Se acercó más a la niña, inclinó su rostro hacia el de ella, poniendo las manos a ambos lados de su cuerpo. Ella permanecía inmóvil, sin ninguna cosa que decir, pues todo lo que estaba ocurriendo era muy surrealista.
Alex la besó cariñosamente, como muestra de que no había nada de qué temer, haciéndole saber que podía confiar en él, porque esta noche él era el encargado de concentirla, de hacerla sentir mujer, su mujer.
Ariana comprendió lo que Alex quería transmitir, era como si no hicieran falta las palabras, era como si se comunicaran solamente con el lenguaje corporal, con los besos, con las caricias. Ariana recibió sus besos complacida, abrazándolo con todas sus fuerzas, antes de perderlas todas en la turbulenta escena posterior. El calor y la excitación en todo su cuerpo se hallaban por los cielos, sobre todo en su colita, donde todo el calor se concentraba aún más, haciéndola humedecer y palpitar deseosa de su macho.
Alex separó su boca de la de ella, sin apartar su mirada de los grandes ojos color avellana que lo miraban enamorados. Tomó unas cuantas almohadas para ponerlas bajo su espalda baja, logrando elevar su trasero hacia él. Se puso frente de ella y, teniendo ahora las redondas nalguitas de Ariana totalmente descubiertas, empezó a tocarlas, a masajearlas, manoseandolas por todas partes, apreciando la perfección de estas. Estaba seguro de que las disfrutaría como nunca en los próximos minutos.
Les dió una leve nalgada y, sosteniendo con una mano su gran tronco y con la otra separando las suaves posaderas de ella, abriéndose paso hacia su rosado agujerito, empezó a acercar su robusta virilidad en busca de explorar los rincones inexplorados de su doncella.
Teniendo el glande apoyado sobre la aún cerrada entrada de Ariana, escupió un poco de su saliva en medio para lubricar el primer empuje hacia el interior de la virgen cavidad. Con la cabeza esparció la saliva masajeando alrededor del ano, y finalmente terminó de lubricar su falo escupiendo nuevamente sobre este.
Ella, al sentir la saliva recorriendo la delicada piel de su anito y el miembro de Alex presionando para entrar, no pudo quedarse tranquila. De su boca salieron unas palabras que pronunció repentina y nerviosamente.
Espera — dijo ella mirándolo a los ojos
Alex la miró de vuelta, entendiendo a qué se refería incluso antes de que continuara hablando
Tranquila — dijo él mientras llevaba una mano a su rostro, acariciandole la barbilla — No te va a doler, te lo prometo.
Ella asintió preocupada con la cabeza, estaba desconfiada. Él le regaló una sonrisa alentadora mientras acariciaba su barbilla y empujaba más y más su pene contra su entrada.
Ciertamente Alex no tenía nada de experiencia con una chica como Ariana, no sabía que iba a sentir él, y mucho menos sabía que iba a sentir ella al ser invadida de esa forma por primera vez. No quería ser brusco con ella, pero realmente quería estar dentro de ella. Supuso que no debía ser muy diferente de una vulva, por lo tanto continuó presionando hacia adentro con mucha delicadeza. Lo cierto es que la manera más adecuada de hacerlo era dilatando previamente con los dedos, pero ninguno de los dos lo sabía, claro está.
Ariana cerró los ojos, tomó aire y lo sostuvo en sus pulmones, esperando a que Alex entrara en ella, deseando que no doliera demasiado, o mejor, que no doliera. Se quedó quieta, estaba tensa, por lo cual su anito oponía fuerte resistencia a ser ahondado.
A pesar de los esfuerzos de Alex por no lastimarla, cuando su capullo finalmente atravesó el estrecho orificio de la muchacha, ella sintió la irrupción en su cuerpo con la fuerza de un animal salvaje. Era un dolor agudo y punzante recorriendo desde el punto vulnerado hasta lo largo de su espalda, inundando cada músculo y cada vértebra con el más espantoso dolor y sufrimiento.
Sus ojos se abrieron de inmediato reflejando la angustia, y se encontró con la expresión sorprendida de Alex. Con todo el aire que guardaba en sus pulmones, Ariana soltó un grito desesperado con todas sus fuerzas, retumbando en las paredes de la habitación de Alex, rogando que detuviera esa tortura cuanto antes.
Sacameeloo, Aleex! — decía ella golpeándolo inútilmente en los brazos
Cálmate, chiquita, solo toma aire y respira — dijo él mientras le acariciaba una mejilla intentando relajarla
El dolor era cada vez más fuerte, y esta vez se propagaba por todo el cuerpo, haciéndola derramar lágrimas. La pobre no hacía más que retorcerse y quejarse en la cama, sus piernas temblaban sin poder controlarse, y eso que solo había entrado la punta de la masiva verga del hombre.
Alex no pensaba detenerse ni salirse de ella, continuó entrando lentamente. La estrechez de la inexplorada cavidad de Ariana no soportaba ni un segundo más la manera tan abrupta en la que había sido expandida por semejante cuerpo extraño. La muchacha no paraba de gritar y de golpear a Alex por donde podía, tratando de sacarlo de ella para recuperar la calma.
Aquello no hizo más que provocar muchísima más lujuria en él, quien estaba clavando su polla centímetro a centímetro, en el que era desde ahora su nuevo lugar favorito, aquel que desde ese momento solo le pertenecía a él y a nadie más.
Mientras ella estaba sometida a ese martirio interminable, intentando zafarse de él a como diera lugar, Alex, por el contrario, sólo podía sentir un placer infinito recorriendo cada centímetro de su miembro.
Lo estaba refundiendo en círculos, de manera que se deslizara más facil y rápido para llegar hasta lo más profundo de sus entrañas, para sentir que estaban conectados más allá del sexo, para aceptar que el uno estaba hecho para el otro, para sentir que se trataba de mucho mas que del simple acto del coito, pues se trataba realmente de la perdida de la impecable castidad de ella y el paso a convertirse en la mujer de él.
Ohhhhh — jadeó él sonoramente, satisfecho al sentir por fin su polla dentro de ella por completo
Era una sensación increíble, demasiado diferente de cualquier otra. El conducto de Ariana era muy apretado y muy calentito.
Ella por el contrario no lo estaba pasando para nada bien, sentía como si las paredes de su recto se hubiesen desgarrado de una manera tan salvaje que nunca podrían recuperarse de nuevo.
¡En serio, sacamelo por favor, no aguanto más, Alex!! — decía ella llorando, cansada de suplicar piedad
Shhh shhh shh — decía él suavemente poniendo un dedo sobre sus labios
Y sin despegarse de ella, Alex puso las manos a ambos de lados del cuerpo de Ariana, e inclinando su rostro hacia el de ella, la besó en la boca para silenciar su angustia, acariciando también con las manos sus frágiles brazos, de la manera más gentil que sentía que podía hacerlo.
Ella quiso apartar su boca de la de él para poder gritar. El dolor no se iba, sino que se agudizaba cada vez más. Ariana pensó que había sido la peor idea de la noche. Lo único que quería es que Alex saliera de ella inmediatamente.
Pronto, los consuelos del muchacho empezaron a actuar como un eficaz calmante en ella, apaciguando lentamente aquel escozor insoportable, transformandose primero en una extraña mezcla de dolor y placer, hasta llegar a convertirse únicamente en la mejor y más placentera sensación de satisfacción, gracias al mete saca que Alex había comenzado a ejercer.
De pronto, todo el dolor se había desvanecido en un mar de absoluta pasión. Ya no le ardía, ahora solo podía sentir el caliente trozo de carne palpitando en su túnel. Su apretada colita al fin había cedido rindiéndose ante las maravillas que era capaz de sentir.
Sus piernas dejaron de temblar, sus brazos ya no tenían la necesidad de apartar, sino la de atraer. Ariana lo abrazó, poniendo sus manos sobre la ancha y fornida espalda de él, acariciando cada músculo con las llemas de sus delgados dedos, al mismo tiempo que sus bocas seguían consintiéndose desenfrenadamente.
Con su boca unida a la de él, sus lenguas jugaban afectuosamente, entrelazándose, rozando las papilas gustativas de la una con la otra, mientras ella gemía dichosa por el enorme regocijo que su cuerpo experimentaba en un lugar donde nunca antes había sentido nada, un lugar del que ella desconocía sus beneficios, sus ventajas, su valor y su segundo uso; el de complacer y ser complacida.
Ya no solo su agujero disfrutaba y reaccionaba gratamente ante la verga caliente que tenía acogida dentro de sí, sino también otra de las partes de su cuerpo empezaba a responder a los estímulos. Su pequeño pene feminino, que antes permanecía blando y caído, ahora comenzaba a crecer lentamente, llenándose con la poca sangre que era capaz de acumular para mantenerse erecto. No debía medir más de 5 centímetros en ese estado. A decir verdad eran bastante raras las situaciones en las que esto sucedía, ya que, debido a las hormonas era muy difícil que su cosita lograra empalmarse siquiera más de 1 minuto.
Solo fue cuestión de que Alex siguiera entrando y saliendo, llenando y vaciando, para que el pene-clitoris de Ariana quedara completamente paradito, apuntando hacia arriba, descubriendo adorablemente su rosada cabecita de la pálida piel en la que se hallaba envuelta, chorreando por la punta un translúcido líquido preseminal que se derramaba por sus escasos centimetros.
La penetración de Alex había comenzado a aumentar el ritmo, escuchandose el sonido de sus huevos chocando con las redondas posaderas de la jovencita, aquellas que debían su forma y su blandura a una sola y única razón dada por la misma naturaleza; la de facilitar el coito entre el macho y ella, la hembra, sirviendo para amortiguar las duras embestidas del semental dominante.
Sus bocas aún se negaban a despegarse, él jadeaba mientras tocaba uno de los pechos de la niña, ella gemía por detrás de sus dientes. Sus impulsos femeninos la hicieron moverse instintivamente al mismo ritmo de él, moviéndose hacia delante y hacia atrás, ayudando a la verga a salir y a entrar hasta lo más profundo de su ser.
Estaban haciendo el amor, ya no era el simple coito. Era el cariño y la pasión que por tanto tiempo se habían negado llevados a su máxima expresión.
Alex se sentía completamente en las nubes, como no se había sentido con nadie desde hacía muchísimo tiempo. Había estado dispuesto a hacer que la primera vez de Ariana fuera inolvidable, sin contar que para él, esta experiencia también lo sería. Era indiscutible el hecho de que el ano era mucho más apretado que una vagina, lo cual era mil veces mas placentero para su polla. Se sentia como si hubiera sido la primera vez que tenia sexo en su vida, como si todas sus anteriores veces no hubieran existido, o como si no importaran, porque la que verdaderamente era importante, era esta, con ella. Porque los dos se amaban y estaban haciendo el amor, porque tenía un significado para ella y porque tenía un significado para él también.
Alex no quería cambiar este momento por nada en el mundo, mucho menos quería cambiarla a ella. Porque ella era lo único que necesitaba, y ahora estaba completamente seguro de ello. Porque la quería a su lado para siempre, para hacer el amor con ella todos los días, para repetir insaciablemente este momento durante toda la vida.
Ariana se sentía completa, se sentía contenta, llena de vida, se sentía amada, deseada, se sentía completamente enamorada de él. Cada introducción del falo de Alex en su colita la acercaba un poco más al cielo, como si sintiera que sus cuerpos interactuando de esa forma pudiesen alcanzar juntos un éxtasis inimaginable, como si se tratara de un sueño.
Y es que no era ni más ni menos que un sueño hecho realidad, tener al hombre del que estaba enamorada acariciándola, besándola, haciéndole el amor, haciéndola suya como muestra de su querer, era absolutamente mágico. ¿Cuántas veces no había pensado en esto durante las noches, cuando su naturaleza humana y femenina la hacía sentir provocada por aquel hombre?
Aunque lo haya querido negar tantas veces, ella sabía que era imposible no sentirse acalorada por un hombre como Alex, tan varonil, tan apuesto y tan provocador. Prácticamente ninguna mujer hubiera podido abstenerse de tener pensamientos eróticos sobre Alex.
Aunque no lo reconociera, pensamientos de este tipo eran los que tenía cada noche que Alex llegaba a La Fuente a comer algo y ella lo servía sin falta, como si se tratase de su marido. Por algo en el restaurante le avisaban siempre que el muchacho llegaba.
Y aunque no quisiera admitirlo, desde que era un simple niñita había tenido momentos en los que su mente divagaba pensando en los utópicos escenarios junto a Alex, que era en ese entonces su cuidador.
Pero ahora, en este preciso momento, todo aquello que había anhelado tantos años atrás se estaba haciendo realidad, no era una utopía, ni una fantasía. Era tan real como el amor que sentían, tan real como que ella era su mujer y él su hombre. Tan real como el pene que la estaba llenando, tan real como los orgasmos que estaba sintiendo a causa de este.
Haberse entregado a él fue lo mejor que le había pasado en su triste y monótona vida. Se sentía reconfortada y feliz, no quería que Alex se saliera de ella nunca más, quería durar toda la vida así, sintiendo esa barra de carne en su cuerpo para siempre.
En ese momento había dejado de pensar en la maraña de problemas que acarreaba en su mente. Al fin había podido dejar de lado sus miedos e inseguridades. Era desde este momento que había comenzado a vivir su vida.
Entre jadeos y suspiros, Ariana disfrutaba de los besos de Alex, de la verga que entraba y salía, sintiendo cada vena palpitando en su estrecha cavidad. Sus piernas estaban ubicadas a la altura de la espalda baja de él, envolviendolo con ellas por detras, de manera que sus cuerpos estuvieran bien enganchados, aunque resbalandose por el sudor que les empapaba la piel.
En la habitación solo se percibía el delicioso olor a sexo y a transpiración. Por una parte estaba el delicado aroma a hembra de ella, y por otra, el olor a transpiración de macho de él.
Mientras tanto, los únicos sonidos que se oían en ese momento eran el de los besos, el de los gemidos, jadeos y suspiros, el de la cama rechinando y el de los testículos de Alex golpeando contra las nalguitas de la niña, al compás de la tranquila música que hasta ahora no había dejado de sonar en la otra habitación.
Se hallaban abrazados y consumiéndose las bocas románticamente en la posición de misionero. Ella tenía sus manos rodeándolo por la grande espalda, él le acariciaba el hermoso y sedoso pelo castaño. Sus lenguas se entrelazaban conociéndose cada vez más a fondo, como dos peces nadando juntos por la inmensidad del océano, hasta que, ambos sintieron que les faltaba el aire. Separaron sus labios y Alex reposo poniendo su cara al lado de la cabeza de ella. Ariana podía sentir la respiración agitada de Alex al lado de su oreja. Ella lo besó en la clavícula, saboreando y oliendo la exquisita esencia masculina que tanto la excitaba.
Con sus manos, ella acariciaba la espalda del muchacho, recorriendola con sus uñas, bajando hasta ubicar las palmas sobre los grandes brazos de Alex. Se sostuvo de ellos acariciandolos, palpando cada fuerte músculo, cada vena que le brotaba y cada vello que cubría su tatuada piel.
Alex comenzó a besarla por el cuello, y detrás de las orejas, respirando el delicado aroma floral de la muchachita, mientras le susurraba al oído "chiquita", "princesa", mientras recobraba la energía suficiente para aumentar el ritmo de la penetración.
Ella inmediatamente sintió el cambio de la velocidad con la que su hoyito se llenaba y vaciaba. Gimió, suspiró, se retorció de placer. Murmuró un 'te amo'. A lo que Alex respondió con un húmedo beso y una empotrada más fuerte que las demás, escuchandose en un resonante impacto de sus huevos.
Paralelamente, los huevitos y la entrepierna de la joven rebotaban con cada embestida. Alex empezó a sentir el pene-clitoris de Ariana rozando con su abdomen, dando a veces golpecitos con la punta, esparciendo gotas de precum por su piel. No le supuso ninguna molestia, él estaba poseído por la lujuria.
Ariana gemía dichosa, agitada, encantada, siendo satisfacida, se escuchó a sí misma gimotear sin control y se sorprendió de ello. Cada suspiro, cada quejido, cada jadeo que soltaban, producía en el otro una mayor excitación, llevándolos hasta las nubes. Era como subir al cielo, subidos en una nube en la misma posición en la que estaban, impulsados solo por el deleite y el placer.
Alex se separó de ella enderezandose, pero sin sacar su miembro. La tomó de las caderas para juntarla más contra su pelvis, comenzando un nuevo mete-saca más intenso, en el que sus manos guiaban el cuerpo de la joven de adelante hacia atrás.
Ella puso sus pies sobre los hombros de Alex, sintiendo así, que el miembro entraba más profundo que antes.
Ya estando completamente ido por el placer, Alex puso una de sus manos sobre el rostro de ella, acariciándola con sus dedos hasta llevarlos a sus carnosos y brillantes labios, posandolos durante un breve momento antes de introducirlos en su boca.
Ella tampoco era consciente de lo que hacía, simplemente se dejó llevar y chupo los grandes y masculinos dedos del hombre. Pasó su lengua alrededor de ellos, saboreandolos de una manera que la puso jodidamente cachonda.
Ariana se meneaba, se sacudía sin poder parar, algunos de sus cabellos le caían sobre la cara, enmarcando su angelical rostro que en esta ocasión demostraba lo contenta que estaba.
El placer era incontrolable, Alex estaba follando su hoyito y su boca frenéticamente. Ariana ya no podía aguantar más, su cuerpo no podía retener más tiempo el éxtasis, empezaba a sentir como algo estaba a punto de ocurrir en su colita y en su penecito.
Su esfínter había sido masajeado sin cesar, la punta de la polla de Alex había estado acariciando el lugar donde se activaba el máximo placer para ella. Todo ese libido, ese goce, toda esa pasión desembocó en ella espasmos por todo su cuerpo, acompañados de fuertes gimoteos, agarrándose de la frazada de la cama, hasta sentir que algo se venía, que algo quería salir por su cosita.
Era una satisfacción inexplicable, era sentir que su agujerito se derretía en una llamarada de placer, era un hormigueo recorriendo su pene-clítoris, era sentirse fuera de sí misma.
Finalmente, bastó con una metida de polla más profunda que todas las anteriores para alcanzar el ansiado orgasmo, de una forma tan especial que la hizo sentirse la mujer más afortunada, dichosa y complacida del mundo, gracias al empeño de su querido hombre por desflorarla de un modo en verdad tan precioso que nunca olvidaría.
Pronto, una colosal avalancha de satisfacción se extendió desde su colita hasta sus genitales delanteros, siendo un orgasmo doble, por detrás y por delante.
Ariana eyaculó, se corrió, se vino, sin siquiera haber tocado su cosita. La niña expulsó una caliente y blancuzca descarga de su rica leche femenina.
Los jadeos eran incontrolables, sus ojos se blanqueaban con cada eyaculación, sus piernas temblaban sobre los hombros del muchacho. Su miembro femenil palpitaba mientras expulsaba chorros inimaginables de un viscoso líquido blanco que nunca creyó que tenía guardado dentro de sí misma.
Alex había bajado la mirada en el momento justo en el que ella parecía estar a punto de venirse, y fue cuando entonces el pequeño pene-clítoris, apuntando hacia arriba, disparó el primer chorro de leche como una fuente. Alex se sorprendió de esto, no creía que fuera posible siquiera que esa pequeña cosita tuviera semen por dentro.
Ahh ahh ahhh — gimoteaba ella arqueando la espalda, mientras su cuerpo estallaba en placer.
Mmm mmm mm — jadeaba él con cada empujón que ejercía en ella.
La pollita de Ariana terminó de expulsar la última gota de lechita hasta quedar exhausta, palpitando, cubierta con esperma aún deslizándose a través de ella, mientras se encogía y ablandaba lentamente.
La muchacha estaba empapada de sudor y sobre todo empapada de su propia leche caliente regándose por su abdomen y su vientre. En el aire se podía percibir el dulce aroma de esta rica segregación.
Alex aún continuaba penetrándola, pues él no parecía cansarse aún, estaba disfrutando al máximo el culito de su amada.
La cavidad de Ariana ya había permitido durante un buen rato ser invadida, ahora empezaba a contraerse asustada de nuevo por esa poderosa invasión que no se iba. El pene de Alex se empezaba a sentir más apretado de lo que ya estaba, y la sensación le pareció extraordinaria.
Alex agarraba las nalgas de Ariana mientras la penetraba desenfrenadamente. Ella lo miraba con la mirada lujuriosa, mordiéndose el labio inferior, observando la satisfacción en el rostro de su hombre al seguir follando su culito.
Ella deseaba sentir el semen de Alex dentro de su cuerpo con muchas ansias. Empezó a moverse otra vez de atrás hacia delante, intensificando así la cópula.
Su lechita se estaba derramando por sus caderas, Alex se inclinó para besarla, ella lo abrazo por el cuello. Entonces, de un momento para otro, Alex la cargo sin salirse de ella. La sujetó de las piernas, se levantó de la cama y se volvió al sentar, con ella encima suyo.
Ella se maravilló de encontrarse en esa posición. Empezó a saltar en el falo contentisima, sintiendo la cabeza de este muy profundo dentro de sí misma.
Duraron así un buen rato. Alex estaba aguantando de manera sobrehumana, hasta que, finalmente se corrió dentro de ella.
Ariana sintió las palpitaciones de la verga de su macho expulsando la descomunal explosión de su semilla reproductiva, que se iba depositando fervorosamente en su interior, recorriendolo todo en una corriente de delicioso jugo de macho caliente, aquel que procedía de esos magníficos testículos de macho semental.
Ella gemía satisfecha de sentirse preñana por su macho, porque esa era la manera en la que él le demostraba su amor sin necesidad de palabras. Porque ese era el pacto en el que se establecía que ella le pertenecía y que sólo él tenía derecho a preñarla.
Alex soltó un enorme jadeo cuando sintió que al fin expulsó con una presión que llevaba horas acumulándose, un enorme chorro de exquisito semen caliente. Fueron 5 tandas con las que inundó con su leche avida cada rincón de las entrañas de Ariana, llenandola por completo con su rica virilidad.
La primera fue la explosión de semen más grande que su miembro haya expulsado alguna vez, la segunda fue un chorro casi igual de grande que el anterior, y las 3 siguientes fueron las que terminaron de colmar por completo el anito de su hembra.
Para Alex, había sido su mejor orgasmo con muchísima diferencia. Agradecía infinitamente al universo por tan dichosa experiencia. Había disfrutado exorbitantemente cada minuto y cada segundo dentro de ella. Y es que Ariana tenía algo especial, ella era maravillosa. Era incuestionable que ella era mil veces mejor que cualquier otra mujer con la que haya estado. Ya sea por su encantadora feminidad, porque se entregó a él siendo aún pura, porque no era como esas mujeres lascivas que solo querían sexo. Ella en cambio quería un amor verdadero. Ella era diferente, ella era real, ella era lo único que podía hacerlo feliz.
Se quedaron varios minutos en esa posición, enganchados, abrazándose y acariciándose mutuamente. Ella tenía su cara apoyada sobre el hombro del muchacho, él le dió un beso en el hombro de ella mientras acariciaba su pelo. Sus cuerpos habían acabado completamente empapados de sudor, frotándose el uno con el otro compartiendo calor.
Terminaron como habían comenzado; abrazándose cariñosamente. Sus corazones latian con fervor, dedicándose poemas en morse con cada pulsación.
Sus genitales aún seguían unidos, hasta que el miembro de Alex empezaba a ponerse flácido, y comenzaba a aflojarse con la ayuda de su propia resbalosa secreción.
Debido a la posición en la que estaban, el esperma empezaba a resbalarse por el conducto de la joven, buscando salir hacia afuera. Después de que el miembro de Alex termino de salir de su mujer, gotas de leche no se hicieron esperar para regarse fogosamente por el rosado orificio, calentando la piel del ano con su presencia.
A ambos les recorría por el cuerpo una sensación de tranquilidad y complacencia de saber que finalmente lo habían hecho, porque finalmente se habían desecho de todas las absurdas excusas para negar que estaban enamorados.
Finlmente, después de haber hecho el amor, comprendieron que así era como debian suceder las cosas, porque el destino los había unido, y ellos aceptarían contentos este dictamen ofrecido por el universo.
No cabia duda que juntos se sentian extraordinarios, que el uno estaba hecho para el otro. Y como muestra de esta verdad irrefutable estaba el hermoso acto sexual que acababan de consumar, y la forma tan genuina de como habían gozado y atesorado para la eternidad este momento en el fondo de sus corazones.
Una vez más, no fue simplemente el acto de copular, sino que fue el hecho de vincularse ambos de una manera inexplicable por medio del lenguaje. Porque el lenguaje se queda corto para transmitir la pasión con la que el corazón late por la persona que se ama.
Estando allí con sus cuerpos entrelazados, comprendieron que esto iba más allá del amor, esto era algo más profundo, algo que posiblemente se salía de la comprensión mundana.
Continuará….