Enamorada de un boxeador - Parte 4
Ninguno de los dos se salvaría de aquello. Ninguno se salvaría del otro. Estaban condenados a enfrentarse, a verse cara a cara para descifrar el enigma más grande de sus vidas; el querer y el poder, el anhelar y el necesitar, el sentir y el desear.
Ariana había quedado con Alex de que asistiría a la pelea, y a pesar de que ambos sabían que era una terrible idea, no tenían otra opción, o más bien Alex no la tenía. Al principio se mostró disgustado pero eventualmente tuvo que acceder debido a que sería sospechoso si la joven no iba ya que la misma Marlee la había invitado.
El muchacho estuvo entrenando duro y continuamente hasta llegar el día de la gran pelea. Debía prepararse muchísimo con un solo objetivo; el de ganar. Ya que, no era solamente una pelea cualquiera por dinero, pese a que la recompensa era muy buena ya que las apuestas eran altas. Su oponente era también uno de los mejores de la ciudad por lo que el enfrentamiento no sería fácil, y aquello representaba un logro personal para él.
Además de que su hermano, Marlee y Ariana iban a estar presentes en la pelea. Eran demasiados factores de motivación juntos como para no empeñar todo en conseguirlo.
Finalmente, el miércoles terminó con un cansado Alex que se disponía a irse a su casa para tratar de dormir lo suficiente. Pero antes de retirarse del gimnasio, se dirigió a la oficina de su entrenador para pedirle un último favor.
Abrió la puerta y lo encontró sentado en su silla con su postura de siempre, haciendo lo que debía para la pelea del día siguiente.
El hombre alzó la cara y le dedicó a Alex una sonrisa
- Estuviste muy bien hoy, Glanton. Estoy seguro de que mañana ganamos. — dijo su entrenador
El muchacho le devolvió una sonrisa amable y habló con voz desinteresada.
- Necesito que separes tres lugares a mi nombre.
El hombre alzó las cejas sorprendido
- Claro, lo que necesites
— dijo Marco viéndolo curiosamente —
Pero me sorprende un poco, nunca traes a nadie por aquí. * Invite a unas personas
— dijo Alex secamente * ¿Alguna novia?
—
le respondió el hombre, soltando una risa
—
No me digas que vas a traer a tres de una sola vez. Ese no es un movimiento muy acertado, muchacho. * Son para unos amigos
—
dijo Alex mirándolo seriamente
El hombre apaciguó un poco la risa pero continuó con la expresión burlona en su rostro.
- Bien, como desees
—
le respondió finalmente * Que sea un lugar lejos de las drogas y de los borrachos por favor. * Entonces tendría que ser al frente. Suele haber muy poca gente allí, solo nuestros muchachos. * Está bien, como sea
—
dijo finalmente Alex acomodando su mochila para irse, no sin antes pronunciar una palabra de agradecimiento.
La verdad es que no era una muy buena idea dejar que las chicas y su hermano lo miraran comportándose como el más violento ser humano que jamás hubiesen visto en primera fila, pero desafortunadamente no había otro lugar donde ubicarlos que no fuera inseguro para ellos.
De todas formas ya estaba hecho, y aquella noche, al llegar a su casa lo único en lo que podía pensar era tumbarse en su cama.
Alex durmió profundamente gracias al cansancio y a la ansiedad de levantarse al día siguiente para ser un ganador.
Ariana estaba encerrada en el cuarto de baño de su casa, no sabía cómo salir en esa ocasión.
Estaba ahí, tendida simplemente. Ya no estaba llorando, no tenía más energía para hacerlo, y estaba cansada de una manera irracional de su situación. Escuchó dos golpes en la puerta que tenía al lado, se asustó en el instante al pensar en quién podía ser.
- Ariana ¿Estás bien?
—
era la voz de Jocelyn, sonaba muy preocupada.
La muchacha quiso arrancar la puerta y correr a abrazar a su madre, decirle que la quería tanto, y que lo sentía muchísimo por ellas dos, al estar condenadas a semejante calvario juntas.
Se limitó a responder un despreocupado "Sí mamá, estoy bien"
Jocelyn no le creía nada, sabía de sobra lo bien que pretendía su hija este tipo de cosas solamente para no preocuparla, pero casi siempre eso causaba el efecto contrario. Decidió insistir un poco más.
- ¿Estás segura? Abre la puerta, hija
—
presionó Jocelyn * Estoy bien mamá, solo quiero darme un baño
—
le respondió la muchacha al otro lado de la puerta. * Te escuché discutir con tu papá ¿Pasó algo? * No mamá, solo fue un pequeño malentendido, no te preocupes
Jocelyn sabía que insistir más era una pérdida de tiempo, conocía a su hija perfectamente y no sacaría nada preguntándole más.
Ariana escuchó como su madre caminaba lejos del cuarto de baño y se sintió extremadamente aliviada. Se levantó y le dedicó una mirada apagada al espejo, quiso romper en llanto nuevamente, pero se contuvo, no quería que su madre la oyera.
Se frotó los ojos cansada. No solo había discutido con el animal de su padre, las cosas se habían salido de control nuevamente. El hombre había llegado ebrio a casa pidiéndole dinero, porque según él tenía un negocio pendiente y demás asuntos que no mencionó. La muchacha se negó, realmente no tenía dinero y tampoco quería darle nada.
Hector no estaba en sus cinco sentidos y reaccionó de inmediato, le propició varios golpes en el cuerpo a su hija. Ariana solo logró zafarse de él cuando su madre se despertó y su padre se distrajo, entonces aprovechó para meterse en el baño y encerrarse hasta que el hombre se fuera.
Su padre se largó casi de inmediato, no sin antes prometerle que las cosas no estaban finalizadas y que ya se las arreglarían luego. El solo pensamiento la aterrorizó por completo, se sentía como si alguien la hubiera convertido en hielo, estaba fría y no podía moverse, pero a la vez quemaba. Como le quemaban aquellas heridas dentro del corazón.
Tenía moretones en los brazos y en la espalda. Se quitó toda la ropa y evitó mirar su reflejo desnudo en el espejo. Sabía lo que se encontraría, tenía cosas encima que despreciaba de sí misma.
Quiso pensar que el agua se llevaría todos sus problemas, que el agua lavaría sus heridas y la curaría de todos los males. Estaba a salvo allí, encerrada dentro de sí.
Aún así, el agua no podía lavarle los moretones del alma, ni el maquillaje tampoco los cubriría. Vaya tragedia.
Ariana se vistió rápidamente con un suéter y unos jeans, su pálida piel ya empezaba a reconocer las peripecias a las que se había visto sometida. No tuvo tiempo siquiera de desayunar y se fue rápido a la universidad, pensó que estaría más segura allí.
No quiso despedirse de su madre, si la veía no sabría cómo mentirle a la cara, Jocelyn no se lo merecía y ella misma tampoco. Salió rápidamente de su edificio y desapareció entre el gentío de una gran ciudad. Era solo una chica que parecía ir tarde a algún lugar.
Estando en el subterráneo de camino a su universidad, Ariana se dejó divagar en sus pensamientos, evitando a toda costa pensar en lo sucedido en la mañana. Recordó a Alex, llevaba varios días que no veía al rubio, el joven no se había pasado a comer en La Fuente, o a saludar tampoco. A lo mejor estaría ocupado por lo de la pelea de hoy, se dijo ella.
Y casualmente, mientras se hallaba pensando en ello, su celular empezó a sonar.
Era Marlee quien la llamaba para pedirle la dirección de su trabajo para que Gabriel y ella pudieran ir a recogerla e ir todos juntos a encontrarse con Alex en la pelea.
Al terminar la llamada apenas podía asimilar lo que estaba sucediendo, todo era tan inesperado y aterrador.
Iba a ir en la noche a quién sabe dónde, para ver a Alex peleando con quien sabe quien, fingiendo ser su novia frente a su hermano, Marlee y quién sabe frente a qué más gente.
Cuando Alex le pidió el favor de hacerse pasar por su novia ninguno de los dos pensó que esto iba a ocurrir. No cabía duda de que la situación se había salido de control, Ariana nunca imaginó que tendría que ver a Alex haciendo lo que se dedicaba a hacer como oficio; causar daño en los demás.
Así mismo, nunca se le pasó por la cabeza que muchos años más tarde, besaría a aquel hombre que había cuidado de ella cuando era una niñita. El solo hecho de pensar en ello la hacía sentir bochornosa consigo misma, pues se recordaba a sí misma de pequeña cuando tenía aquella tonta fantasía en la que a Alex de pronto dejaban de gustarle las chicas de las que a veces solía hablar, para estar solo con ella y para protegerla de todo el mal del mundo siendo algo más que su amigo.
Vaya que era una ilusa, se dijo a sí misma.
Sin embargo su mente no podía sacar el recuerdo de aquel beso, de como lo había disfrutado en ese momento estando en los brazos de Alex.
Había sido su primer beso y no estaba segura si le había gustado o si la había decepcionado, pues era consciente de que había sido producto de una estúpida farsa.
Le dolía saber que su primer beso no había sido sincero, pues, cómo sabía ella si Alex solo la había besado por el noviazgo que estaban fingiendo, o porque simplemente quería un beso de ella y nada más? Lo más seguro es que él no quería nada con ella en verdad, y para cuando esta farsa haya acabado seguramente no volvería a verlo, pues él habría desaparecido cual pedazo de papel que se consume entre las llamas de una chimenea, sin dejar rastro.
Esperaba francamente que no fuera así de desgarradora la realidad, dado que, muy a su pesar, se había vuelto a enamorar de él, no había cómo negarlo.
No había vuelta atrás, no había más cuestionamientos, había decidido ponerle final a su contienda mental admitiendo que le gustaba, que desde aquella noche en la que se reencontraron no paraba de pensar en él y en lo mucho que le agradaba su presencia. Alex despertaba algo dentro de sí misma que nunca antes había sentido. Era una sensación cálida que le llenaba todo el pecho, pero que a su vez también le molestaba con la incertidumbre.
Se vio a sí misma admitiendo que se sentía exactamente igual de derretida por él que cuando era una niña. Así como también se sentía igual de ilusa y boba que en aquella epoca. Ignoraba completamente si Alex sentía lo mismo por ella, tenía miedo de que él pudiera romperle el corazón. Sentía temor de la intensidad de sus sentimientos, porque sabía que lo entregaría todo sin esperar mucho a cambio, si no es que nada.
Pensar en lo complicado que es el amor y lo inevitable que es rendirse ante sus efectos, el éxtasis
mental en el que no se es capaz de discernir la realidad de ficción, donde no podemos controlar nuestros pensamientos, nuestros instintos más primitivos y la necesidad natural del ser humano de amar.
El miedo a no ser correspondida era su peor pesadilla, mas sin embargo, ya era hora de dar un paso al frente y deshacerse de todo aquello que la ataba a una pesada bola de pretextos y temores, ya que,
solo hay dos errores que uno puede cometer en el camino hacia la verdad; no recorrer todo el camino y no empezarlo.
Mientras tanto, Jocelyn se quedó con la zozobra que le había dejado su hija. Ariana había salido muy rápido del apartamento y cuando ella quiso alcanzarla, la muchacha ya se había ido.
Jocelyn se dejó caer sobre su cama, y deprimida, comenzó a llorar. Y aunque sabía que aquello le perjudicaba su salud, no podía contenerse. Lloró desconsoladamente; por acobardarse, por dejarse amedrentar de su esposo, por hacerle esto a su hija. Todo era su culpa, se dijo ella, reprochandose a sí misma sus errores. Si hubiera dejado a Hector hace años, ella y su hija no estarían sufriendo lo que sufren hoy en día. Sobre todo su muchachita, pues era quién más estaba siendo afectada por el monstruo con el que vivían.
Esperaba que su hija algun dia pudiera perdonarla y que nunca cometiera el mismo error de ella; aguantar tanto tiempo tan malos tratos. Jocelyn quería lo mejor para su hija, pero en vista de que tristemente no podía hacer mucho debido a su enfermedad que no hacia mas que empeorar, y pese a que sabía lo duro que es aventurarse a una vida totalmente autónoma, ella esperaba profundamente que su hija pudiera irse pronto de la casa y pudiera vivir lejos de su padre
A Jocelyn le constaba la gran madurez que tenía su hija a su corta edad, por lo que sabía que Ariana era más que capaz de liberarse por su propia cuenta y de vivir su vida felizmente lejos de las humillaciones y maltratos de Hector. Y para cuando ese momento llegara, ella no lloraría la partida de su hija, sino lo contrario, estaría muy contenta y orgullosa por su jovencita, ya que si Ariana era feliz, ella también lo sería y su salud mejoraría con toda seguridad.
Jocelyn siempre estuvo muy orgullosa de Ariana, por muchísimas razones; por ser una excelente hija, por su inmensa madurez, por su admirable rendimiento académico, por su absoluta belleza natural; y en especial, por su noble corazón y gran coraje.
Ya hubiera querido tener la misma valentía que Ariana, se decía a sí misma Jocelyn.
No muchas personas son capaces de mostrarse ante el mundo con su verdadero yo, como su corazón y su alma les dicta quienes son. No muchos eligen el difícil reto de ser ellos mismos, antes que ser lo que la sociedad espera que sean.
Pero Ariana sí lo hizo, aún cuando tenía el mayor de los obstáculos viviendo con ella, tratando de desalentarla cada dia. Sin embargo,
Ariana no iba a dejar que nadie la pisoteara, no iba a permitir que nadie le impidiera ser algo que ella ya era, pero que ahora necesitaba exteriorizar. Esta era su vida y nadie más tenía el control sobre ella más que sí misma.
Cuando le confesó a Jocelyn como se había sentido desde hace mucho tiempo y lo que estaba decidida a hacer con su vida, su madre decidió brindarle toda su comprensión y apoyo incondicional. Su padre en cambio decidió que la humillaría y le haría la vida imposible cada vez que pudiera. Afortunadamente Jocelyn estaba allí para vigorizarla.
Jocelyn siempre supo que Ariana era diferente, desde el primer día en que la tuvo en sus brazos. Cuando Ariana iba creciendo, nunca llegó a comportarse como se suponía que debía ser, y su madre en su desconocimiento, creyo que su -en ese entonces hijo- era homosexual. Después, mediante la explicación que le dió Ariana, Jocelyn comprendió que nunca tuvo un hijo, sino una hija. Ahi fue cuando le hallo la razón a la inusual personalidad del pequeño Mathias.
Mathias, un niño tan tierno y amoroso, no era tan diferente de su actual hija, pues Ariana siempre había estado ahí, detrás de un pequeño de pestañas largas, de carita redondita y de mejillas coloradas, de labios rojizos y de corte de honguito. A Jocelyn casi se le salían las lágrimas cada vez que recordaba a su angelical pequeño.
Mathias siempre tuvo un rostro sumamente andrógino, de facciones muy delicadas y femeninas. Era obvio que él estaba destinado a ser una niña, pero que debido a un desafortunado error en el vientre de su madre no pudo ser. Así como era obvio también que había heredado toda la belleza de su madre, tanto física como espiritualmente, pues ambas eran la viva imagen de la belleza femenina y ambas transmitían una energía sumamente positiva independientemente de cualquier situación.
Y resulta que había alguien más que se había dado cuenta de que el pequeño Mathias nunca fue un chico común. Ese alguien era el hermano de Jocelyn, osease el tío de Ariana.
Cuando él se enteró de la declaración que le había hecho el pequeño Mathias a su hermana, no le sorprendió en absoluto. Es más, aseguró que lo sabía desde que el niño era muy pequeño, y que estaba seguro de que algún día iba a suceder.
La familia de Jocelyn siempre fue más abierta con estos temas, debido a sus padres de pensamiento más liberal. Entonces, el hombre decidió que ayudaría a su única sobrinita con su transición, visto que su padre no iba a hacerlo ni en sueños y ella realmente necesitaba el apoyo de alguien más.
Así fue como Ariana empezó con los bloqueadores hormonales por un breve periodo de tiempo, y luego con las hormonas femeninas de manera permanente. Estas de a poco la iban cambiando y le iban dando las características físicas propias de su verdadero género. Su cuerpo iba tomando curvas, sus caderas empezaron a ensancharse y su cintura a afinarse, sus piernas comenzaron a tornearse, sus glúteos crecieron así como sus pechos también. Ahora ya era una hermosa y joven señorita, empezó a cambiar su guardarropa paulatinamente y decidió cambiar su nombre a Ariana, haciendo todos los trámites legales.
Al fin podía vivir en paz con su apariencia, con su identidad y con su cuerpo, el cual era con el que más tenía rechazo, aunque seguía teniendo un pequeño detalle del que aún no estaba satisfecha. Pero aún así, estaba muy contenta, lo había deseado con toda su alma desde siempre. Cuánto tiempo había pasado rogándole a dios que la despertara al día siguiente siendo una niña?. Finalmente esa pesadilla había acabado, pero al mismo tiempo comenzaba a empeorar otra: Su padre.
Y por desgracia no sólo su padre, sino también la escuela y la universidad, pues la mayoría del tiempo los chicos eran despectivos y dolorosamente crueles con sus bromas cuando se lo proponian. Las chicas a menudo solían ser peores, puesto que eran las más hipócritas. Muchas le tenían envidia y se burlaban de ella a sus espaldas, para luego actuar normal en frente de ella, cuando ya habían hecho tanto daño con sus habladurías. Claro que habían amigas sinceras y muy comprensivas, pero estaban contadas con los dedos de la mano. Es por esto que Ariana aprendió a ser muy desconfiada de las personas y a dedicar más tiempo a sus estudios que a tener una vida más social, lo cual le trajo muchos problemas para relacionarse con las personas mas adelante.
La verdad es que todo era un tremendo calvario en la vida de Ariana. No obstante,
ella nunca se rindió y trató de sobrellevar toda la mierda con la fe de que todos sus problemas solo la hacían más fuerte cada día. Es por esta razón que Jocelyn estaba más que orgullosa de su muchachita, por su ejemplo de vida. Y estaba segura de que grandes cosas le esperarían, pues la pobre había sufrido mucho ya, y era justo que la vida empezara a sonreírle desde ahora, pues lo merecía más que nadie.
Ariana se hallaba recibiendo su última clase del día, se sacudió los recuerdos tristes y se propuso a atender la clase con toda su concentración. Recibió las calificaciones de un examen en el que había puesto mucho esfuerzo y se le iluminó la cara al verse recompensada por los excelentes resultados.
La universidad era como un consuelo para ella, pues allí se sentía a salvo, con los libros, con los profesores, incluso con las tareas y exámenes, ya que, cuando veía sus esfuerzos prosperar y premiarla, agradecía profundamente al universo por seguir viva.
Por la tarde en el trabajo, apareció Alex, quien había llegado para comer algo antes de prepararse para la pelea de la noche y para ver a la niña de cabello castaño. Llevaba días sin pasarse por La Fuente y sentía la necesidad de ver a la adorable jovencita antes de su salvaje lucha.
Ariana lo miró de reojo desde la cocina cuando él llegó, y se percató de que su jefe Gloria y su amiga Jenifer, quienes estaban charlando animadamente, le dedicaron miradas socarronas.
- ¿Qué?
—
dijo ella
Gloria volteó los ojos y Jenifer habló primero rompiendo la atmósfera:
- El sujeto en cuestión
—
dijo señalando con un gesto el lugar donde se encontraba Alex tranquilamente esperando a ser atendido.
Ariana lo miró un momento, y como si lo hubiese llamado, Alex alzó la mirada y la vio allí parada al lado de las dos mujeres. Una sonrisa se dibujó en la cara del muchacho y gesticulo un pequeño "hola" con los labios, a lo que Ariana respondió con una sonrisa amable y un saludo con la mano.
Volteó nuevamente para ver a Jenifer y Gloria riendo entre ellas. Las miró confundida esperando que alguna le explicara cuál era la divertida situación.
- Luego dices que no te gusta el grandulón, ¿verdad Ariana?
— dijo Gloria
Jenifer soltó una carcajada y le dio un pequeño codazo a su jefa.
- ¡Que va! Solo hay que ver la cara que tienes en este momento Ari.
La muchacha soltó una pequeña risita y les respondió con tranquilidad:
- Son de lo peor, ambas
—
dijo mientras recogía unos platos para llevarlos al fregadero.
Sin embargo la voz de Gloria la detuvo.
- Tiene una cara de amargado que no puede con ella, a decir verdad — dijo riendo, y Ariana volteó a verla con una pequeña sonrisa
—
Pero hay que ver como se le ha iluminado cuando te ha visto, muchacha.
Ariana trató de ignorar el comentario y seguir su camino hacia donde estaba Alex para atenderlo.
- Hola — dijo ella tranquilamente
- Hola — respondió también el muchacho con una sonrisa — Sabes que la comida aquí es excelente ¿verdad?
El muchacho estaba completamente fascinado con la comida de aquel lugar, era demasiado buena, así como la persona quien lo atendía.
- Si, es muy buena — dijo ella devolviéndole la sonrisa
Alex chasqueo un poco la lengua y miró a la muchacha frente a él, lucía bastante bonita esa tarde. Y generalmente todas las tardes anteriores también, pensó él.
- ¿Hablaste con Marlee?
— preguntó el muchacho —
Gabriel me llamó y me dijo que quedaron en pasar por ti. * Si, ella me llamó esta mañana — dijo Ariana * ¿Estás asustada? — le preguntó él * ¿Por qué lo dices? * No lo sé, donde vamos no es un lugar precisamente agradable. * La verdad es que si estoy muy asustada. * No te preocupes, no va a pasar nada malo mientras esté yo ahí — le dijo él mirándola a los ojos
Ella no pudo evitar pensar en lo lindo que se oían aquellas palabras, pero se removió un poco y luego lo miró con preocupación.
- ¿Estarás bien? — le pregunto ella
Él se sorprendió por la pregunta, sin entender demasiado bien a qué se refería la muchacha.
- Si, eso espero — respondió él
- ¿Esperas?
— dijo ella alzando las cejas * Ariana, ¿estás preocupada por mí? ¿es eso acaso?
La muchacha lo miró directamente a la cara con una intensidad muy creíble.
- Si, claro que lo estoy. — dijo ella nerviosamente — Eso de las peleas parece ser demasiado violento, lo he visto en la televisión.
Alex sonrió un poco, ella estaba asustada de que pudiera sucederle algo. Decir que se veía tierna era quedarse corto. Verla y recordar que en un pequeño lapso de tiempo unos dias antes habia tenido derecho a tocarla, a abrazarla, que había tenido derecho a tenerla entre sus brazos aunque fuese por un solo efímero momento. Aquel momento se había desvanecido muy rápido, y ahora la veía nuevamente como si fuera inalcanzable. Pero aún así, deseaba abrazarla para tranquilizar el calor dentro de sí mismo que sentía cuando ella estaba cerca.
Preocupada por él, habrase visto cosa similar antes.
Se limitó a responder simplemente:
- Así es, suelen ser peores de hecho.
- Ah — dijo ella con la mirada preocupada
- Estaré bien — dijo el muchacho con desinterés
Él le tomó la mano y la estrechó un poco para darle algo de seguridad, ella lo miró con nerviosismo y asintió lentamente.
Luego de que Alex comió algo y se fue a preparar algunas cosas al lugar donde se llevaría a cabo la pelea, Ariana se quedó preocupada y ansiosa, sin saber exactamente de qué posibilidad estaba más asustada, pues había pensado toda la noche sobre las cosas que podrían salir mal.
Sin embargo, detuvo sus pensamientos y decidió creerle a Alex, si él decía que todo estaría bien, entonces así sería.
Finalmente la hora para encontrarse con Gabriel y Marlee había llegado, Ariana ya había hablado con su jefe Gloria sobre dejarla salir mas temprano, con la promesa de que trabajaría unas horas de más los siguientes días, a lo cual la mujer accedió sin problema.
Saliendo de la cocina para dirigirse a la salida se encontró con su amiga, quien la miraba con una expresión que no supo cómo identificar del todo, como si Jenifer supiera algo sobre ella, algo que Ariana ignoraba completamente.
- Así que, ¿Tienes una cita?
— le lanzó Jenifer de repente — ¿Es con el grandulon? * ¿Qué? — dijo Ariana sorprendida — No, no es una cita * Ah ¿no? — respondió la muchacha con los brazos cruzados viendola escrutadoramente — ¿Entonces por qué estás tan nerviosa? Además, pediste permiso para salir temprano.
Ariana sentía como le sudaban las manos y como se le enrojecia la cara por el vivo interés de su amiga.
- Solo… no es lo que estás pensando
- Si, por supuesto — respondió Jenifer incrédula
- Es complicado, no sabría como explicarlo...Pero no es nada de lo que piensas
Jenifer le regaló una sonrisa tranquilizadora a su amiga, ella sí que podía explicar lo que le estaba pasando a Ariana, pero dejaría que ella lo descubriese por sí misma. Le parecía algo muy emocionante, puesto que nunca había visto a la muchacha comportarse de esa manera.
- Muy bien, como digas
—
respondió su amiga adoptando de repente una expresión más seria y acercándose a ella
—
Solo ten cuidado Ariana, ya sabes que anda por ahí cada loco suelto. * Eh, si no te preocupes Jenny * Y que sepas que si te hace algo le voy a patear las bolas.
Ariana soltó una risita y quiso abrazar a su amiga por la ternura con la que había expresado aquello, pues era poco frecuente en Jenifer ese tipo de demostraciones. Ambas chicas rieron y se despidieron, Jenifer continuó atendiendo a los clientes y Ariana salió de La Fuente pensando en lo mucho que quería a su amiga, era una persona muy buena.
Al salir, la joven divisó un auto muy elegante color negro estacionado del otro lado de la calle frente al restaurante. Una ventana se abrió y apareció una mujer haciendo un gesto de saludo. Eran Marlee y Gabriel, habían llegado muy puntuales. Marlee saludó a Ariana desde la ventana cuando ella se acercó al auto, y le indicó que se subiera, a lo que la joven obedeció. La pareja saludó amablemente a Ariana y a continuación Gabriel arrancó el auto en rumbo al lugar de la pelea.
Cuando se iban acercando a la dirección que les había dado Alex, se dieron cuenta de que se hallaban en lugares bastante peligrosos, todo a su alrededor parecía tan degenerado y desagradable; bares y moteles de mala muerte, vagabundos en la calle, gente con muy mal aspecto, sórdidas prostitutas paseandose por alli, algunas eran travestis incluso. Todos en el auto se dedicaban miradas de ansiedad y sufrimiento.
Alex por su parte estaba esperando ver el mensaje de Gabriel que le indicara que ya se encontraban allí. Cuando lo recibió por fin, salió del pequeño lugar subiendo las escaleras para recibir a su hermano, Marlee y Ariana.
Se dijo a sí mismo que no estaba asustado, que todo saldría exactamente como lo había planeado porque así estaba destinado a ser.
Que no le importaba que Ariana estuviese allí, viéndolo actuar de la manera más salvaje que quizá hubiese visto, que no estaba preocupado por lo que ella pensara de él luego de eso, que no tenía miedo de perder y herir profundamente su ego.
Se dijo que no estaba asustado de perder frente a la chica que quería.
Se dijo a sí mismo que aquel día, se había levantado para ser un ganador.
Marlee salió del auto en el momento en que Gabriel les avisó que habían llegado a su destino. Sintió inmediatamente un terror dentro de la espina dorsal, una sensación parecida a la ansiedad que casi estuvo a punto de derribar el equilibrio de sus piernas. A pesar de su sorpresa, ella sabía que estaba allí para tratar de cerrar el ciclo eterno que mantenía su culpa atada a la espalda de Alex. Quizá si ella podía perdonarse, él podría perdonarla también.
Respiró profundamente, reconociendo el inconfundible olor a cigarrillo, a alcohol y malos sentimientos. Se sentía atrapada en aquel lugar. Y solamente habían llegado a la entrada que a primera vista se veía como una discoteca o un sitio muy extremo para ir de fiesta. El peligro se leía en cada una de sus esquinas. Marlee sabía muy bien qué era lo que se ocultaba debajo de esa fachada. Alex les había explicado que tenía una segunda entrada que daba al lugar donde se llevaban a cabo las peleas. Era una especie de sótano gigante convertido en el lugar favorito de algunos desquiciados.
¿Cómo había terminado Alex allí? De entre todos los lugares a donde el dolor lo podía llevar, aquel era sin dudarlo uno de los peores.
Marlee se sacudió los pensamientos cuando la mano de Gabriel le pasó por la cintura, abrazándola. Él le decía que todo estaría bien, que de ahora en adelante todo estaría mucho mejor. Le dio un pequeño beso en la frente y le ofreció su mano para que se sujetara de él en caso de que perdiera el equilibrio. O la razón.
En el otro lado de los sucesos, Ariana miraba todo con una abrumadora sensación de riesgo. La apariencia de aquel lugar, las personas que caminaban de un lado para otro y sus expresiones, la joven se sentía como si la hubiesen lanzado directamente en la peor de sus pesadillas. Solo que esta vez había llegado allí por voluntad propia.
Nunca pensó que los sentimientos oscuros que trataba de mantener escondidos la hicieran atreverse algún día a cruzar aquellas lineas. Se aferró fuertemente a las mangas de su abrigo y a su cordura. No le quedaba demasiada.
Se sintió asustada y triste al mismo tiempo. Pensó en Alex, en lo que estaba a punto de presenciar y si sería capaz de soportar ver como alguien le causaba algún tipo de daño.
¿Cuál era la verdadera pelea aquella noche?
¿Quiénes eran los verdaderos adversarios?
¿Habría un ganador realmente digno de la victoria?
El momento más inesperado e inusual de toda la historia. Los tres jóvenes se miraron como si pudieran leerse la mente. Marlee lucía igual de aterrorizada, y Gabriel emanaba una calma casi alarmante. Él no estaba realmente preocupado, conocía muy bien a su hermano, su naturaleza y manera de desenvolverse. Quizá fuera más agresivo y entrenado ahora, pero seguía siendo el mismo.
Marlee se acercó a Ariana y le ofreció una mirada comprensiva, ambas muchachas se sentían unidas por el miedo. El miedo a lo que pasaría, y a lo que estaba pasando. El miedo al fuego con el que estaban jugando.
Gabriel se colocó al lado de las dos muchachas, y comenzaron a caminar hacia la entrada donde Alex les había dicho que los esperaría.
El muchacho en cuestión se encontraba parado a un lado de la entrada con un cigarrillo en los labios esperando avisar con la mirada la presencia de su hermano y de las chicas. Aquello resultaría más complicado de lo que parecía debido al gentío presente allí.
Algunas personas se habían acercado a saludarlo, unos cuantos tipos que venían a apostarle. Otros que se tomaban la molestia de acercarse incluso cuando deseaban su derrota. A Alex le habría dado igual en cualquier otra pelea, pero esa noche necesitaba de algo que jamás había sabido retener dentro de su cuerpo. Esperanza y confianza en sí mismo.
Dió una calada en el momento exacto que movió la cabeza y divisó a su hermano con Marlee colgada del brazo. Alex agradeció mentalmente que ninguno se hubiera vestido como para una cena con el presidente. Ambos venían muy sencillos y se veían casi poco notables. Casi.
A un lado de Marlee, estaba Ariana. Tan encantadora como siempre. Más bonita que el día anterior, pero menos que el día siguiente con seguridad. Alex sonrió inmediatamente con lo tonto de sus pensamientos, parecía un niño pequeño observando un juguete nuevo.
Ariana definitivamente no era un juguete. Él definitivamente no era un niño.
Lanzó el cigarrillo de sus labios y empezó a caminar en dirección a sus insólitos acompañantes.
El primero de ellos en verlo fue su hermano, quien lo saludó con la mano y le indicó a las muchachas que Alex estaba allí entre la aglomeración.
Cuando Alex se acercó a ellos, los saludó a todos y les indicó que lo siguieran. En el momento en que llegaron a la puerta, Alex le dijo al hombre de seguridad que estaba vigilando la entrada que aquellas personas venían con él. Inmediatamente el hombre les cedió el paso y les dio la bienvenida al lugar.
Aquel extraño lugar era exactamente como Ariana había imaginado, si no era peor. Era gigantesco y estaba completamente lleno. Hombres de todas las clases, altos, bajos, con aspecto de asesinos y unos cuantos de corbata sentados en lugares cerrados y topados del mejor licor que se ofrecía. También había muchas mujeres; jóvenes, adultas y de todos los tipos; acompañantes, prostitutas, etc.
Alex se mantuvo todo el tiempo al lado de Ariana como si fuera su perro guardián. Ella lo observaba poner mala cara todo el camino, y se sorprendió al ver lo amenazante que resultaba, pero lo segura que se sentía con él. Marlee y Gabriel caminaban detrás de ellos sin separarse demasiado o tomar mucha distancia.
Había un bar en aquel lugar, prácticamente a una esquina. En el centro se encontraba el escenario, como Ariana quiso llamarlo, y al rededor todas las bancas para los expectadores. Era un ring bastante grande, cerrado por gruesas cuerdas que lo hacían parecer una jaula gigante. Se encontraba más o menos un metro por encima del nivel del suelo.
Rápidamente llegaron a un lugar ubicado al frente, demasiado cerca para el gusto de Ariana. Pero era cierto que era el lugar donde se encontraban menos personas.
La joven estaba avanzando junto a Alex cuando una figura de un hombre alto les detuvo a medio camino. Fuese quien fuese, no era demasiado mayor, quizá unos cuantos años más que Alex, pero era casi igual de grande. Era moreno y de cabello corto. A Ariana se le removió el estómago, tenía toda la pinta de ser un peleador también.
Por encima del ruido ocasionado por la música y las habladurías, Alex pudo escuchar bien el tono de la voz del hombre frente a él.
- Vaya, que sorpresa! Glanton trajo compañía esta noche
—
dijo el hombre con un tono de voz irónico.
Alex se enderezó rápidamente, y Ariana sintió como se tensionaba y alzaba la barbilla, dando cuenta de que era más grande que el hombre frente a él. Finalmente el muchacho habló:
- ¿Qué quieres ahora, Franco?
—
dijo Alex con tono de voz cortante.
Se trataba de Franco, el tipo engreído al que Alex le había roto el tabique por meterse con su madre.
- Solo saludar
—
respondió el hombre poniendo una expresión divertida dirigiendo su mirada hacia donde estaba Marlee con Gabriel, y luego detuvo su mirada en Ariana, quién estaba pegada al brazo de Alex observando todo asustada. Sin apartar la mirada de ella, Franco continuó hablando:
—
Vienes muy bien acompañado, por lo que veo
—
dijo con una amplia sonrisa.
Alex soltaba fuego por los ojos. La mirada que Franco le estaba dirigiendo a Ariana en ese momento no hacía más que empeorar la rabia que el rubio sentía por él. Deseaba que apartara inmediatamente la mirada de ella, que dejara de mirarla de esa manera, como si ella fuese un pedazo de carne. Y es que al fin y al cabo ese es el comportamiento biológico de los hombres, pues los machos se pelean por la hembra pero solo el macho alfa tiene derecho a quedarsela y además debe cuidar de ella.
De repente sintió mucha repugnancia no solo por Franco sino por todos los tipos que habían allí reunidos. Deseaba sacar a Ariana de allí, y encerrarla en una pequeña burbuja donde nadie pudiera verla de esa manera. Solo él. Por muy egoísta y destructivo que fuera ese pensamiento.
Alex sabía que no podía permitir que Franco lo provocara lo suficiente, esa era una noche importante y aquel idiota no iba a arruinársela.
Ariana estaba estática en su lugar, aquel hombre le había dedicado una mirada que ella reconocía. Era desagradable y la hacía sentir ofendida de muchas maneras. Temblaba del miedo de que los dos hombres empezaran a pelear en ese momento. Se aferró un poco más al brazo de Alex, queriéndole dar a entender que se calmara porque ella estaba presente.
- Apártate Franco. No estoy de humor
—
respondió Alex.
Gabriel y Marlee se dedicaban miradas entre ellos, deseando que aquel hombre no molestara demasiado a Alex como para comenzar una pelea fuera del área de boxeo.
El hombre frente a ellos soltó una sonora risa.
- Vaya, eso sí que es novedad aquí. Tú de mal humor
—
respondió con ironía el moreno
—
Es una lastima, si yo en tu lugar tuviera este bombón colgada del brazo estaría muy motivado
—
terminó de decir con una amplia sonrisa que le dirigió a Alex.
Ariana sintió como si el tiempo se hubiese parado allí mismo. Sintió como Alex daba un paso adelante con la mano convertida en un puño. La muchacha podía sentir fácilmente la fuerza de su rabia.
Alex estaba avanzando directamente hacia Franco con la expresión más oscura que Ariana hubiese visto en sus ojos alguna vez. Sin pensarlo dos veces ella le tomó el brazo e intentó detenerlo, pues sabía que aquel hombre solo deseaba provocarlo. Le sujetó fuertemente el brazo y empujó hacia atrás para detenerlo, pero Alex no dejaba de dar pequeños pasos.
El muchacho sintió como Ariana se aferraba a él, entonces volteo a mirarla. La muchacha lo miró a los ojos gesticulando un simple "no" con los labios y él se detuvo.
Sin embargo, seguía viendo la expresión burlesca que tenía Franco en la cara y deseó poder hacerla desaparecer. Sería tan fácil.
Entonces sintió cómo de repente lo invadía un pequeño escozor, como si empezara a congelarse en su sitio. Ariana le estaba agarrando el puño, envolviendolo inútilmente con su pequeña y delicada mano en comparación con la suya.
Aquel pequeño gesto lo desmoronó. Le dreno la rabia e inmediatamente se sintió estancado en su lugar. Cambió su expresión y miró al hombre frente a él de manera irónica.
- Es una lastima que nunca vayas a estar en mi lugar. Es algo que hay que ganarse
—
le dijo Alex empezando a sonreír y soltando el puño para sujetar la mano de Ariana.
—
Y tú siempre pierdes
—
finalizó el rubio.
El moreno lo miró con ojos centelleantes antes de voltear y seguir su camino, con los hombros tensos y la vergüenza que guardaba la verdad de las palabras de Alex.
Ariana se sintió más tranquila cuando el hombre desapareció de su campo de visión. Tomó una respiración y se incorporó.
Alex siguió avanzando con ella hasta el lugar que había pedido que separaran para sus acompañantes. Se encontró con algunos de sus otros compañeros del gimnasio y saludó escuetamente. Le indicó a sus tres acompañantes que se sentaran, a lo que Ariana y Marlee obedecieron rápidamente.
Gabriel se acercó a él y le dio unas palmadas en la espalda de manera amistosa.
- Pensé que ibas a golpear a ese sujeto
—
le dijo el menor * Yo también.
Alex se fijó en el reloj de su muñeca y supo que tenía que ir a prepararse. La pelea comenzaría dentro de unos pocos minutos.
- Ya tengo que ir a prepararme, ten cuidado por aquí
—
le dijo Alex señalando a las dos muchachas con la cabeza. * Claro que si, no te preocupes
—
respondió Gabriel asintiendo firmemente.
Alex observó a Ariana un momento, ella le devolvió la mirada con tranquilidad.
Ella supo inmediatamente que él estaba a punto de irse. Y no fue capaz de detenerse a sí misma.
Se levantó de su asiento, se acercó a él y le habló.
- Por favor, ten cuidado
—
le dijo ella.
Alex le tocó la mejilla con la mano y le dedicó una sonrisa agradecida.
- Voy a estar bien, no te preocupes
Ella lo miró incrédula un momento. Luego asintió mientras él aún tenía la mano en su rostro. No se dio cuenta cuando el muchacho se acercó y le besó delicadamente la mejilla.
Luego de eso, Alex desapareció entre el gentío antes de que ella pudiera decir cualquier cosa.
Ariana se sentó nuevamente en su lugar junto a Marlee y ambas comenzaron a charlar animadamente con Gabriel, tratando de disipar el estrés que se sentía en ese lugar.
Con el correr de los minutos el lugar empezó a llenarse mucho más. El olor a alcohol y tabaco era insoportable y en momentos el humo proveniente de cigarrillos inundaba todo el campo de visión.
Alex estaba sentado frente a Marco repasando las ganancias en caso de que él fuera el vencedor, mientras colocaba fuertemente vendajes alrededor de sus dedos para no lastimarse demasiado. No habría guantes en esa pelea.
En el otro extremo de la sala, se encontraba su contrincante con quien parecía ser su entrenador también. Alex lo vio, Barú siempre tenía una expresión de enfado en su cara, tenía un montón de cicatrices en su rostro, lo cual hacía mucho más difícil verlo a los ojos por más de 15 segundos. El tipo le dirigió a Alex una mirada inhumana, despiadada, como si no fuera un hombre, sino una máquina programada para destruir, para asesinar. Alex trató de ignorarlo, solo sabía que debía ganar aquella noche y estaba enfocado en ello.
El estruendo se hizo mayor en el momento en que los gritos empezaron a subir el volumen considerablemente. Ninguno sabía cuánto tiempo había pasado exactamente, pero la pelea estaba a punto de comenzar.
Una luz proveniente de un reflector iluminó un extremo de cuadrilátero, en donde apareció un hombre apretando las ataduras de sus manos y con la mirada tan vacía como la de un muerto. Era moreno y vestía solamente unos pantalones cortos y parecía como si acabase de entrar en el momento favorito de su vida.
El bullicio de la gente creció con la aparición de aquel extraño hombre.
Nuevamente se hizo la luz, y en el extremo opuesto del lugar, apareció Alex con una expresión tranquila que resultaba irónica dado el contexto. Parecía tranquilo, casi aburrido.
El bullicio de la gente aumentó mucho más con la aparición del rubio en escena.
Luego apareció en la mitad del cuadrilátero un hombre que parecía ser un entrenador, se acercó a ambos hombres y luego dijo con voz sonora que la pelea duraría hasta que uno de los contrincantes no pudiera continuar.
Ariana sintió inmediatamente una opresión en el pecho, como si se le hubiera caído el alma a los pies cuando vio quien era el oponente de Alex. El miedo se apoderó completamente de ella y deseaba simplemente apartar la mirada para pensar que nada malo pasaría.
Pero por otra parte, ver a Alex con tan poca ropa; llevando simplemente unos pantalones cortos más o menos hasta las rodillas, tenis en los pies y vendajes en las manos dejando todo su demás cuerpo desnudo; era sumamente atractivo, aunque era alarmante ver la poca seguridad y la facilidad con la que podían herirlo.
Ariana trató de contrarrestar su nerviosismo observando lo bien que le quedaban los tatuajes en el musculoso cuerpo del muchacho. Alex estaba muy en forma; tenía unos pectorales evidentemente trabajados, el abdomen bien marcado, la espalda ancha y robusta, los bíceps grandes y macizos. Sus brazos eran enormes y fuertes, ambos totalmente adornados con trazos sobre la piel al igual que el pecho y la espalda, logrando resaltar sus músculos aún más. Se veía increíblemente sexy.
A Ariana casi le dolía mirarlo y recordar que unos días antes ella había estado envuelta en sus brazos y que había estado apoyada en su pecho. Se sintió mareada y avergonzada por mirarlo de esa forma, esperó que él no se hubiera dado cuenta y se sacudió un poco apartando la mirada.
El hombre que había hablado anteriormente hizo sonar estrepitosamente un silbato indicando el comienzo de la pelea.
Ariana volteó la mirada inmediatamente cuando vio al oponente de Alex acercarse de manera ágil hasta él, mientras las personas allí reunidas seguían gritando y vitoreando.
Escuchó el sonido de las suelas de zapatos moviéndose y luego un fuerte golpe. A lo que ella tragó saliva y volteó a mirar por instinto, sorprendiéndose al ver a Alex completamente derecho y a su oponente tambaleándose un poco debido al golpe.
El hombre se recuperó rápidamente y cargó contra el rubio de manera brutal, logrando alcanzarle un fuerte golpe en el torso. Sin embargo Alex no palideció, ni siquiera pareció mostrar dolor alguno. Simplemente se movió para esquivar un nuevo ataque, y asestando un golpe al hombre con su rodilla.
La gente no paraba de gritar, y a medida que la pelea empezaba a cobrar tiempo, la tensión aumentaba considerablemente.
Marlee y Gabriel permanecían en una postura concentrada, sosteniéndose las manos y dedicándose miradas de preocupación o satisfacción de acuerdo al momento.
Alex se movía con una agilidad precisa, era como ver un arma dispararse a sí misma. Pero la pelea seguía muy reñida, ninguno parecía querer rendirse demasiado pronto y Ariana estaba a punto de colapsar nerviosamente.
Sentía una punzada en el pecho cada vez que Alex recibía un golpe, se asustaba considerablemente y apartaba la mirada un segundo con el mayor temor de ver lo que estaba pasando.
En algún momento, Alex se desconcentró y su atacante aprovechó para lanzarle varios golpes en el rostro y el torso, logrando derribarlo a sus rodillas.
Ariana empezaba a ver la escena en cámara lenta, y juraría poder haber visto la sangre salir de la boca de Alex en el momento exacto. Y cuando el muchacho alzó la cabeza nuevamente, un hilo de sangre le recorría desde la nariz.
Sin embargo no se detuvo. Aquellos golpes solo habían logrado encender la rabia que necesitaba para poder continuar, y cuando sintió el puño de su contrario acercarse nuevamente a su cara, lo detuvo con su mano antes de que pudiera impactarle el rostro. El acto sorprendió a todos los presentes, entonces aprovechó la sorpresa de su contrincante para devolverle los golpes en la cara y en el torso aplicando un gancho con toda su fuerza. Barú se tambaleó rápidamente hacia atrás. Alex aprovechó nuevamente el momento para asestarle un puño en el rostro de manera contundente desde la derecha.
Cuando alzó nuevamente la mirada, Barú sangraba intensamente por la nariz. Y luego el hombre escupió una bocanada de sangre al suelo junto a él.
Ambos hombres sangraban para ese momento. Y las personas allí presentes no hacían más que emocionarse con el correr del tiempo, que a Ariana le pareció más y más lento en cada minuto.
Finalmente, el hombre se levantó y cargó fuertemente contra Alex, logrando empujarlo violentamente hacia atrás asestándole varios golpes que en esta ocasión estaban dirigidos con toda la rabia que cargaba en su enorme cuerpo.
Alex mantuvo el equilibrio de una manera casi imposible, logró sostenerse con la espalda de las cuerdas del ring y se adelantó al próximo movimiento de su oponente, quien a pesar de ser bueno resultaba completamente predecible.
Barú estaba apunto de darle un último golpe para acabar con él aprovechándose de que estaba tendido sobre las cuerdas, pero Alex lo previno y se apartó rápidamente, haciendo que el moreno lanzara un puño al aire, e inmediatamente aprovechó que su oponente estaba sorprendido por haber errado, y le asestó un golpe que Ariana habría jurado que debía de haberse escuchado en todo el mundo. Sonó como si algo se hubiese roto en todo el universo.
Barú cayó a los pies de Alex con los ojos desorientados y tosiendo sangre por la boca como si fuese su propia respiración.
La gente allí reunida empezó a volverse loca, incluso Gabriel y Marlee aplaudieron cuando el entrenador declaró que la pelea había terminado con Alex como ganador indiscutible.
Ariana se sentía atada a su lugar, sin poder moverse. Estaba más tranquila ahora, pero sentía un terror absoluto por la escena que acababa de presenciar.
Vio a Alex parado ahí, con un hombre sangrando en sus pies. Como si hubiera conquistado algo increíble. En ese momento sintió un terror absoluto recorrerle la espina dorsal. Ella jamás se había imaginado cuan peligroso podía ser él, cuánto daño era capaz de causar.
Y de repente sintió miedo.
Miedo de él.
Incluso debajo de la tranquilidad de saber que no había sido él quién había terminado más herido, sentía un terror gigante por aquella situación. Deseó poder salir corriendo de allí. Quiso irse lo más lejos posible donde jamás tuviera que ver nuevamente la crueldad de los seres humanos.
Ni la del hombre del que estaba enamorada.
Alex por su parte, seguía parado en el cuadrilátero tratando de orientarse mejor y de recuperar la compostura y la respiración. Había sido una pelea difícil, una de las más difíciles pero también de las más satisfactorias para él.
Dirigió la mirada hacia donde se encontraban su hermano, Marlee y Ariana.
Gabriel le dedicó una expresión de satisfacción y Marlee una sonrisa tranquilizadora. Ariana se quedó simplemente observándolo, y él sintió que ella lo estaba mirando por primera vez como él era en realidad. Sin embargo ella le sonrió, de una manera que logró tranquilizar al muchacho, quien le devolvió la sonrisa animadamente.
Ariana se dejó llevar en cuanto vio nuevamente los ojos de Alex observándola, y en ese momento parecía ser otra vez la persona que ella conocía. Ella se alegró al poder ver de nuevo, incluso debajo de toda la sangre, al muchacho que había visto siempre.
Aquel que le había enseñado a jugar videojuegos y deportes cuando era niña, aquel que le había prestado su chaqueta para que no tuviera frió, el hombre que le había prometido que la cuidaría en aquel horrible lugar, el hombre que la había defendido unos momentos antes de todo eso.
Ella se aferró a eso, y logró calmar sus propios sentimientos.
La gente celebraba la victoria del rubio entre gritos y tragos. Se escuchó mucho más ruido que antes y toda la atención estaba puesta en él.
Alex salió de la plataforma luego de que hubiesen sacado a su contrincante, y un emocionado Marco se le acercó para llevarlo nuevamente a cambiarse.
Metido en el pequeño espacio que tenía, Alex se sentó y tomó un gran trago de agua. Le supo metálica en cuanto le pasó por la garganta, juntándose con el inconfundible sabor de la sangre.
El rubio salió de sus pensamientos cuando Marco se acercó a él de una manera animada y le dio unas palmadas en el hombro.
- ¡Nunca fallas muchacho! ¡Nunca!
—
le dijo el hombre
—
Felicitaciones Glanton, nos has ganado mucho dinero esta noche.
Alex solamente le devolvió la mirada y una sonrisa acompañada de un asentimiento.
Marco le entregó un pequeño vaso, que luego procedió a llenar con algo de alcohol, era Vodka. El muchacho estaba a punto de negarse cuando la voz de su entrenador lo detuvo.
- Esta noche no me lo vas a rechazar
—
le dijo
— Esta noche es diferente.
Vamos, que le has ganado a Barú!
El hombre terminó de servir los tragos y alzó su propio vaso para brindar.
- Por tu victoria, Glanton
—
dijo mientras chocaba su vaso con el de Alex y se tomaba todo el contenido de un solo sorbo. Alex hizo lo mismo.
Marco tenía razón, aquella noche era diferente.
Después de beber otros cuantos tragos más con su entrenador, Alex se dirigió hacia donde estaban esperándolo su hermano y las chicas. Caminando directo por los pasillos para regresar con ellos, se sentía nervioso, pero se sentía un poco animado por los tragos. No estaba realmente borracho ni tampoco cerca de estarlo, pero como le hubiera gustado eliminar aquella sensación de angustia con varios tragos más.
Seguía viendo la expresión de Ariana en cada rincón que recorría en su camino hacia la salida.
¿Qué era lo que había visto en sus ojos? ¿Miedo?
El pensamiento le revolvía la cabeza. Él sabía muy bien que los ojos de ella no podían mentir incluso aunque lo intentaran. Miraba con tanta intensidad que era como estar viendo símbolos reconocibles, un lenguaje propio que se encontraba inmerso allí. Era difícil, pero con el tiempo comenzaba a ser cada vez más legible. Y las emociones más intensas estaban escritas con símbolos más grandes y más claros.
Cuantos enigmas y cuantos códigos para comprender a una sola persona.
Pero eso era exactamente lo que lo tenía enganchado a la muchacha de cabellos castaños; su extraña forma de combinarse para funcionar.
Se sacudió la cabeza y limpió de su frente unas cuantas gotas de sudor para seguir caminando, se colocó los cabellos hacia atrás y continuó buscando con la mirada a su hermano, o a Ariana o Marlee.
Ariana se encontraba sentada en el mismo lugar tratando de entablar una conversación con Marlee y Gabriel que no involucrara a Alex y a su reciente victoria. No lo lograba demasiado bien.
- Es que de verdad, es increíble, tiene mucho talento!
—
decía Marlee con sinceridad * Alex siempre fue muy bueno con los deportes, especialmente en la lucha. A papá nunca le gustó
—
dijo Gabriel con voz seria al finalizar. * Nada le gusta a tu padre, Gabo
—
respondió Marlee con una risita.
La pareja había empezado a notar el silencio de la muchacha sentada junto a ellos y decidieron abordarla un poco por si tal vez se sentía excluida o fuera de lugar
- Ariana, ¿habías venido a verlo pelear antes?
—
preguntó Gabriel
La joven espabiló rápidamente y respondió de manera automática, de nueva cuenta repasando el papel que había ido a cumplir allí.
- No, nunca había venido
—
dijo ella con serenidad * ¿Y qué te pareció?
—
preguntó Marlee
La muchacha se quedó callada de repente sin saber exactamente qué responder. ¿Qué le había parecido?. Estuvo asustada la mayoría del tiempo. Luego sintió terror y un poco de disgusto por aquel lugar y lo que se celebraba allí. Después empezó a sentir la tranquilidad de saber que Alex estaba bien. Y en ese momento estaba impaciente por verlo, asegurarse de que nada malo le había pasado de verdad.
- Me pareció un poco fuerte
—
dijo ella tratando de sonar tranquila
—
pero creo que Alex es muy bueno en lo que hace. * Quizá deberías decírselo tú misma
—
le dijo Marlee, señalando con la cabeza algo detrás de Ariana.
No algo, sino alguien. Alex.
Ariana volteó para verlo caminar con su característica despreocupación y la expresión corporal de alguien que sabe que es un vencedor. Había ganado una pelea más, una buena cantidad de dinero y el derecho para estar con la chica que quería.
Lo último había sido lo más difícil de conseguir, o de aceptar.
Ariana se quedó mirándolo instintivamente, preguntándose a sí misma si era correcto de alguna manera todo lo que estaba pasando. Si aquello se apegaba a sus códigos, o si concordaba de alguna manera con las cosas que ella había pensado.
Nada concordaba. Pero ni siquiera en su imaginación podría haber creado una historia tan fascinante, fuese cual fuese su final.
Fue allí, la primera vez que se preguntó si de verdad lo quería.
Si lo que sentía por Alex era el cariño de una amiga, el terror de un acompañante ocasional o la intensidad para poder amar incluso a través del dolor. Por triste que fuese, lo último le pareció lo más coherente. Y lo más doloroso.
Querer a un tipo como Alex, para una chica como ella era prácticamente lanzarse al vacío. Era ponerse una venda en los ojos y colocarse frente a frente con una llamarada de fuego. Era sentirse viva y morir en el intento de mantener la respiración.
Nunca lo lograría, y ella lo sabía en el fondo de su corazón. Pero no necesitaba saberlo. No estaba dispuesta a pensar en aquel momento sobre el amor y las dolencias. Era el momento de hacer otra cosa, para ella era el momento de actuar. Era el momento de levantarse de su silla y ganar algo más para sí misma. Si quererlo estaba prohibido, ese sería el único momento para poder verlo sin sentir la culpa de sus sentimientos golpearle la cabeza hasta quedar inconsciente.
Eso era lo que ella era en aquel momento. Era una inconsciente cegada por la necesidad de un poco de amor. El sentimiento la hizo verse a sí misma patética y dolida. La necesidad de buscar algo que le había sido negado toda su vida en los brazos de alguien que lo único que podía hacer era lastimar.
Ninguno de los dos se salvaría de aquello. Ninguno se salvaría del otro. Estaban condenados a enfrentarse, a verse cara a cara para descifrar el enigma más grande de sus vidas; el querer y el poder, el anhelar y el necesitar, el sentir y el desear.
Ella sabía lo que quería, lo que podía. Se levantó de su silla, y empezó a andar a pasos rápidos el camino por donde estaba llegando Alex. Miró fijamente hacia donde estaba él, y cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que él pudiera verla lo observó sonreír ampliamente. Con una sonrisa que parecía cambiar el rumbo de las necesidades del mundo. Y de repente ya no era el dinero, o el interés, la codicia. Lo que el mundo necesitaba era ese tipo de magia. La magia que estaba escondida detrás de aquella sonrisa.
Cuando Ariana llegó a su lado, no supo qué era lo que iba a hacer hasta que lo había hecho. Lo miró fijamente por una fracción de segundo y luego se lanzó a sus brazos con todas los sentimientos alrededor de ella que necesitaba liberar para que Alex pudiera tan siquiera, pensar en ello por un momento.
Un momento era lo más efímero que ella podía regalarle a él.
Para poder disfrutar de la dulzura de su tacto, él necesitaba toda una vida, o incluso más.
Él la venía siguiendo con la mirada desde que había salido del oscuro pasillo, y la vió levantarse de su silla en cuanto lo divisó a lo lejos. Alex se sintió como si toda su vida se levantará con ella y caminara con sus apresurados pasos. Cuando la tuvo cerca no supo qué hacer, pero no necesitó saberlo, en menos de lo que pudo pensar, ella estaba metida entre sus brazos.
Esta vez su toque no lo quemó. Le vació la culpa, el prejuicio, el miedo. Casi como si se llevara con ella todos aquellos males. Y lo llenó por completo de una ligereza que no había sentido jamás, un cosquilleo en las manos en cuanto le devolvió el abrazo.
Aquello lo desarmó completamente. Se sintió más indefenso que nunca en su vida, como en ninguna de sus peleas. En esta batalla tenía todas las de perder, pues ella podría destruirlo si así lo quisiera. Y él aceptaría con una sonrisa en la cara y el corazón contento si así fuese.
La muchacha se aferró a él y no mencionó una sola palabra, y él no quería que lo hiciera. Quería que se quedará allí para siempre, que jamás pensara en soltarlo porque en esa ocasión, entonces se llevaría con ella todo de él.
En ese momento, Alex se sentía completamente borracho. Esta vez por su peculiar manera de tocarlo. Había perdido la conciencia y no quería recuperarla.
Lo único que necesitaba lo estaba sujetando firmemente.
Sin dudarlo, Alex le devolvió el abrazo con las pocas fuerzas que le quedaban. La aferró delicadamente a su cuerpo y la alzó un poco del suelo para poder colocar su cabeza en el espacio entre su cuello. Olía como los días más bonitos de la primavera, aquellos en donde deseaba estar despierto todo el tiempo para presenciar las maravillas que ofrecía la naturaleza.
Después de algunos pequeños segundos, una porción de varios minutos y los sentimientos de miles de años encontrados, ambos se separaron.
Ariana se tambaleó un poco cuando se sintió de nuevo en el suelo. Y cuando alzó la mirada sentía un calor en toda la cara, no había pensado demasiado antes de actuar. Volteó un poco para encontrarse con la mirada expectante de Gabriel y Marlee, quienes parecían sonreír con los ojos.
Cuando regresó la mirada nuevamente, Alex la estaba observando fijo con una expresión burlona.
- Supongo que te alegras de verme
—
dijo él en medio de todo el bullicio. * Ehh... yo, me alegra ver que estás bien
—
dijo ella tratando de sonar tranquila, amable.
Alex se acercó más a ella y le colocó una mano en la mejilla, impulsando la mirada de la muchacha hacia él.
- ¿Estabas preocupada?
—
le dijo al mismo tiempo que le acariciaba la mejilla.
Ariana comenzó a mirarlo fijamente, y simplemente asintió con la cabeza.
Alex sonrió divertido.
- Te dije que no lo estuvieras
—
le dijo él. * Eso no cambia las cosas
—
dijo ella
—
Lo que haces es peligroso, estaba preocupada.
Alex soltó una sonora risa, y la miró nuevamente a los ojos con una expresión divertida.
Preocupada por él. Preocupada por él. Como le gustaba escuchar aquellas palabras.
Decidió ir un poco más allá, impulsado tal vez por los tragos y por la sensación de levedad que ella le producía en el cuerpo. Se acercó un poco más, lo suficiente para poder sentir sus manos. Ella temblaba.
- Y bueno, ¿No hay ni siquiera un beso de felicitación?
Ariana tragó saliva fuertemente.
- No empieces con tus bromas
—
dijo ella incrédula. * No estoy bromeando
—
dijo él frunciendo el ceño.
La joven simplemente rodó los ojos.
- ¿Qué?
—
dijo Alex
—
no es como si no nos hubiésemos besado ya.
La muchacha se quedó simplemente callada sintiendo la vergüenza recorrer todo su cuerpo. Jamás habían hablado sobre aquel suceso.
Antes de que él siguiera hablando y ella se muriera de la vergüenza, lo miró a los ojos y le respondió.
- Bien, tú ganas
—
dijo ella al mismo tiempo en que se colocaba de puntitas para darle un beso a Alex en la mejilla.
El muchacho quiso reírse debido a la ternura del pequeño acto. Había sido adorable, pero no era suficiente. No para él, no aquella noche.
- Eso es patético, Ariana
—
dijo al mismo tiempo que la agarraba de la cintura y la atraía hacia él, pegándola completamente a su cuerpo.
Entonces la besó, y finalmente fue allí donde pensó sobre sí mismo como un verdadero ganador, fue en ese momento donde pudo realmente sentir el valor de su victoria.
Esa noche era diferente.
Poco le importó que lo vieran algunos de sus compañeros, su entrenador o cualquiera que quisiera observar. Le daba igual mientras pudiera mantener esa sensación dentro de sí.
No supo cuánto tiempo duró exactamente, pero él hubiese querido alargarlo por una eternidad.
Ella tenía la cara roja y los labios brillantes cuando se separaron. Ariana aún saboreaba el inconfundible sabor a alcohol que se encontraba impregnado en la boca del muchacho.
Alex sonrió enormemente. Ariana le devolvió la sonrisa dulcemente.
- Mucho mejor
—
le dijo él tomándola de la mano para dirigirse hacia donde estaba su hermano y Marlee.
Ambos felicitaron a Alex con mucha emoción, y luego de un rato de estar conversando sobre la pelea todos estuvieron de acuerdo en que era momento de irse.
Ariana se quedó charlando con Marlee todo el camino hacia afuera de aquel lugar, donde Marlee y Gabriel se dirigieron a su auto y se despidieron animadamente, relatando haber tenido una noche increíble y que esperaban verlos pronto.
Ariana sabía que montarse en una motocicleta a pesar de que Alex había bebido era una idea demasiado mala, pero honestamente no tenía otra opción y deseaba darle la oportunidad al muchacho, quién a decir verdad se veía bastante normal.
Alex le pasó a Ariana el casco que había traído para ella y dijo:
- ¿Tienes que llegar temprano?
—
le preguntó el muchacho
Ella se extrañó un poco por la pregunta, pero sacó su pequeño y destartalado teléfono para comprobar la hora. Se dió cuenta de que no era demasiado tarde aún.
- Aún tengo algo de tiempo
—
respondió ella
Alex sonrió con malicia.
- Bien, vamos a mi casa entonces.
Ella no respondió nada, en ese momento no había logrado considerar lo que podría ocurrir al tomar esa pequeña decisión, pero ya era demasiado tarde como para decir que no. Así que simplemente se colocó el casco, se subió en la motocicleta y ambos recorrieron el camino hacia la nueva etapa de una misma secuencia. Repetida pero improbable.