Enamorada de un boxeador - Parte 2

Les aconsejo que se preparen un café o lo que gusten antes de comenzar.

Hola a todos! Traigo la segunda parte de esta historia. Lo siento mucho porque haya quedado tan larga, pero es que pienso hacer que el relato quede contenido en 3 partes nada más. Les aconsejo que se preparen un café o lo que gusten para comenzar con la lectura. También les agradeceria mucho si me dejan sus comentarios o valoraciones, lo que sea que me haga saber que debo seguir trabajando en la siguiente parte. Una vez dicho esto, comencemos.

Ariana estaba completamente sumergida en su clase de epistemología, todo le parecía tan complicado e interesante al mismo tiempo.

Estaba segura de que pertenecía a los libros, a las letras, habían sido su único lugar a salvo cuando se sentía tan perdida en el resto del mundo.

La muchacha no estaba entendiendo demasiado, ni de aquella clase ni de la vida misma tampoco. Había ratos en donde se perdía en sus pensamientos y parecía desaparecer del plano terrenal por completo.

Y es que el plano terrenal apestaba la mayoría del tiempo, o al menos el suyo. No quería parecer desagradecida con lo que tenía, ni mucho menos al borde de una depresión, pero ella sabía que así era.

Tenía muy poco por lo que aferrarse al mundo.

Tenía a su madre, que la consideraba su más grande amiga. También estaba Jenifer que siempre la apoyaba y ayudaba mucho, pero del resto, ellas eran sus únicas amigas, no tenía a nadie más.

No se había enamorado de nadie casi nunca. Tal vez por el miedo al rechazo, miedo a ser decepcionada o simplemente miedo a ser feliz.

Se aferraba a sus pequeños sueños, pedía muy poco a decir verdad. Conocer un destello de felicidad verdadera. Lograr una vida más estable de la que tenía, encontrar un poco de amor, y no morir en el intento.

Pensó que quizá pedía demasiado, para haber vivido en un mundo donde nada parecía ser suficiente para nadie.

Habían pasado ya algunas semanas desde que había vuelto a tener contacto con Alex.

Lo había visto varias veces más después de aquella ocasión, ahora lograban entablar conversaciones un poco más coherentes.

Al principio fue extraño, pues Ariana pensó que no volvería a ver al muchacho después de que se alejó en el subterráneo aquella noche.

Así que cuando vio a Alex aparecerse por La Fuente un día cualquiera después de aquello, le pareció de lo más extraño, se sorprendió incluso. Verlo ahí con su expresión despreocupada y tranquila la ponía de los nervios. No era para nada justo que la presencia de aquel hombre la inquietara tanto y él no pareciera tener una sola célula fuera de lugar.

La descolocaba muchísimo, pero ella sabía perfectamente cómo mostrar otra cosa, o al menos eso creía.

Era una buena mentirosa, pero se sentía mal por aquello, por hacer tan bien algo como eso, ocultar sus sentimientos. Pasaba la mayoría del tiempo fingiendo sentir otras cosas:

Fingía que no le preocupaba tanto su madre para no angustiarla, pero en realidad lo daba todo por ella.

Fingía que no se sentía muy sola la mayoría del tiempo, aunque llorara en las noches a causa de esto.

Fingía que soportaba la presencia de su padre, cuando en realidad quería mandarlo al demonio.

Fingía que Alex no la inquietaba en absoluto y hacía como si no le importase.

Era como si toda su vida se limitara a eso: a fingir sentimientos que no eran reales.

Alex por su parte, los días en que iba a La Fuente se limitaba a saludarla, a preguntarle cómo estaba y a ordenar sopa, algo de beber, a veces comida para llevar y eso era todo.

Ella hacía exactamente lo mismo. Se dedicaba simplemente a atenderle y a hablar poco. Sin embargo, tenía el pequeño sentimiento, quizá estúpido incluso, de que el muchacho no solo queria sopa; si no verla a ella también, y saber como estaba.

Sacudía la idea inmediatamente, no era una verdadera posibilidad. Estaba muy fuera de su alcance, se decía ella.

Además, Alex no parecía ser el tipo de hombre que verdaderamente le interesa ver cómo estás; parecía el tipo de chico que busca algo en especifico de ti, y en el momento en que lo obtiene, para cuando te das cuenta ha desaparecido para siempre.

No decía que fuese un mal tipo, pues ella poco sabía sobre él ahora. Pero no lo consideraba realmente el mejor partido para cualquier chica, aquel hombre cargaba con cosas que ella nunca podría entender, cosas que nadie nunca en el mundo podría ayudarle a cargar, se dijo ella una noche donde no lograba conciliar el sueño.

El muchacho continuó yendo al restaurante semanas después, y ella continuó atendiendolo, hasta que una noche cualquiera él la invitó a tomar un café.

Ella se quedó bastante sorprendida ese día, ya que Alex hablaba más de lo normal y parecía ser más amigable con ella.

Y no es que antes hubiese sido grosero o algo así, sólo que el cambió en su actitud era bastante notorio.

Lo primero que hizo Ariana al respecto fue desconfiar. Le parecía demasiado extraño el cambio de humor de aquel hombre. Intentó dejarlo estar, pero tenía la duda atizandole por dentro.

Estaban caminando hacía el café cuando ella no se aguanto y le preguntó:

  • Alex — lo llamó para que volteara a verle.

Él dirigió su vista hacia ella, parpadeando levemente.

Ariana se quedó observándolo fijamente un momento, lo estaba mirando directo a la cara, Alex tenía las pestañas largas y curiosamente rubias, como el resto de su cabello. Sus ojos eran de un color marrón oscuro. Su rostro era verdaderamente masculino: cuadrado, las cejas gruesas, la mandíbula ancha y prominente así como el mentón, la nariz recta y además, una incipiente barba de unos días que había olvidado afeitar, lo hacía ver más sexy que de costumbre. Al mirarlo parecía que se tratase de un hombre tan fuerte, tan grande y tan rudo como un antiguo gladiador; es decir, tan macho...

Era imposible negar el atractivo de aquel hombre. Y no era algo físico solamente, sino algo en su actitud, en su manera de moverse, de comportarse, su manera de hablar. Algo en su manera de ser.

Y aquella noche a Ariana le resultaba aún más evidente, como si no hubiese podido verlo bien antes, pero ahora le saltaba a la vista.

La sonrisa, vaya sonrisa bonita tenía aquel muchacho.

La voz de Alex la sacó de sus pensamientos:

  • ¿Tengo algo en la cara? — le dijo él sonriendo al verla embobada.
  • ¿Qué? — dijo ella confundida, no había entendido a qué se refería.

Él soltó una pequeña risita, la miró a los ojos también.

  • Me estás mirando Ariana, directo a la cara — le dijo alzando un poco las cejas.

El muchacho se agachó un poco para quedar a la altura de ella.

  • ¿Qué tengo? — le dijo él.

Ariana se sonrojo de tenerlo tan cerca, inmediatamente se puso nerviosa y se sintió desorientada y tonta.

  • Nada, no tienes nada — dijo ella apartando la mirada y adelantándose un poco de él.

El muchacho se rió y la alcanzó rápidamente.

  • ¿Qué ibas a decirme antes? — le preguntó.

Aquella noche Ariana estaba actuando un poco raro, pensó Alex, se veía como desconfiada y arisca. ¿Le habría pasado algo?

Ella dudo un momento antes de responderle:

  • Hoy estás un poco… extrano. — dijo ella.

Alex la miró sorprendido porque era él el que pensaba que si había alguien extraño esa noche, era ella.

  • ¿De verdad? — el muchacho se sobo un poco la barbilla y se sintió los incipientes vellos crecientes.

Él supo entonces a qué se refería ella y continuó hablando:

  • Estoy de buen humor, supongo. Gane buen dinero en una pelea hoy, creo que me compraré otra moto. — terminó el muchacho.

Así que era eso lo que lo tenía tan contento, pensó Ariana. Sonrío, era bueno verlo así.

Esa noche fue bastante agradable, recordaban ambos.

Tomaron café y hablaron un poco más que de costumbre. Lo cual suponía un avance bastante amplio.

Sin embargo, ninguno de ellos entendía muy bien aquella situación. Era extraña.

Ariana era muy mala para socializar, nunca había tenido amigos hombres y en general, nunca tuvo muchos amigos. No sabía cómo tratar con chicos a decir verdad, y menos con aquella clase de chicos; los que la habían conocido de antes.

Alex era peor que ella, no sabía cómo socializar en absoluto, no le interesaba siquiera hacerlo, excepto por aquella ocasión.

Él tampoco tenía muchos amigos, ni siquiera consideraba amigos a los del gimnasio, exceptuando a Marco.

Y con las mujeres, digamos que tampoco tenía muchas amigas de verdad. Las mujeres que conocía eran para distraerse un rato, salir cuando estaba estresado y para tener sexo. Pero no había habido ninguna mujer en su vida aparte de su madre, en la pudiera contar para hablar sobre él, desahogarse de sus problemas, pedir consejos y demás.

Bueno, quizá sí había existido una sola mujer que había sido su amiga, una verdadera y gran amiga, y algo más que eso también. Pero no valía la pena hablar de ella ahora.

Alex había decidido olvidarla, sacarla de su vida. Sin embargo pensaba en ella más seguido de lo que le hubiera gustado aceptar.

Pero últimamente, Alex tenía la mente pensando en otra cosa, algo que le estaba dando vueltas en la cabeza desde el día en que se había reencontrado con aquella niña de cabello castaño: ¿Debía considerar a Ariana una chica de verdad?

Es decir, ella era una, pero a la vez.... No. Era un eterno dilema que no sabía resolver.

La muchacha le inspiraba un tipo de confianza que no solía sentir con muchas personas, en realidad, con nadie más que con ella, por eso había querido volver a verla después de aquel primer día.

Ambos habían vuelto a verse varias veces después y, contra todo pronóstico, empezaron a hacerse amigos. Una extraña clase de amigos, claro.

Ariana evitaba hablar de todo tema relacionado con su proceso de transición, puesto que eso le traía muy malos recuerdos de su vida. A pesar de que el muchacho se había mostrado curioso al principio, pronto dejó de prestarle mucha atención al notar que a ella le incomodaba el tema.

Ella entendió que a pesar de la apariencia tosca y del estilo de vida de aquel hombre, era amigable y resultaba entretenido pasar tiempo con él.

Quizá no era una situación demasiado normal, era inesperada y podía salirse de control en algún momento por el carácter de ambos, ella era demasiado desconfiada, él era demasiado resentido.

Ambos cargaban con pesos diferentes y tragos amargos, no se parecían en casi nada, pocos intereses en común compartían, y sin embargo, ella le escuchaba con mucho interés cuando él le contaba acerca del boxeo, de las peleas, de las cosas que le gustaban y de las cosas que el hombre pensaba.

Él también le ponía mucha atención a ella cuando hablaba de sí misma, de la universidad, cuando contaba anécdotas de su trabajo, o cuando ella se reía de lo torpe que podía ser él a veces.

Tenía una risa muy bonita, y muy contagiosa a la vez. No habría sabido cómo explicarlo, pero siempre que la veía y la escuchaba reír, algo dentro de sí mismo quería reír con ella.

Quizá aquella situación no durase demasiado, y se evaporara con el tiempo, pero valía la pena quedarse a verla. Pensaron ambos muchachos.


Era un viernes, y se podría decir que era el día más tranquilo de toda la semana que tenía la muchacha, pues estaba en su horario solamente un par de clases y luego su trabajo en La Fuente hasta las 10:00.

Como las clases que tenía ese día comenzaban más tarde, Ariana pudo dormir un poco más, y para cuando se levantó, miró su reloj y se dio cuenta de que ya había pasado la hora del desayuno. Se preguntó qué habría comido su madre, si se sentiría bien o si necesitaba algo quizá.

Salió de su habitación para dirigirse a la de su madre y comprobar que todo estuviera en orden. Desafortunadamente, su padre estaba alli, rebuscando en el pequeño cofrecito de las joyas de su madre, donde ella solía guardar dinero a veces.

Ella pensó en cerrar la puerta y salir corriendo rápidamente, quizá él no había sentido su presencia aún y podría desaparecer como hacía casi siempre. Sin embargo, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo su papá, decidió no huir.

El hombre al escuchar la puerta abrirse volteó la cabeza pensando que era otra persona.

  • Jocelyn, estás segura que no tienes… — se quedó callado en cuanto vio a la muchacha parada en la puerta.

Ella no dijo nada.

Él la miró de arriba a abajo, tan escrutadoramente que ella sintió que el hombre podría ver dentro de ella y contar uno por uno sus sentimientos.

De todas formas ella se mantuvo allí, firme, haciéndole saber que no le había gustado nada verlo tratando de quitarle dinero a su madre. Estaba furiosa, sentia que queria insultarlo con todas sus fuerzas.

A él poco le importaba lo que pensara Ariana.

  • Ah, eres tú.— le dijo él.

Ella lo miró con la mirada enojada y le preguntó:

  • ¿Dónde está mamá?
  • En la cocina, haciendo no sé qué.

Ariana miró un último momento hacia el cofrecito de su madre, se dio cuenta de que esta vez no tenía nada que su padre pudiera quitarle. A lo mejor su madre había guardado su dinero en otro lugar, y al menos hasta el momento su padre no se atrevía a quitarle sus joyas.

Volteó para irse, cuando la voz del hombre la detuvo.

  • Mathias, espera. — dijo él.

La joven quiso devolverse y arrancarle la cabeza, era su padre, pero como le hubiera gustado poder lanzarlo por la ventana de la habitación.

La estaba llamando por su antiguo nombre como siempre lo hacía, aquel nombre que le traía recuerdos tan amargos; una vida llena de carencias, dolor emocional, pérdida y desconsuelo.

Se volteó a mirarlo enojada.

  • ¿Qué? — dijo ella.

El hombre se acercó un poco a la puerta, donde estaba parada la muchacha. La miró con evidente desprecio. Ella hizo lo mismo.

  • Necesito dinero.

Su padre siempre necesitaba dinero. Todos los malditos días necesitaba dinero para apostarlo.

Ella no iba a ceder esta vez. No este día, ni nunca más, se dijo la muchacha.

  • No tengo. — dijo mientras se daba la vuelta para irse.

Él chasqueó la lengua en un sonido que le retumbó a Ariana hasta la columna vertebral, como si aquel hombre hubiese matado a alguien con la boca.

  • Respuesta incorrecta. — le dijo tomándola del brazo bruscamente y metiéndola de nuevo a la habitación.

Su padre cerró la puerta y siguió insistiendo. La muchacha se estaba muriendo del miedo, pero no pensaba ceder.

  • No tengo nada. — le dijo ella.
  • No te creo.

Ella lo miró por unos segundos antes de contestarle algo más.

  • ¿Para qué necesitas dinero? — le pregunto aunque ya sabía para qué era
  • Perdí bastante anoche. Y además tengo un negocio pendiente muy importante — dijo él de lo más tranquilo.
  • Pues lo lamento, no tengo nada. — dijo ella y volteo para salir de la habitación antes de que se pusiera peor el asunto.

El hombre sintió como una chispa de rabia se empezaba a colar en su cabeza hasta hacerlo estallar.

La agarro del brazo nuevamente, más fuerte que antes, apretando violentamente la delicada piel de su hija.

La muchacha sintió de inmediato la brusquedad y la fuerza de su padre.

Ahí iban otra vez, por favor, que no pasara a demasiado, pensó ella.

  • Vamos a ver si te queda claro esta vez. — le dijo él de manera amenazadora. — te dije que necesito dinero, ¿Cuál es la parte que no entiendes?

Ariana empezaba a sentir el miedo correr por su espalda, iba directo a su cabeza, se instalaba en su mente y era imposible sacarlo.

  • Ya te dije que no tengo nada.

El hombre apretó el brazo de ella con más fuerza, la muchacha soltó un grito.

  • Y ya te dije que no te creo, tú siempre tienes algo. — le dijo él.
  • Lo poco que tengo, lo necesito. — le dijo ella tratando de zafarse inútilmente.
  • No me importa.
  • Eso ya lo sé, pero a mí sí que me importa. — le dijo ella.

El hombre sintió la rabia montarsele en el cogote.

Le propició a la muchacha un fuerte manotazo en la cara que la hizo caer al suelo, comenzando a llorar.

  • No te hagas el inteligente conmigo. — le dijo.

Su padre sabía que a ella le enfadaba muchísimo que la trataran en masculino, por eso siempre lo hacía con una perversa sonrisa en su cara.

Miró a la pobre niña llorar en el suelo, lo estaba disfrutando el desgraciado.

  • ¡Maldita sea, deja de llorar y dame el dinero ya!

Tendría que ceder de nuevo.

Odiaba que fuera así, que su padre la humillara, la golpeara y le quitara en un abrir y cerrar de ojos las cosas por las que había trabajado fuertemente.

La muchacha tuvo que buscar en su pequeño bolso su cartera, sacó todo el dinero que tenía y aunque no era demasiado, se lo entregó a su padre. El hombre sonrió y le dijo:

  • ¿Ves?, no era necesario todo el teatro

Ella agradeció que ya hubiese comprado las medicinas de su madre. El poco dinero que le quedaba era para las cosas que ella pudiese necesitar, le dolió en el alma tener que entregárselo a la bestia que tenía por padre. No le dolía realmente el perder su dinero porque fuese demasiado, si no por la manera en la que le había sido arrebatado.

Ella se frotó un poco la parte de su brazo donde su padre le había agarrado.

Lo miró con toda la rabia que tenía en el cuerpo.

Él le devolvió la mirada y le regaló una sonrisa arrogante, pues sabía que tenía el poder en aquella situación.

Contó el dinero con desinterés y dijo:

  • Bueno, esto es una miseria, pero será suficiente, supongo.

Ella lo miró con profundo desprecio.

El hombre recogió su chaqueta que estaba encima de la cama y salió de la habitación de su madre.

Al pasar al lado de ella, le dijo:

  • Esta de más decirte que si tú mamá se entera de esto voy a hacer que te arrepientas ¿verdad?

Ariana tragó saliva y asintió con la cabeza.

  • Perfecto. — dijo él tan tranquilo saliendo de la habitación dirigiéndose al baño.

La muchacha se sentía tan humillada, tan impotente y a la vez seguía teniendo una sensación de miedo tan palpable que casi podía sostenerla con las manos.

No quería seguir viviendo aquello.

Se secó sus lágrimas, tomó su mochila y fue directo a la cocina. Encontró a su madre preparando algo que olía bastante bien, recién había llegado de la tienda, había salido a comprar huevos.

Saludo a su madre con un abrazo y se sintió aún más miserable en ese momento.

"Lo siento mamá, te juro que no es mi culpa" pensó ella en los brazos de Jocelyn.

Ariana solo quería que ella estuviera bien, que su madre no se preocupara más por ella.

No le contó nada.

  • Siéntate, te voy a servir un poco de esto y… — Jocelyn se quedo en silencio.

Su marido había entrado a la cocina.

Ariana lo miró y quiso pegarle con una sartén en la cabeza.

  • No tengo hambre mamá, ya me voy. — dijo acomodándose la mochila y caminando hasta la salida.
  • Pero es que… — Jocelyn no pudo ni terminar la oración, Ariana ya había dado un portazo y se había ido.

Su madre suspiró.

Su marido se limitó a alzar los hombros con una expresión de no saber nada y decir:

  • ¿Ves lo que te digo? Ni siquiera le hablé, y mira como se pone, sale corriendo como si yo fuera alguna clase de enfermo y la fuese a contagiar.
  • Va de prisas seguramente.— dijo su madre

Su marido la miró con reproche.

  • Siempre tienes una maldita excusa cuando se trata de ella.

Claro, ahora que estaba con Jocelyn, el imbecil sí trataba a su hija en femenino.

Jocelyn quiso dejar el tema, así que le ofreció al hombre algo de comer y se sentaron en silencio.

Héctor sabía que le había arruinado el día a la muchacha, y lo estaba disfrutando bastante. Que no se quejara, ella había arruinado su vida, pensó.

Jocelyn se sumergió un momento en sus pensamientos, se reprochó a si misma su comportamiento dependiente de aquel hombre, ella sabía que él no era bueno, y mucho menos con su hija.

Ojala Ariana pudiera perdonarle algún día su enorme cobardía, se dijo a si misma la mujer.

Ariana al salir de su apartamento se dejó caer en uno de los pasillos del edificio lleno de puertas, y lloró. Lloró nuevamente.

Se sostuvo la boca para no hacer demasiado ruido, no quería que nadie la viese de aquella manera.

Tan rota, tan sola y tan desgraciada; como era ella, pensó.

No quería que nadie la viese así nunca.

De repente sintió algo que le rozaba el pie, un poco asustada alzó la mirada para ver de que se trataba, cuando se encontró con una cola larga de color negro que se le enroscaba en el pie.

Era Midas, el gato de su vecina la señora Sullivan.

El animal se le acercó un poco y se le froto en la pierna, luego la miró y maulló, como si le estuviera diciendo algo. Como si se alegrara de verla.

La muchacha se limpió los ojos y agarró al pequeño gato. Él se quedo mirándole y maullo nuevamente. Ariana lo acercó a sí misma, le dio un abrazo y un beso en su cabecita, a lo que Midas respondió con un ronroneo.

Le robó una sonrisa a la muchacha.

Casi como si aquel pequeño gesto inocente y tierno de esa pequeña bola de pelos negra la hubiera salvado de la desesperación.

Escucho cómo de repente se abría una de las puertas, el sonido la sacó de sus pensamientos.

La señora Sullivan asomó la cabeza por la puerta. Ariana le devolvió una mirada y la mujer le sonrió.

Su vecina vivía sola y tenía 5 gatos, era regordeta y parlanchina, pero era muy amable con la muchacha desde que podía recordar. Le daba obsequios en navidad y la invitaba a almorzar o a cenar de vez en cuando.

Ariana tenía aún los ojos hinchados de llorar y se veía bastante deprimida sentada allí en el suelo con el gato en brazos.

  • Ay mi niña. — le dijo la mujer con tono preocupado. — Ven, pasa un momento ¿Qué te parece si te preparo algo de té?

La joven quiso echarse a llorar de nuevo.

Le sonrió a su vecina asintiendo con la cabeza y le dijo:

  • Si, por favor.

La muchacha desapareció por el umbral de la puerta de su vecina con el pequeño gato aún en brazos.

Deseaba que sus problemas desaparecieran con el humo del té caliente, pero aquello no sucedería, ni de broma.

Sin embargo, la señora Sullivan logró tranquilizar un poco a Ariana. Lo intentaba muy a menudo con aquella niña, le tenía mucho cariño.

La había conocido gracias a Jocelyn, quien también era una mujer muy amable y buena vecina. Ella llevaba siempre a su hija a las reuniones con la señora Sullivan.

La mujer sabía que aquella familia tenía problemas. Sabía que era por el marido de Jocelyn, el papá de Ariana.

A veces escuchaba gritos de la pequeña, o de Jocelyn, pero casi siempre era Ariana.

Miró a la muchacha un momento a la cara, se le estaba haciendo un morado en el pómulo derecho. Le ofreció maquillaje para que ocultara un poco el golpe, pues un rostro tan hermoso no podía tener aquello, pensó la mujer.

Ella sabía que aquel hombre golpeaba a su hija, pues no la quería exactamente como su hija. "Que tipo más imbécil" pensaba ella. Él no sabe lo maravillosa que es su hija.

Sin embargo, ella trataba de hacer más ameno el paso de la muchacha por la vida.

Ariana le contó lo que había pasado con su padre, ella no lo podía creer, esta vez sí que se había pasado.

La joven prefirió no seguir hablando del tema, ya estaba más tranquila y no quería pensar ni un segundo más en la bestia de su padre. En cambio, viendo una foto que tenía la señora Sullivan sobre una mesita con demás cuadros y porcelanas, decidió preguntarle:

  • ¿Era su esposo? — dijo observando la foto en la que salía su vecina con un hombre.
  • Si, es mi querido Álvaro.

La señora Sullivan casi nunca le había contado sobre su difunto esposo, la muchacha sabía muy poco sobre él. Jamás preguntó al respecto porque le parecía un tema delicado. Pero ese día se sintió extrañamente curiosa y decidió preguntarle un poco:

  • ¿Hace cuánto murió? — preguntó respetuosamente.

A la mujer le pareció un poco extraña la curiosidad de la muchacha, pero le gustó el pequeño detalle de interés.

  • Alvaro tiene casi 8 años de haber muerto — le respondió soltando un suspiro.

Ariana se sintió de repente triste por su vecina, se imaginó a la buena de la señora Sullivan viviendo sola durante 8 años. Quizá por eso tenía tantos gatos.

  • Lo siento mucho — dijo la muchacha

Su vecina sonrio ante el pequeño gesto de amabilidad.

  • Está bien querida, me he acostumbrado ya a estar sin él. Aunque no te voy a mentir, a veces extraño a ese viejo mañoso. — dijo soltando una risita.

La señora Sullivan le contó un poco más sobre su difunto esposo. Reía un poco recordando las estupideces que hizo Álvaro en vida. Entonces, quiso darle un consejo a Ariana.

  • Escúchame una cosa mi niña, todos los hombres son unos desgraciados. Nunca pierdas el tiempo con uno, no vale para nada la pena. — le dijo ella con mucha seguridad

A la muchacha le resultó un poco graciosa la actitud de la mujer. Su vecina continuo:

  • No quiero que me malentiendas querida, yo quise mucho Álvaro y fuimos muy felices, pero incluso él era un idiota cuando se lo proponia.

Ambas quisieron seguir conversando, pero a Ariana ya se le hacía tarde para sus clases.

Cómo no tenía dinero porque su padre se lo había quitado todo, la mujer le dió unos cuantos billetes a la muchacha para que pudiera tomar el metro y para algunos gastos más, le dijo ella.

Le agradeció a su vecina por el dinero, por el té y por haberla hecho sentir mejor y se despidió de ella dándole un abrazo.

Se había sentido tan bien en la casa de su vecina, tan distinta de la suya. No se había sentido sola, ni rechazada mucho menos.

Hubiera querido quedarse allí para siempre.


Alex se encontraba en una pelea contra uno de los tipos que también iba al gimnasio, Franco. Se trataba de un sujeto que se creía de los mejores del lugar, creía incluso que era mejor que Alex.

Que equivocado estaba.

Era arrogante y engreído, por lo que el muchacho le tenía un especial asco al tipo y disfrutó aquella pelea dándole su merecido. Cómo era de esperarse, la victoria se la llevó el rubio y todos los que apostaron por él celebraron gritando su nombre. Aquello disgustó a Franco, quien miró con odio a Alex que se bajaba del ring tan tranquilo.

Era obvio que le tenía envidia al talentoso muchacho y se negaba a perder, por lo que intentó provocarlo para que volvieran a pelear. Alex no le hizo mucho caso pues ya sabía cómo era de idiota el tipo. Pero Franco seguía insistiendo detrás de él, lanzándole insultos, metiéndose incluso con su madre. Era un tipo verdaderamente molesto y desagradable, se comportaba peor que un niño pequeño.

A Alex no le hizo nada de gracia que aquel imbécil se metiera con su madre y dándose la vuelta le dió tal golpe en la cara que Franco cayó al piso. El puño que le lanzó el muchacho iba con mucha rabia y está vez no tenía puesto los guantes, por lo que los duros nudillos de Alex impactaron como un mazo golpeando la cara del sujeto. Si Franco ya estaba sangrando de antes, ahora estaba botando sangre a chorros de la nariz, Alex le había roto el tabique.

Después de tremendo trompazo, Franco solo se limito a insultar al muchacho pero sin acercarsele. Menudo cobarde, pensó Alex, quien se dirigió a darse una ducha para largarse a su casa.

Aquel imbécil le había dañado el día, cuando llegó a su casa seguía furioso. Sacó una cerveza de su refrigerador, se sentó en su sillón y encendió la tele mientras se arrepentia de no haber acabado con ese bastardo de una vez por todas, así tal vez se hubiera sentido mucho mejor en estos momentos.

De repente su teléfono empezó a sonar en el bolsillo de sus pantalones. Lo que faltaba, pensó él.

Sacó el aparato que sonaba ruidosamente y contestó sin siquiera ver quién era. En un primer momento pensó que sería Marco llamándolo para preguntarle sobre lo que había pasado, pero se llevó una mala sorpresa cuando la persona al otro lado de la línea habló:

  • ¿Hola? ¿Alex, eres tú?

Era su hermano Gabriel, era imposible no reconocer su voz. El muchacho supo que fue un grave error haber contestado, porque con el mal humor que cargaba en ese momento cualquier cosa podía pasar.

No dijo nada, solo escucho:

  • ¿Alex, estás ahí?

Se tomó un momento antes de contestar, pensó seriamente en colgar, o en lanzar el aparato por la ventana y evadir cualquier situación que tuviera que ver con él.

Pero por otro lado, ¿Que caso tenía seguir evadiendole? No podría hacerlo toda su vida, ya lo había intentado y sabía cuan insistente podía ser.

Había evitado hablar con su hermano menor durante casi dos años. Lo había ignorado, despreciado y rechazado de todas las maneras posibles durante todo ese tiempo que Gabriel intentó acercarse a él.

No quería verlo, no quería escucharlo.

Pero supo que no tenía demasiado caso ignorarle más. Él seguiría insistiendo. Le sorprendía incluso que hubiese tardado tanto en volver a llamarlo, casi 4 meses desde su última pelea por teléfono.

Gabriel, el perfecto, insufrible y bueno de Gabriel.

Siempre tratando de salvar a su hermano mayor de su propia estupidez.

  • Si, aquí estoy — respondió Alex.

El muchacho escuchó la respiración de su hermano desde el otro lado de la línea.

  • ¿Vas a colgar? — preguntó Gabriel
  • ¿Qué quieres? — dijo en tono serio
  • Pues hablar, saber de tí... — el muchacho lo interrumpió
  • No hay nada que saber de mí.

Su hermano soltó una risita que sonaba irónica a oídos de Alex.

  • No cambias, Alex — le dijo
  • No tengo nada que cambiar — dijo secamente

Gabriel suspiró, lo difícil que era hablar con su hermano. ¿Por qué tenía que ser de esa manera? Un poco de ayuda por parte de Alex no habría caído mal para arreglar las cosas entre ellos.

  • ¿Cómo has estado?
  • Bien.
  • Me alegra saberlo, aveces me preocupa que… — Alex no lo dejó terminar siquiera.

¿Preocuparse por él? Por eso detestaba hablar con su hermano. Él sabía que aquello no era más que una farsa, a Gabriel no le importaba él en absoluto, estaba muy ocupado con su perfecta vida como para preocuparse por alguien que no fuese él mismo.

  • Si a eso llamas Gabriel, ahorratelo, estoy bien. — le respondió con fastidio.

Sin embargo, su hermano siguió presionando, tenía un solo objetivo y pensaba cumplirlo a como dé lugar.

  • Voy a ir al grano, si es lo que quieres Alex
  • Perfecto, tengo cosas que hacer.
  • Me gustaría verte — le dijo Gabriel finalmente.

Alex quiso colgar inmediatamente el teléfono, ni siquiera pensó su respuesta:

  • No.
  • Alex…
  • No Gabriel, ni lo pienses, no es buena idea.
  • ¿Por qué no? Eres mi hermano mayor.
  • Al diablo con eso, estoy ocupado. — dijo tratando de cortar el tema finalmente
  • Por favor, de verdad que es importante — le dijo con tono serio.
  • ¿Tiene que ver con papá?
  • No, es sobre otra cosa.
  • Si está enfermo no me importa — continuó hablando.
  • No digas eso, por Dios, es papá — lo reprendió su hermano

Al muchacho le importó menos que nada.

  • Por eso mismo lo digo — respondió con fastidio.

Gabriel prefirió cortar aquel tema, sabía que no llegarían a ninguna parte con eso.

  • Es sobre tú y yo, Alex. Hay cosas que tenemos que hablar. — dijo seriamente

Alex rodó los ojos, aquí iban de nuevo…

  • Pensé que las cosas estaban claras, hermanito. — dijo resaltando la última palabra para molestarle.
  • No seas resentido Alex. — le dijo Gabriel.

Aquella palabra lo golpeó como si hubiera sido un puñetazo directo a la cara. Un golpe quizá más fuerte y doloroso del que le había dado al imbécil de Franco horas antes.

"Resentido". Vaya palabra tan hija de puta. Que palabra tan malditamente acertada para describir lo que era Alex. Porque era exactamente eso, un completo y total resentido:

Con la vida

Con su padre

Con su hermano

Con si mismo

Un resentido en toda regla.

Pero no estaba dispuesto a admitirselo al perfecto de su hermano.

Sin saber perfectamente que estaba haciendo, respondio con voz firme:

  • Está bien, veamonos.

Se arrepintió en el mismo instante que las palabras salieron de su boca.

  • ¿ De verdad? — preguntó su hermano sorprendido
  • Sí — dijo él
  • ¿Hoy en la noche te parece bien?
  • Sí — respondió Alex, no pensaba detenerse ahora.
  • Bien, te enviaré la dirección en un momento. — dijo Gabriel aún sorprendido por aquello.
  • Bien, adiós.
  • Nos vemos, Alex.

Colgó antes de decir una estupidez mayor.

Dios, como se arrepentía de haberle dicho que sí. ¿Cómo se suponía que se encontraría con su hermano ahora, con lo malhumorado que se hallaba ese dia?

Le apareció la imagen de su hermano en la cabeza, con su estúpida mochila de universitario y su apariencia de niño pijo, yendo de aquí para allá, metido entre libro y libro, siendo elogiado por todos. Humillandolo con solo existir. Parecía haber nacido simplemente para ser mejor que él en todo: Mejor estudiante, decían; mejor amigo, mejor hijo, mejor compañero. Mejor persona.

Lo vió de nuevo en su mente, ahora algo más mayor, vestido con su jodido traje de marca y sus zapatos caros que le había regalado papi.

Lo vió tomado de la mano de una chica, joven y bonita.

Lo vio quedarse con la única mujer de la que se había enamorado, porque hasta para eso, Gabriel era mejor.

"Menudo resentido se dijo a sí mismo"

Había existido una época de su vida en dónde él y su hermano eran verdaderos amigos, a pesar de su mal humor y desconfianza hacia las personas. Gabriel y Alex habían compartido una relación excepcional aquellos días.

Aprendieron casi todo juntos, el bien y el mal colocados el uno al lado del otro.

Se habían querido tanto, habían estado allí, juntos en los momentos de mayor dolor y de mayor felicidad. Se tenían entre sí incluso después de que su madre falleció y Alex se marchó de casa a vivir solo.

Los dos iban a la universidad en ese tiempo, Gabriel estudiaba administración de empresas, siguiendo el deseo de su padre de convertirlo en el heredero y sucesor de su gran empresa, pues era obvio que su hijo mayor era un caso perdido.

Alex estaba en ese tiempo estudiando en una escuela de aviación. Eso hasta que se le hizo imposible pagar sus estudios por sí mismo debido a que su padre se había negado a ayudarle por ser un rebelde y caprichoso.

Una noche, cuando Gabriel invitó a Alex a una fiesta con sus amigos de la universidad, el muchacho conoció una chica. Aquella mujer era la más hermosa que había visto jamás.

Todo de ella le parecía bueno, novedoso, interesante y lo hacía sentir ridículamente feliz.

Su nombre era Marlee, tan extraño y hermoso como ella misma.

El muchacho empezó a salir con ella gracias a la ayuda de su hermano, pues era compañero de ella en la universidad.

El hombre se sentía tan feliz con ella que lograba olvidarse de los problemas que tenía.

Hasta que tuvo que abandonar la escuela de aviación porque no podía pagarla.

Hasta que se dió cuenta de que había días donde no tenía dinero.

Hasta que su casero le pedía que se fuera por incumplir el pago de la renta.

Como el muchacho era demasiado orgulloso, jamás pidió ayuda ni a su padre, ni a su hermano y mucho menos a su novia. Pensaba que si no podía salir adelante por sí mismo entonces no valía para nada en este mundo.

Su carácter se puso peor. Bebía de más y gritaba demasiado alto algunas ocasiones. Marlee empezó a sufrir a su lado.

Un día, después de una pelea en la que Alex se enojó de más, Marlee decidió que no podía seguir con su relación. El hombre necesitaba solucionarse a sí mismo antes de tratar de querer a alguien más.

Se fué, lo dejo solo.

Alex empeoró después de eso.

Su relación con aquella mujer era lo único que lo mantenía de pie la mayoría del tiempo. Él mismo podría decir que fue allí donde se amargó.

Solo le quedaba su hermano, o eso pensaba él.

Algunos meses después, Gabriel comenzó a actuar extraño con él, y Alex lo conocía muy bien para saber que su hermano le ocultaba algo.

Gabriel le contó un día que estaba enamorado. Alex recuerda haberse puesto contento por él.

Su hermano no quiso decirle de quién se trataba, decía que no era el momento. Alex no entendió mucho a qué se refería Gabriel, ellos nunca habían tenido secretos, sin embargo decidió respetar la privacidad de su hermano.

Un día, que quiso ir a ver a su hermano a la universidad, los vió.

Marlee y Gabriel tomados de la mano, riendo. Él la sostenía de la cintura y ella reía complacida.

Se besaron.

Alex sintió algo romperse dentro de él y silencio la sensación al estampar su mano contra un poste de concreto que tenía cerca. Se había lastimado, pero poco le importaba.

Se quedó exactamente dónde estaba, no se movió, simplemente se quedó mirando fijamente a la pareja. Esperando a que alguno de los dos volteara y lo viera.

Cómo si le hubiese leído el pensamiento, Marlee volteo la mirada y lo vió allí parado, con una expresión desgarradora que recordaría toda su vida. No había lágrimas en los ojos de él, pero vaya que estaba sufriendo aquel hombre.

Gabriel lo vió también y corrió directamente dónde estaba su hermano.

Trato de explicarle, pero Alex no escuchaba absolutamente nada, estaba sordo en ese momento, no escuchaba nada más que su propio dolor.

Le dió un puñetazo en la cara a su hermano. Por traidor.

Marlee socorrió a Gabriel que cayó al piso, también intentó hablar con Alex, pero era completamente inútil, de todas las personas que hubiera querido ver, ella era la última.

Trataron de explicarle, no querían que las cosas terminaran así de mal entre ellos. Ambos le contaron lo mismo; que no había pasado nada entre ellos mientras Marlee salía con Alex, que el sentimiento entre ellos había nacido mucho después, que se habían vuelto buenos amigos y que… no pudieron evitarlo.

Se querían, vió él en los ojos de ambos.

Su único pecado era quererse.

Se sintió estúpido, confundido y dolido.

Primero ella, luego su hermano.

No quiso saber nada de ellos nunca más. Los dejaría vivir su amor si era lo que querían.

Ahora sí que se había quedado solo. No tenía nada ni nadie.

Pero no necesitaba a nadie, pensó él. Ahí fue cuando empezó a vivir completamente solo; sin querer saber de su hermano, ni de Marlee; sin amigos, sin pareja, sin nadie.

No supo ni de su hermano ni de Marlee en mucho tiempo, hasta que Gabriel había empezado a llamarlo y buscarlo. Alex llevaba años evitandolo.

Y evitando pensar en ella también.

Había llegado la noche, se sacudió los pensamientos lanzándose un poco de agua en la cara, espabilo y terminó de vestirse.

Buscó su chaqueta y sus llaves, guardó en uno de sus bolsillos una cajetilla de cigarrillos y salió de su pequeño hogar

Salía a encontrarse nuevamente con su pasado.

La dirección que le había mandado su hermano, era de un bar que solían frecuentar ellos dos en sus días de estudiantes.

Estando allí, incluso pensó en devolverse a su casa y seguir evitando a su hermano.

Pero aquel idea le hizo sentirse como un cobarde, huyendo de sus problemas como un idiota. Alex no era de los que corría a esconderse, siempre había sabido enfrentar sus problemas y esta no sería la excepción.

Le daba igual su hermano, solo quería quitarse la maldita sensación de intranquilidad que tenía, deseaba terminar de una vez por todas con ese asunto.

Se bajó de su motocicleta y entró al bar

Recordaba muy bien ese lugar, era pequeño y no había cambiado mucho desde que solia ir con su hermano. Estar ahí le traía tantos recuerdos, recordaba incluso haber llevado a Marlee alli en su primera cita.

Lo bien que le caería una trago en esos momentos, pensó.

Recorrió con la mirada el lugar buscando a su hermano, lo vió sentado una esquina del lugar, bebiéndo una cerveza. A Gabriel también le gustaba mucho la cerveza al igual que su hermano.

Cómo siempre, se veía impecable. Incluso para ir a un lugar como ese y ordenar una simple cerveza, su hermano se veía como si fuese un ejecutivo del rango más alto.

Y no era como si no lo fuese, a decir verdad.

Vaya diferencia, pensó el muchacho.

Alex vestía sus típicos jeans, una camiseta blanca de lo más sencilla y aburrida, y una chaqueta sin marca. Seguro que daba la impresión de ser un pobre desgraciado.

Y no era como si no lo fuese, a decir verdad.

Se sacudió el pensamiento y se dirigió a la mesa de su hermano.

Gabriel alzó la mirada al sentir que alguien se acercaba.

"¿Qué pasó hermanito? Tranquilo que no te voy a robar" pensó Alex al ver la sorpresa en la cara de su hermano.

Gabriel trató de no parecer tan obvio, pero fracasó. Era algo casi de familia, los Glanton eran malos escondiendo sus impresiones.

Su hermano se levantó de la silla en cuanto Alex estaba en frente suyo. Lo miró fijamente.

El menor no había cambiado demasiado. La misma cara de idiota, pensó Alex

Su ropa de marca, y ahora se dejaba la barba, se veía algo mayor pero le sentaba bien. Se veía bastante agradable, tenía pinta de ser buena gente, casi parecía una persona en quién se podía confiar.

Alex quiso golpearlo.

Su hermano en cambio le regaló una sonrisa de oreja a oreja.

  • Alex… estás aquí. — le dijo como si no pudiera creerlo.
  • No me digas. — dijo él con algo de molestia.

Gabriel no hizo caso a sus ironías, le palmeo el hombro y le dijo:

  • Es bueno verte Alex. Vaya que ha pasado tiempo.

Alex quiso evitar todo el drama del reencuentro entre hermanos. Los abrazos y las cursiladas se le daban muy mal, y más si se trataba de Gabriel, no estaba exactamente contento de volverlo a ver.

Se sentó en la silla que estaba en frente de su hermano.

  • ¿Llevas mucho aquí?. — le preguntó.
  • No tanto, me adelanté un poco así que llegué más temprano. — le respondió el menor.

Una mesera se acercó a preguntarles qué deseaban, Gabriel pidió otra cerveza y Alex pidió lo mismo.

  • ¿Cómo has estado?. — le dijo su hermano.
  • Bastante bien. — le dijo él, intentando parecer que era cierto.
  • ¿De verdad? Eso me alegra.
  • Gracias.

Vió como su hermano soltaba un suspiro, se frotó los ojos y luego lo miró.

  • Pensé que no vendrías.

Alex le devolvió la mirada.

  • Tenía algo de tiempo. — le respondió con una sonrisa arrogante.

El muchacho se dio cuenta de que su hermano estaba tan incómodo como él.

Sin embargo, Gabriel no había convencido a su hermano de ir hasta allí solamente para mirarse las caras, de eso estaba seguro. Habían razones de peso para que ambos estuvieran allí, aunque eso no estaba muy claro aún.

  • ¿A qué te dedicas ahora, Alex? ¿Sigues en las peleas?

Alex sonrío ampliamente.

  • Si, me va bien.
  • Eso está bien, supongo.
  • ¿Y tú? — le preguntó Alex
  • Estoy trabajando para papá...— Gabriel se detuvo al ver la expresión que puso su hermano mayor.
  • Pues lo siento mucho. — le dijo.

Seguía teniendo aquella terrible costumbre de hacer muchos gestos con la boca y con las cejas para expresar disgusto.

No había cambiado nada, al menos en su comportamiento.

Pero es que, que cambiado que estaba Alex físicamente. Le parecía hasta terrible admitirlo a su hermano.

Tenía muchos más tatuajes en su cuello, y en sus brazos, prácticamente mangas. Estaba mucho más fuerte y acuerpado que antes, tenía el aspecto de alguien con el que nunca te meterías porque de un solo golpe acaba contigo.

¿Quién era aquel hombre? ¿De verdad era su hermano?

No le criticaba, jamás lo hacía, y de hecho no se veía mal del todo, solamente diferente, acorde a la vida que llevaba, desordenado.

"Cuanto tiempo te he perdido" pensó Gabriel.

  • No es tan malo trabajar con papá. — le dijo.

Alex alzó las cejas con evidente ironía.

  • Bueno, hay días complicados, pero fuera de eso todo bien.
  • Si tú lo dices...

Ambos se quedaron callados un momento cuando les trajeron lo que habían pedido.

El muchacho le dió un trago a su cerveza, miró a su hermano y le dijo:

  • Al grano, Gabriel ¿Para qué querías verme?

Su hermano suspiró, allá iba.

  • Quiero arreglar las cosas contigo.
  • ¿Por qué? Es decir, ¿Por qué hasta ahora?
  • Te extraño. — le dijo finalmente Gabriel

Alex quiso golpearlo por empalagoso y cursi. “Vaya mariconada” pensó

  • No me lo creo, la verdad.
  • Es en serio, Alex. Por favor, eres mi hermano y me haces mucha falta. Eso es todo.
  • Nosotros no tenemos arreglo, Gabriel. — dijo para cortar el tema.

La verdad era que Alex también extrañaba mucho a su hermano, pero en la misma medida sabía que no podía perdonarle por aquello de lo que lo culpaba.

  • No digas eso, no es verdad. — le respondió su hermano menor.
  • No sé cómo podríamos arreglar nosotros nada, Gabriel.
  • ¿Vas a creerme algún día que ni ella ni yo jamás te traicionamos? Fue algo que simplemente pasó.

Ella. La había mencionado por primera vez en esa conversación.

A Alex le ardió la cara de rabia.

  • Te lo creo, a decir verdad. Pero sigue siendo una putada, una gran putada que nunca me esperé de ti.
  • No me voy a cansar de decirte que lo siento, pero… — se detuvo a media oración.
  • No lo digas entonces, así no te cansas.

Gabriel se puso la mano en la cara en un gesto cansado.

  • Me voy a casar, Alex. — le dijo.

Él podría jurar que le escupió la cerveza a su hermano en la cara

¿Casarse? ¿De qué demonios se trataba todo esto?

Entonces lo supo, lo supo inmediatamente.

Gabriel estaba evitando mirarlo.

Alex tragó saliva en un intento de ocultar sus emociones.

  • ¿Te vas a casar con Marlee?. — le dijo como si se lo hubiese esperado siempre.

Su hermano le regaló una mirada tan culpable, que hasta Alex supo que lo sentía mucho.

  • Sí. — le respondió.
  • Pues lo siento mucho por ambos, el matrimonio debe ser algo espantoso. — le dijo mientras tomaba un poco de cerveza.

Aquel trago le pareció más amargo que cualquier otro.

Su hermano suspiró. Alex supo que iba a pronunciar otra frase complicada.

  • Quiero que estés ahí, Alex. — le dijo finalmente.

El muchacho lo miró bastante sorprendido.

¿Que clase de broma era esa? ¿Invitarlo a su boda con la mujer que algún día él tanto amo?

Tenía que ser pura crueldad.

Pero poco le importó a Alex, después de lo que había pasado con Marlee y con su hermano, él creía posible cualquier cosa perversa en el mundo.

  • ¿Para qué demonios quieres que esté yo ahí?.
  • Eres mi hermano, quiero que estés conmigo en un día tan importante. — le dijo con una mirada bastante triste.

Incluso Alex sintió pena por él.

Estaba a punto de decir que no, que ni en broma él se aparecería por allá como si fuera un completo idiota al ver a la mujer que amaba casarse con otro. Y que ese otro fuera su hermano.

Pero se lo pensó mejor.

Ninguno de ellos tenía por qué saber que él seguía lastimado por aquellas heridas pasadas, al contrario. Si aquello era una venganza de su hermano para regodearse en su cara de que la chica lo había elegido a él, Alex tampoco se lo pondría fácil.

Lo haría pagar caro si esa era su intención.

Alex miró a su hermano un momento, y le dijo:

  • Bien, iré. — dijo cortante.

Gabriel estuvo a punto de escupir su cerveza al suelo.

  • ¿Estás hablando en serio?. — le preguntó con evidente sorpresa.
  • Sí. — le respondió él como si no fuera nada.

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué demonios estaba haciendo al aceptar ir?

Gabriel seguía estupefacto, como si no esperase absolutamente nada de eso, se había resignado a esperar a que su hermano le diera un golpe en la cara.

Trató de recuperarse para poder hablar coherentemente con su hermano.

  • Me alegra que digas que sí, de verdad, gracias. — le dijo Gabriel

Alex tragó saliva y siguió adelante con la farsa, llevaría esto hasta las últimas consecuencias si era necesario tan solo para probar las intenciones de su hermano.

  • ¿Cuándo es la boda?. — le preguntó.
  • En dos meses.
  • Perfecto. — le dijo mientras tomaba algo más de cerveza.

Gabriel lo miró seriamente y le preguntó:

  • ¿Alex, estás saliendo con alguien en este momento?

¿A qué demonios venía esa pregunta? Es decir, ¿Qué carajos le importaba eso a su hermano?.

Quizá estaba preocupado de que en cuanto viera a Marlee él intentará algo con ella. Si, seguramente era eso.

Alex no se dio cuenta de lo que estaba diciendo hasta que fue demasiado tarde.

  • Sí, tengo novia. — le respondió.

Ese sería el comienzo del final de su supuesta e inventada estabilidad.

Gabriel se sorprendió nuevamente, siempre había creído que su hermano tenía aún sentimientos por Marlee y por eso se negaba a dirigirle la palabra o a contestar sus llamadas. Se alegraba de que no fuera así, esperaba que su hermano haya encontrado una buena persona a quién amar.

Le regaló a su hermano una sonrisa sincera.

  • Me alegra mucho, de verdad. — le dijo.

Alex ya no era consciente de las cosas que decía o hacía, en ese momento era simplemente incoherencias juntas que pronunciaban sonidos.

  • Si, lo que tú digas. — le respondió

Su hermano se sacó algo del bolsillo del abrigo, era un sobre perfectamente decorado, blanco en su totalidad y con un pequeño sello en el frente.

  • Aquí está la invitación a la boda, puedes ir con tu novia si quieres. — le dijo mientras le entregaba el sobre.

Alex estaba a punto de meterse en más problemas por orgulloso, egocéntrico y mentiroso.

Poco le importó que aquello no fuera más que una miserable mentira con tal de no verse como un completo perdedor.

  • Perfecto, entonces iré con ella. — le dijo Alex.

Gabriel estaba contento de que Alex haya conseguido una pareja y que así, haya dejado de pensar y de lamentarse por Marlee al fin, o eso esperaba al menos. De todos modos, fuese como fuese quería conocer quién era la chica con la que su hermano estaba saliendo, entonces decidió proponerle:

  • ¿Qué te parece si los invitó a cenar?, a ti y a tu novia. Ya sabes, sería bueno compartir un poco más después de todo este tiempo.

Alex se sintió mareado y ahogado en sus propias palabras. Se había fallado a sí mismo por decir tantas mentiras.

Pero si no aceptaba, su hermano se daría cuenta de que su aparente estabilidad no era más que una fachada.

No pensaba de ninguna manera dejarle ver que su vida era una completa miseria comparada a la de él; con un buen trabajo ganando un altísimo sueldo, vistiendo siempre caro, viviendo seguramente en una casa lujosa y sobre todo, con el amor de una mujer. Una mujer que por si fuera poco, él alguna vez amó, y que ahora estaba por casarse con el hermano con la mejor vida.

Quizá podía dejar que su hermano supiera que su vida era desordenada, peligrosa por aquello de las peleas, que muchas veces no tenía dinero, que vivía en un pequeño y pobre apartamento, que no comía bien; cualquier cosa menos que era un solitario infeliz y sin amor.

Porque, ¿el amor es lo más importante en esta vida, no? Es lo que suele decir la gente.

  • Si, por mí estaría bien.
  • Perfecto, ¿que te parece mañana?. — le preguntó a Alex.

El muchacho sintió que todo se había derrumbado, trató de pensar alguna excusa para decir que su supuesta novia no podría ir a la cena, pero se dio cuenta de que lo sea que dijera solo lo delataria que estaba mintiendo.

  • Me da igual cuando sea. — le respondió cortante.

Él muchacho solo podía pensar en cómo saldría de aquel desastre en el que se había metido.

  • Vale, entonces será mañana. — le dijo Gabriel — supongo que nos veremos allí entonces
  • Bien.

Cuántas mentiras habían salido en aquella conversación. Como deseo Alex haber lanzado su teléfono por la ventana cuando supo que era Gabriel.

Se fue en su moto mientras pensaba. ¿Qué demonios iba a hacer ahora?

Había dicho que tenía una novia, y además de eso, qué iría con ella a la casa de su hermano donde probablemente estaría Marlee también.

¿En qué se había metido?

Ahora tendría que pedirle a alguna de las mujeres con las que se veía ocasionalmente, que se hiciera pasar por su novia. Sería desastroso.

El problema era que de todas esas mujeres, ¿en quién podría confiar para algo como eso?

Además, no estaba teniendo en cuenta de que ¿Quién demonios estaría dispuesta a hacerle ese extraño favor a él?, un tipo que ni siquiera las consideraba sus amigas, pues eran mas bien simplemente mujeres con las que tenia sexo.

Encima, empezó a preguntarse de que en caso de que alguna de ellas aceptara hacerle ese favor, ¿Acaso esas mujeres eran mejores que Marlee?

Es decir, eran guapas claro, pero el muchacho consideraba que ninguna de ellas estaba ni cerca de ser como Marlee; una mujer hermosa, inteligente y culta. Alex quería llevar a alguien que estuviera a la altura, o que fuera incluso mejor que la novia de su hermano.

Entonces una idea le apareció en lo alto de la mente, casi como un susurro.

“Ariana” pensó él.

Vio la imagen de la muchacha aparecerle en los ojos. Ella era perfecta.

Eso era.

Miró el reloj de su pared, eran las 9:45 y tenía el tiempo exacto para llegar antes de que ella terminara su turno.

Salió de su apartamento corriendo, cogió su moto y llegó a La Fuente a las 10 en punto.

Entró y vió a la muchacha despidiéndose de todos. Cuando ella lo vió se sorprendió un poco y se acercó a saludar. A ella le parecía extraño que el muchacho llegara a tales horas, cuando ya estaban cerrando. Salieron juntos del lugar y Alex la invitó a tomar un café.

Una vez estaban sentados en la cafetería, ella lo sintió actuando de manera bastante extraña.

Ariana se sintió de repente sorprendida cuando Alex la tocó, la estaba mirando fijamente mientras le tocaba la cara. Se quedó completamente estática, como si se hubiese encadenado a su silla.

Alex analizaba cuidadosamente su rostro, mientras le tocaba una parte en específico.

  • ¿Qué te pasó aquí? — dijo tocando donde ella tenía el casi imperceptible moretón.

Ariana apartó la cara inmediatamente y sintió ganas de esconderse, pero no se podía mover, las cadenas pesaban demasiado para salir corriendo.

Trago saliva ante la mirada seria del muchacho, quien de repente se veía muy molesto.

  • Ehh nada, no es nada. — dijo ella nerviosa

Alex no dejaba de escrutarla.

  • ¿Quién te hizo eso, Ariana?
  • ¿Qué? No, nadie me ha… — el muchacho la interrumpio
  • Conozco muy bien como luce un golpe Ariana, no mientas — le dijo muy seriamente

Demonios, ¿Que le iba a decir? Era obvio que no iba a contarle la verdad, él no tenía porqué saber esas cosas, busco lo primero que se le ocurrió y respondió:

  • Me golpeé con una estantería en la cocina.

Alex la miró con una expresión que decía "¿En serio?". Ella no podía estar más nerviosa.

  • ¿Segura?
  • Sí.
  • Pues tienes que tener más cuidado con las estanterías, parece que golpean un poco fuerte.

Ariana no supo interpretar si se trataba de sarcasmo o si lo decía de verdad, así que decidió hacerse la tonta al respecto.

  • Si, lo tendré en cuenta, gracias.

La joven pensó en sacar su teléfono y decir alguna excusa para irse pero se detuvo en cuanto el muchacho empezó a hablar nuevamente.

  • Ariana, quería preguntarte algo. — dijo con voz ronca y rascándose un poco la cabeza, como si estuviera nervioso.

La muchacha lo alzó a ver atenta.

  • ¿Te gustan las bodas? — dijo él

Ariana no pudo quedar más confundida con aquella extraña y totalmente inesperada pregunta. Se limitó a soltar una risita y a preguntarle a que se refería él.

El muchacho también rió al darse cuenta de lo estúpida que sonaba la pregunta. Tal vez tuvo que contarle primero un poco la historia y después pedirle el favor envés de llegar y soltar una pregunta tan aleatoria como esa. Así que le contó resumidamente las cosas y seguidamente le pidió el dichoso favor.

Ariana esperó hasta que Alex hubiese terminado de hablar para llegar a una sola y clara conclusión: Se había vuelto completamente loco.

Aunque luego de pensarlo por unos pocos segundos, se le cruzó por la mente la idea de qué aquello podría ser una broma del muchacho, una absurda y pesada broma.

Deseaba tanto que fuese solamente un chiste, pero no lo era, podía verlo en los ojos de él.

Ella lo miró fijamente mientras el muchacho compartía con ella su estupidez de la tarde.

Le había dicho a su hermano (Con quién por alguna razón que Ariana no comprendía del todo, no se llevaba demasiado bien) que estaba saliendo con alguien, que tenía una novia y que la llevaría con él a la boda de su hermano y además a una pequeña cena en su casa.

Ariana recordaba a aquel muchacho, se llamaba Gabriel y era menor que Alex. Aunque casi nunca había hablado con él o algo parecido, ella tenía el vago sentimiento de que se parecía un poco a su hermano mayor, físicamente hablando.

Según lo que le había dicho Alex, su hermano Gabriel era un tipo detestable y engreído, y al parecer había pasado algo grave entre ambos. El muchacho no le contó de qué se trataba, solo le dijo que él susodicho le había hecho algo que denominó como una gran putada.

Hasta ese punto de la historia, todo parecía en orden, Ariana escuchaba atentamente y trataba de darle algunas palabras de ánimo si ella lo consideraba oportuno, esperó atentamente el resto de la historia hasta que comprendió el por qué de la actitud extraña de Alex esa noche.

El rubio había engañado a su hermano y ahora no sabía cómo arreglárselas, y ya que no estaba dispuesto a perder o a quedar mal delante de Gabriel, haría todo lo posible por mantener sus mentiras. Ariana incluso sintió pena por él, lo cual era bastante extraño pues ella guardaba ese sentimiento para sí misma generalmente.

Le pareció triste que Alex se esforzara tanto por hacer creer a su hermano que estaba bien cuando evidentemente no lo estaba. Sin embargo ella creía que la persona que era Alex, independientemente de muchas cosas, era muy buena, era interesante, y por sobre todo, ella lo consideraba alguien muy real.

Alguien que no tendría la necesidad de mentir o de hacer nada para impresionar a otros.

  • ¿Vas a pretender que tienes una novia? ¿Con qué sentido? — le pregunto ella.

Él la miró como si hubiera preguntado una tremenda estupidez, pero recordó que la pobre no tenía la culpa, no sabía nada de cómo eran las cosas entre él y su hermano.

  • No quiero que el presumido de mi hermano sepa que estoy solo. — dijo soltando un suspiro cansado.

Ella seguía igual de confundida, o más

  • Pero no entiendo, es tu hermano, igual y si… — no pudo terminar de hablar porque el tono de voz cortante de Alex la detuvo.
  • Tengo mis razones, Ariana

Él la miró fijamente como si fuera a decirle algo más, pero no dijo nada.

La muchacha no quiso preguntarle más, supo que Alex no tenía intenciones de seguir hablando de su hermano.

  • Esta bien, entiendo — dijo ella

Alex se puso nervioso de repente. ¿Realmente iba a hacer aquello? No tenía otra opción, y a menos de que estuviese dispuesto a meterse en líos con otras mujeres de los que luego no sabría cómo salir bien librado, esa era la única posibilidad racional que veía.

Se lo pediría como un favor, ¿Era su amiga, no? Es decir, ¿A ella si la consideraba su amiga? ¿Ella lo consideraba a él su amigo? El muchacho quería pensar que si era su amiga pues le tenía cierta confianza, algo que no tenía con ninguna otra persona. Incluso le había llegado a contar cosas que nunca llegó a hablar con nadie más que con ella.

Ella lo entendería perfectamente, además Ariana se veía bastante comprensiva y él sabía qué no lo dejaría solo con ese asunto.

Sin embargo, encontraba la situación bastante bochornosa y embarazosa. Incluso para alguien a quién le importaba muy poco, como él.

El muchacho se sacudió la cabeza y se decidió a preguntarle lo qué le importaba de verdad en ese momento.

  • Ariana, ¿Saldrías conmigo? — le preguntó él como si fuera cualquier tontería.

A la muchacha casi se le cae la mandíbula al suelo.

Él la seguía mirando y ella se empezaba a poner nerviosa.

  • ¿Qué?
  • Es decir, ¿Irías conmigo a la dichosa boda? — dijo Alex — ¿Y a la cena también?

Ariana seguía completamente desubicada, estaba segura de que era una broma de mal gusto, y por un momento se sintió molesta y ofuscada con el muchacho. Él se daba cuenta de lo descabellada que era la situación ahora que veía las reacciones de la muchacha.

Ella lo miró con desconcierto.

  • No estoy para este tipo de bromas, está demasiado tarde — le dijo rodando los ojos.

Alex se sintió bastante divertido con la situación de pronto.

La miró fijamente de nuevo y dijo:

  • Te estoy hablando en serio

Ariana se sintió de repente con ganas de darle un golpe en la cabeza a Alex. Lo miró con desaprobación y le contestó:

  • No
  • ¿No? ¿No irías conmigo?
  • Que no te creo, Alex — le dijo ella.

Ella no tenía ganas de sostener aquella estúpida broma por más tiempo, se estaba haciendo tarde y debía volver a su casa.

  • Vamos Ariana, solo necesito que me hagas ese pequeño favor — dijo él mirándola a los ojos.
  • Pero es que… — la muchacha se detuvo un momento — ¿Lo que me estás diciendo es que pretenda que estamos saliendo juntos? ¿Tú y yo?

Alex encontró la entonación de "Tú y yo" bastante despectiva, como si fuera una tragedia, un suceso completamente imposible en este plano de la existencia, casi le sonó desagradable, y le molestó que a ella le pareciera tan trágico el pensar en salir con él aunque fuese una mentira. Le molestó más de lo que estaba dispuesto a admitir, así que apartó el pensamiento y se dijo a sí mismo que no le importaba en absoluto.

  • Sí, eso

El muchacho vio que ella se quedaba callada, no sabía si estaba sorprendida, ofendida o algo en medio de las dos, pero no le gustaba nada la manera en la que lo estaba mirando.

¿Por qué él tenía la idea de que ella simplemente diría que sí? ¿Que se ahorraría todo el trámite de pedirle el favor? ¿Por qué pensaba que ella se sentiría halagada incluso?

  • Solo es un favor — dijo él
  • Pero… ¿Por qué yo?

Él la miró como si quisiera hacerla reaccionar

  • ¿Somos amigos, verdad? No tengo a nadie más que pueda hacer algo así

Ella no había caído en cuenta de que Alex era su amigo sino hasta que él se lo dijo. Se sentía extraña.

  • Pensé que salías con muchas mujeres — le dijo ella alzando las cejas, con notoria desconfianza.
  • Ninguna de las mujeres con las que salgo es precisamente mi amiga, ¿Comprendes?

Ella supo inmediatamente a qué se refería.

  • No quiero involucrar a nadie que pueda pensar que es en serio, serían demasiados problemas luego — le dijo él.
  • Ya veo.

El muchacho en serio necesitaba el favor y notaba que Ariana estaba muy indecisa, desconfiada de él incluso. Se detuvo a pensar un momento y entonces añadió:

  • Y bueno... eh — dijo rascándose la cabeza — Eres prácticamente mi única amiga, y además… — se detuvo en media oración como si estuviera pensando algo indebido, o que no podría admitir.

Ella se quedó un poco confundida, lo miró con ojos curiosos y alzó las cejas indicándole que continuara hablando.

Alex miró a Ariana directamente a los ojos, como si quisiera ver dentro de ella.

Ella se sintió intimidada y pequeña, pero le sostuvo la mirada lo suficiente hasta que él habló.

  • Eres el tipo de chica con la que saldría — dijo finalmente.

Ariana estaba ahora muy sorprendida.

Se vio avergonzada en cuanto sintió el calor recorrer sus mejillas e invadirle la cara, apartó la mirada rápidamente y quiso golpear a Alex en la cabeza para que dejara de mirarla.

Al muchacho le pareció extrañamente cómico aquel gesto, así que soltó una pequeña risa y volteo la mirada.

Hubo un pequeño silencio en donde ninguno de los dos dijo nada al respecto.

Ariana miraba su taza de café y pensaba en lo complicado y extraño que se sentía tener a Alex cerca.

Alex estaba mirando fijamente las mangas de su chaqueta y pensaba en lo pequeño y desorientado que se sentía en ese momento. Era por ella.

Inesperadamente, Ariana rompió el silencio con el sonido de su respiración al retener aire para suspirar y al soltarlo.

  • Está bien — dijo ella — cuenta conmigo.

Alex alzó la mirada sorprendido, llegados a ese punto estaba esperando la negativa de ella.

  • ¿De verdad? — dijo él.

Ella sabía dentro de sí misma que se arrepentiría de sus palabras, pero no supo quedarse callada.

  • Si, no es nada, no te preocupes.

Él la miró con curiosidad unos segundos antes de responder:

  • Genial, me salvas de una grande.

No hablaron demasiado después de ese momento, dejaron el tema rápidamente después de acordar que ella lo acompañaría a la cena en casa de su hermano, y luego solo tenía que ir con él a la boda y ya estaría terminado aquello. La pequeña farsa y las mentiras se acabarían con el sonar de las campanas de boda. O eso creyeron ambos.

Alex se ofreció a llevarla a casa, pero ella se negó nuevamente alegando que no le gustaban para nada las motos y otras chorradas que el muchacho no quiso escuchar.

Así que simplemente la acompañó a tomar el metro que siempre tomaba, caminaron juntos hasta la estación y hablaron un poco en el camino, la conversación era algo tonta y nada importante, hasta que Alex encontró el momento perfecto para arruinarlo.

  • Ariana, eh, ¿Tú sabes que yo.... bueno, que yo no soy gay, verdad? — dijo él mirando hacia cualquier otra parte
  • ¿De qué estás hablando? — le dijo realmente confundida.

Pero entonces lo comprendió.

Quiso golpearlo con todas las fuerzas que tenía en su pequeño y débil cuerpo.

Le estaba dejando claro que, aquello de ellos dos saliendo era solo una farsa, que él jamás estaría de verdad con una chica como ella, porque ni siquiera la consideraba una chica.

Le dolió mucho más de lo que quería admitir. Se sintió ofendida, humillada y despreciada.

Lo miró con tanta rabia en los ojos que el muchacho sintió el gesto como el peor golpe que había recibido en toda su vida, casi quiso esconderse, quiso irse para no tener que ver aquella expresión de desprecio en los ojos de ella, no quería que lo mirara de esa forma nunca más.

¿Habría dicho algo malo?

  • Por supuesto que no eres gay, idiota — le dijo ella con demasiado desprecio para ser una broma.

Alex se sintió estúpido y desubicado a más no poder cuando cayo en la cuenta de lo horrible que había sido lo que dijo, ya era demasiado tarde.

  • Disculpa, claro, claro, tú no eres… — se quedó completamente callado al ver la expresión ofendida y decepcionada en el rostro de ella.
  • Déjalo así, Alex.

La muchacha simplemente agarró su mochila con fuerza y caminó rápido lejos de él.

Vaya qué lo había arruinado en grande. "Perfecto, imbécil" pensó él, mientras se decía a sí mismo "arregla esto, arregla esto ya"

Alex fue tras ella y trato de detenerla.

  • Ariana, hey, de verdad lo lamento, no debí decir algo así — dijo él mientras la detenía.

Sin embargo, la muchacha se sentía ofendida y deseaba devolverle aunque sea un poco de lo que ella sentía.

Se detuvo. Volteó a mirarlo y le dijo:

  • Si lo que te preocupa es que me llegaras a gustar, quédate tranquilo, jamás sentiría nada por un tipo como tú.

Alex se quedó quieto, afligido. Vaya malestar le generaron esas palabras, le quemaban por dentro.

Ella seguía mirándolo fijamente. Había actuado completamente a la defensiva, estaba acostumbrada a hacerlo, a andar por la vida defendiéndose todos los días de un ataque distinto. Vivía en una guerra constante y en ese momento se sentía en un campo de batalla, y ella pensaba salir viva de ahí.

Vio cómo sus palabras habían hecho efecto en el muchacho de cabello rubio.

  • Vale, me quedo claro — le dijo él.

Ella se echó a andar nuevamente.

Alex se limitó a seguirla hasta la estación, como si en vez de ir con junto a ella estuviera acechándola.

Sabía que había dicho algo jodidamente incorrecto, y se sintió culpable y comprometido todo el camino, ando tras de ella sin acercarse del todo. Simplemente la acompañaría para estar seguro de que nada malo le pasará. La estaba cuidando.

Ariana sintió la presencia extraña y constante de Alex detrás de ella todo el camino hasta el subterráneo, no quiso hablarle en ese momento, seguía teniendo rabia y un sentimiento de tristeza empezaba a crecer dentro de ella.

Se limitaron a caminar, ella adelante y él detrás, pero juntos después de todo.

Ariana se despidió de él y le dijo que la llamara para organizar lo de la reunión con su hermano o que se pasara por La Fuente si podía, él asintió y le dijo que tuviera cuidado en el camino y que la vería después.

Ambos muchachos quedaron con una sensación demasiado amarga por el resto de la noche.

Alex se sentía un completo idiota, ¿En que estaba pensando? Ella misma se había tomado la molestia de explicarle lo que era, lo que no era y cómo se sentía en el mundo. Su único deber era respetar eso aunque él creyera algo diferente o aunque no estuviera de acuerdo, daba igual. Y más aún si la muchacha le estaba ayudando con algo que era importante para él.

Él se recostó en su cama pensando sobre todo lo que le había salido mal en ese día; primero las mentiras que le había dicho a su hermano, solo por orgulloso; luego, lo que le había dicho a Ariana. Vaya torpe que era con las palabras.

Pensó nuevamente en la niña, y en lo que ella le había dicho: "Un tipo como tú".

Lo había dicho con tanto desprecio, casi como si ser alguien como él fuera el peor de los pecados, el peor de los castigos.

Odió la manera en que sonaban esas palabras en la boca de ella, con tanta rabia, con la intención tan clara de joderlo un poco.

Y es que la muchacha no dejaba de sorprenderlo, por un lado había aceptado ayudarle con lo de su hermano, y al mismo tiempo le había demostrado que era muy buena usando las palabras como arma para defenderse.

Esa noche Alex aprendió que Ariana, como todas las mujeres, no solamente era bonita, si no que era bastante filosa, cortaba con mucha facilidad.

Quizá se lo había ganado, quizá él había lanzado el primer golpe. Pero como le había jodido el segundo.

Ariana llegó tarde aquella noche, había estado tan distraída en el trayecto que casi se sorprendió cuando estaba en la puerta de su casa.

Se sentía cansada y herida.

Se recostó en su cama y respiró profundamente.

No sabía porque le causaba tanta molestia que Alex pensara en ella como un chico.

"Que no le gustaban los hombres", como si fuese una advertencia para ella, porque estaba incluida.

Excepto que no lo estaba, había sido una terrible y filosa broma de mal gusto, y la había cortado, le había herido saber que el muchacho la tuviera en aquel concepto.

Ella quería que le diera exactamente lo mismo, como pasaba con el resto del mundo.

Quizá Alex no hacía parte del resto del mundo, o si, todo dependía de cómo lo viera ella. Quiso simplemente desprenderse del sentimiento, del recuerdo de algo tan abrumador para ella como lo era su pasado.

Pensó en el terrible día que tuvo; su padre la había humillado una vez más, la había golpeado, le había quitado su dinero y como lo hacía siempre, la trató en masculino regocijándose de hacerlo. Su padre, al igual que Alex, tampoco la tenía en el concepto en el que merecía estar, una mujer.

Ambos la habían tratado como un hombre ese día, más sin embargo no permitió que aquello se le clavará hondo. Ella misma era consciente de que le había devuelto sus palabras a Alex, quizá no habría tenido el mismo efecto, pues al muchacho no parecía haberle afectado en absoluto, se había quedado exactamente igual.

Siempre era algo así en su vida, Ariana sabía cómo defenderse, y lo intentaba una y otra vez, pero siempre terminaba siendo la más afectada. Estaba viva, pero estaba rota.

También pensó en las palabras de su vecina la señora Sullivan. Tenía toda la razón del mundo; los hombres son unos desgraciados, todos y cada uno de ellos. No se había hallado nunca uno que no lo fuese, desde que era una pequeña, todos habían sido de lo peor con ella.

¿Por qué había pensado que Alex era diferente?. Se sentía tan tonta.

Se acomodó en la cama y se dispuso a dormir, no quería seguir pensado y aquello fue lo que hizo, se desconectó del mundo e intentó arreglarse a sí misma estando ausente. Como si se fuera a levantar al siguiente día siendo alguien más.


Alex se encontraba concentrado en la práctica del sábado, no decía una sola palabra, ni siquiera se quejaba cuando su compañero le asestaba uno que otro golpe.

Estaba de mal humor, ese dia seria la dichosa cena en la casa de su hermano ¿Cómo demonios iba a soportar estar cerca de su hermano? Y de Marlee. Vaya que estaba metido en un buen problema esta vez, y le jodía que saldría afectado de esto, y en el medio de él iban a quedar varias personas más.

Otra cosa que no lo dejaba pensar claramente, eran las palabras que le había dicho la jovencita la noche anterior. Aún le dolían muchísimo y únicamente podía pensar en Ariana lanzandoselas como dagas. Lo invadian sentimientos de culpa por haberla ofendido, y de esa manera tan estúpida además.

Marco, su entrenador, notó al muchacho más malhumorado de lo normal ese día. Le parecía completamente obvio que Alex andaba metido en problemas de mujeres. Tenía toda la pinta de ser así, pero no se quiso tomar el esfuerzo de preguntarle, sabía de sobra que el joven boxeador no se lo contaría.

Quizá algún día Marco entendería qué demonios hacía un tipo como ese metido en las peleas. Era cierto que el rubio era bastante grande, rudo, y podía llegar a ser bastante letal si se lo proponía, había dejado a unos cuantos con heridas para atender en un hospital, pero Marco sabía que Alex tenía dinero, o lo había tenido en algún momento.

Él no hablaba como todos los demás tipos alcohólicos y algunos drogadictos que se la pasaban por ahí. Muchos eran engreídos, a menudo estaban metidos en negocios con mala fama y para colmo, se inyectaban esteroides y demas porquerias que Marco obviamente repudiaba.

Alex no era para nada como esa gente. Él era leal, honesto, sano y centrado en lo que hacía. El muchacho era hasta educado incluso, cosa que no se veía mucho por esos lugares. Era uno de los mejores y aunque él no lo comprendiera, su entrenador sabía que podía ganar bastante provecho de él.

El hombre se que estaba observando a Alex le dijo desde el otro lado del ring:

  • Oye Glanton acércate un momento.

El muchacho se dirigió a la esquina y pensó que querría esta vez su entrenador.

  • ¿Estás un poco desanimado hoy, verdad muchacho?

Asi que se trata de eso, pensó Alex. Se limitó a chasquear la boca con un gesto de fastidio.

  • Pues espero que no estés así para el jueves, Glanton

Lo había olvidado completamente, tenía una pelea con un tipo al que llamaban Barú. Nadie sabía su verdadero nombre, solo se sabía que era un tipo enorme, que le ganaba a cada oponente al que se enfrentaba, que ni siquiera era del país pues tenía un acento extraño para hablar el idioma. Y del resto, no era un tipo con una muy buena fama la verdad.

Alex lo había visto pelear varias veces cuando iba simplemente como espectador. Pensó que sería magnífico pelear con Barú. No porque fuera alguien a quien admirara ni nada por el estilo, sino porque se hablaba de que era una bestia en el boxeo y estaba seguro de que él le quitaria su lugar.

Tendría que prepararse muy bien los siguientes días si quería lograr su cometido.

Alex terminó su práctica de ese día, buscó su moto en el parqueadero y salió en busca de una pequeña criatura de cabello castaño.

Llegó a La Fuente y se estacionó en frente. Seguía sentado en su motocicleta sin tener la más mínima idea de como entrar. Estaba seguro de que Ariana seguiría enojada con él y no sabia ni como iba a verla a la cara. Para esto si que tendría que prepararse toda una vida, pensó.

Carraspeó un poco y se bajó de la moto, desechó el cigarrillo que traía y entró al lugar tratando de lucir con aire de confianza. No sabía qué diantres estaba haciendo, pero ya era demasiado tarde para echarse hacia atrás. Él no se acobardaba con nada y esa no sería la primera vez.

Ariana por su parte, estaba en la cocina pensando en el trato que tenía con el muchacho ¿Seguiría en pie?, le resultaba muy gracioso todo ello, era una situación muy surrealista, casi le parecía imposible que alguien les creyera aquello ¿Alex y ella? Como el agua y el aceite.

Jenifer como si hubiera podido leerle el pensamiento a la joven le dijo por detrás:

  • Ariana, llego tu novio, ve a atenderlo.

La muchacha volteó sorprendida con los ojos a punto de salirse de sus órbitas por la coincidencia.

  • Él no es mi novio — reaccionó Ariana de repente.

Su amiga la miró con curiosidad al ver como se sonrojaba la muchacha.

  • ¿De verdad no es tu novio? — presionó ella  — Creí que sí lo era
  • No, él no… — se quedó callada de repente — ¿Por qué lo dices?

Jenider se sintió más divertida aún por la situación, era obvio que a la muchacha le gustaba aquel grandulón.

  • Ningún hombre quiere tomar sopa más de 4 veces a la semana, y menos pagar por ello a menos de que haya algo de por medio. — le dijo — Además, a veces te espera y se van juntos ¿no?. ¿Ayer vino a recogerte no es cierto?
  • No, no en realidad… — dijo ella — Solo somos amigos — dijo finalmente.
  • Mmm es una lastima. Se ven muy bien juntos, hacen una bonita pareja.

La muchacha no sabía cómo responder ante el comentario de su amiga.

  • Ugh, no.

Ella observó la fingida expresión de la muchacha y le dijo:

  • Mejor ve a atenderlo, que se ve que trae una cara que no puede con ella. — dijo riendo. Se detuvo un momento y añadió — Bueno, como siempre pues — dijo soltando una carcajada, pues Alex siempre parecía estar de mal humor.

Ariana se acercó a él, estaba sentado en la mesa de siempre y parecía no estar de buen humor, tal y como decía su amiga.

  • Hola — le dijo Alex a la joven
  • Hola, ¿Vas a ordenar algo?
  • Una cerveza estaría bien.
  • Bien, vuelvo en un momento — dijo Ariana
  • Ariana, ¿Podemos hablar? — dijo con tono serio
  • Okay, pero esperame.

La muchacha regresó con la cerveza que había ordenado Alex.

  • ¿Qué pasa? — dijo ella

El muchacho carraspeo un poco antes de responder.

  • Mira, lo siento por lo de anoche.
  • No estoy enojada.
  • ¿No?
  • No Alex, no fue nada.

Alex se sintió de repente estúpido y enojado, detestaba pedir disculpas y resultaba que solo había perdido su tiempo diciéndole aquello.

Y es que nunca lograba comprender a la muchacha, ella siempre hacía o decía algo que lo dejaba terriblemente confundido.

Estaba a punto de responder algo seguramente grosero, pero no pudo. La vio a la cara, a su dulce cara, y supo que no podía enojarse con aquella jovencita, y mucho menos cuando ella iba a ayudarlo con su estúpida mentira.

Los dos se quedaron callados un momento, y fue Alex quien rompió el silencio:

  • ¿Aun vas a ayudarme esta noche entonces?
  • Sí, ¿En eso quedamos no?

Alex se sorprendio, pues habia creido que la muchacha lo mandaria al demonio.

  • Gracias, de verdad Ariana.
  • No hay de que. Ahora, si me disculpas, debo volver al trabajo. — le dijo ella seriamente
  • Está bien. Te recogeré en tu casa a las 8. — dijo él dándole un trago a su cerveza
  • Bien, mas tarde te envío la dirección — dijo Ariana levantándose de su silla y volviendo a la cocina.

Los sábados Ariana salía más temprano de su trabajo, su turno terminaba a las 6 de la tarde.

Cuando la joven llegó a su casa, lo que hizo como siempre era asegurarse de que no estuviera su padre echando un vistazo al parqueadero del edificio. Si su taxi no estaba, entonces podía entrar más tranquila, sin embargo esa no era una garantía de que no estuviera. Cuando entró, hizo total silencio tratando de escuchar quien estaba en casa, Jocelyn la llamó preguntando si era ella desde su habitacion, asi que ella se dirigió a saludar a su madre.

  • Hola Ariana — dijo su madre recibiendola alegremente — ¿Cómo te fue hoy cariño?
  • Bien mami — respondió ella con una sonrisa para que su madre no se preocupara mucho por ella. — esta noche saldré con algunas amigas de la universidad.

Ariana odiaba tener que mentirle a su madre. Quizás podía mentirle piadosamente que se hallaba bien, que todo andaba perfecto para no preocuparla, eso era diferente, pero mentirle por cualquier otra cosa, le remordia la conciencia. Pero, ¿Qué más podía hacer?. No iba a decirle que iba a fingir ser la novia de un tipo solo para una cena, eso sería una locura, y más considerando que ese tipo era Alex.

  • Eso está perfecto hija — dijo Jocelyn contenta — Ya era hora de que salgas a distraerte un rato, ese trabajo tuyo es muy duro, y encima con tus estudios, debes estar muy cansada y estresada.

La muchacha se sintió muy mal de que su madre le creyera que iba a salir a “distraerse”, pues en realidad era todo lo contrario, seguramente esa noche cenando con gente que no conocía, fingiendo ser la novia de Alex, sería la más estresante de su vida. ¿En que se estaba metiendo? ¿Le habría vendido su tranquilidad al diablo?

Se dirigió a la cocina para comer algo. No mucho, pues si se llenaba luego no sería capaz de comer nada en la cena. Seguidamente entró a su habitación para darse un baño rápido.

Después de salir de la ducha, Ariana estaba a punto de enloquecer por la cosa más común y superficial del mundo desde la prehistoria: No sabía qué ponerse.

Se suponía que no era una cena muy formal, pero buscó en su armario algo un poco acorde para la ocasión.

Finalmente se decidió por un suéter vino tinto, una falda negra con vuelos, unos botines negros y pantymedias negras para hacer un conjunto elegante y sobrio pero muy atractivo a la vez. Se puso un poco de perfume en el cuello y también añadió una cadenita de plata para adornar su cuello y unos aretes igualmente en plata muy bonitos.

Después de todo Ariana sí que tenía buen gusto y Alex debería estar agradecido por eso, pensó ella.

Y hablando de él, el muchacho respondió los mensajes de Ariana diciendo que estaría allí en 15 minutos.

La muchacha se apuró a peinarse un poco y, después de haberse maquillado, sobre todo poniendo atención en el moretón que tenía en el pomulo, se puso un abrigo y se dirigió a despedirse de su madre dándole un abrazo y pidiéndole que la llamara inmediatamente si se le ofrecía algo.

  • Suerte cariño, estas preciosisima — le dijo Jocelyn con una sonrisa viendo de arriba a abajo a su hija — Que la pases bien.
  • Gracias mami. — dijo ella dedicándole una sonrisa a su madre, pero avergonzada por haberle mentido.

“Ay mi niña, ojalá todos pudieran ver lo hermosa que eres” se dijo Jocelyn como refiriéndose a su marido al ver salir a la muchacha de su habitación.

La joven salió de su casa con una sensación de vértigo al pensar en tener que fingir ser la novia de Alex, un tipo del que alguna vez ella estuvo platónicamente enamorada.

Cuando Alex llegó al lugar, se estacionó exactamente en la dirección del mapa que le había enviado la joven. Estaba frente a un pequeño parque, distraído viendo hacia el vacío, pensando en un montón de cosas.

Se preguntó de nueva cuenta ¿Qué demonios estaba haciendo? Aceptar ver a su hermano y a Marlee ya le parecía la gran cosa, pero todo el asunto con Ariana... Quizá era demasiado.

¿Cómo iba a pretender que estaban saliendo? Si apenas y se comunicaban bien, sin contar todas las diferencias entre ambos. Además de.... Bueno, el asunto con Ariana del que todavía no estaba demasiado claro, quizá esa era una pésima idea.

Él estaba seguro de que nunca podría sentir nada por ella, es decir, ella era agradable, bonita, inteligente y tenía esa sonrisa qué... Dejando de lado lo evidente, quizá no sería una situación tan absurda.

¿Qué pensaría ella al respecto? ¿Estaría confundiendo todo aquello?

No, ella misma se lo había dejado muy claro, nada de sentimientos por un tipo como él.

Le seguía jodiendo cada vez que lo pensaba.

Cuando la muchacha apareció caminando por la derecha, Alex volteo sorprendido al verla, aquella noche estaba más hermosa y deslumbrante que nunca.

Dios, que imagen que reflejaba bajo la luz de la luna, incluso en esa dimensión parecía que era ajena a todo.

No era solo la iluminación, sino la luz que provenía de ella misma.

El muchacho la vio por unos segundos completos hasta que sintió que le ardía, el corazón.

Iba tan tranquila como siempre, como si no viera la imagen que reflejaba ante el mundo, como si no estuviese consciente de lo condenadamente bella que se veía.

A él le resultó curioso, cómo su mente podía jugar con él de esa manera. Lo que quizá no comprendía aún, es que no era su mente quién jugaba con él. Era ella.

Ella llegó hasta él caminando tranquilamente.

  • Hola — le dijo Ariana
  • Hola — respondió él, con algo parecido a una sonrisa

Se había quedado mirándola demasiado tiempo, más del que él mismo se permitía. Esperaba que la muchacha no se hubiese dado cuenta, apartó la mirada y adoptó una expresión más seria.

  • ¿Así que, donde vives? — dijo él, siendo lo unico que se le ocurrio
  • Del otro lado de la cuadra — respondió ella — No quería que llegaras precisamente al frente del edificio en el que vivo.

Ariana se imagino la expresión de su padre si la viera pasear en una motocicleta con un tipo como Alex. Detestaba ese aparato, detestaba a su padre también, y lo jodido de ambas situaciones era que no podía hacer nada al respecto.

El muchacho decidió no decir nada al respecto. Se limitó a pasarle un casco que tenía de repuesto diciéndole que se lo pusiera, a lo que ella hizo una pequeña mueca de fastidio. A Alex le resultaba muy gracioso que a Ariana no le gustara para nada su moto, a la mayoría de las chicas les resultaba muy atractivo.

En gran parte a Ariana si le parecía atractivo, solo que le tenía pavor subirse a un cacharro de esos, le parecían muy peligrosos y sumandole el hecho de que Alex era el conductor, prácticamente quería salir corriendo. Ella prefería limitarse simplemente a verlo conducir a él.

Se puso el casco de malas ganas, Alex la miró divertido mientras ella esperaba a que él le indicará qué hacer.

  • Sube — le dijo haciendo un gesto hacia atrás con la cabeza.

  • ¿No podemos caminar?

Alex soltó una risita, era una situación muy cómica.

  • Estamos demasiado lejos, anda, deja de renegar y sube. Vamos tarde.

  • Ugh

La muchacha se subió detrás de él con malas ganas, Alex se estaba divirtiendo mucho con sus expresiones.

  • Agárrate — le dijo él
  • ¿Qué? ¿De donde?

Alex torció los ojos divertido ante la inocencia de ella, era obvio que nunca se había montado en una motocicleta, pobrecita.

Le sujetó las manos con cuidado y las puso alrededor de su cintura.

Ambos se sintieron inmediatamente extraños con el contacto del otro. Como el pequeño contacto con el cambio de temperatura, como haber tocado con la punta de los dedos una pequeña llamarada.

Ariana tragó saliva nerviosa y cerró los ojos en cuanto arrancaron. La sensación era demasiado extraña.

Sintió algo de vértigo al principio y Alex podía sentir como la muchacha se le aferraba un poco más a la espalda, casi quiso soltar una risa. Se sorprendió a sí mismo por el hecho de que el contacto con ella no le molestaba, en absoluto. Le gustaba, y eso le preocupaba.

Ariana se sentía igual o más extraña que él en todo el resto del camino. Ninguno dijo nada, no era necesario. Aquella sensación de libertad traspasaba las capacidades del lenguaje, era como si se hubiese quedado muda.

Desde aquel punto, ella misma se sentía como un pedazo de aire, como si pudiera alcanzar cualquier cosa, como si pudiera llegar a cualquier lado.

Las manos de ella, el cuerpo de él. Casi estaban encajando aunque ninguno lo supiera. Lo doloroso que sería el descubrirlo, como toda revelación en la vida; mortífera y a veces, insoportable.