Enamorada de un boxeador - Final

Los problemas de pareja se resuelven siempre con una linda y romántica noche de pasión.

Aquella tarde, después de salir de la lujosa boutique, con lindísima ropa nueva, y por ende, con muchísimas más ganas de seguir probándose prendas, Marlee y Ariana entraron a la tienda de vestidos de novia donde prometían tener los mejores diseños de toda la ciudad.

Ariana estaba sorprendida y fascinada con todo, era un lugar realmente bonito y todos los vestidos eran preciosos. Los precios eran demasiado altos a decir verdad, pero de alguna manera tenían su razón.

Había vestidos de diseñador, de todas las formas y tamaños. Unos más sencillos, otros más extravagantes. Algunos que se salían de lo común pero que seguían siendo sumamente sofisticados. Otros que mostraban más piel, otros que no tanto. En fin, todos eran bellísimos.

Las muchachas recorrieron el lugar compartiendo opiniones sobre los modelos que más les llamaban la atención, además, Ariana se encargaba de sostener aquellos que Marlee deseaba probarse. Había muchísimas opciones, demasiadas tal vez, pero ambas coincidían en varios vestidos. La rubia pensó que hizo bien en pedirle ayuda a la joven castaña, ambas se lo estaban pasando muy bien y aquella salida le estaba ayudando mucho a Ariana con lo que sucedía últimamente en su vida.

Su tristeza se había esfumado por completo, estaba bastante contenta compartiendo con Marlee. Aquella mujer resultó siendo tan auténtica, tan agradable, y ni hablar de su generosidad. Al final, le había comprado el conjunto de prendas que se había probado momentos antes en la renombrada tienda de ropa. Marlee le pidió que aceptara su regalo, que no había de qué preocuparse, puesto que ella podía permitírselo y no suponía ningún problema en sus demás gastos.

  • Ariana, si no sales de aquí con la ropa puesta me voy a enojar — dijo Marlee a manera de broma. — Te ves muy, muy divina, en serio.
  • Vale, está bien, te haré caso entonces — dijo la niña castaña riendo. — Muchas gracias, de verdad, Marlee, no sé como agradecerte.
  • No hay de que, Ari. Y al contrario, soy yo la que te estoy agradeciendo.

La minifalda, la blusa y los tacones le quedaban espectaculares a Ariana, y el conjunto negro de lunares blancos también le quedaba fantastico a la rubia. Toda la gente se quedaba mirando a las hermosas muchachas caminando por el centro comercial, parecían dos modelos salidas de una agencia.

Ya en la tienda de vestidos, Marlee se probó 5 modelos de los tantos que le habían gustado, tres de ellos eran gigantes y los otros dos eran más normales pero igual de bonitos.

  • ¿Qué piensas de este, crees que es demasiado? — le preguntó la rubia mientras se observaba en el espejo.

  • No no, para nada, te queda muy bien — dijo Ariana animadamente.

  • Eres un encanto — le dijo Marlee al mismo tiempo que miraba el reloj en su mano, lo cual la hizo sobresaltar. — Oh Dios, es tardísimo! Y olvidé que esta noche cenaremos con mi suegro! Tengo que llamar a Gabo. — dijo la rubia muy angustiada — Ariana, ¿podrías pasarme mi bolso?

La joven se levantó de la silla en la que estaba sentada sujetando los demás vestidos y agarró el bolso para entregárselo a Marlee.

Esta se dirigió al vestidor y llamó a su prometido. Pasó un momento hasta que Ariana escuchó que Marlee la llamaba desde los vestidores.

  • ¿Necesitas ayuda? — dijo Ariana desde afuera.
  • La verdad si, entra — respondió Marlee.

Marlee estaba tratando de bajarse el cierre de la espalda cuando Ariana entró.

  • Definitivamente este no — dijo la rubia haciendo cara de disgusto y ambas chicas rieron.

La joven castaña le ayudó con el cierre y Marlee empezó a quitarse el vestido.

Se estaba haciendo tarde, y la prometida aún necesitaba probarse los demás vestidos que le habían llamado la atención. En ese momento, observó a la niña distraída y se le ocurrió una idea.

  • Ari, ven aquí.

La muchacha obedeció y se acercó a ella. Marlee observó el reflejo de ambas en el espejo.

  • Si, creo que sin tacones somos igual de altas. Y estoy segura de que somos de la misma talla. — dijo la rubia.

Ariana no comprendía nada. Marlee la miró con una sonrisa y le pasó uno de los vestidos que había escogido para medirse.

  • Pruébate este — le dijo tranquilamente.

La muchacha tomó el vestido confundida.

  • ¿Para qué quieres que yo...?

  • Así podemos ver como se ven todos los vestidos que escogimos, y terminaremos más rápido. — dijo Marlee con seguridad.

  • Pero es que yo...

Marlee la miró suplicante.

  • Por favor… no puedo llegar tarde a la cena — dijo

Ariana suspiró rendida. Definitivamente no iba a ser lo mismo si ella se probaba los vestidos, ya que no tenía exactamente el mismo cuerpo de la rubia. Pero de todas formas no quería desaprovechar la oportunidad de modelar vestidos tan preciosos.

  • Está bien — dijo con una sonrisa al mismo tiempo que se pasaba al vestidor de al lado.

Aunque la joven ya se lo había imaginado, ponerse un vestido de novia costaba incluso más de lo que parecía, necesitando la ayuda de una de las empleadas para ajustar por detrás el cordón del corsé. Finalmente, cuando logró acomodarse el vestido de manera correcta, quedó fascinada con lo hermoso que era y lo bien que le quedaba.

Se trataba de un magnífico diseño de corte sirena y escote de tipo corazón, dándole un toque muy coqueto y sensual al destacar su delicada silueta. Era completamente blanco y tenía detalles en encaje chantilly, espléndidos bordados y refinadas lentejuelas desde la cintura hasta el escote. El corsé, que dicho de paso, se amoldaba perfectamente a su figura, se cerraba por detrás mostrando delicadamente la piel de su espalda. Era simplemente maravilloso, probablemente el más bonito de los diseños que ambas habían escogido.

Se sentía más que divina cuando se puso los tacones que le había pasado Marlee para ver cómo se veía todo junto. Y para finalizar, completó el look con una hermosa gargantilla dorada que estilizaba su dulce y fino cuello. Definitivamente parecia una reina, y una sonrisa de felicidad se dibujó en su rostro al imaginar lo contenta que hubiera estado su yo de 9 años si hubiera podido ponerse un vestido de novia tan hermoso.

Estaba segura de que, vestida así, no habría podido evitar maquinar en su mente la historia de una ilusoria boda con el chico rubio que la cuidaba. No había algo en lo que pensara y deseara con más ímpetu que eso durante aquella época. Esperar a Alex en un altar usando ese vestido, vaya que era un sueño inalcanzable para la pequeña Ariana.

Pero si antes se la pasaba pensando en Alex incluso cuando lo tenía enfrente suyo, ahora quería mandarlo lejos de sus pensamientos. Desafortunadamente no era tan fácil como decirlo, pues él ya estaba tan implantado en su mente, que ella incluso tenía el poder de invocarlo con tan solo hacerse una imagen mental de él y su despreocupación de siempre.

Afuera de la tienda de vestidos de novia, Gabriel había llegado junto a Alex, quien miró el lugar confundido y con mala cara. No pensaba entrar a un lugar como ese y menos si Marlee estaba allí adentro probándose vestidos de boda.

  • ¿Qué estamos haciendo aquí? — le preguntó Alex a su hermano.

  • Recogiendo a Marlee. A eso te dije que veníamos, no?  — respondió Gabriel jocosamente.

Alex rodó los ojos y dijo con fastidio:

  • Pero no creí que estaba aquí.
  • Vamos Alex, ya aceptaste venir, ahora acompáñame.
  • Bien… Pero me iré si se tardan mucho allí adentro. — dijo Alex molestamente.
  • No creo que te quieras ir después de entrar allí. — dijo Gabriel soltando una risita mientras empujaba la puerta para entrar.

Era un lugar bastante grande, caminaron un poco hasta el fondo donde se hallaban los vestidores y los espejos, y se encontraron con Marlee quien estaba observándose desde todos los ángulos posibles uno de los vestidos de novia. Realmente se veía muy bien, pero ella no estaba muy convencida de ello.

Gabriel saludó románticamente a su novia y esta le dijo que no tardaría mucho más, que casi habían terminado. Seguidamente, la rubia saludó al muchacho que venía detrás de Gabriel.

  • ¿Cómo estás, Alex?. Me alegra verte. — dijo ella con una sonrisa.

Alex le devolvió un gesto tranquilo.

  • Lo mismo digo. ¿Ese es el vestido? — le preguntó.

Marlee rió mientras sacudía la cabeza.

  • Uno de tantos — dijo con una risita.

La rubia se echó una última mirada en el espejo y abrazó a Gabriel, quien se había quedado mirándola mucho tiempo. Alex simplemente los observaba exhibir su felicidad como si él no estuviera ahí.

  • Estás hermosa — le dijo su prometido.
  • En realidad este no es mi favorito — respondió mientras se separaba y caminaba un poco. — De lo contrario no hubiera dejado que me veas, es de mala suerte que el novio vea el vestido antes de la boda jaja.

Marlee miró hacia los vestidores y alzó un poco la voz.

  • Ariana, ¿ya estás lista?

Alex pasó de permanecer callado e incómodo, a sorprenderse alzando la mirada inmediatamente buscando ver si era en serio lo que creía. No podía ser, ¿qué iba a estar haciendo Ariana ahí?.

  • ¿Ariana está aquí? — le preguntó Alex a Marlee dando un paso hacia adelante.

Marlee lo miró curiosa y asintió, a la par que Ariana salía caminando de los vestidores con la mirada puesta en el vestido, sin percatarse de la presencia de los dos hombres allí.

  • No estoy segura si la parte de...

La joven levantó la mirada y se quedó casi de piedra. Alex estaba parado frente a ella mirándola con sorpresa y la boca abierta. La escrutaba de arriba a abajo sin siquiera disimular un poco. El muchacho estaba fascinado con lo que veía, e incluso creyó haber visto una de las mejores imágenes de toda su vida.

Parecía un ángel dada la pureza del color blanco y la perfección de su piel. El vestido definitivamente acentuaba las mejores partes de su cuerpo, además de resaltar su hermosa cabellera y su rostro radiante. Era tremendamente hermosa, desde los pies hasta la cabeza. Alex estaba embobado mirándola, sin siquiera saber que decir por lo impactado que había quedado.

Él, en contraste con la deslumbrante niña de ojos avellana, vestía su típica ropa de siempre; pantalones de mezclilla holgados, camiseta de tirantes, botas rústicas y una de sus chaquetas de cuero que lo acompañaban a todas partes. Y en esta ocasión en particular, llevaba la barba un poco crecida, como si hubiera prescindido de afeitarse dado su desánimo.

Era como si no tuviese nada que hacer en un lugar como ese, repleto de vestidos y de gente elegante y adinerada. Mas sin embargo, tampoco era como si se mirase muy mal. De hecho, su look ilustraba muy bien su personalidad; un hombre rudo, rígido y difícil para expresar sus sentimientos; además de que la barba le sentaba muy bien, haciéndolo lucir más atractivo y sexy, cosa que a Ariana la ponía sumamente inquieta.

La muchacha volteó la mirada con la cara roja y avergonzada. Nunca creyó que su deseo de que el rubio la mirara así vestida si se llegaría a cumplir. Y mucho menos en este momento, que después de todo, seguía enojada con él.

Marlee la miró encantada, el vestido era tan precioso y le quedaba tan bien a la jovencita, que olvidó por completo mostrar cautela ante la situación que había entre Ariana y Alex.

  • Te ves super preciosa Ari, este vestido es divino — dijo Marlee emocionada al mismo tiempo que atraía a la muchacha hacia ella para poder apreciar los detalles.

Ariana observaba a Alex de reojo mientras Marlee estaba concentraba observando el vestido en su cuerpo. El muchacho le dedicó una sonrisa ladina y ella lo ignoró poniendo mala cara.

  • La verdad es que este vestido me gusta muchísimo, creo que está entre los 3 mejores que hemos visto, ¿no Ari?. Ahora tengo muchas dudas de nuevo ¿Tú que dices Gabriel? — preguntó Marlee.

  • Es muy bonito, seguro te verás espectacular con cualquiera, amor.

Marlee le sonrió a su prometido sintiéndose muy halagada, entonces quiso aprovechar para impulsar a Alex a lanzarle también un cumplido a la joven de cabellos castaños.

  • ¿Y tú qué dices, Alex? ¿No se ve linda Ariana con este vestido? — le preguntó.

El rubio no dijo nada, pero se acercó pausadamente a Ariana y se quedó parado frente a ella mientras la observaba con una intensidad casi abrumadora. Ella también lo miró por un segundo, pero sentir su presencia y sus ojos tan cerca suyo la hizo descomponerse totalmente. No sabía si salir corriendo a los vestidores, o si pegarle con su débil manita. Estaba temblando, y no quería que él lo notara. Alex no podía llegar así y observarla de esa manera sin siquiera fingir algo de mesura.

  • Marlee tiene razón. — dijo despacio y con la voz ronca — Te ves preciosa, Ariana.  — le dijo buscando su mirada.

La muchacha se sonrojó y quiso llorar ahí mismo. Intentando mantener la compostura para que su voz no se oyera quebrada, volteo la mirada y observó a Marlee diciendo:

  • ¿Me puedo cambiar ya?

  • Por supuesto — le dijo ella y Ariana se movió rápidamente hasta los vestidores, donde comenzó a quitarse el vestido.

No era capaz de quitarse los hilos del corsé por sí misma, estaba al borde de la desesperación. No entendía cómo es que la situación la estaba agobiando tanto, pero la razón no era otra que Alex esperándola afuera hasta que saliera. Él siempre se había encargado de ponerla inquieta y ansiosa desde tiempos inmemorables.

Decidió llamar a Marlee desde allí y pedirle ayuda, no había forma de quitarse el corsé por su propia cuenta.

  • ¿Mar? — la llamó alzando un poco la voz — ¿Crees que podrías ayudarme con esto?

  • Voy en un momento — le respondió ella.

Alex miró a Marlee y le preguntó:

  • ¿Puedo?

  • Claro, es en el segundo, en el pasillo. — dijo ella deteniéndose y cediéndole el paso.

Ariana escuchó dos toques en la puerta y abrió rápidamente sin fijarse, pero cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde, en dos pasos Alex ya estaba adentro con ella. La muchacha lo miró con recelo, se encontraba en una situación bastante íntima y él no podía entrar así. A pesar de que él ya la había visto desnuda anteriormente, ella no quería que la viera como si las cosas estuvieran perfectamente entre los dos.

  • ¿Qué haces aquí? — dijo ella enojada y avergonzada.

El muchacho sonrió divertido.

  • Necesitas ayuda con eso, ¿no? — dijo mientras se acercaba un poco a ella.

  • No te me acerques.

Alex se detuvo.

  • No contestas mis llamadas, no quieres verme cuando voy a La Fuente — dijo el muchacho con tono cansado. — No quieres hacerme caso…
  • No quiero hablar contigo.
  • ¿Sigues enojada?
  • ¿De verdad me estás preguntando eso? — dijo ella evidentemente enfadada.

Alex suspiró rendido. Verla de nuevo y tenerla tan cerca lo hacía sentir tan bien, pero a la vez todo estaba tan mal.

  • Lo siento… — dijo Alex finalmente.

Ella lo miró seria y le dijo:

  • ¿Podrías llamar a Marlee? Necesito quitarme…
  • Marlee se metió a cambiar. — dijo él interrumpiendola. — Soy lo único que tienes.

Ariana suspiró molesta. Que mala idea.

  • Tranquila, no te voy a violar — le dijo riendo — si no quieres… — agregó de forma burlona.

Ella lo observó con rabia y rodó los ojos, aquel hombre definitivamente no podía mantener la compostura. A fin de cuentas no tuvo otra opción que acceder a su ayuda, así que volteó dándo la espalda hacia él.

  • Necesito deshacer los cordones — le dijo.

  • Muy bien — dijo Alex mientras comenzaba a aflojar las ataduras en la espalda de la joven.

Cada centímetro que soltaba revelaba un pedazo más de su nívea piel, adornada con algunos lunares extendidos por su espalda como las estrellas de una constelación. Poco a poco la delicada tela se iba deslizando por su espalda y Alex se estaba muriendo por tocarla. Ariana lo estaba torturando como no tenía idea.

Se demoró un poco más al final para poder contemplarla mejor. Dios! desde su cuello siendo adornado por la gargantilla, su sedoso cabello ondulado que se posaba sobre sus hombros, la concavidad de su espalda hasta su cintura, los lunares que le recordaban a observar el cielo en las cálidas noches de primavera; ella era una obra de arte. Se estaba lastimando con aquello y sus pensamientos se estaban saliendo de control.

  • Ya está — dijo tragando saliva.

Ariana suspiró y volteó nuevamente. Lo miró avergonzada mientras se sostenía el vestido contra su pecho para que no cayera al piso y quedara desnuda frente a él. Los ojos de Alex se dirigieron inmediatamente y sin disimulo a esta parte, se quedó embobado pues la joven fallaba un poco en el intento de cubrirse.

  • Mis ojos están aquí, Alex — dijo ella mirándolo molesta.

El muchacho espabiló y le dedicó una sonrisa divertida.

  • Salte, necesito vestirme — le dijo ella nerviosa.
  • ¿Necesitas ayuda con eso? — preguntó él sonriendo.
  • No, fuera — le ordenó poniendo mala cara.

El rubio salió del vestidor y ella le cerró la puerta en la cara. Una pequeña sonrisa se le escapó por inercia, era realmente aliviador volverla a ver, como si sus ojos claros le trajesen paz, incluso pese a la ira que le mostraban. Pero lo importante, era que estos no habían perdido esa belleza que solo ella podía tener, Ariana tenía la cualidad de verse hermosa aún estando enojada.

  • Te espero afuera — le dijo antes de regresar a donde estaba su hermano y Marlee.

Ariana terminó de vestirse con la ropa nueva que le había regalado Marlee. Se veía muy hermosa y lo más seguro era que Alex iba a quedar boquiabierto también con este atuendo. Lastima que ella no iba a ceder aún, creía que debía continuar lo que fuese necesario.

Al salir, se encontró con Marlee quien le dio las gracias por haberla ayudado en la búsqueda de su vestido y por haber pasado un gran día con ella.

  • No no, gracias a ti Mar por esta ropa, es preciosísima! y bueno, no se como agradecerte, de verdad…
  • No te preocupes por eso, mi Ari, otro día podemos salir de compras juntas otra vez.
  • Ay Marlee, eres tan amable — dijo la niña con una sonrisa. — ¿Y, ya decidiste cuál va a ser tu vestido?
  • Aún no lo sé, vimos tantos que estoy indecisa. Esta noche trataré de decidir en casa, aunque será difícil porque muchos estuvieron preciosos, y ni hablar del que te probaste tú.

Las muchachas caminaron juntas hasta donde se encontraban Gabriel y Alex. Al parecer el mayor hablaba con su hermano sobre que no podría asistir a la cena a la que estaba invitado. El menor entendió sin problema las razones al observar a la joven castaña llegar.

En ese momento Alex quedó de nuevo muy sorprendido, y confirmó también que Ariana lo quería ver sufrir. No era justo que se arreglara tan bonita, con ropa coqueta y mostrando sus preciosas piernas, cuando él no podía acercarse a ella para tocarla ni con la punta de un dedo.

No podía despegar su mirada de la muchacha, el atuendo que llevaba era encantador y provocativo a la vez, hacía que sus instintos de hombre despertaran y no dejaran de hallarla dolorosamente atractiva y sensual.

  • No te preocupes, luego será. — le dijo Alex poniéndo una mano en el hombro a su hermano. — Voy a llevar a Ariana a su casa. — dijo sin despegar sus ojos de la bella jovencita.
  • Vale. — dijo Gabriel ofreciéndole al mayor una mirada de desearle suerte.

La muchacha lo miró desconcertada al escucharlo tan seguro de que iba a llevarla a su casa. Ni siquiera se lo había preguntado antes, y aunque lo hubiera hecho, ella se hubiera negado.

En ese momento, antes de que Ariana dijera cualquier cosa, Marlee se acercó a ella y le dio un abrazo de despedida.

  • Muchas gracias por haber venido — le dijo — significa mucho para mí.
  • Cuando desees, Mar — le dijo Ariana devolviéndole el abrazo.
  • Espero que todo salga bien — le dijo Marlee en voz baja al separarse, mirándola de manera alentadora y seguidamente dirigiendo la mirada hacia Alex.

Ariana simplemente sonrió con desencanto y se limitó a asentir con la cabeza.

Después de agradecer y despedirse de las dependientas de la tienda, todos salieron del lugar dirigiéndose al parqueadero del centro comercial. Allí Marlee se subió al auto de Gabriel y ambos se despidieron dejando a Ariana sola con Alex.

La joven empezó a caminar con prisa y el rubio la siguió confundido.

  • ¿A dónde vas? — le preguntó.
  • A casa — respondió ella sin detenerse.
  • Vamos, yo te llevo — dijo él tras ella.

Ella se detuvo y volteó a verlo, se veía desalentada, afligida.

  • No puedes hacer esto, Alex — le dijo ella con tono cansado.
  • ¿Qué cosa? — preguntó él mirándola confuso.
  • Llegar como si nada hubiera pasado — dijo seriamente.

Ella tenía razón. Alex se acercó y le puso una mano en la mejilla. Ella no se movió, solo alzó a verlo.

  • Hablemos entonces. — dijo él mirándola fijamente. — Dime lo que quieras, no importa. Pero quédate conmigo.

Ariana suspiró.

  • Está bien — dijo apartándose un poco. Alex sonrió ampliamente.

Él se acercó a su motocicleta, se subió y esperó a que la muchacha también lo hiciera agarrándose de él.

Salieron de allí en un momento. Perdidos, rotos, con rumbo a ninguna parte. El futuro era incierto, y el presente se sentía devastador, prácticamente como un desastre ocurriendo detrás de ellos dos.


La moto de Alex se detuvo con el sonido sordo del corazón de ambos. Ariana se bajó y de repente se sintió asustada; del contacto de ambos, del momento, del lugar, de Alex y de su estúpida sonrisa esperanzadora. Él sonreía porque el hecho de volverla a ver le devolvía el alma al cuerpo, además de que no había otra expresión con la que pudiera ocultar el temor que también sentía en ese instante.

  • Así que… supongo que aún no me vas a mostrar en dónde vives

preguntó Alex con tono amable. De nueva cuenta se habían estacionado en el pequeño parque del barrio de la muchacha.

Ariana asintió, en ese momento estaba prácticamente muda y sin comprender del todo como debía actuar. Fuese como fuese, no había pasado todo este tiempo sin hablarle para regresar tranquilamente a sus brazos como si nada, como si él no hubiese dicho las cosas que dijo.

Alex notó fácilmente su comportamiento obstinado, no estaba seguro de sí una disculpa sería suficiente para ella. ¿Qué más podía hacer?

  • Hey

le llamó para que alzara a verle. Ella lo hizo.

Lo siento.

— dijo él con un suspiro.

Ella no respondió nada por un momento, tampoco sabía qué decir. ¿Aceptar sus disculpas? Lo que había pasado podría pasar nuevamente y tener una consecuencia más grave. No era suficiente decir que lo sentía. Disculparse no hacía diferencia alguna, porque no cambiaba lo que había sucedido.

Ariana sentía sus palabras como un abismo entre ellos dos. Hasta que finalmente, respondió:

  • Que lo sientas no cambia nada

— dijo ella notando las palabras frías en la boca y en el corazón.

Alex sintió el mismo frío por dentro. La manera en que lo miraba era peor que un mal golpe en una pelea, pero tenía que aguantar y luchar, no iba a desistir hasta que lo perdonara.

Ariana tampoco iba a renunciar a su posición tan fácilmente, quería mantenerse incrédula hasta oírlo expresar una verdadera disculpa, que le demostrara que aquella situación jamás se volvería a repetir.

Y es que por otro lado, siendo sincera consigo misma, aceptaba que no podía evitar que le gustase sostener un poco de drama sobre la situación.

El boxeador en cambio no se lo estaba pasando bien en absoluto con todo esto. La culpa que sentía era asfixiante, y no entendía cómo es que las mujeres podían ser unas expertas en llevar las cosas hasta un teatro e incluso lograr llevarlo a él sin haberse podido oponer siquiera.

Ella habló nuevamente y él no se lo esperaba.

  • Nunca debimos hacer esto.

esta vez sonaba más triste, su voz se rompía en pequeños fragmentos.

— Actuar esta mentira, fue un grave error.

El rubio suspiró, quería abrazarla, quería decirle que no dijera tal cosa, aunque dolorosamente tuviera razón, y que él fuera el principal culpable. Como hubiera querido que aquellas palabras fueran parte de un teatro, pero no lo eran, ella sonaba seria, afligida de verdad.

Alex colocó su casco sobre su moto, dio un paso hacia la niña y ella dio un paso hacia atrás.

  • Ariana, mírame.

— le dijo haciendo que ella dirigiera su mirada hacia sus ojos —

Esta tarde le conté a mi hermano que te conozco en realidad desde hace mucho tiempo.

— declaró quedandose un momento en silencio —

Y le conté también, que lo nuestro era una mentira.

Ariana abrió los ojos muy sorprendida. No creía posible que el boxeador le revelara a su hermano quien era ella y porque habían fingido ser pareja. Si Gabriel sabía la verdad, eso significaba que Alex no necesitaba fingir más. No la necesitaba más a ella.

  • ¿Qué haces aquí entonces?

— preguntó ella confundida.

La mirada de Alex se llenó de frustración, ella no le estaba entendiendo.

  • ¿Crees que quiero que me perdones porque necesito seguir con esa farsa?

— le dijo sonando más serio.

Ariana se quedó callada, esquivando la mirada de él, y eso fue suficiente para que el muchacho soltara una risita y continuara hablando.

  • Estoy aquí por ti, Ariana. Estoy aquí porque no quiero perderte. Porque llevo todo este tiempo pensando en ti, y solo sé que quiero que estés conmigo, que te necesito...

le dijo todo aquello que no podía seguir guardandose.

Se sentía expuesto, vulnerable. Humano.

Ella lo miraba con los ojos cristalizados.

  • Lo que menos me importa ahora mismo es mi hermano y su novia

continuó

Eres tú lo único que me importa. Yo no quiero más farsas, yo lo único que quiero es estar contigo, Ariana.

La muchacha de los ojos avellana lo miró con la sorpresa plasmada en el rostro y las lágrimas empezaron a brotar por sus ojos. Creyó que nunca llegaría a escuchar unas palabras tan sinceras de la boca de Alex. Se notaba que hablaba desde el corazón, y que le estaba costando mucho hacerlo. Era la primera vez que se atrevía a traspasar los límites de lo que su adusta personalidad le permitía expresar, pero fue suficiente para lograr mover varias cosas dentro de ella.

Después de un silencio que duró demasiado, fue Alex quien habló nuevamente.

  • Te quiero

dijo finalmente, con la voz rota y con su último pedazo de esperanza en la punta de la lengua.

La joven levantó la mirada, tenía los ojos llorosos y la cara roja. Alex dio dos pasos y ella lo dejó acercarse quedándose quieta.

¿Quererla?

Sonaba melodioso, pero era fuerte al mismo tiempo. Parecía una palabra, pero traía millones de significados. Adornaba el final, pero marcaba el principio.

Ariana sacudió la cabeza tratando de aclararse, saliendo del trance y viendo el mundo como era.

El mundo donde querer significaba lastimar. Hubiese preferido mantener los ojos cerrados, pero no era ciega, ni era sorda, y escuchaba el sonido de sus propios lamentos. De las voces que pedían a gritos un poco de verdad y cambio. De las voces de sus anteriores que nunca tuvieron la oportunidad de hablar, de las voces que habían sido calladas trágicamente. De aquellas voces que habían muerto por amor, por amor a sí mismas y a sus iguales. De las voces que habían luchado para que ella tuviera la oportunidad de hablar, de pronunciar y de gritar.

  • Lo que dijiste el otro día...

empezó a decir ella

— N

o sé de qué clase de personas te rodeas, pero... No puedo permitir ese tipo de trato, no puedo ser minimizada y sexualizada de esa manera. Tampoco quiero ser tu secreto, "las chicas como yo"

dijo mientras hacía un signo de comillas con los dedos

no vamos a seguir permitiendo esto. Ha sido demasiado, por demasiado tiempo, pero se acabó. Se acabó aquella noche conmigo y se acabará con todas nosotras desde ahora. Así que tú dices que me quieres, ¿Pero para qué?.

El aire se le acumulaba en los pulmones y no sabía cómo soltarlo, pero esta vez no la estaba ahogando, la estaba llenando de tanta energía que sentía que podía volar.

Se sentía más tranquila ahora que había expresado aquello, porque su situación no le pertenecía solo a ella. El mismo Alex las había incluido a todas. Pero no sabía, que todas las chicas como ella, con la fuerza que tenían, eran invencibles. Juntas serían eternas.

Alex la miró sorprendido por la fuerza y la asertividad con la que había hablado. Le pareció estarla viendo como una guerrera, alguien tan feroz defendiendo su propia verdad. La pequeña niña le había dado varias lecciones desde que la conocía. No podía hacer nada más que admirarla y quererla mucho más por ello.

Espabiló rápidamente y trató de sonar más tranquilo.

  • Las cosas que dije...Yo jamás quise lastimarte. Estaba borracho, y tú estabas ahí, tan cerca... tan frágil y tan hermosa. Era todo tan perfecto, que yo no podía hacer nada más que arruinarlo…

dijo él cabizbajo y avergonzado. * Tú no estabas solamente borracho Alex, parecías otra persona.

dijo ella evitando pensar en el comentario de “tan hermosa”.

Alex se avergonzó aún más. Habló en voz baja, tratando de escuchar solamente su voz, sin mirarla a la cara.

  • También estaba… drogado.

Ariana lo miró impresionada.

  • Yo pensaba que tú no…

dejó la frase en el aire cuando él la interrumpió. * Fue algo de esa noche solamente, me lo habían regalado y yo lo tenía en casa… Y bueno… no sé qué decirte. Yo tampoco me sentía como yo después de eso.

Ella no creía que esa fuera realmente una excusa, pero al fin pudo entender aquel comportamiento tan fuera de lugar que tuvo el rubio durante ese momento.

Alex continúo hablando:

  • Sé que en realidad no es algo valido, me porte como un idiota, lo sé. Se me salió de las manos, pero te juro que he estado trabajando en mi mismo para que nunca más ocurra algo como eso.

dijo observándola sincero, quería que le creyera. * ¿De verdad?

dijo Ariana mirándolo a los ojos. * De verdad

respondió él devolviéndole la mirada intensa.

Probablemente esta era de las veces que más honesto había sido con sus sentimientos y sus palabras. Hasta ahora, el muchacho estaba sorprendiendo mucho a Ariana, y estaba ganándose su corazón de nuevo.

  • Y sobre lo que dijiste hace un momento… No, no te veo de esa manera.

empezó a rascarse la cabeza inquieto.

Ariana lo miró un poco extrañada al no comprender a qué se refería él.

  • Me refiero a que, yo no te quiero sexualizar. Y no es que no me gustes de ese modo también…

— dijo él tenso, tratando de no enredarse con sus palabras. — Tú sabes, soy hombre y tú provocas estímulos inevitables en mí.

La niña sonrió divertida y avergonzada por aquel comentario. Se sonrojó y trató de apartar la mirada apenada.

  • Y quiero que sepas que, tampoco quiero esconderte. Eres demasiado hermosa para eso.

dijo finalmente.

Ariana estaba abochornada y quería que Alex dejara de mirarla como la estaba mirando. Los ojos de él buscaban su mirada mientras esperaba una respuesta de ella.

  • ¿Quieres que seamos amigos?

le preguntó Ariana de manera burlona alzando a verlo.

Alex sonrió divertido.

  • ¿Los amigos se besan?

preguntó él mientras se acercaba a ella lentamente. * No

respondió ella mirándolo. * Entonces no

dijo él con voz firme deteniéndose de repente.

No quería conocer a aquella muchachita si no podía ser para él. No quería tenerla cerca si no podía tocarla y sujetarla contra sí mismo hasta el fin. Se negaba a aceptarlo.

Ariana empezó a reír y el rubio vio el sol salir dentro de sí mismo. Su mirada nuevamente alegre lo envolvió en una manta de alegría.

Empezó a reír con ella. La abrazó y ella lo recibió contenta. Ariana no se contuvo de abrazarlo con todas sus fuerzas, le alegraba mucho tenerlo de vuelta. Alex suspiró aliviado de volverla a tener en sus brazos, sentía una necesidad irresistible de amarla y protegerla.

El muchacho acercó su rostro al pelo de Ariana, saboreando lo que había perdido. Aspiró su aroma y se dijo a sí mismo que jamás podría olvidarlo. Finalmente había aprendido a valorar mejor cada aspecto de la vida, cada momento, cada lugar, cada persona, y más que a nadie, a la jovencita que lo traía loco.

Ella se recostó contra su pecho y al igual que él, pudo respirar tranquila al fin. Había estado extrañando muchísimo el característico aroma de Alex desde esa noche que permaneció acurrucada en sus brazos. Ahora sí, finalmente y sin ninguna duda, podía estar segura de que Alex la amaba y que ella lo amaba a él.

Ariana también había pasado este tiempo pensando en él en todo momento. Había llorado, tanto como para pensar que no dejaría de hacerlo hasta que encontrara una respuesta. Se escondió lo suficiente, pero nada parecía llevarla demasiado lejos de él.

Estaba preocupada, y sentía miedo por el futuro, pero debería recorrer un pasó a la vez. Por primera vez no tendría que caminar tan sola.

  • Entonces, ¿ya somos oficialmente novios?

preguntó él sonriendo y separándose un poco para mirarla.

Ariana le sonrió ampliamente y asintió.

dijo mientras se ponía de puntitas y cerraba sus ojos para besarlo.

Ambos estaban tan encerrados en su propia burbuja, que no notaron quién se encontraba cerca de ellos como una sombra acechante.

  • ¡Mathias!

dijo una voz detrás de ellos.

La muchacha se tensó de inmediato y la atmósfera se arruinó completamente para ambos, una vez más, por culpa de Hector. A ella la piel se le puso fría y se quedó sin aliento. Él volteo a ver con el ceño fruncido, lo cual la hizo temblar de miedo.

Su padre estaba parado a unos cuantos metros de ellos, tenía una botella de licor en la mano y sonreía de una manera casi macabra. Eso no podía significar nada bueno.

Ariana intentó moverse, pero la mano de Alex en su cintura la detuvo.

Hector se acercó a ellos con la mirada fija en el boxeador. La joven empezó a temblar al imaginarse la desgracia que podía terminar ocurriendo con los dos hombres allí entre ella. Alex era capaz de enviar a su padre al hospital, o peor aún, matarlo directamente a golpes.

  • ¿Es un poco tarde para estar afuera, no crees, hijo?

dijo Hector sonriendo con suficiencia al ver la expresión enojada que el rubio le dirigía.

Ariana se tensó al escucharlo e intentó moverse nuevamente en signo de que debían irse. Sin embargo, Alex no se iba a mover de allí hasta pronunciarse con su voz grave e intimidadora.

  • Su

hija

ya está aquí, señor.

dijo haciendo énfasis en la segunda palabra.

— Ella está bien,

no tiene de qué preocuparse

le dijo con una sonrisa irónica y arrogante.

Hacía muchísimo tiempo que no veía al padre de Ariana. Por lo que veía, no iba a tener una muy buena relación con su suegro.

Hector le dedicó una mirada de rabia y habló nuevamente:

  • No es que me preocupe demasiado este pequeño travesti.

— dijo de manera denigrante a la par que la observaba de arriba a abajo entre los brazos de Alex. — Por lo que veo, hoy te has vestido como una auténtica zorra para este maleante.

Ariana estaba furiosa y aturdida por el deseo de llorar. Sabía que su padre trataba de humillarla y así provocar la ira de Alex. Pero obviamente el infeliz no sabía en que se metía, puesto que un altercado con el rubio significaba no salir muy bien librado. Alex casi le doblaba en estatura, era infinitamente más fuerte y amenazante que él, y por si fuera poco, era un boxeador profesional. Ciertamente Hector sólo se las daba de valiente a expensas del alcohol en la sangre.

Su padre siguió dando pasos hacia ellos sin quitarles la mirada de encima. Ariana tragó saliva, la situación era tensa y el miedo superaba la ira. Temía que en cualquier momento Alex atacara a su padre. Quieta en su sitio como una estatua, alzó la mirada para ver la expresión de rabia en él. Era la misma que había visto cuando el muchacho supo que su padre la maltrataba. Estaba segura de que con esos antecedentes Alex no se iba a quedar de brazos cruzados.

  • Vamos a casa ya maldita sea!

— gritó Hector con la voz ebria.

Alguno de los dos hombres estaba a punto de hacer algo y ella estaba en la mitad. No quería que su padre se acercara a Alex, pero le tenía más miedo al último. Ya lo había visto lanzarle golpes frenéticos a alguien, en su última pelea había acabado con un tipo incluso más grande que él. No se lo quería imaginar haciéndole aquello a su padre por muy despreciable que este fuese.

Hector se acercó aún más y ella sabía lo que estaba a punto de hacer. Iba a agarrarla del brazo para arrastrarla con él. Pero antes de que eso pasara, habló con ansiedad palpable:

  • Vete

le dijo ella a Alex mirándolo de una manera suplicante.

Alex no se movió. Solo la miro.

  • No voy a hacerlo.

dijo

No tienes porque irte con él.

exclamó mirando con desprecio al hombre en frente suyo. El padre de la muchacha le devolvió la misma mirada.

En cualquier momento la situación iba a estallar y ella tenía mucho miedo de ver el salvajismo de los dos hombres comportándose como animales.

  • Por favor, vete.

le dijo a Alex con un nudo en la garganta

Voy a estar bien.

Él no le creía. Ella tampoco.

En eso, Héctor súbitamente intentó tomarla del brazo, alcanzando solamente a rozarla pues Alex reaccionó de inmediato empujándolo de manera muy brusca, haciéndolo caer al suelo y haciendo que se rompiera la botella que llevaba consigo.

  • ¡No le pongas ni un dedo encima, me oíste!

— le gritó Alex furiosamente, tratando de apartar a Ariana. * ¡Hiciste quebrar mi botella! — gritó el hombre como si hubieran matado a alguien.

El boxeador no podía acabar con Hector como deseaba hacerlo, ya que a pesar de que se lo tenía bien merecido, Ariana detestaba profundamente ver su lado más violento. Así que determinó que su única opción era amenazarlo de una manera tan hostil que no tuviera más remedio que abandonar el lugar y dejar en paz a Ariana al fin.

Lo vio con desprecio tirado en el suelo, lamentándose por el licor que se había derramado en la acera, se acercó a él y lo tomó abruptamente del cuello de la camisa, lo levantó sosteniéndolo en el aire y le dijo con el tono más amenazante que había usado alguna vez:

  • No quiero volver a saber que le estas haciendo daño a Ariana — sujetándolo de esa manera, su rostro quedó frente a frente con el de Hector, le estaba escupiendo en la cara y se veía mil veces más intimidante de lo normal. — De lo contrario vendré y juro que no voy a tenerle piedad a un hijo de puta como tú.
  • ¿Y por qué no acabas conmigo ahora mismo? — dijo Hector mirando al rubio con una sonrisa arrogante.

Ariana miró a Alex y le pidió suplicante que no lo hiciera. Aunque su rabia en ese momento era tan grande, él no podía desobedecer a aquellos ojos asustados que lloraban y a esa voz quebrada que le rogaba que soltara a quien lamentablemente era su padre. Ante esto, tiró a Héctor con fuerza contra el suelo, lo miró a los ojos con furia una última vez, se acercó a Ariana y le indicó que se fueran de allí.

  • Si! Vete! No quiero volver a verte en mi casa, me oiste pequeño marica!? — le gritó el hombre a su hija con tanto rencor que ella estaba completamente segura de que no iba a volver a su casa nunca más.

Alex se subió a su motocicleta y Ariana se subió detrás agarrándose fuertemente de él. Inmediatamente arrancaron de allí en dirección a la casa del muchacho. Él aún tenía la sangre hirviendo y ella le agradeció al cielo que la situación no había pasado a mayores.

Hector por su parte se quedó maldiciendo y odiando al muchacho que se llevó a Ariana en su moto. En el momento que lo tuvo en frente suyo y lo miró a los ojos, reconoció que aquel hombre era el cuidador que tuvo la joven hace mucho tiempo atrás. Siempre había odiado que Alex cuidase de su hija, ahora y cuando era una pequeña, pues reprobaba totalmente que Ariana mirara al muchacho cautivada, que tuviera alguien con quien pasar el tiempo y de quién terminar enamorada.


Al llegar a su destino, ambos se bajaron de la moto y Ariana no pudo esperar para lanzarse a los brazos del muchacho. Aún seguía temblando de miedo. Alex podía sentir el frío en su cuerpo y el palpitar de su corazón. La abrazó y le dijo a su pobre niña que él la defendería de cualquier cosa, pues estaba allí para ella, y quería pensar que para toda la vida.

  • Ya chiquita, no llores, tus bellos ojos no merecen derramar más lágrimas — le dijo él mientras le acariciaba el pelo.

Ella alzó a verlo, sus lágrimas ya no eran de tristeza, sino de felicidad. Se sentía a salvo en sus brazos y se sentía afortunada de tener un hombre que pudiera protegerla. Quería abrazarlo muy fuerte como manera de agradecerle y hacerle saber que se habían reconciliado para amarse aún más que antes.

  • Si supieras cuanto te he amado desde que era una niña… — susurró Ariana mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas.

Una sonrisa se le dibujó en el rostro al muchacho y dijo:

  • Lo sabía — dijo Alex mientras se separaba para mirarla. — No por nada te ponías tan nerviosa cuando hablabas conmigo. — dijo soltando una risita al recordar a la pequeña y tímida Ariana.

La jovencita levantó la mirada con los ojos cristalizados y le sonrió también antes de volver a caer en su pecho y abrazarlo.

  • Gracias Alex, por haberme defendido. — le dijo ella.
  • No tienes porque agradecerme nena, eres mi chica y debo cuidarte. — dijo suavemente acercando su rostro al de ella y acariciándole la mejilla. — Aunque… recibiría con mucho gusto una pequeña recompensa. — dijo sonriendo.

Ella soltó una pequeña risita entendiendo a qué se refería. No lo pensó más y le entregó sus labios en un gesto de reconciliación y profundo agradecimiento. Todo este rato había estado siendo aplastada por el deseo de besarlo. El tiempo que estuvieron separados los hizo corroborar a ambos su amor, aquel beso se sintió como una bocanada de aire puro después de ahogarse en un mar de soledad.

Era indiscutible que el primer amor siempre es el más especial de todos, pues su primer beso con Alex la había llevado al comienzo de un amorío que ninguno de los dos podía evitar. Aquella noche en la que hicieron el amor, Ariana no fue capaz de dejar de pensar en él. Los días pasaban y le parecía tan difícil concentrarse en sus clases, en las labores de su casa o en el trabajo. En especial en este último, donde la constante presencia de aquel muchacho tratando de obtener una disculpa la estaba matando. Varias veces se vio planteandose seriamente si debía perdonarlo, pero se rehusó a darle ese gusto tan pronto. Quiso esperar un poco más hasta sentirse lista para hacerlo, si es que lo iba a estar algún día.

Pero ese día finalmente había llegado, y acogida en sus brazos, agradeció haberlo hecho. Ahora no quería soltarlo nunca más, quería corresponder a sus besos con ternura y pasión, sentir su lengua desesperada en su boca y refundir la suya con el mismo desenfreno.

Cual escena de beso romántico en película, acarició con sus manos su viril mandíbula, palpando también su grueso vello facial. La barba de Alex frotando con su rostro suave la hacía estallar en éxtasis. Su varonilidad la derretía en mil colores, pues despertaba en ella ese instinto primitivo con el que la hembra es atraída hacia el macho.

Alex por su parte estaba celebrando por dentro, y su cuerpo, su boca, sus manos y sus impulsos también. Pensar que ese mismo día por la mañana se sentía asquerosamente desdichado, pero ahora que había conseguido el amor definitivo de la chica que amaba le levantaba el ánimo hasta el espacio, y no quería que eso jamas cambiara. Por eso quería tenerla para siempre, cuidarla y disfrutar cada segundo que sus hermosos ojos avellana lo miraban y cada vez que su boca de caramelo lo besaba.

El rubio la tomó de la cintura apretándola más contra su cuerpo y Ariana tenía sus manos alrededor de su cuello. El tacto de sus manos y el roce de sus cuerpos, aún con ropa, era muy placentero. Ambos empezaron a imaginarse lo que iban a estar haciendo momentos después.

Alex fue bajando sus manos ansioso hasta su trasero, deteniéndose para acariciar y estrujar sobre su falda esos suaves, redondos y hermosos glúteos que ambos sabían que eran solo propiedad de él, su novio.

Con aquellas manos de hombre agarrándola de esa manera tan excitante allí atrás, Ariana dio un salto envolviendo sus piernas alrededor de la cintura de él. Alex la sostuvo de su trasero y sus rostros quedaron juntos, haciendo que el beso sea aún más intenso.

La posición en la que quedaron permitía que la pasión y el calor se desbordaran incontrolablemente en ríos de deseo. Necesitaban liberar todas esas ansias acumuladas de manera inmediata antes de que la lujuria los hiciera desnudar allí mismo en la calle.

Con Ariana cargada en sus brazos, el joven echó a andar apresuradamente. Subió las escaleras de su edificio con una tremenda excitación en su entrepierna. Al llegar a su apartamento, sacó impaciente las llaves de su bolsillo y entró con Ariana aún enganchada a su cuerpo, abrazándolo y dándole besos como loca por la cara y el cuello. Corriendo se dirigió a su habitación donde se dejó caer de espaldas sobre su cama, quedando con Ariana sentada sobre su pelvis.

Ella sintió inmediatamente el pene duro del muchacho bajo su trasero que solo estaba cubierto por unas hermosas braguitas blancas de encaje. El tamaño de esa dotación era tal, que a pesar de que Alex estaba usando pantalones de mezclilla, Ariana podía sentirlo fácilmente palpitando y estremeciéndose por la calentura del momento.

Se acomodaron de manera en la que él quedara sentado contra el espaldar de la cama y ella sentada sobre su entrepierna. Alex comenzó a besarla con desenfreno mientras la abrazaba de frente y la apretaba hacia él. Su boca se fue deslizando hasta su cuello, Ariana lo recibía rendida y entregada, Alex le quitó la blusa y dejó a la vista sus tiernos pechos cubiertos por un lindo bralette de encaje blanco. La besó por el pecho, el contacto con su piel que era suave como la de un bebe le provocó éxtasis. Le hizo hacia un lado las delicadas piezas de tela y sacó a relucir esas bellas mamas que a él tanto le gustaban.

Se las chupó, lamió y besó saboreando la esencia dulce de la muchachita. Ella estaba regocijándose de placer, Alex la estaba poniendo muy a tono pues la excitación se había hecho con el control total de su cuerpo.

Después de un rato en el que el rubio jugó muy entretenido con sus pechos, Ariana definitivamente no se podía resistir a hacer lo que iba a hacer. Se aventuró a llevar a cabo las ideas que rondaban en su mente. Ella también quería jugar con el cuerpo de Alex, estaba completamente deseosa e impaciente por explorar a su antojo aquella corpulencia por primera vez.

Empezó a subirle la camiseta descubriendo ese abdomen bien trabajado, Alex la observó irresistible y la ayudó quitándose aquella chaqueta de cuero que le pareció tan estorbosa en ese momento. Seguidamente dejó que ella le acabara de quitar la camiseta.

La muchacha no daba crédito a lo que estaba pasando, se encontró frente a ese sexy cuerpo masculino que la hacía suspirar y morderse el labio cada vez que pensaba en la compañía de Alex. Mientras empezó a acariciar con sus manos tersas los músculos y el vello de su pecho, se lanzó también a su boca haciendo que sus lenguas se cruzaran y juguetearan la una con la otra. Tenía el corazón a mil por hora, lo que estaba tocando la excitaba de sobremanera y se notaba en su respiración agitada y en sus besos fogosos.

Luego de un rato, se despegó de los labios del rubio, y empezó a bajar con besos por su cuello hasta su pecho fornido, contemplando algunos de sus tatuajes en el recorrido. Estaba sedada por su aroma de hombre, lo besó, lo lamió y hasta lo mordió mordió mil veces en los pectorales. Por último, terminó bajando con húmedos picos en línea recta hasta su abdomen de six pack, en tanto se apoyaba con las manos sobre esos brazos fuertes y brotados de venas.

Llegada a este punto estaba totalmente convencida de lo que quería hacer. No quería detenerse, quería continuar tocándolo, saboreandolo, y por fortuna sabía que ahora tenía la suficiente confianza y determinación para hacerlo.

Observó su entrepierna, se le marcaba el paquete de una manera que la tentaba demasiado. Desabrochó el cinturón de sus pantalones y lentamente abrió la bragueta mientras clavaba su mirada pícara en los ojos del rubio. Dejó al expuesto unos boxers negros con el elastico en color gris y la tipografia de la marca de estos. Tras ellos se hallaba ese paquete de macho alfa completamente erecto y soltando líquido preseminal a manera de tentempié.

Ariana alzó a verlo a los ojos después de observar ese bulto, él la observaba atentamente y con una sonrisa de lujuria en el rostro. El boxeador sabía que un macho bien dotado como él era irresistible para una fémina como ella. La tenía loca, y a punto de hacer cosas que él jamás creyó que era capaz de hacer.

Ella le devolvió la sonrisa y continuó con su trabajo, le bajó un poco más los pantalones y suspiró acariciandole el miembro por encima de su ropa interior. Aquello estaba poniendo a Alex demasiado caliente, su falo se sentía muy duro y muy grueso. Por fin la muchacha se aventuró a efectuar el último paso definitivo: bajarle los boxers. Trató de hacerlo lentamente, aunque con la impaciencia de una niña pequeña. Puso su rostro cerca del gran bulto mientras se mordía el labio inferior, anticipando lo que iba a aparecer frente a ella. Finalmente, aquella polla le saltó a la vista casi como una catapulta.

Juraría que desde este ángulo se veía más grande que la vez pasada. De hecho, era tan enorme y grueso que lo examinó un poco con la vista antes de hacer cualquier cosa. Le pareció extremadamente apetitoso: El capullo se veía reluciente y tentador con el líquido preseminal escurriendole; las venas gruesas y palpitantes, le recordaron esa magnífica sensación de tener una barra de carne dentro de su cuerpo; el vello pubico le daba ese aspecto de verga de macho alfa; y ni hablar del olor fuerte a hombre que desprendía, un aroma completamente diferente del que podía llegar a tener su insignificante y lampiño penecito de niña.

Entusiasmada dirigió la mirada hacia él, Alex sonreía y la observaba galante, como un hombre que dichoso sabe que lo que tiene entre las piernas es la golosina que anhela cualquier mujer. Ella lo miró atrevida, se mordió el labio mostrándose libidinosa a causa de lo que tenía frente a ella. Tomó con sus pequeñas manos la gran verga y comenzó a masturbarla gentilmente.

Era la primera vez que tocaba un verdadero pene, es decir, uno que no fuera el suyo. Este era sin duda muy imponente y deslumbraba virilidad, cada detalle en él dejaba en claro que sus niveles de testosterona eran muy elevados. Intentó actuar con cautela, lo masturbó con movimientos suaves, de arriba a abajo, cubriendo y descubriendo el glande con el prepucio, mientras se le hacía agua la boca al observar que salía más precum. De vez en cuando alzaba a mirar a su novio para ver sus reacciones, él se veía complacido y excitado.

Poco a poco acercó su boca a aquel suculento miembro. Primero comenzó a llenar con besos suavemente a lo largo del tronco, después le pasó la lengua desde los testículos hasta el glande, lamiendo como un helado este último. El sabor era intenso y salado, pero tremendamente delicioso. Ella misma se halló muy sorprendida por lo mucho que le gustó aquella degustación, así que estimulada, golosa e impaciente, procedió a meterse el miembro en la boca centimetro a centimetro.

Debido al tamaño y grosor masivo del miembro, además de su inexperiencia, al principio solo pudo introducir en su boca con algo de dificultad una tercera parte de los 21 centímetros que media en total. Con esta porción que ya lograba llenarle casi toda la boca, Ariana emprendió su primera mamada.

Se estaba embarcando en una experiencia que nunca podría olvidar y a la que nunca podría renunciar, pues muy seguramente, y si es que no era un hecho ya, no solo se volvería adicta a su novio, sino también a su verga. Pero estaba dispuesta a correr ese riesgo, porque aunque ese trozo de carne fuera más adictivo que cualquier droga, ella deseaba sentir todos sus efectos. Quería seguir repitiendo aquel acto todos los días hasta la saciedad, y quería amar a Alex hasta no tener fuerzas para hacerlo más.

Quien diría que sus sueños más húmedos con el apuesto muchacho rubio se harían realidad algún día, de esos que tenía cuando era una simple niñita con un amor platónico, cuando estaba descubriendo su sexualidad, cuando estaba confusa acerca de su identidad, cuando estaba hambrienta de amor. Pero finalmente estaba apaciguando esas ansias y ese apetito que desde hace años la socavaba; a la vez que uno nuevo, voraz e insaciable, aparecía invadiendo cada una de sus células: era el hambre de esa exquisita polla en su boca.

Cerró los ojos disfrutando de cada bocado, como si estuviera degustando el plato más delicioso. Queria tragarselo todo. El sonido de sus labios chupando le encantaba y la ponía más caliente. Con una mano lo masturbaba mientras que con la boca lo succionaba como si estuviera ansiosa por ordeñarlo hasta obtener toda esa rica leche de macho. Sus movimientos hacían que saliera líquido preseminal, el cual recibía en su boca encantada como aperitivo.

  • Te gusta, mi amor? — le preguntó Alex mientras la veía chupar contenta y la escuchaba gemir dichosa con su aparato en la boca.
  • Si, me encanta — respondió ella sacándose el pene de la boca y masturbandolo un poco para volver a chuparlo con lujuria y sensualidad.

Alex la miraba extasiado pero impresionado a la vez. Casi parecía otra, parecía poseída por la lujuria, el placer y el deleite. Su boca se movía con una gracia y vehemencia, que sólo quien nunca ha probado antes la verga y está sedienta de ella, puede lograr.

La joven empezó a lamer en círculos el glande con la punta de la lengua. Al tiempo que hacía esto, sonreía y tenía su mirada puesta en las expresiones de Alex. Él parecía estar recibiendo mucho placer con esa simple pero poderosa acción, a ella la prendia mucho más saber que lo estaba satisfaciendo tan bien.

Continuó chupando, lamiendo y besando ese órgano viril que cada vez le entraba más fácil en la boca. También succionaba y lamía esos huevos grandes y rebosantes de esperma que anhelaba saborear pronto. Se sentía fuera de sí misma, atrevida y sensual, lasciva y más viva que nunca. Su pelo caía constantemente sobre su cara debido al ajetreo de la felación, tenía que acomodarse aquellos mechones todo el rato, hasta que Alex le recogió toda su larga cabellera castaña, y con ambas manos sobre su cabeza empezó a dirigirla de arriba a abajo.

Siendo dominada por su semental no había forma de describir la euforia que inducía en ella aquellas grandes manos sujetándola del pelo y presionandola hasta sentir arcadas. En seguida estaba sintiendo la punta del miembro deslizándose por lo más profundo de su garganta. A pesar de las arcadas y de quedarse casi sin aire, ella no paró de succionar y de tragarselo como si no hubiera fin. Sus labios quedaron alrededor de la base del pene y su nariz apretada contra el pubis velludo. Se estaba ahogando entre saliva y fluidos de hombre, pero como si nunca hubiera comido en su vida, se negaba a soltar ese pedazo de carne que le llenaba la boca.

Las manos de Alex la apretaban muy fuerte, por más que quisiera no se hubiera podido apartar para tomar aire. Pero poco le importaba, estaba bloqueada en un estado en el que nunca había imaginado que podía estar. Se encontraba completamente ida, se sentía en el cielo, sus ojos se blanqueaban por el placer de sentir la muerte cerca. Creía que iba a morir atragantada con el miembro de su hombre ahogándola hasta quedar sin aire, pero esa le pareció una de las mejores muertes que podían existir.

  • Ohh sii chiquita, que rica boquita, no la sueltes, no la sueltes, aguanta.

Saliva se escurría por la comisura de sus labios, su rostro se estaba empezando a poner rojo, las arcadas que se escuchaban eran muy intensas. En ese momento Alex supo que debía liberarla, tampoco quería matar a su chica con su polla.

Ariana se sacó el pene de la boca en seguida, se escuchó como si hubieran destapado una botella de vino, hilos de saliva se hacían entre el falo y sus labios. Le dolía la garganta, la mandíbula y le palpitaba rápidamente el corazón, y aun así, estaba más contenta que nunca.

  • ¿Qué tal lo estoy haciendo? — preguntó Ariana agitada, recuperándose un poco mientras veía a la verga palpitando llena de su saliva y a Alex muerto de placer.
  • Lo estas haciendo excelente mi amor, esa boquita tuya es la gloria. — dijo él también agitado y acariciándole los labios a ella.

Ariana lo miró embobada, decir que estaba enamorada del rubio era quedarse cortos. Se lanzó a él y lo besó loca de pasión. Él le recorría las piernas con sus manos, ella lo dejaba explorar a su antojo. Dios como lo amaba!. Se saborearon las bocas un buen rato más, hasta que Ariana se separó, lo miro a los ojos y seguidamente bajó su mirada a ese tronco que seguía a la espera de ser drenado por ella. De vez en cuando pequeños espasmos lo movian, era como si la estuviera llamando para acabar lo que había empezado, para obtener la sustancia blanca por la que pasaba de ser una tierna niñita inocente, a ser una autentica adicta al sexo masculino.

Tomó aquel objeto de deseo en sus manos, le escupió un poco en la punta y lo masturbó esparciendo su saliva hasta dejarlo bien húmedo. Empuñar en sus frágiles manos una polla de esa magnitud requería cuidado, audacia y lascivia exacerbada; esta última siendo la más importante para complacer debidamente a su amado.

Acercó su boca a la cabeza del pene y lamió el líquido preseminal que había salido. Aquel sabor la hacía desear tener el producto final en sus papilas gustativas de una vez por todas. Comenzó a devorarse el miembro de Alex desenfrenadamente. Por momentos clavaba su mirada en los ojos de él de manera erótica, mientras lamía el tronco o chupaba los testículos con dulzura y esmero.

El boxeador estaba viviendo la mejor mamada de su vida, la lujuria se respiraba en el aire y el sexo se oia en toda la habitación. Alex la tomó del cabello y la hizo tragar y escupir su falo una y otra vez. Por ratos la apretaba contra su pelvis durante unos 30 segundos, haciéndola engullir su verga completa hasta escucharla atorarse y atragantarse con ella. Era una follada de boca magistral.

Al separarla de ese tronco de carne, con el corazón a mil por hora, la cara roja y la respiración agitada, ella sacaba la lengua junto con una expresión supremamente viciosa. El rubio aprovechaba para darle golpes en la lengua con su miembro y después se lo restregaba por toda su cara impregnandola con su propia saliva y con su esencia de hombre. Ariana disfrutaba poseía por la lujuria, quería quedarse hasta la eternidad disfrutando de esa polla que era solamente para ella.

  • Mmmm mmm que rico — gemía y decía regocijada.

Lo llenó de besos y volvió a meterselo en la boca para seguir chupando extasiada, a la vez que Alex se retorcía de satisfacción y le tocaba el culo desquiciado de placer. En este punto, Alex sentía que le faltaba poco para correrse, su miembro iba a terminar estallando en éxtasis gracias al excelente trabajo oral de su chica. Comenzó a mover la pelvis mientras tomaba a Ariana de la cabeza, su órgano viril le penetraba la boca de una manera majestuosa y los testículos chocaban contra su mentón al unísono del ruido de su boca recibiendo cada arremetida.

Luego de un buen rato de haberse estado atiborrando con ese miembro, finalmente fue recompensada con una caliente, abundante y deliciosa descarga de virilidad que le inundó la boca en una explosión de sexo desmesurado.

Probar por primera vez en su vida el singular sabor de la semilla de un macho, la hizo descubrir lo que verdaderamente significa estar completamente enamorada y entregada al hombre que se ama. A partir de hoy quería repetir este momento todos los días; quería saborear, satisfacerse y colmarse de ese elixir del amor que su novio tenía para enamorarla cada día más.

Le había fascinado tener el esperma en su lengua y jugar con él saboreandolo de un lado a otro. Quería mantenerlo en su boca y catar cada matiz de este, pues esa mezcla de amargo, salado y con un toque a cloro se convertía sorprendentemente en un verdadero manjar para sus papilas gustativas.

  • A ver, muéstrame esa boquita — le dijo Alex tomándola del mentón al verla disfrutar de su semen.

Ella abrió la boca y sacó la lengua para mostrarle su esperma al puro estilo de una actriz de cine para adultos. Se veía muy golosa y atrevida, casi parecía una experta en ello. Jamás se había sentido de esa manera, jamás se había sentido tan sexy cual niña buena a quien la virilidad de un macho, su verga y su leche son capaces de seducirla hasta transformarla completamente.

Hoy esa niña tímida, calladita y estudiosa estaba ausente, había dejado las llaves al alcance para que la versión más caliente y viciosa de sí misma saliera buscando cumplir sus fantasías más húmedas y sucumbir a sus deseos más carnales.

Gemía y saboreaba esa leche caliente hasta tragársela toda, incluso se encargó de dejarle la polla bien limpia a Alex lamiendo todos los restos de semen. En seguida se lanzó a él dándole un gran beso en la boca. Lo amaba, lo quería consigo para toda la vida, quería que supiera que ella era suya.

Él correspondió al beso abrazándola. Aquella jovencita era lo mejor que le había pasado en la vida. Glorioso fue aquel acto de cariño y placer que ella le había dado hasta llevarlo al infinito. Nunca había recibido una complacencia tan deliciosa de ninguna otra chica. ¿Acaso necesitaba otra prueba para confirmar que ella era la indicada?. Estaba completamente seguro de que ella estaba hecha para amarlo, así como él para amarla a ella.

Se besaron mientras Ariana estaba encima de él. La excitación en su cuerpo seguía aumentando con el contacto y sobre todo sentía que se le estaba haciendo agua la cola con cada beso y caricia de Alex.

Se separaron y se sonrieron, se miraron fijamente a los ojos, probablemente observando más allá de lo físicamente visible. Ariana lo miraba hipnotizada y lo abrazaba más fuerte, era una mujer feliz y enamorada de su amado.

Seducida por el momento, se recostó en su pecho para descansar un poco, tantos besos más el trabajo oral la habían dejado exhausta. Por suerte los pectorales de su novio eran una maravilla para reposar su cabeza, allí se excitaba contemplando y acariciando la belleza de la figura varonil del fuerte boxeador. Besar y pasar sus manos por la imponencia de un cuerpo masculino la hacía elevarse a un estado de conciencia alterado. Se sentía embriagada, mucho más que la primera vez que ingirió alcohol. Y se sentía protegida y amada, acurrucada en los brazos del hombre de sus sueños.


Tras unos minutos en los que ambos descansaron un poco compartiendo el calor del uno al otro, Alex intentaba adentrarse en los pensamientos de su chica observándola enamorado. Sabía muy bien que ella se sentía más que feliz y completa con él, pero sabía también que había algo más que ella quería y que él estaba dispuesto a dárselo con muchísimo gusto.

  • Nena, ponte en cuatro — dijo él parando de acariciar su melena y poniendo una sonrisa sugerente.

Ella alzó a mirarlo muy contenta, efectivamente deseaba muchísimo sentir en su hoyito ese rico placer de la vez pasada. Había estado observando el pene de Alex y recordando aquella noche en la que la empalmó iniciandola como su mujer.

Su colita ya no era virgen, su boca tampoco lo era más, y ambas gracias al mismo hombre. No podía pedirle más a la vida.

Se entregó por segunda vez entonces, a ese hombre dueño de su placer y cariño. Se acomodó de a cuatro patitas sobre la cama como él se lo había pedido. En esa posición alzó su trasero y empezó a menearle las pompis en un lento y sexy vaivén. Su falda se movía de una manera en la que lo atraía como un imán.

Alex babeaba mientras que sus ojos eran capaces de salirse de sus órbitas. Ella lo volteaba a ver contenta, deseosa e impaciente por ser tocada por esos dedos de hombre. Como si le hubiera leído la mente, él le subió la falda de un tirón, posó ambas manos en cada glúteo y comenzó a apretarlos palpando la suavidad de estos en sus manos toscas y rasposas. Seguidamente, empezó a darle nalgadas hasta que sus palmas quedaran marcadas en ellos.

Ella gemía ganosa por la brusquedad con la que estaba siendo azotada. Aquello los estaba haciendo aumentar demasiado la intensidad de sus deseos. En la habitacion se respiraba sexo, amor y lujuria.

  • Ohh si, no sabes lo que extrañé ese culito, princesa — dijo él relamiéndose en lo que le masajeaba los glúteos.
  • Mmmm mmm… es tuyo papi, es tuyo… ahh…ayy…

El corazón de Alex latía con velocidad, bombeaba la sangre a mil por hora enviándola por sus venas en una marea de libido descontrolado, para finalmente llegar y concentrarse a lo largo de su gran miembro hasta ponerlo bien erecto.

El rubio se acabó de quitar sus jeans, sus boxers y los zapatos al tiempo que su afortunada lo veía desnudarse y no paraba de sonreír y de moverle la cola. Tiró la ropa lejos mientras la observaba, ahora le tocaba a ella desnudarse, o más bien ser desnudada. Alex se acercó por detrás, la besó a lo largo de su espalda y le desabrochó su bralette, dejándolo caer sobre la cama. Después, le fue bajando poco a poco la minifalda, deslizándola por sus largas y finas piernas hasta quitarsela. Los tacones, no creyó que fuera necesario quitarselos, pues le daban un plus de sensualidad a su bella novia

Y por último, siendo la prenda más sensual, le quitó las hermosas braguitas que cubrían sus redondas posaderas. El erotismo de la tela de encaje blanco deslizándose por la tersa piel de sus glúteos era como visualizar la escena de porno más sofisticado y excitante que jamás haya visto. Cada milímetro que se iba revelando era un espasmo más que se provocaba en la verga de Alex.

Con su culito y su entrada expuesta a la merced de él, Ariana sintió el aire rozando la piel de su hoyito. Por su mente se pasaban los recuerdos de su primera vez con Alex, esto hacía que su entrada palpitara ansiosa y su pequeña cosita goteara precum.

El muchacho le agarró las nalgas y se las masajeó anticipando la formidable penetración que le iba a dar a su chica. Le llenó de húmedos y deliciosos besos todo el trasero y procedió a escupir en su entrada. Con una mano le esparcia bien la saliva y con la otra se masturbaba la verga deseoso. Se acomodó de rodillas detrás de ella y apuntó su virilidad hacia su rosado agujerito. Posó la punta del pene sobre la entrada de Ariana y empezó a frotarla con el capullo, tratando de relajarla poco a poco.

  • Espera — dijo ella sorpresivamente.
  • Tranquila nena, esta vez voy a entrar más despacio. — dijo él adelantándose a lo que iba a decir ella.
  • No no, quiero que me dilates primero
  • Como? — dijo él sin entender.
  • Con los dedos. — dijo ella mordiéndose el labio y mirándolo con deseo.

Ayudándose de su saliva, Alex le introdujo primero el dedo índice a lo que ella gimió gustosa. Lo movió en círculos para ir expandiendo su caliente cavidad, después metió el dedo corazón, y luego de un rato metió el dedo anular intensificando por mil aquel masaje anal. La estrechez del conducto de la joven lo estaba provocando tanto que su pene estaba impaciente por entrar en ella. Ella gimoteaba y suspiraba sintiendo esos dedos grandes y masculinos penetrandola para que a continuación pudiera entrar ese tremendo mástil que la iba a hacer ver estrellas.

  • Ya — articuló ella de repente entre gemidos. — Quiero que me lo metas. — expresó llena de ansias.
  • Está bien, como tú digas preciosa. — dijo él satisfecho y excitado.

Sacó sus dedos masajeando su cavidad una última vez, ella gimió y se puso en posición para recibir a su hombre.

Alex empezó a hincar su tronco en la entrada de Ariana. Esta ya no oponía demasiada resistencia, sin embargo ella sentía algo de molestia, pues de todas formas el falo seguía siendo muy grueso.

  • Ay ay ay si! mmm mm — clamaba ella al sentir esos 21 centímetros abriéndose paso en su cuerpo.
  • Mm mm mmm — bufaba él mientras iba entrando en su mujer.

Él le preguntaba si lo estaba haciendo bien, que si le dolía. Ella le contestaba alebrestada que siguiera, que no parara, que la follara, la preñara. Que era suya.

Una vez que el miembro había entrado por completo en Ariana, Alex la tomó de las caderas y empezó a guiar la penetración en un riquísimo mete saca. Ella estaba tiritando de placer, sus gemidos se hacían cada vez más intensos y sus ojos se blanqueaban cuando los testículos de él golpeaban con sus posaderas.

Su cabellera se mecía al compás de sus caderas, estaba perdiendo el control cuando su semental le tomaba pelo, le respiraba en el oído y aumentaba la velocidad de las embestidas que le daba. Pronto el acto se habia convertido en sexo duro y salvaje, pero tierno y cariñoso a la vez, pues los besos en el cuello y los susurros de Alex en su oreja contrarrestaban la brusquedad con la que el falo entraba y salia de su cuerpo.

  • Esa es mi chica, sé que te encanta mi verga — le susurró en el oído en lo que le daba otra fuerte empotrada — Y a mi me encanta ese culito mmmmm
  • Mmmm mmm si, ay, si, mmmm — gimoteaba ella mientras arqueaba su espalda hacia atrás. — Me encanta tu verga papi!

Los gemidos de Ariana ponían a tope a Alex. La abrazó por el pecho y le empezó a comer el cuello y las orejas como loco sin dejar de ejercer el mete saca que no paraba de hacerse más intenso. En aquella pose se besaron con pasión, sus lenguas y saliva iban de aquí para allá. Ella ponía su mano detrás de la cabeza de Alex y él la sujetaba de los senos, acariciando una y mil veces sus pezones que estaban duros y erectos.

Separaron sus bocas y Ariana cayó de nuevo sobre la cama quedando en pose de perrito. El pene se salió por un momento, pero esta vez fue ella quien lo volvió a introducir dirigiendolo con su mano. Su boca mordía una almohada mientras atrás sus posaderas amortiguaban los duros gatillazos.

El aire era cada vez más sofocante y la respiración más agitada. El coito que se estaba dando era como una escena de apareamiento entre un macho y una hembra en un documental. Ambos seres parecían tan distantes, pero a la vez tan ligados el uno del otro.

En ese momento no había espacio en sus mentes que no fuera para gozar y desahogar todo ese libido desembocado. Ariana se sentía como si Alex la fuera a partir en dos, él había encontrado su punto de máximo placer y no paraba de estimularselo. Su culito era el sueño de todo hombre y la verga de él era el sueño de toda mujer.

Los húmedos y románticos besos de Alex en su cuello, su respiración agitada en sus oídos y sus manos acariciándole el cuerpo, eran una combinación de placer tan exquisita que tenía a Ariana tiritando y flotando sobre nubes. Su cosita goteaba y se meneaba al ritmo de la cópula, tanta exitacion debía salir por algún lado porque ya no aguantaba más. Su novio poseyéndola vehementemente hizo que la muchacha se estremeciera y jadeara de placer, hasta venirse y alcanzar el éxtasis más placentero.

  • Mmm ahh ay ahh mm mmmmmmmmmmmm me vengoo!— jadeó al sentir un orgasmo anal tan extraordinario que la llevó en un cohete directo hasta el cielo.

Se sentía como si el tiempo de repente pasara muy lento y trajera con él una satisfacción de ensueño. Había perdido por completo el control de su cuerpo, sus piernas temblaban mientras que su pequeño miembro eyaculaba la poca lechita que su organismo femenino era capaz de producir, derramándose toda sobre la colcha de la cama.

Simultáneamente, Alex sintió su verga a punto de venirse. Bastó con acelerar la penetración un poco más hasta alcanzar él también el clímax, colmando a su damisela con su rica, espesa y auténtica simiente de hombre.

Fue un orgasmo casi paralelo, Ariana estaba corriendose cuando sintió un caliente chorro de semen fluyendo en su esfínter y escuchó a Alex bufando y resoplando ruidosamente mientras sonaba el golpeteo acelerado de sus testiculos contra su trasero. La verga de Alex se estremecia dentro de ella y con cada pulsación salía más de ese jugo viril que a ella le encantaba recibir dentro como un regalo.

  • Ohhh ohh mmm ohhhhhh — jadeaba y bramaba como un toro con cada chorro de esperma siendo eyaculado.

Ambos orgasmos, tanto el de ella como el de él, significaban que su amor había llegado a su máximo grado de esplendor. El semen preñandola equivalía a mil poemas de amartelado romanticismo. Hacer el amor con su novio era el acto que reforzaba su relación y su cariño. En este punto el romance que se había construido entre ellos dos brillaba como un diamante único y hermoso en su tipo.

Cuando la última gota de leche de Alex se escurrió por su esfínter, el gran pene dentro suyo empezó a ablandarse y a aflojarse lentamente hasta salir produciendo un último escalofrío de placer y dejando escapar una pequeña fuga de esa rica sustancia blanca que inundaba su interior.

  • Te amo — le dijo ella antes de lanzarse a sus brazos para besarlo.
  • Yo también te amo — le respondió él enervado pero recibiendola venturoso.

Sus bocas se fundieron en un beso largo y profundo, lleno de ternura. Sus cuerpos calientes hacían contacto, sus lenguas juguetearon coquetamente y sus miembros se rozaron con dulzura.

Se acostaron acurrucandose en forma de cucharita debajo de las cobijas, la luz estaba apagada y afuera había comenzado a llover. Estaban exhaustos, tenían sus cuerpos calientes, sus corazones latiendo con fervor y sus genitales cubiertos de fluidos que evidenciaban que habían hecho el amor. Estas señales además demostraban que estaban finalmente reconciliados, y mejor aún, que estaban comprometidos. Atrás habían quedado las penas, la soledad, la incertidumbre y el desconsuelo. Oficialmente eran una pareja, y a partir de ahora podrían amarse ávidamente, pues no tenían la necesidad de ocultarlo más al mundo, lo de ellos dos era amor puro que relucía por ser sincero y correspondido.

Estaban seguros de que su relación crecería cada día más. Con cada beso, abrazo y caricia, una nueva afición aparecería por el otro. Y si había dificultades, no es un secreto para nadie que los problemas de pareja se resuelven siempre con una linda y romántica noche de pasión.


Algún tiempo después…

  • Aló? — habló suavemente una voz dulce y apacible después del cansado tono de espera del teléfono.
  • Hola, nena — respondió una voz grave y masculina — ¿Cómo estás?
  • Muy bien, y tú mi amor? — dijo la voz femenina con entusiasmo al percatarse de quien se trataba.

Ya habían pasado algunos meses desde que Alex y Ariana habían comenzado a salir, pero ella seguía sonrojándose y emocionandose cada vez que oía la voz de él por teléfono. A decir verdad, nunca creyó que un hombre tan serio y rudo como lo era él, era capaz de comportarse de una manera tan atenta e incluso llegar a ser muy cariñoso con ella.

A ella, como era de esperarse, le encantaba aún más ser tierna y coqueta con su novio. Siempre que lo veía, le sonreía, saltaba para abrazarlo y después de besarlo, le decía lo mucho que lo amaba. Apelativos afectuosos como papito, cariño, mi amor y muchos más, siempre usaba para referirse a él. A Alex no parecía disgustarle en absoluto sus melosas muestras de cariño, es más, ella lograba transformar su rudeza y frialdad, en un hombre romántico que todas las noches al llegar a casa se encargaba de complacer y consentir muy bien a su mujer.

  • Bien, bien. Acabo de hacer añicos a un tipo en una pelea. — dijo Alex orgulloso — Jaja ya sabes, el trabajo. — terminó de decir como si nada.
  • Oh, vaya, y el tipo esta bien? — preguntó ella preocupada.
  • Si, pero no era para eso por lo quería llamarte, muñeca. — dijo él sonando divertido — Quería recordarte que pasaré a recogerte a tu trabajo esta noche.
  • Jiji, está bien lindo, te esperaré entonces. — dijo ella sonriendo contenta sin advertir que su amiga Jenifer la había estado observando.

“Ahí está la enamorada de nuevo”, le dijo su amiga sonriendo divertida junto a ella cuando terminó de colgar el teléfono.

La muchacha de cabello castaño estaba perdidamente enamorada del boxeador y ya no era más un secreto para nadie. Para el muchacho tampoco lo era, pues presumía dichoso aquella jovencita que lo acompañaba tomada de su mano, o subida detrás en su motocicleta aferrándose muy fuerte de él, pues nunca llegó a perder por completo su temor a ese tipo de cacharros.

Habían decidido mudarse juntos a un pequeño pero acogedor apartamento reuniendo el dinero que generaban ambos en sus trabajos. Pronto habían logrado establecerse cómodamente en un sector bastante decente y cercano a la universidad de Ariana. A pesar de que no tenían demasiado dinero para invertir en su nuevo hogar, o no tenían demasiadas cosas aún, la joven procuró que el lugar se vea muy bonito y siempre muy bien organizado.

Era el toque femenino el que siempre había hecho falta en su hogar, comprendió Alex después de observar a su linda novia moviéndose por la casa.

La vida en pareja era realmente gratificante y dichosa en muchos aspectos, sobre todo para Ariana que después de haber convivido con su padre tan malas experiencias, se sentía maravillosamente afortunada y plena en su propia casa. Ahora que él se encontraba lejos de ella, Ariana pudo finalmente respirar tranquila una mañana, abrazar a su novio, y no tener que preocuparse más por las fortuitas y malas acciones de Héctor.

Por otra parte, cuando decidió contarle a su madre sobre los nuevos planes que tenía para su vida, le prometió que aún yéndose de casa iba a seguir amándola tanto y cuidando de ella al igual que siempre. A Jocelyn se le escaparon las lágrimas al ver la madurez que había alcanzado su pequeña niña, pero a la vez se sintió reconfortada y feliz por la nueva etapa que iba a comenzar a recorrer como una mujer fuerte y victoriosa. Su madre la abrazó fuertemente y le dedicó sus mejores deseos, confiando asimismo en que el hombre quien la cuidó cuando era una niña, también la iba a cuidar y a atesorar ahora que ella era su dama y él su caballero.