Enamorada de los recuerdos...

Muy lentamente, como si quisiera que yo no me perdiera de nada se dio la vuelta hasta quedar completamente de espaldas a mí, se agachó poco a poco… Poco a poco hasta que su culito estaba a la altura de mi cara, con una mirada pícara, fue bajando lentamente la tanga hasta que quedó en sus tobillos, q

VIENE AQUÍ UN RELATO QUE ANTERIORMENTE HABÍA YA PUBLICADO, PERO ME PIDIERON QUE LES DIERA LAS CIRCUNSTANCIAS QUE NOS LLEVARON A ESTAR JUNTAS, AQUÍ ESTÁN! UN BESO!

Comencé mi vida sexual bastante chica, me había enamorado muchas veces, acepté mi bisexualidad a los 12, pero nunca me enamoré de ninguna hasta que tuve 16, yo tenía novio, ella tenía también.

Era hermosa, tenía una risa espectacular, siempre me hacía sentir tranquila y más aún, querida. Ella media 1.65, yo era por lo menos 5 cm más alta que ella en ese entonces aunque ella tuviera 22, fuimos amigas como un año antes de atreverme a besarla por primera vez.

Ella había tenido una pelea con su novio y yo le había ofrecido acompañarla para que no tuviera una noche tan solitaria como la que le esperaba. Platicamos y lloramos un buen rato mientras el alcohol acompañaba nuestros lamentos y nuestras entrantes y salientes carcajadas. Yo la veía llorar al recordar, la veía sonreír al verme y yo estaba sentada ahí como idiota muriendo por decirle cuanto me gustaba.

Pasaron las horas y mi cobardía me impedía hacerla mía, ella me abrazaba, me agradecía y me besaba la mejilla, yo temblaba.

Subimos a su habitación para dormir. Caminábamos abrazadas por el exceso de alcohol que no nos permitía pensar, ni siquiera actuar, las dos nos acostamos con las ropas que teníamos puestas, ninguna tenía fuerza para cambiarse. Estábamos acostadas platicábamos y reíamos.

La besé, cuantas ganas tenía de besarla!, había cerrado los ojos por un momento y no resistí la tentación de probar su lengua. Las dos reímos, rió ella de nervios, ¡yo de excitación! ¡Sus labios habían sido por fin míos! La había besado y ahora quería más, más de ella, las dos acostadas en una cama, con poca ropa en la madrugada y sin una pizca de pudor.

Volví a besarla y ella también ya me besaba, podía sentir su piel caliente a la mía, su manos en mi nuca, ella temblaba, yo la tocaba, me maravillaba de su cuerpo, su hermosura, la imposibilidad de estar ahí con esa ninfa.

Seguimos besándonos y como en un sueño ella se encontraba sobre mí y yo quería despojarla de sus ropas, quería verla desnuda, quería saborearla y hacerla de mí. Deslicé mis manos bajo su blusa y sentí sus senos en mis manos, mi excitación crecía y yo me mojaba más y más.

De repente, ella paró. Me dijo que tenía miedo, que estaba asustada. Inexperta, yo también, ninguna sabía que hacer. Nos separamos, reímos y pedimos disculpas. nos quedamos otro momento acostadas, la una a lado de la otra, ya no nos besábamos, no hablábamos y pensé en por fin dormir, pero ella aún estaba vestida, no podía seguir viendo como aquellas prendas cubrían la belleza de tan maravilloso milagro.

Volví a besarla y fui yo entonces quien se posó sobre ella y quite su ropa con la desesperación que siente un hombre con sed en el desierto, ella quiso desvestirme pero estaba demasiado nerviosa, temblaba y no podía moverse, lo hice yo por ella, me despojé de mi playera negra y escotada que había escogido usar para que notara lo hermosa que soy. Me quite el sujetador que separaba mis pechos de los de ella, quería sentirlos con mi feminidad y mojarme más en ellos.

Metí la mano en sus braguetas y me sentí a punto de llegar al éxtasis cuando pude sentir lo mojada que estaba, quise saborearla, moría por tener sus fluidos en mí y que fuera de mí, tenerla en mí.  Comencé a juguetear con mis dedos en su clítoris, subía, bajaba, hacía círculos, más rápido, más lento, sentía como temblaba y como ella se seguía mojando a cada momento.

Dentro de su nerviosismo y su cautivadora inocencia, quiso conocerme y tocarme, yo aprisionaba sus senos con mi boca, los lamía, los mordisqueaba y no podía creer lo bien que se sentía tenerla bajo mi cuerpo. Ella me tocaba tratando de pensar en como se tocaba a sí misma tratando de darme todo el placer que ella recibía en ese instante.

Las dos aún con ropa interior seguíamos besándonos y acariciándonos, yo tocaba sus nalgas redondas y perfectas, las acariciaba y las jalaba hacia mi cuerpo, trataba de acercarlas, sentía que el espacio entre ella y yo aún era eterno. Le besaba los labios, la nariz, los ojos, jugaba con mi lengua en sus orejas, las mordía, besaba su cuello y acariciaba sus senos, sus pezones erectos, fui besando su vientre al tiempo en que abría sus piernas temblorosas y dejaba su sexo al descubierto, su sexo que se mojaba y se mojaba para mí.

Besaba sus muslos en lo que parecía una eternidad, me tomé mi tiempo, quería apreciarlo, apreciarla a ella, mi nariz quedó a la altura de su vagina y pude olerla, todo el elixir de mujer que de ella emanaba, como me estaba enamorando de ella, sólo por ese momento, sólo por lo que eso durara.

La lamí primero, y al probarla mis sentidos se quedaron locos, que delicia, que manjar aquella mujer excitada.  Jugueteaba con mi lengua y ella gemía, de placer, de culpa, de vergüenza, de excitación, la inundaba yo y su cuerpo me regalaba aquellos temblores exquisitos. Yo lamía y mordía su clítoris erecto y alzaba los ojos, ¡que espectáculo tan maravilloso!, aquella mujer tendida boca arriba, con las piernas abiertas, disfrutando, yo estaba pasmada, tenía frente a mí a la mujer más hermosa del mundo gritando de placer, quise seguir probando de ella, quería sentir que todo ese placer que sentía se metía en mí.

Por fin, a petición de su cuerpo, metí primero un dedo…. Que delicioso! Que perfecta era ella en ese momento, dos dedos, sus gritos se pisaban unos a otros, gemía y me pedía más, una mano me jalaba el pelo hacia ella, quería que la penetrase, con mi lengua, con mis dedos, se mordía los labios y gritaba, gritaba y gritaba, hasta que de su boca no hubo ya sonido alguno, a éstos los remplazaron una serie de temblores que le deshacía el cuerpo, tenía un orgasmo en mi cara, en mi boca!

Nunca vi escena más excitante que aquella, sus senos, que se asemejaban a una invitación, toda ella. Me deslicé lentamente hasta poder besar sus labios mientras mis dedos aún la penetraban, quería en ese momento quedarme en sus senos, fundirme en su piel, y ser una sola mujer. Ella y yo.

Nos besamos segundos incontables, su nerviosismo por fin había desaparecido, me acariciaba también, masajeaba mis senos y le encantaban, me repetía una y otra vez cuanto le gustaban, yo ya no la escuchaba, estábamos ahora sentadas una frente a la otra, masturbándonos mutuamente, no podía dejar de besarla, no podía dejar de admirarla, cuanto la quería!

Tuve mi primer orgasmo cuando ella llegó a mi punto G con sus dedos, que placer! Tuve una eyaculación sobre ella, ahora ella estaba mojada de mí, tenía de mí lo que nadie, quiso también besarme en mí, así que me tendió sobre la cama y comenzó a chuparme, como nadie, como ningún otro hombre jamás lo había hecho. Sentía los espasmos en mi cuerpo, estaba a punto de terminar,,, tan cerca, ya casi, ya casi….

Fue una explosión! El orgasmo más largo de toda mi vida, que delicia, que hermosas éramos las dos en ese momento en que nos besábamos y nos quedábamos tendidas una a lado de la otra…

Como dos enamoradas que nunca van a volver a verse jamás.

Y así fue como jamás volví a besarla, o abrazarla, el sexo nos separó a nosotras como también a unido a tantos.

Guardé estos recuerdos para mis tardes de melancolía que después de ese día me atacaban constantemente, la extrañaba tanto, extrañaba tanto su risa, pero ella se había alejado de mí, quien sabe, tal vez se asustó, tal vez también se enamoró y el miedo le impidió luchar por mí. Aunque a decir verdad, yo tampoco lo hubiera hecho, siempre tuve miedo de no poder hacerle feliz, de no poder darle nunca lo que le daba él.

Pasó el tiempo, nuestros caminos se separaron, o tal vez yo me separé del mío. Me fui de mi país cuando cumplí 17 años, había terminado con mi novio 6 meses antes, yo vivía enamorada de personas que no eran él. Cuando llegué a Italia, era una simple extranjera viviendo en un departamento no más grande que una alacena y con todo el asombro de una persona que reconoce el mundo como algo suyo por primera vez.

Era mi primer día en la Universidad, fue ese día que la vi por primera vez.

Tenía el cabello rojo como fuego, ese fuego que me quemó el pecho, esas ansias de poseerla. Recuerdo también la primera vez que me miró, esos ojos verdes fueron la luz que tanto tiempo había estado perdida mi vida y llegaban a mí buscando, encontrando y guiándome hacia una dicha verdadera. Quise besar sus labios, eran perfectos, totalmente perfectos, me llamaban, me suplicaban que la besara, era prácticamente de mi estatura, tal vez 1 cm mas un 1 cm menos, quien sabe, como concentrarse en algo tan banal como su estatura si tenía frente a mis ojos aquella escultural figura?

Esos senos, pequeños, redondos, perfectos, sus nalgas, sus piernas. Estaba atontada, más que fascinada.

Nuestra conversación fue burda, yo no podía escuchar lo que ella decía, no podía ni pensar lo que yo le decía, esta sumida en una luminosidad total en que ella era todo lo que me rodeaba en ese momento. No había nada más, ni mi pasado, ni mi futuro, toda mi vida se reducía a ese instante en que estaba yo ahí con ella.

Esa misma noche la llevé a la cama, o más bien, podía decirse que ella me llevó a mí, como en todas mis relaciones ella era unos pocos años mayor que yo y tenía mucha más experiencia también. Ella me besaba y yo estaba como poseída, ya no era yo, ya no era ella, todo era algo mucho más grande que nosotras dos. Mis movimientos eran todos reflejos, contestaba sus caricias en automático, mi mente estaba bloqueada, sólo podía sentir sus manos que eran como toques eléctricos sobre mi espalda.

Me empujo hacia la cama y caí tendida sobre mi espalda, a diferencia de lo que yo creía que pasaría, no se abalanzó sobre mí, se quedó erguida con sus ojos clavados en mi cuerpo, tenía una mirada seductora, casi acosadora, me arrebataba ya mis caricias y aún no me había tocado.

Comenzó a desvestirse, desvestirse para mí, me bailaba una música sin nombre, su música inexistente, esa música que me acompañó tantas veces después de aquella, con y sin su presencia, aquella música se quedó clavada en mi pecho para siempre. Se quitaba la ropa en lo que parecían segundos eternos, yo no podía contener más mi emoción, sentía como lubricaba ya sin control, sentía mi entrepierna hirviendo de deseo, deseo de ella. Yo temblaba como una idiota y ella se sentía feliz, se sentía deseada, lo era. Quería que yo la quisiera, me hacía esperar y las ansias de ella sólo se acrecentaban en mi cuerpo. En hago tan eterno como un santiamén, ella quedó sólo con un brasier negro de encaje y una minúscula tanta que dejaba muy poco a la imaginación…

Muy lentamente, como si quisiera que yo no me perdiera de nada se dio la vuelta hasta quedar completamente de espaldas a mí, se agachó poco a poco… Poco a poco hasta que su culito estaba a la altura de mi cara, con una mirada pícara, fue bajando lentamente la tanga hasta que quedó en sus tobillos, quise imaginar como se la quitaba sin moverse ni un centímetro, pero mi mente no captaba otra cosa que sus nalgas y su coño frente a mí. Estaba totalmente depilada y eso sólo me prendió más. Se fue irguiendo también muy lentamente pero yo ya no pude resistir. Me paré y abracé su cintura y comencé a besarle el cuello, tocaba su vientre hasta llegar a sus pechos, los masajeaba, quería sentirlos por completo. Con los dientes (Como pude, por que la verdad no tenía tanta experiencia) desabroché su brasier por que mis manos no querían despegarse de sus tetas perfectas.

Se lo quite y en mis manos noté como sus pezones se ponían duros al contacto con el aire, ella estaba totalmente desnuda ahora y yo la tenía completamente para mí. Se dio la vuelta y comenzó a besarme de nuevo y fui yo ahora quien la tumbó sobre su espalda en la cama, me abalancé contra su cuerpo en un segundo  y mis labios no paraban, seguían besando, mordiendo, lamiendo, ya no era nada suficiente. Puse mi muslo entre sus piernas, pude sentir el calor y la humedad que se impregnaba en mi pantalón, con mi pierna comencé a masturbarla, ella gemía, mis embestidas se hicieron cada vez más constantes, más fuertes hasta que sentí mi pierna completamente mojada de ella.

Seguía yo sobre ella y comenzó entonces a desnudarme, prenda por prenda, hasta que llegó a mi tanga y la quitó con tanto arte, sus dientes se deslizaron junto con la tanga a lo largo de mis piernas hasta que llegó a mis pies. Los besó muchas veces, después mis pantorrillas, mis rodillas, mis muslos, y justo en el momento en que mi sexo se estaba preparando para su beso, subió a mi veinte, mi ombligo, mis pechos, los acariciaba, los mordía, succionaba, volvió a besar mis labios, mi cuello. Besó todo aquello que era yo, no hubo un cm en mí que no conociera entonces sus besos.

Estábamos ya las dos desnudas, una a la otra, el sol caía del cielo al agua en el más hermoso atardecer que yo hubiera contemplado. Dejamos la pasión a lado por unos segundos, y contemplamos ese espectáculo y fue aquel atardecer que nos unió a ambas, pues era ella el rojo sol que se fundía en el océano de mi alma. Sí,,, Una noche tan diferente a la que hoy contemplo, la Luna salió en un segundo  y ya llenaba con su presencia toda la estancia, tan, tan diferente a esta noche con mil estrellas y sin Luna, tan diferente, sin ella, sin su música, su presencia.

Sacó un consolador del cajón que estaba junto a su cama, con la mirada seductora lo introdujo entre sus labios, lo chupaba, lo lamía, todo,,, Yo la miraba maravillada, mi excitación era evidente y ella disfrutaba tanto torturando al no tocarme, se acercó muy lentamente y pasó sus piernas sobre las mías ata quedar en pos de mi cuerpo, sus pechos estaban sobre mi cara y su rostro sonreía excitada por tenerme de bajo de ella, tomo el consolador que tantas veces había estado dentro de su sexo y lo me acarició el rostro con él, la sola idea de sentir eso que había estado bañado en sus fluidos me hizo mojarme más y más, pero no, ella seguía torturando, me pasaba su juguete por mis senos, hacía círculos al rededor de mis pezones con mucho cuidado de no tocar una zona sensible, me estaba volviendo loca, yo quería que estrujara mis pechos, los mordiera, los arrancaba si quisiera, en ese momento era yo de ella, sumisa era por ella, me tenía completamente a su merced. Pasó el juguete morado por mis muslos haciendo círculos, jugaba y me sonreía de una forma maliciosa, la misma sonrisa que tanto tiempo después yo aprendería a descifrar y sería mi fin.

A petición de mis temblores y mis miradas, puso el consolador en la entrada de mi vagina, sólo un poco,,, Apenas lo tocó y yo moví mis caderas en pos de su mano para que lo metiera, pero no, sonrío y comenzó a hacer círculos en mi clítoris, yo gemía y lanzaba suspiros bajos ahogada con mi propio intento de gritarle que me cogiera con el consolador de una buena vez, sentía las suaves vibraciónes en mi clítoris y sentía como no podía dejar de mojarme, en vez de penetrarme con el consolador, lo hizo con sus dedos sin mover el juguete de mi clítoris, mis piernas temblaban y ahora mis gritos eran más fuertes, quitó en consolador y lo sustituyo con su lengua, me penetró ahora con el  consolador y yo estaba apunto de correrme, las embestidas las hizo cada vez más fuertes hasta que los temblores dominaron mi cuerpo.

Terminé en su boca y parecía mi clímax no acabar, sentía que podía morir en ese instante, en sus brazos, se quedó tendida junto a mí y comencé a besarla, tenía tantas ganas de saborearla, de tenerla dentro de mí, me detuvo, me dijo que tenía de mí lo que había querido y sólo quería admirarme, me quedé perpleja, le dije que quería chuparsela, que no podía quedarme con las ganas.

Ya te la chupé yo a ti - Me dijo- Y para mí, eso es mas que suficiente por hoy- Me sonrío maliciosamente- Quiero verte y quedarme dormida en tus brazos, eres la mujer más hermosa que había yo contemplado.