En una Semana Santa
Las cosas que pasan a dos hermanos en una Semana Santa
Ana era una chica preocupada por su hermano, no le hacía ninguna gracia que no saliera con chicas, ni siquiera las miraba y, para rematar, era un mojigato empedernido. Se ponía colorado con fotos, imágenes o películas subiditas de tono, apartaba la vista y criticaba la liberalidad y promiscuidad actuales.
No le pegaba nada, era un chico guapo, bastante alto y fuerte, ojos muy azules y pelo ondulado de color castaño muy claro, más bien rubio que otra cosa. Aunque él no lo notaba, las chicas volvían la cara por él… Pero era timidísimo, tanto que a Ana le parecía más seco que un plato de habas. Apenas se relacionaba con compañeros, sólo algún amigo del colegio con los que compartía algún deporte, pero con chicas… Ni a kilómetros de distancia.
Ella creía que no podía seguir así por la vida, le iban a considerar siempre un pardillo o un borde y cualquier día, una lagarta se lo llevaría al huerto ¡Qué iba a ser de él! A sus veintidós años, Ana creía que estaba de vuelta de casi todo, que tenía experiencia de la vida y sabía cómo eran las mujeres. Encontrarse a un chico así es como un caramelo en la puerta de un colegio.
No quería decir que ella pensara que todas las mujeres fueran unas interesadas, las épocas de las amas de casa ya había pasado, pero… “contigo, a pan y cebolla” también lo veía igual de desfasado. Para ella, si quisiera encontrar un novio para ir en serio, tendría que tener una serie de características. A saber: preferiblemente con carrera, buenas perspectivas de trabajo y de clase social parecida. No quiere decir que no se pudiera enamorar de alguien que no cumpliera estos requisitos, pero intentaba no hacerlo.
Suponía que la gente la veía como una persona muy egoísta, pero estaba segura de que tenía razón, o una madre muy pesada que le había inculcado estas ideas desde pequeña. Como le decía, al final te casas con tu pareja y su familia, por tanto, cuanto más parecida sea a la tuya, mejor.
El año anterior, después de terminar el bachiller y la selectividad, su hermano dijo en casa que se iba a un seminario, que se iba a hacer cura. A su madre, muy beata ella, le hizo mucha ilusión, su padre puso cara de circunstancias y Ana casi se cae de culo ¡Hacerse cura! ¡A este tío se le había ido la pinza! ¿Célibe para toda la vida? ¡Por Dios!
Le alivió que su padre, bastante sensato él, hablara con Jorge. No intentó disuadirle, simplemente le dijo que le parecía muy bien que fuera al seminario pero que estudiara otra carrera antes, conociera algo de la vida y después, si seguía pensando igual, que fuera con todas sus bendiciones. Le instó a estudiar algo que le fuera útil para cuando fuera sacerdote y su hermano, con buen criterio, eligió medicina. Tenía nota suficiente para ello.
Ahora que acababa de empezar segundo, seguía tan tímido como siempre y Ana estaba segura de que aún no había salido con ninguna chica, probablemente no se habría ni besado en la boca. En algún momento pensó que podría ser gay, pero decía que no lo era. Incluso tuvo una conversación seria con él donde le confesó que las chicas le gustaban, le gustaban mucho pero, aparte del respeto que le daban, ya había tomado una decisión y quería cumplir con su conciencia.
Ella intentaba que se desahogara, le decía que si no sabía lo que era una relación carnal ¿Cómo iba luego a dar consejos a nadie? Le ponía un ejemplo, era como enseñar a alguien a conducir sin haber cogido un coche en la vida, hay mucha diferencia de la teoría a la práctica. Pero, ni caso.
Por eso se preocupaba, se imaginaba a la primera fulana que se diera cuenta de cómo era Jorge, se lo llevaría al huerto sin dudarlo y él era tan ingenuo que caería seguro. Además, siendo tan inocente, la primera sería la definitiva ¡Como si lo viera!
A pesar de ser su hermana y ser sólo un par de años mayor, quiso asegurarse de la sexualidad de Jorge. Alguna vez, de forma bastante inocente, iba con un camisón algo más transparente o una camiseta ajustada y sin sujetador. Veía cómo, disimuladamente, le miraba las tetas igual que todos y esa certeza la desasosegaba más. Pobre Jorge.
Ana era una chica de muy buen ver, realmente llamaba la atención como su hermano, decentemente alta, de figura estilizada, marcaba un culo perfecto y las tetas en particular, eran de escándalo. No eran grandes, 91 cm de contorno, pero totalmente tiesas, con pezoncillos mirando hacia arriba, que se encargaba de lucir a la menor oportunidad.
Hacía unos meses Jorge había sufrido una transformación, se le veía más contento, diferente… Algo había pasado. Ella, enseguida imaginó el motivo. Se había enrollado con una chica –lo que en principio estaba muy bien- pero cuando la conoció… Lo que siempre había temido, una auténtica lagarta. La chica no era fea pero, para Ana, no tenía nada de especial en lo físico, estatura media, pelo teñido –demasiado teñido según ella- tetas normales, culo algo grande para su figura y kilos y kilos de maquillaje.
Se llevó todavía más sorpresa cuando vio que era muy vulgar o chabacana, una auténtica “choni” que no le pegaba a su hermano ni con cola. Iba a ser una labor ardua el hecho de intentar que Jorge se librara de ella y lo hiciera antes de perder su virginidad. Pensaba que era capaz de quedarse embarazada para pillarle definitivamente.
Cuando le decía a Jorge que esa chica no le convenía nada, no le hacía ni caso. También le hablaba de su intención de ir al seminario, pero le contestaba que ella le había incitado a salir con mujeres para saber lo que eran, lo que era cierto. Entonces le decía que quizás la chica no iba a entender su decisión de ser cura, pero ni eso, le comentó que ya había hablado con ella del tema y que estaba dispuesta a renunciar a él si finalmente era lo que quería, pero que no lo haría sin luchar.
¡Sin luchar! ¡Sin follar, querría decir! Y eso es lo que la espantaba, Jorge era muy inocente y esa chica, estaba segura, tenía toda la intención de pillarle. Habló con su madre y era de la misma opinión, no le hacía ninguna gracia aquella chica, así que intentaba, desde su posición de madre, que Jorge no se dejara atrapar.
Se lo notó en la cara, lo sabía, se notaba a la legua, Jorge había perdido la virginidad. Rezó, antes de hablar con él, a todos los dioses conocidos y desconocidos para que hubiera usado alguna protección, un condón preferiblemente.
El chico demostró no ser tan tonto como pensaba pues, a pesar de que la chica en cuestión le dijo que tomaba la píldora, él insistió en ponerse un preservativo. Lo hizo cada vez que se acostaron, siempre tuvo la precaución de usarlos a pesar de ella. La hubiera asesinado cuando, sin ningún motivo aparente, dejó de salir con él. Bueno, Jorge no sabía el motivo, pero Ana lo intuía, que no estaba dispuesta a esperar un montón de años para cazar definitivamente a su hermano. Demostró que Ana tenía razón, no había estado enamorada de él y sólo había intentado pillarle ¡Qué putón!
Lo malo fue la depre que le entró a su hermano, empezó a faltar a clases, a beber mucho y a estar todo el día triste y apático ¡Por esa tía! En fin, muy machitos ellos pero cómo se quedan con el primer chasco amoroso, pensaba.
Sus padres y ella se dedicaron de lleno a intentar sacarle del marasmo en que se había metido. Las palabras de su padre hablándole de sus primeros desengaños, animándole a estudiar, a hacer deporte, a salir con amigos, a tener la cabeza ocupada, hicieron su efecto y, muy lentamente, parecía recuperarse.
Sin embargo, o precisamente a raíz de todo este asunto, estaba más preocupada aún. Veía lo fácil que había sido para aquella chica llevarse a Jorge al huerto y podía volver a pasar. Tenía que estar atenta para que, si alguna se acercaba a su hermano, comprobar que era adecuada.
Porque, tenía que de reconocer que no le apetecía nada que Jorge se hiciese cura, sería un desperdicio, y tampoco quería que se liara con cualquiera, el resultado sería parecido. Por si acaso y para mayor control, muchas veces, todas las que podía, iba con él cuando alguna vez salía con sus amigos, así veía si se liaba con alguien y si ese alguien le convenía.
Evidentemente, todo esto lo hacía por él de forma desinteresada, sólo por cariño, Jorge parecía algo más entonado y Ana… Pues eso, Ana bien.
Lo que llegó a pasar después, si era sincera, quizás parte fue culpa suya. Aunque al principio la dejó hundida, no quería mentir. Cuando se hacen ciertas cosas, se sabe que algo puede ocurrir, aunque nunca imaginó eso. Jorge pensaba que fue él el culpable de todo lo que llegó a suceder y ella dejaba que lo creyera porque, en la mayor parte era cierto, pero sería una ingenua, si lo pensara ella también.
Al llegar la última Semana Santa, sus padres, como todos los años, se fueron a esquiar a Pirineos. Desde hacía ya algunos años era raro que alguno de sus hijos les acompañaran, solían, Ana por lo menos, ir de viaje con amigas a la costa y Jorge se dedicaba a acudir a todos los oficios religiosos de la semana en la parroquia del barrio. Este año, sin embargo, ambos se quedarían en casa.
Madrid, en esas fechas, se queda bastante vacío y es muy agradable para salir a cualquier sitio sin las habituales aglomeraciones. Pero para Jorge, la Semana Santa era una época de contrición y duelo hasta la Pascua de Resurrección.
Algo le pasó a Ana, se quiso meter en medio de las creencias o fe de su hermano, aun sabiendo que es algo muy personal, pero creía que estaba todavía bastante bajo de moral. Primero fue una pequeña bromita, tenía que levantarle un poquito el ánimo. Total, dejó de usar pijamas normales para utilizar camisones cuando estaba en casa, camisones cortitos y lo más transparentes posible, cosa que no hacía nunca, luciendo palmito. Se sentaba en el sofá con él y acababa enseñándole las bragas, las tetas por el escote acercándome con cualquier excusa… Jorge no sabía ni dónde meterse cuando se portaba así.
Lo tonto del tema es que no quería nada concreto, sólo vacilarle un poquito, que no estuviera todo el día pensando en rezos o en cualquier otra tontería, tenía que terminar de superar la depre en el que se había sumido. Hubo un momento en que esa bromita fue demasiado descarada, se pasó un poco, su pobre hermano tenía que verla continuamente así vestida, enseñándole todo. Incluso, el sábado por la noche, llegó a ir con unas braguitas sexis tipo tanga y un camisón cortito. Le enseñó todo el culo y Jorge no se lanzó encima de ella de milagro, se dio perfecta cuenta.
La sorpresa se la llevó el siguiente día, domingo de Ramos. Jorge apareció por la cocina a desayunar bastante tarde y vestido sólo en calzoncillos ajustados, como intentando provocarla. Se le salían los ojos de las órbitas por el descaro que demostraba ¿Es que pretendía ponerla cachonda? ¡No se lo podía creer!
Además ¿Cuándo se había perdido su hermano la misa de un domingo de Ramos? Era inaudito. Se dio cuenta entonces de que, quizás, había tensado demasiado la cuerda. Rápidamente se fue a su habitación a ponerse una bata e ir bien tapadita, veía que se había pasado un pelo con él. Al volver a la cocina, Jorge seguía igual, desayunando sin vestirse hasta parecerle ya un poco grosero.
-Oye, Jorge. Podías vestirte un poco, aunque no estén los papás, sigo estando yo. – Dijo Ana con cara de pocos amigos.
-Vale tía, no sabía que te molestara que estuviera así- Contestó él con un deje chulesco. A ella le chocó bastante su tono y que me llamara “tía”, Jorge utilizaba siempre un lenguaje demasiado “mayor” para su edad, nunca decía cosas de esas.
-Me molesta porque es una falta de educación y también me fastidia que me llames tía. No me parece decente que estés medio desnudo delante de mí. – siguió ella con tono de fastidio
-¿Qué pasa, te pone? – Cada vez estaba más asombrada por su actitud ¿De verdad creía que la estaba provocando algo? Pensaba en si su hermano era tonto o se lo hacía ¿Cómo pretendería que su propia hermana se fijara en él? (Si supiera…)
-Venga niño, deja de decir bobadas y vístete. – Dio media vuelta saliendo de la cocina totalmente alucinada por la actitud de Jorge. Ni sabía de donde había sacado valor para actuar así delante de ella.
Si lo que quería era crearle un cierto desasosiego, lo había logrado, la había dejado totalmente atacada, con 200 pulsaciones por lo menos Quizás se había dado cuenta de lo que le gustaba, aunque ella creía que disimulaba muy bien, jamás había dado muestras de nada. Porque, aunque no quisiera reconocerlo, Jorge le gustaba un montón.
Lo que pasó a continuación, escapaba de toda lógica, por lo menos para ella.
Encerrada en su cuarto, estaba en ropa interior eligiendo qué ponerse para vestirse cuando su hermano entró sin llamar. Seguía en calzoncillos, Ana dio un grito asustada cuando, sin decir nada, la tiró encima de su cama, le dio un golpe en toda la mandíbula que la mandó al limbo de los justos y, antes de espabilar del tremendo puñetazo que la había soltado, le ató las manos al cabecero, las piernas a cada esquina, le arrancó las bragas, se puso en medio totalmente desnudo y se la metió.
Intentó gritar con todas sus fuerzas del dolor tan tremendo que la produjo, del terror que tenía, mientras él le tapaba la boca con la mano. Intentaba retorcerse en un intento de que saliera de su interior, no podía casi ni moverse, la aplastaba con su peso, las manos y piernas atadas… Y se la metía y sacaba sin parar. Perdió la noción del tiempo, no sabía cuánto duró aquello, fue un mundo de tortura inacabable hasta que se corrió dentro de ella.
Cuando se levantó, le volvió a golpear en la cara mientras le decía
-¡Eso, por provocar! – Con voz jadeante.
Despertó dolorida, la cara hinchada, la había soltado, pero tenía las muñecas y tobillos en carne viva, los muslos escocidos y con moratones y el chisme le dolía a rabiar. Se puso a llorar como una madalena ¡Su propio hermano la había violado! ¡Sin venir a cuento!
Ana pensaba que no había hecho nada, él siempre era muy responsable, muy buena persona ¿Cómo había podido?
Se metió en el baño, estuvo una hora bajo la ducha intentando quitarse cualquier evidencia, pero se seguía sintiendo sucia ¡La había violado! Estuvo dos días sin salir de su habitación ni para comer, tumbada en la cama llorando, no se atrevía ni a llamar a sus padres para decírselo… A tercer día, su hermano, a través de la puerta, le dijo
-Perdona Ana, no quise hacerte eso, no sé que me pasó, perdóname por favor. – Parecía arrepentido
Ella no contestó, seguía hecha una mierda ¿En qué le había provocado? ¿Sólo por ir con camisones más cortitos? ¡No se lo podía creer! ¡No por provocar un poco te tienen que violar! ¡Menos tu hermano! ¡Se había vuelto loco!
A partir de entonces, empezó a rumiar su venganza, le iba a cortar los huevos, se iba a enterar de verdad.
Un par de días después había conseguido salir de casa, sin que su hermano se enterara, para comprar unos artilugios que iba a necesitar. Esa noche, muy de madrugada, fue a su habitación con cuatro pares de esposas que había conseguido en un sex shop. La puerta estaba cerrada pero sin cerrojo, abrió, pasó el umbral y se quedó pegada a la pared bastante rato hasta que se acostumbró a la oscuridad, algo mitigada por la luz del pasillo.
Cuando ya le distinguía perfectamente, sujetó cada grillete a una esquina de la cama antes de engancharle a él. Al tenerlo todo dispuesto, como una flecha le ató una mano y la pierna del mismo lado. Él empezó a despertarse y a manotear, se tiró encima de Jorge y consiguió cogerle la siguiente mano. La pierna que faltaba le costó algo más, no dejaba de dar patadas… Le metió un codazo en mitad del estómago dejándole retorcido, así pudo atarle ese pie que quedaba.
Le metió una bola de calcetines en la boca sujetándolos con cinta americana. Entonces, encendió la luz. Jorge tenía cara de espanto…
-Muy bien, hijo de puta, ahora te voy a hacer un regalito para que vayas violando a chicas por ahí ¡Porque te había provocado! ¡Nunca hay motivo suficiente para violar a nadie, gilipollas! – soltó Ana con muy mala leche
Se sentó a horcajadas encima de sus piernas, con unas tijeras le cortó el pantalón del pijama, no llevaba nada debajo. Entonces, sacó un cuchillo de cocina súper afilado, de esos de cerámica, con el que pensaba cortarle todo lo que le colgaba. Su cara de espanto era impresionante, y ella disfrutaba viéndole así.
Antes de empezar con la faena, le sacó un momento los calcetines de la boca, para que dijera sus últimas palabras ¡Qué nenaza! Pensaba. Lloraba como una magdalena, la pedía que le soltara, la pedía perdón, juraba que no iba a volver a hacer nada parecido, que se equivocó, que se volvió loco…
Con un poco de curiosidad y mucha mala leche, quiso saber por qué le había le hecho semejante burrada a su hermana, aunque no por ello iba a cejar en el empeño de cortarle todo ¡estaba desatada!
-Pues no lo sé, Ana, no lo sé, se me fue la olla… - Dijo llorando
-Vale, pues si no lo sabes…
Acercó el cuchillo a la base de sus testículos, puso una toalla para no manchar todo de sangre y fue directa a empezar la faena de castración.
-¡NO! ¡POR FAVOR, NOOOO! – Gritó con desesperación.
Cogió otra vez la bola de calcetines dispuesta a metérsela en la boca y callarle, no le apetecía nada oír sus chillidos de cerdo en el matadero.
-Espera, Ana, espera… Es que… - Se quedé parada un momento
-¿Es que, qué? – Casi le escupió
-Que cada vez que te veía con esos camisoncitos, imaginaba que te acercabas a mí y me besabas y me acariciabas y yo a ti… Y te desnudabas y hacías el amor conmigo… Y como sabía que no ibas a hacer nada de eso, me volví loco, tenías que ser mía, tenía que demostrarte lo que provocabas en mí, que me tenías mártir…
Se aplacó un poco
-Vamos a ver, imbécil. Yo solo iba en camisón, me has visto millones de veces así... ¿Y ahora era una provocación? No te lo crees ni tú, niñato de mierda – Y fue a introducirle otra vez los calcetines en la boca.
Jorge giró la cara intentando escapar de la mordaza y siguió suplicando.
-Te lo juro Ana, siempre te he querido, más que a una hermana, siempre. Cuando te veía en camisón, o en bañador, o en bikini… Me tenía que ir porque me excitabas hasta no sabes cuánto. Cuando tuve esa novia y ya no me producías tanta ansiedad, pero te prefería a ti que a ella y muchas veces, cuando nos acostábamos, imaginaba que eras tú… También entonces tenía que irme si estabas en camisón, o con ropa suelta, o sexy… Y después de estos días, ya no pude más.
Cuando me puse en calzoncillos delante de ti era para ver si tu sentías lo mismo, si yo te provocaba igual que tú a mí… Y vi que no, que te molestaba… Entonces se me fue la olla del todo, yo te quería y tú a mí no…
Ana se quedó pensando un ratito con la mordaza y el cuchillo en las manos, su hermano siempre le había gustado, mucho además, ni siquiera recordaba el último chico con el que había salido, todo por acompañar a Jorge, pero sabía que no era para ella, solo quería que la chica que se lo llevase fuera adecuada para él, no una “cazadotes”… Porque suponía que era eso… O era que no quería que fuera con otras… Ni ella misma estaba segura de nada.
Le metió los calcetines en la boca, no quería oírle más, no quería saber nada de amores… Su cara de espanto se acentuó mientras ella jugaba con el cuchillo por la base de sus huevos.
Para facilitar la tarea y alargar un poco más el asunto, para hacerle sufrir más tiempo, empezó a sobarle su cosa como si le hiciera una paja… Del susto que tenía, aquello no reaccionaba ni a tiros… Estuvo un buen rato hasta que empezó a adquirir algo de volumen, y un poco más, más… en unos minutos y muy a su pesar, Jorge tenía una erección de campeonato
<<¡Vaya! Pues no calza mal el niño, nada mal ¡Qué pedazo de polla! ¡Quién lo iba a decir!>> Pensó. Jorge tenía un cacharro considerable. Siguió jugando con él, le pajeaba, de vez en cuando le acercaba el cuchillo a la base… Las caras de su hermano iban del terror al placer sin solución de continuidad y ella disfrutaba viéndole.
¿Qué le hacía, una paja o se la cortaba directamente? Pensó ella con cierta excitación.
Se la metió en la boca hasta la mitad, empezó a chuparle el glande con la lengua, a succionarle, a pajearle con la mano… viendo la cara de alucine de Jorge. Se lo estaba pasando fenomenal, le tenía tan a su merced… El juego era tan morboso… Ni ella misma sabía cómo iba a terminar, si con sus partes en la mano o con su semilla en la boca.
Jorge estaba tan aterrorizado, tan pasado de rosca que no tenía ningún control, así que se corrió en un momento sin avisar. Bueno, con la mordaza, poco podía haber avisado. Se lo traguó todito, chupando y aspirando cada borbotón hasta que no quedó una gota. Se levantó, le miró y dio una carcajada ¡Qué cara tenía! Para que no creyera que esto había terminado, le acarició con el filo del cuchillo la base de la polla… Un finísimo hilo de sangre se deslizó por su ingle y se volvió a reír con cara de sádica.
Ahora lloraba, ya no tenía esa cara de placer que se le puso con la mamada… Ana seguía desatada, pensando que no había terminado con el imbécil de su hermano.
-Así que me querías, me querías para ti y no soportabas verme ligerita de ropa ¡Tú estás fatal, chaval! ¿Ligerita de ropa? ¿Cuándo he ido yo ligerita? ¡Como mucho en camisón! ¡Y estoy en mi casa! ¿No puedo ir cómoda en mi casa porque mi hermano se excita? ¿Por qué a lo mejor me viola? – Dijo ella con furia. Y siguió.
-¡Eres un hijo de la gran puta! Antes de hacer lo que has hecho, quemas todas tus naves, hablas conmigo hasta hartarte, hasta que me convenzas y, si no lo consigues… ¡Te jodes! ¡Nunca se viola a una chica! ¡Y MENOS A TU HERMANA! Yo, que siempre te he cuidado, que siempre he estado pendiente de ti, de que nadie te hiciera daño… ¿Y así me lo pagas?
El cuchillo hizo otro pequeñísimo corte en la base de su pene, otro hilo de sangre se deslizaba hacia sus huevos…
Volvió a cogerle su hombría para ponerla otra vez en posición, sería mucho más fácil cortar así.
-Estaba pensando en cortarte solo la polla, o la polla y los huevos. Si sólo es tu cacharro, se podría volver a coser, a lo mejor, eso si no lo tiro por el váter. Si te corto los huevos, me aseguro de que no vas a violar a nadie nunca más… ¡Y te quedas eunuco para siempre!
Y soltó otra carcajada de triunfo.
Cuando estuvo otra vez en posición, se quitó las bragas con tranquilidad, Jorge alucinaba cada vez más, se subió a horcajadas sobre su vientre y con mucha tranquilidad se la fue metiendo poco a poco.
Ahora sí disfrutaba de la respetable polla de su hermano, la llenaba entera, llegaba hasta la matriz, si empujaba estaba segura de que se la sacaría por la garganta… La última vez había sido una tortura y no quería quedarse con ese recuerdo. Estuvo subiendo y bajando, con parsimonia al principio, acelerando cuando resbalaba mejor y su excitación subía. En ningún momento dejó el cuchillo y, de vez en cuando, paraba para acercar el filo a sus testículos. En esos momentos, Jorge pegaba una sacudida que la encantaba. Tras varios minutos de cabalgada, frotándose ella misma su botón con los dedos, tuvo un orgasmo espectacular, lleno de rabia y placer a la vez. Al apretar sus músculos vaginales, su hermano también se corrió dentro de ella, llenándola con su semilla, alargando unos segundos su clímax.
Estuvo un ratito encima de él mientras descansaba y se le bajaba la erección, se levanto y se dirigió al baño a limpiarse un poco. Finalmente se dio una ducha, cogió un camisón y ropa interior limpia y se tapó también con una bata.
Jorge seguía atado en su cama con la mordaza puesta, la cara desencajada y dos hilitos de sangre ya seca alrededor de su pene. Cogió otra vez el cuchillo, pero en vez de sentarse encima de él, lo hizo en una silla del cuarto, mirándole sin decir nada. La verdad, pensó Ana, qué bien le había venido este polvo para liberar tensiones, pero seguía en sus trece de cortarle todo lo que le colgaba.
Se fue de allí, dejándole como estaba, a rumiar sus pensamientos y próximas actuaciones. Seguía pensando en la violación, cómo se sintió… También pensó en que si hubiera sido un desconocido, no levantaría cabeza. Al ser Jorge, tenía unos sentimientos contradictorios, por un lado, ahora podía hacer lo que quisiera con él, por otro, no sentía el asco tremendo que hubiera tenido con uno cualquiera, no se había hundido en un pozo negro de depresión. Incluso se lo había cepillado ahora mismo produciéndola una sensación de poder, triunfo y placer, eso había que tenerlo en cuenta…
Bueno, pensó, lo siguiente era ver cómo se lo cortaba finalmente, aunque no se lo podría cepillar nunca más… Daba igual, primero que pagara, para follar había millones…
<>
Volvió a la habitación de su hermano, Jorge se espabiló inmediatamente al oírla, se le puso otra vez la cara de espanto, abriendo los ojos como platos al verla coger el cuchillo. Se acercó a la cama, se puso de rodillas a su lado, le cogió su miembro por la punta con la mano izquierda y con la derecha apoyó el filo en la base.
-Sólo te voy a cortar tu cosa. Pero como te chives que he sido yo, como no digas que ha sido un accidente, te corto también los huevos, te lo juro. – Le dijo mirándole a la cara.
Iba decidida, no sabía si hacerlo muy rápido o despacio… <
Casi antes de mover el cuchillo le miró directamente a los ojos ¡Dios, cómo lloraba! Se quedó paralizada ¿Qué iba a hacer? ¡No podía cortarle su cosa! Salió de la especie de trance en el que estaba sumida. Se le fue toda la decisión al verle así, llorando, angustiado, gritando a través de la mordaza, con la nariz llena de mocos…
Había llegado a cortarle un poco antes de parar, pero era poca aunque pero sangraba bastante., estaba empapando la toalla, manchaba sus piernas… ¿Cómo le iba a cortar la polla a su hermano? ¡Porque la había violado! Se justificó ¿Qué era peor? ¡Que te violen, seguro! O no tan seguro…
Siguió ahí parada, el cuchillo en la mano, la sangre fluyendo, los ojos desorbitados de Jorge, sus gritos ahogados por los calcetines…
Fue a por desinfectante y unas gasas al botiquín, le limpió bien, le enrolló esas gasas en la base de su cosa apretando fuerte sin cortarle la circulación, las sujetó con esparadrapo y sostuvo en alto su cacharro hasta que dejó de sangrar ¡No había podido hacerlo! <<¡Qué cobarde, Virgen Santísima! ¡Qué cobarde!>>
Estuvo mucho rato quieta, mirándole a él, ya no sangraba y tenía una cara rarísima, mezcla de súplica y alivio… Hasta que se hartó. <> Eran ya las tantas de la madrugada, se sentía cansadísima, ya no quería seguir con esto. Ya le parecía más que suficiente.
Le soltó las esposas, recogió el cuchillo, las gasas, el desinfectante y las tijeras, también le quitó la mordaza… Totalmente rota, desmoralizada, sintiéndose hecha una mierda se fue a su habitación, tenía sentimientos encontrados, de cobardía por no haber sido capaz finalmente de cortársela, de alivio por no haberlo hecho…
Se durmió antes de tocar la almohada, antes de saber si su hermano, que había salido corriendo al baño, la iba a hacer algo o no <<¡Qué hiciera lo que le saliera de los huevos!>>
Debía ser cerca del mediodía cuando despertó, la habitación totalmente iluminada… Le vio sentado en una silla de frente a ella, prácticamente dormido, debía de llevar esperando mucho tiempo.
-¡Ahora qué coño quieres? – Le saludó a modo de buenos días
Jorge espabiló de repente, se puso de rodillas de un salto, al lado de la cama, delante de ella
-Gracias – Le dijo llorando –Gracias, no me lo merezco, gracias – E intentó besarle una mano
Le dio un sopapo con ella en toda la cara mientras se medio incorporaba.
-No me toques, cabrón. No me vuelvas a tocar en tu puta vida – Le dijo con rabia
-Perdóname, no sabía lo que hacía, no sabía el daño que te iba a hacer, perdóname Ana, por favor… -Seguía lloriqueando
-¿Qué no sabías el daño que me ibas a hacer? ¿Tú eres gilipollas o qué? ¡Alucino contigo! ¡Eres una mierda de tío! ¡Sólo los más mierdas violarían a una chica! Los cobardes, los impotentes, los… Lo peor, esos ¡Y tú eres de esos! - Se iba sulfurando cada vez más, si seguía así seguro que se lanzaba a cortarle todo.
De repente, se quedó muda, alucinada, no se esperaba eso ni en broma. Jorge le tendió un cuchillo, puso una tabla de cortar carne encima de la cama, se sacó su cosa aún vendada y la puso ahí. A Ana se le salían los ojos de las órbitas.
-Todo lo que has dicho es verdad, no sé por qué te quise hacer daño, no imaginaba que fuera tan… Tan así. No soporto la canallada que hice, tú tenías razón, creo que esto es lo que merezco.
La imagen era de chiste, ella medio incorporada en su cama con un cuchillo en la mano, él de rodillas delante de su hermana con la polla en una tabla de madera y temblando como un flan… Jorge cerró los ojos como esperando el golpe definitivo, ella no salía de su asombro.
Finalmente movió la mano, puso el cuchillo encima de su polla para apuntar bien, Jorge tembló más todavía y emitió un pequeño gemido.
-¡Estate quieto! – Le gritó muy seria mientras izaba el acero por encima de la cabeza
Y… ¡Zás! Bajó el cuchillo con toda su fuerza. Hizo un ruido fuerte y seco al golpear la madera, parecido al que hizo la cabeza de Jorge al golpear el suelo. Allí se quedó el pobre totalmente desmayado. Ana se levantó de la cama y se dirigió al baño a asearse un poco… Soltó una carcajada ¡Qué susto se había llevado! Cuando despertara, no se lo iba a creer.
Al volver a su habitación, Jorge ya no estaba, tampoco la tabla de madera ni el cuchillo. Que le sirviera de lección, pensó. Se vistió de forma normal, de estar en casa. Fue al cuarto de estar donde ya estaba su hermano vestido con un pijama. Se levantó nada más entrar ella, avanzó hacia su hermana de frente y se quedó mirándola fijamente antes de dejarla sentarse.
-¿Qué quieres ahora? ¿Otro susto? ¿O esta vez lo quieres de verdad…? – Dijo con mosqueo
-Ana, no te voy a pedir más veces perdón. Te violé, ya he visto que es lo más imperdonable que pudiera haber hecho, tienes toda la razón. Por eso te di el cuchillo otra vez, estabas en tu derecho. Lo has usado como has querido y has tenido a bien dejarme entero. Te lo agradezco de veras.
-Vale, de nada – Le dijo bastante seria
-Y ahora… ¿qué debo hacer yo después de violarme tú? – Preguntó serio también
-¿QUÉ? ¿Cuándo te he violado yo, hijo de puta? – Casi le salta a la yugular
-Pues cuando me tenías atado. Me la has mamado y luego me has follado. Ha sido igual a como te lo hice yo. – Siguió Jorge muy calmado
<<¡Hostias, hostias, hostias! ¡Es verdad! Me lo tiré antes de intentar cortarle la polla ¡Se la tenía que haber cortado de verdad! ¿Que le he violado? ¡Bien que disfrutó el hijo de la gran puta!>> Tras estos pensamientos, ni se dignó responder.
-Así que he pensado que me debes una compensación – Siguió su hermano.
-¿Una compensación? ¡Suerte tienes de seguir con tu cosita en su sitio! – Le dijo cabreada.
-Sí, es una suerte porque ahora la puedo volver a utilizar… Y ya sabes con quien quiero utilizarla…
Ana cayó enseguida en lo que quería decir y se quedó totalmente pasmada.
-¿Eres gilipollas? ¿Estás mal de la cabeza? ¡Ni en broma me pones una mano encima!
Jorge se cansó de la situación, la abrazó muy fuerte mientras ella le daba patadas para que la soltara
-No voy volver a hacerte eso, pero yo sé que siempre has sentido debilidad por mí, me lo dijiste antes. Y esa debilidad era quitarme a cualquier chica que me gustara, todas menos tú. Me he dado cuenta de que siempre me has querido para ti y estás deseando esto. Yo, sabes que te quiero, lo he reconocido…. ¿Vas a ser capaz de reconocerlo tú también? – Ahora era Jorge quien estaba desatado. Después de la amarga experiencia con su hermana, parecía decidido a todo.
-¿Pero tú te oyes? ¿Eres imbécil o qué? ¡Que soy tu hermana mayor, gilipollas! ¡Sólo te he intentado proteger! ¡Protegerte de tías como esa que sólo pretendían cazarte! ¡Que pareces idiota, coño!
-No me lo creo Ana ¿A ti que te importa con qué chica vaya? Eso era que estabas celosa de otras.
-¡Joder! ¡Eres más idiota de lo que pensaba! Sólo intentaba apartarte de “ciertas” chicas, no todas ¡Que no te enteras, capullo! ¡Y suéltame de una puta vez! – Ana gritaba y pataleaba muy enfadada.
Al soltarla, Ana se fue a su habitación más cabreada que cuando entró, para ella, su hermano era tonto de cojones, no podía ser más subnormal, nunca se había enterado de lo que pretendía… <>
Ni recordaba cuánto tiempo estuvo encerrada en su cuarto, Jorge le había dejado una sensación angustiosa. Después de todo lo pasado, no se le había ocurrido otra cosa que decirle que la quería… Y lo peor era que pensaba que ella a él también ¿Cómo se habría dado cuenta? ¡Ella pensaba que jamás se le había notado!
Se quedó medio dormida encima de la cama, imágenes confusas se arremolinaban en su cabeza, en un estado de duerme vela; violaciones, su chica, el polvo, su polla cortada… Espabiló sudorosa, con muchísima ansiedad, algo le carcomía por dentro, algo que antes dominaba, pero ahora…
El imbécil de su hermano tenía razón, siempre le había gustado, nunca quería que fuera con chicas… ¡Pero no pensaba decírselo ni de coña! ¡Antes se moría que darle la razón! ¿Después de lo que le había hecho?
Jorge entró en la habitación sin llamar y la pilló totalmente ida, se acercó a ella, Ana se incorporó de la cama quedándose sentada a un lado, le sujetó la cara con ambas manos, con mucha ternura, para darle un beso en los labios. Correspondió un momento, un beso suave y tierno… sólo hasta que él dio un alarido al sentirse atrapado de los huevos. Se los estaba estrujando a base de bien y él jadeaba y lagrimeaba incapaz de hablar.
-¿Tú te lo tienes todo muy creído, no? ¿Crees que después de todo lo que has hecho voy a hacer algo contigo? – Y seguía apretando su entrepierna – Soy tu hermana mayor, tonto del culo, si aquí se hace algo, será lo que yo diga, gilipollas ¿Te has enterado? – Estaba encantada esta sensación de dominio
-¡Sí! ¡Sí! ¡Lo que tú digas! – Apenas pudo hablar
Le soltó los huevos y le mandó a freír churros, si creía que la iba a dominar de alguna manera, iba listo. Salió disparado de la habitación con el rabo entre las piernas (nunca mejor dicho)
Ana estuvo pensando un rato más, ya que Jorge le gustaba o le había gustado siempre, tampoco tenía por qué renunciar a todo por orgullo. Como decía su padre, “el orgullo no da de comer”. Pero no quería claudicar porque él lo dijera, porque estuviera convencido de que le gustaba…
Dejó pasar más de una hora, se acercó a la cocina a tomarse un café, no había ni desayunado. Tomándoselo, sentada en la mesa, pensó que ya había dejado pasar el tiempo suficiente. Jorge le había hecho lo peor que se le puede hacer a una mujer. También creía que le había escarmentado… El que pusiera su cosa en una tabla de trinchar para que se la cortara… Pensaba que él ya sabía que no lo iba a hacer, ningún tío se dejaría cortar la polla ni queriendo, vio que casi se muere del susto…
¿Cómo, dos hermanos que se quieren, pueden llegar a esto? Lo que se habrían ahorrado si lo hubieran hablado… Pero, aunque jamás estuvieran en paz (si se la hubiera cortado, quizás sí), habría que hacer de tripas corazón y asumir lo que sentía de verdad.
Volvió a su habitación llamando a Jorge por el camino. Entró con cara de susto mientras ella se quitaba la bata.
No sabía si decirle algo, dejar las cosas claras o qué. Dando vueltas a la cabeza pensó que un gesto vale más que mil palabras. Se acercó a él, le sujetó la cara con las manos y, vigilando de reojo por si quería hacerle algo, le dio el beso más tierno que supo dar.
Jorge abrió mucho los ojos, le acarició la espalda y, en menos que canta un gallo, también acariciaba la suya debajo del camisón. Pasito a pasito se fuimos acercando a la cama, sentándose en ella para luego dejarse caer. Se besaron mucho rato, con mucha lentitud y ternura, las caricias no iban más allá de sus espaldas… Ana decidió ser un poco más directa e introdujo una mano por el elástico de su pijama, su cosa ya mostraba una respetable erección… ¡Jorge estaba que se moría!
Ella empezó a acariciarle de arriba abajo, enseguida las vendas la molestaron, así que incorporándose, le quitó el pantalón y se dedicó a soltar el esparadrapo que mantenía las gasas en su sitio. Miró la herida que le había hecho… No estaba mal, un pequeño corte que quizás hubiera necesitado algún punto… ¡Pobre!
Le pasó la lengua por la herida, él se quejó por el escozor… Siguió chupándola a lo largo, manejó un poco sus huevos, algo doloridos de antes, pero no se quejó, lamió de abajo hacia arriba, le descapulló jugando con su glande, con el frenillo… En cuanto se la introdujo en la boca e hizo un par de mete saca, Jorge se corrió llenándole de leche. se tragó lo que pudo, el resto lo escupió en las sábanas… Con la mitad de su esencia en la boca le besó en la suya, pasándoselo con la lengua.
No pudo ver sus ojos, pero se rio por dentro, segura de que no lo había probado así en la vida.
Él le quitó el camisón y la ropa interior, no despegaron sus bocas mientras la tumbaba, Ana pensaba en ese momento en cuánto le habría enseñado la chica con la que salió ¿Sabría hacerla disfrutar? Relajó la mente lo que pudo y se dejó besar entera. Jorge se dedicó a sus pechos con ansia, seguía muy excitado… Le puso las tetas súper duras, las areolas inflamadas, los pezones de punta… Y la estaba encantando.
Siguió a lo largo de su vientre hasta perderse entre sus muslos. Acarició un buen rato la parte interior, la dio mordisquitos conforme se iba acercando a su objetivo… La metió una mano debajo del culo para tenerlo más levantado, ella apoyó los talones en la cama para ayudarle… Poco a poco iba dándola besos y lametones en la vulva, por los labios mayores abriéndolos, por los menores… También la besaba su agujerito trasero, metiendo un poco la punta de la lengua, mordisqueaba el perineo…
¡Joder, cómo la estaba poniendo! La dio un lametón fuerte y largo a todo lo largo de su raja, se dedicó a jugar con su entrada vaginal como si fuera una batidora, la estaba encantando… Tiró de su pelo para que fuera al sitio que deseaba, notaba que se le inflamaba el clítoris sin recibir caricia alguna.
Jorge llevó sus labios hasta él dedicándose a succionarle suave, a darle pequeños mordisquitos que a veces dolían un poco… Le metió un par de dedos en su interior, la estaba matando de gusto… Se dedicó a frotarla por dentro, por la parte de arriba de su vagina sobre todo, hizo presión y… Estalló en un orgasmo maravilloso, como no había sentido nunca… Jorge siguió frotando, Ana intentaba quitarle la boca de su botón, la estaba crispando un poco bastante… Y estalló en el siguiente clímax sin haber dejado el anterior.
Su grito murió en la garganta al alcanzar por tercera vez otro orgasmo, sin haber terminado los anteriores. Tuvo que tirarle fuerte del pelo para apartarlo de ella o la daba un pasmo <<¡Madre del Amor Hermoso! ¡Que bestialidad de orgasmo!>>
Se quedó medio ida y despatarrada en la cama, Jorge se incorporó y la besó pasándole su sabor con la lengua… Ni se enteraba, estaba como en una nube, en el séptimo cielo… Y se la metió ¡Jesús, María y José! Pensó. Se la metió hasta el fondo en dos o tres meneos, intentando sacarle la matriz por la boca.
-Si vuelves a apretarme así al principio, te juro que te la corto – Le dijo con un poco de mala leche. La había destrozado el cuello del útero.
Jorge soltó una carcajada, la miró muy sonriente y volvió a reír. No pudo por menos que reírse ella también ¡Sería hijo puta!
-Oye tío, en serio, me has hecho polvo. Vete con cuidado que ahora me duele –
Se salió de ella y volvió con la boca a su vulva, a su vagina, a su botón… El chico consiguió que se volviera a correr y, entre espasmos, se la metió otra vez de manera muy suave, parando al llegar al final. Lo hicieron de forma mucho más pausada, cuando Ana ya iba dilatando más sus músculos vaginales, le cambió de postura poniéndose a horcajadas encima de él, ahora controlaba lo que quería meterse y lo que no.
Botó encima, se restregó contra su pubis, se dejó amasar y pellizcar las tetas… ¡Joder! No había sentido tanto gusto y tanto morbo en su vida ¡Esto era genial! Jorge ahora duraba, después de correrse tan rápido aguantaba más, a ella le estaba encantando… En un alarde, mientras se inclinaba sobre él, la metió un dedo por detrás, lleno de saliva, no la hizo nada de daño.
Cuando se cansó de botar, se puso a cuatro patas sobre el colchón, no tuvo que decirle nada, ayudándole con una mano volvió a su interior, ella llevaba su culo hacia atrás para sentirle mejor… Con sus dedos en su botoncito y su herramienta bien dentro, alcanzó otro orgasmo devastador sintiendo que su ariete se inflaba a golpecitos, llenándola entera.
Se dejaron caer en la cama de lado, Ana vio que su herida del pene le sangraba un poco, suponía que le tenía que escocer algo… Se lo dijo pero él lo dejó pasar.
Con una sudada tremenda, se fueron quedando un poco fríos, se taparon con las mantas, se besaron suavemente y, cansados, dieron una cabezada.
Menos de una hora después estaban repitiendo la sesión, lo disfrutaron a tope los dos. Bastante tarde se levantaron a comer, pero la siesta ya se sabe… Y por la noche…
El día siguiente lo tomaron con tranquilidad, Ana quería hablar con Jorge de planes de futuro ¿Qué iban a hacer a partir de ahora? Se lo tenían que pensar bien… En cuanto él quiso decir algo, su hermana le recordó, con una sonrisa taimada, quién mandaba allí.
Ana adoptó enseguida su papel de hermana mayor y apenas dejaba opinar a su hermano, “cuando seas mayor” le decía. Tenían que guardar el secreto, estaba de más decirlo, pero ser amantes en la misma casa… Eso iba a costar, a él más que a ella pues suponía que era capaz de aguantar más tiempo sin sexo. O eso pensaba, porque después de esto… <
. Pero tenía coche, hay cantidad de parejas que pasan años así y esperaban poder ser una de ellas. Luego se independizarían y ya sería otra cosa, vivirían en otro sitio, donde no les conocieran y serían una pareja feliz.
¡Lo que habían tenido que pasar para llegar a esta situación! Aunque Ana, de vez en cuando, seguía pensando en la violación de su hermano… Quizás algún día se lo perdonara, de momento no olvidaba. Suponía que alguna vez se lo haría pagar con algo más que un susto, pero eso sería en un futuro, cuando su hermano ni siquiera se acordara… <