En una sala de cine (1)

De cómo, mientras mi chica me hacía sexo oral, le metí mano a dos mujeres que se follaban en las butacas de atrás.

La película era lo de menos. Estábamos aburridos y se nos ocurrió ver lo que fuera. Al entrar a la sala nos sorprendió que estuviera tan vacía: sólo dos mujeres estaban sentadas en la última fila, justo en el centro, adonde da el pasillo de las escaleras; por lo que pude escuchar de su plática (pues la película aún no comenzaba), entendí que eran tía y sobrina. Mi chica y yo ocupamos una fila debajo de ellas; esta fila como las demás están divididas por el pasillo central, y acostumbramos ocupar los lugares cercanos a ese pasillo, con mi chica en el extremo.

—A mí me gustaría que mi mamá fuera más como tú.

—Pues sí, yo creo que es por tu papá.

—Ya ves cómo se viste.

—Pues yo la he llevado a comprarse ropa, y siempre lo mismo. De hecho, le regalé una mini como ésta

—¡Pero jamás la ha usado…!

Esta parte de la conversación me animó a echar un vistazo hacia atrás, por entre los asientos y, efectivamente, la tía llevaba una minifalda excesivamente corta, y no tenía ningún reparo en que se le subiera al cruzar y descruzar las piernas.

Cuando se apagaron las luces, mi chica me dijo que tenía que ir al sanitario. De modo que apenas se levantó, me quedé mirando a las mujeres, que bajaron la voz, pero por sus ademanes —sobre todo por los de la tía, que se tocaba las piernas y la cintura— entendí que platicaban de lo mismo. La sobrina notó que las estaba mirando y trató de hablar más bajo aún; sin embargo, no se lo dijo a la tía, quien ya la había tomado de la mano para que ella misma sintiera la textura de sus medias. La sobrina titubeaba un poco (creo yo que porque se había dado cuenta de que las miraba; además, éramos los únicos en la sala). A mí, con la mente cochambrosa que tengo, se me paró la verga de inmediato, y empecé a sobármela por encima del pantalón, asegurándome de que la sobrina se percatara de ello.

Mi chica regresó y se sentó, se abrazó a mí y comenzó la película que, por supuesto, ni pude ver, pues la tía y la sobrina comenzaron a acariciarse, primero de forma más bien discreta, pero conforme avanzaba la película la tía empezó a meterse la mano de la sobrina entre las piernas. Mi chica tenía su cuerpo recargado contra mí, por lo que sus nalgas quedaban a la vista de la sobrina, por lo que se me ocurrió subirle su falda hasta el calzón y acariciarle su rayita. Mi chica no tenía idea de lo que pasaba atrás, de modo que se dedicó a sobarme la verga ya de por sí endurecida. Esto excitó evidentemente a la sobrina, que no perdía detalle, y se bajó la cremallera de sus jeans. La tía, ni tarda ni perezosa, le metió mano un buen rato.

—¿Me la quieres chupar? —le sugerí a mi chica, con un volumen suficientemente alto como para que me oyeran las mujeres de atrás. Mi chica sólo se limitó a bajarme el cierre y a darme una de las ricas mamadas que suele darme, pues es muy buena para eso y más. Las dos mujeres escucharon —seguro—, y la tía se abrió de piernas y tomó la cabeza de su sobrina para que le mamara.

—Nos pueden ver —alcancé a escuchar que decía la sobrina.

—Hazlo, anda, no creo que el joven y su novia se molesten —y fue entonces que realmente se puso bueno el asunto, pues la tía volteó a verme. —¿Verdad? —dijo bajito, y me tocó la cabeza con su pie sin zapato; lo metió entre los respaldos de nuestros asientos y quedó justo en mi cara. Mi chica seguía mamándome la verga. Yo le subí su falda un poco más y le metí los dedos en la panochita. La sobrina comenzó a gemir, mientras yo le chupeteaba el pie a su tía, que tenía una mano en la cabeza de la chiquilla, presionándola contra su pucha abierta, y la otra masajeándose sus propias tetas.

Fue asombrosa la cantidad de leche que derramé en la boquita de mi chica, quien me siguió mamando.

—¿Me la metes…? —me pidió. Wow. Y a película apenas llevaba unos veinte minutos

Me gustaría recibir comentarios de mujeres que les interese hacerlo en público. Escríbanme a gusanonegro@hotmail.com