En una piscina pública

Sexo en la piscina...

RELATOS ERÓTICOS

DE BOLSILLO:

En una piscina pública

Era Domingo, nos encontrábamos en una piscina pública de Bormujos (Sevilla), estábamos allí con los amigos y sus novias, yo con la mía, Laura, mi primer gran amor. Recuerdo que estábamos jugando a las cartas cuando ella se levantó y me dijo que se iba a dar un baño, me insinuó con la mirada que fuese con ella, iba sola y decidí acompañarle.

Nos tiramos los dos a la piscina, empezamos a jugar, tirándonos agua y tonteando durante un rato hasta que me acerqué a ella y le di un beso, un beso único que fue difícil de olvidar, nuestros labios carnosos, húmedos y esponjosos que se fundían en un momento de compenetración mutua que derivaría en un recuerdo único en mi vida.

Creo recordar que no tardamos ni un minuto en volvernos a besar, quizás fue por el roce de nuestros cuerpos mojados o por agradable placer que sentían mis manos al repasar sus curvas rozando su pequeño bañador mojado y adherido tan perfectamente a su piel que parecía formar parte de ella, sería quizás por aquello por lo que cada vez estábamos mas ardientes y se notaba porque pasamos de besarnos a casi devorarnos sin respirar apenas.

La situación era muy difícil por la razón de que, a pesar de que queríamos algo más que besos, allí había mucha gente y muchos niños pasaban buceando por debajo nuestra, ¿sería por eso por por lo que no pudimos parar? Manteníamos la discreción jugando con las manos bajo del agua, nos acariciábamos y tocábamos cada rincón de nuestros cuerpos, rompíamos los límites de la novatez por primera vez.

La sensación de sus curvas desnudas debajo del agua me estaba excitando demasiado rápido y el socorrista empezaba a sospechar.

Ella estaba pegada a mi, sonreía sujetándome la cara y mirando mis labios sonrientes al sentir como se me estaba poniendo cada vez más erecta en su ingle. Se subió a mi, abrazándome con los brazos el cuello y con sus piernas mi cintura, yo la sostenía por el trasero con mis manos nerviosas, poco a poco mientras nos besábamos, nos íbamos acercando a la pared hasta quedar con mi espalda en ella y con las piernas flexionadas para que nuestros cuerpos quedaran sumergidos lo más posible.

Después de colocarme junto a la pared, yo quedé con las piernas abiertas y relajadas. El agua me llegaba al cuello, ella estaba también abierta de piernas sentada en mi cintura rodeando mi cuello con sus brazos.

Se estaba calentando tanto la cosa que, mientras nos besábamos ella mecía suavemente su cintura rozando su entrepierna con mi pene erecto oculto en el bañador pero fácil de sentir, aun llevando ella el bikini puesto, notaba como con aquellos movimientos que hacia con su cintura, rozándose conmigo, los labios de su vagina se abrían y sentía como mi sexo se hundía entre ellos.

Tan solo los finos tejidos de su bañador y el mío impedían la penetración; sus pechos estaban aplastados contra el mío y sentía fácilmente como sus pezones se endurecían. Rodee sus glúteos con mi mano y la llevé por atrás hacia su entrepierna buscando la gomilla de su bañador, cuando la encontré tiré y lo eché hacia un lado un poco, lo justo para dejar espacio suficiente para que mi pene entrara por sí solo en algunos de los movimientos.

Solo nos podíamos permitir hacer movimientos milimétricos para no levantar sospecha, aunque el calor y las ansias perder la virginidad con mi chica me llevo a perder también la vergüenza. Los labios de su vagina me recorría el pene de arriba a abajo en un vaivén de roces continuos me llevó a agarrar fuertemente sus glúteos y separarlos para sentir todo su sexo pegado al mío.

Mientras los separaba, mis dedos inquietos buscaban el orificio de su ano hasta que, cuando la yema de mi dedo lo tapo, la hundí poco a poco desembocando en que reposara su cabeza sobre mi cuello comenzara a mordisqueármelo y a gemir dulcemente.

Ella no tardó mucho en pedirme que introdujera el segundo dedo y yo tardé menos aun en hacerlo. Ardiente y desenfrenada, apartó mi mano que le masturbaba continuamente y bajó con prisas mi bañador. Me cogió el pene con una mano y me dio placer ansiosamente a la vez que nos mordíamos los labios con besos que querían llegar a más. Se sentó sobre mi cintura, abierta de piernas, rozando su clítoris en mi pubis.

Ambos estábamos disfrutando de aquellos momentos que vivimos por primera vez, cada beso, cada abrazo, cada roce era único. Ella seguía rozándose, entre los vaivenes mi pene deslizaba entre sus ingles y para la sorpresa de ambos, cuando menos nos lo esperábamos, llegó la penetración, mi miembro entró cuando creíamos que golpearía su pubis o sus ingles, le recorrió por dentro sintiendo el calor de su cuerpo, entró suave sin esfuerzo, desembocando en gemidos salvajes que ahogamos en nuestros besos.

No paso mucho tiempo para poder notar ya en su rostro, en sus ojos cerrados, su boca abierta y su respiración entre-cortada que pronto mi pene quedaría bañado por su inminente orgasmo y que yo no tardaría en seguirla.

Solo necesite que sus gemidos se intensificaran cada vez más para eyacular dentro de ella, tanto era el placer que, sentía como que no podía dejar de eyacular, mi calor fluía dentro de ella que hacia eco a cada borbotón que entraba, con un gemido dulce y suave.