En una habitación de hotel con un desconocido
Un hombre casado, en gira de ventas, debe compartir la pieza de hotel con un hombre más joven, recién separado.
En una habitación de hotel con un desconocido.
Capítulo 1. No me lo esperaba...
Tuve que compartir la habitación del hotel con un desconocido. "Juan Carlos" se presentó, con un fuerte apretón de manos. "Acabo de separarme hace pocos días y me tuve que venir a este hotel", agregó como para completar la presentación. Me pareció un tipo agradable, incluso atractivo. Y nos quedamos charlando para conocernos un poco mejor. Yo, por suerte, no soy separado, y soy muy feliz con mi hogar y mis tres hijos. Claro, él era algo más joven, de unos veintinueve años, mientras que yo iba camino a los cuarenta y dos. Pero hicimos buenas migas. Cuando decidimos irnos a dormir tuvimos que enfrentar un problema que había ido entreviendo subconscientemente durante nuestra charla: había sólo una cama, matrimonial. Era incómodo e inusual, nunca había dormido con un hombre. Pero no hice cuestión, al fin de cuentas ¿qué podía pasar?
Le dije que yo dormía del lado derecho, y me dijo que su mujer igual, así que estaba acostumbrado al lado izquierdo. Nos quedamos en slip, sin camiseta y nos acostamos. No pude menos de notar que tenía un muy buen cuerpo, lo que me dio, sin saber por qué, cierta intranquilidad. Después de leer unos minutos apagué mi velador, y él siguió leyendo el libro que había yo visto sobre su mesita de luz: las memorias de una princesa rusa. Tuve la impresión de que se estaba tocando, pero me dije "Es asunto suyo" y me volví de lado y me dispuse a dormir. Al poco rato Juan Carlos apagó su luz también. Y yo me fui adentrando en el sueño.
En cierto momento sentí una sensación muy placentera, pero seguí durmiendo. Mi compañero me estaba acariciando el culo. Cuando lo comprendí no supe qué hacer. Escandalizarme era hacernos pasar un mal rato, si iba a pararle el carro tenía que hacerlo de una manera más amable, para que la cosa no le resultara tan violenta al muchacho. Por otra parte la cosa era muy placentera y también excitante. Así que hice como que seguía durmiendo, y le acomodé el culo como para que pudiera acariciármelo mejor.
Una parte de mí no podía creer lo que estaba haciendo, ni lo que me estaba pasando. A otra parte de mí se le había parado la pija. "Pobre muchacho", pensé, "hace días que no está con su mujer, debe estar caliente" y lo sentí continuando con su metida de mano en mi culo. Me dejé hacer. Y comencé a sentir deleitosas sensaciones en mi orto. Y mi respiración se aceleró un poquito. De pronto metió una mano por debajo de mi slip, para acariciarme el orto piel a piel. Mi respiración se aceleró un poco más. Entonces con un dedo exploró la entrada de mi ojete. ¡Eso era ya demasiado! Pero ¿qué hacer... ? Pronto me bajó el slip hasta la base de las nalgas, y el dedo volvió, ahora ensalivado. Y me penetró un poquito el ojete. Mi pija se puso a mil. Su dedo entraba y salía un poquito. Pero pronto volvió más ensalivado aún y su dedo medio me penetró con más profundidad. La respuesta de mi cuerpo me sorprendió: arqueé mi cintura para ofrecerle el culo generosamente. Él lo advirtió complacido, sin duda, y comenzó a cogerme con el dedo. A esa altura yo ya no podía seguir fingiendo que dormía, mi respiración se había acelerado aún más y ya mas bien jadeaba. "Te está gustando, Enriquito, ¿verdad... ?" su voz cálida en mi oído. Yo sólo contesté con un gemido apagado, mientras sentía su dedo cogiendo mi ojete.
Comenzó a besarme en el cuello, echándome su aliento, y vino un segundo dedo. Tener sus dos dedos en mi culo fue una sensación más fuerte. Yo dejaba que mi culo se abriera, sin presentar resistencia. "Qué rico ortito que tenés, Enriquito...!" jadeó en mi oreja con su aliento caliente, mientras me lo continuaba cogiendo con sus dedos. Yo sólo podía gemir y jadear. Y me metió el tercer dedo, sin que mi ojete experimentara más que un gran placer. Me sentí muy puto. Y él parece que sintió lo mismo. "No me imaginaba que fueras tan puto, Enriquito... !" "...ahora te voy a hacer probar algo mejor... !" Yo me asusté un poco, pero me tranquilicé al sentir su lengua entrando en mi ojete. "¡Ahhh...!" exclamé sin poderme contener. Y con su lengua, gorda y caliente, siguió cogiéndome el ojete.
Con sus manos guió mi cuerpo para ponerlo en cuatro patas, y continuó la lamida. "...¡Ahora viene lo bueno, corazoncito... !" Y sentí su gruesa polla por debajo de mis bolas. Estaba durísima. Y después la hizo subir entre mis cachetes, con la punta hacia arriba. Pero no hizo amago de metérmela. Comenzó a pajearse entre mis nalgas, subiendo y bajando. Y podía sentir con mi ojete sus frotamientos. Así estuvo durante unos minutos. Y mi ojete se iba abriendo, hambriento. Su gorda cabeza pasaba una y otra vez frente a mi puerta cada vez más abierta y anhelante. Y en un momento me encontré pidiéndole, con un entrecortado murmullo: "A-den-tro... por fa-vor... aunque sea sólo un poquito..." le supliqué. "¡Yo sabía que haciéndote esto ibas a terminar pidiéndomelo, gordito... !" y puso su gorda cabezota a la entrada de mi ojete.
"No te asustes, no te lo voy a meter más que hasta donde me lo pidas. Sólo voy a desarrugarte un poquito el orto... !" Y, no sé si se lo había ensalivado, o eran sus jugos preseminales, pero la cabeza entró sin dificultad, produciéndome un gran placer. Y se quedó cogiéndome el principio del ano, entrando y saliendo suavemente. Yo me acomodé abriéndome lo más que pude, aunque el tramo siguiente del ojete se me iba abriendo solo. Y le musité "... un po-co más, por fa-vor..." Y sentí que entraban tres o cuatro centímetros más de grueso tronco. Ahora debían ser seis o siete centímetros de su polla saboreando mi culo. Debían ser sus fluidos preseminales, comprendí con excitación, ya que mi orto se iba lubricando y dejando paso, centímetro a centímetro, en su interior. Mi dios, que gorda y dura que la sentía. "¡Me está cogiendo!", pensé fascinado por las sensaciones y la situación.
A esa altura, con toda su polla empotrada en mi orto, Juan Carlitos no se andaba con delicadezas. Entraba y salía con fuerza, y volvía una y otra vez a metérmela hasta el fondo del orto, mientras su pecho se pegaba a mi espalda y sus jadeos en mi cuello me ponían la piel de gallina. De pronto me la sacó, me volteó boca arriba, me levantó y abrió las piernas y colocándose entre ellas me la enterró nuevamente, y echando su cuerpo sobre el mío, comenzó a besarme de lengua. Con cada empellón su cuerpo frotaba mi pija al palo, y entre eso, los besos en la boca, la pasión de su abrazo, y su pollota en mi culo, no soporté más y me corrí sin poder contenerme. A Juan Carlos también le había llegado el momento, y se corrió dentro de mi culo abundantemente. Podía sentir las pulsaciones de su pijota precediendo a cada chorro, parecía un torrente. Con la pija enterrada hasta el fondo me mandó ocho o nueve chorros, uno tras otro, bombeándome su leche en el culo llenándomelo a rebosar. Luego se quedó tendido sobre mí, mientras su nabo emitía las últimas y suaves pulsaciones, seguidas de las últimas emisiones, hasta que estas terminaron y el se durmió sobre mi cuerpo, con su pija en mi culo. No estoy muy seguro de si me dormí o me desvanecí de tanto placer.
Y seguimos así no sé por cuanto tiempo, una hora o dos. Una dulce sensación me despertó. Su nabo se mecía suavemente dentro de mi orto, mientras se iba endureciendo y engordando. Mi ano estaba lubricado, muy lubricado, de modo que me dispuse a otra tanda de placer. Juan Carlos me estaba trabajando el culo con sencillez y maestría. Se movía con un ritmo lento, mientras me besaba y lamía el cuello. Yo suspiraba, completamente entregado. Me dio vuelta boca abajo.
Sus manos comenzaron a acariciarme los pezones y también a apretarme el pecho alrededor de cada pezón. Como no soy delgado, el me lo agarraba como si fuera una teta pequeña. Así en ambos lados. Deleitosas sensaciones invadieron "mis tetas", y comencé a gemir de placer. El miembro de Juan Carlos había alcanzado su máxima plenitud en dureza y volumen, y el desgraciado me lo estaba haciendo sentir a fondo.
Me lo estaba moviendo con ritmo un poco más rápido y creciente. Yo acomodé mis nalgas para facilitarle la tarea. Yo también estaba al palo, y con cada una de sus embestidas mi pija de frotaba contra la sábana, en una suerte de paja. El pensamiento de que otro hombre me estaba culeando, junto con la doble sensación en mi nabo y en mi culo, fueron demasiado para mí, y me corrí durante la garchada que me estaba dando. Me quedé flojo, con el culo entregado, mientras él me lo seguía trabajando, poco a poco más rápido. Ahora su nabo entraba y salía cada vez más enérgicamente de mi culo.
Con sus manos se aferraba a mi cuerpo como para afirmarse en sus embates. Mientras continuaba echándome su aliento caliente y húmedo y diciéndome cosas apasionadas que, con el trastorno de mi mente mareada por el placer, no alcanzaba a entender. Pronto alcanzó su cúspide y enterrándome al fondo su pija rígida comenzó nuevamente a lanzarme otra tanda de chorros de semen. ¡Que producción de leche tenía este muchacho! ¡Ni en mis mejores momentos había yo largado tanta en una sola noche!
Capítulo 2. Al otro día.
Por la mañana, cuando me desperté, Juan Carlos estaba ya levantado, y todavía desnudo caminaba por la pieza recogiendo las cosas para irse a trabajar. Pude ver su miembro bamboleándose mientras se movía de aquí para allá. Cuando me vio despierto me tironeó para ponerme de pié y apretándome contra él me dio un enorme beso de lengua, frotando su miembro flácido (aunque no tanto) contra el mío. "Esperame esta noche temprano, corazoncito..."
Durante el día proseguí con las tareas que me habían llevado hasta esa pequeña ciudad. Estuve viendo a mis clientes y levantando sus pedidos, pero en un estado de ensoñación difusa. Lo que me había ocurrido me había conmovido profundamente. Estaba descubriendo un aspecto desconocido y desconcertante de mi identidad, que hasta ese momento había sido de una heterosexualidad sencilla y sin dudas ni sospechas. Pero ahora... ya no sabía muy bien como pensarme... Por la tarde llamé a mi esposa y le conté algunas vaguedades acerca de mis ventas, y le comenté que tenía que visitar a algunos de los clientes al día siguiente. "Espero que no tengas alguna amante escondida por allí" me dijo bromeando. Yo me reí nerviosamente y luego cortamos. Tenía una extraña sensación en mi culo.
Llegué al hotel temprano y ya Juan Carlos me estaba esperando en la pieza. "Hola" me dijo con su voz más varonil y seductora, "me pasé el día pensando en las cosas que quiero hacer con vos", y abrazándome de frente me empezó a comer la boca a besos. Traté de detenerlo un poco "N-no sé Ju-juan Carlos..." le dije en medio de la andanada de besos que me estaba desestabilizando. "Y-yo... no s-soy gay y no sé si debemos se-seguir con esto..." pero él seguía devorándome la boca y su lengua iba destruyendo implacablemente mis defensas...
Me agarró la cabeza con ambas manos y me la bajó hasta la altura de su bulto que se veía prominente en sus pantalones. Se desabrochó la bragueta y su poronga oscura saltó a la libertad. Detrás un abundante colchón de pendejos le agregaba morbosidad. De la punta sin descubrir de su nabo emanaba un olor irresistible a macho y se la podía ver humedecida por sus líquidos pre-seminales.
No pude menos que meterla en mi boca y comenzar a lamerle los jugos en la rugosa cavidad que rodeaba a su glande, todavía tapado, y se la comencé a chupar y chupar. Él echaba su pubis hacia delante, para ofrecerme descaradamente su falo. Y yo, perdida toda compostura, se la mamaba perdidamente. Sólo rodeaba la cabeza con mi boca, pero eso me permitía chuparla a gusto. Succionando golosamente mientras mi lengua rotaba y rotaba por cuenta propia. Lo fui llevando hasta la cama, donde quedó de espaldas, y arrodillado frente a su poronga enhiesta se la agarré con ambas manos y se la seguí chupando. Él comenzó a gemir. Tenía unos huevos peludos, grandes y llenos de leche, ahora comenzaba a comprender su tremenda producción, eran por lo menos del doble de tamaño que los míos. Y yo quería esa leche. Y no pararía hasta ordeñarla en mi boca. Con una de mis manos comencé a acariciarle su culo entre sus nalgas peludas, y con la otra comencé a pajearlo lentamente, mientras mi boca continuaba con la jugosa chupada que seguía haciéndole cada vez con más fruición.
Sus piernas se extendían rígidas y despatarradas, y se sacudían con movimientos espasmódicos. Y mi boca continuaba chupando implacablemente. Sus jadeos eran cada vez más rápidos y de pronto todo su cuerpo se puso rígido y continuó así durante un momento interminable, y luego su polla comenzó a sacudirse dentro de mi boca, y los chorros de semen caliente se derramaban uno tras otro y yo los iba saboreando y tragando golosamente. Cuando fueron menguando seguí tragando y lamiendo y chupando hasta extraerle la última gota. Luego se la besé un poco más y me tendí a su lado. "Gracias, mi amoroso, es que extraño a la puta de mi mujer y vos me estás haciendo el favor..." dijo, mirándome a los ojos. Al rato me bajó el pantalón y mi poronga saltó al aire. Entonces, montándola con su culo peludo, comenzó a cogerse. Tenía el ojete muy apretado, pero mis jugos lúbricos ayudaron en la tarea y pronto se la tuve metida hasta el fondo. Nunca había estado mi poronga en un ojete tan apretado y caliente. Y me corrí con largos chorros dentro de suyo. Él lo festejó con suspiros de gran placer y empujó su orto hacia abajo para enterrársela completamente, y chupar en las profundidades de su culo toda mi eyaculación. Quedamos rendidos nuevamente, acostados panza arriba, mientras nuestras respiraciones se iban aflojando.
El resto de la noche continuamos mimándonos, con ternura entremezclada de lujuria. Con el sentimiento de dos enamorados. Me cogió dos veces más, le chupé las bolas, le chupé el culo y se lo cogí, me chupó la pija, las bolas y me cogió, haciéndome acabar, fue la tercera vez que me cogió esa noche. Me sentó el culo en la cara mientras yo le pajeaba el endurecido miembro, y a último momento lo hice derramarse en mi cara. Supe lo que era el gusto a macho, supe lo que es cogerse a un macho. Nos quedamos agradecidos el uno con el otro.
Continuamos revolcándonos por la mañana, y al mediodía nos despedimos y volví para mis pagos.
Tengo su e-mail para avisarle la próxima vez que vaya por ahí.
Si querés contarme que te pareció este relato escribime a instintogay@hotmail.com