En una fría noche de invierno II.
En una fría noche de invierno, yo, Álvaro me encontraba pajeándome delante de mi ordenador. El video porno que estaba viendo no tenía nada de especial: una niña con unas tetitas firmes y un culito respingón intentaba meterse por su inexperto trasero la enorme polla de un veterano del cine X.
En una fría noche de invierno II.
A continuación la seguna parte del relato de autosatisfacción protagonizado por Melissa. En esta parte, Álvaro, su protagonista, recibe su merecido premio después de rescatar a la dulce chiquilla.
En una fría noche de invierno, yo, Álvaro me encontraba pajeándome delante de mi ordenador. El video porno que estaba viendo no tenía nada de especial: una niña con unas tetitas firmes y un culito respingón intentaba meterse por su inexperto trasero la enorme polla de un veterano del cine X. Aún así, servía para calmar mi sed de sexo y también para intentar disimular la tristeza por mi reciente divorcio. Me había casado con la mujer equivocada, los dos lo sabíamos muy bien. Éramos jóvenes, ella estaba muy buena y tenía unos melones descomunales. No podía dejar que otro capullo se la llevara. La verdad es que durante muchos años nuestra actividad sexual fue de lo más intensa. Parecíamos dos animales en celo. Lo hacíamos en todas partes y de todas las maneras posibles: en el parque la encaraba de cuatro patas, en el autobús me la lamía cómo una zorrita, en la cocina la enculaba mientras hacia la comida, el kamasutra se nos quedaba corto y tuvimos que innovar. Pero llegó un momento en que la vida nos pidió algo más y entonces a los nueve meses tuvimos un hijita maravillosa que se llama Carla. Esa hija mía ahora ya tiene unos añitos más y es psicóloga. Ha heredado la belleza y sensualidad de su madre: pelo rubio dorado, unos ojos castaños que te penetran como agujas de pasión en tu corazón, unas enormes tetas naturales bien redondeadas con unos pezones firmes y un culo pequeño pero bien proporcionado que me incitaba a comérmelo para desayunar. En más de una ocasión tuve sueños eróticos con ella y en lo más profundo de mi subconsciente aún siento un enorme impulso sexual hacia mi propia hija, impulso que nunca tuve el valor de sacar a la luz. Puesto que éramos una pareja muy liberal, el sexo no suponía un tabú en nuestro entorno familiar y desde muy jovencita la animamos para que tuviera las más variadas y mejores experiencias sexuales posibles. Una vez, se trajo un noviete a casa. Al poco tiempo de llegar y sin pudor alguno se pusieron a follar delante de nuestras narices en el sofá del comedor. Delante de ese placentero festival a mi mujer y a mí nos entró un calentón aberrante. El descaro de los chicos iba en aumento y nosotros no podíamos quedarnos atrás, así que nos unimos a la fiesta. Mi esposa se apoyó cara la pared con una pierna en el brazo del sofá y yo empecé a embestirla como un toro. Eso sí, yo no dejaba de mirar ni un segundo cómo follaban a mi hija. Y ella, la muy guarra, tampoco me sacaba un ojo de encima. Nuestro nivel de excitación estaba por las nubes, nos encontrábamos en el paraíso y estoy seguro que si se lo hubiera propuesto habríamos hecho un intercambio de parejas. Pero aún así, fue una de las mejores experiencias de mi vida. Creo que el sexo se debería compartir en familia.
A eso de la una de la madrugada me llaman de la centralita de grúas. Me dicen que una joven ha tenido un leve accidente en la carretera comarcal. "Madre mía", pienso, "debe estar muy asustada". Quedarse atrapada con el mal tiempo que hacía en medio de aquella carretera no tiene que ser plato de buen gusto para nadie. A pesar de la interrupción de mi calentura me dispuse rápidamente a auxiliar a la mujer. Pero creedme cuando os digo que nunca me habría imaginado que al llegar me encontraría una situación semejante.
Dentro del coche, que se había siniestrado contra un árbol del camino, se hallaba una mujer desnuda dormida. Piqué contra el parabrisas varias veces hasta que la desperté. Su sobresalto fue digno de ver. Se tapó sus partes íntimas con celeridad e intento vestirse y rehacer su compostura. Yo atónito, no podía creerme lo que estaba viendo. Una mujer de unos veinticinco años, ojos morenos, piel bronceada y cabello oscuro azabache. Una belleza mediterránea con unas curvas de infarto desnuda en medio de la nada y totalmente a mi alcance. Y no sé por qué pero la chica me recordaba a mi hija.
Salió a duras penas y medio vestida del coche. Me habló de su accidente, me preguntó sobre el estado del coche, me dijo que su seguro lo cubría todo, me indicó a que pueblo quería ir.... Pero yo no podía quitarme de la cabeza la visión de la chica desnuda y su parecido con mi niña. Mi empalme iba en aumento, tenía unas ganas increíbles de follarme aquella joven, me había quedado bien caliente antes y tenía que sacar toda mi rabia. Me acerqué poco a poco a la mujer y le pregunté su nombre.
Melissa, me llamo Melissa-.
Muy bien Melissa, conozco a un mecánico en el pueblo que puede hacerte unos arreglillos en el coche a un precio muy económico, si hablase con él....-
Sí, por favor, te estaría muy agradecida-.
Además de rescatarte y llevar tu coche al lugar que me has dicho-.
-Sí, gracias-.
Pero no podré olvidarme de tu cuerpo desnudo-.
¿Por qué no?-.
En aquellos instantes la tensión sexual no hacía más que subir, yo estaba a punto de explotar.
- Nunca había visto una mujer tan bella como tú-.
Inesperadamente para mí ella me contestó:
¿Quieres verme otra vez?-.
Por favor...-.
Y a partir de aquí solo fue pasión, deseo y lujuria. Nos lanzamos como lobos el uno contra el otro y nos fundimos en un gran beso. Mientras le comía la boca nos íbamos sacando la ropa mutuamente. Estábamos tan excitados que no sentíamos el frío de la madrugada. La empotré contra la parte delantera del coche estirándose ella encima del motor. Yo agachado le quité las bragas y empecé a comerle todo el chocho. Madre mía, parecían las cataratas del Niágara, que mojada estaba la chiquilla. Lamí y succioné sus fluidos. Mi lengua se introducía por su sagrada caverna y le comí, le comí su coño como nadie lo había hecho antes. Ella se venía, se estimulaba sus pezones y me empujaba la cabeza hacia dentro de su sexo.
- Que rico!! Sí!!! Más, más, maaaas!!-.
Como gritaba la muy puta. La giré bruscamente y la empotré contra el árbol. Mi polla estaba a punto de explotar. - Te voy a follar como nunca lo han hecho antes furcia- le dije susurrándole en el oído. Empecé a embestir, primero despacio, saboreando el momento. Una, dos, tres, cuatro.... Ella pedía más: - Dámelo todo Álvaro!!!-. Pero fui paciente. Subí el tempo, ella ya iba por el tercer orgasmo. Cada vez más rápido, mi glande entraba y salía, entraba y salía. Subía la velocidad: 20, 40, 80, 100 por hora. Me estaba a punto de correr:
- No puedoo!! Me voy a correr!!!-.
Agarré su negra cabellera con las dos manos y empujé con todas mis fuerzas mis genitales contra su sexo. La fuerza que desprendíamos era increíble. Y entonces me vine. Dios!!! Una fuente de leche emanaba de su coño. Que orgasmo, de verdad. Me saqué el pene y se lo ofrecí para que lo devorase. Ella se lo zampó hambrienta, me lo dejó bien limpito.
Ahora sí, te llevaré a donde me has dicho-.
Gracias-.
No, gracias a ti Melissa-.
Fin.
Espero que les haya gustado, gracias por leerme. Si no han leído la primera parte les recomiendo que lo hagan. Comentad si tienen sugerencias. Muchas gracias a tod@s.