En un viaje conozco a Luis

Ahora estudio en otra ciudad, Miguel me manda llamar, aprovecho mis primeras vacaciones para viajar en un autobús a mi casa, Luis un hombre maduro es mi compañero de viaje.

En un viaje conozco a Luis.

-Entonces, ¿ya lo decidiste?

-No lo decidí yo, te lo he explicado, no puedo dejar de ir a verlo, me amenazó con recortarme la ayuda económica, incluso retirármela si no voy a estar unos días con él, ¡entiéndelo Víctor! no es que yo esté ansioso por verlo.

-Lo que no entiendo de ti es la actitud que tomas, ya habíamos quedado, quedaré mal con mi amigo, los tres estuvimos de acuerdo que nos reuniríamos uno o dos días de la próxima semana… ¿Lo recuerdas Juan?

-Claro que lo entiendo, y lamento de verdad no poder cumplir con ese compromiso, tu podrás disculparme con tu amigo.

Me adelanto un poco en el tiempo, ahora me encuentro estudiando en la Ciudad de México, Miguel sigue en su mismo trabajo. A Víctor lo conocí en un concierto en el Teatro de Bellas Artes, lo veo con regularidad.

El ruido del motor del autobús me arrullaba, más el recuerdo de la discusión con Víctor y el golpe en la mejilla, descargado con furia no le permitía dormir, hacía media hora había continuado la marcha después de hace una parada en la terminal de autobuses de Querétaro, aún quedaba buen tramo de camino. Hasta esa parada obligada Juan había viajado solo, Un hombre de unos 50 años ocupó el asiento del pasillo, al no poder conciliar el sueño decidió leer.

-Le molesta si enciendo mi luz para leer.

-Enciéndela, no tengo ningún problema, puedo dormir con luz, de hecho, siempre lo hago, ¿sabes? vivo solo separado de mi exesposa y desde mi separación he dormido con una pequeña luz en mi cuarto. A propósito, soy Luis

-Yo Juan, para servirle señor, vivo en la Ciudad de México, estudio, ahora estoy de vacaciones, voy a visitar a mi padre, él vive en Torreón.

-Oh, que coincidencia, También vivo en Torreón, tengo un negoció vine Querétaro a visitar a mi madre que está enferma, ya voy de regreso. Ahora, desde mi separación vivo solo.

-Oh señor Luis, qué pena que su madre esté enferma y que se haya separado.

-No, para nada Juanito, mi madre dentro de su enfermedad está bien, y mi separación pues tenía que suceder, ya hace tiempo de ello, ahora estoy tranquilo, me siento bien; el matrimonio es un compromiso, muchas veces no se puede llevar, y cuando eso sucede lo mejor es separarse, ¿No lo crees?

-Bueno si usted se siente a gusto de esa manera, pues creo que está bien, ahora no tengo compromiso, ni quiero por lo pronto.

-Es lo mejor, además estás muy jovencito, ¿no tienes novia verdad?

-No Señor Luis, no tengo,

-¿Qué edad tienes Juanito?

-18 años, cumplidos.

-Pensé en 16 o 17 te ves muy jovencito-

-- Si, la gente me dice lo mismo, soy muy delgado, aparento menos edad señor Luis.

-Pues a tu edad ya andaba de enamorado.

-Pienso que sí señor Luis, con lo guapo que es usted, imagino que tuvo usted mucha suerte para ello.

Sentados en sendos asientos de la parte posterior del autobús platicábamos despreocupadamente, lo hacíamos en voz baja respetando el descanso de los demás, había encendido su lámpara individual, tenía el libro en mi mano. Me encontraba animado platicando con mi acompañante.

--¡Hace frio Juanito!

Luis notó que tiritaba, se levantó de su asiento sacó una cobija de su maleta y me la ofreció.

-No Señor Luis, tápese usted, también debe tener frio.

-La podemos compartir, es lo suficientemente grande para los dos Juanito.

-Bueno si así se siente bien, acepto.

Cubrió bien mis piernas y las de él, y se acomodó en su asiento.

-Descanse señor Luis, aún nos falta mucho camino para llegar a nuestro destino.

-También tu descansa Juanito.

El autobús continuó su viaje, cerré mis ojos tratando de descansar, No supe más, había conciliado el sueño. Desperté ante una calma. El autobús estaba detenido. La luz de los andenes iluminaba el interior. Estaba solo en el asiento que compartía con Luis.

-Pensé que te haría bien beber algo caliente, ¿Te agrada el capuchino? con el frío que hace Juanito te sentará bien.

-Oh, señor Luis que amable es usted, gracias, sí, me gusta mucho lo prefiero a otras bebidas.

Luis tomó asiento nuevamente, cubrí sus piernas la manta, me tomé la libertar de frotar mis manos sus piernas tratando de hacerlo entrar en calor.

-Tienes unas manos calientitas y acariciadoras Juanito, gracias, con eso entraré en calor, y vaya que se siente rico.

-Usted está muy frío.

Seguí con mi masaje, sus piernas pronto entraron en calor, en un movimiento toqué su entrepierna, lo sentí erecto, rápidamente retiré mi mano.

-Oh, perdón señor Luis, fue involuntario, mil disculpas, no piense mal.

-Claro que no pienso mal, fue un movimiento involuntario, además con una mano tan cálida como la tuya es natural que a un hombre de mi edad y sin tener mujer se le levante el ánimo. sentí mi cara roja por la pena.

-No te fijes muchacho. Tranquilo, no pasa nada.

-Oh, gracias Don Luis, sus palabras me tranquilizan.

-Llámame Luis, sin formulismos, que la edad no sea una barrera para ser amigos, con confianza.

-Si Señor Luis, me es difícil, lo intentare.

-Me parece muy bien, dices que visitas a tu padre, ¿verdad?

-Así es Don Luis, digo, Luis, desde hace días me viene insistiendo que quiere verme.

-¿Cuánto tiempo estarás en la Ciudad?

-Una semana más o menos, debo regresar a clases

  • Perfecto, te invito si puedes y así lo decides a tomar un capuchino que tanto te gusta, o una copa de buen vino, lo que prefieras.

-Claro que si Señor Luis.

-Luis a secas, Juanito.

-Está bien Luis, acepto tu invitación, puedo verte por la tarde o cuando tengas tiempo.

Disfrutamos nuestras bebidas, comentamos sobre el frio que hacía, lo agradable de nuestra compañía y agradecí sus atenciones; el autobús se hizo a la carretera, la lluvia azotaba los cristales, el ruido del motor nos arrullaba, pronto nos venció el sueño.

Luis percibió la respiración pausada y tranquila del jovencito, sus piernas se tocaban, se animó a posar una mano sobre la rodilla de su compañero, y deslizarla lentamente a lo largo de las piernas.

Sentí su caricia, descansé mi cabeza sobre el pecho, sus manos se aventuraron al interior de mis muslos, luego sentí su mano en mi espalda, lentamente sobre mi ropa, Respondí a su caricia abriendo su boca y recibiendo un beso apasionado de Luis, mientras mi curiosa mano subía hasta su entrepierna. Palpé sobre su ropa la rígida herramienta.

-Pequeño, ¡Que hermoso eres! Qué lindo estás. -Palabras de Luis a mi oído-

No contesté, ofrecí mi boca para recibir un beso más de Luis. Estaba extasiado, absorto, sus manos me acariciaban.

-¿Te gusta mi buen Juanito? ¿Te agrada lo que tienes en tu mano?

-Si Luis, mucho.

Metí la mano a su entrepierna, bajó el zíper de su pantalón, y con mucha dificultad sacó de su escondite su pene erecto. Lo acaricie no pude abarcarlo completamente, Descubrí su glande, parecía de ensueño,

-¿Quieres mamarlo?

-Sí, si lo deseo, ¿pero aquí Luis?

-Claro, metes tu cabecita bajo la cobija niño lindo le das un beso, abres tu boquita y lo haces.

Mi mano continuó acariciando su verga, bajando y subiendo el prepucio antes de meter mi cabeza bajo el cobertor, dirigí mi vista en todas direcciones buscando una mirada indiscreta entre los pasajeros, al parecer todos dormían, fue entonces que me decidí metí mi cabeza bajo la manta que nos cubría.

Lamí su glande, antes había bajado su prepucio con mi mano, lo metí en mi boca, lo estimulé, lentamente fue entrando en mi boca, su mano se posó sobre mi cabeza invitándome a tragarla toda. Y vaya que me penetró, me entró toda invadió mi garganta, cedió la presión y comencé a mamar, una y otra vez entraba, mi mano acarició sus testículos. Besé su entrepierna, de momento salí de debajo de la manta lo abracé, nos besamos con frenesí, nuestras lenguas su juntaron, sus manos acariciaron mis nalgas.

-      Juanito, Quiero cogerte.

-      ¿Aquí Luis?

-      Si, aquí.

-      Nada de peros Juan.

Su voz sonó autoritaria, le salió lo hombre, lo macho, igual a todos los hombres desabotoné mi pantalón, me lo bajé, lo mismo hice con mi trusa. Y me monté sobre él, su miembro estaba a su máxima expresión, lo sentí en la entrada de mi recto, puso sus manos sobre mis caderas y me obligó a dejarme caer en su pene. Reprimí una exclamación, por temor a que me oyeran, me penetraba, comencé a moverme, se movía en forma desesperada, una y otra vez entraba y salía, subía dejando solo su glande dentro para dejarme caer con fuerza. Hasta que se corrió, sentí como se ponía rígido y como me dejaba su semen en mí.

Eran pasadas las diez de la mañana cuando el autobús entró en la terminal, Los pasajeros se apresuraron a tomar sus pertenencias, Luis y yo nos movimos de nuestros asientos, esperamos a que los demás bajaran.

-¡Qué pena Luis, qué pena!

-¿Pena? ¿Por qué pena Juanito? ¿Lo disfrutaste?

-Si, me gustó mucho.

-¿Entonces, cual es el problema? Me dejaste complacido, fuiste muy lindo conmigo.

Los últimos pasajeros estaban abandonando el autobús, Luis me atrajo me besó y me dio una pequeña nalgadita.

-Anda Juanito, ya solo nosotros quedamos, salgamos

-Si Luis vamos. Tomó su mochila, me permitió salir primero, Luis tras de mí, mirando mi cuerpo de jovencito.

-¿Me imagino que tu padre pasará por ti  Juanito?

-Eso me dijo Luis, aunque no sabe la hora de mi llegada, en cuanto baje le llamaré por teléfono desde un público.

Luego de mi llamada por teléfono, donde Miguel me dijo que no podría pasar por mí, que tomara un taxi. Luis se ofreció a llevarme, agradecí su favor. Y ordenó al conductor se dirigiera a mi casa.

--Ya sé dónde vives Juanito, no te podrás escapar de mí.

--Claro que no pienso escaparme, eres buen amigo Luis. ¿Cuándo deseas que nos veamos?

--Hoy mismo por la tarde si puedes.

Nos despedimos con un beso, sellando mi promesa de verlo por la tarde.

Agradeceré cualquier comentario en lilianados@hotmail.com