En un cine

Nosotros sí que merecemos un Oscar...

EN UN CINE.

Domingo, cinco de la tarde. Llegamos a un centro comercial de esos enormes que tienen tiendas, pizzerías, cafeterías, un Mc Donal’s, un kiosco de revistas y salas de cine.

Tu vistes pantalón de lino color gris, camisa de algodón azul y calzas mocasines de ante color negro; yo llevo un conjunto de falda y chaqueta pistacho, una camiseta blanca y calzo zapatos de piel color negro con tacón para igularte un poquito, porque eres más largo que un día sin pan! .

También llevo un bolso-mochila, en el cuál guardo un pequeño espejo, un lápiz labial, una agenda, el teléfono móvil, un pañuelo de tela...en fin, cosas de chicas.

Vamos a ver una película de acción (no me preguntes el título, porque no me acuerdo), aunque la verdadera acción la vivimos nosotros; merecemos un Oscar a los Efectos Especiales...

El filme no empieza hasta dentro de dos horas, y decidimos dar una vuelta por el lugar: miramos escaparates y nos tomamos un café, mientras charlamos de nuestras aficiones (me recuerdas cuando fuiste a Egipto y visitaste "mi" isla: philae ) o cuando me hiciste de (virtualmente) cicerone en Roma.

Recordamos también nuestra primera -imaginaria- cita: paseando por el parque del Retiro, iendo a ver el musical "Cats", una romántica y exquisita cena: langosta dos salsas, jamón ibérico y de postre fresas con nata y cuando me acompañaste al hotel y nos despedimos con un beso de Buenas Noches que en áquel momento te supo a gloria, pero que ahora te sabe a poco. Yo te escucho atentamente y en mi mente "peligrosa" se cuece una idea muy sugerente que te va a gustar...

Faltan veinte minutos para que empieze la película y te comento que voy un momento al baño y tu me dices que me esperas en la taquilla para comprar las entradas... Y, sonriendo me indicas que no tarde mucho.

Al cabo de un rato (para tí, eterno) llego a donde hemos quedado; y con un poco de indignación me dices que las butacas que tenemos asignadas están en un mal sitio. Yo le quito importancia a ese asunto y te guiño un ojo con picardía.

Tu me miras, pero no me comprendes...

Vamos a la sala que nos toca (vas a comprar palomitas y un refresco para tí; yo me compro un chupa-chups de limón que me encantan!) y nos dirigimos a nuestros sitios: B-06 (el mío) y B-07 (el tuyo). Fíjate, nuestros números del destino...

La verdad es que las butacas están en un ángulo un tanto incómodo: en un rincón y en la penúltima fila, pero a mí me parecen geniales y así te lo comento. Me miras como si estuvieras viendo marcianitos y me susurras que estoy un poca loca porque no se ven bien las imagenes. Entonces yo me acerco a tí y muy suavente comienzo a besarte en el cuello. Das un respingo de sorpresa, pero no dices nada...

Se apagan las luces y empieza la película.

Antes de sentarme, me quito la chaqueta y me la coloco en el regazo y dejo el bolso abierto en el asiento de al lado, que está vacío.

Espero cerca de media hora a que termines de comer y beber. Estás ensimismado viendo la peli; yo te veo de soslayo y sonrío de gusto y con ganas mientras tu te pones en la piel del protagonista y haces el gesto de dar un puñetazo. Pum !.

Eres divertidisimo, y además estás muy bueno. Si es que lo tienes todo!.

Ahora la que pasa a la acción soy yo. Con mucha discrección deslizo mi mano derecha hacía tu entrepierna, te bajo la cremallera del pantalón y te saco la polla (todavía fláccida, aunque yo me encargo de ponerla dura como el acero).

Con la otra mano me subo la falda hasta los muslos; tu me miras con los ojos desorbitados, pero tranquilo que lo mejor aún está por suceder. Me acerco a tu oído izquierdo y te digo que metas tu mano por debajo de la falda; por supuesto me obedeces y vas subiendo y descubres el tesoro: No llevo puesta la braguita!. Me "resbalo" para abajo en el asiento y abro las piernas. Entonces con el dedo índice comienzas a frotarme el clítoris y yo empiezo a gemir entrecortadamente y al mismo tiempo noto como el pene (al que no paro de sobar) se te va endureciendo. Mi coño está bastante mojado ya y a continuación me follas una y otra vez con el dedo corazón. Tengo ganas de gritar de gusto, pero no puedo hacerlo, así que rebusco en el bolso, cojo el pañuelo y me lo meto en la boca...

Tú también estás a punto de explotar y no sabes qué hacer, pero yo, que soy muy previsora te doy un manojo de papel higiénico que cogí en el servicio para que "descargues" en él tu preciado líquido.

Cuando terminas de correrte, me sacas el dedo (todo pringado y chorreoso de flujo) y te lo limpias en el mismo papel.

La película va a terminar.

Durante los créditos me miras una vez más y dándome un rápido y salvaje beso en la boca, me dices que a sido genial, pero que la próxima vez vendrás tu sólo al cine.

Yo que soy muy inocente, te pregunto por qué?.

Me respondes que soy una diablesa vestida de angelito.

Y yo te digo: "súbete la cremallera, no se vaya a escapar el pajarito" y me río en el instante que pasan dos señoras mayores por nuestro lado.

Lo han oído todo...