En un centro comercial

Estar con mi chico y esa chica tan exuberante, follando en un centro comercial, con la posibilidad de que nos pillasen hizo que el morbazo de follar los tres se multiplicase por diez.

Cada vez que iba a ese centro comercial, la buscaba. Recordaba el día que la vi. Era verano, hacía calor, mucho calor; ella llevaba una blusa muy ligera, tanto que dejaba entrever como se le marcaban los pezones en ella.

Nunca me había fijado en una chica. Sí, había fantaseado con ellas, me excitaba ver porno de mujeres, me excita mucho ver unas buenas tetas, pero sólo eso, fantasía. Hasta ese día. El día que la vi, y nada más ver sus tetas, se me empaparon las bragas. Ese día la seguí por toda la planta, me volvía loca ver como se movían sus tetas, como se movía ella. No sé por qué pero esa chica me ponía muy cachonda. Cuando llegué a casa, no puede evitarlo y me masturbé, y disfruté como hacía mucho que no me sucedía.

Volvía de vez en cuando, no sabía si seguiría allí, pero sólo el hecho de poder encontrarla ya me daba mucho morbo.

Una mañana fui con mi chico. Él no sabía de mi atracción por ella, y eso hizo que me diese algo de vergüenza, cuando al verla inmediatamente se me mojasen las bragas. Joder, cómo se le movían las tetas, como deseaba comérselas, metérmelas enteras en la boca… me ponía tan cerda pensarlo.

Ese día llevaba una blusa de tirantes, sin sujetador, dejando al aire esas tetas, que me volvían loca. No entendía que me pasaba, pero lo que sí sabía es que si pudiera me las comía. Las chuparía, las mordía, las pellizcaba, que cerda me ponía…

Mi chico iba y venía sin darse cuenta, o eso creía yo, hasta que me susurró al oído y apoyando su pecho en mi espalda mientras yo la miraba con deseo, mucho deseo…

  • ¿Te la follarías, verdad?

Me giré y vi su cara. Esa cara de excitación que tanto me ponía. Me giró de nuevo, para que la pudiese ver mientras me besaba en el cuello muy suavemente y me decía:

  • Le cogerías esas tetas y te las meterías en la boca. Se las chuparías, se las lamerías, las morderías… ummm, sólo de imaginarte hacerlo tengo la polla dura como una piedra.

Yo no sabía que decir, pero casi sin darme cuenta acerqué mi mano a su entrepierna y pude comprobar que era verdad, el muy cabrón estaba tan empalmado que se le notaba la enorme polla dura.

Eso hizo que me pusiese muy, muy, muy cerda. Como sabía ponerme el muy cabrón.

La mirábamos los dos, mientras él seguía diciéndome al oído, todo lo que yo le haría. Y yo no dejaba de tocarle la polla. Era tal el nivel de morbo, que hubiese podido correrme allí mismo sin que me tocase. Solo oyendo cómo me hablaba él mientras la veía a ella.

Pero prefería hacer otra cosa. Así que me di la vuelta y le agarré de la mano. Cogí un par de camisas cualquiera, y me lo llevé al probador.

Estaba tan cachonda, que nada más cerrar la puerta del probador, le apoyé contra la pared, y sin mediar palabra le bajé el pantalón hasta las rodillas. Me agaché, le miré a la cara, y llevándome un dedo a los labios, le pedí que estuviera en silencio, completamente en silencio.

Saqué su polla dura como una piedra, y me la metí en la boca.

Dios, que gustazo. Me la metí hasta el fondo, lamiendo, chupando, con ganas, muchas ganas. Deseaba lamerla, chuparla, mordisquearla, metérmela hasta la campanilla. Y todo eso mientras le miraba a los ojos, y veía como estaba de cachondo, como hacía lo imposible por no gemir, ni gritar.

Me agarró la cabeza y me metió su polla hasta el fondo. Ufff… cabrón, como me pone eso.

Quería follarme la boca, quería ser él el que me la follase, y vaya si lo hizo. Me agarró del pelo, y empujó, empujó, empujó… le vía la cara y sabía que estaba a punto de correrse, yo lo deseaba, deseaba que se corriese en mi boca.

Cuando ya no podía más noté como se corría, como llenaba mi boca de su semen, caliente, húmedo. Cuando terminó, me levanté y le besé, llenando su boca de su propio semen, lamiendo su cara, su barba, sus mejillas… ufff, eso me puso muy, muy guarra.

Me encanta lamerle la cara, saborearle.

En ese momento oímos un ruidito, muy bajo, pero lo suficiente para darnos cuenta que había alguien en el otro probador. Supuse que por mucho que no hubiésemos querido hacer ruido algo se nos había oído.

De repente oímos por los altavoces de la tienda que faltaban cinco minutos para cerrar, y que debíamos dejar el recinto.

Mi chico se vistió rápidamente y salimos. Mi sorpresa fue que al abrir la puerta ella estaba allí y nos miraba.

No supimos que decir, ya que suponíamos que nos había oído y nos iba a echar la bronca.

Pero no. Estaba callada, mirándonos y sonriendo. Una sonrisa que me puso inmediatamente muy, muy húmeda. Nos había oído y le había gustado.

Sin decir una palabra, se llevó un dedo a los labios y nos indicó que no habláramos. Nos quedamos callados y quietos, sin saber muy bien que hacer. Pero la excitación del momento era tal, que no movimos un musculo.

Pasados unos minutos, miró por la puerta y dijo.

-Hoy tengo que hacer inventario y estaré sola toda la noche en la tienda. Sólo me hará compañía un viejo vigilante

Nos miraba y sonreía. Con una sonrisa que invitaba a desnudarla sin miramientos. Yo no podía estar más cachonda. Miré a mi chico, y vi que tenía la polla durísima, le iba reventar el pantalón. Sudaba. No dejaba de mirarla, de mirar sus tetas, de mirar su culo.

Sin pensar lo que decía, le contesté:

  • Te podemos echar una mano…

  • O dos –dijo él, sin dejar de mirarla y tocándose la polla al mismo tiempo

Ver cómo le excitaba a él toda esa situación, me estaba poniendo a mí tan cachonda, que tenía las bragas completamente empapadas. Llevaba un vestido corto, y notaba como la humedad me llegaba por el muslo… como me estaba poniendo la cabrona.

Salió del probador, y sonriendo miró hacia atrás y nos indicó que la siguiéramos.

Fuimos a una parte de la tienda donde sólo estaban los mostradores sin nada de género.

Se apoyó en uno de esos mostradores, se subió el vestido, y nos dejó ver que no llevaba bragas.

Mi chico ya no pudo más, me miró, y al ver mi aprobación en mi cara, se lanzó a por ese coño tan sugerente. Empezó a lamerlo, a chuparlo. Metía su lengua, jugaba con su clítoris, lo chupaba, lo sorbía… Dios, como me ponía verle.

Me acerqué para verlo mejor. Para ver como ella se retorcía de gusto, como gemía, y de repente, le agarré la cabeza y la presioné hacía su coño. Fuerte, casi no le dejaba respirar, y eso a ella la volvió loca y se corrió del gustazo. Empezó a gemir y a retorcerse mientras se corría.

  • Córrete, puta –le decía yo, mientras la miraba-. Córrete, pedazo de guarra.  Córrete como nunca te has corrido, cerda.

  • No pudo más y se corrió en su boca. En ese momento, él la dejó y me besó. Su flujo y su saliva mezclados nos volvieron locos a los dos. Nos comimos la boca salvajemente. Le lamía la cara, queriendo saborearlo todo. Estaba a punto de volverme loca de gusto.

Nos olvidamos un momento de ella, y nos centramos en nosotros.

Me quitó el vestido, me agarró por la cintura y me apoyó en el mostrador.

Suavemente me empujó para que me tumbase bocarriba y me abrió las piernas. Sin pensarlo dos veces, me metió la polla. Fuerte, muy fuerte. De una vez.

Grité, grité, gemí, me retorcí. Estaba loca de deseo.

  • Fóllame, cabrón. No pares de follarme fuerte, hijo de puta.

Me retorcía. ¡¡Dios!! Gritaba, gemía. Le miré y vi en su cara auténtico placer. Estaba loco por follarme, porque fuese suya.

Metía la polla hasta el fondo y la sacaba, fuerte, cada vez más fuerte. Le veía como la miraba entrar y salir, y eso me volvía loca.

En ese momento ella se unió. Empezó a tocarme las tetas, a pellizcarme los pezones, a lamerlos, a morderlos.

Ya no podía más. Tenía su polla follándome salvajemente, y una boca comiendo las tetas. Estaba a punto de reventar. Gritaba como una cerda. Gemía tan fuerte que creí que nos iba a oír el vigilante y eso en vez de hacer que fuese más bajo, más cachonda me puso.

De repente un chorro de líquido salió de mi coño, una de las veces que sacó su polla.

Me corrí como una cerda, gritando, retorciéndome de gusto. Pero quería más y él lo sabía, así que empezó a jugar con su polla en mi coño, lo acariciaba con ella, lo masturbaba, y eso me puso otra vez a cien, y volví a correrme, y volví a empaparle la polla, y así varías veces, hasta que ya no pude más.

Cuando yo paré ella se acercó a su polla, y empezó a limpiarla de mi flujo. Lamía, chupaba, para no dejar ni sola gota. Eso le puso a él muy, muy cerdo, le cogió del pelo, mientras le metía la polla hasta el fondo. Quería follarle la boca, quería ser su amo. Metía y sacaba su polla de la boca, a placer. Sin que ella pudiese hacer nada. Quería correrse en su boca. Deseaba hacerlo. Y después de un rato de meterla y sacarla a placer, se corrió como un puto cerdo, gritando tan fuerte que a mí me puso otra vez a 1000. Gritó, gimió. Ella sacó su boca de la polla y entonces su semen cayó por la comisura de sus labios.

Eso me puso muy, muy cerda. Toda esa situación me ponía tremendamente cachonda.

La agarré del pelo, suavemente y la tumbé en el mostrador bocarriba. Me acerqué a ella, y le puse mi coño en su boca. Deseaba que me lo comiese teniendo la boca llena de su semen. Y lo hizo. Con su lengua repartió el semen por mi coño, ya de por sí empapado. Eso me volvió loca. Se dio la vuelta y se puso a cuatro patas, yo estaba sentada enfrente ella, y le agarré la cabeza, deseaba con tantas ganas que me comiese el coño que no dejaba que se moviese.

Esa postura, ella a cuatro patas comiéndome el coño, metiendo su lengua hasta el fondo de mi culo, lamiendo mi clítoris, mordisqueándolo, hizo que me corriese otra vez.

No paraba de correrme una y otra vez, deseaba que me chupase, lamiese. Le agarraba la cabeza con fuerza. ¡¡Dios!! Qué gustazo.

Abrí los ojos y le vi. Estaba follando su culo. Sin darme cuenta le había metido la polla hasta dentro de su culo, y se lo estaba follando con tanta fuerza, que la empujaba hacia mi coño. Y eso me volvió loca.

No podía parar de mirarle a los ojos mientras la follaba, en cada embestida suya, ella me lamía más fuerte. Ya no existía ella, él me estaba follando a mí. Mientras le metía la polla en su culo, y ella me comía el coño con esas ganas, yo le agarraba la cabeza y se la empujaba. Cada vez más salvaje, cada vez más fuerte.

Él ya no pudo más y comenzó a gritar:

  • Me corro, me corro, me corrooo…

Ver su cara de auténtico placer hizo que me corriese yo gritando:

-¡¡Eres nuestra puta!!

Ella empezó a gritar, a gemir como nunca había hecho, a retorcerse. Mientras yo me corría y le empapaba la cara, ella se corría con la polla de mi chico en su culo. Los tres gritando, y gimiendo, retorciéndonos… nos corrimos.

Acabamos exhaustos. Los tres apoyados en el mostrador, empapados de sudor, semen, flujo.

Oímos un ruido y nos vestimos rápidamente.

Sin decir ni una palabra, ella nos llevó a una salida de emergencia, y nos abrió.

Al salir sólo nos guiñó un ojo.