En un canal del irc (II)

Los dos matrimonios la pasan en la casa follando a todo dar y despertando nuevas dimensiones en su vida sexual.

Luego de esto nos levantamos todos y nos dirigimos al baño de la casa para asearnos un poco. Allí empecé a meterle mano a Elena de nuevo delante de los otros. Nos besamos metiéndonos la lengua y enroscando nuestros cuerpos. Alberto aprovechó y empezó otro espectacular masajeo en las tetas de mi mujer a la vez que le empezaba a meter mano en el chocho. Bajé lamiendo el cuerpo de Elena y también me regodeé chupándole las tetas y luego seguí hasta el coño depilado y allí estuve otro rato, en una especie de competición con Alberto que también estaba comiéndole el coño a mi mujer. Elena empezó a gemir primero y empezó a retorcerse en la ducha diciéndome cabrón y otras mil cosas que me ponían a tono. María, algo más nerviosa se agarraba del poste de la ducha y se mordía la lengua para no gritar. Al ver a Elena tan cachonda decidí darle todo el placer que pedía y levantándome empecé a juguetear con mi polla en su entrada, húmeda por el agua y sus propios líquidos, mientras la besaba. Casi no teníamos espacio para hacerlo de lo apretados que estábamos. Alberto pareció darse cuenta de esto y abriendo la puerta de la ducha salió de ésta con María. Una vez solos, hice que Elena se volteara contra la pared de la ducha y empecé a metérsela. Con dos buenos empujones se la metí completa y empecé el mete y saca aumentando el ritmo poco a poco pero con fuerza. No paraba de gemir. Con una mano se agarraba a la pared y con la otra se frotaba el clítoris a la vez que recibía mis embates desde atrás sin dejar de decirme cosas calientes. Estuvimos así unos cinco minutos hasta que la oí y sentí llegar con grandes suspiros mientras sentía sus líquidos correr en mi polla, entonces aceleré mis movimientos al máximo y me empecé a correr dentro de ella llenándola de mi leche. Luego nos abrazamos y nos metimos debajo del agua a la vez que abríamos la puerta para mirar a nuestros respectivos.

La imagen era increíble. María, desnuda, estaba sentada en el borde del lavamanos con una pierna por encima del cuerpo de Alberto, que le seguía comiendo el coño, y la otra apenas tocando el suelo. Debido a la posición se agarraba del marco del espejo con una mano y con la otra el borde del lavamanos mientras la cabeza estaba echada hacia atrás y no cesaba de gemir. Dándose cuenta de que estábamos mirando, Alberto se echó un poco al lado dejándonos ver cómo su lengua y algunos de sus dedos penetraban el chocho de María. Con las manos lo mantenía bien abierto y con la lengua lo lamía y chupaba de arriba abajo, incluso le ponía saliva por los bordes. Siguió así hasta que María empezó a gemir más fuerte. Entonces se levantó, se colocó entre sus piernas y se le empezó a meter a la vez que le metía una mano debajo del culo. María siguió gimiendo y luego a semigritar. Nunca había tenido una polla tan grande en su cuerpo. Suavemente y con movimientos circulares, Alberto se la empezó a meter. Su cuerpo gordo empezaba a ponerse rojo de la excitación y fue arreciando sus movimientos hasta que se la introdujo completamente. Luego empezó el mete y saca agarrado a la cintura de mi mujer. María se metió un dedo en la boca tratando de aplacar los gemidos que salían de su boca a la vez que abría las piernas lo más que podía su anatomía, llegando a un orgasmo. "¿Te gusta así ?- le preguntaba Alberto entre bufido y bufido- ¡¡¡dímelo, perra!!!, o te rompo el chocho". "Sí..., me gusta.., por Dios,... por favor..- respondía María". "¡¡¡Eso es, así me gusta!!!, y esto te va a gustar más- Alberto empezó a sacarla completa y se la volvía a meter sin contemplaciones hasta los huevos, lo que provoco más gemidos de María. "Muévete más, perra, que me quiero correr yo ahora- le dijo al cabo de unos minutos". "¡¡¡No!!!, ¡eso no...no tomo nada!,... ¡¡¡por favor eso no!!!, ..ahhh- decía María mientras intentaba separarlo de su cuerpo". Alberto le agarró las dos manos y con una de las suyas las aprisionó en la espalda mientras que con la otra le apretaba el culo atrayéndola hacia él sin dejar de penetrarla. "Y ¿qué harás para impedirlo perra, eh?..., harás lo que yo te diga, eh". "Sí., sí, lo que tu digas....pero no te corras..., por favor- respondió mi esposa totalmente abotargada". Entonces Alberto le sacó la polla y bajándola del lavamanos le dijo que buscara hielo en la cocina y que lo llevara a el dormitorio.

De ver todo aquello mi polla ya estaba en condiciones nuevamente. Los cuatro totalmente desnudos caminamos hasta llegar al dormitorio. María llevaba la cubitera llena de hielo que le había pedido Alberto. Una vez en el dormitorio, Elena y yo nos tumbamos en la cama y empezamos a besarnos nuevamente pero yo no quitaba ojo de Alberto. Este se dirigió a un sillón con la cubitera en la mano y lo colocó de espaldas a la cama dejando un buen espacio entre la pared y el sillón a la vez que le indicaba a María que se acercase. La verdad era que nunca había visto a María así de dócil pero supongo que la calentura del momento y la promesa hecha la hacía estar así. Una vez delante, Alberto le pasó un cubito de hielo por encima de las tetas haciendo redondeles en los pezones. Esto produjo una reacción inmediata. Los pezones y las tetas se le hincharon como nunca los había visto. Mi mujer empezó a gemir nuevamente. Cuando se derritieron los cubitos la piel de María estaba completamente mojada y la luz arrancaba destellos luminosos de sus pechos. Él le pidió que encendiera un cigarrillo. Luego la hizo ponerse de espaldas a él y de frente a nosotros y que se tocará las tetas. Era de locura. La imagen de mi mujer con un cigarrillo en la boca y sobándose las tetas como una puta de bar me ponía a mil. Lo que más me sorprendió fue la expresión de Elena al mirar los pechos mojados de mi mujer. No se los quitaba de arriba y al parecer se estaba excitando con la vista. Aproveché y me puse a sus espaldas dejándole mejor campo de visión y de paso aproximarme a su enorme culo.

Mientras, Alberto se acercó a María por atrás y después de inclinarla un poco hacia nosotros la volvió a penetrar. Debido al folleteo anterior esta vez ni rechistó y se concentró en aguantar las embestidas de Alberto. Las tetas de mi esposa botaban de arriba abajo con cada movimiento de Alberto lo cual excitaba aún más a éste que le seguía dando con rabia. Las manos de Alberto subieron desde sus caderas hasta sus tetas y una vez allí las tomó haciéndola que se irguiera poco a poco. Para no caerse María tuvo que agarrarse de la cintura de su pareja. En ese momento Elena se levantó de la cama y quitándole el cigarrillo de la boca le dio un morreo impresionante. Mi esposa hizo ademán de rechazarla pero Alberto le recordó su promesa y le ordenó que se dejara hacer. Al ver su docilidad, Elena se abalanzó sobre sus tetas y empezó a chupárselas suavemente haciendo redondeles con la lengua en los alrededores de los pezones masajeándolos a la vez con mucha más dulzura que como lo había hecho Alberto. María respondió llevándose la mano libre a la boca. Viendo aquel panorama me dispuse a participar. Como lo que tenía más a mano era el culo de Elena me dispuse a follárselo. Me levanté de la cama y me coloqué en posición. Procedí a meterle primero un dedo en la raja que la tenía húmeda y luego hasta dos para lubricarlos bien. Ella respondió moviendo su cintura con movimientos circulares. Luego metí los dos dedos en su culo y empecé a dilatarle el esfínter hasta que vencí la presión de este. Acto seguido puse mi polla en la entrada y empecé a empujar. A todo esto Alberto había sacado su polla del interior de María y se la pasaba por detrás mientras Elena le seguía comiendo las tetas. Mi invasión anal la sintió Elena cuando ya iba por la mitad. La oí gemir y dejar su comilona. La separé del cuerpo de María y la tomé con fuerza del cabello a la vez que le metía la otra mitad de un empujón. Dio un respingo y empezó a moverse más rápido a la vez que volvía a decirme cosas: "¡¡¡Ahhhggg....así papito!!!...¡¡¡dame más duro!!!, ...¡¡¡párteme el culo, desgraciado!!!, sigue.., sigue.., sigue..". Arrecié en mis movimientos tratando de darle todo el placer posible y aguantando la corrida que se avecindaba por mi tubo. Entraba y salía aprovechando cada movimiento de ella. La verdad es que una vez dentro su culo me tiraba adentro y mi verga desaparecía casi por completo en una enculada de ensueño. Disfrutaba cada instante de aquella piel tersa y brillante del sudor y el olor a sexo de la habitación. Al rato me dijo que se iba a correr. Le dije que yo también. Con una mano le agarré de uno de sus hombros y con la otra le metí un par de dedos en el chocho. Ella se encorvó y empezó a moverse más rápido. No pude aguantar y me empecé a correr. Sentí cómo la punta de la polla estalló en su culo y lo inundó de leche. Un instante después Elena se empezó a correr entre gritos. Retiré la polla de su culo y observé como restos de mi semen salían de su ano. Me senté en el sillón cansado de tanto sexo mientras Elena se entretenía en chuparme de nuevo la verga arrodillándose entre mis piernas.

Los gemidos de María me sacaron del sopor en que estaba. Miré hacia la cama, que era donde estaban. María estaba debajo del cuerpo de Alberto abrazada a una almohada y de espaldas. Debido a la posición su culo quedaba totalmente expuesto. Agarrando la polla con una mano Alberto intentaba meterla lo cual era la causa de los gemidos de mi mujer. Luego de algunos intentos vanos llamó a Elena, que acudió presurosa, y le dijo que le abriera bien el culo. Elena se dispuso a la faena lamiéndole primero la raja y después metiéndole la lengua y un dedo en el culo. Mi mujer chillaba de placer. Mientras Alberto se colocó frente a ella y le metió la polla en la boca. María se la empezó a comer como una posesa como queriendo calmar la excitación que tenía. Como no podía comérsela completa le daba chupetones al glande y lo masturbaba. Alberto le tomó la cabeza y empezó a movérsela con brusquedad hacia delante hasta que se tragó la mitad y empezó a moverse follándole la boca."¡¡¡Toma, cabrona!!!, ..que esta te las vas a tragar toda.., zorra". Por la expresión de la cara de María supuse que se estaba corriendo. "¡¡¡Que te la tragues toda, puta!!!". Le decía un Alberto sudoroso mientras la atraía hacia él. No le quedó más remedio que tragar. Cuando se separaron mi mujer me miró con cara de rencor.

Continuará...