En un bar, parte segunda.

Historia ocurrida a una hora temprana de la mañana, dedicado a mi musa.

Un saludo queridos lectores. Para una mejor comprensión de la historia os sugiero la lectura del capítulo anterior, podéis buscarlo pinchando mi nick.

Habían pasado varios días sin que volviese al bar, no me atrevía a enfrentarme cara a cara con el anciano pervertido.

Durante ese tiempo dí muchas vueltas a los hechos, sentía vergüenza pero no podía negar que también notaba la contraria excitación de lo prohibido, el haberme mostrado ante un desconocido al que estoy convencida que le doblaba la edad.

Nunca he necesitado masturbarme, pero a raíz de los hechos tuve que acariciarme varias veces, tanto en el trabajo como en mi dormitorio cuando mi marido estaba en su trabajo y mi hijo en la escuela.

Sentada en el sofá viendo netflix observé a mi esposo, tumbado medio adormilado roncaba levemente. Había engordado un poquito pero todavía mantenía ese atractivo y magnetismo que provocó que me enamorarse de él, dieciséis años juntos, mi primer y único hombre.

La primitiva pasión, con el paso de los años, fue sustituída por la rutina y monotonía de los trabajos y el cuidado de nuestra criatura.

Juguetona estiré la pierna acariciando su verga con mi pie. Mi marido adormilado se movió ligeramente al sentir el contacto,insistí nuevamente con mi provocación.

-Estoy agotado cielo, ha sido un día durísimo en el banco - balbuceó girando su espalda-.

Desilusionada me acosté en nuestra cama matrimonial. Entre las suaves sábanas mis pensamientos volvieron al bar y al viejo verde.

Intentaba justificarme, no había hecho absolutamente nada, simplemente tomé mi desayuno, fue el viejo verde el que en un lugar público se había masturbado.

A estas alturas de mi autoindulto me engañé a mi misma, el mostrar mis piernas y mi prenda íntima no fue algo consciente, sino un movimiento involuntario.

Sentí mi boca seca, pastosa, la respiración entrecortada delataba mi excitación, un escalofrío sacudió todo mi cuerpo mientras humedecía mi braguita. Recordé como abrí las piernas indecorosamente para el viejo pervertido, como le mostré sin ningún pudor mi tanguita mientras se pajeaba obscenamente. Yo también necesitaba masturbarme ahora mismo.

Como pude, deseché de mi mente esos oscuros pensamientos, amo a mi esposo con locura, es el excelente padre de nuestro hijo, traté de justificarme.

Plenamente convencida, no iba a dejar que ese malnacido imponiese mi vestuario. Si mañana me apetecía llevar falda no sería él quien me hiciese cambiar de opinión.

De hecho para dejar rotundamente claro este punto, no sólo llevaría falda al día siguiente sino que sería aún más corta que la de la vez anterior.

Dormí profundamente, un leve beso de mi marido me despertó.

-Me voy, recuerda que viene mi madre a cuidar al niño, susurró a mi oído.

Sus palabras me recordaron su frialdad la noche anterior. Haciéndome la dormida, ocultando mi enfado, me giré dándole la espalda mientras escuchaba el sonido de la cerradura de la puerta al salir de casa.

Me levanté de la cama recordando la festividad del colegio de mi hijo, no tendría clase y me ahorraba un viaje.

Bajo el agua caliente de la ducha, no encontré motivo alguno para arreglar un poquito mi vello púbico, escogí un juego de sujetador y tanga azul con encaje transparente a la altura de mi sexo y una falda negra muy corta que dejaba a la vista más de medio muslo, junto con un fino jersey rojo de cuello vuelto y mi cazadora vaquera torerilla.

-Que falda tan corta te has puesto hoy querida, comentó mi suegra sorprendida.

-Me voy al trabajo Carmen, - contesté apresuradamente-, entro pronto y saldré antes para que Ud. no pierda toda la mañana.

Según me acercaba al bar me sentía más y más segura de mi misma. No lo pensé dos veces cuando entré de forma decida. El establecimiento estaba desierto, había ido casi una hora más temprano de lo habitual.

El bar vacío no parece el de siempre. Veo mi mesa pero es distinta, me fijo en su altura y orientación, mi reflejo en el espejo me muestra a una mujer madura sorprendente mente acalorada pese al frío matinal, mi fino jersey no oculta mis empitonados penzones mientras un leve escalofrío recorre mi cuerpo al girarme y observar la mesita donde el viejo pervertido suele ubicarse estratégicamente.

Me siento en su mesa, en la mesa desde la cual me grabó impunemente mientras, tengo que reconocerlo en ese momento, yo me mostraba ante él. Recordé su enorme bulto bajo el pantalón, su mano subiendo y bajando mientras se daba placer grabando mis partes íntimas.

Sorpresivamente, la puerta del aseo se abrió saliendo el viejo verde pervertido. Salté de su silla dirigiéndome a mi mesita mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Sentada en mi taburete cubrí mis piernas con la cazadora vaquera mientras pedía mi desayuno al camarero.

-Esta Ud. invitada dijo el camarero dejando mi desayuno sobre la mesita, gentileza de Don Ramón.

Me giré totalmente ruborizada mientras con un ademán de su mano, el viejo me indicaba que me sentase con él a su derecha.

Todas mis auto justificaciones del día interior, mis defensas se derrumbaron mientras me acercaba a la mesa del viejo pervertido.

Más nerviosa y temblorosa que incluso el día de mi boda me senté a su lado. No sé porqué tuve la necesidad de presentarme ante él.

-Me llamó Noemí, balbuceé estúpidamente como una colegiala.

-Lo sé, fue su lacónica respuesta, soy Ramón.

Descaradamente me dió dos besos en las mejillas a modo de presentación. El roce de su barba de dos días con mis mejillas me provocó un leve espasmo en la vagina mientras a mis fosas nasales llegaba la esencia de una cara colonia.

-Gracias por invitarme, es Ud. muy amable.

-Que menos que pagar el desayuno a la mujer más hermosa de este bar.

Su cumplido no me ofendió, al contrario, me sentí halagada, muy halagada.

Durante un buen rato, mientras desayunábamos, conversamos.

El anciano confirmó mis sospechas. Don Ramón era un jubilado cercano a los ochenta años, viudo desde hacía más de veinte.

Tenía una hija y dos nietos que vivían en el extranjero, lo cual, le hacía sentir muy solo. Por las mañanas tomaba café en el bar haciendo los crucigramas y pasatiempos, para luego dar largos paseos por el campo haciendo tiempo hasta la hora de comer.

El hombre transmitía cierta pena y ternura, me abrí a él contándole mi vida. Que estoy casada con un hombre maravilloso del cual estoy profundamente enomarada, tenemos un hijo adorable, etc, etc, hasta que Ramón me interrumpió.

-Supongo que tu feliz matrimonio ha caído en la rutina.

Me dejó bastante descolocada su comentario.

-No..., no lo negaré, nuestros trabajos, mi hijo- contesté -

No se porqué, no venía a cuento, le conté los hechos ocurridos con mi marido la noche anterior, su frialdad, su cansancio tras un duro día de trabajo.

-Si me lo permites y no te enfades creo que tu marido es un poco tonto por tener desatendida a una mujer tan hermosa como tú.

Me ruborizé por enésima vez, lo cierto es que el viejo sabía muy bien como halagarme.

-Por eso y después de tres días has decidido volver, -  aseveró-, quieres sentirte atractiva, deseada por otro hombre que no sea tu fiel esposo, en el fondo, te cautiva la idea de que puedas ser objeto de deseo por otro macho aunque sea un anciano como yo

El viejo entendía de psicología, sentía su atracción, su fuerte magnetismo y personalidad. Su mano acarició mi media melena.

-Por eso abriste tus piernas para mí, ¿me equivoco?.

Muy levemente asentí bajando la cabeza, sintiendo sus manos acariciar mi cabello.

-Quiero mostrarte algo, dijo mientras sacaba su teléfono móvil. Tengo varios vídeos en los que tú eres la protagonista, mi gran y deseada musa.

Mi boca se volvió de repente seca y pastosa, me había olvidado completamente de las grabaciones, sentí mi sexo humedecerse por completo mientras leves espasmos se apoderaba de mí vagina.

El viejo miró a los lados, afortunadamente todavía no había clientela en el bar. Accionó el play, el video apenas duraba veinte segundos.

Me encontraba de espaldas, mi media melena caía casi hasta mis hombros, vestida con un jersey azul y unos vaqueros desgastados.

-Ahora viene lo bueno, - se jactó Ramón -

Al inclinarme levemente, el vaquero se escurre mostrando un tanga negro ceñido a las caderas mientras el fino hilo de la prenda queda oculto por la parte superior de mis nalgas.

-Menudo culazo tienes Noemí, no puedes hacerte idea la de pajas que me he hecho viendo tu culo.

No hago ningún comentario, no acierto a hablar, mi respiración es agitada mientras noto mis penzones, duros como piedras se marcan a través de mi fino jersey.

-Estas caliente verdad, vaya forma de marcar pezón,?¿Por eso te has puesto ese jersey tan fino y esa falduta tan corta? - se ufana el anciano-

Siento su mano derecha se posarse levemente sobre mí rodilla acariciándola, un espasmo perceptible para el pervertido recorre mi cuerpo. Aún así, sin saber de donde, saco fuerzas para librarme de un manotazo de sus caricias.

Mis sentidos se centran en otro video, éste es muy sugerente se vanagloria.

Visto un traje negro entallado hasta medio muslo (recuerdo que ese día teníamos una importante reunión con unos clientes nuevos) , el muy cabrón enfoca durante eternos segundos directamente mis piernas enfundadas en unos los pantis negros, al descruzarlas veo reflejado en el espejo la parte interna de mis muslos sin mostrar mi entrepierna la prenda íntima lo tupido de la media.

Mis manos tiemblan cuando agarro la taza de café para dar un sorbo mientras el pervertido me muestra un tercer vídeo. Como una idiota me percató que es la grabación del último día.

Eres la estrella de mis vídeos, al menos podías darme las gracias por permitir que te grave.

-Gra..., gracias, balbuceé sin ni siquiera saber que me había dicho.

Estoy totalmente centrada en el vídeo, me estoy exhibiendo sin pudor, sin ningún recato le muestro mi cuerpo, me abro para él indecentemente enseñando mi húmeda entrepierna.

-A la enamorada esposa, a la mami le gusta exhibirse, ¿verdad? , pregunta con tono jocoso.

No puedo abrir la boca, ni siquiera hago ademán de protestar cuando siento su mano posarse sobre mi rodilla derecha por segunda ocasión.

Miro a los lados y doy gracias a que no haya nadie que pueda interrumpir el momento más morboso de mi vida.

Su mano con lentitud exasperante asciende por mi suave muslo, no lo soporto más y en señal de total entrega abro ligeramente las piernas para que pueda acceder a su parte interna mientras muerdo mis labios.

-Echa la cazadora sobre tus piernas, nadie tiene porqué vernos, - susurra en voz baja-.

Cierro los ojos, todo me da lo mismo, como un autómata me cubro con la prenda dejando que ese viejo pervertido haga conmigo lo que quiera. Su mano llega a la altura de mis ingles, indecorosamente me abro aún más dejando mi pierna izquierda sobre su muslo derecho.

El pervertido acaricia con su mano mi húmedo sexo por encima del tanguita, una deliciosa descarga recorre mi cuerpo mientras muerdo mi mano para no gritar.

El viejo verde se recrea acariciando mi sexo por encima de mi prenda más íntima, contengo como puedo mis jadeos y gemidos mientras su dedo índice juega con mis labios vaginales.

-Me..., mete..., mete la mano por dentro Ramón, - jadeo entregada a sus caricias -.

-A partir de ahora deberás tratarme como Don Ramon - ordena el viejo verde pervertido-.

No necesité ni un segundo para complacer sus deseos, humillada y sometida a un octogenario al que doblo en edad, olvidando todo imploré sin pudor:

-Don Ramón...., el...., con..., con,... con el dedo, por favor se lo suplico.

El malnacido se hace de rogar, coge mi mano izquierda y la posa sobre sobre su verga por encima del pantalón. En un último gesto de decencia y pudor intentó retirar mi mano.

En ese instante siento que su mano aparta mi tanga, su dedo índice viola mi coño acariciando el hinchado y húmedo clítoris.

Un fortísimo espasmo de placer me golpea, mi mano finalmente se introduce por debajo del pantalón del viejo, su verga es enorme y muy gruesa, muchísimo más que la de mi esposo. Agarró su tremendo mástil subiendo y bajando.

El pervertido gimotea de placer mientras un segundo dedo profana mi sexo. Estimula mi clítoris acariciándolo de forma circular.

Todo me da igual, mi esposo, mi hijo, mi familia, el trabajo, el morbo y el placer han vencido frente al voto de fidelidad que le hice a mi marido el día de nuestra boda.

-Más rápido zorra,..., más..., voy a correrme puta, ordena Don Ramón entre jadeos.

Mi sucia y manchada mano por sus líquidos precoitales incrementa el ritmo de la másturbación. Le miro directamente a la cara, tiene los ojos cerrados mientras su asquerosa baba se escapa por la comisura de sus labios.

Pienso en lo bajo que he caído, una nueva caricia en mi sexo me hacen saborear el morbo y la lujuria mientras los dedos del malnacido me atormentan sin puedas.

Su mano libre se introduce por debajo del jersey, tirando de la copa del sujetador saca mi pecho izquierdo. Lo amasa con fuerza mientras noto como por el tronco de la enorme verga del viejo sale a borbotones una copiosa y caliente lefada.

Las fuerzas me abandonan, me dejo ir, sus dedos atormentan mi caliente y húmedo sexo mientras sus dedos pulgar e índice a modo de pinza aprietan mi duro y enorme pezón.

Mis piernas, temblando, se cierran sin control por mi parte aprisionando la mano del pervertido. Me arqueo y convulsiono al sentir como mis escasas fuerzas me abandonan mientras mi vagina palpita y se contrae brutalmente.

-Córrete zorra,...., Córrete para Don Ramón, - ordena el viejo verde a mis oidos-.

Muerdo mi mano, una última estimulación más profunda y prolongada de mi clítoris hace que estalle en el orgasmo más placentero y prolongado de mi vida, más que los orgasmos que consigo con mi amado esposo.

-BRUTAL,...., HA SIDO BRUTAL......, jadea Don Ramón.

El pervertido se ríe mientras me dirijo al baño a limpiarme. Lavo con agua fría y mucho jabón mis pringosas manos y la cara mientras en el espejo me veo reflejada.

QUE HE HECHO, QUE HE HECHO, me pregunto reiteradamente.

En el urinario individual me siento en la taza sacándome el mojado e inservible tanga. Introduzco mi pecho izquierdo dentro del sujetador, afortunadamente no lo ha destrozado.

Con unas toallitas húmedas que siempre llevo en el bolso aseo mi zona íntima y la parte interna de los muslos manchada de mis fluidos secándola con papel de vater.

Tras orinar copiosamente hago una bola con el tanga.

Al salir del baño el pervertido continúa en su mesa, paso por su lado y ante su sorpresa, antes de que pueda hablar, le arrojo el tanguita a la cara.

El viejo verde lo huele con deleite, sus palabras me atormentan :VOLVERÁS MAÑANA, SE QUE VOLVERÁS ZORRA CASADA.

No le respondo, justo cuando salgo del bar entran los primeros clientes, contoneo mis caderas, mientras me miran de arriba a abajo con cara de deseo, como si supiesen que no llevo ropita interior bajo mi falda.

FINAL

GRACIAS A MI MUSA, SIN TI NO HUBIESE SUDO POSIBLE ESTE RELATO