En un bar.
Historia ocurrida a una temprana hora de la mañana.
Un saludo lectores.
He cruzado varios correos con una lectora llamada Noemí. Los únicos datos que me da a parte de su nombre es su edad, 36 años, casada, con un hijo. Por lo tanto, su aspecto físico lo dejo a vuestra imaginación.
Aquella calurosa mañana, tras dejar a mi hijo en el colegio fui a trabajar. Antes de comenzar mi jornada suelo tomar café en el mismo bar,es un establecimiento muy tranquilo a esas horas, en forma de L, lo cual, permite que en el fondo haya mucha tranquilidad, cosa que es de agradecer a esas horas.
Tan temprano, solemos coincidir casi siempre las mismas personas,obreros de la construcción, una pareja de ejecutivos con maletines y trajes caros, una señora de la limpieza del edificio de oficinas y un señor mayor, diría que de unos setenta años vestido siempre con chándal, camiseta y chaqueta. Supongo que será un jubilado que se dedica a andar para no aburrirse por las mañanas.
Creo en general que somos personas de costumbres, algo maniáticos, ya que nos gusta ocupar siempre la misma mesa, supongo que os pasará a vosotros algo parecido.
Pedí mi desayuno habitual, café con tostadas y ocupé "mi mesa" en el lateral de la barra sentándome en un alto taburete. Abrí el periódico y me dispuse a disfrutar del cuarto de hora que tengo para mi sola. En ese momento, solo existo yo, me olvidó de mí esposo y de mi hijo, desayunando con total tranquilidad, sin prisas ni agobios
En frente de mí hay un espejo que cubre la pared hasta la altura media de la barra, la puerta del bar se abrió y reflejado en el espejo observé como entraba el señor mayor llendo directo a la barra a pedir su consumición.
Pasé la página del diario y me centré en las noticias de mi ciudad. Por un momento levanté la vista y ví al señor mayor sentado en su mesa, a espaldas mía y a un lado, tomando café. Nuevamente, me concentré en las noticias.
La puerta del bar se abrió y por el espejo me percaté que los ejecutivos trajeados y los obreros de la construcción salían del establecimiento, en ese momento me percaté que el anciano me observaba, estaba congestionado y sudoroso.
Me giré y le pregunte:
- Se encuentra ud. bien?
-Si, gracias me encuentro perfectamente, no me ocurre nada, contestó cortesmente con una agradable sonrisa.
Sonreí y me centré nuevamente en el periódico, preocupada observé con disimulo al anciano reflejado en el esoejo, seguía mirando en mi dirección sudaba copiosamente manejando torpemente su teléfono móvil.
En ese instante me dí cuenta, a la altura a la que estaba el espejo yo veía al señor mayor, él no podía ver mi cara, pero si tenía una espléndida y directa visión de mis piernas cruzadas que dejaban a su vista mis muslos debido a la cortedaz de mi corta falda.
Alertada me erguí, descruze las piernas y las junté para evitar que me viese ese viejo verde. Ví una mueca de desilusión y pena dibujada en su rostro.
Sentada en el alto taburete me encontraba muy incómoda, mi mente pensaba a toda velocidad, debería irme y que ese viejo me fastidiase el ratito que tengo para mí?, o me quedo a terminar el desayuno tranquilamente?.
Me maldije en ese instante por haberme puesto esta falda tan corta, o no haber sido más previsora y llevar una cazadora.
Realmente, no se que pasó por mi cabeza en ese instante, mi corazón comenzó a latir muy rápido, sentí un extraño hormigueo en mi estómago, mis peones se pusieron duros como piedras marcándose de forma clara en mi blusa, de repente me sentí muy halagada y excitada.
Un hombre que no era mi marido se sentía atraído por mí, se había excitado viendo mis piernas, mis muslos sin que yo me hubiese percatado.
Aún no se porqué, pero muy muy lentamente y presa de los niervos crucé de nuevo mis piernas, en espejo vi la cara del anciano, una mueca de satisfacción se reflejó en su rostro mientras humedecía sus labios.
Contemplé de reojo mis piernas reflejadas en el espejo, mi pierna derecha cruzada sobra la izquierda dejaba a la vista del viejo verde, tanto la parte externa como interna de mis muslos sin que se llegase a ver mi ropa más íntima.
Estaba muy excitada, el morbo me invadía y sentí humedad en mi tanga. Con disimulo el pervertido acariciaba y apretaba su verga por encima del pantalón del chándal, se estaba masturbando en un bar, en mi presencia y en un lugar público con una privilegiada visión de mis muslos.
Su pantalón no apenas podía ocultar un tremendo bulto, mi boca estaba seca y pastosa mientras mi sexo se lubricaba con mis fluidos. Sorbí un poco de café.
Entregada totalmente al juego con ese viejo desconocido, con disimulo posé mi mano en mi pierna derecha, lentamente mi mano fue subiendo desde la rodilla hasta el muslo fingiendo que me arrascaba cuando en realidad me estaba acariciando con la intención de calentarlo.
Colorada como un tomate miré por el espejo. Una de las manos del viejo verde estaba dentro del pantalón del chándal, ví como la mano subía y bajaba acariciándose, masturbándose en mi presencia. Su otra mano enfocaba con el móvil al espejo, el pervertido estaba grabándome, grababa las piernas y los muslos que le mostraba sin pudor y verguenza yo, una fiel esposa, una recatada madre de familia.
Mi respiración era entrecortada, tenía la boca seca y pastosa, mi corazón latía con muchísima intensidad, estaba muy excitada como pocas veces lo he estado en mi vida, en ese momento, muy lentamente abrí mis muslos de forma indecorosa enseñando a ese pervertido mi húmedo tanga negro.
El rostro del viejo era una mueca de lujuria, su mano izquierda pajeaba su pollón que se marcaba como un mástil debajo del chándal mientras su mano derecha enfocaba mi coño. Fueron breves segundos, abrí de forma escandalosa aún más mis piernas, el viejo estiró sus piernas arqueado la espalda, le escuché gruñir con disimulo y meneándosela como un cerdo se corrió como un animal dentro de su ropa interior quedando exhausto.
En ese instante volví a la cruda realidad, me sentí horrorizada por mi conducta, mi giré hacia el viejo y nuestras miradas se cruzaron, se levantó, una enorme y viscosa mancha húmeda ensuciaba su pantalón. Intentó hablarme pero bruscamente salí a toda prisa del bar dejándole con la palabra en la boca.
Casi llegó tarde al trabajo, fui directamente al aseo, necesitaba orinar y me introduje en uno de los servicios individuales. El tanga cayó a mis pies, estaba empapado de mis flujos, me sentía tremendamente excitada.
Abrí totalmente mis piernas apoyándolas en los soportes que sirven de ayuda a los minusválidos, mi mano descendió con ansia a mi arreglado coño, introduje uno de mis dedos acariciando de forma circular mi lubricados clítoris.
Por mi mente pasaron las imágenes a toda velocidad, el rostro morboso del viejo verde pervertido, yo abriendo mis piernas para que un hombre que no era mi marido viese mi intimidad, la mano subiendo y bajando dentro del pantalón masturbándose, la tremenda mancha en el pantalón.
Seguro que estará viendo el video ahora mismo, mientras se masturba pensará que soy una puta, una zorra a la que desea follarse, seguro que se lo enseña a otros viejos cerdos para que se pajeen.
Mi cuerpo convulsionó, mordí mi mano izquierda para que nadie escuchase mis gemidos de placer, apreté los muslos con mucha fuerza quedando atrapada mi mano derecha mientras llegaba a uno de los más largos y placenteros orgasmos de mi vida.
EPILOGO: no me he atrevido a entrar de nuevo en ese bar, siento mucha vergüenza por lo ocurrido, aunque al recordarlo no puedo evitar excitarme.