En solo una semana (1)

En solo una semana me robó el corazón... Parte 1, espero de verdad que os guste y que disfruteis leyendome. Gracias!

Y aquí me tiene. Delgada, demacrada, asustada, poseída, desfallecida... Por que no aguanto más sin verla, por que me hechizó con su primera sonrisa, me ligó con los lazos de su mirada intensa… pero ahora… ahora no está. Se ha marchado dejando su olor, su fragancia impregnada en todas partes… en el sofá, en mis sabanas, en mi almohada… no puedo estar más sin ella, YA NO SE VIVIR SIN ELLA.

Una semana antes.

-Hola Kim.- dijo una voz detrás de mí y me giré al reconocerla.

Era Dana, mi mejor amiga. Habíamos quedado en una de las cafeterías más concurridas de toda la ciudad por que acaba de llegar de unas largas vacaciones, un crucero por el mediterráneo. Se adivinaba el verano en su tez dorada por el sol, su cabello negro azabache caía en cascada sobre sus hombros, y brillaba con la luz que entraba por el único ventanal de todo el local, que quedaba a nuestra izquierda. Llevaba una minifalda negra, y un top naranja que dejaba al descubierto su ombligo. Muy típico de ella ese modelito.

-¡Hola Dana! ¿Qué tal te ha ido el viajecito?- pregunté mientras ella hacía un gesto con la mano que no comprendí.

-Bien, fue entretenido… ¡vamos, Alex! No seas tímida…- exclamó Dana de repente y una chica pasó junto a mí como un rayo.

Estaba cabizbaja y evitaba mi mirada. No pude dejar de observar en aquél mismo instante que era bellísima, una sílfide, una deidad.

-¿Alex?- dije yo asombrada y Dana sonrió-. ¿Es tu prima?

Dana asintió, aún sonriendo y le retiro la silla que había entre nosotras para que se sentase.

-Vaya, Alex… que cambiazo… la última vez que te vi…- dije confundida-. Bueno… has crecido mucho, ¿sabes?

-Gracias…- dijo Alex algo avergonzada mientras tomaba asiento-. Tú también has cambiado mucho, Kim… se te ve muy bien

Alex era una de las primas de Dana, que vivía en Tenerife, y la última vez que la había visto, debía de tener unos 11 ó 12 años. Pero ahora… con esa tierna mirada tímida, la cual no clavaba un ningún sitio en concreto, tenía un toque sexy, y por su sonrisa, se vislumbraba un aspecto pícaro que aumentaba aquella cualidad.

-Ejem… parece que hayáis visto un fantasma…- dijo Dana que, como siempre no dejaba de incordiar-. Voy a ir a pedir a la barra. ¿Qué queréis?

-Yo un café con leche…- nos apresuramos en decir las dos a la vez.

Fue entonces cuando nuestras miradas se cruzaron durante un segundo, bajo lo absurdo de la situación, fue entonces, al hundirme en sus ojos azules, cuando sentí que mi perdición se acercaba. Que poco o nada podía hacer ya para que mi corazón cambiase de opinión, por que como siempre, ese señoriíto ruidoso, descarado y malcriado, se saldría con la suya, aunque quien pagase después por sus locuras, fuese mi cerebro obstinado. Tragué saliva y aparté la vista de aquellos ojos que ya me habían atrapado y la clavé en su cabello rubio, en su cuello largo, en su piel, que adivinaba suave y tersa, en sus labios carnosos, tan apetecibles, en el escote de su camisa de manga tres cuartos, por el que asomaba una pequeña parte de la tela de su sujetador y el canalillo de unos pechos que hacían volar mi imaginación. Sacudí la cabeza de un lado a otro, intentando apartar de mí aquellos pensamientos obscenos y le sonreí amablemente.

-¿Viniste a Barcelona a pasar las vacaciones o sólo te quedas unos días?- pregunté por tal de sacar algún tema de conversación.

-Me quedo sólo cinco días… después volveré a Tenerife.- contestó Alex devolviéndome la sonrisa-. Ya he invitado a Dana a que vengáis unos días, pero ella ha dicho que no sabe si llevarte, por que eres capaz de enamorarte de una isleña y quedarte allí para siempre

Me reí de lo idiota que era mi amiga a veces.

-A mi me preocuparía más ella… con lo torpe que es, lo mismo le dices que vaya a Tenerife y acaba en las Islas Caimán…- dije haciendo reír a Alex.

-Ya te digo… no se como sus padres han aguantado con ella todo el crucero, yo la habría tirado por la borda antes de zarpar…- dijo Alex aún riéndose.

-Bueno, y dime Alex, ¿Cuántos años tienes?- pregunté clavando mis ojos azules en los suyos, del mismo color.

-18 recién cumplidos. ¿Y tú?- contestó sonriendo y alzando la ceja derecha de una manera muy sensual.

-19, también recién cumplidos.- respondí mordiéndome ligeramente el labio inferior, aunque Alex debió de percatarse, por que suspiró pausadamente-. ¿Ocurre algo?

-N… No… nada, tranquila… es que…- dijo Alex y yo sonreí ante su titubeo-. Es que ese gesto… morderse el labio

-¿Qué?- imperé yo, pero Dana llegó en aquél mismo instante, dejando a Alex sin espacio para contestar.

-¡Chicas!- dijo mi amiga sirviéndonos los cafés y yo puse los ojos en blanco, ante el don de la inoportunidad de la chica-. Bueno, Kimmy, ponme al día, Alex sólo va a estar aquí cinco días y quiero que lo pase en grande. ¿Qué planes tenemos?

-Pues… la verdad es que sólo se que las chicas han dicho que mañana después del ensayo quieren que vayamos todas juntas a la playa…- contesté dándole en sorbo a mi café y refiriéndome al grupo de música del que yo era cantante y Dana la guitarrista-. Bueno, y yo estoy sola en casa estos días por que mis padres y mis hermanos se han ido de vacaciones… así que si os queréis quedar a hacerme compañía

Esto último lo dije con la mirada clavada en Alex, y esta vez fue ella la que se mordió el labio inferior.

-Vale, vale, pero no quiero que Alex se marche sin haber vivido el ambiente gay de la ciudad… además, le prometí que le conseguiría un ligue de verano…- dijo Dana mirando a su prima, que aún seguía azorada por mi mirada.

Me sorprendió aquella última frase de Dana. ¿Es que Alex era…?

-¿Pero tú…? ¿Eres…?- le pregunté a Alex y ella asintió avergonzada, había entendido perfectamente que le quería preguntar si era lesbiana.

-Bueno, pues Erin me llamó el otro día para decirme que este viernes inauguran una nueva discoteca de chicas, se llama Anera…- dije sonriendo, aunque estaba algo nerviosa.

Desde que Alex había pasado junto a mí, tenía un nudo en la boca del estómago y no sabía cómo deshacerlo.

-Bien, pues esta noche a casa de Kimmy, mañana ensayo y a la playa, y pasado ya se verá.- dijo Dana acabándose su café-. ¿Os apetece dar una vuelta por las ramblas?

Alex y yo nos levantamos a la par y, después de pagar, nos dirigimos hacia la calle, donde el sol nos tendió una calurosa trampa.

-Vaya día de playa… lástima que no tengamos aquí los bañadores…- dijo Alex y yo, sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia el centro comercial que había al otro lado de la calle.

-¡Kim! ¿Dónde vas?- gritó Dana a mi espalda y yo me giré sonriendo.

-¡A por los bikinis!- dije yo señalando con el pulgar al gran edificio.

-¡Ni se te ocurra! No te dejaré que los compres…- dijo Dana y comenzó a correr hacia mí.

-Atrápame si puedes…- susurré con una sonrisa pícara y salí disparada como una bala hacia las puertas automáticas del centro comercial.

Sabía que por lo menos era el doble o el triple de veloz de lo que era Dana, así que cuando levanté la vista por encima de mi hombro, esperé verla bien alejada, pero me sorprendí al ver junto a mí a Alex. Me detuve en seco y ella me imitó, para acercarse lentamente a mí.

-Quizá mi prima no pueda contigo, pero yo sí…- me susurró la chica al oído, de manera que su fragancia llenó mis pulmones por primera vez.

No era perfume, ni desodorante, era tan sólo su olor, un olor dulce y salado a la vez, un olor que me embriagaba y me hacía desear y pensar cosas que no me habían venido jamás a la mente.

-E… eso habrá que verlo…- dije apartándome de ella y volviendo a correr.

Entré en el centro comercial y comencé a subir unas pequeñas escaleras de mármol, pero a la mitad, Alex me detuvo. Me agarró del brazo y estiró, pero con el tirón, sólo consiguió acabar atrapada entre la barandilla y mi cuerpo. Noté como mi pecho se estrellaba contra el suyo y mis labios, unos centímetros por encima de los suyos, temblaban por el deseo de besarla.

-Ups… perdón…- dije intentando retirarme, pero rápidamente ella me agarró por la cintura, volviendo a estrellar mi cuerpo contra el suyo-. ¿Te… te puedo… hacer una… pregunta…?

-C… claro… que sí…- dijo Alex que estaba tan o más nerviosa que yo.

-¿Qué me ibas a decir del gesto… de morderse el labio… en la cafetería?- pregunté y ella se sonrojó.

-Te iba a decir… que… me parece la cosa más… sexy… del mundo entero…- dijo sonriendo tímidamente y aún sonrojada.

-¿Y eso… que quiere decir?- dije ya jadeando por la proximidad de nuestros cuerpos.

-Pues… que me… que me pone muchísimo…- respondió Alex apoyando su frente contra la mía.

Por suerte, aquellas escaleras estaban desiertas, por que cualquiera que hubiera visto nuestras caras enrojecidas y hubiese oído nuestras respiraciones aceleradas, se habría asustado. Gracias a Dios nos separamos justo antes de que Dana entrase en el edificio. Mi amiga subió las escaleras y se paró delante de nosotras. No vio nada raro en nosotras, supongo que atribuiría la rojez de nuestras mejillas y nuestras respiraciones entrecortadas a la carrera que nos habíamos pegado.

-Madre mía… que dos gacelas…- dijo Dana mientras acabábamos de subir el tramo de escaleras y nos montábamos en el ascensor, rumbo a la planta 5, cada una a un lado de Dana, cabizbajas y sin decir palabra-. ¿Por qué no habláis? ¿Os habéis quedado sin aliento?

Alex y yo asentimos, sin alzar la visa aún. El elevador se detuvo de repente, en seco y abrió sus puertas para que un hilo musical suave penetrara en nuestros oídos. Después de rebuscar durante un buen rato en el aparador de los trajes de baño, decidimos probárnoslos, así que nos metimos en los probadores, yo en el del medio, Dana a mi izquierda y Alex a mi derecha. Comencé a ponerme uno de color negro, que estilizaba al máximo mi figura, pero cuando me estaba observando en el espejo, sospesando la posibilidad de comprarme ese mismo, Alex habló desde el cubículo continuo al mío.

-¿Alguien me puede ayudar, por favor?- preguntó con un tono algo tímido.

-Kim, ves tu, que yo estoy medio en pelotas…- dijo Dana desde mi izquierda y yo puse los ojos en blanco.

-Voy.- dije saliendo rápidamente de mi probador para meterme en el de Alex.

La vista se me nublo durante un instante y las rodillas me temblaron. Caminé un par de pasos hacia ella por tal de que no notase mi nerviosismo, pero estaba completamente turbada, y no sabía que hacer. Llevaba un bikini dorado que conjuntaba perfectamente con su color de piel y de cabello. Era pequeño, de manera que pude ver gran parte de sus generosos pechos, por no hablar de su vientre plano y de su ombligo, del cual colgaba un pendiente largo, un piercing.

-¿T-te vas a… quedar todo el d-día ahí plantada… con la boca a-abierta o me v-vas a ayudar… a atarme esto?- susurró tartamudeando Alex por tal de que su prima no la oyera.

Yo asentí como una tonta y me coloqué detrás de ella para hacerle un nudo con las tiras del bikini dejando conscientemente que mis dedos rozaran su cuello y haciendo que se le pusiera la piel de gallina.

-G-gracias

-L-lo siento… es que a sido un p-poco impactante para mi verte con ese… bañador… me he… q-quedado en b-blanco…- susurré aún observando su hermoso cuerpo, volviéndome a colocar frente a ella.

-V-vaya… pues entonces e-está c-claro que… me… me compraré este…- dijo Alex agachando la vista tímidamente.

-¿Te pongo nerviosa?- pregunté e instintivamente me acerqué más a ella, de manera que nuestras pieles prácticamente se rozaban.

-Te recuerdo… que tu también estás semidesnuda… y ese bikini… buff… te favorece muchísimo…- dio Alex posando sus manos calientes sobre mis cadera y atrayéndome hacia ella, aún con la mirada gacha.

En ese momento la puerta del probador se abrió y en un movimiento rápido nos separamos.

-¿Cómo me queda?- preguntó Dana mirando su bikini.

-Bien.- contestamos Alex y yo a la par, algo nerviosas.

Dana alzó la vista para clavarla en nosotras y levantó una ceja.

-Estupendo, entonces me lo quedo.- dijo sonriendo y volvió a salir del vestuario, dejándonos solas de nuevo.

Alex y yo nos miramos durante un segundo tímidamente y, después de dedicarle una sonrisa amable, salí de allí para volver a mi probador y vestirme. Cuando acabamos nuestras compras, salimos del centro comercial y nos dirigimos a la playa. El día continuaba caluroso, y, mientras me cambiaba en el baño del tren, me sentía deseosa de sentir el agua fría rodeando mi piel. Poco después, unos veinte minutos, nuestros pies se hundían en la suave arena de una playa cercana a Barcelona.

-Vaya… me encantan este tipo de playas…- dijo Alex observando la arena blanca y la inmensidad del mar frente a nosotras.

-Es mi playa favorita…- dije mirándola y sonriéndole.

Dana, Alex y yo, caminamos hasta encontrar un lugar donde poner nuestras toallas, que también habíamos comprado en el centro comercial, no estábamos demasiado cerca de la orilla, de hecho ni la veíamos, pues la multitud de turistas, no nos dejaban acercarnos más. Nada más estirar las toallas, Dana se estiró y suspiró. Yo la miré asombrada y alcé una ceja.

-¡Pero serás vaga…!- dije echándole arena encima-. ¿Para esto vienes a la playa?

-Bah… déjame tranquila…- dijo Dana girándome la cara.

-Jaja… vamos, Kim… báñate conmigo… ¿o es que tienes miedo de que nade mejor que tú?- me retó Alex con una sonrisa pícara.

-Creo que si digo que no, me vas a dejar igual de mal que corriendo, así que no me arriesgo a aceptar tu reto… pero no estaría mal nadar un poco, así que vamos…- dije devolviéndole la sonrisa y ya caminando hacia la playa.

Alex me siguió, tan de cerca, que si no fuese por la brisa marina, habría notado su aliento en mi nuca. Sin pensarlo, me tiré de cabeza al agua y me zambullí con los ojos cerrados braceé bajo el agua tibia, hasta que me quedé sin aire en los pulmones y me vi obligada a volver a la superficie, pero al salir, una ola me arrolló y me empujó hasta la orilla de nuevo, donde choqué con alguien. Sonreí al imaginarme que se debía de tratar de Alex, pero me di cuenta de que algo fallaba, cuando escuché unas carcajadas detrás de mí. Me levanté de un salto y observé que lo que había arrollado no era el cuerpo perfecto de Alex, sino uno rechoncho, lleno de grasa de un señor de unos 60 años, si no más.

-Uy… dis-disculpe, señor… no lo he hecho adrede…- me excusé nerviosa y me giré hacia las carcajadas que aún resonaban en mis oídos-. ¿¡Y tú de qué te ríes!?

Alex se retorcía en la arena, con lágrimas brotándole de sus preciosos ojos. Corrí hacia ella y le hice un placaje en plan jugador de rugby y caímos enredadas al agua. Salimos de nuevo a la superficie, clavándonos una mirada intensa y sonriendo alegremente.

-¿Vas a dejar de reírte o tengo que volver a cargar contra ti?- dije a modo de amenaza y guiñándole un ojo.

-Bueno… si riéndome consigo que estés más cerca de mí… nunca dejaré de hacerlo…- dijo Alex acercándose a mí, de manera que con el vaivén de las olas nuestros cuerpos prácticamente se rozaban.

-Pues ríete todo lo que quieras… tu risa es la melodía más preciosa que he escuchado jamás…- susurré haciendo que se sonrojara.

Se acercó un poco más sin decir nada, pegando su pecho al mío, y haciéndome temblar.

-¿Tampoco te atreverás a aceptar mi reto si te digo que seguro que beso mejor que tú?- dijo Alex con una sonrisa pícara dibujada en sus labios carnosos.

-Eso me atrevo a discutírtelo… cuando quieras te lo demuestro.- dije con voz ronca.

-¿Qué tal ahora?- contestó Alex apretando su cuerpo contra el mío y acercando sus labios a los míos.

Tragué saliva y dejé que mis labios rozaran los suyos. Pero el destino nos fastidio aquel precioso momento. Una gran ola se cernió sobre nosotras, arrastrándonos como si fuésemos dos muñecas de trapo hasta la orilla.

-Pero mira que sois tontas…- dijo la voz de Dana desde encima mío mientras yo intentaba quitarme el cabello del rostro.

-¡Al agua vas, listilla!- dije agarrando a Dana y haciéndole gestos a Alex para que me ayudara, así que entre las dos, tiramos a mi amiga al mar.

Entre risas y bromas, se nos paso la tarde volando, hasta que el sol comenzó a descender y nos sentamos en la orilla del mar para ver atardecer. Mis manos descansaban una a cada lado de mi cuerpo y de repente, tuve esa sensación… "mariposas en el estómago"… cuando la mano de Alex se posó discretamente sobre la mía. Miré a la chica con ternura, pero ella tenia la vista clavada en el horizonte, y la única respuesta que me dio, fue apretar un poco mas su mano, entrelazando sus dedos con los míos. Me estire sobre la arena y Dana y Alex me imitaron, de manera que pudimos observar las estrellas que comenzaban a emerger con la oscuridad. Nos quedamos un buen rato en silencio, cada una pensando en sus cosas, hasta que nos levantamos y decidimos marcharnos a mi casa.