En nombre de la ley

Un asesino de travestis y transexuales anda suelto y la policía tiene un plan para atraparlo: yo.

Todo estaba listo. Los investigadores del cuerpo de policía habían terminado su labor. Un asesino de travestis y transexuales andaba suelto por la ciudad y estábamos preparados para atraparlo. Varios travestis fueron interrogados, también varios familiares de las víctimas y se vigiló el barrio en el que la mayoría de este colectivo reside. El plan era el siguiente: uno de nosotros tenía que integrarse pasándose por uno de ellos, la manera de integración debía ser lo más común posible para no levantar sospechas y los interrogatorios a los familiares de las víctimas nos demostraron que la mayoría suele irse de casa por no ser aceptados por sus familias y se refugian en Chueca, el barrio en cuestión. El colectivo está tan reprimido por la sociedad que tienen sus propios bares, discotecas, peluquerías, … y aunque cualquier persona, con la inclinación sexual que sea, puede acceder a estos lugares no pasaría desapercibido, por eso la mejor manera posible de coger al asesino es pasar desapercibidos entre sus posibles víctimas, nadie se tenía que dar cuenta.

Me presentaré, me llamo Luis, llevo en el cuerpo de policía 4 años y tengo 29. Como ninguno de nosotros se presentó voluntario para llevar el caso fui elegido por el teniente debido a mi juventud. Me dijo que no iba a estar solo porque compañeros míos pasarían día y noche cerca de mí aunque yo no los viese y si lo hacía debía ignorarlos. Carlos, el teniente me hizo pasar a una sala donde me esperaban dos compañeras mías, María y Belén.

-Mira Luis - empezó diciéndome Belén – nos han asignado la tarea de cambiar tu aspecto físico. El cambio no debe ser perfecto por eso no han contratado a profesionales. Nuestros detectives nos han mostrado varias fotos de chicas que acababan de llegar Chueca refugiándose de la marginación que sufren por el resto de la sociedad y debemos transformarte en una de esas chicas.-

-No sé si estoy preparado - les dije con cara de asustado- todo esto me da miedo.

-Tranquilo, o mejor dicho tranquila, porque a partir de ahora deberás adoptar el rol de querer ser mujer. - me dijo María con una leve sonrisa en su rostro.

Yo me dejé hacer. Me llevaron a las duchas de señoras que había en el cuartel y me hicieron desnudar, me untaron el cuerpo de cremas y me duché. Cuando salí ya no quedaba ni un solo bello en mi cuerpo y además olía como ellas. Después me pegaron unos diminutos pechos de silicona y me hicieron poner unas braguitas y un sostén. Con esa pinta me hicieron sentar en una silla que trajo María y esta empezó a arrancarme pelitos de mis cejas mientras Belén me perforó las orejas y noté como me ponía unos pendientes. María terminó y empezó a cortarme el pelo y a peinarlo mientras Belén me arreglaba las uñas y me las pintaba de rosa chicle. Ellas no paraban de reírse y yo me sentía humillado e indefenso. Cuando ambas acabaron unieron sus conocimientos para maquillarme y terminaron ofreciéndome una falda, unas medias de seda y una blusa. Lo más difícil fueron las medias pero ellas me enseñaron como ponérmelas, después me acercaron unos zapatos con un tacón enorme y me hicieron ponérmelos, yo no podía dar ni un paso y cuando lo di me vine al suelo, me levantaron y me sujetaron una de cada lado, me iban diciendo como debía moverme para dar cada paso y como debía apoyar los zapatos en el suelo así que poco a poco fui dando pequeños pasos hasta que más o menos empecé a mantenerme por mi solo entonces ellas me soltaron y me dejé llevar por la inercia, aunque mal, lograba caminar sin caerme hasta que al cabo de un rato conseguí hacerlo bastante mejor. Por fin me dejaron acercarme a un espejo y por primera vez vi lo que habían hecho conmigo. Me quedé de piedra, vi el reflejo de una chica joven que en nada se parecía a mí, me costaba aceptarme como esa chica pero definitivamente era yo. Habían hecho un trabajo perfecto. Aunque la primera impresión que me llevé fue la de ver a una auténtica chica en el espejo, poco a poco fui descubriendo rasgos que me delataban, pequeñas cosas que ellas habían detectado en las chicas de las fotos y que me daban un aspecto de travesti total. Me llevaron a la sala donde estaban todos mis compañeros planeando las maneras de pasar desapercibidos por el barrio en el que yo debía infiltrarme y me presentaron de esa guisa ante todos ellos. Yo no sabía qué hacer, me sentí humillado cuando todo el mundo empezó a silbarme y a decirme obscenidades. Yo sabía que era una misión muy importante con la que conseguiríamos salvar vidas inocentes así que empecé a seguirles la corriente aunque mis maneras no eran muy afeminadas que digamos. El teniente nos hizo callar para seguir con los planes. Me entregó un pintalabios y me explicó que en realidad era un micrófono de onda corta para poder comunicarme con mis compañeros, me dijo que debía llevarlo en todo momento. Estuvimos hasta bien entrada la noche planeando cada hora de los días que yo debía hacerme pasar por travesti, todos los imprevistos y los lugares que yo tenía que empezar a frecuentar y que estaban relacionados con las víctimas. Cuando nos íbamos a dormir el teniente nos llamó a mí a María y a Belén.

-Lo primero quiero felicitaros a vosotras dos por el trabajo que habéis hecho con Luis - les dijo a Belén y a María – pero tenéis que acabarlo. Todas esas chicas que habéis visto en las fotos y que debíais copiar para la transformación de Luis tienen un pasado. Todas ellas se sienten mujeres desde su infancia y ya sea a escondidas o no, poco a poco han ido adquiriendo un comportamiento más o menos femenino. Nuestros detectives nos han informado que sus movimientos, sus gestos e incluso su manera de hablar, porque alguno de nuestros colegas ha conseguido comunicarse con alguna de ellas, son muy femeninos, quizás rozando la exageración. Así que tenéis una semana para que Luis se comporte como una de ellas. –

-Lo siento mi teniente – dije atemorizado – pero si María y Belén hacen eso conmigo me aterrorizo solo de pensar en que pasará conmigo después de todo esto.

-Tranquilo – me tranquilizó Carlos – hemos pensado en ti y durante toda esta semana de transformación tendrás el apoyo de una psicóloga y 2 veces a la semana deberás ir a esta dirección para que la misma psicóloga te controle.

Yo me quedé más tranquilo y María me llevó a las habitaciones que hay en el cuartel para los agentes de guardia. Me mostró mi habitación y me comentó que ella y Belén se turnarían durante toda la semana y estarían en la habitación contigua. Entramos a la habitación y seguido llegó Belén, traía una maleta enorme y la lanzó sobre la cama, la abrió y vi que estaba llena de ropa de chica. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y pese a las palabras de Carlos mi mente estaba alterada e intranquila. No me sentía a gusto. María y Belén me ayudaron a colocar todo y me dijeron que debía empezar a vestirme de mujer todo el tiempo así que me eligieron un camisón cortito de raso en gris satinado y me llevaron al baño, María había colocado todas las cremas, maquillajes y demás lociones para la mujer en el baño y me enseñaron a desmaquillarme, cuando lo hice me tuve que quitar la ropa y ponerme el camisón, el roce de aquel vaporoso tejido con mi depilada piel hizo que me excitara y mi pene levantó el camisón.

-Madre mía que de trabajo va a tener la psicóloga – dijo entre risas María cuando vio mi erección. Las dos se retiraron y me acosté.

A la mañana siguiente me desperté y creí que todo había sido un sueño pero me vi mis uñas y comprendí que no. Me senté en la cama y no sabía que tenía que hacer a continuación, caí en la cuenta que estaba pensando en cómo actuaría una mujer recién levantada y me entró pánico, durante largo tiempo reflexioné sobre cómo debía afrontar la situación sin que me afectara hasta que entró María a mi habitación y me regañó por estar todavía con el camisón puesto. Le expliqué mis temores y me tranquilizó recordándome la figura de la psicóloga. Seguido estiró de mí y me llevó al baño, me explicó lo que tenía que usar para la ducha y me esperó en la habitación. Salí oliendo a flores y con la piel muy suave, me puso frente al armario abierto y me dijo que tenía que elegir mi ropa. María me aconsejó un poco y me explicó cómo debía conjuntar diferentes prendas y colores. Me decanté por un vestido corto estampado, unos pantis y unas botas negras con bastante tacón. María me ayudo con lo más complicado, me enseñó a ponerme los pantis sin romperlos, por cierto, a medida que me los subía por mis depiladas piernas sentía un placer indescriptible que hizo que me empalmara, también me enseñó a ponerme el sostén, conseguí abrochármelo por detrás sin ayuda, después terminé de vestirme yo solo. María me volvió a llevar al baño y cómo las botas tenían un poco menos de tacón que los zapatos de la noche anterior no necesité ayuda para caminar e incluso lo hice con un paso bastante aceptable según me dijo María, ya en el baño María me fue enseñando todos los pasos que debía seguir para maquillarme, desde la limpieza facial hasta el modo de aplicarme los distintos maquillajes. Tras varios intentos lo conseguí y me alegré tanto que abracé a María de la emoción. Rápidamente caí en la cuenta de cómo había reaccionado y solté a María, nunca antes había reaccionado así ante nada y lo peor de todo era que lo había hecho por conseguir maquillarme. Me quedé mirando a María y ella comprendió mi malestar. Había reaccionado como una mujer cuando se siente orgullosa por completar algo que nunca antes había hecho. María me abrazó para tranquilizarme y fue peor porque aquel abrazo era lo que necesitaba en ese momento pero pensé que las mujeres también necesitan ser abrazadas en situaciones como la que yo estaba atravesando, cosa que los hombres no y empecé a llorar porque quería despegarme de ella y no podía. María me aconsejo que le comentara esto a la psicóloga y me dio ánimos recordándome cual era la meta de todo esto, detener al asesino. Me vine arriba y abrí el joyero, me puse unos pendientes enormes, una pulsera a juego con los pendientes, un reloj de mujer, varios anillos en mis dedos y terminé con un collar enorme que tuve que girar un par de veces alrededor de mi cuello y aun así me colgaba bastante, María me puso unas gotas de perfume y me peinó, salimos las dos del baño y me vi en el espejo de la puerta de mi armario, estaba despampanante, María y yo éramos dos chicas guapísimas delante de un espejo pero verme así no me aterrorizó porque María estaba allí.

Comimos en el comedor del cuartel y estar junto a María no me hizo sentir extraño pese a las miradas de mis compañeros de asombro. María no dejó de enseñarme cosas acerca de cómo debía comportarme y terminé el día con Ana, la psicóloga. Era una chica de mi edad y me ayudó mucho con mis dudas y temores. Fui a mi habitación, me desmaquillé y me puse el camisón para dormir.

Para cuando entró Belén a despertarme al siguiente día yo ya estaba maquillándome, ella se quedó perpleja con mi dominio de la materia. Estuvimos toda la mañana dando vueltas por el cuartel, empecé a caminar perfectamente sobre tacones e incluso me atreví a empezar a mover mis caderas a cada paso como lo hacía Belén, cada vez que iba al baño me obligaba a ir al de señoras, si se me escaba algún movimiento o gesto masculino me regañaba y me lo hacía repetir de forma femenina cinco veces. Como la noche anterior acabé con Ana y no dejaba de recordarme quien era yo en realidad.

Así iban pasando los días. Cada vez me parecía más a aquellas chicas que aparecían en las fotos que nuestros detectives habían investigado. Uno de los días que me tocaba pasar con María me hizo salir del cuartel a pasear por la ciudad y aunque al principio lo pasé mal, pronto se me quitó el miedo cuando María me mostró como los tíos se nos quedaban mirando con ojos de deseo como si fuésemos dos tías buenísimas. Aquel día María me llevó hasta la peluquería donde iba ella y me hizo entrar, vi que era exclusivamente de mujeres y aterroricé pensando que alguna de ellas me descubriría, pero no fue así, poco a poco me fui tranquilizando y por fin me llegó el turno, puse la voz más femenina que pude y que maría y Belén me habían ayudado a conseguir y le expliqué a la peluquera lo que quería. Salí de allí con un peinado 100% femenino y el pelo teñido de caoba. María y yo nos fuimos de compras y por primera vez en mi vida gasté mi dinero en ropa y demás necesidades de mujer.

La semana había terminado y al día siguiente debía infiltrarme entre las demás travestis para atrapar al asesino. Mi transformación había sido un éxito y yo ya solo sabía comportarme como una mujer aunque Ana se había encargado de centrar mi mente en mi verdadera identidad y hacerme ver mi actual situación como un juego. Aquella noche Carlos me dio mis últimas órdenes y me fui a mi habitación a prepararme la maleta. Era enorme y la llené con cosas exclusivamente de mujer, después me preparé el bolso y guardé el pintalabios-micrófono que Carlos me dio para estar en contacto con mis compañeros. Me costó dormir pensando en lo que me depararía el futuro y buscando la manera de poder dar con el asesino lo más rápido posible.

Por la mañana me duché, me depilé y me arreglé lo mejor que pude. Estuve desayunando con todos mis compañeros y todos me daban ánimos y me decían que parecía una auténtica mujer. Por fin llegó el momento y María y Belén no se lo querían perder, me abrazaron las dos a la vez y empezamos a llorar como si fuésemos tres amigas despidiéndose, estuvimos largo rato y María me si ya había elegido mi nuevo nombre, yo me las quedé mirando y respondí. – A partir de ahora me llamo María Belén.