En nombre de la ley 3
Nuevas aventuras de nuestra detective travesti.
Carlos dijo que no me iban a abandonar pese a mi decisión, yo formaba parte de la policía, antes como Luis y a partir de ahora como María Belén. Mi papel en el caso del asesino de travestis era fundamental. Yo me había convertido en el personaje principal de la historia infiltrándome en aquel mundo y era irrelevante el hecho de que hubiera encontrado mi verdadera identidad sexual. Yo tenía que seguir con mi investigación según lo planeado. Debía continuar siendo una travesti más, cosa que ya no me iba a costar trabajo ejercer, y enterarme de los lugares que frecuentaba la última víctima, si hay alguna persona a la que conoció recientemente, Tenía que encontrar a las chicas que más cerca estaban de ella para interrogarlas sin que ellas notasen nada.
Trabajando en una peluquería se hace más fácil la investigación. Pronto me enteré quienes eran sus amigas del alma. Carolina y Leticia eran dos travestis que llevaban varios años viviendo en el barrio. Varias veces me había cruzado con ellas por la calle y habíamos intercambiado algún saludo pero nada más. Carolina tenía el cuerpo muy desarrollado, lo que revelaba que estaba tomando hormonas. Yo era lo que más deseaba, empezar con un tratamiento hormonal, no podía esperar a que las dudas me volvieran loca, debía empezar con el tratamiento ya. Llamé a Ana, la psicóloga, para hablar con ella de mis necesidades y ella me citó en el piso donde nos veíamos tres veces por semana.
El día de la cita con Ana estuve muy nerviosa por lo que ella me aconsejase, al fin y al cabo ella era psicóloga y yo no y su evaluación iba a ser muy importante para mí y mi futuro más inmediato. Laura se dio cuenta de mi inquietud y me preguntó por los motivos. Yo le expliqué lo de mi deseo de empezar a hormonarme y la cita con la psicóloga. Me tranquilizó diciéndome que me veía 100% mujer y cualquier persona, psicóloga o no, me vería mujer de la cabeza a los pies. Por la tarde Laura me dio fiesta para asistir a mi encuentro con Ana y a las 5 en punto aparecí por el piso. Ana y yo hablamos extendidamente de todo, del caso, de mi pasado, de mi delicada decisión. Ella insistía una y otra vez en el futuro que me esperaba si decidía seguir adelante con mi transformación. Me hablaba como a una mujer, diciéndome que siempre sería mujer, que empecé como si fuese un juego pero que debía diferenciarlo de la realidad. Yo no dejaba de argumentar mis deseos y mis necesidades. Le expliqué que hacía tiempo había dejado de ser un juego para convertirse en un trauma para mí. Así estuvimos varias horas hasta que Ana se levantó de su sillón y me dio todo su apoyo en el proceso. Me dijo que debía empezar con un tratamiento hormonal cuanto antes, mi estado anímico corría un grave peligro si no empezaba pronto a cambiar mi cuerpo acorde con mi mente. Yo la abracé muy fuerte por confirmar mi realidad, no sé que hubiera sido de mí si ella hubiera dicho lo contrario, empecé a llorar entre sus brazos porque comprendí que ya no había marcha atrás, mis deseos salían reforzados de aquella entrevista y definitivamente Luis había muerto.
Lo más fácil hubiese sido preguntar a mi compañera de piso, Vanesa, por la clínica donde ella estaba siguiendo el tratamiento hormonal, pero mi instinto de detective hizo que fuera a Carolina a quien le pidiera consejo. Así podía matar dos pájaros de un tiro, por un lado Carolina me daría a conocer una clínica donde empezar con mi tratamiento hormonal y por otro lado nació una gran amistad entre Carolina y yo pudiendo así conocer detalles más personales de la chica asesinada.
Carolina me acompañó a la clínica donde se sometía a su tratamiento y me presentó como su amiga. Yo presenté el formulario de la consulta que me hizo Ana firmado por ella y su dictamen como psicóloga. Marta, la doctora encargada de mi proceso, lo leyó detenidamente y después me llevó de consultorio en consultorio pidiendo que me hicieran distintos análisis clínicos en cada lugar que estuvimos. Al cabo de una semana me llamaron de la clínica, yo fui con los dedos cruzados y salí con las recetas de mi tratamiento hormonal. Aquel mismo día empecé a tomar hormonas. Cada 15 días tenía visita con Marta para seguir mi evolución.
Mi vida había cambiado por completo. Les conté a Vanesa y a Sofía lo de mi tratamiento hormonal y ellas se pusieron muy contentas. Me dijeron que me apoyarían en todo pero mis planes eran otros. Después del trabajo empecé a quedar con Carolina para ir de copas, Vanesa y Sofía se nos unían pero mi fijación era Carolina. A ella no le gustaba sacar el tema de su amiga asesinada así que yo lo rehuía todo lo que podía para que ella no se sintiese incomoda. Poco a poco me fue contando la vida de Sonia, su amiga asesinada, como llegó al barrio, donde estuvo viviendo y donde lo hacía en la actualidad, Mis investigaciones iban por el buen camino. Yo mantenía informado en todo momento a Carlos de mis avances, también de los físicos. En sus correos todavía me contaba que no se podía creer que su joven aprendiz se estuviese convirtiendo en una preciosa dama. Yo le respondía escribiéndole chistes sobre el tema para que no se preocupase demasiado por ese asunto y se centrase en lo principal, que era el caso que nos traíamos entre manos.
Un día, después del trabajo, fui al bar donde había quedado con Carolina pero pidiéndome una copa recibí un mensaje suyo en el móvil explicándome que no iba a poder venir. Me senté en una mesa sola con la intención de acabarme la copa y marcharme a casa, entonces se acercó a mi mesa una chica y me pidió permiso para sentarse, yo accedí y se presentó como Carmen. Me contó que era una chica travesti pero que todavía no había empezado a hormonarse, siguió contándome su vida y me animé. Estuvimos charlando un rato largo y mi copa se había transformado en tres copas. Ella era locuaz y muy animosa, yo me dejé llevar por su gracia y ya me encontraba muy a gusto con su presencia, hasta que salió el tema del sexo, yo todavía me sentía confundida y perdida con ese tema así que fue ella la que llevó el peso de la charla, aprendí muchas cosas gracias a ella pero le desvelé mi secreto: yo todavía era virgen como mujer y no sabía si tener sexo con tíos me agradaría mucho. Ella me habló de su primera vez y de lo satisfactorio que fue, me dijo que para ser una verdadera mujer no bastaba con la imagen, tenía que probar a los tíos para completar mi naturaleza femenina. Después de 2 copas más, y ya iban 5, se ofreció para desvirgarme, ella podía ser tanto pasiva como activa, no tenía problemas en ese aspecto y si yo estaba preparada, aquella sería la noche más feliz de mi vida.
Fuimos a mi piso y le presenté a Vanesa y a Sofía, sin perder un minuto entramos en mi habitación y ella me rodeó con sus brazos, empezó a besarme y yo me dejé llevar por la pasión. Carmen me bajó la cremallera de mí vestido muy despacio y yo, como novata en el tema, empecé a copiar sus pasos desabrochando los botones de su blusa. Mi vestido se deslizó por mi cuerpo cayendo a mis pies y quedándome solo con la ropa interior puesta, yo todavía seguía con sus botones cuando empezó a quitarse sus vaqueros. Nos quedamos las dos en bragas y me lanzó sobre la cama, yo ya estaba completamente excitada y no había marcha atrás. Me quitó el sostén y empezó a masajear los minúsculos bultos que brotaban de mis pechos, aunque yo llevaba poquísimo tiempo tomando hormonas y mis pechos apenas habían crecido 2cm noté una enorme sensibilidad en mis pezones, más grandes de lo normal, que me hizo estremecer, aquella sensación era nueva para mí pero me agradó más que cualquier otra anterior, era como tocar el cielo con los dedos, algo inexplicable. Yo ya estaba completamente entregada a ella y no podía defenderme. Noté que mi pene estaba a punto de explotar pero ella lo rodeó por la base con una goma para que yo no me viniese tan temprano. Siguió acariciando mi cuerpo y pese a que mi polla quería explotar de una vez, no podía hacerlo. Carmen se puso de rodillas sobre la cama y a mí me colocó mirando hacia el techo, abrió mis piernas y se las puso alrededor de su cintura acercando así mi ano a su enorme pene. Carmen se chupo un par de dedos y los fue introduciendo muy despacio en mi ano, siempre me habían dicho que al principio duele pero aquello no me dolía nada, al contrario, me excité más. Carmen lubricó bien la parte exterior de mi ano con su saliva y acercó su falo a la entrada de mi ano. Cuando sacó sus dedos de mi interior sentí el incontrolable deseo de tener su pene dentro de mí y empecé a pedírselo por favor, ella reía ante mis suplicas y no me hizo esperar, note como empezó a entrar aquella cosa, era algo extraño. Carmen empezó de nuevo a manosear mis diminutos pechos para que yo me excitase muchísimo más sabiendo que la penetración iba a empezar a dolerme de un momento a otro. El dolor se hizo intenso y pese a los masajes en mis pechos, no lo podía soportar. Ella iba parando de vez en cuando para que mi ano no se dañase y yo me sintiese aliviada por unos instantes. Por fin sentí chocar sus testículos con mi trasero, ya había entrado del todo, se me escapaba alguna lágrima del dolor que me producía tener aquel enorme aparato dentro de mí. Empecé a gritarle que aquello no me estaba gustando, que no quería ser penetrada nunca más y cosas por el estilo pero ella no sacaba su pene y volvió con mis pechos. Yo empezaba a sentirme confundida, me encantaba que me manoseasen los pechos pero no soportaba el intenso dolor de mi trasero. Al cabo de un rato de estar con su pene dentro de mí noté que el dolor se iba desvaneciendo y que mi pene volvía a querer explotar, fue el primer indicio de lo que venía, volví a sentir el cosquilleo inicial en mis pechos y todo esto debido a que el dolor estaba desapareciendo, entonces empecé a gemir como una posesa, Carmen se dio cuenta y empezó a sacar su falo de mí, yo ya no sentía ningún daño y apretaba mis nalgas para que no saliera, quería tenerlo dentro, cuando estaba a punto de salir del todo, Carmen volvió a introducirlo y aquello fue como una fiesta para mí, dejé de apretar mis nalgas y dejé que volviera a introducirse, el placer iba creciendo. Desdije lo que anteriormente había dicho y le grité que no sacara aquella cosa nunca, mi deseo había despertado y empecé a mover mis caderas para facilitar la entrada, entonces volvió a salir pero ya mucho más rápido. Sus movimientos fueron acelerándose y yo estaba exhausta. Perdí el control, nunca jamás me había sentido de aquella manera pero era lo más grande que había sentido nunca. Mi excitación alcanzó unos límites que yo nunca pensé que existirían y mi goce era tal que no paraba de pedirle más y más. Aquella verga entraba y salía de mí a una velocidad descomunal y yo ya no podía más pero a la vez deseaba que no terminase nunca, por fin Carmen se vino dentro de mí y por primera vez sentía la cálida leche varonil dentro de mí. Carmen tenía razón y aquello hizo sentirme una mujer completa. Ya no había vuelta atrás, nunca más lo haría con otra mujer, ahora mi único deseo era ser penetrada y sentir a un macho dentro de mí, ser inundada por su leche, ser su mujercita. El paso había resultado satisfactorio y era otro más en mi camino hacia mí nueva vida.