En mis comienzos
Me tocó asistir a una mujer violada como médico. Le habían dado por todos sus agujeros.
A poco de haberme recibido de médico en Buenos Aires era urgente mi necesidad de obtener un trabajo que aliviara mis angustias económicas. Hice guardias en hospitales y clínicas privadas, domicilios para diversas organizaciones, y un sinfín de trabajos más relacionados con mi naciente profesión, los que alternaba con mi especialización en ginecología en el Hospital de Clínicas.
Por intermedio de uno de mis docentes obtuve un trabajo como médico de policía. No pagaban mucho pero tampoco era mucho el trabajo, sólo debía asistir cuando me llamaban para algún reconocimiento, y lo hacía en el horario que me era posible, estaba designado en una comisaría.
En una ocasión recibo un llamado pasadas las seis de la mañana, el Oficial de Guardia me pidió que fuera lo más pronto posible. Pensando en mi sueldo me vestí y acudí de inmediato. Me recibió el Oficial para advertirme que se trataba de una mujer violada, y que estaba en estado de shock. Me dijo que necesitaba una declaración, pero imposible obtenerla en las condiciones en que se hallaba la víctima. M entregó un grabador portátil y me previno de que para que la declaración fuera válida debía grabar desde el inicio mi solicitud y la advertencia de que lo que me dijera iba a ser grabado. Algo de eso conocía porque no hacía tanto que había estudiado Medicina Legal.
Así fue que entré al lugar donde estaba la víctima, allí era donde habitualmente hacía mis reconocimientos. La vi sobre la camilla, una hermosa joven, luego supe que tenía sólo veinte años, alta, espigada, pelo castaño y muy buena figura. Su ropa estaba muy desordenada y rota en parte, los ojos abiertos como dos platos e incapaz de articular una palabra.
Me acerqué a la camilla y con mi mejor voz comencé a hablarle. Le administré una baja dosis de un ansiolítico inyectable; y a poco noté que se iba calmando, que al menos se daba cuenta de que yo era el médico. Con suavidad, y previo calzarme guantes, inicié el reconocimiento. Las bombachas no estaban; primero tomé una prueba del contenido de su vagina para posibilitar una identificación del agresor. Luego le practiqué un tacto notando una vagina inflamada. Examiné su culo estaba dilatado y casi rojo, con restos de sangre.
Prendí el grabador y le hice las advertencias del caso, que si quería contarme cómo le había sucedido el incidente todo lo que grabara sería tomado como su declaración. Asintió y me hizo este relato:
" Me quedé a estudiar en la casa de una compañera, y alrededor de las dos de la mañana salí para volver a mi casa. Para acortar camino resolví cruzar el Parque... (omito el nombre del parque para evitar reconocimiento aunque ya han pasado muchos años) promediando el cruce me asusté porque el parque estaba desierto, pero ya era tarde, una mano me tomó de un brazo y me tiró hacia la oscuridad, aun con la poca luz pude distinguir que se trataba de un hombre de unos cuarenta años. Cuando intenté resistirme me golpeó en la mandíbula con el puño cerrado, era muy fuerte, y semi inconsciente me arrastró hasta un lugar totalmente oculto a cualquier mirada. Allí me tiró sobre el pasto y me anunció que me iba a coger, y que si me negaba iba a ser peor, porque me iba a coger igual aunque tuviera que hacerlo conmigo desmayada. Se tendió a mi izquierda y empezó a tocarme sobre la ropa, me apretaba las tetas e intentaba besarme en la boca, luego desprendió mi blusa, arrancando algunos botones, y me la quitó, desabrochó mi corpiño y soltó mis tetas que empezó a chupar con fruición, yo estaba obnubilada y entendía poco de lo que me estaba pasando. Me subió la pollera y tocó mis muslos, luego mi culo y mi concha, hasta que acabó por sacarme los calzones que guardó en su bolsillo. Me dijo que me sacara la pollera, porque si me la arrancaba él no me iba a servir para vestirme luego, me la saqué y quedé totalmente desnuda. Me acariciaba todo el cuerpo con las manos y con la boca, cuando quiso abrirme las piernas yo las apreté con toda mi fuerza, ahí recibí más golpes, dos fuertes cachetadas con la mano abierta que me dejaron atontada y sin resistencia. Metió su cabeza entre mis piernas y me pasaba la lengua por la concha, me penetraba con su lengua, me levantó un poco e hizo lo mismo con mi culo, llegaba a meterme la punta de su lengua en el ano. Me ordenó que lo besara si no quería más golpes, metió su lengua en mi boca y jugueteó con la mía; estaba muy asqueada pero no sentía nada, era como si le estuviera pasando a otra persona y no a mí. Me dijo que él me había chupado la concha y yo ahora tenía que chuparle la verga, me amenazó con el puño cerrado, lo que me pudo, y abrí la boca, enseguida me la llenó con una poronga enorme que no vi en qué momento sacó, pero ya tenía sus pantalones a media pierna. Me mandó que se la mamara bien mamada, yo tengo alguna experiencia porque a mi novio le encanta que lo mame, así que lo hice asustada por la amenaza de más golpes; tardó muy poco en llenarme la boca de leche exigiendo que me la tragara, pensé que allí iba a terminar mi tortura, pero estaba muy errada. Volvió a acostarse a mi lado sin dejar de tocarme entera, y sorprendentemente rápido su pija recobró su erección; cuando me dio vuelta para ponerme boca abajo comprendí sus intenciones y le rogué que por el culo no, que nunca me habían cojido por ahí; no me hizo caso y me abrió las nalgas buscando mi ano, me lo volvió a lamer y chupar llenándolo de saliva, empezó a meterme un dedo con lentitud, luego agregó otro dedo y ahí me dolió. Me advirtió que no fuera a gritar porque me desmayaba de un golpe, y me puso un tercer dedo, apreté los dientes para que no se me escapara ningún sonido; volvió a abrirme las nalgas con las dos manos y me mandó que yo misma apuntara su verga a mi ano, me apoyó la punta y me la empezó a meter, creí que no iba a soportar el dolor, pero pude, sentí como esa poronga tan grande me iba entrando poco a poco, fue bastante considerado, porque cuando ya la tenía toda en mi interior la dejó reposar un poco. Luego empezó un bombeo lento pero continuado, mientras me amasaba las tetas; fue apresurando el ritmo hasta que noté que tenía como espasmos, sentí su semen caliente en mis intestinos, pero la presión de su pija no aflojaba; siguió bombeando hasta que me acabó otra vez adentro de mi pobre culo. Ahí sí sentí que su verga se achicaba, aunque me la dejó puesta un rato. Me la sacó y volvió a tenderse a mi izquierda sin dejar de tocarme por todos lados, con sorna se disculpó por haberme acabado dos veces en el culo, me dijo que nunca se había cojido un culito tan rico. Le rogué que me dejara ir, me dijo que estaba loca, que le faltaba un buen polvo por la concha, que lo esperara un poco porque había acabado ya tres veces. Llevó mi mano a su verga y me hizo pajearlo para que se le volviera a parar pronto. Cuando la tuvo otra vez como un palo me abrió bien las piernas, colocó mis pies en sus hombros y así me la mandó en la concha de un solo golpe; me sentí inundada de verga, y dolorida porque realmente la tenía muy grande, mucho más grande que la de mi novio que era la única poronga que yo conocía. Me decía cosa como que linda era mi conchita, que apretadita, que bien que le calzaba su poronga, que si hubiera sabido que la tenía tan rica empezaba por ahí. Bombeaba lentamente mientras me tocaba las tetas, el culo y los muslos, y me volvía a besar con su lengua en mi boca. Sentí el golpe de su semen en el fondo de mi vagina, mientras él gemía enloquecido, me gozaba mucho el hijo de puta. Cuando me la sacó yo estaba destruida, me cojió como si yo fuera un pedazo de carne muerta, él sabía que yo no había sentido nada más que asco. Pero igual me dijo que volviera a pasar cuando quisiera, intentó hacer una cita conmigo; me quedé muda mientras él se subía el pantalón y se marchaba sin correr.
Esa fue la declaración de la pobre chica, le pedí que se quitara toda la ropa para reconocer las magulladuras. Su carne muy blanca estaba llena de hematomas, se veían hasta en sus preciosas tetas. Reconozco que la visión de ese bello cuerpo maltratado me excitó, y que mi verga estaba muy dura; de modo que traté de contenerme. La felicité por el valor que demostró al hacer la denuncia.
Pasados dos meses el violador fue detenido gracias a una discreta vigilancia que se montó en el parque. La chica, Andrea, concurrió a reconocerlo y lo hizo sin dudar. Yo había sido llamado y pude conversar con ella, me contó que su novio la había dejado luego de la violación, pensaba que había sido ella quien lo había provocado. Le pedí que me esperara porque debía examinar al hombre y tomarle una muestra de semen para cotejar, luego la invitaba a tomar un café.
Realmente el tipo cargaba una verga descomunal, pese a tenerla en reposo se notaba su tamaño; pensé en lo que habría sufrido Andrea cuando le desvirgaba el culo. Como debía tomar la muestra me calcé un guante y lubricando mi dedo se lo metí en el culo para masajear su próstata y así provocar una eyaculación que recogí en una probeta. Sentí ganas de meterle algo muy grueso y rugoso para vengar en parte lo que él había hecho con esa pobre chica, pero se impuso la cordura.
Con Andrea tomamos un café y charlamos, estaba bajo tratamiento psicológico para sobrellevar el trance, sentía asco por los hombres y el sexo. Luego la ayudé a superar ese estado.
Pero eso es otra historia.
Sergio